UNA HISTORIA
RESUMIDA DE CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1911-1920
CAPITULO I
Eduardo Pedro García Rodríguez
1911. Se establece la comunicación
telefónica entre Hermigua y Agulo. Se concluye el pescante de Vallehermoso en la Isla de La Gomera.
1911. Ondea una bandera independentista
canaria (la azul con siete estrellas blancas), en el Ateneo de La Laguna.
1911. Inglaterra recordaba su interés
en salvaguardar su posición en Gibraltar En las negociaciones que referentes a
Marruecos mantuvo en 1911 García Prieto como Ministro de Asuntos Exteriores
español con Geoffray, Embajador francés, el Ministro opuso a la pretensión
francesa de que España le cediera Ifni -si deseaba disfrutar de los beneficios
del acuerdo franco-alemán que daba a los franceses libertad de acción en
Marruecos- la dificultad de acceder a ello por tratarse de un territorio de la
más alta importancia para España y cuya concesión significaría la pérdida de
control de la costa africana situada frente a Canarias -control que siempre se
había reivindicado, desde 1884 para facilitar la explotación de las pesquerías
canarias, y más recientemente en las negociaciones de 1904-, con la
incertidumbre subsiguiente en que queda ría la situación del Archipiélago. El
punto de vista español fue comprendido, no desinteresadamente, por Inglaterra,
que presionó a su aliado en la
Entente para que buscase su compensación en el Sur de
Marruecos. Cabe suponer que los intereses ingleses en Canarias no desempeñaron
un papel desdeñable en esta toma de postura.
1911. Se hizo cargo de la Capitanía
General-virreynato de la colonia de Canarias, nombrado por la metrópoli, el
criollo José March y García de Mesa, nacido en Eguerew n Chinech (La
Laguna-Tenerife), que fue nombrado por la metrópoli capitán general-virrey de
la colonia de Canarias. Fue voluntario a Cuba, participó en numerosos combates,
fue herido, enfermó de cólera, obtuvo numerosas condecoraciones y tres ascensos
por méritos de guerra en Cuba. Estuvo en Cuba en seis ocasiones. Cuando cumplía
el tiempo máximo de residencia en la isla, pedía volver de nuevo. La rendición
española le sorprendió en el cargo de general gobernador militar de la zona
militar que comprendía el importante enclave de Puerto Príncipe.
1911.
¡Nace en
Los Realejos Tenerife Carmen Lorenzo Hernández.
La
historia de Carmen, es una historia de esas que a menudo pasan desapercibidas,
una de esas vidas de mujer que jamás encontrarán un lugar en las páginas de un
libro de Historia. Pero esas vidas, como la suya, sencillas que se quedan en el
olvido suelen contener la importancia ejemplarizante de haber vivido, en este
caso sobrevivido, a una de las épocas más duras acaecidas en nuestras islas.
Carmen es la
voz de aquellas mujeres que pasan a nuestro lado tan cotidianamente y tan
silenciosamente que extinguen sus días sin contar sus experiencias. Es la voz
de aquellas mujeres, que además de serlo eran pobres, sin estudios, y por tanto
quedan alejadas de los grandes acontecimientos de su tiempo que, por otra
parte, tanto determinan su manera de vivir y estar en el mundo.
Así como
considero que la Historia
es patrimonio de todos y de todas, creo que debe ser, por tanto, el relato de
los hechos y acontecimientos que han vivido todos los hombres y todas las
mujeres en este caso de nuestras islas, a menudo la situación de marginalidad
de las mujeres canarias en el discurso histórico proviene de su ausencia en las
principales fuentes históricas, es nuestro deber buscarlas allá donde podamos
rescatar la más mínima referencia de sus quehaceres, ya que nuestras mujeres,
las mujeres anónimas de nuestro pasado han forjado con su trabajo gran parte de
nuestra historia. Es necesario extender este homenaje, tanto a la familia de
Carmen Lorenzo Hernández, como a todas aquellas mujeres de nuestro entorno que
han llevado una vida de humilde hormiguita que sin duda ha ayudado a mantener
nuestros pasos en el camino. Es nuestra obligación dar voz a las sin voz.
Carmen
nació en Los Realejos en 1911,
a sus 97 años conservaba junto a una prodigiosa memoria,
un espléndido sentido del humor y unas enormes ganas de vivir dentro de su ya
ajado cuerpo. En las horas que compartí con ella charlando me contó como su
vida se vio determinada cuando con 16 años sus padres decidieron casarla con un
hombre 12 años mayor que ella, que había regresado de Cuba y cuya mayor riqueza
era poseer un mulo: “… y yo me digo por qué me casaron tan luego, pero qué
madres tan bobas, (…) porque una niña de 16 años que puede hacer con un hombre
y una casa…”, a raíz de esto tuvo dos hijos, de los que sólo le sobrevivió uno,
y cuatro hijas, a los 21 años ya tenía a todos sus hijos. Tras la pérdida del
mayor cuando todavía era un bebé, Carmen reacciona ante la enfermedad de la
segunda con una determinación admirable, ante la negativa del médico a que le
diera de comer; ella cuando su hija le pide comida le va dando a escondidas y
la niña se fue mejorando, entonces se planta ante el médico: “… Mire le he dado
esto y esto, se me queda el médico mirando y me dice: «¿Qué está usted hablando?»
