domingo, 19 de enero de 2014

EL FAUSTO





1968 julio 20.
La tragedia del Fausto llenó de dolor y de angustia no sólo a los hogares de los familiares y amigos de los infortunados, sino también a la Isla toda, ante el curso de unos acontecimientos que, a medida que fue transcurriendo el tiempo, provocó una sensación de gran desconcierto entre quienes participaron en su búsqueda y la sucesión de noticias, confusas y contradictorias en algunos momentos, que jalonaron el caso.
El 20 de julio de 1968, sobre las cinco de la tarde, el motopesquero Fausto arribó al embarcadero de Las Puntas, en la costa de Frontera, para descargar unos plantones de plataneras destinados a su siembra en unas fincas que estaban roturando unos palmeros en el valle de El Golfo. En la madrugada del día 21, serían las dos y media de la madrugada, la pequeña embarcación se hizo de nuevo a la mar rumbo a su base en el puerto de Tazacorte, a donde debería haber llegado, en circunstancias normales, siete horas después.
A bordo viajaban cuatro personas: El patrón, Ramón Concepción Hernández, de 48 años de edad; un hermano suyo, Eliberto, de 41 años; Miguel Acosta Hernández, de 44, primo hermano de éstos y todos ellos vecinos de Tazacorte, así como un mecánico, Julio García Pino, de 27 años, natural y vecino de El Paso, que se había unido a ellos como pasajero.
El retraso en la llegada estimada del barco alertó a sus familiares y amigos, así como a su propietario, Rafael Acosta Arroyo, que puso el hecho en conocimiento de la Ayudantía Militar de Marina de Santa Cruz de La Palma. A través de la Estación Radiocostera de Canarias, se dio el primer aviso de alerta a todos los barcos que pudieran encontrarse en la zona, para que colaborasen en la búsqueda del motopesquero.
Aunque al principio no cundió la alarma, el SAR comenzó sus labores de búsqueda y rastreo en la zona donde se le suponía perdido, por lo que ordenó el despegue de un avión Heinkel He-111 “Pedro” del Ala 46 para que hiciera un vuelo de reconocimiento. Se pensó en una posible avería del motor, lo que haría que se encontrara a la deriva, por lo que el viento del Nordeste reinante lo habría apartado de su ruta, llevándolo a mar abierta.
En la tarde del día 23, otro avión de reconocimiento sobrevoló El Hierro en dirección a La Palma siguiendo la previsible ruta del Fausto, describiendo después una ruta en círculos en el área en que podía encontrarse la embarcación, sin que consiguiera localizarlo ni comunicarse por radio con sus tripulantes, pues se sospechaba que no llevaba a bordo aparato de telefonía. Al día siguiente se incorporaron otras cuatro aeronaves, ampliando el radio de acción a unas doscientas millas al SW de El Hierro.
En la madrugada del día 25 se recibió la noticia de que el Fausto había sido localizado esa medianoche por el mercante británico Duquesa, a unas 95 millas de La Palma, cuando se encontraba en la posición 28º 15’ N y 19º 45’ W. El capitán dijo que los tripulantes se encontraban sin novedad y después de suministrarles víveres, agua y gasoil para varios días, les indicó el rumbo a seguir y, al mismo tiempo, comunicó a la estación radiocostera que el Fausto llegaría en la tarde de ese día a su destino.
La noticia del encuentro se difundió rápidamente por la isla. A primera hora de la tarde, cuando salieron a recibirle los motopesqueros Discordia y Jacinta, existía en el puerto de Tazacorte un ambiente de gran expectación, concentrándose en las inmediaciones del viejo muelle una gran cantidad de personas, deseosas de presenciar la llegada de los cuatro hombres, a los que ya muchos daban por desaparecidos. Asimismo, desde las cercanías de El Hierro, donde se encontraba navegando, se unió el hidrográfico Cástor, que puso rumbo al Oeste palmero.
En el trozo de muelle de Tazacorte se encontraba también el armador del barco, Rafael Acosta Arroyo, nervioso aunque optimista, hablando con los periodistas y los conocidos que se habían acercado hasta el lugar y pendiente de las llamadas que recibía a través de un radioteléfono de banda ciudadana de las embarcaciones que habían salido al encuentro del Fausto. Confiaba en la experiencia de sus hombres y decía que nunca había perdido las esperanzas de que el barco apareciese y que en su opinión, todo podría haberse debido a una falta de combustible. Para despejar las dudas que se habían generado en los últimos días, dijo que el barco estaba equipado con un emisor-receptor a transistores que permitía su comunicación.
