FANEQUE
HERNÁNDEZ BAUTISTA, profesor de Historia
Documentación genealógica a cargo de JUAN RAMÓN GARCÍA TORRES.
Documentación genealógica a cargo de JUAN RAMÓN GARCÍA TORRES.
Artículo de la serie ALGUNAS
CURIOSIDADES GENEALÓGICAS EN TORNO A UNA PROBADA ASCENDENCIA CANARIA DE CINCO
SIGLOS
A. MENCEYES
DE TAORO
Mencey Bentor. José C. Gracia
en eldia.es
|
Leopoldo de la Rosa en un excelente artículo
publicado en AEA en 1977, La familia del rey Bentor, investiga la
descendencia del último Mencey de Taoro. Bentor se inmola en los riscos de
Tigaiga de la misma forma que lo hiciera Bentejuí, el último guadarteme de
Canaria, en los riscos del Ansite, despeñándose voluntariamente para no
entregarse a los conquistadores castellanos que lo cercan un mes después de la
estrepitosa derrota en La
Laguna en la que fallece su padre. Bencomo, como es sabido,
murió a manos de Pablo Martín Buendía un soldado de la compañía canaria de
Maninidra que intervino decisivamente, al final de la batalla, para decantar la
victoria del lado castellano.
Nos descubre este autor con
certeros razonamientos la identidad de una de sus hijas que aparecía
enmascarada bajo el nombre bautismal de Ana Gutiérrez. A través de distintos
documentos de fines del XVI referidos a dos de sus descendientes llamados Ana
Bentor de Mena y Antón de Mena Benchorne, que dicen ser primos hermanos entre
sí, el preclaro investigador, atando cabos, entresaca de la lectura de los
mismos que Ana Bentor, hija de Pedro de Mena, y Antón de Mena, hijo de
Sebastián de Mena, tienen respectivamente como padre y abuelo, a Martín de
Mena, el marido de la ya mentada Ana Gutiérrez. El que dos de sus nietos
ostenten el apelativo indígena le parece a De la Rosa una prueba concluyente
para proceder a identificarla como la hija del inmolado Mencey Bentor de Taoro,
aserto que, modestamente, compartimos dado el peso de sus argumentos a los que
deseamos añadir algún otro.
El ilustre genealogista,
culminando sus pesquisas, localiza el testamento de Ana Gutiérrez, dictado en La Laguna en 1522 ante Alonso
Gutiérrez, presumiendo que este se dicta poco antes de su muerte. A pesar de su
pésimo estado de conservación, nos dice, su lectura confirma su matrimonio con
Martín de Mena y la descendencia con él habida, pues Ana, la moribunda, nombra
como herederos a sus hijos Pedro, Juan y Bastián, a partes iguales. Cita además
una deuda de dos reales con un tía suya, llamada doña Mencía, a quien identifica
el investigador como una hermana del mencey de Abona. El trato de doña asignado
a dicha señora, reservado en aquellos tiempos para las personas de alto rango
nobiliario (es el caso de doña Catalina de Guzmán en Gran Canaria) confirma la
estirpe real guanche de la señora y refuerza su presunción de que Bentor debió
estar casado con una hermana de la tal doña Mencía, la cual, según sus
referencias, era infanta del reino o menceyato de Abona. Finalmente, en el
testamento, Ana nombra como albaceas para hacer cumplir sus voluntades a su
marido, Martín de Mena, y a Gaspar Hernández, uno de los guanches más premiados
en los repartimientos por su eficaz colaboración en la conquista de la isla,
probablemente porque pertenece a la realeza de alguno de los bandos de paces.
Como nuevo argumento a favor de
la estirpe real guanche de Ana Gutiérrez, destacamos de nuestra lectura del
documento que los testigos que la acompañan “en las casas de su morada”
son toda una representación de la sociedad indígena guanche. Hemos podido
constatar, analizando los protocolos notariales de esos años, que al menos tres
de los citados (Diego de Ibaute, Juan Mayor y Alonso Rodríguez) son
reconocidamente naturales, es decir, guanches, a pesar de sus ibéricos nombres
y apellidos con la vernácula excepción del apellido Ibaute. La dignidad real de
la Señora
explicarían el ceremonioso agrupamiento en torno a ella de la más alta nobleza
indígena de la isla.