Lo que le digo, si se me moría se moría, pero yo ya no podía más verla así, el
desespero tanto que tenía…”. Esto supuso un acto de total rebeldía y osadía
para ella, ya que Carmen jamás había cuestionado a ninguna autoridad, puesto
que como relataba fue criada en unos tiempos en que las mujeres poco podían
decidir por ellas mismas: “… Los padres no nos dejaban salir, sí nos dejaban
por una fiesta con el día en la casa, si no había que encerrarlas. Eso los
padres antes estaban mirando con quién hablabas, eso te tenían sujeta,
muchacha, que no podías ni resollar, antes era otra vida…” Sobre el papel de
las mujeres en su medio social destacaba la violencia continúa con que eran
tratadas, ella se sentía afortunada porque su marido siempre la trató con respeto:
“… Vale mucho uno tener tranquilidad sea casada, sea como sea, mi niña, antes
los hombres le metían leña a las mujeres, se llegaban con un vaso de vino y le
zumbaban (…) ¡Ay, bien pasaban las pobres! Ya por eso las mujeres no aguantan
nada a los hombres, no lo pueden aguantar, (…) ya los esclavos se acabaron…”.
Antes de
casarse, su vida trascurría entre las paredes de su casa, ya que su madre salía
todos los días a trabajar porque su padre emigraba periódicamente a Cuba, así
relataba el momento en que tras casarse se vio obligada a salir a trabajar: “…
¡Ay, Dios mío!, quién va a trabajar por fuera, que yo no estaba acostumbrada a
que me vean trabajando, ¡mira me daba vergüenza! Porque yo estaba en mi casa
siempre, porque era mi madre quién salía (…) Pues empecé a trabajar por fuera,
ganaba tres pesetas, todo el día amarrando viña, pues iba para esos Palo Blanco
hasta el Realejo Viejo, hasta el Guirre. ¡Tres pesetas!, pero aquello era un
mundo porque con aquellas tres pesetas ya uno iba vigoneando la cosa a
mejor, mas que sea pa´comer…”.
Relata
Carmen, como gracias a sus vecinas va venciendo las trabas de la cotidianeidad
y en tiempos del levantamiento militar franquista, ya Carmen había logrado
montar un ventucho en su barrio, que mantenía ella sola en los momentos más
duros de la posguerra: “… me iba bien en el ventuchito, vendía bien, y yo le
compraba a Don Casiano…” hasta que por rencillas de su marido con el alcalde
por asuntos de negocios, le retiran las cartillas de racionamiento que tenía
para buscar provisiones en Santa Cruz, esto unido a los continuos robos que
sufre hizo que se endeudara con Don Casiano, “… las raciones, no nos daban sino
aquella cagada que no te daba, una vez y para siete personas y sin tener nada,
las pasamos bien putas(…) y no había trabajo sólo te hablaban cuando tenían una
zafrita de papas, de viñas… pero no es como hoy”.
Enumera
los muchos esfuerzos realizados en su vida, los múltiples trabajos que tuvo que
desempeñar para ir sacando a los suyos adelante, comenzando la jornada yendo a
buscar pinocha y tronquitos: “… Había tronquitos así de chiquitos y nosotros
los atábamos así y nos trajimos los saquitos de leña, porque no había ni leña,
ni velas había, con las campochinas los cuartos ahumados ¡Ay Dios
mío!...” Labor esta, de recogida de troncos, leña y ciscos (pinocha)
para cocinar y calentar las casas, que realizaban las mujeres del barrio: “…
Hambre sí pasé y trabajo, nos íbamos al monte, nos levantábamos a las dos de la
mañana; esa calle allá afuera, todas, todas nos levantábamos… eso era una
fiesta por allí arriba, todas al monte. Si nos trincaban los guardas nos
quitaban las sogas, yo llevaba una dentro de la bata y otras viejas para hacer
el lazo porque si llegaban los guardas, al momento que me quitaran la vieja, yo
la nueva la tenía aquí dentro.”
