1835 Julio 5.
El que sería teniente general de los ejércitos de la metrópoli don Ignacio
Pérez Galdós nació en Las Guiniwuada n Tamaránt (Palmas de Gran Canaria) el
cinco de julio de 1835. Era el octavo de diez hermanos, de los que el menor
sería el ilustre escritor don Benito. Su padre, don Sebastián Pérez Macias,
descendiente de una familia de labradores acomodados de Valsequillo, Tamaránt
(Gran Canaria), había formado parte, como Subteniente, del batallón de
voluntarios conocido como La Granadera Canaria, que participó en la Guerra de la Independencia. A
su regreso perteneció a las Milicias Canarias alcanzando el empleo de capitán
con grado de teniente coronel y ocupando en 1842 y 1843 la comandancia del
castillo de San Francisco o del Rey.
A los diecinueve años, Ignacio fue nombrado Subteniente
del Batallón “Provincial” de Las Palmas, nº 4 de las Milicias Canarias,
quedando en situación de provincia. Decidido a seguir la carrera militar, en
septiembre de 1958 ingresó en la
Escuela de Estado Mayor y, finalizados los estudios, ascendió
a teniente de dicho Cuerpo en 1862. Tras realizar las prácticas reglamentarias,
fue destinado a la
Capitanía General de Canarias, donde solicitó y obtuvo el
pase al Ejército de Cuba.
Como consecuencia, en 1864 obtiene una rápida serie de
ascensos: 20 de enero capitán de E. M. en Ultramar, 15 de julio capitán de E.
M. de la escala general por antigüedad y el 10 de agosto comandante de E. M. en
Ultramar destinado a la sección del Cuerpo en la Isla de Cuba.
Al extenderse a Las Villas la insurrección iniciada por
Carlos Mª Céspedes en Demajagua, el comandante Pérez Galdós fue enviado a esta
jurisdicción, compartiendo, como era habitual, el servicio propio de su Cuerpo
con la intervención directa en las operaciones militares, conduciendo convoyes,
dirigiendo columnas o mandando interinamente unidades, tanto en Las Villas como
en la zona del Cauto o en torno a Bayamo. Tomó parte en combates como los de
Humilladero, La Curia
y Bueyecito y en los ataques a los campamentos atrincherados de Cauto, Las
Brigadas y las Coloradas, quemándolos después de dispersar al enemigo. El
decreto de gracia general de 1 de junio de 1869 le concedió el grado de
teniente coronel de Caballería y en recompensa por su actuación los días 12 al
16 de abril entre los ríos Buey Jicotea y Cauto el grado de coronel de
Ejército.
Al empezar el año 1870 fue trasladado a Santiago de Cuba,
donde mandó unidades, como el Batallón de Cazadores de Reus, o columnas, como
la formada por dos compañías de este batallón, medio batallón del Regimiento de
Infantería de León y una pieza de artillería, con la que participó en la acción
de Brunís en la que resultó herido.
En marzo de 1871 es recompensado con el empleo de teniente
coronel de Ejército, por su actuación al frente de la columna de voluntarios
catalanes y poco después recibe las encomiendas de Isabel la Católica y de Carlos III.
Cumplido el tiempo máximo de permanencia en las Antillas, regresa a la Metrópoli el 5 de julio
de 1875.
Destinado a la Capitanía General
de Navarra, participó con la guarnición de Pamplona en la lucha contra los
carlistas, destacando su actuación en las operaciones de cooperación al ataque
de Montejurra, por las que se le premiaría con otra cruz del Mérito Militar. El
18 de mayo de 1876 asciende a teniente coronel de E. M. y es destinado a la Sección de dicho Cuerpo en
las Islas Canarias. En mayo de 1877 vuelve voluntario a Cuba siendo ascendido a
Coronel de E. M. en Ultramar y designado jefe de la 1ª media brigada de la 2ª
división de la Comandancia
de Holguín y Las Tunas.
La insurrección cubana, agotada por sus divisiones
internas y las presiones políticas y militares de Martínez Campos, estaba en
franco retroceso. El Pacto del Zanjón, 10 de febrero de 1878, puso fin a la
lucha en Las Villas y Camaguey, pero fue rechazado por Antonio Maceo que acordó
con Vicente García, a quien reconoció como general en jefe, proseguir la
campaña en Oriente, Las Tunas y Holguín. Galdós participó en encuentros como el
Savial y la Dichosa
y fue promovido a brigadier. El 9 mayo, Antonio Maceo abandonaba Cuba y Vicente
García, cuya situación era insostenible, convino con los españoles marchar al
extranjero, acompañado de más de cien hombres, y deponer las armas, incluyendo
en sus fuerzas las del brigadier Belisario Grave de Peralta que quedó encargado
de efectuar la capitulación. Ésta tuvo lugar el 6 de junio, las fuerzas cubanas
de Las Tunas, 1 brigadier, 12 jefes, 31 oficiales, 73 sargentos y 350
individuos de tropa y 218 hombres más, incluyendo el batallón de Holguín, se
presentaron en el campamento de Rompe a las fuerzas españolas mandadas por el
brigadier Ignacio Pérez Galdós a quien le cupo la honra de poner fin a la
contienda cubana.