Acerca de Martín de Mena, el
esposo de Ana Gutiérrez, sabemos que pertenecía a una acomodada familia de
mercaderes con presencia en Gran Canaria desde antes del 1500. Su procedencia
nos es desconocida aunque podríamos presumir en función de su apellido que
tiene un origen más o menos remoto en el Valle de Mena. Serían en ese caso los Mena
oriundos de las merindades de Burgos. Nos confunde sin embargo un protocolo de
1526 ante Justiniano, en el que un tal Juan de Mena, “portugués”, estante, da
un poder general a cierto procurador para cobrar deudas.
Consta en las escribanías que un
tal Pedro de Mena, fallecido en Gran Canaria antes de 1507, había sido estante
en dicha isla. Quizá este personaje fuera su padre. Otro Pedro de Mena,
probable hijo del anterior, hermano en tal supuesto de Martín, bautiza a una
hija en Telde el 16 de febrero de 1511, fruto de su matrimonio con Catalina
Perdomo. En Tenerife, en 1515 se tiene constancia de otro mercader llamado Juan
de Mena, posible hermano de los citados, que reside en El Realejo, que da
cuenta en un protocolo de haber obtenido repartimientos en Abona.
Un documento protocolado en 1508
ante Juan Ruiz de Berlanga (folio 253 vto.) refiere un poder otorgado por Juan
de Bérriz a otro mercader vizcaíno para que cobre determinadas cantidades a
ciertos deudores, entre ellos, a los herederos de Pedro de Mena, mercader
estante que fue de Gran Canaria, que le deben 55.000 mrs. de buena moneda de
Castilla.
Concluimos de todo lo expuesto
que los Mena son una gran familia de mercaderes, probablemente portugueses, que
establecidos inicialmente en Gran Canaria pasan a Tenerife a comienzos del
siglo XVI. Las mercaderías con las que trabajan por las cuales adeudan tales
cantidades al mercader vizcaíno son, según consta en un protocolo relacionado,
paños, lienzos, hierro, herraje y otras cosas.
De la presencia de Martín de Mena
en Tenerife se tienen referencias documentales desde la primera década del
siglo. Casado en primeras nupcias con Teresa Gómez no se conoce descendencia de
dicho primer matrimonio pero sí del segundo, el establecido con la indígena de
estirpe real guanche Ana Gutiérrez, a la que le aporta su apellido.
Un protocolo de 1527 dictado ante
Justiniano, en el que se realza la preeminencia de la esposa, nos vuelve a
confirmar la existencia de dicho enlace y nos da la buena nueva de que Ana
Gutiérrez no falleció en 1522 como conjeturaba De La Rosa por lo que seguramente
pudo incrementar su descendencia:
“Ana Gutiérrez, vecina, mujer
de Martín de Mena, con su licencia, da poder general a Francisco de Lucena,
procurador de causas, vecino, para resolver querellas y cobrar sus deudas.
Martín de Mena, presente, consiente en todo lo que su mujer en esta carta hace.
Testigos: Pedro de Sobranis, Alonso de Jerez, Gaspar Justiniano, vecinos. Por
no saber, Gaspar Justiniano”.
De los hijos que conocemos de
este ilustre matrimonio nos referiremos en primer lugar al primogénito, Pedro
de Mena, alguacil de campo de la isla a mediados del siglo XVI, quien tiene
como hija, con su esposa Polonia de Lugo, a la ya citada Ana Bentor de Mena.
Polonia, según declarará su descendiente, era hija natural de Catalina Infante
y del herreño Alonso de Lugo aunque este parece que se negó reiteradamente a
reconocerla.
Acerca de Juan de Mena, el
segundo de los hijos conocidos, De la
Rosa, al no encontrar huellas documentales, presume que debió
morir joven. Nosotros, sin embargo, les vamos a mostrar un documento que
acredita su existencia adulta, un poder que pensamos que pudo pasar
desapercibido al historiador por estar protocolado en la escribanía de la Ciudad de Canaria ante el
escribano Cristóbal de San Clemente :
1531/VII/4 Las Palmas Escribano.
