lunes, 3 de marzo de 2014

CAPÍTULO XLVIII-III




EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1781-1880

CAPÍTULO XLVIII-III


Eduardo Pedro García Rodríguez


1873 Febrero 21.
Llega al puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife) el correo procedente de la metrópoli que confirmaba los rumores de proclamación de la Primera República en territorio metropolitano.

1873 Febrero 21.
Es sin duda el gobierno republicano el organismo que más se adapta al progreso y dignidad de las sociedades modernas; pero es necesario para ello que el pueblo donde se implante sea digno por su ilustración política de recibir los' beneficios de esta institución, sabiendo cumplir con sus deberes y obedeciendo los preceptos legales que se le impongan. No estaba, la nación española en condiciones de someterse al régimen libre y expansivo de la repúblíca. Tres siglos de absolutismo y de atraso intelectual en todos los ramos del saber, la habían colocado a una distancia muy considerable de las naciones más civilizadas del continente europeo. De modo que, establecida la República, todos se creyeron aptos para escalar el poder y sin obligación de respetar lo existente, cual lazo de unión para enlazar el pasado con el porvenir. Como consecuencia de estas ideas, ningún ministerio satisfacía las aspiraciones e impaciencias del pueblo, ni la insaciable ambición de los advenedizos políticos que de todas partes surgían, empujándose los unos a los otros para obtener empleos que les permitieran vivir holgadamente sin trabajar ni servir al país. El ejército continuó olvidándose de la disciplina, burlándose de sus jefes y negándose a acudir a los campos de batalla donde el carlismo se enseñoreaba. No había hacienda, los capitales se escondían y la bancarrota asomaba su fatídica cabeza por todos los mercados extranjeros: Los motines y asonadas se sucedían en las provincias y el estúpido cantón se imponía como panacea univeral.

En la metrópoli la crisis del régimen político español, personificado en la reina Isabel, quedó intensificada como consecuencia parcial del retraimiento iniciado por el partido Progresista en 1863.

Desde entonces y hasta su caída en septiembre de 1868, "manmilitari"; el régimen será combatido por los partidos progresista y Demócrata, partidos que establecen, en julio de 1866, un pacto entre sí con el objeto de aunar esfuerzos. Con todo, la crisis del régimen no viene exclusivamente provocada por la oposición activa de tales partidos políticos.

Sobre su agravación, acelerada a partir de 1866, influyen, también, la oposición frontal
de sectores cada vez más numerosos de oficiales y generales.

Este cuadro doloroso, que anunciaba una descomposición inevitable del cuerpo social, en la metrópoli encontraba en las Canarias numerosos afiliados.

Hombres indoctos, ignorantes y fanáticos, invadieron la mayor parte de los ayuntamientos y llevaron el desconcierto a la administración con el pretexto de hacer economías. Deteniéndose en puerilidades, no fijaron su atención en asuntos de verda- dero interés y su gestión, queriendo ser radical y reparadora, fue, en general, perturbadora y estéril.

La primera noticia de la abdicación del rey en la metrópoli y de la proclamación de la República, llegó a las islas de una manera vaga e indeterminada por conducto de los periódicos extranjeros, noticia que se confirmó luego con la llegada del correo español a Santa Cruz del 21 de febrero (1873).
Los republicanos, considerados con manifiesta desconfianza por los llamados radicales y unionistas, alejados sistemáticamente de los cargos oficiales y perseguidos hasta con saña en los albores de la Revolución, se creyeron vengados providencialmente y no vacilaron en echarse a las calles, haciendo locas demostraciones de entusiasmo.

Después de estas primeras expansiones seguidas de tumultuosas asambleas, en las que todos pretendían ser y haber sido fervorosos republicanos, el nuevo gobernador civil español en la colonia don Pedro Mariano Ramírez y el subgobernador del distrito oriental, don Jerónimo Falcón, presidieron los festejos con que se proclamó en Santa Cruz y Las Palmas la nueva forma de gobierno. En la capital tuvo lugar este acto en la mafiana del 2 de marzo, con una aparatosa manifestación que fue acompañada de numerosas comisiones de La Laguna y Orotava, con estandartes, banderas y emblemas democráticos.

