UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1841-1850
CAPÍTULO XLV-IV
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1843 febrero 3.
José de Santa Apolonia González
Méndez
“El que llegaría a ser
considerado como el pintor más representativo y destacado de Canarias en el
siglo XIX nació en Santa Cruz de La
Palma el 3 de febrero del año 1843. Fue hijo de María Méndez
Espinosa y del artesano Santiago González. Su padre era un ebanista muy
conocido en la ciudad por su seriedad y por su habilidad en el oficio. Con su
modesta y numerosa familia vivía en la
Calle de la
Virgen de La Luz
(hoy con el número 14), en el histórico Barrio de San Telmo. Manuel José de
Santa Apolonia González Méndez tuvo nueve hermanos: Bernabé, Juan, Fulgencia,
Santiago, José, Isidro, Sofía y Vicente.
Siendo aún pequeño, estudia en la Escuela Lancasteriana
y en la Escuela
de Dibujo fundada en 1840 por Blas de Ossabarry. Su padre muere cuando Manuel
tiene trece años y tiene que ayudar a su madre y a sus hermanos en diversos
trabajos, como carpintero, encuadernador... Aunque su salud era débil desde que
se le diagnosticara una bronquitis crónica, su capacidad para aprender no
conocía límites. Ortega Abraham escribió que, en su ciudad natal “brilló
con luz propia en los ambientes literarios y fue reconocido pronto y bien por
todos sus coetáneos”.
En su juventud también cultivó
otras manifestaciones artísticas, como la música y la escultura. Gracias a su
buen oído y buena voz pudo lograr plaza en el prestigioso y selecto coro de la Parroquia del Salvador.
El incansable artista liberal se esforzó y consiguió hacer todos y cada uno de
los encargos que se le iban acumulando. Así, realizó para los dramaturgos
locales una serie de escenografías que alcanzaron buena crítica, o numerosos
retratos de amigos y familiares que perpetuarían rostros y momentos. Sin
embargo, se comenzaba a sentir algo agobiado porque La Palma no colmaba todas sus
expectativas. Para alimentar su infinita ambición y ansia de conocimiento,
necesitaba salir a conocer el mundo que existía fuera de su amada Isla. Por
este motivo, no quiso desperdiciar la oportunidad de ir a visitar a su hermano
Juan que ya residía en La
Orotava.
En Tenerife conocería a
varios músicos, políticos e intelectuales. Una de las grandes amistades conseguidas
en aquella etapa fue la del pintor Felipe Machado. Méndez estudia en La Laguna durante el curso
1859-1860 y se inscribe en el coro de la Catedral. Son
frecuentes sus viajes a La Palma,
sobre todo para encontrarse con su familia y amigos y a descansar de su
enfermedad crónica mientras se distraía pintando retratos familiares y leyendo.
Si bien comenzó su trayectoria
artística en La Palma,
su formación verdadera la realizaría en la Academia Provincial
de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife en el año 1868. En la capital
provincial, como ocurriese en su tierra natal, pronto fue reconocido como un
artista especial y logró gran prestigio. Se matriculó en todas las disciplinas
que se impartían en dicha academia: dibujo lineal, figura, adorno, aritmética y
geometría básica para “dibujantes, aplicación a las artes, fabricación,
modelado y vaciado”. Fue un alumno aventajado y sus maestros alababan su
buen quehacer. Después del año 1869, con la libertad de enseñanza, la
institución de Bellas Artes comienza su declive debido al escaso patrocinio
municipal. Esta circunstancia, unida a otras, hizo que el polifacético palmero
se decidiera por lanzarse a la aventura de Europa.
Con 27 años y ya en Madrid, se
relaciona con políticos liberales, artistas consumados, maestros, ingenieros,
críticos... Se deleitaba en Museo del Prado, que visitó por primera vez en
1870. En todos los museos que visitaba se preocupaba del tratamiento de la luz
y aprendía observando con detalle las obras de los grandes maestros. Los
amplios salones llenos de tesoros pictóricos eran recorridos una y otra vez por
Méndez y su gran amigo Maffiotte.
Sentía gran tristeza porque
en España no había conseguido la oportunidad que ansiaba. Por ello había
viajado a Francia, país que “le da de comer, techo, escuela, trabajo y fama”.
Sus comienzos en París habían sido muy difíciles. Antes de que llegase el
momento de consagración como artista, para subsistir tuvo incluso que pintar
abanicos, tarjetas postales, álbumes, bocetos... Esculpió figuras en mármol y madera,
aderezó muebles, etcétera. La guerra de Prusia con Francia hizo que la
situación económica se volviese desesperada. Pasó verdaderas calamidades y
sintió hambre e inseguridad.