Protocolo 740. 1500-1533 F 132
“Juan de Mena, vecino de la
isla de Tenerife, otorga poder a Juan Gómez de Fregenal, su suegro, vecino de
la isla de Tenerife, para que tome posesión de un casa pajiza que linda con
casa de Juan López y por arriba con tierras del Señor Adelantado, la cual le
dio Marcos Hernández en pago in solidum de un cahíz de trigo. Testigos: Marcos
Hernández, Andrés de Vesga y Juan Vizcaíno. Por no saber, (firma) Juan Vizcaíno,
vecinos y estantes”
Cualquier aficionado a la
genealogía canaria sabe que, de confirmarse dicha identidad, nos encontraríamos
ante una joya documental pues se colige de ella la posibilidad de un consorcio
matrimonial entre un descendiente directo del Mencey de Taoro, Juan de Mena,
con una hija de Juan Gómez de Fregenal, de quien sabemos que fue el esposo de
María Doramas, la hija del conquistador de Tenerife Juan Doramas, probable
nieta por tanto del Guayre de anchas narices y de su esposa de la estirpe de
los Semidán. Juan Gómez de Fregenal, indígena canario, no sabemos si
conquistador o repoblador, fue efectivamente el segundo esposo de María Doramas
con quien casa en 1514. En su testamento, dictado en 1541, declara ser vecino
del Realejo de Abajo y señala como herederos, por este orden, a Leonor Márquez,
Juan Serrano, Ángela Hernández, María Hernández, Alonso Gómez, Mencía Gómez,
Inés Hernández, Francisco Duramas y Pedro Gómez. Pero ¿cuál de las hijas
citadas pudo ser la esposa de Juan de Mena?
En la publicación Historia,
leyenda y genealogía del apellido Oramas, obra de José Antonio Oramas Luis,
se realiza una prolija descripción de la descendencia de Juan Doramas, a quien
nosotros identificamos como Meteimba, pero en ningún momento se habla de un Juan
de Mena como esposo de ninguna de las hijas de Juan Gómez de Fregenal y María
Doramas. Considerando las fechas que están en liza y reconociendo que no
contamos con información ad hoc, conjeturamos que Juan de Mena pudo ser el
primer marido de la primogénita Leonor Márquez con quien no habría tenido
descendencia pues esta, en su testamento, solo declara que estuvo casada con
Juan de Cuenca. Además de las fechas, nos sirve como indicio el hecho de que no
conste en las escribanías que Leonor hubiese sido dotada, como sí lo fueron sus
hermanas.
Hemos realizado esta extensa
digresión por un motivo que no escondemos: algunos genealogistas, entre los que
no me encuentro, opinan que Leopoldo de la Rosa Olivera pudo
haber errado al defender que Sebastián de Mena es el padre de Juan de Mena el
viejo, el quinto peldaño de nuestra escala. De hecho, este autor reconoce en su
trabajo que se trata de una simple conjetura pero, una vez establecido que Juan
de Mena Gutiérrez llegó a la edad adulta y que casó con una hija del canario
Juan Gómez de Fregenal, podría ciertamente pensarse que Juan de Mena el viejo
puede ser hijo de su homónimo, quien portaría en ese supuesto sangre indígena
tanto guanche como canaria.
De Sebastián de Mena, el tercero
de los hijos de Martín de Mena y Ana Gutiérrez, nos dice el ilustre
genealogista, que casó con Leonor de Ayllón, hija del prestamista Miguel Ayllón
y de su esposa Leonor Vélez. Hijos contrastados de esta pareja son el ya citado
Antón de Mena Benchorne, Ana Vélez y otro Pedro de Mena, dando De la Rosa como hijos probables a
otro Sebastián de Mena, vecino de Vilaflor, quien estuvo casado con Margarita
Hernández, y a Juan de Mena el viejo, nuestro ascendiente, por quien sigue la
línea.
B. DE
TAUCHO (TENERIFE) A GUADALDA (GRAN CANARIA)
Con Juan de Mena el viejo
se inicia una fase en el cuadro genealógico adjunto caracterizada por la
fiabilidad de los entronques pues a partir de ahora estos quedan sólidamente
documentados tanto en las líneas tinerfeñas que estudia De la Rosa como las grancanarias
que son objeto de este artículo.