Aplazóse para el 16 del mismo mes la proclamación en Las Palmas, que se celebró con salvas organizadas por los Voluntarios de la Libertad, enramadas, músicas y banquetes populares. Por la tarde hubo procesión cívica que estuvo muy vistosa, recorriendo las plazas y calles principales de la población.(A. Millares, t. 5, 1997)

1873 Mayo 12.
Es devuelto por el ejercito español al Ayuntamiento del Puerto de la Cruz en Tenerife, el ex-convento de Santa Catalina.

Llamado también de San Juan Bautista, y fue de Monjas dominicas, situado frente a la parroquia. Por R.O. de 4 de Diciembre de 1872, se cedió el edificio provisionalmente al Ramo del Ejército para depósito de prisioneros carlistas, redactándose el Correspondiente inventario de entrega el 29 del mismo, que lo firma el Alcalde Popular Sebastián Fernández, y recibe por el Cuerpo de Ingenieros Juan Gimeno, haciéndose cargo por el Jefe del Depósito el Alférez D. José J. Pérez. El 12 de Mayo de 1873 se devolvió al Ayuntamiento el citado edificio, donde estuvo instalada esta corporación hasta que un incendio en el primer cuarto del siglo xx lo redujo a cenizas desapareciendo los archivos y otros valiosos documentos.

Del inventario, que no copiamos por carecer de interés, consta que la puerta principal da acceso al patio con 28 pilares de madera que sostienen la galería y una balaustrada con 14 de éstos, existiendo en ella varias habitaciones. Un segundo patio con varias dependencias, donde por la Comandancia de Ingenieros se construyeron retretes y una cocina. La escalera principal de madera conducía al piso alto compuesto de una galería corrida con varias dependencias, y otra puerta principal mar- cada con el número 2, a la fachada de la Iglesia, con varias dependencias en su cuerpo alto. (José María Pinto de la Rosa, 1996)

1873 Junio 9.
La oligarquía criolla representante de la colonia en la metrópoli, firman un pacto para la división de la colonia en dos sectores.

"Los que abajo suscriben, diputados por Canarias, se comprometen previamente y antes de proceder por sorteo a la designación del individuo que en nombre de aquella provincia ha de representarla en la Comisión Constitucional, a lo siguiente: El que resultare elegido propondrá y sostendrá en el seno de la Comisión que, en la político, el Estado de Canarias se subdivida en dos Sub-Estados, y en el caso de que la Comisión se
oponga a ello, que turne la dieta entre las dos islas de Tenerife y Canaria. Madrid, junio
9 de 1873. N. Estévanez. F. León y Castillo. Santiago Verdugo. L. Benítez de Lugo. Eufemiano Jurado Domínguez".

Publicado luego en los periódicos de la colonia este notable compromiso, cuya autenticidad se puso en duda por algunos, produjo en Tenerife una impresión desagradable, pues se creyó que de este modo se amenguaba la importancia de aquella isla, dirigiendo graves cargos a sus representantes por haberlo aceptado. La fraternidad, pues, de que tanto se alardeaba, retrocedía ante las viejas y nunca apagadas cuestiones de antagonismo y rivalidad. Nos hemos ocupado de este incidente solo para recordarlo, pues sabido es que muerta antes de nacer aquella monstruosa organización, no llegó a tener efecto el compromiso ni a poner a prueba la lealtad de sus firmantes.

1873 Junio 30.
Inventarios de la Torre de Santa Ana, Las Palmas de Gran Canaria.

Inventario general de todas las partes que constituyen la citada Torre con expresión de la puertas, ventanas, herrages, etc., que hay en ella, cuya descripción particular y estado en el día de la fecha es como sigue:

Númo I. Cuerpo de Guardia.- Se entra en ella por cuatro escalones de piedra. Puerta de entrada de una hoja de pino teoso en regular estado.

Dimensiones.- 1,24 mts por 2,01 metros

Herrages.- Cerradura y llave, una armella de cerrojo y seis órdenes de clavos de cabeza redonda al exterior.