El ambiente en el puerto de Tazacorte era de auténtica fiesta, entre voladores, risas, vasos de vino y expectación, mucha expectación. Los familiares, cuatro esposas y veinte hijos, reflejaban en sus rostros las horas de cansancio y angustia que todavía vivían y entre la esperanza y la duda, había quienes prometían vestir hábito durante años si volvían a abrazar a sus seres queridos.
Sin embargo, pasaron las horas y el Fausto no aparecía. Los motopesqueros que habían salido a su encuentro regresaron de nuevo a Tazacorte y el último de ellos llegó a las siete de la tarde. Se esperaba que el barco recalase en la próxima madrugada o al amanecer del día siguiente, por lo que muchos se mantuvieron en vigilia a la espera del gran acontecimiento.
Al no aparecer en las horas previstas, el entusiasmo se ensombreció de nuevo y en la mañana del día 26, el Mando Aéreo de Canarias ordenó que continuara la búsqueda, despegando aviones de reconocimiento Heinkel He-111 y Grumman Albatross del SAR desde la Base Aérea de Gando, que volaron durante 17 horas. La Marina de Guerra, asimismo, ordenó la salida del cañonero Magallanes, el hidrográfico Cástor y los remolcadores de altura RA-2, RA-4 y RA-5, todos los cuales recorrieron minuciosamente la supuesta derrota seguida por el pesquero español tras su encuentro con el mercante británico Duquesa.
A medida que pasaron las horas y los días, comenzó a tomar forma el presentimiento de una tragedia. Todo el mundo se hacía preguntas y nadie era capaz de dar una respuesta. Entre los familiares y los amigos de los cuatro infortunados tripulantes del Fausto cundió un profundo sentimiento de pena y desesperación. El pueblo palmero, muy pendiente de las escasas noticias que se producían, contenía su sentimiento de angustia y tristeza ante lo que se temía irremediable.
El dispositivo montado por el Ejército del Aire y la Armada española alcanzó unos niveles realmente excepcionales. Los efectivos asignados rastreaban una zona de 12.000 millas cuadradas cerca de El Hierro y La Palma, con sus radares en continuo rastreo. Los aviones volaban a una altura de 400 metros y se relevaban cada 12 horas, por lo que era imposible que el Fausto escapase a su localización, ayudado por una buena visibilidad. El área de rastreo se amplió en una zona de 6.400 millas a partir de unas 200 millas al SW de La Restinga. Ante este despliegue de medios, y aun considerando que el Fausto hubiera seguido un rumbo distinto al marcado por el capitán del Duquesa, el pequeño motopesquero no tenía tiempo para escapar a la zona sometida a exploración.
Transcurridos 17 días desde que saltó la alarma de la desaparición del moto-pesquero Fausto y del intenso trabajo por unidades de la Marina de Guerra y del Ejército del Aire, se dio oficialmente por finalizada la búsqueda del infortunado barco y de sus tripulantes. Los aviones del SAR suspendieron sus vuelos y las unidades de la Armada regresaron a Las Palmas, aunque se mantenía el estado de alerta. El teniente de navío Manuel Carrillo Robles, ayudante militar de la Marina en La Palma, fue designado juez especial para la instrucción del sumario.
Igualmente meritoria resultó la labor desempeñada durante todo este tiempo por los radioaficionados canarios. La estación EA8-BK, de Rodrigo Rodríguez, vecino de Tazacorte, logró localizar al capitán del Duquesa, que se encontraba en Rotterdam y confirmó su encuentro con los tripulantes del Fausto, así como su posición, el suministro de agua y víveres realizado, así como gasoil para 18 horas de navegación.
A principios de agosto se inició un período en el que surgieron noticias confusas, comunicados y posteriores desmentidos, procedentes de emisoras de radioaficionados, estaciones de radio y prensa diaria del extranjero, siempre relacionadas con la aparición del Fausto. La estación venezolana YV5-CTZ, de Juan Roberto Martín, un palmero afincado en Caracas, comunicó a EA8-BK que había recibido una llamada de un radioyente que había escuchado en la emisora Radio Rumbo una noticia relacionada con el supuesto hallazgo, comprobándose después que se refería al encuentro habido con el mercante británico Duquesa.
Diario de Avisos se ocupó también de los insistentes rumores que circularon en aquellos angustiosos días de quienes situaban la aventura del Fausto en una escapada hacia Venezuela, emulando la aventura de la etapa de los veleros de la emigración clandestina.
