UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1901-1910
CAPITULO –XXXII
Eduardo Pedro García Rodríguez
1910 septiembre 25.
Fallece en Las Palmas de Gran
Canaria, Pedro Bautista Hernández.
Introducción
“Planteaba John Elliot en su
conferencia de apertura del XIV Coloquio de Historia Canario-Americana en
octubre de 2000 que “necesitamos muchos estudios locales y regionales (…) para
apreciar la solidez de las migraciones y su importancia para la historia tanto
de España como las Indias, en tanto que ambas se transforman conjuntamente en
una comunidad atlántica entretejida por una red de relaciones e intereses
familiares”.
Con el trabajo que a continuación
exponemos, podemos ver claramente esas relaciones e intereses que se forman a
través de la emigración canaria a América, en este caso por medio de la
administración de los bienes que los emigrantes dejaron a cargo de un
procurador de Guía de Gran Canaria, pues la documentación analizada sitúa la
red aludida por el profesor Elliot en el norte de Gran Canaria.
No hacemos un análisis
socio-económico, como cabría esperar al hablar de administración de bienes; nos
centramos en la visión que el emigrante nos da de la tierra donde vive, de su
situación personal y familiar.
Hemos seleccionado cinco casos,
cinco expedientes del Fondo Documental Pedro Bautista Hernández del Archivo
Municipal de Guía de Gran Canaria, por medio de los que vemos las vicisitudes
de cinco familias canarias en América, utilizando la correspondencia entre
administrador y emigrante. Hilvanando todos los datos que aporta la
documentación de los correspondientes expedientes, para dar a conocer
cronológicamente aquello que nos ayude a precisar nuestro objetivo.
El Procurador Pedro Bautista
Hernández Pedro Bautista Hernández nació en Guía en el año 1836 y falleció el
25 de septiembre de 1910 a la edad de 74 años. Ejerció de procurador de los
tribunales, llegando a ser alcalde del municipio en diversas etapas de su vida.
Fiel seguidor del Partido Liberal apoyó en todo momento a Fernando León y
Castillo, que no en vano fue durante muchas ocasiones diputado a Cortes por el
distrito electoral de Guía de Gran Canaria.
Durante
una larga etapa de su vida fue partícipe no solo de la política local y
comarcal, sino de la vida social y cultural de Guía. Así, por ejemplo, en 1879
fue secretario de la junta formada en la parroquia de Santa María de Guía para
la colocación del piso de mármol que en la actualidad tiene la iglesia, y en la
que participaron económicamente emigrantes guienses. En 1892 como alcalde de
Guía en la Exposición
de las Flores de Las Palmas de Gran Canaria, donde Guía presentó lo mejor de su
artesanía y productos del campo, obteniendo los tradicionales cuchillos las
medallas de oro en reconocimiento al trabajo artesano; o en el año 1900,
hospedando al obispo Padre Cueto en su casa con motivo de la visita que este
realizó a Guía con ocasión de la inauguración del órgano de la iglesia a cargo
del compositor francés Camilo Saint Saëns. También lo podemos encontrar como
presidente del Casino de Guía en varias ocasiones.
Nuestro personaje está muy bien
relacionado con las elites sociales y políticas de Gran Canaria, no en vano era
el representante legal en la comarca de los principales hacendados de la isla:
Conde de la Vega Grande,
familia Manrique de Lara, etc. Por tanto, se trata de un hombre con una buena
posición social y económica, así como conocedor de los resortes del mundo
político y económico del momento, que se encuentra inserto en el caciquismo
leonino.
El
fondo documental las fuentes
Como resultado de su labor de
procurador, se conserva en el Archivo Municipal de Guía el fondo documental que
lleva su nombre, gracias a una donación privada. Si bien sería prolijo hacer
mención y descripción del Fondo Documental, pues el mismo supera los 1.000
“expedientes”, cabe destacar que se pueden encontrar entre ellos, la mayoría,
expedientes judiciales de todo tipo: testamentarías, juicios verbales,
ejecutivos, homicidios, divorcios, embargos, desahucios, partición de bienes,
expedientes de dominio, etc.; todos ellos correspondientes a la jurisdicción
del Partido Judicial de Guía de Gran Canaria, que por aquel entonces estaba
formado por los municipios de Guía, Gáldar, Agaete, Moya, La Aldea de San Nicolás,
Artenara, Tejeda y Mogán. Así como documentos del Juzgado de Primera Instancia
de Las Palmas y de la
Audiencia de Canarias, a la vez que documentos fechados en
otras islas y de otras instituciones públicas como ayuntamientos, parroquias,
Obispado de Canarias, notarías, juzgados municipales o de Paz, etc., y de otros
municipios como Arucas, Firgas y Valsequillo.
