CAPITULO XV
Chaurero n Eguerew
INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH
(TENERIFE) IX
Los Once Menceyes de
Chinech (Tenerife) en los años de la invasión española.
Breve introducción
Como queda dicho en el capitulo
anterior, algunos autores niegan el regreso a Chinech de los régulo guanches
forzados por el mercenario Alonso de Lugo a trasladarse a Castilla para ser
presentados como sometidos trofeos de guerra a los reyes católicos. Por lo visto
estos autores se limitan a hacerse eco de otros que escribieron sus crónicas en
tiempos pretéritos aceptando como un hecho incuestionable determinados
postulados historiográficos sin molestarse en indagar en las publicaciones más
recientes documentadas por prestigiosos investigadores mediante el estudio de
los archivos eclesiásticos y notariales principalmente. Lo lamentable de la
situación es que muchos de estos autores son personajes de cierta relevancia en
los estamentos intelectuales del archipiélago e incluso algunos de ellos
pertenecientes a círculos de las universidades españolas en Canarias,
extranjeros españoles que no se resisten a la tentación de jugar a
historiadores, quizás por encontrase en una colonia donde los antiguos hispanos
“se cubrieron de gloria” masacrando pueblos y esclavizando a miles hombres
mujeres y niños. Estos académicos y sus correligionarios canarios criollos de
servicio, actúan al unísono
consiente o inconscientemente actúan como instrumentos desinformadores
sosteniendo por repetición las falacias históricas urdidas por sus
predecesores, quizás con el animo de crear confusión en una sociedad sometida.
Por otra parte, no deja de ser
significativo el hecho de que el
colonialismo rinda homenaje o mejor dicho, exhiba como trofeos en la Plaza de Candelaria y otros
lugares de la isla las estatuas de nueve de los once menceyes que fueron
actores durante la invasión. Por lo
visto sólo conviene resaltar las figuras de los menceyes que fueron sometidos
por el colonialismo, unos mediante pactos denominados de paces, el de Anaga (al
principio de la invasión) Beneharo, el Güímar, Añaterve, el de Abona o Achbuna
Atxoña, y el de Adeje Pelinor.
Los confederados para repeler la
invasión castellana fueron: Bencomo de Taoro, Acaimo de Tacoronte, Tegueste II,
de Tegueste, Pelicar de Icod y Romen de Daute, los cuales según la historia
oficial fueron los sometidos y no precisamente por las armas castellanas y si
por la guerra bacteriológica. Estos nombres suelen ser citados con diferentes
grafías.
Existe un empeño claro por parte
del sistema colonial en soslayar, ningunear o ignorar a los dos últimos
menceyes de la isla, quizás porque no pudieron ser doblegados ni esclavizados,
estos fueron Bentor de Taoro quien prefirió el suicidio ritual antes que
entregarse a los invasores y, Ichasagua mencey electo de toda la isla quien
también optó por el suicidio ritual antes que la rendición.
Además existieron dos personajes
especialmente significados: Chimenchia-Tinguaro achimencey de Acentejo y gran
héroe nacional que se distinguió especialmente en La Batalla de Acentejo y el
jefe del cantón de Aguacada (Punta del Hidalgo) Zebensui.