Otra de
las cosas que destaca de su pasado era la complicidad existente entre las
mujeres de su barrio, a las que les agradecía haberle enseñado a desenvolverse
en la vida y añoraba la solidaridad que practicaban incluso en los tiempos más
duros de la posguerra: “… Sí, teníamos los vecinos si podíamos un caldito de
papas nos dábamos. Y ella cada vez que tenía papas me daba un cestito de
papas…”.
Esta mujer
no dejó nunca de trabajar y de buscar soluciones para sacar a su familia adelante:
“… Aprendí a calar, fíjate yo he batallado más, (…) Esto no puede ser, endrogada
de la venta si tenía una raposa de papas la tenía que vender ya me quedaba
sin comer pa´pagar la venta, le dije a mi marido: Hoy mismo voy a ir allá
abajo, detrás de La Montaña,
yo conozco una mujer que da calado, voy a ir a ver si me da un pañito y lo
calo. Y él: “Ah, tú no vas a ir allá abajo a buscar calado” pues le digo:
Esteban, no tenemos ni para una caja de fósforos, no tenemos nada ¿para donde
vamos? Pues traje dos pañitos en el día, me estaba por la noche hasta las dos
de la madrugada…” Por estos paños cobró diez duros y así fue aprendiendo a
calar, noche tras noche, después de trabajar todo el día, aprendizaje que años
después la llevaría a dar clases de calado a otras mujeres de la zona norte. “…
Pues después empecé a calar los manteles grandes, me los pagaban a siete duros,
ochos duros, me iba subiendo. Yo, como el afán mío era tener una perra, tener
una perra y tener que comer, porque pasábamos hambre pues empecé así a calar y
a calar. Y guardaba un durito, guardado a ver si lo podía aguarecer, pues
así fuimos, y me fui espabilando…”. Reflexionando sobre tantos sacrificios
Carmen decía en la tristeza de su viudez: “… Bien he trabajado yo, penas he
pasado por ir a trabajar y hoy digo pa´que coño trabajé yo tanto, pa´que pasé
hambre y ahora me quedé sin marido, ¿Esto es vida? ya hace nueve años que me
caí y ni puedo salir al camino.”
Hablando
de la Guerra Civil
se indigna, para ella fue el resultado de tanta injusticia social que se vivía
en las islas y que acabó con las reivindicaciones de la clase trabajadora de
manera cruel y desproporcionada: “… después se metió la guerra y esos cabrones
ricos mataban las personas, las mataban. No hacían sino llegar a tu casa
abrirte las puertas y sacarte a tu marido y tus hijos y matarlos…”.
Sobre el
levantamiento franquista resalta el miedo con que tuvo que aprender a vivir: “…
hasta que después la guerra, los del gobierno (se refiere a los mandos
franquistas) mataban la gente, no podían salir. Una vez un tío mío le dijo a mi
marido: Esteban, no salgas esta noche porque todo el que trinquen esta
noche lo meten allí. Los metían en una casa que tenían ahí y los llevaban a
trabajar las carreteras…”
Sus
testimonios nos acercan a una sociedad intimidada, temerosa, acallada y
ultrajada de manera continua: “… No, pues no me voy a acordar eso fueron las
últimas guerras, ahí íbamos a La
Orotava, cuando eso tenía yo la venta… y en la plaza salía
aquella gente con aquellas músicas y tenía uno que arrodillarse y poner la mano
así (hace el saludo fascista) ¡Oh! Tenías que hacer lo que te decía el
gobierno, tenía que ser y derechitas porque si te equivocabas, ¡qué va! Hubo
quién la pasara mal. De aquí mataron un muchacho, de aquí de La Punta, un chico nuevo y él
no hizo nada, sino porque dicen que era contrario al gobierno. Como era
contrario ya lo tenían ojeado, lo llevaron a Santa Cruz y lo tuvieron preso.”
De los falangistas cuenta como la mayoría eran unos arribistas que en muchos
casos aprovecharon la ocasión para aumentar su estatus social sembrando el
miedo entre sus convecinos: “… Los falange, cualquiera era falange, porque
ellos se metían para que a ellos no los tocaran, pero después ellos sí
tocaban…”, “… Los falange no eran sino unos verdugos, mataban a cualquiera…”
El relato
de Carmen nos conduce a esas parcelas ocultas de la vida cotidiana de nuestro
archipiélago, a esos pequeños rincones testigos de las miserias, del hambre, de
los grandes esfuerzos, de la resignación de aquellas mujeres fuertemente
sujetas por la sociedad misógina en que vivían y por la fiereza del régimen
franquista que desde el levantamiento militar les incrustó el miedo y el
silencio desde los atroces acontecimientos que presenciaban en sus barrios, en
sus pueblos, cometidos por rostros conocidos para ellas y ante los que debían
callar y mostrar sumisión. Es pues, por esto tan relevante prestar atención al
relato de estas mujeres, que como Carmen aprendieron a sobrevivir en nuestros
pueblos, sacando adelante a sus familias, cuando se desarrollaban los procesos
más oscuros de la historia presente de nuestro Estado. Su historia es una
callada lucha contra las trabas sociales que se iba encontrando, lo que hizo de
ella que a sus noventa y siete años poseyera una visión de la vida sorprendente
y una defensa activa del papel de las mujeres en su entorno, aceptando de buen
grado todos los cambios que la democracia fue dando para construir una sociedad
que ella consideraba más justa y más respetuosa con las mujeres. Yanira Hermida Martín, 2010. En: Fundación
Canaria MMXXI)
1911.