El 2 de agosto, un informe de un radioaficionado, en manos de la Ayudantía de Marina de La Palma, decía que el Fausto había llegado a Puerto La Cruz “con cuatro tripulantes en buen estado de salud, con provisiones sobrantes y de que habían sido atendidos por las autoridades”. Luego se comprobó que no había sido así.
Dos días después, el periódico El Día publica el texto de un telegrama dirigido a Adelto Acosta Herrera, en Santa Cruz de Tenerife, que dice textualmente: “Venezuela recibió mensaje del barco Fausto. Salieron a rescatarlos. Juan”. El firmante es Juan García Pino, hermano del pasajero que embarcó en El Hierro. Al leer la noticia, un radioaficionado palmero logró localizar en Valencia, a través de otro colega venezolano, al citado Juan García Pino, quien aclaró que su telegrama se refería a que en Venezuela se sabía la noticia de la desaparición y que lógicamente se saldría en su busca.
Otro radioaficionado venezolano estableció comunicación con un colega de Tenerife para informar que el periódico El Nacional publicaba la noticia de que una embarcación de las características del Fausto había sido avistada por aviones del Air Force Rescue en la posición 28º 15’ N y 29º 45’ W, lo que provocó que todos los radioaficionados disponibles se lanzaran a la búsqueda de un contacto con el citado organismo norteamericano de salvamento o de averiguar cuáles eran las fuentes de información que habían suministrado la noticia al periódico caraqueño.
Tres estaciones de radioaficionados de la provincia tinerfeña, EA8-BQ, EA8-FD y EA8-DX, así como otras nacionales y extranjeras, trataron por todos los medios disponibles a su alcance y durante muchas horas, de contrastar la veracidad de la noticia, hasta que se logró contactar, en la madrugada siguiente, con las autoridades marítimas de La Guaira y Puerto La Cruz, las cuales desmintieron el supuesto hallazgo del pequeño barco palmero. Al mismo tiempo, el mando del SAR estableció contacto con el mando de la base conjunta aeronaval de Rota y con el mando de la base americana de las Azores, quienes también desmintieron la noticia.
El 11 de octubre, la prensa tinerfeña sorprendió a sus lectores con una nueva noticia referida al hallazgo del Fausto. Al amanecer del día 9, el carguero italiano Anna di Maio lo había encontrado a la deriva y con un cadáver a bordo, en avanzado estado de descomposición. Su posición en aquel momento era 23º 03′ N y 38º 30′ W, distante unas 1.200 millas de La Palma.
El capitán del Anna di Maio, Bruno di Magio, decidió remolcar el barco hasta Puerto Cabello, su primera escala en el viaje que hacía desde el Mediterráneo hacia el Pacífico. Pero el 14 de octubre se recibió un nuevo telegrama enviado por el capitán del Anna di Maio, a través de Radio Roma, en el que decía que, encontrándose en la posición 19º 15’ N y 46º 26’ W, había “perdido batel de pesca Fausto por haberse ido a pique durante remolque stop entregaremos papeles descubiertos a bordo a cónsul español de Venezuela. capitán”.
A su llegada a Puerto Cabello, el capitán declaró a la Agencia Efe que el Fausto “parecía un barco fantasma, estaba totalmente abandonado”. En el cuarto del motor estaba el cadáver de un hombre joven en avanzado estado de descomposición. El capitán precisó que a bordo no fue hallado libro de bitácora, diario o documento que permitiese conocer la suerte de los demás tripulantes.
El segundo oficial del mercante italiano, Luciano Aseione, que fue quien descubrió el cadáver, dijo que a pesar de estar éste complemente desnudo y carecía de documentos personales que lo identificase, por unas cartas halladas a bordo se suponía que era Julio García Pino, tres de cuyos hermanos entonces residentes en Venezuela ?Antonio, Juan y Pedro- acudieron a Puerto Cabello con la esperanza de sepultar sus restos. El capitán del buque entregó al delegado del consulado de España en dicha ciudad un sobre lacrado que contenía las cartas que había dejado el infortunado mecánico.
La historia del Fausto sigue envuelta en la leyenda y en el misterio. Y en La Palma, sobre todo en Tazacorte, pervive el trágico episodio de un barco a la deriva en el Atlántico infinito, convertido en una historia triste y con unos humildes protagonistas cuya memoria evocamos con todo respeto.
Fuente de información.: http://www.diariodeavisos.com/diariodea … nt/221283/