Asistió a la Escuela de Artes
Decorativas, donde fue galardonado por una de sus obras en el año 1872. Se
trataba de un bajorrelieve “con figuras de guerreros y odaliscas orientales”.
Tres años más tarde, sus primeros y alabados cuadros serían expuestos en la
capital francesa, coincidiendo con la Exposición Universal.
Gracias a su primer maestro Amado Millet conoció el arte parisino y lo
relacionó con sus valiosos contactos.
El crítico Juan Maffiote había
dicho que, “en cuanto a su escultura, las mejores disposiciones de Méndez
son sin duda para este arte y lo prueba el que gracias a su consejo, aparecerá
en uno de los mejores monumentos del mundo, una composición escultural distinta
de la que había concebido el artista encargado de ejecutarla, e
indiscutiblemente más bella y apropiada”. Se refería a la gigantesca
estatua de Vereingtowix, realizada por Amado Millet, el mencionado maestro de
Méndez, en el año 1865.
Tras su paso por esa prestigiosa
entidad, continuó en la
Escuela de Bellas Artes, donde el maestro Juan León Jérôme
(aparece escrito también Gérome) le ayudaría a perfeccionar la técnica
pictórica. Este prestigioso artista, muerto en 1904, lo había puesto en
contacto con el gran maestro Delaroche y lo había convencido para que se
inscribiera en la
Academia. Poco a poco su economía va mejorando y, gracias a
los encargos, puede montar un amplio estudio. Con sus ahorros logra volver a
Canarias en 1874. En su tierra estudia los paisajes y hace esbozos de los
diversos tipos y personajes, como el pobre pescador de Güimar, conocido como
Juan Chichí. En La
Palma acude a fiestas y saraos. Quiere recuperar el tiempo
perdido fuera del terruño amado. De esta etapa es el magnífico cuadro La Romería de
Santa Lucía, “su cuadro más representativo del costumbrismo canario”.
En la actualidad está colgado en el salón noble de las Casas Consistoriales de
Santa Cruz de La Palma.
De regreso a Francia, fue premiado
en la
Exposiciones Universal de París de 1875 (así como también en
las de 1889 y 1900). Entre finales de 1875 y principios del año siguiente,
recorre España desde Madrid a Andalucía, pasando por Toledo. En la Península toma nota en
sus omnipresentes cuadernos acerca de todo lo que ve y le gusta, como rasgos de
personas, su anatomía, detalles de arquitectura, paisajes, etcétera.
Vuelve a Francia y en 1878 logra
ser admitido como expositor en el célebre Salón de París. Su prestigio
va en aumento. Su obra titulada Pescador de Güimar -cuyo modelo era
Juan Chichí- fue incluida pese a su condición de extranjero en el
catálogo del Salón de Pintores Franceses. “Éste fue el espaldarazo
definitivo. La crítica se vuelca en elogios y el palmero siente que ha sonado
su hora”. En 1880, el mismo salón es un expositor de gala para su retrato
de Juan Real. El año siguiente, tras su regreso de Canarias, expone en
la misma sala otra de sus obras, Retrato de Señorita. El crítico más
exigente de la época, Charles Dignet, elogia al palmero: “este retrato
encantador me ha chocado por la tonalidad general y armónica. Las carnes son
transparentes y su color es verdadero...”
Tras una larga estancia en la Península de unos cinco
años (entre 1883 y 1888), regresa a París. Durante su visita española se nutre
de muchos modelos de tipos humanos y arquitectónicos. Se cree que el desencanto
que sufrió por no ver galardonado su trabajo en su propio país, fue lo que
motivó su retorno a Francia. Sus biógrafos lo recuerdan como una persona
obstinada y de duro carácter. Su incapacidad de “mendigar la presencia en
las exposiciones y su exclusión injusta de los catálogos le afirma en la
decisión de no presentarse jamás a un certamen”.
Hubo muchos rumores en torno a los
amoríos del maestro con algunas doncellas y modelos. Se habló de Charlotte
Gérome, hija de su maestro; o con una misteriosa muchacha francesa con la que
se había carteado. ¿Tal vez se tratara de la misma persona? Se dice que ésta
pudiera ser aquella viuda que, tras la Primera Guerra
Mundial, visitó Tenerife tratando de encontrar inútilmente la tumba de González
Méndez, su verdadero amor prohibido.
Sus constantes y cortos viajes
entre Francia y España fueron motivados, en gran medida, por la búsqueda de
mejor clima debido a la precariedad de su salud. Era persistente su idea de
asentarse en Tenerife donde quería instalar casa y estudio. Sin embargo, no
quería desechar su taller parisino. Su economía no era boyante y no podía
afrontar con éxito tal aventura. Sí continuó visitando Madrid y Barcelona,
donde se relacionó con numerosos artistas, sobre todo pintores españoles,
algunos de los cuales ya conocían la obra del maestro palmero en París. Méndez
trabaja como agente de ventas en manufacturas isleñas, con productos como
mantillas, bordados, calados, estambre y algodón. Una época en la que intimaría
con su amigo, el orotavense Felipe Machado. En Güimar logra un merecido
descanso donde su hermano Santiago era el administrador del notable patrimonio
familiar de su esposa.
