CAPITULO XXVII
Chaurero n Eguerew
La Iglesia Católica y su implicación en la esclavitud del pueblo
guanche I
No hay poder político más inquebrantable que el que se asienta sobre la
ignorancia ciudadana. …y la burla de la inteligencia.
Antecedentes:
La esclavitud en el Antiguo Testamento
EXODO. Capítulo XXI
“Da
el Señor á su pueblo algunas leyes judiciales sobre los esclavos, hurto,
homicidio y otras materias.
Estas
son las leyes judiciales que les has de intimar. Si comprares un esclavo
Hebreo, seis años te servirá: al séptimo saldrá libre, de balde.
Cual
era el vestido con que entró, tal ha de ser aquel con que saldrá. Si tenía
mujer, la mujer también saldrá con él. Mas si su señor le hubiere dado mujer no
hebrea, y le hubiere parido hijos, é hijas, la mujer y sus hijos serán de su
señor, y el saldrá con su vestido. Qué si el esclavo dijere: Yo amo, á mi
señor, y á mi mujer, é hijos; no quiero recobrar mi libertad: El dueño le
presentará ante los dioses, esto es, á los jueces, y arrimándole á los postes
de la puerta de su casa, le horadará la oreja con una lezna, y quedará esclavo
suyo para siempre. Si alguno vendiere su hija para esclava, no saldrá como
suelen salir las otras esclavas. Si desagradare á los ojos de su dueño, a quien
fue entregada, la despedirá; mas no tendrá facultad de venderla á otra gente ó
familia, si él la despreció. Pero si la desposare con su hijo, la dará el trato
propio de las hijas. Mas si casa á su hijo con otra, dará marido á la muchacha,
y vestidos, y no la defraudará del precio debido á su perdida virginidad. Si no
hiciese estas tres cosas, saldrá libre, de balde, ó sin pagar nada.”
Números 31 -- Dios manda a Moisés
a matar a los medianitas, van mil de cada tribu, matan a todos, incendian las
ciudades, aldeas y habitaciones, toman todo (estoy resumiendo 14 versículos) y
cuando vuelven con el botín y los cautivos Moisés pregunta como todo santo
varón Números 31: 15 ¿y por qué habéis dejado
con vida a las mujeres?
No pues. Números 31: 17. Ahora pues, matad a todo varón entre los
niños, y matad a toda mujer que haya conocido varón acostándose con él. 18.
Pero a todas las jóvenes que no hayan conocido varón acostándose con él, las dejaréis con vida para
vosotros.
LEVITICO. Capítulo XXV
(En
el monte Sinaí, después de recibir Moisés el Decálogo)
”No
aflijas pues á tu hermano, abusando de tu poderío, mas teme á Dios. Vuestros
esclavos y esclavas han de ser de las naciones que os rodean; y de los extraños
que vienen á morar entre vosotros, y los que de estos nacieron en vuestra
tierra, esos tendréis por siervos, Y por juro de herencia los dejareis á
vuestros descendientes, poseyéndolos por siempre jamás; pero a vuestros
hermanos los hijos de Israel no los oprimáis abusando del poder. Si un
extranjero se hiciese poderoso entre vosotros, y tu hermano viniendo a menos se
vendiere á él, ó á cualquiera de su linaje, Después de la venta puede ser
rescatado. Quien quiera de sus hermanos puede rescatarlo; Así el tío, como el
primo, el pariente de consanguinidad como el de afinidad; y aun él mismo se
rescatará, si puede, Entrando en cuenta solamente los años desde el tiempo de
su venta hasta el año del jubileo; y rebajando del dinero en que fue vendido,
el salario que corresponde á un jornalero, según el número de años. Si son
muchos años que faltan hasta el jubileo, según ellos habrá de pagar el precio:
Si pocos, hará la cuenta con el comprador, según el número de los años
servidos, como si fuese a jornal, y le pagará el resto de años. El comprador no
le ha de tratar con dureza estándolo tú mirando. Caso de que no pudiese ser
rescatado por estos medios saldrá libre con sus hijos el año del jubileo.”[1]
Éxodo
21:20: Si un hombre golpea a su siervo o a su sierva con un palo y muere a sus
manos, cae bajo la ley de venganza. Pero si sobrevive un día o dos, no será
vengado, pues lo había comprado con dinero.