Se entra en dicho Cuerpo de Guardia subiendo tres escalones de piedra y su pavimento parte es enlosado y el Testo empedrado entrefino. Tiene un armero para 12 carabinas, un camastro con cabeceras sostenido por tres piés derechos, siendo sus dimensiones de 4,65 por 1,85 mts. Otro de1,80 por 0,90 mts ambos en mediano estado. Existe un poyo de asiento que rodea parte del Cuerpo de Guardia.

Númo 2. Depósito de Efectos de Artillería.- Puerta de entrada de dos hojas de tea en mediano estado. Gira sobre quicialeras y las dimensiones de cada hoja son 2,08 por 0,60 mts; los herrages son dos armellas de cerrojo, un candado con su llave y dos argollas.

Hay 5 pies derechos con 27 perchas para colocación de efectos de servicio de las piezas, y el pavimento del local es enlosado. Un claro que queda en la explanada del muelle, con las dimensiones de1,10 por 0,85 mts tiene un bastidor de tea y una reja de hierro compuesta de 3 machos y 5 hembras.

Númo 3. Escalera que conduce á la Plataforma.- Está formada por dos tramos de escalera uno de 3 escalones y el otro de 19. La puerta de entrada á la primera meseta de la escalera con una hoja de tea del país, de 1,88 por 1,22 mts que se halla en regular estado y no tiene herrages ningunos.

Númo 4. Repuestos de Pólvora.- Puerta de entrada de una hoja de pino del país de 1,54 por 0,92 mts. Herrages, tres cerraduras y cerrojos con armellas en muy mal estado.

Núm° 5. Plataforma.- Abertura de salida á la plataforma. Dimensiones 1,37 por 3,13 mts. Tiene un doble bastidor de ángulo de pino del país y dos puertas correderas de id de 1,35 por 1,48 mts cada una. Un asta de bandera con apoyos, tope y asa para sugetar la driza. Una barandilla de madera de tea situada el O.E. compuesta de 16 machos y 2 hembras apoyándose en dos pies derechos extremos. Pavimento de plataforma, enlosado. Una abertura de 1,28 por 1,39 mts con bastidor de ángulo para la colocación de la puerta de pino del país. Puerta de 1,39 por 1,28 mts de la misma madera en mal estado. Esta tiene un reborde con el cual descansa sobre el bastidor. Reja de madera que cubre también el citado claro compuesta de 6 machos y 7 hembras. Dicha abertura se halla practicada en la bóveda del Cuerpo de Guardia.

Escusado.- Existe un escusado con su poyo y asientos de madera en mal estado. No tiene puerta y el bastidor está destrozado. Las Palmas 30 de Junio de I.873
RECIBI                                                                                              ENTREGUÉ

Por la Plaza  Por el Cuerpo de Ingenieros
El Capitán Primer Ayudante                                       El Celador de Fortificaciones
Ventura Ruiz de Bustamante.                                       Eustaquio Aguirre.
(En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)


1873 Julio 13. Nace en San Andrés y Sauces, Benahuare (la Palma). Antonio Martín González. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Facultad de Medicina de Cádiz (España) en 1898.

Un médico activo, trabajador y eficiente que desempeñó durante toda su vida, desde 1901, la plaza de Médico Titular de San Andrés y Sauces, distinguiéndose siempre como un buen profesional y un hombre de bien que ha dejado hondos recuerdos en aquella importante zona norteña.

Como buen médico rural, abarcó muchas facetas de la profesión destacando en la asistencia a partos, por lo que podemos decir que multitud de sauceros arribaron a este “valle de lágrimas” de la mano hábil y experta de don Antonio Martín. Vivió siempre en aquella ciudad y accedió a médico Titular muchos años antes de la guerra civil española. A1 producirse esta, fue como tantos otros compañeros represaliado por el régimen fascista imperante emanado de la metrópoli y más tarde restituido a su cargo de Titular que desempeñó hasta su jubilación y posterior fallecimiento el 21 de Octubre de 1966.

Comendador de la Orden Civil de Sanidad. En memoria, el Ayuntamiento de la localidad le rindió sentido homenaje, nombrándole hijo predilecto y dedicándole una calle del centro de la ciudad.

