1931.
La contestación social contra el
sistema caciquil en La Palma
(Islas Canarias) aumentaba cuando una crisis económica de proporciones
considerables coincidía con el bloqueo total o parcial del recurso a la
emigración americana.
El Caciquismo.- Durante las
primeras décadas del siglo XX, el caciquismo se mantuvo como un fenómeno social
y político estable pero erosionado por las iniciativas del colectivo
progresista de la sociedad. El poder de los mayores propietarios se afianzaba
en las comarcas agrícolas. Primero, gracias a unas relaciones clientelares
basadas en los arrendamientos, en los puestos de trabajo que generaban sus
posesiones, y en los empleos dependientes de las instituciones públicas que
administraban. Segundo, debido a sus vínculos con la oligarquía que detentaba
el poder del Estado. La consistencia caciquil explicaba que un porcentaje
amplio de la población rural estuviese imbuido de una cultura del patronazgo,
reforzada por la influencia ideológica que desplegaba la Iglesia. El dominio
político de esta oligarquía se manifestaba con toda su contundencia durante los
periodos electorales, cuando el control de las instituciones públicas, de las
fuerzas de orden y las posibilidades de dar empleo o favores permitían al
Partido Conservador ganar elecciones que, en último término, se forzaban
recurriendo al fraude electoral.
La oposición.- Sin embargo,
entre 1900 y 1931, se fortalecerá el colectivo progresista disconforme con el
predominio oligárquico. Este sector progresista de la sociedad palmera estaba
integrado, en primer lugar, por una minoritaria clase media de discurso
anticaciquil y raigambre republicana, encuadrada, principalmente, en la Unión Republicana,
liderada por Alonso Pérez Díaz. En segundo lugar, un creciente número de
obreros residentes en la
Capital de la
Isla se mostrará receptivo a los discursos de estas
organizaciones republicanas y se alejará del radio de acción de los sectores
tradicionales de la sociedad. Tras la Revolución Rusa (1917),
surgirá, de los medios republicanos, un colectivo de obreros que se inclinará
por los programas marxistas.
Pero, no solo en Santa Cruz de La Palma se fortalecían los
núcleos contrarios al sistema de la Restauración; en los municipios plataneros, con
un importante contingente de población asalariada, aumentaron las
organizaciones antimonárquicas. Sobre todo a partir de la I Guerra Mundial, una
porción considerable de las nuevas generaciones se desgaja, lentamente, de la
órbita caciquil, puesto que no dependía de su patrocinio para obtener medios de
vida. En efecto, en zonas dedicadas a los cultivos de exportación como el Valle
de Aridane o San Andrés y Sauces, los caciques arrendaron parte de sus
propiedades a empresas exportadoras y, por tanto, ya no cedían tierras con las
que subsistir. Tampoco ejercían el monopolio de la distribución de empleos,
función que, en buena parte, habían delegado en compañías extranjeras como
Fyffes Limited.
El crecimiento de la contestación
antioligárquica.- Entre 1895 y 1936, la impugnación social contra el
régimen oligárquico de la
Restauración creció en La Palma, aunque de forma irregular. De lustros de
latencia y crecimiento paulatino, se pasó a ciclos de rápida irradiación en el
momento en el que coincidía una depresión económica con el cierre de la
emigración. Esto último ocurrió tres veces, en el plazo de treinta años:
durante la Guerra
de Cuba, a lo largo la I
Guerra Mundial y tras el desencadenamiento de la crisis de
1929.
Los mecanismos de crecimiento.-
Las secuelas de la Guerra
de Cuba, de la I Guerra
Mundial y de la Crisis
de 1929 trabaron los motores de la economía palmera (agricultura de
exportación, comercio, tráfico portuario, construcción, obras públicas...).
Este deterioro económico conllevó el incremento del desempleo y vino acompañado
de un repunte de los precios. Al coincidir este hábitat depresivo con la
incapacidad de la emigración para dar salida y esperanza a los contingentes
populares más perjudicados, se incrementó la contestación social. El sistema
político oligárquico quedaba desacreditado por desatender las necesidades de
los habitantes de La Palma.
Los obreros, con la senda de la emigración obstruida, acudían
a las iniciativas surgidas del ámbito progresista para luchar por la
supervivencia en su propia tierra. Se producen, entonces, movilizaciones cuyo
foco inicial es el núcleo de ideas progresistas preexistente.