Fausto, el barco que apareció dos veces

El mar, la mar, salvaje, indómita, arcana… A lo largo de la Historia Náutica muchos han sido los episodios de barcos desaparecidos de los que no se supo nunca ningún pormenor. A priori, la tradición siempre nos hace evocar uno de los puntos más temidos del mar, el Triángulo de las Bermudas, repleto de leyendas de barcos fantasmas, que en la mayoría de los casos ni siquiera existieron. El suceso que hoy nos ocupa bien podría encuadrarse en este famoso triángulo. Sin embargo sucedió en Canarias. La desaparición real, hace cuarenta y dos años, de un pequeño barco pesquero, aún suscita preguntas y especulaciones sin respuestas ni conclusiones.

No fueron buenos augurios los que rodearon el nacimiento del motopesquero Fausto.

Fue construido en los muelles de ribera de Santa Cruz de La Palma y botado a principios de la década de los sesenta del siglo XX. En 1961 lucía sus 13’80 metros de eslora, 3,65 metros de manga y 1,68 metros de puntal, desplazaba 12 toneladas y tenía capacidad de carga para unas 18 toneladas. Se le solía ver fondeando mientras realizaba faenas de pesca, para lo cual había sido construido. Pero muy poco tiempo después, una chispa provocó una explosión a bordo seguida de un pavoroso incendio que acabó con el pequeño FAUSTO yéndose a pique. Una vez reflotado fue remolcado al varadero donde quedó olvidado durante dos años, hasta que un vecino de la localidad de Fuencaliente, al sur de la isla canaria de La Palma, lo adquirió y comenzó su reconstrucción. Sin embargo, antes de finalizar los trabajos, y por razones desconocidas, decidió ponerlo a la venta. Su tercer propietario, D. Rafael Acosta Arroyo, con el fin de terminar las reparaciones pendientes, lo puso en las expertas manos de uno de los más reconocidos carpinteros de ribera de la isla de La Palma.

Los trabajos de reconstrucción se dilataron a lo largo de tres años pues el prestigio del carpintero hacía que tuviese muchas reparaciones que hacer, por lo que trabajaba en el Fausto cuando las emergencias no se lo impedían. Finalmente, el 27 de abril de 1966 el Fausto volvió a la mar haciendo resonar su acompasado motor diesel Lister Blackstone de 43 hp que le otorgaba una capacidad de arrastre de hasta 18 toneladas y una velocidad de 8 nudos.

Comenzó así una apacible vida marinera en la que unas veces transportaba mercancías entre el puerto de Tazacorte, en La Palma y el de El Golfo en El Hierro, y otras se dedicaba a la pesca con traiña; a veces desempeñaba las dos funciones al mismo tiempo.

