EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1861-1870
CAPÍTULO
XLVII-II
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1862 Agosto 31.
Llegó a Añazu n Chineh (Santa
Cruz de Tenerife) una de esas perturbaciones de salud pública que tan
frecuentes han sido, por desgracia, en este siglo (s. XIX). El 31 de agosto de
1862 llegó al puerto de la capital la fragata Nivaria, perteneciente a esta matrícula, la cual por haber salido
de La Habana
con patente sucia, pasó al lazareto de
Vigo, donde permaneció 16 días haciendo operaciones de ventileo y desinfección.
En Vigo tomó a seis marineros y un piloto en sustitución de otro piloto y
cuatro marineros que allí dejó, y llegado el buque a Añazu (Santa Cruz)
principió su descarga el 2 de septiembre, terminándola el 12. Durante esta
operación no se advirtió novedad alguna, hasta el día 7 en que uno de los marineros cayó enfermo,
siguiéndole dos más el lo y otro el 15, presentando todos los mismos síntomas
de una fiebre intensa y de carácter bilioso. De estos enfermos fallecieron
desde luego dos y en los días subsiguientes algunos más, pertenecientes a la
misma tripulación que estaba en tierra, observándose que muchos de los que
entraban en franca convalecencia morían de repente con gran sorpresa de los
médicos de la 1ocalidad.
Extendióse de este modo aquella
enfermedad sospechosa, apareciendo en los meses de septiembre y octubre varios
focos de infección, de los que resultaban personas contaminadas, cuyo
fallecimiento era rápido y sin dar lugar a la asistencia facultativa.
Hasta el día 7 de octubre no se
hizo por el gobernador civil, don DiegoVázquez, la ma- nifestación oficial de
estos casos, declarándose de fiebre con carácter sospechoso, noticia que
produjo una alarma general en toda la provincia, especialmente en aquellos
pueblos del litoral donde se sabía que la fiebre podía desarrollarse.
La mayor parte del vecindario de
Santa Cruz emigró a La Laguna
y pueblos del interior, en los cuales la indemnidad era completa, contribuyendo
esto poderosamente a que la fiebre amarilla, no siendo otra la enfermedad que
de sospechosa se calificara, no hiciera más víctimas de las que
desgraciadamente había ya hecho. Los establecimientos de beneficencia llevaron
sus asilados a La Laguna
y a la misma ciudad se trasladaron las tropas de la guarnición, pero cuando ya
estaban diezmadas por la epidemia, sin ventaja alguna para la disciplina ni
para el mejor servicio público. Las seis islas y los pueblos de Tenerife se
incomunicaron con la capital, consiguiendo, aunque tan tarde se había hecho
la declaración, escapar al
contagio, lo que no se había conseguido en 1810 ni en 1846.
Dos médicos sucumbieron víctimas
de su celo, don Bartolomé Saurín y don Miguel Blanco. Otras víctimas hubo
también, entre las que podemos citar la poetisa doña Victorina Bridoux y
Mazzini, el capellán del batallón don Atanasio Nóbregas, don Miguel Dugour, don
Eduardo Miller, don Pascual y don Ramón de la Barreda y don Estanislao
Muñoz. Según datos oficiales, los fallecidos de la fiebre desde septiembre de
1862 hasta marzo de 1863 en que ocurrieron los últimos casos, fueron 376
varones y 164 hembras, o sea un total de 540 defunciones de ambos sexos, número
bastante ele-
vado si se tiene en cuenta la
población que emigró.
Los habitantes de Santa Cruz
ascendían entonces a 10.930 personas, dé las cuales se diseminaron por los
pueblos del interior de Tenerife, según los datos de la estadística, 5.075,
quedando sujetas al contagio 5.855, y como fueron 540 las defunciones
registradas, resulta que la fiebre diezmó la población allí residente.