Otra
cuestión también importante es lo que pone en Éxodo 21:16. Dice, “Asimismo el
que robare una persona y la vendiere, o si fuere hallada en sus manos, morirá.”
Entonces,
la gente que compraba esclavos, seguro que la mayoría de estas personas no eran
esclavos por contrato sino por ser vendidos. ¡Entonces sus vendedores tendrían
que morir según la Biblia!
Nuevo Testamento
Ciertamente
el Dios del nuevo testamento es mucho menos desagradable que el del antiguo
testamento. Aquí ya no vemos las magníficas matanzas que adornan el antiguo
testamento, ni tampoco se entretiene el autor (o sea Dios) con largas letanías
de quién engendró a quién con quién o por qué. Pero tampoco hay una gran guía
moral.
EPISTOLA
I DE PEDRO
18. Vosotros los siervos
estad, sumisos con todo temor y respeto á los amos, no tan solo á los buenos y
apacibles, sino también á los de recia condición. Pues el mérito está en sufrir
uno por respeto á Dios que le ve, penas padecidas injustamente. Porque ¿que
alabanzas merecéis, si por vuestras faltas sois castigados de vuestros amos, y
lo sufrís?
Pero si obrando bien sufrís con paciencia los malos
tratamientos; en eso está el mérito para con Dios. Que para esto fuisteis
llamados á la dignidad de hijos de Dios: puesto que también Christo nuestra
cabeza padeció por nosotros, dándoos ejemplo: para que sigáis sus pisadas. El
cual no cometió pecado alguno, ni se halló dolo en su boca. Quien cuando le
maldecían, no retornaba maldiciones; cuando le atormentaban, no prorrumpía en
amenazas; antes se ponía en manos de aquel que le sentenciaba injustamente; El
es el que llevó la pena de nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero de la
cruz: á fin de que nosotros muertos á los pecados, vivamos á la justicia: y él
es por cuyas llagas fuisteis vosotros sanados. Porque andabais como ovejas
descarriadas, mas ahora os habéis convertido y reunido al pastor, y obispo ó
superintendente de vuestras almas. [2]
Pablo, en cuyas comunidades no
faltaban de seguro esclavos, defiende ya la esclavitud. Más aun, de él, se ha
dicho con razón que es el más consecuente de los adversarios de la
emancipación. En efecto, Pablo exhorta expresamente a las personas no libres a
ser obedientes a sus amos. “¿Fuiste llamado a la servidumbre? No te dé cuidado
y, aun pudiendo hacerte libre, aprovéchate más bien de tu servidumbre.” Pues
“lo que en verdad importaba”, como acentúa el teólogo G. V. Lechler a finales
del Siglo XIX, “es que el mensaje de Cristo”.
EPÍSTOLA
DEL APÓSTOL PABLO Á LOS COLOSSENSES
18.
Mujeres. estad sujetas á los maridos, como es debido, en lo que es según el
Señor.
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no las tratéis con aspereza.
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no las tratéis con aspereza.
Hijos.
Obedeced á vuestros padres en todo: porque esto es agradable al Señor. Padres.
No provoquéis á ira ó no irritéis á vuestros hijos con excesiva severidad, para
que no se hagan pusilánimes ó apocados.
Siervos, obedeced en todo a vuestros amos
temporales, no sirviéndolos solo mientras tienen la vista sobre vosotros ó
solamente cuando os miran, como si no deseaseis mas que complacer á los hombres
sino con sencillez de corazón, y temor de Dios. Todo lo que hagáis, hacedlo de
buena gana, como quien sirve á Dios, y no a hombres: Sabiendo que recibiréis
del Señor la herencia del cielo por galardón ó salario pues á Christo nuestro
Señor es á quien servís en la persona de vuestros amos: Mas el que obra mal ó
injustamente, llevará el pago de su injusticia: por que en Dios no hay acepción
de personas. Amos, tratad á los siervos según lo que dictan la justicia y la
equidad: sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en el cielo.[3]
EPISTOLA
DEL APÓSTOL PABLO Á LOS EFESIOS
21.
Subordinados unos á otros por el Santo temor de Christo.
[…] Siervos, obedeced á
vuestros señores temporales con temor, y respeto, con sencillo corazón, como á
el mismo Christo. No sirviéndolos solamente cuando tienen puesto el ojo sobre
vosotros, como si no pensaseis más que en complacer á los hombres, sino como
siervos de Christo, que hacen de corazón la voluntad de Dios que los ha puesto
en tal estado. Y servidlos con amor, haciéndoos cargo que servís al Señor, y no
á hombres: Estando ciertos de que cada uno de todo el bien que hiciere,
recibirá del Señor la paga, ya sea esclavo, ya sea libre.
