Chaurero n Eguerew
CAPITULO IV
La que nos cayó encima
Habitualmente
los historiadores españoles y españolistas nos vienen trasmitiendo
insistentemente la idea de una supuesta unificación política y territorial de
los pueblos que conforman la parte de la
península ibérica denominada España, mediante el matrimonio religioso entre
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Nada más lejos de la realidad
histórica, dicha unión era personal, ya que se mantuvieron las soberanías,
normas e instituciones propias de cada reino y corona.
Esa
supuesta unidad fue creada y sostenida
por el franquismo como sostén ideológico de los postulados de “Una
grande y libre” coronando a un ave rapaz y depredadora cuyas garras sostiene
los escudos de Castilla y Argón y en cuya base figura el “cangrejo” es decir,
el yugo y las flechas, o “Una unidad de destino en lo universal” así como la
milonga: “Tanto monta monta tanto Isabel como Fernando”, no dejan de ser
falacias urdidas por el fascismo español añorante de tiempos pasados
imperialistas, en los cuales las masacres de pueblos y culturas en nombre de
dios y de la patria eran exaltadas como gloriosas gestas nacionales, orientadas
a crear un sentimiento de unidad nacional en una resquebrajada España y, que
además, iba acompañada de una convincente y efectiva política de “palo y tente
tieso”, por quienes se consideraban herederos ideológicos de Isabel I de
Castilla, usurpadora del trono de Juana
de Trastámara, apodada la Beltraneja nacida en Madrid el 28 de febrero de de
1462 muerta en Lisboa en 1530, hija y heredera de Enrique IV y de Juana de
Portugal.
Las Cortes de Toledo proclaman heredera al
trono a Juana, pero durante una sublevación de parte de la nobleza castellana
que no la aceptaba como hija biológica del rey su padre, a quién acusarón de
obligar a la reina su mujer a tener un hijo con su favorito.
Se
acusará sin pruebas fehacientes a su madre de adúltera y a ella misma de ser
hija del favorito del rey, Beltran de la Cueva (lo que explica el apelativo de Beltraneja). En 1468 se pone fin a la
revuelta mediante el Pacto de Guisando, por el cual Enrique IV reconocerá como
sucesora a su hermana Isabel (más tarde Isabel I). Sin embargo, dos años más
tarde (Val de Lozoya), un enfrentamiento entre hermanos hará que el rey
reconozca nuevamente los derechos al trono de Juana.
Tal como recoge el investigador
español Joseph Pérez; “Isabel debió la corona de Castilla, no a sus derechos,
sino a la fuerza de los que la apoyaban; ella le quitó pues el trono a la
verdadera heredera Juana La Beltraneja, aunque luego, con el tiempo, después
de su victoria en la guerra de sucesión, gobernó de tal manera que logró
legitimar a posteriori su reinado, lo mismo que hiciera su nieto, Carlos I, que
realizó un golpe de Estado para reinar junto con su madre -a la que siempre se
consideró como reina legítima de Castilla- y que, tras una guerra civil, acabó
siendo aceptado y legitimado. En ambos casos, si no salieran bien las cosas,
los protagonistas hubieran sido acusados de haber usurpado el poder e incluso
se les hubiera podido destronar.”
Los historiadores que,
últimamente con más frecuencia, se atreven a hablar de Isabel I la acusan de haber llegado al trono
tras haber envenenado a su hermano Alfonso, que su matrimonio con Fernando de
Aragón fue nulo, que sembró el terror mediante los procesos y las hogueras de la Inquisición, que
expulsó a los judíos, que consintió la masacre de guanches en Canarias y de
indios en América.
Pero se le hace una recriminación
más a Isabel: J. Edwards, en el capítulo titulado “Isabel la Católica y los bajos
fondos”, trata de contraponer la imagen de pureza y castidad que se suele
ofrecer de la reina, con la de un político que debe permitir la prostitución en
su reinado e incluso regular un negocio que movía mucho dinero en aquella época
y que conllevaba bastantes abusos. (María Eugenia Díaz Tena, 2006)
La realidad es que por el
matrimonio entre Isabel y Fernando no se produjo la supuesta unión territorial
de ambos reinos ya que Isabel era reina consorte de Aragón y Fernando lo era de
Castilla y ambos reinos eran gobernados independientemente uno del otro, por
otra parte, los otros reinos de la península ibérica sometidos o “anexionados”
por Castilla continuaban gobernándose por sus propios fueros.
En 1469, ya admitida como princesa
de Asturias, al decidir casarse con Fernando, heredero de la corona de Aragón.