Con las
diferentes noticias aparecidas en prensa y con las menciones en otros medios a
Tenoya (Gran Canaria) en 1911, intentaremos acercarnos un poco a la mentalidad
de la época y hacernos una somera idea de cuáles eran los acontecimientos que
se desarrollaban en aquel año así como quienes eran algunos de los habitantes
de nuestro pueblo.
Pero antes
vamos a hacer un recorrido por algunos de los acontecimientos que sucedieron en
el mundo en 1911.
El 25 de
marzo de ese año en New York, durante una huelga de trabajadores en la fábrica
textil Triangle Shirtwaist se provoca un incendio por parte de la patronal, en
el cual pierden la vida 126 mujeres casi todas inmigrantes.
Después de
este acontecimiento se designa el día (de marzo como día de la mujer
trabajadora.
En Mayo se
procede a la botadura en Belfast del Titanic, aún desprovisto de chimeneas para
terminar su estructura en el río Galan. Tras diez meses en el depósito Harland
Wolff, en donde se le darán los acabados finales, el Titanic estará listo para
navegar en abril de 1912.
En julio
el arqueólogo norteamericano Hiram Bingham descubre la ciudad inca de Machu
Picchu.
En octubre
comienzo la
Revolución China que dará final a la dinastía Manchú, dándose
nacimiento a la
República China.
En México
es elegido presidente Francisco Madero, quien un par de años después es
ejecutado por los alzados golpistas liderados entre otros por Emiliano Zapata.
En
diciembre el noruego Roald Admundsen y cuatro hombres más con la ayuda de
24 perros alcanza el Polo Sur, convirtiéndose en los primeros seres humanos que
llegan a él.
También en
ese año es fundada la ciudad india de Nueva Delhi, por el rey Jorge V de
Inglaterra.
También en
la India tiene
lugar por primera vez el trasporte de correo por vía aérea.
Marie
Curie, recibe el Premio Nobel de química por el descubrimiento del radio y del
polonio.
Nacen
entre otros, Ronald Reagan, presidente de EE.UU entre 1981 y 1989; Tennessee
Williams, escritor; Mario Moreno (Cantinflas), actor; Ernesto Sábato,
novelista; el Premio Nobel William Gerald Golding y Konstantin Chernenko,
político soviético.
En España
tenían como monarca a Alfonso XIII.
En abril,
se celebró la IX
edición de la Copa
del Rey en España, siendo ganador de la misma el Athletic Club.
En mayo se
desarrolla el Raid Paris-Madrid en avión, los cuales tenían que recorrer 1.170 km. (www.realaeroclubdeespaña.org)
La moneda
española utilizada era la peseta, la cual estaba realizada en plata y dividida
en monedas inferiores realizadas en cobre de 1 céntimo, 2, 5 (denominada perra
chica), 10 (denominada perra gorda) y 50 céntimos (llamada media peseta).
Como
monedas superiores estaban las 2 pesetas (realizada en plata), las 5 pesetas
(denominado duro y también realizado en plata); las 20 pesetas realizadas en
oro y las 100 pesetas también de oro.
Antes de
entrar de lleno en lo que respecta a Tenoya, hemos de recordar que
pertenecíamos al municipio de San Lorenzo, en donde don José Rivero Viera era
alcalde, como secretario de municipal teníamos a don Miguel Padilla y que
como juez municipal estaba don Diego Betancor.
Habían en
Tenoya unos 1.565 habitantes.
Pertenecíamos
a la Parroquia
de San Lorenzo cuyo párroco era don Jacinto Falcón Navarro y como coadjutor
desde hacía aproximadamente un año estaba don Pedro Marcelino Quintana.
Don Juan
Medina Nebot, era el médico y como maestro en Tenoya ejercía don Evaristo
Martín Ypola, en la escuela de niños, ya que aún las niñas no asistían a clase.