Y vosotros, amos, haced otro tanto con ellos,
excusando las amenazas y castigos: considerando que unos y otros tenéis un
mismo Señor allá en los cielos: y que no hay en él acepción de personas.
En el
Nuevo Testamento, las referencias a la esclavitud están casi ausentes, pese a
que ella existía entre los judíos, algunas de las parábolas del Evangelio, en
la traducción se modificaron el concepto original de esclavitud, por el de
servidores, evitándose así referencias de Jesús a la esclavitud que la hubieran
convalidado explícitamente.
Tanto
en el Antiguo como en el Nuevo Testamento se reconoce y se acepta la
institución de la esclavitud. De vez en cuando se insiste en que los esclavos
son esencialmente humanos y que, en consecuencia, deben ser tratados con
humanidad.
La
Iglesia Católica y
la esclavitud
La Iglesia cristiana,
propugnó enérgicamente el mantenimiento de la esclavitud e incluso su
consolidación. Es más, fue ella la que convirtió en virtud la servil sumisión
de las personas no libres.
El extenso proceso de
institucionalización del cristianismo, se inició con el emperador Constantino
(306-337). Este proceso va de principios del siglos IV cuando terminó la
persecución de los cristianos reiniciada por Diocleciano (284-305) hasta
finales del mismo, cuando bajo el papado de Dámaso I, el 27 de febrero de 380,
el emperador Teodosio (379-395), declaró la fe cristiana como la religión
oficial del imperio. Tanto esta declaración como la prohibición de la religión
pagana consolidaron definitivamente el cristianismo. Recordemos que el imperio
romano, tiene asiento en la
Edad Antigua, cuyo modo económico de producción se conoce
como esclavismo.[4]
El
siglo III da lugar a un cierto diálogo entre cristianismo y paganismo, uno de
cuyos resultados fue la síntesis del platonismo y el cristianismo llevada a
cabo por Orígenes (en De principiis),
con grandes concesiones a la postura pagana: respondía a la necesidad de
reconciliar la fe con la razón del tiempo. Hubo incluso intentos encaminados a absorber
el elemento cristiano en el sistema establecido, como lo habían sido otros
cultos orientales. Por el momento esto no prosperó demasiado.
A la
asimilación de la Iglesia
católica al Imperio no le faltaron sus teólogos. Eusebio de Cesarea elaboró una
teología política que mitificaba la figura de Constantino, llamándolo “apóstol
número trece”, o incluso vicario de Dios. El Mazighio Agustín de Hipona, sin
menoscabo de sus grandes valores personales, destacó como gran teólogo del
constantinismo y del bautismo infantil (entre otras cosas, con su teoría del
“pecado original”; al tiempo que, como otros Padres, no ponía en cuestión la
legitimidad de la esclavitud y, en el plano intelectual, fomentaba el dualismo
platónico en el pensamiento de la
Iglesia.
Al llegar el siglo IV, se consuma
un cambio de funestas consecuencias. Se da una especie de victoria política de
la iglesia católica sobre el imperio de Constantino. Pero la vencedora
resultará vencida. Constantino el Grande concedió la legalización a la Iglesia cristiana (edicto
de Milán, año 313) y otorgó privilegios al clero, siendo papa Melquíades.
Entonces, el estado romano por su cabeza visible, Constantino, empezó a
intervenir en la vida de la
Iglesia: para la convocatoria del concilio de Nicea (325); para
la condena de Arrio, en tiempos del papa Silvestre. Y el proceso continuó.
Sin
embargo, en aquella sociedad “católica”, donde el papa Gelasio (492-496)
pensaba que “En el principio del gobierno de este mundo hay dos cosas: la
autoridad sagrada de los pontífices y el poder del rey”, no debía resultar tan
fácil vivir el radicalismo evangélico. Así lo demuestra el hecho de que se
incrementara la corriente monástica: cristianos que se marchaban a lugares
solitarios a formar comunas, llamadas “cenobios” (como Pacomio), y
posteriormente a fundar monasterios (como Benito). [5]
Desde
la aparición de la religión católica esta se ha ido expandiendo por el mundo, y
en el curso de ello ha recibido la influencia de otras religiones, y se ha ido
transformando, así, Denis Saurat dice: “el cristianismo fue fundado
gradualmente en Europa y, en el siglo XV, por ejemplo, no tiene casi nada de lo
que pudo ser a sus comienzos en Asia Menor” , así el mismo autor hace una
referencia a Guignebert, que con justa razón dice: "hablando
estrictamente, los occidentales no han sido nunca cristianos. El occidente se
forjó la religión que más le agradó, modificándola después como le convenía.”.