Otro aspecto de la puesta en
escena por parte del colonialismo de las figuras de nuestros ancestros consiste
en presentárnoslos vestidos con unos harapos de pieles con la clara intención
de fijar en nuestra mente una imagen del salvaje vestido de taparrabos,
ignorando las reseñas que sobre la vestimenta de nuestros antepasados nos han
trasmitido los primeros cronista. De ellos vamos a seleccionar dos, el militi y
cronista A. Cedeño y el frayle Abreu Galindo: ”Las pieles adobaban a modo de
gamuzas de que hacían su vestido. El primero y más pulido una tuniceta con
medias mangas cerradas hasta la sangradera y por bajo de la cintura, era en
hombres y mujeres principales. En las mujeres ponían encima como enaguas de
faldellón otro atado a la cintura y después otra ropa que las cubría todas como
casacón o sobretodo. En los hombres eran tres, el primero del modo que dijimos
a modo de justa cor[...roto] la rodilla el último pieles más gruesas y largo
hasta los pies… Los nobles tenían cabellos largos, mayormente en lo alto de la
cabeza le dejaban bien crecidos, y alrededor lo quitaban. La barba era larga y
el bigote sobre la boca era quito.” (Antonio
Sedeño)
”El vestido de los canarios eran
unos toneletes hechos de juncos majados muy juntos al cuerpo y tejidos que
llegaban a la rodilla; y ceñíanlo por la cintura, y después se echaban encima
unos pellejos cosidos muy primamente, que llamaban tamarco, en verano el pelo
afuera, y en invierno adentro, muy galanos y pulidos; y en las cabezas, tocados
de pellejos de cabritos, que desollaban enteros, y las garras caían por las
orejas, amarrados al pescuezo; y algunos traían unos como sombreros con plumas
en ellos; y los tamarcos y toneletes y los demás vestidos eran pintados de
diversas colores de tintas, que hacían de flores y erbas. Y del mismo hábito
usaban las mujeres de pellejos como refajos altos del suelo. Criaban cabello y
cojíanlo atrás, como trenzados con juncos majados. Hacía las costuras de los
tamarcos y cueros, con tanto primor y delicadeza, que no hubiera persona que su
vista no engañara, para afirmar que se hicieron con agujas muy delgadas y hilo
preciado portugués, y los repulgos de muy pulidas labraderas. Traían calzados
unos pedazos de cuero de cabras, atados con correas del mismo cuero crudo”. (Fr. J. de Abreu Galindo)
A punto de finalizar la primera
década de este siglo XXI los colonizadores ideológicos-intelectuales continúan
matando –literariamente- desde hace 514 años a nuestros ancestros guanches, sin
que hayan conseguido extinguirnos a pesar de sus manifiestos deseos expuestos
mediante sus publicaciones y poderosos medios de comunicación dirigidos a este
fin durante centurias. Tal como afirmó un político español Canarias sería un
país maravilloso, si no existieran los canarios…
Estos círculos intelectuales y
académicos dependentistas se niegan a asumir la realidad sociopolítica y
económica de que somos un Pueblo negado y desposeído. Un País que permanece
sojuzgado, colonizado y ocupado militarmente desde hace casi seiscientos años,
que mantiene secuestrada nuestra
Soberanía Nacional, para el expolio de nuestra tierra, la apropiación de sus
recursos y la explotación de su fuerza de trabajo.
Cuando los europeos llegaron al
archipiélago, traían en su haber centurias de años de relaciones de
explotación, de invasiones, de torturas, de masacres, de esclavizaciones, de
irrespeto por la vida y el prójimo. Cobijados bajo la religión cristiana jamás
cuestionaron nada de estas atrocidades, sino que, por el contrario, las
apoyaban “en el nombre de Dios”.
Todos los imperios a lo largo de
la historia han sabido de la importancia que tiene para sus planes
colonizadores la destrucción de la cultura de los pueblos sometidos. La
experiencia les demostró que una cosa es la conquista y otra la colonización.
Para conquistar sólo es necesaria la fuerza, colonizar exige un clima de
convivencia con el pueblo colonizado, sólo alcanzable cuando el choque de
culturas desaparece para dar paso al establecimiento de la nueva cultura, la
del colonizador.
No en vano, la colonización y
evangelización de Canarias fueron siempre de la mano. Junto a la ocupación de
las tierras conquistadas se hacia presente, -los dos poderes- la destrucción de
la cultura guanche y su sustitución por la cultura castellana. La cruz y la
espada actuaron al unísono. Detrás de la cruz siempre estuvo y continua estando
la espada, incluso en la inmensa mayoría de los casos esta actuaba como segura
“evangelizadora” cuando la compleja trama de la alienación espiritual y mental
no daba adecuados resultados.