También
hemos de añadir que uno de los entretenimientos más importante no sólo de
los tenoyeros sino me inclino a decir que de todos los isleños, (aún no se
había incorporado con toda su fuerza el futbol) eran las peleas de gallos, así
que no es de extrañar que la primera mención a Tenoya en la prensa de aquel año
fuera en concreto el 20 de enero y que en ese día ya se concertaran riñas de
gallos entre los partidos de Guía dirigido por don José Estévez y don Agustín
Domínguez y el de Tenoya dirigido por don Nicolás Lezcano Acosta.
(Debemos hacer un pequeño inciso para decir
que don Nicolás Lezcano era hijo de don Andrés Lezcano y de doña Ana
Acosta. Había nacido en 1834 (4). Siendo militar de carrera, llegó a
desempeñar el cargo de alcalde del Ayuntamiento de San Lorenzo en 1.897.
Murió en
diciembre de 1928.
Dichas
riñas se desarrollarían en Las Palmas de Gran Canaria desde el día 5 de
febrero en adelante, ya que este fue el primer domingo de febrero.
Las mismas
serían en el circo del Paseo de los Castillos (la actual calle de Bravo
Murillo), a partir de las 12 del mediodía, salvo las celebradas el 19 de
febrero que debido a una Asamblea que se desarrolló en la Plaza de Santa Ana a las 2
de la tarde, el horario de las peleas se adelantaría para las 11 de la mañana.
Como dato
curioso hay que decir que las riñas de dicho día fueron ganadas por el partido
de Guía.
Con el
paso de los días, en marzo, Antonio Henríquez Ramos, de 65 años y vecino del
Puerto de la Luz
muere ahogado en la Playa
del Rincón que en aquellos años pertenecía a la jurisdicción de Tenoya,
mientras pecaba, y en el mes de junio tienen lugar dos robos en el pueblo, uno
a comienzos de mes, en la casa de doña Dolores de Armas Ramos (9).
Fue
acusado del mismo, Sinforoso González Travieso de 30 años, el cual con amenazas
de muerte roba 160 pesetas, pero es apresado por la Guardia Civil
policía de Arucas y es entregado en el Juzgado.
Unos días
después se perpetra un segundo robo en la tienda de don Francisco Santana Ruiz,
en esta ocasión, lo robado asciende a 115 pesetas en metálico, un frasco de
ginebra, una botella de vermout y una lata de dulces (11). En esta ocasión no
hay constancia del autor de los hechos.
En julio,
don Francisco Dávila, famoso pirotécnico de Tenoya es felicitado por la
confección de cohetes y voladores que hizo para la fiesta del barrio marinero
de San Cristóbal.
A finales
de julio, la comisión evaluadora creada al efecto desde el Ayuntamiento para
valorar los conocimientos de los escolares de Tenoya, certifica que los
resultados académicos no eran nada satisfactorios debido a la mala preparación
que tenían los alumnos así como también dejaron constancia de la mala
asistencia de los mismos a la escuela.
Las
fiestas en honor de Ntra. Sra. de la Encarnación de 1911, se celebraron en el mes de
septiembre, en concreto los días 16 y 17 y tuvieron el siguiente
programa:
Festas de Tenoya
Día 16 de
septiembre: A las 12 de la mañana, repiques, cohetes, globos y una comparsa de
gigantes y cabezudos recorrerá el Valle.
Al toque
de oraciones, solemne función religiosa, rosario y plática; al terminar estos
actos lucirá la Plaza
y calles adyacentes una iluminación a la veneciana, quemándose un escogido
número de fuegos artificiales.
Día 17 de
septiembre: A las 6 de la mañana retreta; a las 8 reparto de pan a los pobres,
a las 10 solemne función religiosa a toda orquesta y predicando un noble orador
sagrado.
Terminados
estos actos saldrán en procesión las imágenes de Ntra. Sra. de la Encarnación, San Juan
y San Pedro recorriendo las calles de costumbre y quemándose a su paso infinidad
de tracas y gran número de cohetes.
Por la
tarde carreras de cintas a caballo y a bicicleta. Estas cintas están bordadas
por señoritas de la localidad. Por la noche baile en los salones de la sociedad
La Amistad.
Los actos
populares serán amenizados por la banda de música de Arucas.
También en
septiembre, el Ayuntamiento decide cerrar las escuelas de su jurisdicción
debido a una epidemia de gripe que se padecía.
Para
finalizar este recorrido por las noticias de 1911, tenemos otro suceso en el
que se vieron involucrados Ventura Quintana y los hermanos Agustín y
Miguel Vera, también en septiembre.
En la
finca de don Domingo Marrero los antedichos, se subieron a una higuera con la
intención de comerse algunos higos, pero con tan mala suerte que los tres subieron
en el mismo gajo que de pronto no pudo resistir el peso y los hizo caer
al suelo.
Los peor
parados fueron Agustín y Ventura que tras caer al suelo estuvieron más de una
hora sin conocimiento, por otro lado, Miguel sólo tuvo una contusión en
la cara.