Sin duda Juan fue un personaje
muy relevante entre los naturales de Tenerife (descendientes de los guanches)
por cuanto en unión de tres de sus hijos y de un hermano, suscriben el 16 de
marzo de 1601 un poder ante el escribano de Daute por el que, en unión de otros
guanches de apellido Asensio, Ibaute y Betancor, se suman al recurso presentado
días antes en varias escribanías de la isla por los naturales guanches para
mantener el privilegio de portar a la
Virgen de Candelaria cuando esta es sacada en procesión, con
el argumento de que eran descendientes directos de los que adoraron a la imagen
antes de la conquista.
Aunque en dicho documento Juan de
Mena se dice vecino de Daute, su casa y hacienda principal estaba en Taucho, en
el antiguo reino de Adeje. En los testamentos que dicta, el último es de 1622,
un siglo después que el de su abuela Ana, declara haber estado casado con
Melchora Verde de Betancor, hija del herreño Alonso de Lugo (sí, es la misma
persona que el padre de Polonia, la esposa de su hermano Pedro de Mena) y de
Águeda Pérez de Munguía quien enlaza con el alto linaje de los Betancor hasta
llegar a Teguise. Los hijos de Juan y Melchora son, por orden de edad, Juan
de Mena el mozo, por quien sigue la línea, Martín de Mena (casado con
Isabel Martínez), Águeda Pérez de Munguía (casada con Pedro García del
Castillo), Melchora Verde (casada con Hernán García del Castillo), Mateo de
Betancor y Diego de Mena. De todos ellos, no señala De la Rosa, se tiene constancia de
la continuidad de la estirpe excepto para Mateo de Betancor cuyas
circunstancias vitales desconoce.
Si bien esta es una línea
colateral, podemos desvelar a los interesados en la genealogía canaria que
Mateo de Betancor, junto con su esposa Juana González y sus hijas, nacidas en
Tenerife, pasaron a Gran Canaria a fines del siglo XVI. Una de sus hijas,
llamada Melchora Verde como su abuela, declara en el testamento que dicta en
1652 ante Juan Báez Golfos en la
Ciudad de Canaria que es vecina de esta isla y que en ella
posee, además de las propiedades que le correspondieron por dote (tierras en La Culata de Tejeda y seis
reses vacunas), las siguientes propiedades:
“…después que falleció mi
padre (Mateo de Betancor) me tocó de su legítima 200 ovejas y 60 borregos y 14
colmenas y un esclavo de color negro llamado Sebastián y dos vacas y una yegua
y un pedazo de huerta y parral en el término de Tejeda y 50 cabras y diez o
doce carneros”
Algo más adelante nos da detalles
acerca de su familia grancanaria y tinerfeña que tienen indudable interés
genealógico:
“…mi hermana María Verde y yo
dimos poder a mi marido Lázaro de Betancor y a Gregorio Pérez mi cuñado y a
Francisco González, primo mío, para que cobrasen en la isla de Tenerife la
legítima que le pertenecía al dicho mi padre… de la legítima de sus padres y
mis abuelos Juan de Mena y Melchora Verde, vecinos que fueron del lugar de
Taucho…y fianzaron la dicha pretensión con Juan de Mena mi tío…”
Esta referencia final a su tío,
Juan de Mena, por quien sigue la línea, nos va a servir de ayuda para no irnos
más por las ramas y volver al tronco principal de este árbol genealógico.
Juan de Mena el mozo, que fue
junto a su padre uno de los demandantes de mantenimiento del privilegio de
porteo de la virgen por parte de los naturales guanches de Daute, casa en Icod
en 1604 con Francisca de Carminatis, una bien dotada doncella, cuyos abuelos
maternos habían sido el mercader italiano Juan Jacome de Carminatis y Juana
Joven, hija esta del conquistador de Tenerife, el barcelonés Jaime Joven.
El testamento de Juan de Mena
Betancor dictado ante el escribano Díaz de la Guardia en 1653 nos
informa de las extensas propiedades de las que era poseedor en Taucho sobre las
que funda una capellanía perpetua y también, entre otros aspectos, acerca de su
prolija descendencia masculina pues reconoce en el mismo que tiene como hijos
legítimos de su matrimonio a Luis, Gonzalo, Dionisio y Juan de Mena, Francisco
de Betancor y Alonso de Lugo.