Los rasgos característicos de todo
sistema colonial son la explotación económica del territorio colonizado, la
dependencia política, el establecimiento de barreras sociales entre
administradores y población autóctona, una determinada forma de dominio, la
elaboración de un sistema ideológico de justificación de la situación impuesta
y, finalmente, el desarrollo de actitudes psicológicas específicas en
colonizadores y colonizados. Esta
mentalidad colonial refiere a sensaciones institucionalizadas o
sistemática de la supuesta inferioridad del colonizado dentro de la sociedad a que ha sido sujetado por el
colonialismo, acaba asumiendo la cultura o
las doctrinas de los colonizadores como supuestamente más dignas o
superiores, la de los extranjeros que la había subyugado previamente.
Debemos precisar que las nuevas
formas de dominio colonial ha sido concebidas, en sus aspectos teóricos-prácticos,
como una guerra de conquista (también diseñada como antídoto contra la guerra
de liberación), por estrategas y expertos en comunicación estratégica del campo
imperial-capitalista de la era trasnacional, no se planifican para matar, sino
en nuestro caso, para continuar manteniendo bajo su dominio un objetivo
geo-estratégico y económico siguiendo la motivación imperialista central de
controlar para dominar, y su concepto de aplicación va desde territorios hasta
sociedades y hombres.
El dominio Psicológico, del
colonizado, en la actualidad nace en un particular estadio del capitalismo e
imperialismo caracterizado por una revolución en el campo de las ciencias
sociales y de la comunicación estratégica.
Dicha revolución se complementa con otra revolución en el campo de la tecnología de las comunicaciones y de la informática, creando las bases para una comunicación estratégica globalizada basada en principios científicos.
Los nuevos gerentes de enclave en el mundo dependiente (los políticos modernos dependientes) sustituyen cada vez más la represión y el control por medios policiales, por la represión y el control por medio de operaciones mediáticas con aplicación de consignas de “criminalización” del movimiento independentista. La mente del colonizado es controlada por expertos en operaciones psicológicas.
Expuesto lo anterior vamos a
exponer de la manera más concisa posible
la presencia en la isla Chinech después de dada por finalizada por los
mercenarios la invasión de la isla, de algunos de aquellos menceyes guanches
que los mencionados autores dan por desaparecidos en los reinos de la península
ibérica que con el transcurso del tiempo conformarían la actual España.
Recordemos los campamentos de los
invasores y el de los tabores guanches situados en los actuales realejo, las
tropas de ambos bandos estuvieron inactivas durante varios días sin que se
decidieran a acometerse, los castellanos por conocer la acometividad de los
tabores guanches y estos porque estaban diezmados y enfermos por efecto de la
guerra biológica. Es presumible que en este periodo de tiempo se mantuviesen
conversaciones de acercamiento entre invasores y resistentes, es de suponer que
Alonso de Lugo hiciera las ofertas habituales es decir, el respeto de la vida y
haciendas de los menceyes y nobles de los menceyatos de la liga, a cambio de
asumir estos la jefatura política y territorial de los reyes católicos y la
religión católica, con ello los invasores conseguían la sujuzgación de la isla
fin primordial perseguido por los invasores y sin pérdida de vidas castellanas
y los menceyes y nobles conservaban sus privilegios de casta, creo que estos
aspectos fueron los recogidos en el denominado pacto de Los Realejos, mediante
el cual los menceyes cedieron antes las circunstancias adversas pero que no
rindieron como apuntan algunos autores interesados, pues si no hubo batalla, no
hubieron vencedores ni vencidos.
Por otra parte, los afanes
depredatorios y esclavistas de Alonso de Lugo y su plana mayor quedarían
sastifechos con la caza y captura del amplio sector de la población guanche que
no aceptó el convenio suscrito entre los nobles y los invasores, los conocidos
como los alzados, quienes mantuvieron frente al invasor una guerra de guerrilla
durante cincuenta años.
En cuanto a la situación digamos
jurídica de los menceyes y de algunos notables tanto de los menceyatos
resistentes como de los conocidos como de paces, el investigador Leopoldo de la Rosa nos ofrece una
documentada visión de la misma:
“Con arreglo
al Derecho Común, vigente
en la Castilla bajomedieval
y de comienzos
de la Modernidad, el
cristiano podía hacer cautivo
y esclavo al infiel
que aquél conquistaba. Sin
embargo, por voluntad reiterada de los Reyes
Católicos, influidos, especialmente doña Isabel,
por la doctrina
de una minoría
destacada de teólogos,
“…estos reyes de los bandos
de guerra debieron quedar jurídicamente
libres, lo que
era compatible con
la sumisión a
potestad señorial. Se era
libre si
se era cristiano, pero
era hombre de señorío.