Los
asistió el médico de Arucas Sr. Cuyas que no aconsejó su traslado a Las
Palmas por el estado en que se encontraban.
Ni que
decir tiene que era otra época, pero que en los periódicos sólo aparecíamos en
las páginas de deportes, sucesos y algún comentario en la época de las fiestas,
las cosas han cambiado muy poco desde hace un siglo. (L. Lezcano Galindo, 2011).
1911.
Tras la
publicación de su libro regresaran las hermanas Du Cane a Tenerife.
(Fragmento)
“Muchas
personas compartirían, probablemente, mi desilusión al recalar en Santa Cruz. Desde
hacía mucho tiempo, yo había observado que
pocos lugares coinciden con las
ideas preconcebidas. En este caso,
la que me había forjado yo no era muy bella; pero, aun así, me
sorprendió la absoluta fealdad de la capital de Tenerife.
Un cielo anormalmente despejado
en el mar nos había ofrecido nuestra primera
vista del Pico, alzándose como una
montaña fantástica entre las nubes, a cien millas de distancia; pero,
cuando nos acercamos a tierra, se habían concentrado aquellas nubes y el cono estaba envuelto en un velo de niebla.
Vista desde el mar, no decepciona la primera impresión de la isla. La cadena de montañas, en dientes de
sierra, parecía despeñarse sobre la
costa, desgarrada por algún cataclismo natural; los profundos barrancos mostraban
misteriosas sombras azul oscuro; un litoral profundamente
dentado se extendía a lo lejos, y yo pensaba
que aquella tierra tenía bien merecido el ser llamada una de las islas Afortunadas.
Cuando
nuestro barco entraba en el puerto, Santa Cruz o, para consignar su nombre completo, Santa Cruz de Santiago parecía haber sido
edificado la víspera, e, incluso,
estar aun en construcción a pesar de ser una de las ciudades más
antiguas de Canarias. Las casas bajas, de desteñido color amarillo y tejados rojos, descansan junto a la
orilla, estrechamente apiñadas; la extrema fealdad de la población se
alivia con las torres de un par de viejas iglesias que miran con disgusto a las casas modernas que las rodean. Unas áridas laderas descienden,
gradualmente, detrás de la ciudad,
totalmente exentas de vegetación.
Suspendido en una escarpada montaña, está
el Hotel Quisisana, del que no puede decirse que añada belleza alguna al panorama, y yo sentí volcarse toda mi compasión por los que, en busca de
la salud, se hayan visto condenados a
pasar todo un invierno en tan desolado
paraje.
No hay,
probablemente, ciudad extranjera alguna tan totalmente desinteresada de la atención a
los viajeros. A la llegada, los objetos pintorescos que captan la atención hacen sentir que, cuando se ha
dado el último paso por la pasarela
del barco, Inglaterra y todo lo inglés han quedado atrás. La multitud de
tostados holgazanes que haraganean por el muelle, con ligeras ropas blancas o amarillas, son dignos hijos de una raza meridional que ríen y charlan
animadamente con lindas muchachas de ojos negros. Fuertes campesinas
cargan pesados bultos sobre sus asnos, y se
disponen a treparse a lo alto y emprender su viaje hacia las montañas.
Su típica vestimenta se caracteriza
por un diminuto sombrero de paja, no mayor
que un plato de postre, que sirve de apoyo para la carga que llevan en la cabeza, de la que cuelga un amplio pañuelo negro que flota al viento o se ciñe alrededor de los hombros, como un chal. Por todas partes, quedan casas antiguas, de cuando
el comercio de los vinos estaba en su plenitud
y, aunque muchas de ellas se han convertido ahora en sedes de consulados
y oficinas de consignatarios de buques, no están a tono con los edificios más baratos y más recientes que las rodean. En muchas de aquellas frescas y espaciosas viviendas,
la abierta entrada permite ver las
amplias escaleras y las profundas
galerías que encuadran unos patios umbrosos. Al fondo de éstos, se almacenaban los vinos, y las habitaciones se abrían a los amplios pasillos,
en el primer piso. En varios lugares,
hay plazuelas abiertas, donde
pimenteros de colgantes ramas dan sombra a unos bancos de piedra,
lugares de reposo, pero todos y cada uno de
ellos cubiertos de una espesa capa de
tierra gris, que daba a la ciudad un triste aspecto. Calles angostas y
mal pavimentadas, que obligan a trepar; unas mulas exhaustas arrastran pesados y ruidosos carros, y yo sacudo el polvo
santacrucero de mis pies; pero no sólo éste, porque, a menos que haya
llovido muy recientemente, el polvo se
encuentra por todas partes. Un tranvía eléctrico se abre camino con
lento andar, subiendo la pendiente que
respalda a la ciudad, lo que da tiempo para contemplar el panorama.