Cantóse el tedeum el 28 de marzo
de 1863 y se dio cuenta a la provincia en el Boletín Oficial de 1º abril de la
manifestación hecha por la Junta superior de Sanidad, declarando limpio
aquel puerto e todo contagio. Resistiéronse algunas localidades a la libre
admisión de buques de esa procedencia mientras el gobierno no confirmase la
declaración, pero habiendo sido desestimada esta solicitud, los puertos se
vieron en la dura necesidad de obedecer al gobernador civil, especialmente Las
Palmas, que se había visto amenazada del contagio y sólo por la energía y
decisión de su subgobernador don Salvador Muro, que hizo desalojar una calle y
trasladar a todos sus vecinos al faro que se construía en La Isleta, se logró la desaparición
de aquel foco sospechoso, que unos creyeron de fiebre y otros calificaron de
tifus.
El gobierno de la metrópoli
recompensó los servicios prestados por las autoridades coloniales principales
en aquellas críticas circunstancias, y concedió la cruz de primera clase de la
orden civil de beneficencia a los señores don Diego Vázquez, gobernador civil
de la colonia, don Mariano Rebagliato, capitán general del distrito, don
Joaquín Lluch, obispo de la diócesis de Canarias y administrador apostólico de
la de Tenerife, y a don José Luis de Miranda, alcalde constitucional de Santa
Cruz. Otras muchas personas fueron también premiadas con cruces de segunda y
tercera clase de la misma orden o agraciados con menciones honoríficas.
Acordóse publicar una memoria científica
sobre el desarrollo de la epidemia, para cuya redacción fueron nombrados los
facultativos don Pedro Vergara y Díaz y don Ángel Izquierdo y Rosa, que
cumplieron con grande acierto su encargo, publicando un notable Ensayo
ilustrado con curiosas observaciones y abundante copia de datos estadísticos,
dicho trabajo se publicó en Santa Cruz bajo el titulo de Ensayo histórico sobre la enfermedad que reinó epidémicamente en la
ciudad de Santa Cruz de Tenerife, capital de la provincia de Canarias, desde el
mes de octubre de 1862 hasta el de marzo de 1863,
El gobierno de la metrópoli envió
dos médicos del cuerpo de sanidad militar para auxiliar a los invadidos y libró
del fondo de calamidades públicas una suma de 25.000 pesetas para socorro de
viudas y huérfanos.
Al mismo tiempo se recaudó en la
colonia, en la Isla
de Cuba y en algunas ciudades de España, una cantidad que ascendió a 122.220
pesetas, que también se aplicaron al mismo benéfico objeto.
Esta nueva invasión prueba la
necesidad imperiosa de vigilar con escrupulosa atención las procedencias de
aquellos países donde se padecen enfermedades contagiosas, aún las que proceden
de lazaretos como el de Vigo, pues es probado que si no se importa la epidemia,
ella no se produce espontáneamente en el país. (A.Millares, t.5, 1997)
1863. La farola del
mar era uno de los dos faros de los que disponía el muelle Sur en Añazu n Chinech
(Santa Cruz de Tenerife). En noviembre de 1861 se colocó uno de luz roja en la
punta del muelle. Señalaba el extremo de la escollera, ya que se encontraba aún
en obras. Fue apagado el 30 de junio de 1954 y se mantuvo en el lugar hasta ser
desmontado en 1973. Dos años más reciente fue la popular farola que todavía
sigue siendo. Llegada de París en mayo de 1862, fue encendida el 31 de diciembre
de 1863. Había sido construida por H.Lepaute y fue la segunda señal luminosa
que entró en funcionamiento en Canarias.
Era un faro de orientación, de
luz blanca intermitente, clasificado de sexto orden. Su alcance era de nueve
millas. La torre sobre la que se montó tenía unos seis metros y medio de
altura, con lo que su foco se elevaba a diez metros y medio por encima del
nivel del mar. Los combustibles empleados para su funcionamiento eran aceites
vegetales. Posteriormente se incorporó un mechero de petróleo y unas lámparas
especiales con varias mechas que producían una luz fija. Con la llegada de la
electricidad a Santa Cruz se le dotó de un mecanismo que producía centelleos de
color rojo que tenían un alcance de ocho millas. Pronto se volvió a utilizar su
iluminación original debido a que el fondo luminoso de la ciudad disminuía
considerablemente la visibilidad de los centelleos.