Uno de sus cuadros más
destacados fue El Consejo del Viejo Profesor (1882), un óleo sobre
lienzo (66 x 50,8 cm) vendido en subasta en la casa Sotheby’s de Nueva York el
25 de abril de 2006. Esta magnífica obra fue incluida en el Album de chefs
d’oeuvres de l’école moderne, selecta publicación especializada en obras
maestras de la escuela moderna donde sólo aparecían las más prestigiosas piezas
de arte avaladas por la crítica. Otras obras premiadas fueron: Un Vieux
Charron (en la
Exposición de 1889); Enrique III (en la de 1900), y Un
Duel soux Louis XIII. Lo cierto es que, tanto en París como en Santa Cruz
de Tenerife, ciudades donde transcurrió su vida profesional, expuso sus
delicadas obras con gran éxito de crítica y público.
Ya en Tenerife, obtuvo el codiciado
diploma de honor de la
Real Sociedad Económica en 1893. En el salón de la actual
sede del Parlamento de Canarias se puede admirar dos grandes óleos del maestro.
También es autor de la bella decoración de la cubierta del salón noble de las
casas consistoriales. En 1902 recibió el encargo de la decoración del Palacio
de Justicia y la realización de La Verdad Venciendo al Error. Al
año siguiente, su admirada obra estuvo presente en la Exposición Económica
de Tenerife y en Las Palmas. En 1906 entrega González Méndez los lienzos para
el Palacio de la
Diputación Provincial. Ese mismo año, tuvo el encargo de la
decoración de los arcos triunfales que se levantarían en Tenerife en honor del
rey Alfonso XIII.
Otra prueba del prestigio
conseguido por el artista palmero fue el hecho de que su retrato, biografía y
obra fuesen incluidos en la revista gala La Revue du Bien dans la Vie et dans l’Art (la Revista del
Bien en la Vida
y en el Arte). Los hermanos Romilly habían incluido en aquella edición un
juicio crítico del ya famoso maestro pintor. Estos dos literatos franceses,
Paul y George Romilly, escribieron: “El proverbio de que nadie es profeta
en su tierra no tiene valor en España. Las Islas Canarias se enorgullecen hoy
de tres de sus hijos igualmente y diversamente célebres: un político, León y
Castillo; un novelista, Pérez Galdós, y un gran pintor, González Méndez”.
Como “modesto intérprete, aunque inspirado compositor”, un minuet y
una Marche Antique fueron unas piezas muy celebradas, incluso por el
crítico Miguel Maffiotte La
Roche.
Tras sus estancias en Santa
Cruz de La Palma
y Güimar, regresa a París en 1888 donde expone en el Salón de los Pintores
Franceses. Su obra Un Vieux Charron Breton fue muy valorada por
el público y por la crítica. Otra obra, Exvoto Bretagne, obtiene la
mención de honor en 1889. De Torres Edwards (1889-1943) reputado
pintor y erudito local, había mencionado en una magistral conferencia a los
pintores canarios que -según su parecer- eran los mejores de todos los tiempos:
Alonso Vázquez, Cristóbal Hernández de Quintana, Juan de Miranda, Luis de la Cruz, Nicolás Alfaro,
Valentín Sanz y a Manuel González Méndez. De este último dijo que “...supera
a todos los anteriores y anuncia con su obra la floración de los actuales
pintores canarios.”
Le llueven las distinciones y los
premios. En la Corte
Española, la
Reina Regente lo distingue como Caballero de la Orden de Isabel la Católica el 20 de
mayo de 1889. En 1893 recibió el Diploma de honor en la Exposición de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife. Fue una gran muestra en la que se
dieron cita grandes maestros del arte y de la ciencia. Méndez se encontraba
entre lo “más granado de la pintura isleña”. En junio de 1896 Méndez
también triunfaría en la exposición antológica que tuvo lugar en la exclusiva
galería parisina de Georges Petit. Allí presenta ciento cuarenta obras, entre
dibujos a lápiz, pasteles, óleos, tinta china..., “lo mejor de su etapa
bretona, los retratos más personales, algunos bodegones, floreros y paisajes,
tomados en sus viajes a Canarias. Difícilmente muestra alguna en ese tiempo
contó con tanto refrendo crítico”. La prensa especializada y los más
feroces críticos alaban la especial obra del gran maestro. No tardaría en
conseguir la cotizada Legión de Honor en 1898 y la Medalla de Bronce en la Exposición Universal
de París del año 1900. Desde entonces ya empezó a ser conocido como uno de los
mejores pintores de la época.