1874. La Montaña Sagrada de Argodey o “La Fortaleza”, en la Isla de La Gomera es uno de los lugares donde el primitivo pueblo guanche llevaba a cabo sus cultos y ritos religiosos. Las primeras referencias en la época moderna se las debemos al Doctor Bethencourt Alfonso, en su 'Historia del Pueblo Guanche', seña1a cómo en el año 1874 ya descubrió una serie de construcciones, "en parte derruidas", de las que dejará una cumplida relación en un artículo posterior publicado en el número 73 de la 'Revista de Canarias', correspondiente a diciembre de 1881. En el mismo seña1a que en la superficie de esta meseta "[...] se advierte un gran número como de pequeños corrales hechos de piedra seca o sin argamasa, algunos de cantos rodados transportados de los barrancos; ya de figura circular o elíptica, que, desde luego, revelan su antigüedad [...] y una arquitectura extraña al pueblo actual". Bethencourt, atendiendo a su "uso probable", los clasifica como: "edificios que parecen haber servido de viviendas al hombre [...] de un metro de espesor, que fueron todos circulares, sólidamente edificados, de tres metros de diámetro, por uno y medio a dos metros de altura". En segundo lugar, "corrales", que estima debieron servir para encerrar ganado. El tercer grupo lo constituyen pequeños círculos de piedra, que él sospechó sirvieron para recoger líquidos, a modo de cazoletas, y que "estaban tapados como por una pequeña pirámide de piedra" y por último, "monumentos que fueron verdaderos 'pireos'". En el mejor conservado, destacó la pre-sencia de "trozos de huesos de cabra y de cabrito calcinados, cuchillos de piedra, al parecer de fonolita, con los que sacrificaban las reses; pedazos de carbón y leña casi carbonizada que juzgamos son de brezo o tagasaste, y una piedra del tamaño de una naranja, redondeada por la mano del hombre y medio quemada, que ignorarnos a qué uso se destinaría".

También será Bethencourt Alfonso el primer autor moderno que conceda a esta fortaleza, dadas sus especiales características, la consideración de "Montaña Sagrada". Lo cierto es que este cúmulo domo, producto de una erupción volcánica, cuya lava se ha expandido al final del conducto de emisión, y que posteriormente ha sido modelado por la erosión, constituye un hito paisajístico que define este sector suroeste de la Isla. Un espacio que, sin duda, constituyó un lugar de especial significación para los antiguos gomeros.

La antigua Argodey: Las referencias de las fuentes etnohistóricas nos hablan de un lugar en el que se desarrollaron unos hechos, realizando una descripción que nos acerca a lo que hoy conocemos como Fortaleza de Chipude y que los gomeros llamaban Argodey. Así, el ingeniero Leonardo Torriani, en su 'Descripción de las Islas Canarias', señala cómo "[...] reunieron todos los isleños, los cuales hallaron a los cristianos aislados del mar y en medio de la batalla; y los obligaron a retirarse a un sitio alto, que en lengua antigua se dice Argodei, que significa 'fortaleza', por estar formada por un risco muy alto, la cual [...] tiene entrada por un solo lado". En términos similares se expresarán Abreu Galindo y Marín y Cubas, en torno a este episodio que refiere la entrada de Fernando de Castro, y que los historiadores modernos sitúan cronológicamente entre 1424 y 1425.

Las especiales características de este espacio arqueológico, han llevado a diversas interpretaciones, no siempre próximas a la realidad observable. Es el caso de H. Nowak, que habla de altares, betilos y destaca una oquedad en la roca, cerca de la entrada, a la que otorga el carácter de "abertura de libaciones", apreciaciones que serán rechazadas por el profesor Elias Serra Ráfols, que las considera    "sensacionalistas", dando válida la completa descripción realizada por el ya mencionado Bethencourt Alfonso.

Las prospecciones y excavaciones realizadas en los últimos años han permitido sacar a la luz nuevos datos que vienen a transformar notablemente la visión del pasado precolonial de La Gomera.

