El Alto del Garajonay es considerado como un gran
centro de culto y desde su entorno próximo hacia las cabeceras de los grandes
barrancos se disponía jerárquicamente de un entramado de lugares santos donde
los antiguos gomeros realizaban sacrificios.
Los primeros habitantes de la isla desarrollaron
actividades en el monte tales como la captación de recursos madereros o la
explotación de otras materias primas, como la piedra, a la vez que también era
un lugar de permanencia estacionales, paso y aprovechamiento temporal de pastos
y fuentes, sobre todo durante el verano. En su interior se recolectaban frutos,
raíces silvestres y otros elementos vegetales. El monte no albergó grandes
asentamientos pero sin embargo los antiguos gomeros sí desarrollaron en
diversos enclaves prácticas religiosas de calado, que los expertos consideran
muy importantes. Desde fines de la Edad Media se añade a estas actividades aquellas
destinadas a la agricultura tanto de subsistencia como de exportación en una
sucesión de ciclos económicos que llegan hasta la actualidad. De esta manera,
son evidentes aún las huellas de actividades humanas desarrolladas en el monte
gomero hasta fechas recientes. Con todo, el Parque Nacional de Garajonay es,
desde el punto de vista del Patrimonio Histórico, la expresión de una compleja
dialéctica entre el hombre y la naturaleza, que ha tenido como protagonista
principal a los gomeros, antiguos y recientes, y cuya memoria está escrita en
los yacimientos arqueológicos y etnográficos que jalonan el interior del
bosque.
Maria Gómez Díaz
Marzo de 2014.
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