Agencias de empleo.- En aquellos
lugares donde los medios republicanos se habían enraizado, su discurso de
justicia, igualdad y solidaridad había creado un sustrato que permitía a las
masas obreras asimilar los mensajes renovadores de los propios republicanos y
de los marxistas. Estos círculos progresistas difundían el mensaje de que una
sociedad desigual, donde los intereses de los ricos prevalecían a pesar de la
miseria de los pobres, requería la unidad solidaria de los desfavorecidos para,
así, crear organizaciones potentes capaces de luchar contra la injusticia y
mejorar sus condiciones de vida. Esta exhortación prendía porque se materializaba
en una iniciativa práctica, preparada para responder a las acuciantes demandas
materiales de la población obrera. En efecto, la apelación al vínculo fraterno
entre los trabajadores pretendía constituir formaciones con el vigor necesario
para reclamar el establecimiento de turnos, controlados por los propios
sindicados, que garantizaran jornadas de trabajo a los operarios de cada
sector. Es decir, que una de las principales reivindicaciones de los obreros
agremiados será que ellos mismos, a través de los sindicatos, gestionasen el
reparto del empleo existente. Asimismo, se buscaba que ese empleo promediado
fuese dotado de remuneraciones mayores que aseguraran la subsistencia de los
asalariados. También, se perseguía que el desempeño de esos puestos de trabajo
se humanizara, gracias a la consecución de avances laborales como la reducción
de la jornada, el aumento de las condiciones de seguridad, la obtención del
descanso dominical, etc.
De este modo, amplios sectores populares se
integraron en sindicatos obreros, promovidos, en primera instancia, desde el
republicanismo, para luchar por obtener la subsistencia en su tierra natal.
Así, tras la Guerra
de Cuba, se fundan la
Asociación Gremial de Obreros de La Palma (1901) y su órgano de
prensa La Voz del
Obrero. Después, a lo largo de la
I Guerra Mundial, se fortalece la dinámica Juventud
Republicana de La Palma
(1914), y, más tarde, entre 1918 y 1923, se constituyen el Centro de
Dependientes del Comercio y la
Industria (1920), la Sociedad de obreros Panaderos "La Alborada" (1921) y
el Sindicato de Torcedores. A partir de 1930, se crea la Federación de
Trabajadores de La Palma
(cuyo órgano de expresión será el semanario Espartaco), la Agrupación Socialista
y el Partido Comunista.
El manifiesto de la Federación palmera
recogía la principal razón para que las organizaciones obreras se vigorizaran:
los trabajadores estaban siendo azotados por la "miseria", "el
hambre", "la enfermedad" y "el paro
forzoso". Ante esa situación "no puede ni debe quedar otra
esperanza que la unión de las fuerzas obreras en una organización a la cual
todos presten su apoyo y sea amparo y defensa y medio de lucha para todos"
(Manifiesto de la
Federación de Trabajadores, 3-4-1931, expediente 1º
trimestre, leg. año 1931, Archivo Delegación del Gobierno).
En definitiva, cuando las necesidades materiales
de los habitantes no eran resueltas por el sistema político al que se vinculaba
la estructura económica, los discursos alternativos progresistas eran capaces
de activar a un sector importante de la población, de presionar al discurso
tradicional y de erosionar la ordenación política y social oligárquica.
La represión.- En los momentos
más críticos de la protesta, las represiones gubernativa y patronal convergían
para contener la movilización obrera. Por un lado, el Ejército y la Guardia Civil
intervienen y los Tribunales persiguen a los líderes más destacados. Por otro,
los patronos despiden a los dirigentes obreros y a los empleados más
conflictivos y solo contratan a aquellos operarios menos proclives a la
protesta. El ciclo contestatario remitía cuando los motores del modelo
económico canario se recuperaban y, sobretodo, la esperanza de futuro que
suponía la emigración se reabría y daba salida al descontento popular. Es decir
que, la represión policial, laboral y judicial contenía la agitación social,
hasta que ésta remitía al recuperarse la economía y abrirse de nuevo las
salidas migratorias.
Sin embargo, la movilización popular fue tan
considerable durante la
II República que, ante la continuidad de la depresión
económica y la persistencia del cierre emigratorio, los sectores sociales
ligados al Caciquismo de la
Restauración impulsaron un movimiento represivo arrollador
que desmanteló totalmente las organizaciones levantadas por el conjunto progresista
de la sociedad. (En: elapuron.com,
2009)
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