BONIFACIO SANTOS HERRERA
Manolo “El Gomero”.
La muerte del ex combatiente del MPAIAC Bonifacio Santos Herrera asesinado en Estados Unidos de América, según el conmatriota Jorge Dorta “Ancor”:
“Hace unos meses publicábamos en
este blog un artículo sobre Bonifacio Santos Herrera y la canción el Silbo de
Feloche. En dicho artículo se describía la trayectoria vital y revolucionaria
de Bonifacio Santos Herrera desde que comenzó la lucha por la independencia
hasta que partiera en 1981 a su exilio obligado en Francia.
Ángel Cuenca Sanabria, tuvo la
oportunidad de visitarlo en su casa de Paris en 1987 y ha hecho un artículo de
investigación periodístico que cubre desde su salida de Francia hasta las
misteriosas circunstancias que rodearon su muerte en Estados Unidos.
En vista del nulo eco que se ha
hecho la prensa del artículo de Ángel Cuenca, desde este blog queremos poner
nuestro granito de arena para que la persona y la trayectoria de Bonifacio
Santos Herrera sea conocida por parte su pueblo.
Bonifacio, su gran
corazón le costó la vida
Por Ángel Cuenca
Sanabria.
La triste noticia había pasado desapercibida en Canarias. De nuevo un 12 de
Diciembre, caía asesinado un luchador canario por las libertades. Si en 1977
fuera el estudiante grancanario Javier Fernández Quesada, abatido por disparos
de la Guardia Civil
en las escaleras de acceso al Edificio Central de la Universidad de La Laguna, en 2009 le tocó al
ex-combatiente del MPAIAC Bonifacio Santos Herrera, en su domicilio de Nueva
York. Con lo que el destino nos depara, por tanto, la oportunidad de celebrar
juntos ambos aniversarios a partir de ahora.
Todos nos sorprendíamos en
Canarias ante el éxito de un joven cantante francés, llamado Féloche, quien
estaba encabezando las listas de éxito de su país con una canción titulada
“Silbo”, que contaba sus peripecias adolescentes en La Gomera y mencionaba el
nombre de Bonifacio, protagonista de la canción.
Bonifacio Santos Herrera partió
en 1981 a su exilio obligado en Francia, tras ser condenado a más de cuatro
años de cárcel por la
Audiencia Nacional española. Sobre su exilio francés supimos
de su relación con la madre de Féloche y de su residencia en Clichy, hasta que
en 1989 decidiera continuar su exilio en Nueva York. Los sabuesos españoles le
seguían el rastro amparados en los acuerdos de colaboración entre Madrid y
París, y él no era pieza fácil de cazar. Fue su extraordinaria nobleza y
humanidad, como veremos, quienes le jugaron la última y definitiva mala pasada,
en su último exilio americano.
Privilegiado
encuentro en París: “No soy reinsertable con España”
Tras una interminable Fiesta del
Cordero en Trípoli, en Noviembre de 1987, que hizo desaparecer como por encanto
a todos nuestros anfitriones del Centro Anti imperialista de Libia o 'Mathaba',
dejándonos abandonados a otro compañero de la dirección del Congreso Nacional
de Canarias y a mí, eso sí, en un buen hotel durante más de una semana,
regresábamos a Canarias vía París. A este compañero dirigente del CNC debo el
honor de haber conocido personalmente a Bonifacio, pues me pidió que lo
acompañara a visitarlo en su domicilio de Clichy, en el Norte de París, donde
vivía con su compañera la periodista Catherine Lebars y el hijo de ésta
Féloche, entonces con 7 años de edad.
Recuerdo que lo primero que
preguntó, en tono gomero socarrón, fué “¿Qué tal le fue a Cubillo y el
CNC su participación en las Elecciones autonómicas de Junio”, como dando a
entender que no sabía nada..., “Bueno..., en fin, sirvieron para dar a conocer
el Partido”, “aprovechamos para denunciar el colonialismo”, “sacamos una
concejala en Arrecife”, “fueron un medio pucherazo”..., le respondimos mientras
Bonifacio nos observaba de forma atravesada y con una sonrisa en los labios.
Tras un silencio de unos segundos, que parecieron eternos, volvió a
preguntar: “¿Y no habrán servido también para legitimar al colonialismo
español en Canarias?”. Esta vez el silencio fue mas plomizo e
interminable, hasta que a modo de salvavidas nos convidó con nuestro típico
“¿no van a echarse un pizco?”.
Mi compañero del CNC le preguntó
entonces qué pensaba hacer, si regresaba a Canarias, que llevaba más de seis
años exiliado y la condena había sido de cuatro años, que ya había prescrito.