La excavación y estudio del yacimiento que llevó a cabo el Departamento de Arqueología de la Universidad de La Laguna en 1973 determinó la presencia de siete tipos de estructuras, que responderían a las categorías de cabaña circular, redil, conjunto de cabañaredil, cabaña abrigo y hogar. En cuanto a la datación por Carbono 14 en una muestra de carbón vegetal, dio un cronología de 470+!-60 después de Cristo. No obstante, la inexistencia de estratigrafía no permite establecer que no se utilizara con anterioridad, aunque sí aparece clara su reutilización posterior.

En la tradición oral de la Isla aparece esta montaña, según recoge Antonio Tejera en su obra 'La religión de los gomeros', como un lugar "destinado para cerrar los tratos y los compromisos matrimoniales. Pero era, sobre todo, el punto en el que la gente se reunía un día determinado del año a adorar a la Diosa", tradición que se repite en "La Fortaleza de A1ajeró, pero sobre todo en los altos de Garajonay". A su vez Juan Francisco Navarro propone que la antigua Argodey "debió reunir una variada gama de funciones", entre las que se encontraría el asentamiento estacional de pastores, fortaleza en caso de peligro y un lugar donde se practicaron ritos semejantes a los efectuados en la mayor altitud de la Isla: Garajonay.

En la actualidad, el estado de este yacimiento, muestra las secuelas de su inadecuado uso, habiéndose modificado las estructuras originales para crear nuevos elementos como círculos concéntricos y espirales de piedra, supuestamente destinados a determinados cultos, dañando así de forma irreversible este espacio patrimonial. Contribuye a ello el que se haya popularizado este lugar, como un destino al que acuden numerosos excursionistas, que no siempre se muestran respetuosos con los valores patrimoniales que alberga. Cabe señalar que, además de su interés arqueológico, la Fortaleza está catalogada como Monumento Natural protegido, donde alberga interesantes endemismos botánicos amenazados y constituye un espacio de singular interés geológico y, sin duda, paisajístico. (José Miranda Valerón, 2007)

1874. Las clases dominantes de la metrópoli estaban cansadas de experiencias políticas inestables y deseaban volver a la situación anterior, querían un sistema político que garantizara sus intereses y su dominio. El pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto pone fin a la experiencia revolucionaria nacida en Septiembre de 1868, y proclama la Restauración de los Borbones en el trono español en la persona del hijo de Isabel II, Alfonso XII.

Esta nueva intervención militar en la política española a la que tan aficionados son los mandos españoles carecía de apoyos sociales y no contaba con las simpatías de las élites políticas, por ello el político español Cánovas del Castillo se apresuró a formar el primer Gobierno monárquico-alfonsino y dio los pasos oportunos para montar un nuevo sistema cuyos objetivos garantizaran el orden social y la estabilidad política. Cánovas intenta la formación de un bloque de poder más coherente y más amplio que en las etapas anteriores para que su acción llegue a toda metrópoli y garantice la deseada estabilidad política, por ello inicia gestiones para lograr un pacto entre los representantes de los sectores dominantes de las diferentes regiones españolas, incluyendo una representación en la Junta de Notables encargada de organizar el «nuevo» sistema político. Es elaborada rápidamente una nueva Constitución y se inician las tareas precisas para organizar dos partidos que se turnen en el poder y garanticen su funcionamiento.

El pacto de Estado se puso de manifiesto en las elecciones de 1875. Para poner en mar-
cha el sistema, el Gobierno de Cánovas convoca elecciones a Cortes: de acuerdo con la legislación electoral vigente, todos los hombres mayores de veintiún años tenían derecho a voto.

Estas elecciones se prepararon con sumo cuidado por el Ministerio de la Gobernación español, y pusieron en marcha el pacto entre las élites regionales incluidas las colonias y la Junta de Notables con el Gobierno para establecer las bases del nuevo sistema político. Uno de estos notables explica claramente la situación:

“Estamos caídos pero solicitados, como bien puede figurarse, por los elementos libera-
les del Gobierno: Cánovas, Romero y Ayala, que buscan nuestro apoyo a todo trance y con mucha necesidad para resistir la avalancha de los moderados que se les viene encima... ¿Dónde se preguntarán ustedes se realizará la alianza de los elementos constitucionales con los de Cánovas? En las Cortes frente a la oposición moderada...