La condición del hombre
de señorío fue
variable, de hecho:
dependía de la
dureza del señor,
de la posibilidad
de control de la
misma por parte de
la administración regia,
como ocurrió con este
don Enrique; de la persistencia y
seriedad con que
la autoridad eclesiástica
ejerciera su misión tuitiva. Las
leyes nada decían, pero en
la práctica esa presunta
libertad podía confundirse
con la virtual
servidumbre y así pudo ocurrir
con algunos de estos
menceyes y así ocurrió
con el de Icod,
hasta la intervención
del procurador de
los pobres de la
Corte.
A
diferencia de los
reyes de los
bandos de guerra,
los de los bandos
de las paces
debieron quedar en
la situación, de libres,
sin limitaciones, ni entrega
a un señor,
pero, de hecho, la de cada
uno debió ser distinta…” (Leopoldo de la Rosa Olivera, 1979:
176)
Por otra parte, el
aprecio de la
Monarquía Guanche y su descendencia ha continuado a lo largo
del tiempo. En nuestros días los estatutos de la Lengua de España de la Orden de Malta incluyen,
como acto positivo de Nobleza, con respecto a las Islas Canarias, la
descendencia directa de los Monarcas Guanches, circunstancia que también
figura, como tal prueba de Nobleza, en el proyecto de Estatuto Nobiliario
redactado por la
Comisión Oficial de Heráldica creada por Real Orden de la Presidencia del
Consejo de Ministros de 3 de julio de 1927; y si bien esta prueba es poco
probable que pueda ofrecerse en la práctica, su formulación explícita en ambos
casos ratifica la estimación nobiliaria que desde antiguo gozaron los Reyes
canarios. (Las Raíces de
un Linaje)
En este aspecto debemos destacar que el primer titulo de nobleza
concedido por la metrópoli en esta colonia antes que a cualquier invasor lo fue
a un guanche gomero Juan Negrín, o Juan de Armas. También llamado por su
nombre guanche “Aybone” o “Ibone” -Yvón,
Yves-, Rey de Armas por nombramiento del Rey de Castilla, Juan II
(1406-1454). El Rey de Armas era un caballero encargado de transmitir
mensajes de importancia, organizar las ceremonias y llevar el registro de la
nobleza.
Juan (o Ibone) de Armas. Hijo del
anterior. Capitán invasor de Tenerife. Síndico personero (representante de los
vecinos) del Cabildo colonial de Tenerife, de 1518 a 1523. Padre de otro
Juan de Armas, existe información de su genealogía hecha en La Laguna (Tenerife) en 1505,
ante el escribano Anton Vallejo. Otorgó testamento en 1532.
La nacionalidad guanche no fue obstáculo para el
encumbramiento por parte del colonialismo de sus descendientes. El Frayle
Alonso de Espinosa, en el libro primero, capítulo décimo, de su Historia de
Nuestra Señora de Candelaria, al hablar “De los insignes varones que desta
gente han descendido”, “varones que no solo con la toga, no solo con el bonete,
más también con la espada han demostrado su valor y la virtud de sus
antepasados”, manifiesta: “Y, conocida su limpieza, la Santa Inquisición
los admite a sus consultas y secretos, y con oficios honrosos los decora, y las
catedrales iglesias se honran en regirse y gobernarse por ellos, y que en sus
púlpitos y cátedras se suban y enseñen”. (Espinosa, [1594] 1980: 46)
ATGUAXOÑA O ATXOÑA.
Gobernaba el
Menceyato de Abona o Achbuna[1] uno de los cuatro denominados de paces, podemos decir que durante
la invasión mantuvo una postura de neutralidad pues al contrario que Añaterve
de Güímar, nunca se implicó directamente con los invasores.
Atguaxoña. m. Tf.
ant. desus. Antr. Nombre del primer mencey de Abona. Expr. t.