Es de destacar que los documentos
están fechados, en su mayoría, en el siglo XIX, encontrándose algunos en el
siglo XX. Su cronología abarca de 1804 a 1910 (año de fallecimiento de Pedro
Bautista), correspondiendo a la fecha del documento más antiguo y del más
contemporáneo a nuestros tiempos, aunque existen copias de documentos
notariales de los siglos XVII y XVIII realizadas en el XIX.
También podemos encontrar, en este
fondo, documentos relacionados con el Ayuntamiento, Casino y parroquia de Guía,
además de algunos árboles genealógicos de familias del municipio y foráneas,
todo ello de un destacado interés para la historia local. Y documentos
provenientes de la isla de Cuba, como actas notariales o certificados
militares, de Filipinas, Puerto Rico, Uruguay y Argentina, junto a
correspondencia de vecinos del norte de Gran Canaria que vivían en los países
mencionados a los que Pedro Bautista administraba sus bienes.
Complementa el Fondo Pedro Bautista
Hernández (FPBH) revistas jurídicas, periódicos, boletines oficiales,
almanaques, folletos y libros.
La
emigración a América desde Guía
La documentación que hemos
seleccionado de este fondo se sitúa en la segunda mitad del siglo XIX y
primeros años del siglo XX, en torno a 1845-1903. Estos años coinciden con una
destacada emigración de guienses a América, pues el municipio de Guía de Gran
Canaria, al igual que la mayoría de los municipios canarios, aportó en el siglo
XIX una destacada cantidad de emigrantes al continente americano, de manera
especial en el caso de Guía a la isla de Cuba, si bien hubo guienses emigrantes
a Argentina, Uruguay, Venezuela, Filipinas, etc., pero en menor medida.
La principal razón de esta
emigración fue la búsqueda “de una mejor fortuna”, tal y como se refleja en las
comendaticias existentes en el Archivo Municipal de Guía en el período que va
de 1849 a 1894. Los factores sociales y económicos del origen de la emigración
canaria a América han sido analizados por interesantes trabajos dentro de la
amplia historiografía canaria al respecto, por lo que no entraremos en dicho
análisis. “
Sobre las cantidades de guienses
emigrados a América a mediados del siglo XIX, el estudio realizado por
González Sosa, cronista oficial de este municipio,2 establece para el período
que analiza el siguiente cuadro con el número de emigrantes y año: 1850
|
44
|
1856
|
39
|
1851
|
50
|
1857
|
55
|
1852
|
16
|
1858
|
44
|
1853
|
51
|
1859
|
61
|
1854
|
10
|
1860
|
90
|
1855
|
16
|
1861
|
28
|
(Sergio Aguiar Castellano, 2010)
1910 octubre 13.
Resumen histórico y documentado de la
autonomía de Canarias
Viaje Plebiscitario (Diario de Manuel Velázquez). Segunda parte.
Noviembre, 11
Hoy
he tenido la conferencia con Azcárate.
Si no fuera una personalidad de
relieve la de don Gumersindo, sólo diría que
no está por más diputados canarios; pero su alta personalidad me obliga
a reproducir, lo que recuerdo, la conferencia.
De entrada me dijo: «He leído el
plebiscito y piden ustedes una cosa imposible: un diputado por
cada isla».
Yo: «Lo creemos necesario
y entendemos que está razonado en el plebiscito».
A.: «Necesario sí, pero se opone
a la ley. Si se abre esa lámina, hasta las aldeas querrán diputados. Cada islote de Baleares querrá tener el
suyo».
Yo: «De ninguna manera puede
tener esas consecuencias pues el límite es la
unidad política Municipio, que siempre representa unidades de intereses y a él se dedica la base 1a.
En cuanto a que se oponga a la ley tampoco lo
vemos porque ésta no fija el máximum de diputados que se puede nombrar por número de habitantes sino el
mínimum al decir por lo menos uno por cada 50.000, porque el legislador vio que
podía haber regiones que con pocos habitantes
podían tener intereses distintos de los
inmediatos y exigir su representante propio. Así se ha aplicado siempre
la Constitución. Por
ejemplo, en Canarias mismo, con La
Palma, sin tener 30.000 almas se formó distrito. Y en la Península hay distritos
muy inferiores».