Pero estas rutinas se vieron interrumpidas en las últimas horas del sábado 20 de julio de 1968. Esa misma tarde había arribado a la localidad de Las Puntas, al norte de la isla de El Hierro, procedente de Tazacorte, en La Palma. Descargó unas tres toneladas de plantas de platanera para su siembra. Ya en la madrugada del fatídico domingo día 21, hacia las 02:30 horas, tras haber embarcado unos diez kilos de frutas y unos pocos litros de agua, zarpó poniendo rumbo a Tazacorte con sus tres tripulantes a bordo: el patrón D. Ramón Concepción Hernández (de cuarenta y ocho años, casado y padre de seis hijas), su hermano D. Filiberto (de cuarenta y un años, casado y con cinco hijos) y un primo de ambos, D. Miguel Ángel Acosta Hernández (de cuarenta y cuatro años cuyo hijo más pequeño tenía siete meses). Todos ellos eran hijos de marineros y habían vivido la mar desde la más tierna infancia. Les acompañaba en esa travesía D. Julio García Pino (de veintisiete años, mecánico de profesión, casado y con dos hijos, y natural de El Paso, donde poseía un taller, también en la isla de La Palma), que estaba trabajando en la isla de El Hierro de mecánico para una empresa palmera que se hallaba temporalmente en dicha isla ejecutando una obra, y que aprovechó la salida del barquito para regresar a casa lo antes posible por razones personales. Estaba previsto que el Fausto llegara a su destino, Tazacorte, casi siete horas después, es decir, hacia las 9 horas de la mañana de ese mismo domingo. Nunca arribó.

Tras el tiempo prudencial de espera, saltaron todas las alarmas. Puesto el suceso en conocimiento de las autoridades por parte de la Ayudantía de la Marina de La Palma, desde el Estado Mayor del Aire se cursó a la base aérea de Las Palmas de Gran Canaria orden inmediata de despegue de diversos helicópteros pertenecientes a dicha base, y varios aviones, considerando, en primera instancia, una posible avería que les hubiese desviado de su rumbo inicial. Considerando la derrota, el viento y las corrientes reinantes se dispusieron a rastrear la zona, no sin extrañeza pues el Fausto estaba equipado con un pequeño radiotransmisor. También participaron en la búsqueda algunas unidades de superficie de la Armada Española, entre las que se encontraba el buque hidrográfico Castor (1), equipado con un moderno radar tan preciso y potente que era capaz de detectar hasta los ecos de las gaviotas. El Discpordia, un pequeño barco, salió de Tazacorte para ayudar en la búsqueda. Los círculos se iban ampliando de cada vez, no obstante, la ausencia de indicios era la protagonista del momento. A última hora del día 24 de julio los aviones y navíos habían conseguido rastrear unas 12.000 millas cuadradas de superficie entre las islas de El Hierro y La Palma.

Según voces autorizadas el Fausto no tenía sistema de telefonía ni tampoco autorización para el viaje.

Todos los buques que navegaban en la zona fueron advertidos por radio para que se mantuviesen atentos por si se encontraban con el pequeño pesquero perdido, aunque en esos días se había posado una molesta neblina en toda la zona. A tempranas horas del día 25 de julio se encendió una pequeña luz de esperanza cuando llegó un comunicado a la Estación Costera de Tenerife procedente del buque frigorífico británico Duquesa, de la firma londinense Houlder Brothers, el cual declaraba haberse encontrado con el Fausto. Dicho mensaje rezaba así:

“el vapor inglés Duquesa, alertado por la Radio Costera de Tenerife, avistó al Fausto en la posición 28º 15’ Norte, 29º 45’ Oeste. Le aprovisionó de agua, comida y 25 galones de gasoil y 10 de parafina. Le indicó el curso correcto para La Palma. Los cuatro tripulantes bien de salud. Deberán llegar a las 17 horas aproximadamente del día 25”.

No se hacía mención a algún tipo de avería. Los ciudadanos de la isla de La Palma, que ya habían empezado a estar seriamente preocupados, recibieron la noticia con tanta alegría como alivio.

A estas alturas del relato comienzan a plantearse las primeras dudas razonables: ¿Cómo es posible que los cuatro tripulantes estuvieran en perfectas condiciones de salud el día 25, si cuando zarparon cuatro días antes apenas llevaban alimentos y agua? Si realmente estaban perdidos, ¿no es lógico que estuvieran fuera de sí ante el desolador panorama (sin agua ni alimentos ni combustible suficiente) cuando el Duquesa los abordó? La situación no era como para encontrarse completamente “bien de salud”.