Estaba situada al final del
segundo tramo del muelle. Con la prolongación del muelle su función dejó de ser
de utilidad y fue desconectada. Dejó de funcionar en junio de 1954. En 1976 fue
desmontada y guardada en el solar que la Junta del Puerto tiene frente al Club Náutico.
Ocho años más tarde fue colocada en la entrada del muelle por la Plaza de España. Junto a
ella fuero colocadas una hélice de bronce del crucero Canarias, una locomotora
y una grúa a vapor que faenaba con las gabarras que llevaban Carbón a los
almacenes de Valleseco. En 1991 fue de nuevo retirada para permitir nuevas
obras en la infraestructura portuaria. El 30 de abril de 1994 fue colocada
junto a la marquesina como acto conmemorativo del V centenario.
"Nuestra entrañable farola de la mar es única y
peculiar, cuenta con una marcada visibilidad y contiene en sí una alusión
silenciosa, constante, al espíritu inalienable de la ciudad" (Juan
A.Padrón Albornoz)
El parpadeo de su luz y el perfil de su torre con ribetes
de alminar se ha quedado en la imaginación popular como la estampa nostálgica
de un Santa Cruz que ha desaparecido.(Cioranescu)
¿Quién no ha cantado alguna vez
el estribillo de la Farola
del mar, la pieza folklórica musical más buscada por los turistas? Dudo que
exista en nuestro acervo lírico de tipo popular una cuarteta más conocida y que
cuente con más amplia discografía. Citando de memoria, este estribillo de la
farola figura en grabaciones de María Mérida, Mary Sánchez y Los Bandama, Los
Huaracheros, Sebastián y Olga Ramos, pasando por grupos e intérpretes más
recientes, como Aythamy, el Trío Acaymo y hasta el grupo de rock los Grajos. También
recordamos una canción que cantó en su tiempo el vocalista Agustín Bermúdez,
con versos de Manuel Perdomo Alfonso y música del maestro Bastardi, titulada La
vieja farola, que hizo furor en su época y que el grupo Añoranza, en su
primera andadura, incorporó a su repertorio con la siempre hermosa voz de María
del Carmen Mulet. El estribillo de la farola, como todos sabemos, cuenta con
dos versiones. A estas alturas resulta difícil precisar cuál de las dos es la
primigenia y luego provocó el nacimiento de la segunda. Veamos:
a) Esta noche no alumbra
la farola del mar,
esta noche no alumbra
porque no tiene gas.
la farola del mar,
esta noche no alumbra
porque no tiene gas.
b) Esta noche no alumbra
la farola del mar,
si esta noche no alumbra
mañana alumbrará.
la farola del mar,
si esta noche no alumbra
mañana alumbrará.
Hay buenas razones para pensar
que la cuarteta, en sus dos versiones, pudo muy bien surgir en la capital
tinerfeña, a partir del 31 de diciembre de 1863, el terrible año de la
fiebre, fecha en que nuestra pintoresca farola emitió sus primeros
destellos. Dicen los cronistas que tal guardia nocturna se mantuvo por espacio
de más de noventa años, hasta que el 30 de junio de 1954, anunciado a bombo y
platillo y ante el general desconsuelo de toda la población, el bueno e
inolvidable Nijota no tuvo más remedio que sacar del fondo de su inagotable
ingenio una nueva cuarteta alusiva a la farola:
Ya en el muelle no alumbra
la farola del mar;
pues como era chiquita
la mandaron quitar.
la farola del mar;
pues como era chiquita
la mandaron quitar.