Las únicas
plantas que parecen ambientadas en el seco y polvoriento suelo son las chumberas o
nopales, recuerdos del cultivo de la
cochinilla. En aquellos dichosos tiempos, los terrenos áridos fueron
dedicados a aquel cultivo, y se plantaron cactus por todos lados. En el siglo
dieciocho, los isleños consideraban a la cochinilla, simplemente, como una
repugnante especie de plaga, y se prohibió
recolectarla, porque se temía
perjudicar a las chumberas; pero se olvidó aquel prejuicio y, cuando se vio que se había dado con una
posible fuente de riqueza cultivando la Opuntia coccineltífera, que es el cactus idóneo para el insecto,
comenzó la explotación. Como apenas había
terreno disponible, se trabajó duramente para romper capas de lava, con el fin de sacar a la luz las tierras subyacentes; se terraplenaron colinas
donde quiera que fue posible; se
hipotecaron las tierras para adquirir
nuevas propiedades. En realidad, los isleños creyeron que su suelo valía tanto como una mina de oro. Mr. Sander Brown ha dado las siguientes
cifras, para mostrar la extraordinaria
rapidez del desarrollo de este
comercio. "En 1831, el primer embarque fue de 8 libras, siendo su
primer precio de unas diez pesetas por
libra; diez años más tarde, la exportación había aumentado a 100.566 libras; y, en 1869, había alcanzado un total de 6.076.869 libras, con un
valor total de 789.993 libras
esterlinas". La noticia del descubrimiento
de los colorantes derivados de la anilina alarmó a los canarios; pero,
durante algún tiempo, su producción,
insuficiente, no afectó seriamente al comercio
de la cochinilla, aunque la caída de los precios hizo que los traficantes empezaran a temer la posibilidad de la sobreproducción. La crisis
surgió en 1874, cuando el precio en Londres cayó a 1 chelín y 6 peniques, o 2 chelines, y la ruina de la
industria de la cochinilla fue algo inevitable. El gusto del público
había aceptado los colorantes de la anilina y, aunque se ha demostrado que la
cochinilla es el tinte rojo más resistente
a la lluvia y a unas condiciones de
uso más duras, la demanda es ahora pequeña,
y los comerciantes que habían comprado y almacenado el insecto seco se quedaron con sus invendibles existencias en las manos. El
hundimiento, como hemos dicho, fue
inmediato, repentino y total, y el
productor, que había gastado tanto en adaptar, palmo a palmo, su tierra a aquel cultivo, vio que tenía que arrancar las chumberas, o hacer frente
al hambre.
Probablemente,
hay otras muchas personas tan ignorantes sobre el tema de la cochinilla como yo lo era al llegar a
Canarias. Aparte del hecho de que la cochinilla
es un tinte rojo utilizado, de vez en cuando,
como colorante en la preparación de alimentos, yo no habría podido contestar, con seguridad, pregunta alguna sobre este tema. Me desagradó mucho
saber que se trata de la sangre de un insecto parecido
al resultado de un cruce entre la cochinilla de la humedad y la chinche,
abultando como una pasa de Corinto. Creo que
el procedimiento más corriente de
cultivo consiste en dejar que el insecto se adhiera en primavera a un trozo de
tela que se conserva en una caja de madera llena de "madres", dentro de una habitación a temperatura muy alta.
La tela se sujeta luego a una pala de
chumbera, mediante sus espinas. Una
vez adherida a la hoja del cactus, la
madre permanece inmóvil. Había dos diferentes maneras de matar los
insectos para exportarlos: uno, consistía en
ahumarlos con azufre y, el otro, en
sacudirlos dentro de un saco. Una colonia de estos insectos sobre una pala de
nopal recuerda a una mancha de
pulgones agrupados, lo bastante desagradable como para que cualquiera
decida no tomar jamás nada teñido con
cochinilla.
El terreno,
escalonado en terrazas, se dedica ahora a la producción de patatas y tomates para el mercado inglés, al
haber cesado la lluvia de oro de los días de
la cochinilla, aunque el cultivo del plátano parece hacer revivir
aquella época dorada en otras partes de la
isla.
La Laguna, a unos
diez kilómetros de Santa Cruz, es una de las ciudades más antiguas de Tenerife; fue la plaza
fuerte de los guanches y el escenario de
la lucha más desesperada contra los invasores. Hoy parece, meramente, una pequeña ciudad dormida, pero puede jactarse de poseer algunas
bonitas iglesias antiguas, además del viejo convento de San Agustín,
ahora convertido en un centro oficial de enseñanza —que contiene una amplísima
biblioteca pública— y el Palacio Episcopal,
con una bella fachada de piedra. La
catedral parece estar en perpetuo
estado de reparación o de reconstrucción pues, aunque empezaron a
levantarla en 1513, aun no la han
concluido. Una de las cosas más dignas de verse en La Laguna es el maravilloso
drago, viejo árbol cuya edad se ignora,
existente en el jardín del Seminario, anejo a la Iglesia de Santo Domingo.