En general los europeos desarrollan durante la edad media toda una institución
política en función del catolicismo, así erigieron todo su aparato
justificándolo en la voluntad divina.
Edad Media
La Edad Media para la
denominada Cultura occidental es un período histórico que comienza en el año
476 con la caída del Imperio Romano de Occidente y el auge del cristianismo y
finaliza en 1492 con la llegada a América.
La Edad Media, o Medioevo, se separa en períodos:
Temprana Edad Media (siglo V a siglo IX). Alta Edad Media (siglo IX a siglo
XI). Baja Edad Media (siglo XI a siglo XV).
En el
siglo V el avance pacífico de los pueblos conocidos como bárbaros se convirtió
en incontrolable para los romanos. Esta irrupción violenta se debió, entre
otras cosas, al ataque de un pueblo de Europa oriental, los hunos, que empujó a
los germanos hacia el Oeste. Las invasiones germanos al Imperio Romano fueron
entonces emigraciones en masa para huir de un terrible enemigo, pero esta vez
saquearon las zonas recorridas y respetaron solamente la autoridad de sus
jefes; contribuyeron, quizá sin quererlo, al derrumbe de la organización
imperial.
Los
invasores más importantes se asentaron en el antiguo territorio romano y
formaron diversos reinos. Los principales pueblos germanos que se asentaron en
el imperio fueron: los ostrogodos, los visigodos y los francos.
Después de las llamadas “Grandes
invasiones” germanas, el occidente quedó configurado económicamente en tres
zonas: la de herencia tardo-romana, herencia germana y herencia ponderada
(mixta entre la germana y la romana).
La llegada de los germanos a las
provincias del imperio impulsó la ruralización ya existente en el imperio, y la
decadencia de las ciudades. La vida urbana se eclipsa.
El
mestizaje de los europeos-romanos con las tribus germánicas del norte, definió
gran parte de los primeros tiempos del Medioevo.
Uno
de los elementos más curiosos de la forma de vida de estos tiempos era la
creación y distribución de la riqueza. Desde el caos de los últimos años del
Imperio Occidental, el saqueo y las “razzias” se convirtieron en una forma de
vida para muchas tribus bárbaras. Con ellas el guerrero demostraba su
superioridad social sobre los campesinos, pero sobretodo era el motor de su
economía. La guerra proporcionaba esclavos, provisiones, y un sin fin de
riquezas. Al cabo del tiempo estos saqueos se institucionalizaron, y pasaron a
ser “tributos”, este botín pactado
entre las partes solía ser anual y con él las zonas más ricas se libraban del
saqueo.
“Cuando
los aristócratas germanos se dejan deslumbrar por la vida romana, las ciudades
comienzan a revivir lentamente. Buen ejemplo de ello es Toledo. Sin embargo, ya
no eran ciudades, si no meras aglomeraciones, ajenas a la economía, de orden
político-militar y religioso. Ya no cumplían las funciones económicas urbanas
como centros comerciales y de manufacturas, si no que llegan a ruralizarse.” (fortunecity)
Fue
un período muy largo y complejo en el que la sociedad se transformó desde una
comunidad rural hasta una sociedad urbana, los señores se hicieron con el poder
y lo perdieron en lucha contra los reyes, el comercio se detuvo y volvió a
resurgir, la población creció y cayó, y los logros culturales fueron mucho
mayores de lo que se quiere reconocer. No en vano esta época duró unos mil
años.
La nobleza forma la cima de la
sociedad feudal. La cúspide la ocupa el rey, el único legitimado para hacer
leyes. La nobleza medieval es heredera de los grandes latifundistas romanos y
de la aristocracia germánica. Controlaba la vida económica, y tras la
desaparición del Imperio germánico ejerció el poder de manera absoluta, en la
plena Edad Media.