En efecto; la farola dejó de
alumbrar ese día, aunque su nombre va a ser imposible borrarlo del repertorio
coplero de nuestra tierra, pues no sólo ha calado muy hondo en Santa Cruz, que
era el lugar desde donde enviaba sus guiños nocturnos, sino que en cualquier
rincón del archipiélago aún es posible oír este pegadillo estribillo de isa. No
digamos de la aceptación que tiene en el extranjero, donde la farola del mar
resulta tan atractiva para los turistas y compite con el Viva España o Granada
en las juergas de "vino y rosas". No vamos a chafarles la fiesta a
los santacrucreros, ni siquiera a los turistas, que piensan que este estribillo
folklórico es toda una gloria canaria. Pero sí conviene decir que existen
coplas muy parecidas en otras latitudes, como en Bilbao, por ejemplo:
El farol de Artecalle
no alumbra ya;
si no le echan aceite
se apagará.
no alumbra ya;
si no le echan aceite
se apagará.
Podemos encontrar este estribillo
en Canciones bilbaínas de Juan de Orúe, página 28. Y en Castilla, según
José Sánchez-Romero, también existen versos alusivos a la farola, aunque ésta
no sea marina sino callejera:
La farola,
si la farolita se apaga
ya volverá el serenito
y la encenderá.
si la farolita se apaga
ya volverá el serenito
y la encenderá.
Bien; a pesar de esas analogías,
yo sigo pensando que la cuarteta es tan canaria como el macizo de Anaga, que es
para donde miraba nuestra farola de reojo cada noche. Además existe el
testimonio de un hijo del gran coplero tinerfeño Veremundo Perera, que afirma que
su padre fue el autor de tan popularísima cuarteta. Hoy, tras treinta años de
silencio, de estar abandonada en un depósito de la Junta del Puerto,
la vieja farola ha vuelto a decorar los muelles de Santa Cruz. Esta linternita
chicharrera, como dicen Los Sabandeños en su más reciente canción, sigue
siendo uno de los mejores símbolos de la laboriosa y abierta capital de
Chinech (Tenerife).
1863 julio 12.
Actividad periodística en la Isla de La Palma
En
esta época se produjo en La
Palma una destacada actividad periodística. En 1836, José
García Pérez introdujo la primera imprenta, con unos tipos móviles que trajo de
París. A este le siguió Pedro Mariano Ramírez, que construyó una pequeña prensa
en la que aprovechando tales útiles se imprimió una hoja de carácter político.
En 1855 Faustino Méndez Cabezola había intentado publicar el primer periódico,
pero entonces no cuajó la idea. En la segunda mitad del siglo XIX, la prensa
palmera comenzó su andadura con la publicación de numerosos títulos, el primero
de los cuales, llamado “El Time”, apareció el 12 de julio de 1863.
Estos
periódicos, muchos de los cuales se convirtieron en medios de expresión de
colectivos ideológicos, tuvieron una vida muy corta, pero otros lograron
mantenerse durante algunos años, ofreciendo una interesante panorámica del
momento. El más longevo ha sido Diario de Avisos, fundado el 2 de
julio de 1890 y promovido por José Esteban Guerra Zerpa, quien fue su primer
director. En la citada fecha salió a la calle con el nombre de “El Artesano”,
cambiando al día siguiente por su actual denominación. Desde el 6 de junio de
1976 se edita en Santa Cruz de Tenerife.
La
masonería palmera tuvo entre sus filas a lo mejor y más selecto de la sociedad
palmera del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. La primera logia de la que
se tiene noticia fue la “Abora nº 91”, dependiente del Gran Oriente Lusitano,
que pasó después a formar parte del Gran Oriente Español con el número 331. En
1823, cuando se restauró el absolutismo en la figura de Fernando VII, masones,
liberales y librepensadores fueron perseguidos y entre sus víctimas figuraba el
sacerdote Manuel Díaz Hernández, que fue desterrado. Sus paisanos le rindieron
sentido homenaje en la estatua levantada en la plaza de la capital palmera,
inaugurada el 18 de abril de 1897. Los documentos de la masonería fueron
quemados públicamente el 25 de julio de 1936, en la plaza de San Francisco de
la capital palmera, muy cerca de la sede de la logia, que estaba en una
dependencia anexa a la torre de la iglesia.
La Palma no permaneció ajena a las nuevas
corrientes arquitectónicas que llegaban del exterior. Los sacerdotes José
Martín de Justa y Manuel Díaz Hernández asumieron los nuevos cánones impuestos
por el clasicismo académico, plasmado en cuantas obras hicieron conjuntamente.