En el puerto de Tazacorte (enclave costero con una población aproximada a los 1.000 habitantes en aquel tiempo) donde, entre la alegría y la expectación por las noticias recibidas, se iba reuniendo gran número de paisanos, incluso se acercaron vecinos de otros puntos de la isla, entre los que se encontraba D. Viterbo Acosta, primo del patrón y tripulante habitual del Fausto, y que se había quedado en tierra en aquella ocasión por tener que arreglar una red de pesca y porque su presencia en el barco no era necesaria ya que no llevaba tanta carga; podría haber sido uno de los desaparecidos. El armador, D. Rafael Acosta, también se hallaba presente, había recibido la noticia de la aparición de su barco a las cuatro de la mañana cuando le llamó la Radio Costera de Tenerife.

Las horas iban pasando y el anhelado regreso no se producía. Los barcos que, confiando en las informaciones llegadas desde el Duquesa, habían zarpado a su encuentro, entre los que se encontraban el Discordia y el Jacinta, fueron llegando uno tras otro al puerto de Tazacorte sin ninguna novedad, salvo que el tiempo había empeorado y la visibilidad se hacía cada vez más difícil; el ánimo de esposas e hijos se iba ensombreciendo por momentos, y la noche, inclemente, vino finalmente a cubrir con su siniestro manto de oscuridad, los ya lóbregos presentimientos.

El Priorato, un buque frutero de 2.500 toneladas, recibió de sus armadores orden de su rumbo con el propósito de localizar al Fausto. Esa misma noche salió desde el puerto de Santa Cruz de La Palma con destino Alicante; tendría que ir hacia el sur y virar al oeste pasando por Fuencaliente, para rodear la isla por su lado occidental y rastrear la zona con su radar. No pudo aportar ninguna información.

Las autoridades ordenaron a buques y aviones militares continuar la búsqueda, al tiempo que la Estación Costera de Tenerife seguía lanzando llamadas de emergencia cada dos horas a todos los barcos que pasaban por la zona. El Castor mantuvo su misión durante quince días. Mientras tanto, las especulaciones se iban adueñando de las tertulias vecinales: así, para algunos la causa de la desaparición del Fausto no podía ser otra que la falta de combustible, aunque esta afirmación era discutida por quienes estaban convencidos de una avería en el motor; otros, en cambio, señalaban un fallo en la brújula, al tiempo que había quienes opinaban que el tiempo nordeste lo podría haber empujado mar adentro. Cada uno porfiaba su razonamiento, pero en lo que sí existía pleno acuerdo era en lo sólido de la construcción de la motonave y la existencia de un tiempo reinante nada preocupante con mareas suaves.

Nuevas dudas: ¿Cómo es posible que el Fausto volviera a perderse por segunda vez, con un mar tranquilo, completamente repostado y con un recorrido relativamente corto?

Los medios asignados a la misión de búsqueda por el Ejército del Aire y la Armada Española fueron excepcionales (hasta siete aviones y tres barcos). El rastreo entre las islas de El Hierro y La Palma fue exhaustivo. Era materialmente imposible que el Fausto pudiera escapar a tan aparatoso operativo de vigilancia, al que se había incorporado la fragata Magallanes (2) de la Armada y el ya mencionado buque Priorato con su potente radar; por tierra se buscaban indicios por parte de la Guardia Civil que rastreaba los vericuetos de la costa. También un buen número de radioaficionados apoyaron la búsqueda, tratando de comunicar con el Fausto por su canal habitual. Pero el tiempo pasaba, y la sensación imperante era indiscutible: el pesquero se había esfumado. En la ermita de Tazacorte, bajo la advocación de San Miguel, se encendían velas en rogativa, los vecinos ayudaban en lo que podían a las familias afectadas, los pescadores les entregaban la parte proporcional de pesca como si los desaparecidos volvieran a casa cada día, todos querían ser útiles y ponían su granito de arena.

Se emplearon cientos de horas oteando atentamente la inmensa superficie del mar, en ocasiones sobrevolada a pocos metros de altura por los aviones, a la espera de encontrar al menos restos de naufragio. Los vigías de los buques no se separaban de sus prismáticos, atentos a cualquier señal que destacara, por pequeña que fuese, sobre las aguas. Las costas fueron escrutadas al milímetro… Ningún resultado.