A.: «Lo sé, pero son corruptelas que hay que
evitar».
Yo: «Pero la ley ¿fija el máximum o el mínimum de
diputados?».
A.: «Fija sólo el mínimum, tiene
usted razón; pero la ley está mal redactada. Yo mismo he sido partidario de que la proporción no sea 1 por
50.000 sino 1 por 100.000 y entonces a
todo el archipiélago no le corresponderían sino 4: el máximum de diputados del
Congreso no debe pasar de 100».
No quise pasar adelante;
ya sabía todo lo que tenía que saber sobre este punto; aunque entramos en otras consideraciones, son palabras textuales.
Yo: «¿Qué juicio le merece la base 2a
del plebiscito?».
A.: «Que realmente el
estado actual de las islas menores es deplorable; pero eso no se remedia con
leyes especiales, que las Cortes son enemigas de aprobar».
Después de decir esto habió poco, mostrándose
reservado, con lo que creí daba por terminada
la conferencia. Me despedí agradeciéndole sus deferencias, acompañándome hasta
la escalera.
No puedo ocultar la viva
contrariedad que esta conferencia me produjo y sin entrar ahora a analizar qué
móviles pudieron inducir a un hombre de su talla a faltar a la lógica y a sus
conocimientos jurídicos de una manera tan flagrante,
pude observar en él cierto acento despectivo para los diputados. Creo que
tiene razón por lo que he visto esta tarde en el Congreso.
Por la noche fui a saludar
a Quesada a los Italianos; nuestras palabras fueron corteses pero frías; no me dijo una palabra de la carta de
Ramírez Vega pero sé que iba a escribir a
Lanzarote defendiéndose; que él quería un beneficio inmediato y no trabajar para los nietos como yo. No le
contradije una palabra. Siguió hablando
con un comensal, sin yo intervenir en la conversación. Llegó Montesinos, cruzó dos palabras con él y poco
después me marché yo.
No puede ocultar la enorme
contrariedad que le produce el plebiscito; poco después se le aproximó M.
Gutiérrez Brito y le dijo que acababa de estar conmigo y que habíamos peleado por el plebiscito y la
división. Le contesté a G.B. que no había tal
cosa, pues Quesada es una persona culta y yo procuraba imitarle; sólo que
pensábamos de distinta manera en la división
provincial.
Noviembre, 12
Hoy le he puesto una carta a
Maura pidiéndole una conferencia y le envié un plebiscito dedicado a Romanones. Fui a ver a Zancada y no estaba en la Presidencia. Me dirigi luego a ver a Vadillo y me
lo encontré en la escalera que iba a clase.
Me reconoció y me invitó a acompañarle en coche a la Universidad; acepté a
condición de que me permitiera volver a ser su alumno aquella mañana; rió la petición y por el coche le expliqué el
motivo de mi viaje a Madrid y el
plebiscito.
Pareció agradarle y lo primero
que me dijo fue: «Pero eso mata el caciquismo de León y Castillo en Canarias».
«Cierto», le dije, «pero es lo que deseamos porque es la causa de que allí no
haya partidos constituidos, ni aún el
conservador, con ser tan poderoso. Yo deseo saber si el Sr. Maura apoya
el plebiscito habiéndole pedido hoy una conferencia y desearía que Ud., si no
tiene inconveniente, le interesara en este sentido». «No tengo inconveniente alguno», me contestó, «pues me
agrada lo que veo en el plebiscito
(se lo había dado) y las explicaciones que Ud. me ha dado y creo que
Maura lo apoyará porque la situación de ustedes es insostenible». Seguí disertando, llegamos a la Universidad y asistí a
clase; a la salida hablamos otro poco y repitió que hablaría con Maura.
No sé lo que hará este caballero, pero creo no haber
perdido el día del todo.
Por la tarde fui a ver al
apoderado de la Condesa
de Santa Coloma, para cumplir el encargo de don Giner; pero me respondió el
portero que se hallaba en Guadalajara y no regresaría hasta el 19 o el 20 del
corriente. El apoderado me dicen que se llama don Mateo Calvo.
Noviembre, 13
Hoy domingo no es día de ver a políticos; pero me
dirigí a casa de Domínguez Alfonso porque
sabía que no salía hoy.