Lo hace con suma cautela y muchas precauciones. El acuerdo de Cervera
reservaba solo a Isabel la condición de
heredera de la corona de Castilla. En Segovia, muerto Enrique IV (1474), Isabel
se proclama “reina y propietaria” de Castilla; Fernando queda reducido a la
humillante situación de rey consorte, y eso que él se consideraba, por línea de
varón, como el más directo sucesor de Enrique IV.
De
hecho en las capitulaciones posteriores al enlace quedaron bien definidas las
atribuciones de cada uno en relación a sus respectivos reinos en la denominada:
“La Concordia
de Segovia” tratado firmado el 15 de enero de 1475, luego de que contrajeran
matrimonio en el Palacio de los Vivero de Valladolid el 19 de octubre de 1469.
Éste delimitaba las competencias de ambos monarcas respecto del gobierno.
Por
dicha sentencia arbitral reiteraba los derechos de Isabel como "reina y
propietaria de Castilla", concediendo a Fernando plenos poderes que lo
equipararían con su esposa.
Entre
sus términos, estipulaba que todos los documentos se redactarían en nombre del
Rey y de la Reina. El
nombre del Rey aparecería primero, pero las armas de la Reina se colocarían delante.
El producto de los impuestos castellanos se destinaría prioritariamente a
Castilla y el saldo restante se utilizaría en común acuerdo. En Aragón se
procedería de igual forma. La
Reina se reservaría la provisión de cargos públicos en Castilla;
los beneficios eclesiásticos se concederían de común acuerdo, pero en caso de
conflicto decidiría la Reina;
los asuntos administrativos y judiciales se regularían de común acuerdo cuando
los reyes estuviesen juntos y si no por separado. Los reyes quedarían asociados
en todos los actos del poder: no sólo los documentos oficiales estarían
redactados en nombre del Rey y de la
Reina, también el sello sería uno solo, con las armas de
Castilla y Aragón, y del mismo modo, las monedas llevarían la efigie y el nombre
de los dos soberanos.
El título de Reyes Católicos fue conferido a Isabel I de Castilla y a Fernando
II de Aragón por el Papa valenciano Alejandro VI por la bula Si convenit expedida el 19 de diciembre
de 1496, en el que por primera vez recibieron el nombre de rey y reina de
las Españas y en el que se barajaron y descartaron otros posibles títulos
como defensores o protectores, siendo un homenaje a su labor en
la propagación y defensa del catolicismo.
Cuando la reina Isabel murió en
1504, dejó a Fernando la regencia de Castilla, aunque el trono correspondía a
la hija de ambos, Juana; su marido, Felipe de Habsburgo el Hermoso, (1478-1507), reclamó la regencia que Fernando dio en 1506. Así a Fernando lo echan del reino que había
gobernado durante treinta años. La desaparición en 1507 de Felipe le permite tomar otra vez las
riendas del poder en Castilla, pero no le hace ninguna gracia la perspectiva de
tener como sucesor a su nieto Carlos de Gante, educado en Flandes, rodeado de
una corte de extranjeros y de castellanos que aspiraban a restituir a la
nobleza la influencia política que había tenido antes de 1474. Por tanto, busca
una nueva línea sucesoria para la corona de Aragón y se casó con Germana de
Foix, de cuyo matrimonio nació un hijo en 1509
que de no haber muerto prematuramente hubiese sido el heredero de la
corona de Aragón.
Incluso
en la política expansionista exterior los intereses de ambos reinos eran
divergentes, mientras Aragón orientaba su política imperialista hacía el
mediterráneo, Castillas lo hacía a África,
ya que Isabel se auto titulaba heredera de los supuestos derechos sobre
el continente de los reinos visigodos, hasta el punto de que en su testamento
dejo ordenado a sus sucesores que no abandonaran “la empresa africana”.
Por ello, la invasión, conquista,
ocupación y esclavización de las islas del Archipiélago Canario denominadas “de
realengo” es decir, Tamarant (Gran Canaria) Benahuare (La Palma) y Chinech (Tenerife)
fue promovida y consumada por Castilla, tal como expuso la reina Isabel en un
documento publicado por el escritor español Guillermo Díaz Plaja:
“Puesto que las Islas Canarias
fueron ganadas por Castilla y para Castilla, justo es que el provecho que de
ellas se saque sea en beneficio de mis súbditos.” .