De todo esto deducirás tú que el actual Gobierno no nos combatirá, antes bien nos ayudará en los distritos”.

Este es el funcionamiento real del sistema, el monarca nombra un Gobierno que se encarga de hacer unas elecciones para contar con la doble confianza del rey y del electorado, según recoge la Constitución. El papel de los electores es enteramente pasivo porque no son los resultados electorales los que conforman las Cortes, y por
tanto al Gobierno, sino al revés. El Gobierno tras los acuerdos pertinentes con los notables regionales,  provinciales y coloniales hace las elecciones, es decir las convoca sabiendo de antemano el resultado, el papel del electorado es en gran medida meramente formal.

Cánovas del Castillo para evitar algunos problemas planteados en las etapas anteriores como el exclusivismo de algunas fuerzas políticas, el pronunciamiento militar como forma de acceder al Gobierno o el desgaste de la Corona al participar activamente en la política, decide organizar un sistema bipartidista:

“lo que hay que desear es que los partidos llamados de gobierno, que necesariamente han de turnar en la gobernación del Estado, estén lo menos distantes que sea posible los unos de los otros porque, si no, si hubiese entre ellos abismos, el advenimiento de cada partido equivaldría a una revolución”.

El pluralismo político debía quedar reducido a dos partidos monárquicos que se alternaran en el poder. Así la política española obtendría la estabilidad deseada, la monarquía constitucional se consolidaría y la burguesía podría contar con un sistema político acorde con sus intereses:

“El logro de una sociedad burguesa, como diagnostica Jover, en la que al pueblo, como tal, le corresponde un papel de subordinación teñida de marginación, sin más salvación posible que el ascenso individual a la 'sociedad' por antonomasia: una sociedad burguesa que sirva valores utilitarios, que proclama valores aristocráticos”.

La movilización política del electorado no interesa, sólo así se puede asegurar el predominio de la oligarquía y el funcionamiento del sistema sin graves problemas y sin fisuras importantes.

Aunque ello significara subvertir las ideas recogidas en la Constitución y limitar en los primeros años del funcionamiento del sistema las libertades formales incluido el derecho electoral: sólo el 5% de la población podría votar y no se modificaría este principio hasta 1890 en que nuevamente se instaura el sufragio universal aunque se falsean sus resultados de forma sistemática, porque conforme el sistema se consolida se pueden ir introduciendo cambios. Algunas libertades formales van a ser reguladas aunque luego no se cumplan o se limiten con otras normas.

Es abolida la esclavitud, se reconoce la libertad de imprenta, se regulan las asociaciones o se implanta el sufragio universal masculino.

Bajo la Restauración, señalan Solé Tura y Aja, “se acabó de perfilar la estructura estatal puesta en pie por los moderados del periodo isabelino, se completaron las instituciones entonces esbozadas, y se coronó la edificación del Estado centralista y burocrático concebido más en función del horizonte mental y del interés corporativo de la oligarquía agraria y financiera que de las exigencias de un capitalismo dinámico y monopolista».

Ese fue el telón de fondo que presidió el desarrollo de los aparatos y de las instituciones del Estado hasta la República española, y lo fue porque los sucesivos proyectos políticos de diversas fracciones de las clases dominantes no consiguieron cambiar su signo fundamental. La Constitución de 1876 y el sistema creado por Cánovas tuvieron una larga vigencia. (Maria Teresa Noreña Salto; 1991)