Aguassona, Aguaxona, Atquaxona.
― atwaḍhoñ < *at aw-Aḍǝhuni, patronímico m. sing. “he aquí el hijo de Adxoña”. N.
B. La etimología del nombre indica que fue éste el sucesor de Adxoña y no a
la inversa.
*hata > at, part. presentativa (mostrativo) de [(H)·T] ‘he aquí’.
*ā-wihih
> aw(i) > agg > ag, part. de filiación m. sing. de [G/W] ‘hijo de, de la
familia de, el de, uno de'. *a-ḍǝhuni
> aḍhoñ, n. ag. m. sing. “hombre muy fuerte u orgulloso”.
― *an-terb, adj. vb. m. sing. de [T·R·B] ‘hombre rápido, ligero,
ágil’. (Dr. Ignacio Reyes García, 2004)
Mencey de Abona, bautizado como Gaspar Hernández.
Casado en primeras nupcias con la princesa Dácil (Mencía Bencomo), hija
de Kebehi Benchomo, y en segundas con Catalina Francisca Zapata, sus
descendientes fueron; Catalina Bencomo, conocida como Catalina Izquierdo, quien
casa con Fernán García Izquierdo del Castillo, y su descendencia queda hecha en
los Tahodio; Juan Gaspar Hernández, contrajo primeras nupcias con María
Díaz Bencomo, hija de Andrés de Llerena (el primero), y María de Lugo, la que
testó en la Orotava
ante Ruiz García de Estrada a 4 de octubre de 1540, dejando por heredera a su
única hija Juana Díaz, y en segundas
con María Benítez; María Gaspar, desposada con Pedro Delgado, “el viejo” (guanche)
y fueron apadrinados por los Canarii de este apellido; Elvira Hernández, quien
casa con Juan Romano, (guanche) éste testa en La Laguna ante Juan del
Castillo en 1530 y dejó descendencia; Catalina Gaspar, casó la primera ves con
Alonso González en 1518, y posteriormente con Rodrigo Pérez, hijo de Pedro
Magdalena y de Juana Rodríguez, y nieto del Mencey don Diego de Adeje, ambos
maridos fueron de los guanches más principales de las vandas del sur.
De su matrimonio con Alonso González tuvo a Francisco
quien casó con María Rodríguez en 1568, Hija de Rodrigo Hernández, natural.
Otorgó testamento ante Sancho de Urtarte el 8 de julio de 1574, y a Juan,
Salvador, Marcos, Gaspar y Antón González. (E.P.G.R.)
Otro hijo de Adxoña y de Catalina Zapata fue Pedro de Abona que al igual que su hermana doña Constanza era menor de edad al morir su padre el
mencey de Abona. Su tutela la asumió Antón de los Olivos, y como tal hijo del rey de Abona figura en un
contrato de
arrendamiento celebrado por su tutor en el año 1507. (Nelson Díaz, 2002)
“El 11 de mayo de 1510 Gonzalo Díaz vecino de San
Cristóbal (La Laguna)
ante el escribano público Hernán Guerra, se
obliga a entregar a Constanza, hija menor del que fue rey de Abona, 330 borregas
de un año, por razón de 170 ovejas de vientre con ciertas crías que de ella y
de su tutor, don Pedro Guanche recibió. Las
entregará en el plazo de 3 años a
partir de la fecha, en el término de Abona. En 28 de mayo de 1513,
Bartolomé Enríquez, con poder de la dicha Constanza,
su mujer, da finiquito de este contrato.” (Alejandro Ciuranescu, 1997:9)
Arribas recoge: “el Mencey de Abona, tenía su
residencia habitual en Vilaflor en el territorio de Adjoña. Ocupó este reino el
tercer hijo de Tinerfe llamado Adguajoña,
sucediéndole á su muerte su hijo Adjoña, que luego bautizado llamóse Gaspar Hernández y su mujer
Catalina Francisca Zapata. Recibió
sus correspondientes repartos.