Martín de Justa está considerado como el artífice de la renovación urbanística
de Santa Cruz de La Palma
en la primera mitad del siglo XIX y en la actualidad pueden apreciarse fachadas
con variedad de detalles neoclásicos consecuencia de la influencia que ejerció
en los constructores y alarifes.
La
cochinilla –cuyo ciclo se alargó hasta la década de los setenta- y la orden que
declaró francos los puertos canarios fueron los factores más importantes del
florecimiento económico, lo que provocó un desenvolvimiento inusitado del
comercio, el apogeo de la construcción naval, un aumento de más del doble del
valor de las fincas rústicas y urbanas, el avance descentralizador en el
gobierno insular, las relaciones económicas y sociales con Cuba e Inglaterra y
la progresiva modernización de la vida insular, acorde con las innovaciones del
momento.
La presencia británica produjo
evidentes beneficios, al preocuparse éstos del desarrollo agrícola, incentivando
la producción y generando un volumen comercial destacado, además de posibilitar
la entrada de materiales para la construcción y otros útiles. (Juan Carlos Díaz Lorenzo,
2010)
1863 Septiembre 29.
Se autoriza por Real Orden de
esta fecha la ampliación de la línea férrea desde la agotada cantera de “San
Pedro” hasta la de Paso Alto. La longitud de la línea instalada era de 2.200 metros. Por esta
vía se transportarían los materiales para las obras de ampliación que se
seguían realizando en el Puerto de Santa Cruz. (Fuente: libro: Historia del Puerto de Santa Cruz de Tenerife – Alejandro
Cioranescu).
1863 Septiembre 28. Ejerciendo la alcaldía del Ayuntamiento de Garachico don Esteban de Ponte, la corporación municipal da contestación a un escrito de la Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio, en la que pedía le suministrasen noticias históricas acerca de la importancia de su puerto, tanto anteriores a la erupción volcánica de 1706 como posterior a este acontecimiento.
Los ediles responden que el pueblo de Garachico hace
muchos años que venía clamando por la habilitación de su puerto, como único
medio de poder sacarle del estado de abatimiento en que se hallaba sumido,
después de que desapareciese de él el comercio, tanto él como los nueve pueblos
que componen el antiguo partido de Daute, que eran Guancha, Icod, Silos,
Buenavista, Tanque, Santiago, San Juan de La Rambla, Guía y Adeje, sin que hasta el momento
presente hubiese obtenido resultado positivo alguno. Informan de las magníficas
cualidades físicas que poseía la bahía en el pasado, a las que agregaron la
abundancia de sus buenos vinos, la extensión del cultivo de la seda, la
cochinilla o grana y otros productos propios para el comercio, que se producían
en esta parte de la Isla,
con más abundancia que en el resto de ella, por lo que atrajo a comerciantes de
todas las naciones a ejercer su profesión aquí.
La prosperidad de este pueblo –argumentan los munícipes–
desapareció en algún tanto con la erupción del Teide el día 5 de mayo de 1706,
arrojando sobre él una gran parte de su lava, que destruyó lo mejor de su
pueblo y sepultó una porción de su magnífico puerto. Este acontecimiento hizo
disminuir su comercio y retirarse a algunos de sus comerciantes, así como a los
vecinos más pudientes. Sin embargo, el amor patrio, que permanecía en aquellos
pocos que quedaron, hizo que se reedificaran la mayor parte de sus casas y
principales edificios y se reparase, en parte, el puerto, dejándolo apto para
el embarque y desembarque, consiguiendo de esta manera que
se continuase ejerciendo en él el comercio, aunque en menos escala. Hasta que
en el año de 1723, mandando en estas Islas el comandante general Marqués de
Vallehermoso, dictó una providencia prohibiendo se admitiesen bajeles de
ninguna nación en el puerto de Garachico; quedando con esta disposición cerrado
su puerto y la población en completa decadencia, pues su vida dependíadel
comercio. Así, apoyados en tan poderosas razones, los Ayuntamientos han venido
representando al Gobierno de Su Majestad, tanto en el año de 1723 como en el de
1808 y otros, solicitando la habilitación de su puerto, sin que
hasta el día de hoy haya podido obtener resultados
favorables; sólo en el año de 1811, con motivo de haberse padecido la fiebre
amarilla en Santa Cruz y en el Puerto de La Cruz (o de La Otrotava), por disposición de 23 de octubre del
mismo año, el señor Duque de Parque Castrillo, que mandaba en estas Islas, tuvo
el gusto Garachico de ver su puerto habilitado y ondear en su bahía los
pabellones de todas las naciones, reviviendo la animación que su comercio en
otro tiempo le diese; pero duró muy poco este placer, porque, habiendo cesado
el mal, cesó también la habilitación.