En Canarias, obtiene plaza en la Escuela Municipal
de Bellas Artes tinerfeña. Toma parte en tertulias especializadas donde cuenta
sus aventuras y desventuras en el mundo del Arte; anécdotas y su experiencia en
París y en la Península;
habla de un idioma nuevo: el esperanto; explica sus admiradas técnicas,
etcétera.
En Santa Cruz de Tenerife
recibirá “el más importante encargo de su vida”: el pedido de realizar
una gran pintura para el recién construido Palacio de Justicia. En marzo del
año 1902 se acepta unánimemente su proyecto pictórico titulado La Verdad Venciendo
al Error, que había presentado el artista en un boceto. Regresa a París
para trabajar la tela en su taller. Vuelve con el lienzo en otoño tras un viaje
por Italia. Ortega Abraham nos recuerda que el “seis de noviembre de 1902,
apenas habían pasado ocho meses, la Verdad Venciendo al Error enriquece la bandeja
central del salón de sesiones. Cobró doce mil pesetas por el encargo. El ocho
por ciento exacto del total del edificio, que llegó a las ciento cincuenta mil
pesetas...”. Se trata de una alegoría sobre las ciencias, las virtudes
teologales, el comercio, la industria, etcétera, de la que el consagrado
artista palmero se sintió muy satisfecho. Méndez también diseñó los acabados de
carpintería.
Su paso por Las Palmas en 1902 le
deja un contrato para la realización de unas pinturas del salón noble del Gabinete
Literario y expone allí con un gran éxito de público. Después viaja a
Tenerife y de allí -en marzo de 1903- a Madrid donde visita a su amigo Benito
Pérez Galdós, a su querido Museo del Prado, etcétera. Ya en París, termina la
obra Portrait de madame para su exposición en el Salón de Pintores
Franceses. Sus viajes entre Canarias y Francia se suceden a lo largo de
los cuatro años que van entre 1904 y 1906. Méndez trabaja en los lienzos
enormes del Palacio Provincial. Trabaja con gran acierto en el Gabinete
Literario de Las Palmas hasta 1908. Consigue plaza de profesor de vaciado
y modelado en la
Escuela Municipal de Artes y Oficios. Borges Salas, uno de
sus alumnos, decía que “Don Manuel tenía un bigote muy espeso, algo ceñudo
el semblante…”. Padrón Acosta añadía: “… parece mentira, pienso yo,
que un pintor tan eximio de la figura humana, tuviera una cabeza tan
antiartística. Pero así era Manuel González Méndez: cabeza cuadrada, bigotes de
carabinero, ojos de susto, rostro sin luz amable…. pero ¡qué maravillas salían
del pincel de este hombre casi incivil!”
Gracias a los ingresos obtenidos
por algunas ventas y por sus trabajos, pudo hacer realidad su sueño: construir
una casa-estudio en el Paseo de los Coches de Santa Cruz de Tenerife,
en la que lograría conseguir un “ambiente, entre señorial y bohemio”,
como dijera el periodista Leoncio Rodríguez. En su luminoso taller, nuestro
polifacético artista custodiaba sus mejores cuadros –que jamás quiso vender-,
sus gubias y sus pinceles, sus paletas y sus esculturas, sus libros y
bajorrelieves, sus recuerdos... Regresa a Madrid y a Barcelona. Viaja a Génova,
Roma y París. No cesa de tomar anotaciones, referencias, bocetos, trazas,
ideas...