El segundo de los hijos citados, Gonzalo
de Mena, por quien sigue la línea, también se traslada, como ya lo hiciera
su tío Mateo Betancor a finales del siglo anterior, hasta la isla que queda al
oriente, para casarse en el Valle de los Nueve, en 1618, con Catalina
Gutiérrez. He aquí la partida que lo atestigua:
Iglesia de San Juan Bautista
Libro 1 Folio 203 Vto. Nº 579 Año 1638
"Estando en el Valle de
los Nueve término desta Ciudad de Telde lunes dos de Agosto de mil y
seiscientos treinta y ocho años, case in facie Eclesie segun orden del Santo
Concilio de Trento a Gonzalo de Betancor hijo de Juan de Mena y de Francisca
Carmenates, vecinos de Tenerife, y a Catalina Gutierrez hija de Pedro Lorenzo y
Marcelina Gutierrez vecinos desta Ciudad lo qual hice con licencia del Doctor
Francisco de Cubas Beneficiado y por fe y verdad de lo qual lo firmo; testigos
Sebastian Rodríguez y Gregorio de Vera y Tomás Hernandez mozo de coro y
otras personas vecinos desta Ciudad de Telde. Luis Aguiar Toledo.”.
Acerca de este topónimo me van a
permitir una breve digresión toponímica como acostumbro hacer en mis artículos.
El siguiente texto extraído de Wikipedia, cuyo contenido comparto enteramente,
nos habla del origen del término:
En época precolonial, la zona del
Valle de Los Nueve se encontraba dentro del Faycanato de Telde y recibía la
denominación de Guadalda, que, según el historiador Buenaventura
Bonnet y Reverón, es la raíz etimológica de la actual nombre (Uad-arroyo,
alda-nueve). Existen versiones populares sobre el origen del topónimo que
son erróneas y que indicarían que este proviene del número de los primeros
pobladores castellanos, y que son desmentidos por la documentación histórica,
ya que fueron diez (y no nueve) los beneficiarios de los primeros repartos
(como demuestra el historiador Vicente Suárez
Grimón en su obra "La propiedad pública, vinculada y
eclesiástica de Gran Canaria en el Antiguo Régimen") y por el hecho de que
el topónimo ya aparece antes de la finalización de la conquista de Gran Canaria
(1483).
Pues bien, en este “valle de
los nueve arroyos” los descendientes de Gonzalo de Mena o de Betancor, como
también es llamado, proseguirán su existencia a lo largo de varias generaciones
manteniendo el apellido Mena por tratarse de varones hasta llegar a María de
Mena casada con José Rodríguez Fleitas, hijo este de Juan Rodríguez de
Fleitas, natural de la Orotava,
y de Mª Ángeles Torres, natural de La
Vega, con cuyo hijo Juan se perderá definitivamente el
apellido.
Juan Antonio Fleitas, nacido
en Telde, casa en la Iglesia
de San Juan Bautista con Mª Antonia de Sosa, cuyos padres, dice la partida
correspondiente, son vecinos de la ciudad de Canaria en el pago de Marzagán.
Este matrimonio, cuyos apellidos por partida doble son de indudable origen luso
tendrá una hija, de nombre Juana Fleitas de Sosa que aunque casa
también en Telde culminará su existencia en La Atalaya de Santa Brígida,
lugar en el que fallecerá en 1835, ya bien entrado el siglo XIX.
C. LAS
CUEVAS DE LOCEROS
Los eventos sacramentales de las
personas que siguen el linaje estudiado se ofician por tanto a partir de ahora
en la Iglesia
de La Vega de
Santa Brígida. La partida de bautismo de Mª del Pino Benítez, uno de sus
descendientes, por quien sigue la línea hasta llegar a mi tatarabuela, nos da
fe del nuevo y troglodítico lugar de residencia en el que se asientan:
Iglesia de Santa Brígida (La Vega), Libro 12 - Folio 352
Vto. - Año 1794.
"En la Parroquia de este lugar
de la Vega a 4
de Enero de 1794 años yo, Gregorio Alberto de Medina, presbitero theniente de
cura de dicho lugar, baptisé puse óleo y chrisma a María del Pino Brígida
Antonia hija lexitima de Joseph Benítes y Juana Fleitas; abuelos paternos:
Christobal Benites y Juliana Rodrigues; maternos: Juan Antonio Fleitas y Maria
de Sosa. Nació a 28 de Diciembre próximo pasado, fue su padrino Gaspar Antonio
Torres, fuele advertido el parentesco espiritual. Son vesinos de este lugar de la Atalaya y lo firme.