El cielo, el mar, el fuego que la tierra tiene oculta en
sus entrañas –continúa la exposición–, han descargado alternativamente sus iras
sobre Garachico; todo parece haberse conjurado para borrar este pueblo del mapa
de Tenerife.
La circunstancia de hallarse Garachico y pueblos
comarcanos distantes de los centros de consumo de la Isla, sin carreteras que
permitan transportar los frutos con prontitud y economía, les obliga a valerse
de los transportes por mar; lo cual ofrece peligros y dificultades, después de
que la erupción del Teide redujese a este puerto al estado en que se encuentra.
El medio de contribuir eficazmente a fomentar la riqueza de los pueblos de esta
comarca de Daute es el de ejecutar en el puerto de Garachico las obras que
reclama y que son compatibles con su importancia relativa. Así les colocaría en
situación de exportar con facilidad y economía, los vinos, las sedas, la
cochinilla y demás artículos que se producen aquí en abundancia. Se remataba el
escrito con la sugerencia de que, una vez terminadas las obras del muelle o
desembarcadero del puerto, éste fuese abierto al tráfico internacional.
La contestación a esta última insinuación no se hizo
esperar, el 13 de octubre se comunica al Alcalde que esa solicitud es muy
probable que no diese resultado, porque el 1 por mil, que es lo que se obtiene,
de los productos que por el puerto se importan, no basta para cubrir los gastos
que esta modalidad de puerto originaría:
Un
interventor . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.000 reales
Un
administrativo . . . . . . . . . . . . . 3.000 “
Un
auxiliar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2.000 “
Un
celador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1.500 “
TOTAL
reales 11.500
Para
lo que harían falta unas importaciones de más de 11 millones de reales de
vellón, siendo ésta la única razón que inclina a la Junta a no patrocinar deseo tan encomiable. Ya
verá usted –le dice el firmante don Enrique Pérez–, por la copia que le remito,
la exposición que se eleva al Gobierno de la nación.
En
efecto, en base al informe facilitado por el Ayuntamiento, la Junta de Fomento confecciona el suyo (más
completa y mejor redactado) y lo termina con “todas estas consideraciones
nos mueven a hacer llegar su voz hasta el trono excelso de V. M. con la
petición de que se manden estudiar las obras que reclama el puerto de
Garachico. Santa Cruz de Tenerife 31 de octubre de 1863”.
El
anteproyecto contemplaba que la obra sería costeada a partes iguales entre el
Estado y el Municipio22. El 10 de diciembre de 1864, y para hacer frente a este
coste, la Corporación
municipal garachiquense confecciona una relación de productos que sería grabada
para tal fin: la contribución territorial en un 10%, importaciones de pescado
salado, de cal de piedra y en polvo, azúcar, suela para el calzado, lino, guano
y sobre los barriles grandes de sardinas; además de sobre la exportación de
leña y carbón.
Con
ello se obtendrían diez mil cuatrocientos cincuenta y nueve reales con
cincuenta céntimos (10.454´50), que sería la cantidad que anualmente aportaría
el municipio durante diez años. Para más garantía –pedía la Junta de Agricultura Industria y Comercio–, estas
partidas de ingresos tendrían que ser incluidas en los presupuestos generales
anuales del Ayuntamiento.