Me lo encontré enfrascado con
Gutiérrez Penedo (chico de Sar.:a Cruz, oficial de Milicias, que
con Miguelito Manrique viene a gestionar una
reforma en Milicias de Canarias); tenían discrepancias de apreciación en el procedimiento empleado y las hacían constar
por escrito.
Se fue Penedo y nos quedamos solos; y lo primero
que le dije fue: «Lo que me pasa a mí no le
pasa a nadie; la persona con quien podía contar en
Madrid para secundar mi proyecto (Quesada) es el mayor er.e-migo del mismo y de
quien más recelaba (Domínguez) es la persona en quien he encontrado algún apoyo». «¿Por qué recelaba usted de mí?».
«Porque le suponía sólo diputado tinerfeño y no de Gomera y Hierro»,
«Pues está usted equivocado porque he ofrecido a los gomeros y herrenes ser su
diputado en cuanto se cree el distrito. Yo no he puesto otra cortapisa para representar en el plebiscito a aquellas islas
sino la unidad provincial». «En eso
estamos en absoluto acuerdo las cuatro islas», le dije, «pero come
plebiscitarios no podemos meternos en ese problema; las islas mayores que
lo resuelvan; sin esta abstención no se concibe el plebiscito ni hubiera persona que lo hubiera firmado». «Conforme»,
me dijo. «Ahora voy a escribirle a Romanones
que he sabido por Benítez de Lugo que Melquiaces Álvarez, con motivo de una vacante en Oviedo, va a pedir que se cubra
.a vacante convocando nuevas
elecciones». Con tal motivo quería que se tuviera en cuenta por el
Congreso su proposición de ley pidiendo los distritos de Lanzarote-Fuerteventura y Gomera-Hierro. Cuando llevaba la
carta medio escrita le dije: «Esa
carta mata a Fuerteventura porque, votada su proposición, no se vota otra nueva
concediendo el plebiscito. En buena hora
que Hierro no tenga diputado propio puesto que el representante que han elegido así lo quiere; pero Fuerteventura
no tiene culpa de eso y no quiere estar esclavizada a Lanzar ote, que le
es igual a estarlo a Canaria». Modificó la
carta agregando que al leerse su proposición de ley, para tenerse en cuenta, se tuviera también la que se
solicita en el plebiscito. «Entonces»,
le dije, «urge que la presentemos; o que estén presentados los plebiscitos
cuando se haga la petición de Álvarez». «Estoy pronto a presentarlos
cuando Ud. quiera». «Mañana nos veremos en el Congreso», le dije, «y veremos si
urge la presentación o esperamos por los de Gomera». En eso quedamos.
Al despedirme le dije: «¡Qué
lástima que Ud. no se liara la manta a la cabeza y
tomara a su cargo la realización del plebiscito; sería la muerte de León y la creación de un nuevo poder en
Canarias». El hombre hizo protestas
de entusiasmo pero dudo que lo realice. Veremos.
Esta tarde he visitado los talleres y máquinas
rotativas de «La Correspondencia
del España». Realmente es admirable el adelanto de la imprenta moderna.
Vi componer las planchas de litografía; vi sacar
el negativo en papel seda secante,
etcétera; vi con el negativo sacar en fundición el positivo en una aleación de plomo, estaño y vi rectificarla
y pulirla y curvada adaptarla a los
cilindros rotativos; y por último vi funcionar las máquinas imprimiendo 24.000
números por hora; plegados, pegados y doblados de a cuatro hojas.
El director del taller se
llama don Ricardo de Santiago; se portó finamente conmigo.
Creo que hoy no he perdido el día del todo.
Noviembre, 14
Por fin hoy he podido ver a don Práxedes Zancada en la Presidencia; es un joven como de 25 años y como me
recibió de pie (a pesar de la carta de
Raventós) le dije, con cierta sequedad, que deseaba saber si le habían
entregado al Sr. Canalejas un ejemplar de un plebiscito de las islas menores de
Canarias, firmado por la Comisión Organizadora de Las Palmas; me respondió que lo recordaba: «Pues, como
en él se anunciaba, vengo yo a
conferenciar con el Sr. Canalejas, así que sólo deseo de Ud. se sirva anunciárselo
para señalar el día y la hora en que tenga a bien recibirme».