La pretina que ciñe su tronco habla, por sí
sola, de su inmensa edad. A mí no me sorprendió oír que, ya en el siglo XV,
era un ejemplar tan
singular que el terreno donde se halla tomó
el nombre de "huerta del
Drago".
Los viajeros
consideran esta ciudad como un buen punto de partida para sus excursiones que, a juzgar por la lista de nuestra guía, son casi
innumerables. Se podría hacer fácilmente una gira hasta el bello pinar de La Mina, siempre que la vereda de suave lodo no esté resbaladiza por la lluvia.
Después de una larga permanencia en
Santa Cruz, e incluso en La
Orotava, donde son escasos los grandes árboles, se siente uno a gusto en un monte arbolado
por estos espléndidos pinos, Pinus
canaríeasis, y en estos húmedos
lugares, y se deleita con los heléchos y los musgos, tan diferentes de la
vegetación a la que está habituado.
A Alexander von Humboldt, que
pasó unos días en Tenerife de paso hacia
Sudamérica, llegando a Santa Cruz el
19 de junio de 1799, le sorprendió mucho el contraste entre los climas
de La Laguna y
de Santa Cruz. Lo que sigue son unos párrafos de su relato del viaje que hizo, a través de la isla, para subir al
Pico: "A medida que nos aproximábamos a La Laguna, íbamos notando el gradual descenso de la
temperatura. Esta sensación nos resultaba muy agradable,
porque habíamos encontrado muy agobiante
el aire de Santa Cruz. Como nuestros organismos se sienten más afectados por las impresiones desagradables
que por las gratas, el cambio de temperaturas
se hizo más sensible a nuestro regreso de La Laguna al puerto; entonces nos parecía que íbamos asomándonos a la boca de un horno. Sentimos la misma impresión cuando, en la costa de Caracas,
bajamos del monte Ávila al puerto de
La Guayra... Su permanente aire fresco hace que La Laguna sea considerada un delicioso lugar de residencia." "Situada en un pequeña llanura rodeada de jardines, protegida por una colina coronada por un bosque
de laureles, arrayanes y madroños, la antigua capital de Tenerife está
hermosamente situada. Nos engañaríamos si,
por la lectura de relatos de algunos viajeros,
la creyéramos a la orilla de un lago. A veces, la lluvia forma una balsa de considerable extensión, y los geólogos, que en todo contemplan más
el pasado que el estado actual de la naturaleza, pueden creer que toda la llanura es una gran cuenca desecada."
"La Laguna ha decaído de su
anterior opulencia desde
que unas erupciones laterales destruyeron el puerto de Garachico,
convirtiéndose Santa Cruz en el punto principal del comercio insular. Ahora
sólo tiene 9.000 habitantes, 400 de los
cuales son religiosos distribuidos en seis conventos. La ciudad está rodeada de gran número de molinos de viento, señal
del cultivo del trigo en estas zonas
altas."
"La Laguna está rodeada por un
gran número de capillas, que los españoles llaman ermitas. Sombreadas por árboles de perpetuo verdor, y levantadas en
pequeñas eminencias del terreno,
estas capillas contribuyen al
pintoresco efecto del paisaje. El interior de la población no es tan
pintoresco. Las casas, sólidamente
construidas, son viejas, y las calles parecen desiertas. Un botánico no prestaría atención a la antigüedad de los edificios, distraídos porque los
muros .y los tejados están cubiertos
de plantas como los elegantes trichomanes,
mencionados por todos los viajeros.
Estas plantas viven gracias a la abundante humedad..."
"El clima invernal de La Laguna es extremadamente neblinoso, y sus habitantes suelen quejarse
de frío. Pero jamás se ha visto una
nevada, lo que parece indicar que la
temperatura de esta ciudad debe exceder de los 19° C, es decir, que es
más alta que la de Napóles..."
"Me
sorprendió saber que M. Broussonet plantó un árbol del pan (Artocarpus indse) y unos
cinamomos (Lauras cinnamomum) en el húmedo jardín del marqués de Nava.
Estas valiosas especies de los Mares del
Sur y de las Indias orientales se han aclimatado allí, así como en La
Orotava."
Lo acostumbrado para ir a
Tacoronte en route hacia La
Orotava, destino más frecuente de la mayor parte de los viajeros, es seguir la carretera que
conduce al punto más alto poco más
allá de La Laguna, a una altitud de unos 630 metros.
Continua.
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