Por fin, el 12 de enero de 1865 se comunica a Garachico
que se estaba firmando el proyecto definitivo, pero que faltaban algunos datos,
entre ellos: “¿De dónde se podía extraer la sillería para los exteriores de la
obra y de dónde los materiales para la escollera?”. A lo que se contestó: “Las
piedras para la sillería serían extraídas de ‘Los Batanes’, que distaban un
kilómetro del muelle, que eran de superior calidad y serían trasportadas
durante 250 metros
al hombro y parihuelas y el resto por yuntas. Para la escollera se dijo que se
encontraban piedras del volumen de una vara cúbica y más, a 300 metros, por tierra y
buen camino, en donde llaman ‘El Río’ y en el extremo opuesto al muelle, por mar, a
la misma distancia, donde llaman ‘Mar
del Viento’”.
El proyecto fue aprobado definitivamente el 19 de octubre
de 1865, según comunicó a la mencionada el ministro de Fomento; con la
condición de que la obra se hiciese a contrata mediante subasta pública. Una
vez realizada la puja, la obra fue adjudicada a don Pedro Ravina Castro, por
Real Orden de 12 de agosto de 1876.
Pero todavía no estaban las formalidades burocráticas
terminadas; a esta obra se le añadieron dos proyectos adicionales: un camino de
servicio para la extracción de materiales, aprobado el 7–6–1878, y la
construcción de un muelle provisional y otros accesorios, aprobados en
27–8–1878, habían transcurrido quince años desde los inicios del trámite.
La obra total del muelle que se construyó, parte del cual
hoy disfrutamos, se elevó a 93.440´21 pesetas (ya habían cambiado hasta el
sistema monetario), según liquidación final del ingeniero jefe, y firmada en
Santa Cruz de Tenerife a 12 de junio de 1879. (José Velázquez Méndez)
1863 noviembre 11.
El 11
de noviembre de 1863 arribó al puerto palmero el transporte de guerra español General
Álava, con fuego en una de las carboneras. Como el incendio no remitía, el
comandante Pita da Veiga, después de escuchar a la junta de oficiales y
maquinistas, en la madrugada del día siguiente decidió el desembarco de las
tropas que iban a bordo y la varada del buque en la playa de Bajamar, para
intentar su rescate. Pero se levantó mal tiempo y la popa quedó anegada por el
agua. El día 13, el aspecto que ofrecía el barco era desolador: la fuerza de la
marejada había partido el buque en dos y su aparejo, velamen y chimenea, eran
un amasijo de hierros, cabos y palos. (Juan Carlos Díaz Lorenzo, 2010).
1863 11 noviembre 11.
Manuel
Velázquez Cabrera
Nace en Tiscamanita, el 11 de
noviembre de 1863. Su madre muere tres años más tarde. Pocos años después, su
padre tuvo que emigrar a Uruguay. Él recibe instrucción primaria en las
escuelas de Tuineje, Pájara y Antigua.
A los doce años tiene que ir con
su hermano Sebastián a encontrarse con su padre a Uruguay. Su padre muere antes
de él llegar a Montevideo. Allí está varios meses.
Regresa a Canarias y estudia cinco años en el Seminario Diocesano de Las Palmas, luego bachillerato en el Instituto de La Laguna y hace Derecho en Madrid (España).
De 1896 a 1900 fue representante de Fuerteventura en la Diputación Provincial. Hay una etapa de menos dedicación a la vida pública activa, hasta que en 1910, con un pequeño grupo de majoreros, toma la iniciativa del Plebiscito de las Islas menores a las Cortes de la Nación.
El Plebiscito fue una actuación política original, única en toda la historia política del Archipiélago. Fue una iniciativa audaz, valiente y lúcida. Recogió 3.388 firmas en las islas de Fuerteventura, Lanzarote, Hierro y Gomera y, viajando personalmente a Barcelona y Madrid, logró que sus propuestas fueran debatidas por las Cortes españolas.