Como es sabido la financiación de
la invasión y conquista de las islas “realengas” fue aportada por la iglesia
católica y por comerciantes de esclavos entre los que destacaron el Papa Sixto
IV mediante la bula “Pastor aeternis”
cuya recaudación fue reclamada por los reyes de Castilla y Aragón para
cofinanciar la invasión de Tamarant (Gran Canaria). El obispo Juan de Frías,
Luís de Lugo, hermano de Alonso, Juanoto Berardi, florentino, representante en
Sevilla de Bartolomé Machino, que tenía arrendada la Guinea al rey de Portugal,
el mercader genovés, residente en Sevilla, Francisco Riberol, Mateo Viña, Lope
de la Guerra,
y el Duque de Medina Sidonia, a pesar de ello en la colonia de Canarias, tanto
los catalanes como los genoveses eran considerados extranjeros y no podían
tener propiedades con un valor superior al determinado por la corona
castellana.
La invasión de Benahuare (La Palma)
La isla Benahuare fue desde
siempre un bastión donde se estrellaron las apetencias colonialistas de los
europeos, en ella, humillaron su altiva cerviz esclavistas los mallorquines y
catalanes, los piratas Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle, Herreras, Perazas,
Rejón, Vera y Maldonado entre otros. Aunque no siempre pudieron evitar el que
algunos awuaras fueran sorprendidos y esclavizados como fue en 1444, cuando el
capitán Lanzarote, volviendo de Arguim, de donde traía muchos cautivos, pasando
por Gomera, va a La Palma
y cautiva a 17 pastores indígenas; después, al volver a Gomera para dejar a los
indígenas de ahí que le habían ayudado, cautivó otros (Hist., I, 19; BAE, XCV, 78a). Al llegar a
Portugal, el infante le mandó devolverlos a sus tierras (Ibid., 78b).
Posteriormente, al hablar de Lanzarote en las intervenciones de los portugueses
en la costa, dice el Padre Las Casas que, tornándose a Portugal, tomaron de
camino (en Gomera, supongo) 15 pescadores y 1 mujer. Como digo en su lugar, al
hablar de las intervenciones portuguesas en la costa, debieron de ser 20
pescadores y 1 mujer (Hist., I, 24; BAE, XCV, 92a).
En
1447, se produce otro intento por
parte de los invasores europeos establecidos en Titoreygatra (Lanzarote) de conquistar militarmente Benahuare (La Palma), en la expedición
comandada por los Peraza. La campaña
acaba en un estrepitoso fracaso, quizás el revés sufrido por los colonos
esclavista “Señores” de las islas “menores” que más huella ha dejado en la
memoria popular ha sido la muerte en el distrito de Tihuya del joven colono
criollo Guillen Peraza,[1] en
esta cabalgadas a la captura de esclavos, suceso recogido en una plañidera
endecha popular castellana que ha llegado hasta nuestros días:
Llorad, las damas, sí Dios os vala.
Guillén Peraza quedó en La Palma
la flor marchita de la su cara.
No eres palma, eres retama,
eres ciprés de triste rama,
eres desdicha, desdicha mala.
Tus campos rompan tristes volcanes,
no vean placeres, sino pesares,
cubran tus flores los arenales.
Guillén Peraza, Guillén Peraza,
¿dó está tu escudo?, ¿dó está tu lanza?
Todo lo acaba la malandanza.
Guillén Peraza quedó en La Palma
la flor marchita de la su cara.
No eres palma, eres retama,
eres ciprés de triste rama,
eres desdicha, desdicha mala.
Tus campos rompan tristes volcanes,
no vean placeres, sino pesares,
cubran tus flores los arenales.
Guillén Peraza, Guillén Peraza,
¿dó está tu escudo?, ¿dó está tu lanza?
Todo lo acaba la malandanza.
Durante
la guerra de Tamarant eran frecuentes los asaltos de los mercenarios
castellanos a las islas Benahuare y Chinech a la captura de esclavos, es más
que probable que en una de estas cabalgadas capturaran a Gazmira (Francisca de la Palma) la cual después del
consabido lavado de cerebro y del correspondiente bautizo por el rito católico
a cambio de no ser vendida como esclava, fue enviada por el invasor Francisco
Maldonado para que tratara de convencer a sus conmatriotas de las “bondades” de
los conquistadores y se entregaran a estos sin lucha.
Perteneciente Gazmira a la clase
dominante de uno de los bandos de Benahuare posiblemente al de Aridane, y dada
la tradicional ascendencia que la mujer tenía en la sociedad guanche, logró
convencer a la mayoría de los bandos para que aceptaran sin lucha el nuevo
orden que pretendían imponer los invasores tal como ya habían hecho en
Tamaránt, la capacidad de convicción de Gazmira fue tal que la mayoría de los
bandos informados de los resultados de la guerra en Tamarant aceptaron las
paces propuestas, exceptuando los de Aceró y Tedote que se negaron a entregar
la matria a los invasores sin antes luchar. Los restantes aceptaron el bautismo
católico en bloque y, “casando los onbres con sus mujeres”, siguiendo su
ejemplo no pocos awuaras de los bandos defensores.