Poco después regreso a Canarias, quedando en situación de
cuartel en Las Palmas. En 1879 se presentó candidato a diputado en Cortes por
la jurisdicción Sur de Gran Canaria, derrotado por Pedro Bravo no volvió a
participar activamente en política. Nombrado Gobernador militar de Santander,
permaneció allí dos años pero asuntos familiares reclamaban su presencia en
Canarias. Muerto su hermano Domingo, la administración del patrimonio de los
Pérez Galdós atravesaba malos momentos y la quiebra del marqués de Villanueva
del Prado hacía imprescindible liquidar la elevada deuda que éste tenía con
ellos y había garantizado con su hacienda de La Aldea de San Nicolás. El
pleito se presentaba largo y difícil, de hecho iniciado en 1881 no tendría su
fin hasta 1892, estaba claro que a los Pérez Galdós les era necesaria la
presencia de alguien que impusiera orden y salvase lo posible. D. Ignacio cesó,
a petición propia, como gobernador militar de Santander y quedó en situación de
cuartel en Las Palmas.
La muerte del gobernador militar de Gran Canaria hizo
posible que el brigadier Pérez Galdós fuese destinado a su tierra natal. El
puesto, no muy brillante desde el punto de vista castrense, le permitía
disfrutar de su familia, atender a sus negocios y asistir al desarrollo
económico y urbano de su ciudad natal, que en lo militar trajo su primera y deseada
unidad del Ejército activo, el Batallón de Cazadores Gran Canaria número 2 y la
construcción del Palacio Militar.
En mayo de 1891 don Ignacio fue ascendido a general de
división y destinado a Santa Cruz de Tenerife, como segundo cabo de la Capitanía general de
Canarias y gobernador militar de la plaza. Allí supo captarse el respeto de los
tinerfeños, como se pondría de manifiesto con ocasión de los graves incidentes
ocurridos durante la
Semana Santa de 1893. La alianza de los “leonistas”
grancanarios con grupos de La
Palma, Gomera y El Hierro, tradicionalmente dominadas por
Tenerife, se impuso a las facciones tinerfeñas en las elecciones a diputados en
Cortes. Pocos días después se publicó la reforma de la división territorial
militar, el Archipiélago pasaba a ser una Comandancia militar, formada por dos
gobiernos militares con cabeceras en Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) y
Guiniwuada (Las Palmas), plazas en las que el comandante general podía residir
“indistintamente”. La reforma parecía hecha para los intereses del general
Pérez Galdós. El Viernes Santo se celebraron las elecciones senatoriales y los
“leonistas” parecían tener asegurada su supremacía. Irritados grupos de
tinerfeños atacaron a los electores partidarios de León y Castillo que tuvieron
que salir de la ciudad, entre insultos y piedras, protegidos por fuerzas
militares. Algunos de los perseguidos se refugiaron en el domicilio del
gobernador militar pero no se levantó una voz contra el general, que en una
época de rivalidades interinsulares había mantenido el más exquisito equilibrio
oficial y llevado su acendrado grancanarismo en la intimidad.
Al ascender a teniente general, 28 de septiembre e 1898,
rehusó la oferta ministerial de hacerse cargo de la Capitanía general de
Aragón y permaneció en Guiniwuada (Las Palmas), en situación de cuartel, hasta
abril de 1900 que fue nombrado capitán general de las Islas Canarias. El año
1901 trajo algunos desasosiegos políticos al Archipiélago, especialmente el
asesinato del joven Marrero por el segundo teniente de Infantería Cabrerizo, en
Guiniwuada (Las Palmas). El sepelio, al que asistió el general Pérez Galdós,
fue un exponente de la repulsa popular. Poco después nuestro general sería
designado presidente de la 1ª sección de la Junta Consultiva
de Guerra, forma encubierta de retirarle el Gobierno su confianza. La noticia
fue acogida con consternación por todos los sectores de la sociedad canaria. En
Las Efemérides de 13 de enero de 1902 podemos leer “Todas las
corporaciones y sociedades de la
Provincia han telegrafiado a S. M. la Reina, el Presidente del
consejo de Ministros y Ministro de la
Guerra solicitando quede sin efecto el traslado del Capitán
General”.
Pérez Galdós presentó inmediatamente la dimisión del nuevo
cargo y volvió a quedar de cuartel en Guiniwuada (Las Palmas).
Un año después es designado, de nuevo, capitán general de
Canarias, cargo en el que continuaba cuando falleció en Guiniwuada (Las Palmas)
el 29 de noviembre de 1905.
Su sepelio fue una multitudinaria manifestación del respeto
y cariño de sus paisanos. De él diría José Mesa y López: “El general Pérez
Galdós, tenía el justo concepto de los deberes que le imponía su alta
jerarquía. Conducta privada sin mácula, trato social intachable y energía sin
claudicaciones “. (MB)
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