Gregorio Alberto de Medina."
Curiosamente, nos dice el
cronista de la localidad, Fleitas, Sosa y Torres son, entre otros, apellidos
muy frecuentes entre los actuales vecinos del barrio de La Atalaya. El enigma sin
embargo, que por ahora no hemos podido resolver, es encontrar el motivo
concreto por el cual el matrimonio formado por José Antonio Benítez, nacido en
El Tabaibal de Jinámar, y Juana Fleitas, en Marzagán, empobrece hasta el punto
de irse a vivir a finales del siglo XVIII al lugar más deprimido de la comarca:
las casas cueva de La Atalaya
donde
La Atalaya 1893. FEDAC
|
viven aisladas unas gentes que,
al decir de un visitante inglés, Alfred Samler, “por alguna extraña razón no
están bien vistas por sus vecinos, quienes raramente se casan con ellos”.
Quizá una huída de la justicia por parte de su marido o un grave infortunio
económico puedan explicar el grutesco paradero de nuestros ascendientes con el
más que probable añadido de contar con familiares muy cercanos viviendo en el
pago.
Los motivos de la aversión comarcal
hacia los vecinos de La
Atalaya está necesitada de un estudio en profundidad. Pedro
Socorro, el apreciado cronista de la
Villa de Santa Brígida, nos adelanta unas líneas de
aproximación al problema que agradecemos grandemente:
“A partir del siglo XVIII las
viviendas en cuevas en el barrio de La Atalaya experimentaron una notable expansión como
habitación de los grupos sociales desfavorecidos, tales como los pobres de
solemnidad, las viudas y, en general, los marginados. En los archivos
parroquiales se registran, además, un grupo destacado de inmigrantes
procedentes de Fuerteventura, especialmente de Pájara y de la Vega de Río Palma. Quizás
muchos de ellos llegaron huyendo de las hambrunas que se suceden en la isla
majorera a comienzos de esa centuria, pero también otros como siervos y
esclavos para servir al que fuera canónigo de Fuerteventura, Luis Fernández
Vega, quien una vez establecido en Gran Canaria construyó entre 1733 y 1737 en
la parte alta de La Atalaya
la Ermita de La Concepción,
una edificación declarada Monumento Histórico Artístico, que aún hoy se
conserva, y que tiene la particularidad de contar con siete lápidas en el
exterior que se corresponden con enterramientos de la época del cólera morbo
(1851)”.
La descripción de otro viajero inglés,
Alfred Burton Ellis, nos confirma la dureza de las condiciones de vida en La Atalaya en 1885:
“Descendiendo por una brusca
pendiente llegué al nivel superior del poblado en el que los cubiles tenían las
fachadas encaladas. Las cuevas estaban en su mayoría divididas con esteras, en
el frente y en el fondo. Montones de ollas con formas anticuadas, …, mostraban
el comercio que se daba en el lugar y los montones de papas el sustento vital.
Había huecos en las paredes a modo de estanterías y la decoración la formaban
varias estampas de la Virgen
y otros temas sagrados. Completaban el mobiliario bancos y mesas rudimentarias
y muchas tenían esas gigantescas camas que tanto gustan a los aldeanos canarios
y a las que hay que subir de un salto tras coger carrerilla. Las aves rapaces,
gitanos y demás, bajaban en bandadas desde sus nidos pidiendo a gritos
cuartillos sin aceptar un no por respuesta”.
En el drago de familia, que con
paciencia de jardinero estamos cultivando, son muchos los ancestros que nacen,
viven y mueren en Las Cuevas de Loceros, hoy conocidas con el nombre de La Atalaya, donde no hay
constancia, a pesar de las racistas palabras del visitante, de que hubiese
población alguna de la respetable etnia gitana. Además de las pervivencias
indígenas, acreditadas por las técnicas alfareras sin empleo de torno que han
llegado hasta nuestros días, el lugar fue, efectivamente, siguiendo las pistas
de nuestro propio árbol, un centro de acogida para inmigrantes majoreros como
los Miraval, y mucho antes los De León; también para descendientes de esclavos
y gentes diversas que presumiblemente allí encontraron refugio. En todo caso,
la miseria de sus moradores, la promiscuidad y el abandono en que estaba sumido
el poblado troglodita en aquellos tiempos difíciles debieron constituir por sí
mismo un caldo de cultivo para la marginalidad.