Manuel Velázquez Cabrera. Abogado, fue el autor y promotor del Plebiscito de las Islas Menores (Fuerteventura, Lanzarote, Hierro y Gomera (Archipiélago Canario), acción ciudadana participativa que influyó decisivamente en la Ley de 1912 que creó los Cabildos Insulares y concedió representación en Cortes a dichas islas. Es uno de los Padres de los Cabildos y Defensor de las islas periféricas del Archipiélago Canario.
Este documento, elaborado por
Velázquez, debatido y promovido por él, tuvo una influencia determinante, junto
a otros factores, en la creación de los Cabildos Insulares, por la Ley de Canalejas de 11 de
julio de 1912, y en el logro de que las islas periféricas tuvieran
representantes propios en el Congreso de los Diputados.
El
Cabildo de Fuerteventura, junto al Ayuntamiento de Tuineje, la Asociación de Vecinos
El Tabaibe, la
Fundación Manuel Velázquez Cabrera y el C.F. Tiscamanita
organiza anualmente un Memorial cuyo objetivo es rememorar la labor de D.
Manuel Velázquez en favor de nuestra isla, pero también de Lanzarote, El Hierro
y La Gomera.
El
Memorial se realiza en torno al 11 de noviembre, fecha de nacimiento de este
ilustre majorero. En torno a ese día se realizan conferencias, obras de teatro,
títeres, conciertos de música etc cuyo objetivo es analizar la vida y obra de
D. Manuel Velázquez, o bien difundir su labor a todos los sectores de
población, con especial incidencia en la comunidad escolar.
Murió el 19 de diciembre de 1916,
a los 53 años, en una habitación del Hotel Universal de Madrid (España).
1865. La
Metrópoli suprimió la
escala añazera (santacrucera) del correo americano, posiblemente en 1865, y lo
restableció en 1868, a
insistencias de la
Diputación Provincial; se volvió a suprimir en 1875 y se
repuso en 1877, para trasladarla al Puerto de La Luz en Tamaránt (Gran Canaria), con gran
escándalo de unos y júbilo de otros; hasta que, finalmente, hubo tantas líneas
y tantas posibilidades de viajar o de embarcar correspondencia, que estos
exclusivismos se quedaron desfasados y faltos de interés.
Las relaciones con las demás
islas eran por lo menos tan importantes como las con el exterior. El tráfico
interinsular era intenso, servido por unos 25 bergantines de 25 a 30 toneladas; pero la
idea de las líneas regulares no se había impuesto aun. Las relaciones más
frecuentes, con Tamaránt (Gran Canaria), se mantenían con ritmo bastante
regular: en 1815 había un barco que viajaba entre las dos islas dos o tres
veces a la semana. El cabotaje estaba prohibido por el gobierno español a los
navíos de otras nacionalidades, pero los franceses habían conseguido, como
resultado de su reciente intervención militar, el privilegio de poder navegar
entre las islas.
1865
Abril 30. Nace en Tedote n Benahuare
(Santa Cruz de La Palma)
José Esteban Guerra Serpa hijo de los grancanarios Pedro Guerra Vallejo,
tipógrafo de profesión, y María Candelaria Zerpa Hernández, dedicada a las
labores de su casa. se mantuvo en esa isla hasta 1897. Guerra Zerpa marchará a
América y colaborará, primero en Venezuela, con Secundino Delgado en la
fundación de la revista El Guanche (revista quincenal de la que se publican
cinco números desde el 18 de noviembre de 1897 al 6 de febrero de 1898) y en la
agitación política independentista que reclamaba para Canarias un estado
soberano, y, en segundo lugar, ya en Cuba y en los primeros decenios del siglo
XX, con el también tipógrafo, periodista, masón y nacionalista José Cabrera
Díaz, primer presidente del Partido Nacionalista Canario y responsable de la
edición de El Guanche, 2º época (diecinueve números desde el 15 de marzo
de 1924 hasta el 28 de febrero de 1925), junto al palmero de los Llanos de
Aridane Luís Felipe Gómez Wangüemert, que figuraría como director de la
revista. José Esteban Guerra Serpa fallece en la Habana en 1926.
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