Mientras tanto, el colono
esclavista Alonso de Lugo[2] que
no podía apagar su ambiciosa sed de poder y vocación de comerciante en seres
humanos con la fabulosa hacienda e ingenio azucarero creado en las tierras
expoliadas a los canarii en Agaete, decide trasladarse a la corte castellana a
la sazón instalada en el campamento de Santa Fe en Granada, ladino negociador y
argumentando los fracasos por parte de Rejón, Vera y Maldonado en los intentos
de invasión de la isla Benahuare, obtiene de la reina Isabel licencia para
conquistar dicha isla, el 8 de junio de 1492, según recoge el acuerdo:
“avéis de conquistar la Ysla
de la Palma”,
que está en “poder de ynfieles canarios”.
El 13 de julio de 1492 en
Valladolid, los reyes extienden albalá a
favor de Alonso de Lugo, vecino de Sevilla, asegurándole que si en el término
de un año, a contar desde primero de Octubre de 1492, da por terminada la
conquista de La Palma,
le libraran, de las rentas de 1494 y en el lugar que él determine, los 700.000
maravedís que con él asentaron. Además en la misma fecha los reyes le prometen
en concepto de ayuda para la conquista de la isla de La Palma, la mitad de los
quintos que a la Corona
pertenecen de cautivos, ganados y bienes
de los canarios:
“Don Fernando y doña Ysabel etc. Por quanto vos Alonso de Lugo
llevay cargo por nuestro mandado de conquistar la ysla de La Palma, que está poder de
canarios ynfieles, e fue asentado con vos, por nuestro mandado avque para las
costas y gastos que fiziéredes en la dicha conquista os avíamos faser merced de
la mitad de los quintos a nos pertenescientes de las cosas que fueren tomadas
por vos o por otras gentes que
lleváredes para la dicha conquista o por las fustas e navíos que para ello
lleváredes de qualesquier vecino de la ysla de Tenerife e de qualesquier
lugares de la Bervería.
Por ende, por haser bien e merced a vos Alonso de Lugo, en
alguna enmienda de las costas e gastos que en la ysla de La Palma, que vos lleváys a
cargo por nuestro mandado, avéys de faser, por la presente vos fazemos merced
de la mitad de los quintos que a nos pertenescente nos avemos de aver de
qualesquier tomas e cavalgadas que vos e las gentes que lleváredes o vuestros
navíos e fustas para la dicha conquista tomaren de qualesquier vecinos de la
ysla de Tenerife e de qualesquier lugares de Berbería; e la otra mitad, de los
otros quintos, es nuestra merced e voluntad que vos el dicho Alonso de Lugo la
recibáys e cobréys para en quenta e parte de pago de las setecientás mill que
nos vos avemos a dar para la dicha conquista de La Palma; e s y caso fuere que
la mitad de los dichos quintos montare e valieren más de las dichas setecientas
mill maravedís, que vos avemos a dar por la dicha conquista, que seyendo pagado
de la mitad de los quintos, a la persona o personas a quien nos mandaremos. E
por que se sepa lo que ansí recebís e cobráys, mandamos que lo que ansí
recibiéredes e cobráredes e anos pertenecieren de la mitad de los dichos
quintos lo recibais por ante escrivano público, e dello tengáys cuenta e rasón,
por que por virtud della se pueda saber e averiguar lo que por vos ansí fuere
recebido; e si viéremos que cunple a nuestro servicio embiar persona que esté
presente al recebire cobrar de los dichos quintos, que lo podades fazer.