1874. Nace en Teguise, Titoreygatra (Lanzarote) Ángel Guerra, Pseudónimo de José Betancort Cabrera. Estudia en el Seminario Conciliar y en el Colegio San Agustín, en Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria). Periodista y narrador, colabora en numerosos periódicos de la metrópoli e hispanoamericanos. En 1908 es corresponsal en París de La Correspondencia de España. Diputado por Titoreygatra (Lanzarote) desde 1913 hasta 1923, ocupa la Dirección General de Prisiones durante la segunda República española. Entre 1936 y 1939 residió en Francia. Como literato cultivó la poesía, la narrativa, el ensayo y escribió dos zarzuelas. Felleció en Madrid (España) en 1950. Obras: Una hoja de mi álbum (1890), poesía. A bordo (1901), narraciones La última (1901), zarzuela La copla (1902), zarzuela Allá (1904), poesía Mar afuera (1907), narraciones A merced del viento (1912), narraciones La casta de los Luzardos (1927), narraciones La lapa (1927), narraciones. 84-87137-16-4 [1989], 84-376-0138-X [1989], 84-87021-92-1 [2002].
1874. Nace en Teguise, Titoreygatra (Lanzarote) José Betancort Cabrera -verdadero nombre del autor que se ocultaba bajo el seudónimo de Ángel Guerra­- y que con el paso del tiempo se ha convertido en uno de los hitos de la literatura canaria del siglo XX. La historia de Martín “La Lapa” y su hermana Candela es la historia viva de la isla de Titoreygatra (Lanzarote). El sentimiento de la tierra, de las costas y del océano se refleja hondamente en los personajes de la novela de Ángel Guerra. Los múltiples personajes de La Lapa sufren los vaivenes de los vientos de mar y de tierra y se asoman, sin buscarlo, a lo más íntimo y universal de la naturaleza humana, mostrando sus miserias y grandezas de manera franca y desnuda. Martín. Veamos uno de sus poemas dedicado al verdugo Alonso Fernández de Lugo:

El lustre y los blasones de tu gloria
con sangre de traición están manchados;
el hierro con que matan tus soldados
es digno pedestal de tu memoria!

Hoy se yergue mi espíritu altanero
para decirte, a nombre de vencido,
con temple y lealtad de caballero,
que en la lucha llevabas escondido
debajo de la cota de guerrero,
el corazón infame de un bandido.
1875.  S e establece una nueva logia esta vez en Arrecife, Titoreygatra (Lanzarote), con el nombre Atlántida Nº 92, levanto columnas en la primavera de 1875, gracias a la gestión de los dirigentes de Teide Nº 53, bajo los auspicios de la obediencia portuguesa. Por otro lado, aparte de los talleres de obediencia lusitana, también existió en Tenerife, entre 1873 y 1874 una logia que con el nombre de Fe Masónica, Nº 91, desarrolló su actividad bajo los auspicios del Grande Oriente de España.
1875. Hasta este año la denominada desamortización de Mendizabal que se prolongó con cierta intensidad en la colonia y supuso la liquidación a precios muy bajos de una extensa superficie de tierras públicas que habían servido como áreas de pastoreo comunal y de abasto de leña para los pueblos. No existe todavía un estudio general en la colonia sobre la procedencia social de este grupo terrateniente que se benefició de la fase final de la desamortización pero los estudios realizados para Tamaránt (Gran Canaria señalan que se produjo una importante concentración de propiedades y que esta acumulación de tierras favoreció sobre todo a la antigua terratenencia colonial nobiliaria ya la burguesía criolla de nuevo cuño que ha alcanzado cotas importantes de poder y riqueza en el siglo XIX a partir de las actividades mercantiles y agrarias o de su simple posición en la Administración de la metrópoli.

La liberalización de los sistemas de propiedad de la tierra para adaptarlos al desarrollo del capitalismo agrario no sólo pasaba por la liquidación de la antigua propiedad amortizada ostentada por los municipios y especialmente por el clero y la extinción de los antiguos derechos comunales de disfrute de las tierras públicas, sino que significaba además la abolición de sistemas de propiedad feudal que permitían la existencia de derechos coincidentes de propiedad y usufructo sobre la tierra. La figura más característica de dominio compartido sobre la tierra era sin duda el censo, figura jurídica que sancionaba una división de derechos sobre la tierra, según la cual el cultivador directo poseía el usufructo y controlaba su empleo de la tierra como medio productivo, mientras que se reconocía al mismo tiempo la existencia de un dominio superpuesto correspondiente al señor de la tierra, que percibía una serie de rentas en reconocimiento de este derecho de propiedad.

En la colonia Canaria la imposición de rentas sobre las tierras llegó a alcanzar gran importancia, sobre todo en las islas de Chinech (Tenerife), Gomera y Benahuare (La Palma).