Estas palabras lo dulcificaron bastante,
cambiando la conversación y hasta de tono, en las
pocas palabras más que hablamos pidiéndome mi nombre. Le di mi tarjeta y de palabra el nombre de mi hotel. Que el
mismo escribió en la tarjeta: «De modo que viene
Ud. de Canarias y :trae la representación
de Lanzarote y Fuerte ventura». «Sí señor», le respondí, «y tengo interés en
volver pronto para allá por lo cual le agradecería a Vd. hiciera así presente al Sr. Presidente por si se
digna recibirme que sea dentro de sus ocupaciones, lo antes que le sea
posible».
Me fue a despedir hasta la
puerta. Un caballero joven y de aire respectivo, que estaba medio echado en un sillón al lado, no despego los
labios: yo ni le miré siquiera.
Esta entrevista es la más salada
que he tenido en mi viaje y puede enseñar
algo al que quiera estudiarla. Las consecuencias se verán.
Luego fui a la Universidad a ver a
Vadillo y regresé con él en tranvía hasta
la Puerta del
Sol. Me dijo que aún no había visto a Maura; yo le encarecí que le hablara antes de mi conferencia con
Canalejas y me prometió: verle esta noche. No sé si lo habrá hecho.
Por la tarde estuve en el
Congreso y presenté al médico Zappino a Domínguez
Alfonso como continuador mío en Madrid de lasdoctrinas plebiscitarias. Después me dijo que no había recibido los plebisitos Gomera ni había hablado con Romanones sobre la
carta de ayer. Veremos si los
plebiscitos aparecen hoy o mañana. Quedé relativamente tranquilo.
Noviembre, 15
Hoy creo que no he perdido el día del todo. A
las 10 y media fuiver a la fiera
española, Lerroux, y la verdad es que no es tan fiero el león como lo
pintan.
Me recibió, es verdad,
serio y le entregué la carta que de Barcelona me envió Rafael Guerra (por cierto bastante expresiva e interesada).
Me dijo que le expusiera el objeto
de mi visita y le hice historia circunstanciada, aunque
concisa, de mi lucha política, asesinato de Fajardo, diputación provincial, renuncia, época durmiente y génesis y
desarrollo del plebiscito; y por
último mi odisea por Barcelona y Madrid.
Me oyó con mucha atención y me dijo en síntesis: «Mi
paso emocionado por Ganarías no me dejó estudiar aquel problema. Sólo tengo datos de una sola isla (Tenerife) que, seguramente,
me ha dado los que le ha convenido.
Recogiendo impresiones posteriores y lo que Ud. me dice, confirmo mi creencia de que el problema canario no
está en la unidad ni en la división de la provincia ni en la autonomía de los
municipios sino en la personalidad y
administración de cada isla. Yo les prometí a mis amigos de Tenerife defender su causa siempre que la
entendiera justa; pero la justicia es
la que defiende el plebiscito y la que está en armonía con mis teorías. Cuente conmigo, que yo le apoyo».
Le dejé un ejemplar del
plebiscito, para que lo estudiara y muy deferente conmigo me acompañó hasta la escalera.
No por el recibimiento y apoyo
que me dispensó diré de él que observé un
hombre sincero, de corazón recto y que no mide las dificultades de la realidad política, si es que cumple lo
prometido; una expresión fácil y sin profundidad política ni
diplomática. Abordé de soslayo la cuestión de que
las islas, según la
Constitución, no necesitan 50.000 almas para formar distrito: «Estoy conforme con Ud.», me dijo.
«Sólo depende de las necesidades de
cada región».
Quedamos en volvernos a ver en el Congreso; y hasta
hube de pedirle una tarjeta de circulación;
en lo que obré mal, ofreció gestionarla, para complacerme.
Fui por la tarde al Congreso y no
pude ver a Lerroux ni a Domínguez: aquél
porque estaba en el debate con el Gobierno y éste porque no fue esta tarde
al Congreso.
Al llegar al hotel me encontré un pliego
conteniendo cuatro plebiscitos
firmados de los cuatro municipios de la Gomera que se adhirieron a la idea.
Suman entre todos 253 firmas; pero casi todos los alcaldes, jueces y autoridades.
No me levanté de la mesa
escritorio en lo que no dejé copiadas todas las firmas y hecho el Resurnen, que es el siguiente:
Gomera 253
Hierro 308
Lanzarote 1.201
Fuerteventura 1.462
Las Palmas 136
Santa Cruz 27
Madrid 1
TOTAL 3.388
Con la paciencia de un
felino he estado esperando la llegada de estas firmas;
ya están en mi poder: ¡Dios me dé tiento en las manos y cálculo en la cabeza para saber sacarles el debido
efecto! Lo dudo, por falta de
medios.