El frío reinante en el fin
del otoño hace menguar su ya delicada salud. Tiene añoranza del clima de sus
amadas Islas a las que jamás volvería a ver. Algo recuperado, decide volver a
España en su último y terrible viaje. De Marsella a Barcelona llegaría con casi
un día de retraso debido a que se durmió en primer tren y no hizo el cambio de
máquina, con lo que despertó justo “a tiempo para que no fuera a parar muy
lejos”. De Narbona tuvo que coger el llamado “tren de las gallinas” debido
a lo despacio e incómodo que era. Escribiría dos días antes de su muerte: “Me
acordaré todo lo que me quede de vida de tan horrible viaje. Olvidaba decir que
yo venía medio acatarrado y al día siguiente no podía materialmente moverme,
con fiebre bastante alta y dolores tremendos de huesos, guardando cama hasta
medio día”. Ya en Barcelona, su estado se agrava y no podrá ya levantarse
de la cama. Solo, pobre y enfermo, el más grande de los plásticos canarios del
siglo XIX moría en una humilde pensión de la ciudad catalana. Era el 9 de
septiembre del año 1909 y tenía 66 años. Ortega Abraham escribió que “en la
soledad de las últimas horas, nadie salvó su cuerpo de la fosa de beneficencia
ni su memoria del olvido”
En los últimos tiempos ha habido
algún que otro recuerdo al maestro por parte de algunas instituciones. Por
ejemplo, en 1970, la
Agrupación de Acuarelistas Canarios organizó una exposición
en el Círculo de Bellas Artes en su honor. En el mismo año, dentro del variado
programa de la Bajada
de la Virgen
de Las Nieves, el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma incluyó una muestra
colectiva en la que la obra de Méndez fue unánimemente elogiada. Otra
exposición antológica del maestro tuvo lugar en 1979 organizado por la misma
entidad capitalina. En 1984 el propio Ayuntamiento, en reconocimiento a su
magistral trayectoria artística, perpetuó su memoria poniéndole su nombre a una
de sus calles. También la
Caja General de Ahorros de la provincia tinerfeña inauguró
una exposición antológica de Arte y Cultura de La Laguna en el que hubo muchos
elogios sobre el ilustre pintor y su obra.
Ahora, en el año 2009, se cumple
el centenario de la muerte de “uno de los pintores canarios más destacados
de todos los tiempos, el principal representante del costumbrismo canario y
máximo exponente de la pintura del siglo XIX en el Archipiélago”. El
pasado 26 de Noviembre se procedió al descubrimiento de una placa en la casa
natal de Manuel González Méndez. Para ese mismo día, en el Palacio Salazar se
programó una conferencia a cargo de Ana María Quesada Acosta, Doctora y
Profesora Titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna. El título
elegido era: Manuel González Méndez y su Tiempo. Al día siguiente,
tiene lugar la magnífica y esperada exposición antológica del pintor en el Museo
Insular. Esta muestra estará abierta hasta el día 10 de enero de 2010. Un justo
homenaje a un gran artista polifacético: pintor de género, grabador, dorador,
naturalista, dibujante, impresionista, retratista, escultor... En definitiva,
un gran maestro.” (José Guillermo Rodríguez Escudero)
1843 Octubre 10.
La Comandancia de
Ingenieros de Canarias emite un informe sobre el estado del fuerte de San
Miguel, situado en la desembocadura del barranco de Tahodio en Santa Cruz de
Tenerife.
El primitivo situado en la
desembocadura del barranco de Tahodio a orillas del mar, construido en 1656
sobre otro fortín, era una Torre circular de mampostería con escasa elevación,
con su plaza de Armas almena da donde se emplazaron 4 piezas de Artillería
de bronce y 6 de hierro; en su
interior tenía un pequeño repuesto.
Ordenada por el Comandante
General la reforma de las baterías de San Miguel, Candelaria y San Pedro, la de
San Miguel se llevó a cabo con arreglo al proyecto firmado por el Ingeniero D.
Juan Lartigué de Condé el 31 de Diciembre de 1790 con el voBo de D. Luis
Marqueli, era de planta irregular con una espaciosa Plaza de Armas calculada
para 6 cañones y un mortero. A la espalda se proyectaban diversas dependencias
tales como Cuerpo de Guardia, Almacenes de pertrechos y de pólvoras, cocina,
etc., y el acceso al fuerte se hacía por medio de una rampa cortada por un
puente levadizo; se iniciaron las obras en 1791 y quedaron terminadas el lo de
Enero de 1793.
Se hallaba a unos 200 mts del de
Paso-Alto y como todas las demás defensas, intervino activamente con motivo del
ataque de Nelson. Una gran avenida del barranco de Tahodio, acaecida por el
aluvión de 1826, lo destrozó en parte arruinando el baluarte de Norte; en 1852
se había propuesto por inútil y se hallaba muy descuidado; en 1860 se
reconstruyó con casamatas.
Se hallaba inscrita en el
Registro el 29 de Septiembre de 1900 al folio 215 del tomo 840, libro 101 del
Ayuntamiento, finca n° 6622, inscripción la, con una extensión de 3.280 mts.
cuadrados, lindando al N. con terrenos de obras Públicas; al S. y E. con la
playa y al O. con el barranco de
Tahodio.
Era el solar de forma irregular,
existiendo en parte del mismo el citado fuerte. Por R.O. de 2 de Enero de 1924
(D.O. n° 3) se declaró inadecuado para las necesidades del Ejército
disponiéndose su venta, que quedó sin efecto por R.O. de 27 de Noviembre de
1924 ordenándose su entrega al Ministerio de Fomento, que se efectuó el 17 de
Noviembre de 1927, y posteriormente fue demolido para la construcción del Real Club
Náutico de Tenerife.