Eran los tiempos de las llamadas
reinserciones de los poli-milis etarras y de los primeros acuerdos hispano
franceses para perseguir 'terroristas' a un lado y otro de La Muga.
“¿Y cómo arreglaste lo tuyo?”, le
contestó Bonifacio, “bueno, yo estuve un par de años en Venezuela como
precaución”, pero finalmente no me abrieron ninguna causa importante y regresé
sin problemas. “Que suerte, otros como Servando o Pedro Medina se comieron un
marrón bueno”, replicó, añadiendo, “Me contaron que les inventaban las
imputaciones para no dejarlos tranquilos y, como comprenderás, a mi me harían
exactamente lo mismo si vuelvo, a no ser, claro, que negocie algo con ellos,
como otros hicieron”. “Parece que algunos consiguieron buenos enchufes”... Para
añadir que los gomeros nunca fueron sometidos y que “a mi no me van a poner la
pata encima”. “Yo no soy reinsertable con España mandando en Canarias”.
“Pero aquí también lo tienes
difícil con la nueva cooperación policial hispano francesa”, insistió mi
compañero del CNC. “Pues me tocará buscar otro escondite -contestó-, tengo un
amigo francés que consiguió la concesión de la Marina del Río Hudson en
Nueva York y quiere llevarme a trabajar con él”. Bonifacio le metía mano a
todo, construcción, fontanería, mecánica, electricidad, soldadura, cerrajería.
Las bombas -hidráulicas y de cualquier tipo- no eran su única especialidad...
Mientras esto decía, las caras de Catherine y Féloche eran un verdadero poema.
New York, New
York...
“Esto es un infierno. París y mi
Gomera, el paraíso”, le comentaba a su hijo Carlos Manuel, que dejara con
quince años, junto a su hermana Isabel y la madre de ambos, su primera
esposa, cuando abandonó por última vez el Puertito de Guimar, y quien lo
visitó en varias ocasiones en su exilio americano. Ya se había instalado en su
nuevo trabajo en Marina Hudson, cerca del Bronx, primero en una auto-caravana y
luego en una barcaza vivienda. A poco de llegar, una noche de crudo invierno
neoyorquino, conoció a la que sería su nueva pareja, la portorriqueña Tamika
Navedo, muy joven entonces, mientras tiritaba de frio junto a su bebé,
escondidos en una barcaza abandonada cerca de su autocaravana. Esa noche
Tamika y su hijita comieron y durmieron caliente con Bonifacio, era por una
sola noche, que se prolongó durante muchos años.
Su hijito se convirtió en un
nuevo hijo para nuestro hombre, como lo fuera Féloche en París, pese a no ser
su progenitor. Luego vinieron cuatro hijos más, que también asumió como suyos
propios, trabajando duro para sacarlos adelante. En sus últimos años, pese a
cesar su convivencia, siguió cumpliendo con las responsabilidades que había
asumido con los muchachos.
Su trabajo en la Marina lo alternaba con
algún 'cáncamo', como hacer tareas de mantenimiento en el famoso Puente
Brooklin, para la Alcaldía
de Nueva York, dónde recibió un golpe accidental con la puerta trasera de un
camión, que le dejara una cierta minusvalía en un brazo. Por último sólo
realizaba tareas de guardia nocturno en la Marina, antes de su asesinato con 62 años
cumplidos. Vivía sólo y nunca se le vio metido en jaleos.
Un crimen con
muchos interrogantes
La fatídica noche del 12.12.2009
se pareció mucho a la del encuentro con Tamika y su bebé en su improvisado
escondite, veintiún años atrás. De las llamadas “noches de perros”, aunque
nunca entenderé dicho calificativo con lo nobles que son estos animalitos. Esta
vez le tocó socorrer a una joven pareja de latinos, diecisiete años él -menor
de edad- y uno más élla. “No hay problema chicos, pueden pasar la noche en mi
barcaza, vamos al chino a buscar algo de comer”. Comida china y criolla suelen
anunciar estos restaurantes del Bronx. Esta vez, su gran corazón, su
extraordinaria generosidad, terminó por costarle la vida.
El cuerpo de Bonifacio apareció
bajo un pantalán cercano 17 días después. Tamika dice haberlo echado de menos
al día siguiente del crimen, cuando fue a buscar dinero para los niños. Dijo
también que encontró su gorra manchada de sangre. Pero no faltaba ninguna de
sus pertenencias. Fue su hijo Carlos Manuel desde Tenerife quién le dijo
que buscara dónde el cuerpo finalmente apareció, pues intuía que no podía estar
muy lejos.