La prensa no dejó de interesarse ni un instante durante las primeras semanas haciéndose eco de toda noticia que pudiera surgir. Y lo irremediable tuvo lugar cuando empezaron a aparecer bulos, por la sempiterna manía de convertir en noticia los rumores sin que nadie se tome la molestia de contrastar la información. Incluso se llegó a comentar que quizá los tripulantes habían huido a Sudamérica, como había ocurrido con tantos canarios dos décadas atrás, en los años más difíciles de la dictadura franquista. De hecho, llegaron noticias de la presencia del Fausto en Venezuela, hasta el punto de que algún diario venezolano publicó la posición en la que supuestamente había sido avistado por aviones de rescate, lo que fue inmediatamente desmentido por las autoridades.

Estos rumores infundados complicaban sobremanera la situación, puesto que para el Régimen del general Franco no representaba lo mismo un barco desparecido que un barco fugado. Saliendo al paso de esta hipótesis, las esposas de los desaparecidos negaron rotundamente que sus maridos se hubieran escapado, además no estaban capacitados para tan largo viaje. No parece lógico que abandonaran sin más a sus esposas e hijos. También corrió el rumor de su aparición en Puntagorda, al oeste de la isla de La Palma, que hubo de ser desmentido.

A finales de julio se emplearon aviones de tipo Grumman, aviones anfibios de gran radio de acción y DC-4. Pero el día 3 de agosto se dio por finalizado el operativo de búsqueda de los aparatos del Servicio Aéreo de Rescate aunque continuaron buques de la Armada. El día 6 de agosto se suspendió definitivamente la búsqueda y el FAUSTO fue dado oficialmente por desaparecido.

El 9 de octubre, casi tres meses después de su desaparición, se hizo pública una noticia digna de crédito: un carguero italiano, el Anna di Maio de 3.924 toneladas y perteneciente a la naviera italiana Giovanni di Maio a cuyo mando iba el capitán Bruno di Maio, que había salido del Mediterráneo algunos días atrás, envió un mensaje a la estación de radio correspondiente en Venezuela. Decía así

“Radio Costera de Trieste. Hoy 9-10. 10,54 horas. Latitud 23º0.3’. Latitud Norte. Longitud 38º30’. Longitud Oeste. Batel pesca “Fausto”, matrícula TF 2-1268. Un marinero muerto. Ningún documento de batel ni de marinero descubierto a bordo. Este llevaba mucho tiempo muerto. 16,12 horas, remolcamos batel a Puerto Cabello. Venezuela. Esperamos llegar 15,10 horas. Capitán “Anna di Maio”.

Según declaraciones posteriores de la tripulación del Anna di Maio, habían encontrado al Fausto a la deriva el día 7 de ese mismo mes a las 8 de la mañana a 1.200 millas de la isla de La Palma y a unas 1.700 millas de Venezuela (justo sobre la línea del trópico de Cáncer, es decir, en medio del Océano Atlántico). No había duda, la matrícula era TE-2-1268. Había aparecido por segunda vez, ¡increible! Al subir a bordo un escalofrío les recorrió de pies a cabeza ante el inquietante silencio en que se encontraba el pesquero. Tras escudriñar sus rincones, el segundo oficial del Anna di Maio, Luciano Aseione, encontró en la sala de máquinas, tumbado sobre el motor, el cadáver desnudo de un hombre joven que llevaba muerto mucho tiempo, al que identificaron como D. Julio García Pino, el mecánico, cerca del cual había unas cartas por las cuales se le identificó, y también apareció un pequeño aparato de radio. Según la primera comunicación del capitán del Anna di Maio, no había ni rastro de la documentación del barco, ni el diario de a bordo, ni efecto personal de los tripulantes, pero, al parecer, sí que pudieron ser recuperadas unas cartas personales de alguno de los desaparecidos miembros de la tripulación, más concretamente unos manuscritos (se cree que un cuadernillo de hojas cuadriculadas) que encontraron aferrados entre las manos del mecánico; se hicieron todos los preparativos para proceder a su remolque hasta Puerto Cabello en Venezuela, primera escala en su viaje a Sudamérica del carguero italiano donde esperaba llegar el martes 15 de octubre.

Sin embargo, pocos días antes de la llegada, en la Comandancia de Marina de Tenerife se recibió un inquietante telegrama:

“Hoy 11-10 de las 06-30 GMT, latitud 19 grados 15 minutos norte, longitud 46 grados 14 minutos oeste, a las 07-30 GMT, latitud 19 grados 46 minutos norte, longitud 46 grados 26 minutos Oeste, perdido batel de pesca FAUSTO. Causa supuesta echamiento a peque stop entregaremos papeles descubiertos a bordo al consulado español de Venezuela stop capitán PD.”