Algunos de los descendientes de
Mª del Pino Benítez, nacida en La
Atalaya, se extendieron por los pagos vecinos ubicándose a la
vera del camino que enlaza la
Atalaya con Tasaute en unas cuevas del pago del Exmonte
(sic) en el lugar que hoy se denomina San José, muy próximo a la Villa de Santa Brígida. El
nombre de dicho pago tal y como se recoge en las partidas de sucesivas
generaciones de tasauteños nos informa del proceso de deforestación del bosque
de lentiscos que imperaba en aquellas lomas pues este paraje recibió primero el
nombre del Monte, luego, tras la roturación, del Exmonte, y por último el de
San José de las Vegas tras su conversión en fértiles tierras de cultivo.
En la fotografía adjunta les
presento a mis tatarabuelos Mª del Pino Estévez Troya
y Antonio González Pérez en
compañía de una de sus hijas, Concepción González, y de un nieto en las
inmediaciones de la casa cueva donde vivían. En torno a sus apellidos les diré,
como curiosidad genealógica, en relación con los de mi tatarabuela, que los
Estévez más antiguos de este linaje proceden de Firgas: son el matrimonio
formado por Juan Estévez García y Catalina Rodríguez que casan en El Sagrario
(Las Palmas) en 1627, aunque sus descendientes vivirán en el Pago de las Cuevas
durante centurias. Por la parte de los Troya, llegamos, también en el siglo
XVII, hasta el matrimonio formado por Sebastián de Troya y María Lorenzo,
vecinos de La Vega,
no sabemos bien de qué parte del valle aunque presumimos que son igualmente
talayeros.
En cuanto a los apellidos de mi
tatarabuelo solo puedo decirles que los González son sencillos labradores a jornal
que viven en La Vega
al menos desde el 1600, mientras que los Pérez, emparentados con los de León,
proceden de Fuerteventura, siendo los más antiguos del linaje, por ahora,
Sebastián Pérez Umpiérrez y Feliciana de León que casan en Pájara en 1717. Estos
inmigrantes majoreros, también vecinos de la Atalaya, son probablemente servidores del Luis
Fernández de Vega que cita el cronista, el que fuera
Manuel Glez. Estévez y Agustina
Domínguez
con dos de sus hijas. Cuba 1907 |
canónigo de Fuerteventura, quien,
como pueden comprobar en la partida adjunta, aparece oficiando la ceremonia de
bautismo de un sobrino, hijo de su hermano Martín, que es también nuestro
ascendiente por la parte ya estudiada de los Vega.
Iglesia de Santa Brígida (La Vega), Libro 4 - Folio 101 -
Año 1675
"En el lugar de la Vega quinse dias de febrero
de 1675 yo Luis Fernandes de Vega de la gloriosa Santa Virgida deste lugar de la Vega, Baptise puse olio y
chrisma a Luis, hijo lexitimo de Martin Fernandes de Vega y de Maria Nabarra,
su lexitima mujer, vesinos deste dicho lugar; fue su padrino Bartholome
Fernandes de Vega; vino a la pila de seis dias nasido de que doy fe y lo
firmé.”
La miseria de aquellas gentes se
trasluce en la vestimenta y en la tristeza de la mirada de mi tatarabuela,
hasta el punto de que María del Pino fallece en 1899, a los 54 años, ahogada en
el estanque cuando fue a lavar a la acequia. Así lo señala su hijo Manuel en
una especie de anales familiares que llamamos el libro rojo, donde el viejo
Manuel González recogía todas las incidencias de la familia, pero me van a
permitir que la glosa de estas entrañables figuras pueda hacerla al itálico
modo a través de unos versos que forman parte de mi epopeya familiar, El Árbol
de las Octavas, publicada en parte, en Cantos de Mestizaje :
Míseros labradores de La Vega,
perdida la memoria de otros
tiempos,
que, por no tener, no tienen
ni tierra
en la que dar descanso a los
muertos,
requiriendo del obispo
dispensa
para casarse muchas veces
entre ellos.
Gentes ahítas de hambre y de
amargura
de por vida enterradas en las
grutas.