En 1788 estaba artillado con 5
cañones de a 16 y su guarnición la componía 1 sargento, 1 cabo y 5 hombres que
en época de guerra se aumentaba al oficial, 1 sargento, 2 cabos y 50 hombres.
En un informe de la Comandancia de Ingenieros
de 10 de Octubre de 1843 se describía esta obra de la siguiente forma: «Reducto de San Miguel.- Situado á 280 varas
del Castillo de Paso-Alto, á la izquierda de la desembocadura del barranco de
Tahodio.
Estaba unido al Castillo por un parapeto en línea recta sobre la altura
natural del terreno que es playa llana, pero en I826 una avenida del barranco
arruinó por su izquierda la mitad de su batería (que es circular y capaz de 3
cañones), su repuesto ó almacén y parte del parapeto que lo unía al Castillo.-
Lo reducido de esta obra, al no tener cabida para alojar su guarnición y su
inmediación al Castillo de Paso-Alto, lo hacen innecesario y por esta razón es
sin duda que se ha pensado en su no reedificación, antes bien, parece
conveniente acabar de demolerle para que no impida los fuegos de las baterías
colaterales, pues como se abanza al mar más que éstas, es un espaldón contrario
á la defensa».
La rampa de entrada tiene 6 mts
de largo por 2. de ancho, y en ella se halla el puente levadizo de 3,50 mts. de
luz que da acceso al vestíbulo a cuya derecha está el cuarto del plantón y a la
izquierda el almacén. Continúa un patio interior para comunicación con las tres
casamatas; al lado del almacén existe una rampa para subir a la batería alta
donde hay tres cañoneras con parapeto de dos mts de alto. En su extremo
izquierdo existe un algibe; por otra rampa de subida a la izquierda se pasa a
la batería alta también y a un almacén de pólvora. (José María Pinto de la Rosa, 1996)
1843 Octubre 10.
La Comandancia de Ingenieros
emite informe en torno a la batería enterrada de Santa Teresa, situada en el
barranco de Tahodio, frente al Barrio de La Alegría, Santa Cruz de Tenerife.
Fue proyectada por el Ingeniero
D. Fausto Cavallero, y estaba emplazada en la margen derecha del barranco de
Tahodio, a espaldas de la línea en una pequeña meseta; era de forma circular y
aunque su explanada tenía el inconveniente de tener la pendiente., en sentido
contrario, como tenía espacio para el mayor retroceso de las piezas, servía contra
desembarcos en la playa que cubría entre los barrancos de Tahodio y Almeyda.
Carecía de Cuerpo de Guardia y Repuesto, pero en 1850 se había convenido con el
comerciante D. Francisco Ventoso, dueño del terreno que la rodeaba, que, en
caso necesario, la casa-habitación de la finca podría emplearse en estos
menesteres.
En un informe de la Comandancia de Ingenieros del 10 de Octubre de
1843, decíase con relación a éste, que «...estaba
situada á unas 134 varas y á espaldas de la línea en la margen derecha del
barranco de Tahodio, dominando el parapeto de la línea dha para
cubrir y poder batir
las embarcaciones que puedan intentar un desembarco en la playa entre los
barrancos de Almeyda y Tahodio.
Como está enterrada,
no presenta objeto alguno á los fuegos del mar, y ella puede por cuatro de sus
cinco embrasuras con esplanadas de sillería (aunque con el declivio invertido},
servir últimamente contra un desembarco por esta parte. No tiene repuesto ni
Cuerpo de Guardia,
pero puede usarse para esos destinos la
Casa de Ventoso que está á [en blanco] piés de la rampa de
entrada á la Batería. Sus
cañoneras, espacio entre ellas, así como su emplazamiento necesitan
reparaciones de alguna consideración. Su figura es circular de 1.8 varas de
diámetro».
En 1788 estaba artillada con 5 cañones de a 12. y la
guarnecían 1 sargento, 1 cabo y 5 soldados, previsto para caso de guerra
aumentar esta guarnición hasta 1 Oficial, 1 Sargento, 2 cabos y 35 soldados.
Fue ejecutada por cuenta de los arbitrios de fortificación y
la entrada se hacía por una rampa de 11 varas de largo por 4 de ancho, tenía 6
cañoneras. (José María Pinto de la
Rosa, 1996)
1843 Octubre 10.
Informaba la Comandancia de
Ingenieros en relación al Castillo de San Cristóbal en la plaza de Santa Cruz,
lo siguiente. «...situado a unas 285
varas de la batería de Santa Rosa, y á la derecha de las tres puertas de
comunicación al muelle donde está establecido el Cuerpo de Guardia del
Principal de la Plaza. Fue
construido en I576; consiste en un pequeño rectángulo abaluartado de 64 varas
de lado exterior los dos mayores y 6I varas los otros dos. En la cortina y dos
baluarters del frente de mar se pueden servir 7 piezas, y en el flanco derecho
del baluarte derecho del frente a la población se pueden servir otras dos piezas
con el mismo objeto, por ser este frente más elevado que el del mar.