Dos días después del hallazgo
reapareció por la Marina
la pareja de jóvenes latinos que ya habían sido identificados por el
chino dueño del restaurante donde Bonifacio les compró comida. Preguntaron por
él, diciendo que era su tío, pero sus compañeros de trabajo sabían que no tenía
sobrinos en USA. Ese mismo día confesaron su crimen al ser detenidos. Le habían
atravesado el cuello con un destornillador mientras dormía y arrastrado luego
hasta el agua.
No robaron nada. Están presos
pendientes de juicio y, por supuesto, el menor se hizo cargo del crimen,
exonerando a la chica. Pero hay otros interrogantes sin aclarar.
Bonifacio estaba pendiente de cobrar una indemnización por el accidente laboral
del Puente Brooklin, así como la indemnización laboral del empresario de la Marina Hudson por 21
años de trabajo. También estaba arreglando trámites en los consulados de
Francia y España para visitar París y Canarias. La propia Catherine y Féloche,
le visitaron varias veces y le estaban ayudando con dichos trámites.
La pareja asesina mantenía al
parecer relación con el círculo de amigos latinos de los familiares de Tamika
en el Bronx. Carlos Manuel asistió al entierro y se sorprendió mucho de ver a
la antigua compañera de su padre con una muy buena apariencia exterior,
contrastando mucho con la que le observó en visitas anteriores. Aparentemente
las cosas le empezaban a ir muy bien.
Nulo apoyo
institucional o político
Tras confirmarse su muerte, su
hijo Carlos Manuel se puso en contacto con la Dirección de la
organización donde militara su padre, en Santa Cruz de Tenerife, comunicándole
la noticia y solicitando algún tipo de apoyo. Lo cierto es que además de no
recibir ninguna ayuda, la muerte del ex combatiente del MPAIAC paso
desapercibida a nivel de medios de comunicación, sin que se realizara actividad
alguna en su memoria. Su antiguo compañero Pedro Medina Calero, intentó
tramitar su traslado a La
Gomera y la asunción de los gastos funerarios, a través del
Cabildo, pero fue denegado por no estar empadronado en la Isla, según le argumentaron.
A nivel institucional tampoco
recibió su familia canaria ningún tipo de apoyo y actualmente sólo su hijo
trata de hacer un seguimiento del procesamiento de los imputados, ante el
Consulado de España en Nueva York, para que a su vez se interesen ante los
tribunales americanos en favor del esclarecimiento de los hechos y exigir que
se haga justicia. Recientemente, se ha solicitado a la Vice Consejería de
Acción Exterior del Gobierno de Canarias su intervención, para facilitar el
acceso a la información sobre este procedimiento judicial en USA. Su
responsable, Cándido Padrón, ha trasladado la solicitud al Ministerio de Exteriores
español y se encuentra a la espera de respuesta.
Bonifacio siempre manifestó a sus
allegados su deseo de que sus restos reposaran en El Toril, en Las Rosas, donde
naciera hace 66 años y es intención de su familia hacer todo lo posible para
satisfacerlo, para lo que esperan contar con el apoyo de todos los que le
conocieron.
Homenaje en
Hermigua el 24 de Mayo con Féloche
Aunque un poco tarde, tres años y
medio después de su muerte, y gracias a la canción “Silbo”, de su hijo de
crianza francés, Féloche, Bonifacio empieza a tener el reconocimiento de su
pueblo. Pero gracias también al Ayuntamiento de Hermigua, al Colegio Mario
Lhermet de este municipio, a sus alumnos de segundo y tercero de la ESO y a los del IES de San
Sebastián.
Para Septiembre de este mismo
año, está previsto un Homenaje público en su memoria en Hermigua, mientras, el
día 24 de Mayo, el Colegio mencionado organizó una jornada de actividades
escolares, con exhibiciones de silbo gomero y la participación de los grupos
folklóricos de alumnos de Hermigua, Agulo y la Matanza de Acentejo, junto
a Féloche y Rogelio Botanz, que versionaron la canción 'Silbo' en castellano.
Allí estuvieron los jóvenes estudiantes gomeros, su familia y algunos invitados
que tuvieron relación con la vida de este gomero ilustre, como su compañero de
lucha Pedro Medina Calero, de cuyas vivencias comunes dió un vibrante
testimonio. Allí se le comenzó a rendir honores y se gritó por fin, muy
alto y muy fuerte:
¡¡Bonifacio Santos Herrera,
PRESENTE!!.”
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