Se habían dado cuenta de la falta del Fausto el día 9 de octubre a las cinco de la mañana.

Cuando arribó al mencionado puerto, los presentes que esperaban expectantes la llegada del Fausto, incluidos dos hermanos de D. Julio García Pino, residentes en aquel país, y que ignoraban el último comunicado, vieron con notable desilusión que el Anna di Maio atracaba solo.

¿Desaparecido otra vez? ¿Qué había pasado? Pues simplemente que se percataron de que el Fausto no navegaba a rebufo del Anna di Maio y que el cable de remolque estaba roto. Ante esto la única explicación que encontraron era que se hubiese ido a pique durante la noche.

De nuevo las dudas: en primer lugar ¿Cómo había muerto D. Julio García Pino? ¿Qué había pasado a bordo, había signos de violencia? ¿Dónde estaban los demás tripulantes? ¿Por qué se habían apartado tanto de su trayecto original? Y después ¿Cómo es posible que no se percataran de inmediato de la rotura del cable de remolque, no se vigilaba la maniobra? ¿Hipotéticamente, una excesiva velocidad del Anna di Maio fue lo que podría haber provocado la rotura del cable? Cuando se da remolque a un buque que lo necesita, se debe mantener una velocidad moderada y largar el suficiente cable como para obtener una buena catenaria y evitar los estrechonazos. Además se debe vigilar el cable de remolque en los dos buques y estar preparados para cortarlo en caso necesario. Es preceptivo que, en caso de rotura del cable, el buque remolcador detenga inmediatamente la maniobra para evitar que su hélice succione dicho cable, acabándose por producir una avería mayor. Aun así esta rotura no justifica por sí misma el hundimiento del pesquero. ¿O quizá el cable se rompió debido al hundimiento del Fausto tras producírsele una vía de agua?

Un sobre lacrado conteniendo el cuadernillo de D. Julio García Pino descubierto en el interior del pesquero fue entregado por el capitán al Delegado del Consulado de España en Puerto Cabello, D. Santiago Marichal. En la última página del cuadernillo, la número 28, la única que llegó a manos de su viuda y que aun conserva, el mecánico se despedía de ella con indicaciones precisas sobre unas deudas y seguros suscritos así como sobre la venta de unos terrenos, no pasó desapercibida la falta de algunas páginas claramente arrancadas.

Estos documentos constituían la prueba irrefutable del encuentro del Anna di Maio con el Fausto, pero ¿qué pasó con el resto del cuadernillo? ¿Quién arrancó o separó las hojas que faltaban? ¿Por qué? ¿Contendría el cuadernillo los detalles que explicarían el suceso?

Lo único cierto y verdad es que la procedente investigación no llegó a ninguna conclusión, y el suceso todo acabó envuelto en el misterio primero y en el silencio después. Los años transcurridos han acabado por revestir al Fausto de ese halo evanescente con que la mar envuelve sus más preciados secretos.

Involuntariamente, el Fausto se convirtió en otra leyenda del mar. Que se sepa, es el único buque de la Historia de la Navegación mundial que ha desaparecido tres veces y quién sabe, tal vez sea de esos buques que, cuando menos te lo esperas, se avista en lontananza invitando a acercarse y desapareciendo ante tus ojos, dejando bien a las claras su deseo de navegar eternamente por las inmensidades del Gran Azul, bajo la única luz de las estrellas. (Coral González, en: Escobem. 2010)

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(1).- Castor: Numeral A-21. Buque hidrográfico (clase “Castor”) construido en La Carraca, Cádiz. Desplazamiento de 355 toneladas a plena carga. Botado en mayo de 1964. Dado de alta en la lista oficial de buques de la Armada en enero de 1966, y dado de baja en diciembre de 2004.

(2).- Magallanes: Numeral F-35. Fragata de la clase “Pizarro” construida en El Ferrol. Desplazamiento de 2.246 toneladas a.p.c. Botada en 1948. Dada de baja para desguace en 1971.

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