El clero católico es una
institución plenamente feudalizada. Las órdenes religiosas son terratenientes,
y aumentan sus posesiones gracias a las donaciones. Son auténticos señores
feudales con idéntico papel económico y político que la nobleza. Durante la Alta Edad Media, el
control de Roma sobre las órdenes religiosas es muy escaso, y se dedican a
ejercer su poder con autoritarismo. La ausencia de una regla que regule la vida
en los monasterios favorece la corrupción y la degeneración de la
espiritualidad.
El clero también tenía su
propia legislación, por la que regirse, y estaba exento de pagar impuestos,
además de ser perceptor del diezmo. Sin embargo, la Iglesia católica, como
institución, pagaba tributos al rey. No obstante, el nivel de rentas no era el
mismo para todo el clero. Las órdenes monacales eran muy ricas, así como los
obispados, como el de Toledo, mientras que los curas de parroquias campesinas
eran muy pobres. Existe una red de parroquias que sostienen tanto la Iglesia como el Estado.
Las órdenes monásticas eran rurales; las órdenes urbanas no aparecerán hasta la Edad Moderna.
(Organización social en la
Edad Media)
Los monjes y clérigos. Solían ser los hijos de campesinos
libres, que buscaban en la mayoría de los casos un medio para salir de la
miseria. Los monjes vivían en monasterios, que como queda dicho eran feudos y
tenían los mismos privilegios que éstos, gobernados por un abad, apartados de
la vida cotidiana y dedicados al rezo y al trabajo. En esta época, algunos eran
los únicos que tenían cultura, y gracias a ellos conocemos hoy muchos libros
que se encargaron de copiar e ilustrar, llamados códices.
Los sacerdotes católicos sin embargo no trabajaban, y vivían
en el castillo o en la villa cercana al mismo.
No hay datos que permitan hacer estimaciones sobre el número de esclavos que llegó a tener la Iglesia católica en esta época, ni ningún otro propietario en algún momento.
Pero la decisión tomada por los obispos del Reino Visigodo en 693 de que eran necesarios diez esclavos para que una iglesia pudiera tener su propio sacerdote (20) indica que debió de ser muy elevada la cantidad de esclavos en poder de la Iglesia católica (una media superior a diez por sacerdote y, sobre todo, que eran esenciales para el funcionamiento de las instituciones eclesiásticas. Un siglo después, Elipando de Toledo, en el seno de la querella suscitada por la herejía adopcionista que patrocinaba, reprochaba a Alcuino de York, uno de los principales protagonistas del renacimiento carolingio, la posesión de más de 20.000 esclavos en las cuatro abadías que dirigía (San Martín de Tours, Ferrières, San Lupo de Troyes y Saint Josse). (Armando Besga Marroquín)
A pesar de ello la Iglesia católica continúa
sin admitir la esclavitud como tal, si
bien defiende el resultado de su evolución feudal: la servidumbre. Ahora bien:
un siervo de gleba (=siervo adherido a la tierra), pese a su condición de
vasallaje, no es un esclavo propiamente dicho, porque está defendido por la ley
de los estados cristianos (la ley común, no la ley canónica), y tiene derecho a
la propiedad y a todo lo que ello implica: compra/venta, herencia,
imposibilidad de ser expulsados de sus tierras por ley, etc. Bien es cierto
que, a la larga, las tierras podían ser objeto de intercambio entre los señores
feudales, y los siervos estaban ligados a dicho intercambio, pues se
consideraban ligados a la tierra que era de su posesión. Además, la relación
siervo-señor era de completa y omnímoda dependencia, de acuerdo con el pacto de
vasallaje.
Aunque en un principio los siervos carecían de protección jurídica (además del ya citado derecho a la propiedad), en la época en que nosotros jugamos cuentan, adicionalmente, con los siguientes derechos:
- Adquirir favores y/o beneficios a través del pago de rentas y tablas y los servicios de corvea (trabajar gratuitamente las tierras no propias y contribuir a las obras públicas).
- Adquirir peculio (adquirir dinero propio a través del comercio libre).
- Casarse y casar a sus hijos.
- Mudar de señor mediante indemnización (lo que les permitía hacerse hombres libres junto con sus tierras, si ganaban lo suficiente).
- Ser testigos en juicio.
- Hacer testamento.