Bethencourt Alfonso nos dice que
Este rey con los de Adeje, Daute e Icod se hallaron
confederados por dicha época contra
Bencomo; y siguieron en la misma actitud a pesar de la invasión
española, por negarse el de Taoro a reconocer la independencia del reino de Güímar. Después de bautizado se llamó Gaspar Hernández y era casado con una hija del rey de Taoro, más tarde conocida por Mencías
Bencomo, con la que tuvo a Juan Gaspar
Hernández y Catalina Bencomo, generalmente apellidada Catalina Izquierdo.
Según los genealogistas contrajo segundas nupcias, pero en
nuestra opinión no por viudez, sino con una esposa cuca.
Pasó á combatir á Berbería. Adjoña volvió de Berbería
falleciendo en Candelaria donde residía.” (C. Arribas y Sánchez, 1993:134)
El investigador Sergio Afonso en un interesante
trabajo en torno a la
Historia de Granadilla de Abona, recoge:
“Un
descendiente del Mencey de Abona, Pedro Bueno, que luego
fue criado del propio adelantado y tutor de la hija del Mencey
Adxoña, por los que algunos lo confunden con el propio Mencey.
Otro
hermano del rey de Abona, con nombre castellanizado
de Gaspar Hernández, otorgó cuatro testamentos: el primero
en 1509 y el cuarto en 1527, por viajes a La Palma y Berbería, y
en ninguno de ellos se menciona su ascendencia real sino
solamente que era guanche.
D. Juan Bethencourt Alfonso en su Historia del Pueblo Guanche
(tomo 2) aporta
unos cuadros genealógicos de la familia y descendencia
del Mencey de Abona, al cual llama Gaspar Hernández, y entre
sus hijos figura el mencionado Juan Gaspar Hernández,
pero no el llamado en el reparto de Datas Pedro el Bueno. También ratifica D.
Juan Bethencourt que Juana Díaz Hernández era hija de este
Juan Gaspar Hernández y nieta del último Mencey de Abona.
En este poder se dice que Doña Juana Díaz era hija única de Juan
Gaspar (y nieta de Gaspar Hernández) y de María Díaz, hija del
rey Don Diego de Adeje.
En
la referida obra, D. Juan Bethencourt nos aclara también que:
"Adxoña, Mencey de Abona y luego bautizado como Gaspar
Hernández, era yerno de Imobac Benchomo de Taoro, por haberse
casado en primeras nupcias con la hija de éste, Dácil o
Mencía Benchomo y por lo tanto hermano político de ventado o
Cristóbal Hernández de Taoro, último mencey del referido señorío".
Al comentar este hecho, Bethencourt Alfonso sospecha que Adxoña
fue un aliado del Queheví de Taoro y no un desleal como lo
pinta Viana en su poema épico, poema que, por otro lado, hay
que tener siempre en cuenta que lo escribió por encargo de
los descendientes del heredamiento del Valle de Guerra para enaltecer
la participación de su ancestro en la conquista de la isla.
Si
se compara lo anterior con lo que según D. Tomás Cruz se
expone en los trabajos del Sr. Avecilla, conservado en el archivo
de la parroquia de La
Concepción de Santa Cruz de Tenerife, vemos
que doña Juana Díaz fue hija de Juan Gaspar y nieta por línea
paterna de Gaspar Hernández Adxoña (mencionándolo incluso como
último Mencey de Abona); y su madre fue María Díaz, hija a
su vez de Andrés Llarena (príncipe guanche de Güímar) y
de doña María de Lugo (hija de D. Diego Díaz Bencomo, postrer Mencey de Adeje).
Coinciden muchísimo y parece que así debía ser.
El segundo apellido de Gaspar Hernández, Adxoña, era
el nombre del Mencey de Abona en el momento de la
invasión y conquista, Adxoña; si por otro lado tenemos en cuenta
que los príncipes guanches casaban entre familias de otros
príncipes guanches, esto nos indicaría que Gaspar Hernández, no siendo
príncipe, era poco probable que casara a su hijo con una nieta real por partida
doble, de los Menceyes de Adeje y de Güímar.” (Sergio Afonso) Díaz,
1998: 23-24)
[1] Según el historiador
portuense Álvarez Rixo el antiguo nombre de Lisboa, capital de Portugal era
Achbuna.
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