E por esta nuestra carta mandamos
a qualesquier capitanes e maestres e contramaestres e otras qualesquier
personas, que vos fueren a la dicha conquista, que vos acudan e fagan acudir
con los dichos quintos, que ansí a nos pertenecieren de las cabalgadas que ansí
fisieren en la dicha ysla de Tenerife e de qualesquier lugares de la Berbería, e que tomen
vuestra carta de pago, con las quales, e con el traslado de esta nuestra carta,
mandamos que les sean recebidos e pagados en cuenta, e ques non sean pedidos
nin demandados otra vez. E mandamos a los nuestros contadores maiores e a sus
oficiales que ansy entren el traslado desta nuestra carta en los nuestros
libros, e vos sobrescriban e den e tomen el oreginal, por que por virtud della
vos sea acudido con los dichos quintos. E los unos ni los otros etc. (con
enplazamiento etc.). Dada en Valladolid, a XIII de jullio de XCII años.= Yo el
Rey.=Yo la Reyna.=Yo
Ferrand Alvares.=Registrada, Rodericus, doctor.” (A. Rumeu 1975:420)
Buscó Lugo por socios
capitalistas a Juanoto Berardi, florentino, y al mercader genovés, residente en
Sevilla, Francisco Riberol. A repartir costos y beneficios por terceras partes,
de haber “demasía” en el gasto, “se partiese de sueldo por libra, según se
suele y acostumbra hacer, entre mercadores”. (L. Álvarez de Toledo)
Alonso
Fernández de Lugo con tropas de mercenarios reclutadas en Sevilla y Gran
Canaria, desembarcó en la isla Benahuare
el 29 de Septiembre de 1492 y se valió de la alianza gestionada por Gazmira con
el Príncipe de Aridane Mayantigo y otros distritos, pero no pudiendo llegar a
un acuerdo con los Príncipes Tarigao y Garehagua, los venció por medio de las
armas, dominando así casi toda la isla, no quedando más resistencia que la de
Atanausú que mandaba en Ecero.
Esta inesperada actitud
sorprendió desagradablemente a Lugo, que vio en la resistencia de Atanausú un
llamamiento patriótico a las fuerzas vivas del país y antes que se extendiera y
comentara esta noticia, recogió todas sus tropas y con ellas intentó escalar la Caldera y sorprender en
ella al intrépido isleño.
Cuando el general llegó al
desfiladero de Adamacansis y quiso forzar el paso, ya no era tiempo, defendido
como estaba por los awuaras y protegido por las mismas dificultades que ofrecía
el terreno. Rechazado con pérdida una y otra vez tuvo que retirarse hasta el
siguiente día, en que de nuevo repitió los asaltos auxiliado por sus fieles
canarii, eligiendo otro punto llamado Axerjo que era el sitio de confluencia de
los dos arroyos, cuyas aguas al salir de la Caldera formaban el caudal que hoy se llama
barranco de las Angustias.
“Al principio y llevados en hombros de indígenas cristianos,
pasaron algunos oficiales
y soldados sin encontrar
resistencia por hallarse el paso abandonado, creyéndole de imposible tránsito;
pero avisado a tiempo Tanausú, acudió con sus mejores tropas a la defensa y,
apostándose en lugar favorable, no sólo consiguió detener a los invasores sino
obligarlos a pasar de nuevo el desfiladero, con pérdida considerable de
indígenas canarii y castellanos. Estas circunstancias inspiraron a Lugo el
proyecto de enviar proposiciones de paz al intrépido isleño por medio de uno de
sus parientes, Juan de la Palma,
guerrero convertido y muy adicto a la nueva causa a la que prestaba servicios
de intérprete y espía. La misión de este indígena era ofrecer a Tanausú un
tratado de alianza basado en la solemne promesa de conservarle el mando e
independencia de su distrito, reconociéndose feudatario de Sus Altezas los
reyes de Castilla y aceptando el bautismo con todos sus vasallos, después de
abandonar sus viejas y ridículas creencias. El mensajero aceptó el encargo y se
trasladó enseguida a la
Caldera, donde conferenció con su jefe explicándole el objeto
de su visita y haciéndole comprender las ventajas de aquellas condiciones que
en nada le perjudicarían, dando de este modo fin a una guerra cuyo resultado
era a su juicio muy dudoso, atendido el gran poder de los castellanos.
A estas observaciones, que no
eran inexactas ni exageradas, sólo contestó Atanausú que abandonase primeramente Lugo sus estados y
luego se pondrían de acuerdo para celebrar una entrevista donde se discutirían
las bases de su amplio tratado dé alianza.
Aceptada la proposición y
señalado sitio y día para aquella conferencia, se decidió por ambas partes una
tregua que les permitiese acudir a un punto neutral que lo fue el llamado
Fuente del Pino, distrito de Aridane, y allí se presentarían con cierto número
de guerreros que habían de servir de escolta a sus jefes.
En efecto, fiel a su promesa
Atanausú salió éste de Eceró acompañado
de una escolta de guerreros escogidos y se dirigió al lugar designado, donde ya
le esperaba Lugo impaciente y receloso de su tardanza. Creemos que esto fuera
sólo un pretexto para preparar su traición, que ya tenía meditada, y para cuya
ejecución había emboscado un grueso cuerpo de tropas en el vecino bosque.