Además de estos siervos (siervos de gleba, o adheridos a la tierra), también existían otros siervos: los siervos domésticos, que carecían de tierras (no estaban asociados a ninguna tierra) pero no eran censatarios (=”hombres libres”) (esto es, seguían ligados por el pacto de vasallaje a su señor). Estos siervos eran lo más parecido a los esclavos. (Arpax Caecus)
Todo
ese desarrollo tendía a arrebatarles la libertad de movimiento. Los pequeños
campesinos se fueron cargando de deudas y fueron víctimas de usureros y
chupasangres. En una palabra, se hicieron dependientes de ellos y se
convirtieron en colonos suyos. El número de colonos constituía probablemente,
ya a finales del siglo IV, un múltiplo de los campesinos libres. El destino de
aquéllos, gradualmente capitidisminuidos en sus de derechos, era más duro que
el de los auténticos esclavos, pues su explotación se “endureció aún más”
(Schulz-Falkenthal) y “a menudo se veían agobiados por tributos adicionales y
por el aumento de las prestaciones de trabajo” (Held). De ahí que muchos
esclavos renunciaran a su “liberación”. Los colonos fueron cayendo así en una
“situación semejante a la de los esclavos” (Wieling) y a los grandes
terratenientes, un colono les costaba menos que un esclavo, pues a éste lo
tenían que alimentar y vestir.
¿Qué
hizo la Iglesia
católica, que era en verdad nexo de unión (y atadura) entre los señores
propietarios de la tierra y el colonato, a la vista de aquel proceso de
endurecimiento y esclavización sociales? ¿Intervino activamente? ¿Intentó
impedirlo?
Todo
lo contrario: ese proceso cuadraba con sus intereses, con su propia posición,
en continuo ascenso, de poder económico y político. Al margen de eso, hay
testimonios explícitos de que también en las fincas de la Iglesia católica
trabajaban colonos. De aquí que ella “contribuyera decisivamente a que la nueva
sociedad reconociera por doquier la idea de la prestación obligada de
servicios, con lo cual fomentó, indirecta pero considerablemente, la
cimentación de las relaciones vigentes de autoridad y dependencia. Se convirtió
en un pilar del sistema de coacción estatal. (F.G. Maier).
[1] ¿Qué era el jubileo? En el mismo pasaje del Levítico el
Señor le dice a Moisés en el Monte Sinaí:“santificarás el año quincuagésimo, y
anunciarás remisión ó rescate general para todos los moradores de tu tierra;
pues este es el año del jubileo. Cada uno recobrará su posesión, y cada cual se
restituirá a su antigua familia”. Y más adelante: “La tierra no se venderá para
siempre: por cuanto es mía, y vosotros sois advenedizos, y colonos míos. Y así
todo terreno de vuestra posesión se venderá con la condición de redimible”.
[2] Comentario que figura a
pie de esta página en la Biblia
de 1884: “La verdadera piedad y religión inspiran siempre sumisión y obediencia
al soberano. La obediencia del vasallo no pende de la conducta de vida ni de la
piedad de los soberanos, sino del orden y voluntad de Dios, cuya providencia
los ha establecido sobre sus súbditos”
[3] La traducción de 1947
de Nacar-Colunga el párrafo sobre los siervos es: “Siervos obedeced en todo a
vuestros amos según la carne, no sirviendo al ojo, como quien busca agradar a
los hombres, sino con sencillez de corazón por temor del Señor. Todo lo que
hagáis hacedlo de corazón, como obedeciendo al Señor y no a los hombres,
teniendo en cuenta que del Señor recibiréis por recompensa la herencia. Servid
pues al Señor Cristo El que obra injustamente, recibirá el pago de su
injusticia, pues no hay en El acepción de personas”
[4] Edicto de Tesalónica: Edicto de los emperadores Graciano, Valentiniano II y Teodosio Augusto, al pueblo de la ciudad de Constatinopla. Queremos que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos, que hasta hoy se ha predicado como la predicó él mismo, y que es evidente que profesan el pontífice Dámaso y el obispo de Alejandría, Pedro, hombre de santidad apostólica. Esto es, según la doctrina apostólica y la doctrina evangélica creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el concepto de igual majestad y de la piadosa Trinidad. Ordenamos que tengan el nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no recibirán el nombre de iglesias y serán objeto, primero de la venganza divina, y después serán castigados por nuestra propia iniciativa que adoptaremos siguiendo la voluntad celestial.
Dado el tercer día de las Kalendas de marzo en Tesalónica, en el quinto
consulado de Graciano Augusto y primero de Teodosio Augusto. (28 de febrero del 380)
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