Noviembre, 16
Hoy he llevado los plebiscitos a encuadernar; he
pensado que ante cualquier contingencia están
mejor cosidos y numerados en orden que sueltos.
Por la tarde me cerré a formar un
resumen del resultado del plebiscito en las
islas menores y las consideraciones que de él se desprenden.
Noviembre, 17
Temprano (10 de la mañana) vino a verme Domínguez
Alfonso y tuve con él una larga conferencia. Me dijo que había estado hablando
con Maura sobre Cananas y en la conversación le preguntó: «¿Quién es un tal
Velázquez, de Canarias, que me ha pedido una conferencia para tratar de asuntos del Archipiélago? Vadillo me ha hablado
de él, pero no le conozco». Matos [Leopoldo
Matos, Las Palmas, 1878-Fuentenabía, 1936. Diputado, ministro de Trabajo,
Fomento y Gobernación], que estaba presente, le contestó diciéndole: «Es
uno de allá que quiere perturbarlo todo; lo mejor es no hacerle caso». Y Maura le respondió: «No, hay que
oírlo, que puede tener razón». No sé
si sería exacto este diálogo pues Maura no ha hecho otra cosa que pedirme el plebiscito.
Después de presentarle el resumen y consideraciones del plebiscito y
de decirle que están todos los ejemplares en poder del encuadernador le dije: «Si se sigue mi plan, podremos no alcanzar
las peticiones plebiscitarias ni, tal
vez, los dos distritos pero la muerte de León es irremediable». «¿Ud. lo cree así?», me respondió. «Indudablemente», le
dije, «el poder de León descansaba
en sus amistades y en la creencia de que era el Verbo de Canarias. Muertos sus
mejores amigos, sólo le queda el prestigio de su arraigo y el plebiscito demuestra palpablemente que las cuatro
islas menores no están con él; que La Palma tampoco quiere la división y de Tenerife no
hay que hablar. De modo que queda reducido a G. Canaria en la cual, ya se sabe, no hay quien pronuncie su nombre en sitio
público». «¿Y cuál es su plan?», me
preguntó. «Pues hacer la presentación del plebiscito en la forma más solemne posible, durante una sesión del Congreso para que todos se enteren y la prensa y el Diario
de Sesiones se encargarán de llevarlo al último rincón de España». El hombre se
entusiasmó con la derrota de su
mortal enemigo y me dijo: «Tiene Ud. carta blanca para hacer lo que quiera con
los plebiscitos». «Mi plan lo tengo trazado hasta en detalles», le agregué. «Creo que al proponer Pi el
plebiscito y apoyarlo, pedirá Matos o
Moróte la palabra para combatirlo. Rectificará Pi y entonces entrará Ud. de reserva para triturar a Matos o a Moróte
y por lo tanto a León y realiza Ud.
el día más feliz de su vida. Y después nosotros arreglamos nuestras diferencias de aspiraciones como mejor
podamos, no olvidando Ud. que yo le
coloqué bien el bicho para estoquearlo». «Ud. hace lo que le dé la gana y yo
secundo su plan», me contestó. «Lo que siento es que Ud. no me haya hablado así
desde el principio». «Lo que no ha querido Ud. es oírme», le dije y nos
separamos.
¿Qué habrá motivado esta
actitud, unida a unas grandes deferencias de
llevarme siempre a la derecha o al centro si vamos con el prohombre Pérez de Soto? No lo sé. Lo atribuí al
principio (las deferencias), a un plan para apoderarse de mí o hacerme
desbarrar; ahora, porque ve que le conviene
este camino; o qué sé yo; los hechos dirán.
Por la tarde fui al Congreso
donde encontré a Pi y Domínguez que me
esperaban; le dije a Pi que abrazaba en todas sus partes lo que me había propuesto
en su despacho; que él presentara con toda solemnidad el libro de plebiscitos en medio de una sesión del
Congreso, lo explicara y apoyara; que si algún diputado leonino lo combatía se
bastaba y sobraba él para deshacer
esa materia purulenta; que después entraría Domínguez de retaguardia a darle la puntilla al cacique canario.
Domínguez no decía una palabra; toda la conferencia la sostuvimos Pi y yo.
Quedamos en que al día siguiente le llevaría yo el libro plebiscitario,
que ya se estaba encuadernando.
Continua
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