Los awuaras, sin desconfianza
alguna y fiándose de la palabra empeñada, seguían avanzando desarmados llevando
su caudillo a la cabeza. Entonces es fama que el guerrero Ugranfir, su favorito,
viendo la actitud sospechosa de los castellanos, le dijo: “Señor, mira lo que
te conviene, porque esa gente parece resuelta a presentar batalla” A lo que contestó el generoso príncipe: “Nada
temo; me consta que el jefe castellano es cristiano, noble y leal”. Pero a
pesar de su nobleza y cristiandad, creyendo Lugo que con infieles no había que
guardar la santidad del juramento y convencido de que si los awuaras volvían a
sus montañas no sería fácil desalojarlos de allí, dio la señal de ataque que
con impaciencia esperaban los suyos y se lanzó sobre los crédulos indígenas que
no podían convencerse de tamaña alevosía.
Aunque en corto número y sin
armas, los engañados guerreros se defendieron heroicamente vendiendo caras sus
vidas, hasta que, acudiendo por la espalda el destacamento que había quedado en
observación a la entrada de la
Caldera, fue imposible prolongar la resistencia, rindiéndose
los que habían sobrevivido a la refriega"," en cuyo número estaba el
desgraciado Atanausú.
Sobre aquel campo de batalla de
triste e infamante recuerdo para Lugo, se tremoló el victorioso pendón,
quedando la isla sometida desde aquel momento a la Corona de Castilla.”
(Agustín Millares Torres; 1977, t. II: 280-3)
Atanausú y los demás guerreros
awuaras sobrevivientes a la emboscada hechos prisioneros fueron embarcados
inmediatamente en una nao para ser vendidos como esclavos en los mercados de
Sevilla, excepto Atanausú que era enviado como regalo a la reina Isabel, pero
este gritando ¡Vacaguaré! prefirió dejarse morir de hambre durante el viaje
antes que ser esclavo, protagonizando la primera huelga de hambre documentada
en Canarias.
Según la Historia oficial, el 3 de
mayo de 1492 después de 213 días de ocupación de Benahuare, Alonso de Lugo da
por finalizada la invasión y conquista de la isla y establece el germen del
primer asentamiento europeo en la isla en el distrito de Tedote, aprovechando
las excelentes condiciones de la costa para establecer un puerto abrigado
situado en las ricas tierras del norte de la isla. Primeramente llamaron al
lugar Villa del Apurón en atención a que estuvieron a punto de ser vencidos por
los hermanos Tinisagua, Agacensie y Bentakayse, gobernadores de aquel lugar. El
nuevo asentamiento europeo, recibe el nombre por parte de los invasores de
Santa Cruz del Señor San Miguel de La Palma. Una misa conmemoró la decisión del
conquistador. Es el primer acto católico que los europeos se celebraron en
Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La
Palma).
Dejando un presidio de guarnición
y un gobernador, regresa a la península ibérica para dar cuenta a los reyes
católicos de los resultados de tan “gloriosa victoria”, y del sometimiento de
la isla antes del tiempo concedido, además de
solicitar las capitulaciones para la invasión y conquista de la isla de
Chinech (Tenerife). Antes de su marcha a la corte esgrimiendo “poderes que dijo
que tenía, para asegurar el respeto a personas y bienes, pidió a Francisca de la Palma (Gazmira) que los
notables diesen a la reina algunos de sus hijos, a título de rehenes, “para que
nos viésemos más su firmeza y lealtad”.
Suponiendo que serían educados en
la corte, para ser exportadores de la lengua y hábitos de la metrópoli, a la
colonia, buscó “22 mochachos e muchachas”,
hijos de nobles locales. Embarcados en compañía del conquistador, arribaron a
Puerto de Santa María en febrero de 1493, siendo
vendidos de inmediato, mientras los padres hacían la guerra, al servicio de
Castilla.
El importe de la venta de esta
partida de awuaras alevosamente esclavizados-además de los remitidos
anteriormente-, no era suficiente lote para cubrir los gastos de la invasión,
así Lugo haciendo gala de los nobles sentimientos cristianos que guiaban su
conducta moral, planeó la manera de rentabilizar las operaciones en Benahuare,
al no poder comercializar a los isleños por haberse estos acogidos al bautismo
y por tanto no podían ser tratados como esclavos de “buena guerra” y por
consiguiente invendibles,
Lugo urdió una patraña, que le
permitió comercializar masivamente a los awuaras. Les acusó de traición
abortada. Según Lugo: Tras prometer convertirse a la “santa fe católica”, se
confabularon a sus espaldas, para “dar en el real” de los castellanos, “e lo
desbaratar”. Enterado Lugo por sus espías, lo impidió, absteniéndose de
castigarlos, a la espera de reales instrucciones. Interesada la reina Isabel en
el negocio, dio crédito al infundio, haciendo regalo sustancioso a su capitán,
para abrir la veda de awuaras: “nos le
hezimos merced de ciento cincuenta cautivos, de los que fueron en la dicha
traición”.