Estos fuegos baten el muelle y se cruzan
convenientemente con los de los llamados Castillo de S. Pedro á su izquierda y
S. Juan y batería de la línea a su derecha.- Su posición en el centro de la
línea y de la población, y siendo todo su frente al principal fondeadero, es
muy importante, pero son pocos sus fuegos y capacidad con respecto a la defensa
exterior é interior que debería cubrir.- Sin duda por esta razón es que
construyeron en el corto espacio que haya su izquierda entre el muelle, la
batería llamada de Sto Domingo, que le sirve de flanco bajo y es capaz de tres
piezas; pero está aun su emplazamiento terrizo y no permite servirse artillería
por las tres embrasuras que tiene su parapeto, no pudiéndose usar sino por
Infantería en la banqueta que tiene en sus merlones.- Sus fuegos son ventajosos
en defensa del muelle playa a su izquierda, fondeadero a su frente y se cruzan
con los de s. Pedro.- El frente de tierra es más elevado y cubre de los fuegos
de las casas de la población las baterías del frente de mar, y bajo su
emplazamiento ú esplanada están los pabellones de su Comandante, Cuerpo de
Guardia, Almacenes y Provisiones, pero habiéndose permitido construir en su
inmediación y sin mas distancia que el ancho regular de la calle, casas de dos
y tres cuerpos y de bastante solidez, desde las que se pueden fusilar a cuantos
intenten subir á servir la artillería de este fuerte, y el estar su esplanada,
la mayor parte sostenida por las maderas que forman la techumbre de las
habitaciones y oficinas de la guarnición, hacen inseguro el fuego de la
artillería sobre dicha esplanada.- Con el objeto de aumentar su espacio y
cubrir su entrada, se construyeron un tambor de un ángulo á otro de los flanqueados
del frente a la población, el que el año antepasado se ha regularizado y
mejorado, así como todo el Castillo, segun se vé en la Memoria que formó esta
Comandancia y pasó a la
Direccion General del Cuerpo el 1 de Enero de I84I; en la que
se dice el estado en que quedó este Castillo, concluidas las reparaciones que
necesitaba, y aumentos que se consideraron convenientes para mejorarle en lo
posible, por ser la fortificación de más consideración de toda la línea, a
pesar de ser tan reducida y con tantos defectos como se dejan conocer, a
primera vista».
Parece que este
Castillo tenía la misión de servir de ciudadela para resistir a un enemigo que
hubiese desembarcado hacia los extremos de la línea penetrando hasta el centro
del lugar.
Al llegar a la isla los Comandantes Generales, eran
recibidos por una Diputación de dos Regidores que nombraba el Cabildo, y lo
alojaban en la Sala
grande de este Castillo por espacio de tres días, sufragándose todos los gastos
que ello ocasionaba, que eran crecidos, de los fondos del común, gastos que
redujo el visitador D. Tomás Pinto Miguel a 1.500 rs de las islas. (José María
Pinto de la Rosa,
1996)
1843 Octubre 10.
En un informe de la Comandancia de
Ingenieros se decía en relación al polvorín o Casa de la Pólvora localizada en el
Barrio de Regla en Santa Cruz de Tenerife, que era capaz de 3.000 quintales, «...y se conserva en él la pólbora
perfectamente sin humedad no obstante su proximidad al mar; tiene pararrayos y
este y el almacén, están en buen estado.- Para cubrirlo de los fuegos del mar
se construyeron en dos de sus lados un grueso y elevado espaldón de tierra
sostenido por dos gruesos muros que le sirven de cerca, siendo lo restante de
esta un simple muro de piedra y barro y de poca altura; y como el lado menor en
que está la puerta y parte del s. estaban amenazando ruina, se levantó el año
pasado desde cimientos toda la pared ruinosa y lo restante del lado mayor
necesita igual reparación, levantándolo hasta la altura de lo nuevamente hecho.
El terraplén del espaldón había tenido el asiento natural de las tierras y las
aguas filtrándose por los muros habían desprendido su encalado exterior por
cuya razón se rellenó de tierras y después de bien apisonadas, se empedró
dandole bastante declive para que las lluvias derramen por los imbornales á la
parte exterior y se encalaron y en casaron los muros en la parte que mas lo
necesitaban.- El espacio entre la cerca y el almacén no estaba dispuesto para
que pudiesen salir las aguas, y se regularizó el terreno con piedra á propósito
para este sitio todo el camino que han de llevar las aguas hasta su salida por
el invornal...».