En parte, ello era debido a la distribución de grandes propiedades en pequeños lotes para su explotación mediante contratos de censo enfitéutico; en otros casos, los tributos impuestos sobre las propiedades derivaban de la venta de rentas impuestas sobre sus propiedades por parte del propietario alodial primitivo, que adquiría así el compromiso de abonar una renta con cargo a su propiedad a cambio de un préstamo ocasional o para satisfacer una deuda ya contraída. A estas dos modalidades de renta se unía además la frecuente imposición de mandas piadosas, tales como misas de aniversario de difuntos, dotaciones perpetuas en favor de santos e iglesias católicos, etc., que llevaban a que una misma propiedad pudiese estar cargada con diferentes tipos de renta, de origen diverso.

La imposición de rentas y tributos sobre las tierras llegó a ser tal que no son raros los casos en que el valor de las rentas igualaba la renta líquida de las propiedades cuando los precios de los productos agrarios bajaban de forma alarmante, o se producía una coyuntura de malas cosechas. No obstante, el peso agobiante de estas rentas sobre la agricultura colonial comienza a resultar extremadamente grave a fines del siglo XVIII, coincidiendo con una larga depresión vitivinícola en la que los precios de los caldos ca-
narios y la merma en el volumen de las vendimias ya no dan para satisfacer muchas de estas pensiones. La liquidación de estos gravámenes sobre la tierra era una condición imprescindible si se quería motivar la inversión en la agricultura.

Por una parte resultaba impensable que el campesinado buscase la mejora de su explotación agobiado como estaba por estas cargas que limitaban su ya escasa capacidad de inversión. Asimismo, en el caso de que el propietario del dominio útil tuviese algunos recursos para afrontar la mejora de las tierras, era improbable que realizase inversiones en ellas, mientras no consiguiese la plena propiedad de las mismas, ya que se arriesgaba a la pérdida de la propiedad y de las mejoras introducidas en la misma cuando una mala coyuntura económica o una sucesión de cosechas desastrosas le impidiesen abonar la renta.

Ya a fines del siglo XVIII comienza a plantearse la abolición de estos gravámenes que pesaban sobre las propiedades, pero es en 1805 cuando el gobierno de la metrópoli dicta la primera disposición sobre la redención de censos, medida aplicable para todo el conjunto de la metrópoli y que apenas si tuvo alguna trascendencia en la colonia Canaria debido a que la redención debería abonarse en vales reales, títulos de deuda pública que habían circulado muy poco en las islas. La redención consistía en la liquidación del censo o tributo mediante una operación patrocinada por el Estado y destinada a amortizar la deuda nacional acumulada. El poseedor del dominio útil debería abonar el capital del tributo en vales reales declarándose extinguida la renta en tanto que el perceptor del tributo era compensado provisionalmente con un rédito anual equivalente al 3% del capital. Si esta medida tuvo escaso efecto ello se debía a la compleja distribución de ambos derechos sobre la tierra en la sociedad colonial Canaria.

Sólo el campesinado y el clero estaban claramente alineados en contra y a favor de la redención de censos; sin embargo, la burguesía rural y la terratenencia tradicional se encontraban en una situación ambigua, pues eran poseedores de tierras sujetas a censo y de censos sobre propiedades. La liquidación de los censos en uno y otro sentido implicaba el reconocimiento del pleno dominio en favor de un sector concreto y la pérdida de la propiedad para los colonos o para los señores del dominio directo y fuera cual fuese la interpretación legal sobre quién debería redimir los censos y concentrar en sus manos la plena propiedad de las tierras la terratenencia perdería el control de una parte de sus propiedades.

Al mismo tiempo la capitalización de los tributos, es decir la determinación de la cantidad a abonar para liquidar un censo, resultaba problemática ya que el derecho consuetudinario local establecía un precio muy bajo para redimir las rentas en especie, lo que llevaba a suprimir rentas de alto valor económico (en una época de alza de precios del grano) por un precio irrisorio. Es comprensible por lo tanto que esta medida para la abolición de los gravámenes que pesaban sobre las propiedades quedase sin aplicación debido a la oposición de los cabildos de las islas que representaban los intereses de la clase terrateniente.  (Juan Ramón Núñez Pestano1991)

No hay comentarios:

Publicar un comentario