Estando Lugo enfrascado en la
consecución del beneplacito de la corte castellana para la invasión de Chinech
(Tenerife) delegó la captura en los escuderos Espinosa y Benavides. Quienes
cayendo sobre la isla, incautando bienes y cuerpos de aborígenes, que fueron
embarcados para los mercados de esclavos de Sevilla y Valencia.
Poco después, la muerte de cuatro esclavos de Alonso de Lugo, quizá
propiciada o provocada por su propietario, sirvió de excusa, para arrestar a
los familiares de Francisca de la
Palma (Gazmira). Secuestradas sus pertenencias, el
conquistador probó la gravedad del delito, por la dureza del castigo: ahorcando
a dos Tanancas injustamente, y a dos
awuaras, cabeçeras de vando, que habían combatido a sus órdenes, con la excusa
de que habían inspirado la revuelta.
Embarcados
los desgraciados awuaras con la orchilla que tenían expoliada los invasores,
los llevaron a vender a Sevilla, “e a otras partes de Andalucía”.
El celo mostrado por los
aduaneros induce al depredador Alonso de Lugo a recordar a la corona de
Castilla las prerrogativas concedidas recogidas en el alvalá de 13 de julio de
1492. Desmemoriados los reyes para todos aquellos asuntos que puedan afectar a
las arcas reales, en 1493 estando la corte en Barcelona extienden Incitativa
al conde de Cifuentes don Juan de Silva,
alférez mayor, miembro del Consejo y asistente de Sevilla, para que entienda en
la petición de Alonso de Lugo sobre los quintos
de esclavos y otras cosas de La
Palma concedidos por el rey para la conquista de dicha isla,
ya que teme que el Almirante mayor de la
Mar le exija la mitad que le corresponde por merced real,
cuando los envíe a vender a dicha ciudad y otros puertos de Andalucía, y para
que informe si dicho almirante había percibido la mitad de los quintos
obtenidos durante la conquista de Gran Canaria y con qué títulos, para poder
resolver en justicia. Mientras dure dicha información, se ha de registrar ante
el escribano que nombre dicho asistente, las presas hechas, por las que ha de
dar fianzas Alonso de Lugo, a quien no podrá reclamarse la mitad de tales
quintos hasta la resolución real.
Toda esta serie de atrocidades
cometidas con el pueblo awuara por los desalmados invasores, despiertan a
Gazmira de la modorra cerebral en la tenían sumida y comienza a ver el
verdadero rostro de los cristianos. Sintiéndose culpable, “por haber sido ella
intérprete e cabsa de que ellos se confiasen”, quiso pasar a Castilla, para
querellarse ante los reyes, “por sy e por los dichos sus parientes y
naturales”, pero los cristianos esgrimiendo la prohibición de 1491, le
impidieron embarcar, salvando Francisca la cabeza, por
los servicios anteriormente prestados.
Gazmira (Francisca de Palma,)
residente en Gran Canaria, natural de Benahaure (La Palma) “e mucho emparentada
en ella”, explica muy diferente conquista. Convencida por Francisco Maldonado,
“nuestro pesquisidor en la dicha Ysla” y sus regidores, pasó a la Matria (patria) de origen,
para convencer a sus paisanos. Consiguió que diesen vasallaje, “fuesen de paces
e estoviesen a nuestro servicio et mandado”, los bandos, que se repartían la
isla. Los miembros de algunos de estos bandos bautizar en bloque, casando “los
onbres con sus mujeres” según el rito católico, siguiendo su ejemplo no pocos
de los otros bandos.
Sin intención de moverse de la
corte, Lugo delegó la captura en los escuderos Espinosa y Benavides. Cayendo
sobre San Miguel, rompieron la “pacífica paz”, incautando bienes y cuerpos de
awuaras, que fueron embarcados para “estos nuestros reinos”, sin atender a las
protestas de Francisca. Sintiéndose culpable, “por haber sido ella intérprete e
cabsa de que ellos se confiasen”, quiso pasar a Castilla, para querellarse ante
los reyes, “por sy e por los dichos sus parientes y naturales”, pero
esgrimiendo la prohibición de 1491, le impidieron embarcar.