En 1850 se hallaba en buen estado
necesitando reparación el muro interior del espaldón del lado Norte que tenía
muchos desplomes. Fue cedido al Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife,
junto con el Castillo de San Cristóbal por R.D. de 20 de Septiembre de 1926
(D.O. n° 215). (José María Pinto de la
Rosa, 1996)
1843 Octubre 10.
La Comandancia de
Ingenieros emite un forme en torno a la batería de la Candelaria, se decía
así: «Batería de la Concepción, á 62 varas
del Castillo de San Cristobal construida sobre una restinga paralela á la playa
y bañado su muro por las olas en las altas mareas.
Cruza sus fuegos en defensa del fondeadero,
con los de los Castillos de S. Pedro y S. Cristobal, y defiende la pequeña
caleta que está a su izquierda, por la que antes de estar construido el muelle,
desembarcaban y embarcaban los efectos de comercio y pasaban por el rastrillo
que hay en el parapeto que une esta bateria con S. Cristobal, á la Aduana, cuyo edificio
cierra la mayor parte de la gola de la bateria. Por su derecha, aunque con
oblicuidad, defiende la playa frente al barranco de Santos, en concurrencia con
las Baterias de la
Carniceria, San Telmo y los dos emplazamientos que para una
pieza cada uno hay construidos en las orillas del mismo barranco.
Tiene Cuerpo de Guardia, y Repuesto, y
Almacenes para los efectos y juegos de armas del servicio de artillería y un
hornillo de bala roja inutilizado.- A su frente y derecha podria servir por su
situación convenientemente, pero como no tiene sobre la playa mas altura que la
necesaria para la construcción de su emplazamiento y esplanada, y sea mas alto
el del muelle, impide este la defensa que sin él prestaria contra los buques
fondeados ó lanchas de desembarco en la playa a su izquierda.- También si fuese
cañoneada por buques, podría recibir daño sus defensores con los escombros ó
ruinas del edificio de la
Aduana que la cierra por su gola, sin dejar mas espacio que
el preciso para su servicio».
Su explanada
era de sillería contando con diversos locales que a fines del siglo XIX estaban
dedicados a Almacenes de Artillería, existiendo en ella un tinglado de 28,00 m2 y otro de 67,50,
tres almacenes de 101,50
m2 en conjunto y un local destinado a Cuerpo
de Guardia de 10,50 m2. Un pequeño
cuarto a mediados del siglo XIX se destinaba a fábrica de zulaque para las obras de fortificación. Tenía 54
varas de largo y 14 de ancho.
Según R.O.C. de
29 de Julio de 1892 (D.O. n° 163) y R.O. de 24 de Mayo de 1893 (D.O. n° 109) se
propuso la venta que fue aprobada por R.O. de 27 de Febrero de 1895 (D.O. n°
48) y suspendida por R.O. de 20 de Abril de 1897. Según R.O. de 11 de Junio de
1899 se propuso SU enajenación, así como en virtud dela R.O. de 15 de Enero de
1903 (D.O. n° 11). Por R.O. de 2 de Enero de 1924 (D.O. n° 3) se declaró
inadecuada para las necesidades del Ejército disponiéndose su venta y por
último por R.D. de 20 de Septiembre de 1926 (D.O. n° 215) se ordenó su entrega
al Ayuntamiento de la Capital
con las demás propiedades que se han reseñado al estudiar el Castillo
Principal.
En un inventario que existe en el mismo
archivo de 188 5, se especifican: la puerta de entrada; Cuerpo de Guardia de 3,50 m2.; un almacén de 3,00 m de largo por 2,50 mts
de ancho y 2,60 mts de alto; otro de 5,00 x 3,50 x 2,20; una habitación de 3,50
x 3,50 donde se hallaba una bomba de incendios y otros varios efectos
pertenecientes al Real Cuerpo de Ingenieros. Una habitación de 4,50 mts por
3,75 mts da paso aun almacén de 10,00 mts por 3,00 mts; un tendal de 9,00 por
7,50 mts depósito de cureñas y otros efectos; un almacén 7,00 x 6,50 x 3,75 metros para
efectos de artillería y encima otro perteneciente a la Aduana; otro local igual
también con material de artillería ya la izquierda un pasadizo de 4,50 x 1,00 metros que en un
testero tiene el común. Frente a
la batería y en
la habitación de bóveda ya descrita en el inventario, hay un hornillo para bala
roja.
Tiene una explanada de 310,00 metros cuadrados
de losas de piedra viva y 2,20 empedrada con nueve cañoneras, con banqueta,
todo de mampostería y en mediano estado de conservación a finales del siglo
XIX. (José María Pinto de la Rosa,
1996).
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