En las blancas casas de
su morada
en un hermoso patio al
descubierto
con olor a tomillo y a
hortelana
entreveo en infantiles
recuerdos
viejas manos acariciando una
talla;
son mis tías bisabuelas que de
negro
van cubiertas de los pies a la
cabeza
aguardando a que alguien las
requiera.
María Estévez, mi tatarabuela,
fue a parar al fondo de un
estanque;
resbaló cuando lavaba en la
acequia
y acabó con su vida en ese
lance.
que parió tantos hijos sin
percance.
De una mozuela del risco,
prendado,
uno de ellos, corrió barranco
abajo.
A su vera, la mujer de
extraños ojos
se convierte en blasón de la
familia:
adorado femenino tesoro
cuyo nombre sagrado es
Agustina,
madre del alma de los hijos
todos
que pueblan los rincones de
esta isla.
Venerada seas, vieja
matriarca,
indígena diosa, Venus de
Tara.
Como tantos isleños valerosos,
desertando del hambre y la
miseria
cruzó el charco hacia Cuba con
su esposo.
Allí dio a luz a mi abuela
América
para emprender un obligado
retorno
cuando a Manuel las fiebres lo
laceran.
Al atracar el vapor en el
puerto
vuela el alcaraván a su
encuentro.
Concluiremos este artículo con un
toque de humor, recurriendo a una noticia publicada en La Gaceta de Tenerife de 11 de
abril de 1930 bajo el título “Corrida de toros improvisada” en la que, con
cierta sorna, se describe un suceso acaecido en la Vega en el que resultó ser
infeliz protagonista un hermano de nuestra tatarabuela.
A las 11 de la mañana del
domingo último, el vecino de la
Atalaya (en la vecina isla) Francisco Estévez Troya, de 64
años de edad, casado y de oficio labrador, transitaba por una parcela de tierra
que lleva en arrendamiento conduciendo unas vacas de su propiedad a pastar
cuando, al pasar por la linde que separa su finca de la de doña Pino Navarro
Suárez, fue embestido inopinadamente por un novillo, propiedad de dicha señora
que se hallaba por aquellas inmediaciones pastando, dándole los consiguientes
revolcones en el suelo e hiriéndole. Unos labradores que presenciaron el hecho
recogieron al herido y en un auto lo trasladaron con toda urgencia a la Casa de Socorro de Vegueta de
Las Palmas. El infortunado presentaba una fractura de tibia y peroné izquierdo,
de pronóstico reservado, quedando hospitalizado, por orden facultativa, en San
Martín.
(N:
nacimiento D: defunción) (En rojo la línea de sangre)
(Tomado de:
file:///C:/Documents%20and%20Settings/Edu/Escritorio/GENEALOGIAS%20CANARIAS%20%20ASCENDENCIA%20GUANCHE%20%20LOS%20MENA%20DE%20TENERIFE%20Y%20GRAN%20CANARIA.htm)
Quiero testificar sobre cómo me curaron del herpes. He estado viviendo con esta enfermedad durante los últimos 11 meses, he hecho todo lo posible para curar esta enfermedad, pero todos mis esfuerzos resultaron abortivos hasta que conocí a un viejo amigo mío que me contó sobre un médico a base de hierbas llamado Dr. Oniha, dijo. Me dijo que el Dr. Oniha tiene cura para todo tipo de enfermedades, aunque nunca creí en eso porque creo que no hay cura para la enfermedad del herpes. Pero decidí intentarlo cuando contacté al Dr. Oniha, me dijo que tiene una cura para el herpes que curó con hierbas medicinales. Ordeno la medicina a base de hierbas, que el Dr. Oniha me envió a través de un servicio de mensajería que utilizo y ahora he aquí que el herpes se ha ido y ahora tengo mi vida de regreso, si estás ahí viviendo viviendo con esta enfermedad, me agradarás para contactar también al Dr. Oniha y curar esta enfermedad de su cuerpo. Soy un testimonio vivo de la cura herbal del Dr. Oniha. Gracias una vez más al Dr. Oniha por ser enviado por Dios. contacte al Dr. oniha a través de su información de contacto.
ResponderEliminarCorreo electrónico: onihaherbalhome@gmail.com
Número de Whatsapp: 1 (6692213962.
Sitio web: www.onihaspelltemple.com