Poco después, la muerte de cuatro
esclavos de Alonso de Lugo, quizá propiciada o provocada por su propietario,
sirvió de excusa, para arrestar a los familiares de Francisca. Secuestradas sus
pertenencias, el “conquistador” probó la gravedad del delito, por la dureza del
castigo: "aforcó injustamente" a dos tanancas, “cabeçeras de vando”,
que combatieron a sus órdenes, so "color" o apariencias de haber
inspirado revuelta inexistente, salvando Francisca la cabeza, por evitar
escándalo sonado.
Autorizada Francisca de Palma, a
demandar a Lugo “por justicia”, recibiendo promesa real de que iría “buena
persona” a la isla, a investigar atropello vetusto, el 29 de enero de 1495,
Alonso Fajardo fue nombrado gobernador de Gran Canaria, con salario anual de
150.000 maravedís de Castilla, iguales a 200.000, en moneda de la isla. Tomada
posesión el 7 de agosto, figuró, entre las misiones encomendadas, la de
solventar la cuestión de Francisca, de “plano” y sin “figura de juicio”. La
encomienda debió ser cumplida, pues le “palmesa” desaparece de la historia
oficial. (Luisa Álvarez de Toledo)
1495
Febrero 28. Madrid (f. 49). Orden al bachiller Fajardo, gobernador de Gran
Canaria, para que informe al Consejo sobre la demanda presentada por la canaria
Francisca de La Palma,
vecina de la isla de igual nombre, que por mandato de Francisco Maldonado,
pesquisidor de Gran Canaria, asentó paces con dos bandos de La Palma, que se sometieron y
colaboraron en la conquista de dicha isla con Alonso de Lugo, quien acabada
ésta vendió sus rehenes y obtuvo, alegando una ficticia sublevación, merced
real para esclavizarlos, apoderándose además de sus ganados y prendiendo ala
dicha Francisca de La Palma,
para evitar que fuera a quejarse al rey. Don Álvaro. Alcocer. Chanciller.
Malpartida. Oropesa. Mármol. (E. Aznar; 1981)
La actividad de Francisca de
Gazmira en defensa de sus conmatriotas está documentada a partir de 1494,
denunciando ante la Corte
los abusos de que era objeto la población awuara. Entre los hechos denunciados
destaca la de los jóvenes nobles de ambos sexos para enviar como rehenes a los
Reyes y más tarde vendidos como esclavos como hemos visto más arriba; grupo al
que seguiría, cinco meses más tarde, otro compuesto por más de cien personas que sigue idéntico fin, sin mencionar los
constantes robos de ganados de que son objeto estos bandos.
La monarquía
castellano-aragonesa para evitar que el escándalo llegase al papado, verdadero
árbitro de las invasiones y conquista de las islas, se hacen eco de las
denuncias planteadas por Francisca de Gazmira y ordenan una serie de pesquisas
que conducen en 1500 a
la localización y liberación de un grupo de esclavos en Jerez de la Frontera, compuesto por
canarios, gomeros, guanches y, entre ellos, algunos awuaras (palmeros) del
bando de Gazmira.
En todo caso,
como en el resto de las islas “realengas”, la pacificación no fue total,
como pretenden algunos historiadores.
Los continuos desmanes que los conquistadores que quedaron
en la isla, cometían en los atribulados awaras, acabaron por agotar la
proverbial paciencia de éstos, quienes sobre 1494 decidieron alzarse contra el
férreo dominio de los extranjeros. Estando Lugo, enfrascado en la invasión de
la isla de Chinech (Tenerife), recibió noticias de la rebelión de los awaras y
no queriendo ausentarse de esta isla, envío como su lugar teniente a la de
Benahuare (La Palma)
a Diego Rodríguez de Talavera con una partida de treinta mercenarios. Llegados
a la isla reunieron a un contingente de awuaras de los bandos de paces y con el
resto de la guarnición, inició una operación de castigo, consiguiendo reducir a
los alzados más que por las armas, por la argucia y engaños. Una ves cautivos,
Talavera ejecuto ejemplar y “cristiana justicia” en los por segunda ves
vencidos hawaras, pasándolos a cuchillo, ahorcándolos y, mandándolos vivos a la
pira.
A este cúmulo de atrocidades el cantor de las católicas
glorias de Isabel I de Castillas y sus capitanes mercenarios, Andrés Bernáldez
cumple su deber, al decir que la isla de Palma, habitada por gente “bestial”,
no fue “señoreada” ni pacificada, “de otra nación” ni persona, hasta que la
conquistó Alonso de Lugo, consiguiendo “despojo”
de 1.200 “ánimas de varones e mujeres, chicos e grandes” y 20.000 cabezas
de ganado, ovejuno y cabruno.
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