EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1791-1800
CAPÍTULO XLI-VI
Eduardo Pedro Garcia Rodriguez
1805 Noviembre.
Noticiar el
número de embarcaciones y los diferentes motivos, políticos o
casuales que obligan a arribar al Puerto del Arrecife naves procedentes
de varias partes del mundo, sería asunto interminable. Únicamente
indicaremos de algunas que por sucesos más o menos extraños lo
verificaron v. g. El principios de nove del año 1805, salió de
Tenerife un bergantín corsario francés, nombrado el «Gen1 Blanchan»,
Cap". Jn. Bta. Pruste, al cual había
perseguido una fragata de guerra inglesa, que temiendo
la imprudencia de abordarle por la noche con 4
botes cerca del P'°. de la
Orotava, el corsario a boca de jarro les dio una descarga de
fusilería que les sumergió dos, y siempre huyendo se entró a refugiar en este Pto.
de Naos, hasta que no hubo que temer y salió a sus
correrías. El capitán de presa de este buque era Dn. Antonio
Manaebrayon, portugués casado en el P'°. de la Orotava. (José A.
Álvarez Rixo, 1982:202-204)
1805.
Se acabaron
los frailes, pero cuando pasados muchos años cualesquier
curioso acierte a leer algunas de sus constituciones conservadas
en alguna biblioteca, quedará satisfecho deberían ser semisantos los que por
ellas se regían. Ayunadores, sujetos al celibato, orando a diversas
horas del día y de la noche, sabios, humildes, limosneros etc.
Le dará lástima se hubiese extinguido la turba de tan angélicos varones.
Sin embargo, si quien tal piense pudiese hacer comparecer a
su examen a los religiosos del siglo último, y aún de los pasados, descubrirá
su grande error, porque eran con pocas excepciones todo lo
contrario a su rígido instituto y como tenían el vientre lleno sin costarles
mucho trabajo, eran alegres, correntones, revoltosos, comelones,
ambiciosos y celosos de que se les respetase su santo hábito para
gozar de inmunidades.
Fray
Bernardino Acosta, según habrá visto el lector al capítulo X y XVIII, fue uno de
tantos adornados de varias de estas santas virtudes de su
época y entre sus graciosas travesuras recordaré una que revela su carácter lo
mismo que la necedad de nuestras monjas. A fines del año 1805, venía este
fraile con otro desde Garachico para La Orotava.
Al pasar por
El Realejo, tuvo sed y ocurrióle parar en uno de los
libratorios de nuestras monjas: tomó un tono a lo andaluz para no
ser conocido, y como las monjas según costumbre fuesen curiosas e
impertinentes; a tantas de sus preguntas le vino a pelo decirles; había
sido capellán de un navio de guerra en el combate de Trafalgar; que
una bala le había arañado la nariz, que otra en el santo escapulario
no le pudo penetrar. Y como añadiere, si aquí en Canarias no eran las
religiosas hábiles fabricantes de dulces, bizcochos y demás pastas como
las de España? quisieron ellas hacer las suyas y se las trajeron a porfía,
regalándole de perlas para que las encomendase a Dios en su viaje
para las Indias. Cuando el buen fraile remedando el andaluz y monjil acento
relataba este cuento, todavía se reía como un niño.
Al llegar
desterrado por el capitán general duque del Parque desde la
isla de Lanzarote a la de Tenerife, escribió a mi padre y le decía
«Que pasada la sorpresa y el susto, se hallaba igualmente alegre que antes,
según debía usarlo todo fraile». Era aún de mediana edad y falleció poco
después en su convento de la villa de la Orotava, el mismo año de 1811. (José
A. Álvarez Rixo, 1982:209-210)
1805.
En el verano de
este año; ya se habían aparecido otra fragata
y un bergantín ingleses, estuvieron en tierra por la parte de Arrieta
(Lanzarote), y siguieron la vuelta del Arrecife. Alarmada la isla, y dando por supuesto sería invadido y saqueado dicho
puerto, bajó a su defensa el único
regimiento de milicias que hay en el país, con mucho paisanaje. Mas si los enemigos tuvieron esta idea
la mudaron al ver desde sus naves la soldadesca que se agolpaba a rechazarles.
Y aunque los
capitanes
atendieron a la manutención de sus respectivas compañías, dicho Alvarez que era alcalde real del Arrecife,
suplió el agua que aquí es grande
regalo por lo mucho que cuesta con otras varias cosas para la
muchedumbre por espacio de tres días. La tropa, antes de marcharse a sus
hogares, hizo que un piquete precedido de los tambores le fijase a su puerta un papel lleno de agradecimientos. Toda la milicia
formó delante y alojó en la grande bodega de Alvarado.
Desde entonces se emplearon a tomar providencias para proveer de algunas armas a estos moradores. No habiendo
fusiles ni cosa que lo valiera, por disposición del alcalde
mayor de la isla Dn. Cristóbal de
la Cueva y
Zaldívar, se hicieron porción de lanzas que aquí llamaron cuchillas, las cuales se repartieron a los paisanos divididos
por centurias, y un sujeto visible hacía de capitán o centurión. A este puerto le cupieron dos de estas
compañías, distinguidas entre sí por
la primera llevar cucarda blanca y roja, y la segunda blanca y verde.
Pero además de
esta débil defensa, había de guarnición algunos milicianos (una compañía, a
veces) que del interior bajaban con sus oficiales,
y como no hay cuartel se alquilaba una casa de cuenta del rey para que alojasen. Se trajeron dos cañones
violentos del pequeño parque que se guardaba en la villa de Teguise; y
dos lanchas de las mismas que cargaban la barrilla se armaron de cañoneras para
salir algunas noches de ronda. Dn.
José de Armas Betancourt dueño de una de ellas, fue el promotor de estas
últimas medidas a causa de un genio
solícito por aparatos bélicos o fiestas de carnestolendas las cuales le
entretienen de la propia manera.
Observaremos,
que dígase lo que se quiera; este puerto para su seguridad militar exterior, necesita otra fortaleza más al poniente, construida donde llaman la Bufona, que
pueda impedir la entrada por la barra del O. del Arrecife; de lo
contrario ni enemigos ni contrabandistas
tienen obstáculo para entrar y salir cada vez que les convenga. En parte tan
importante sólo había un paredón seco llamado el Reduto, donde
iban algunos soldados de guardia si se tenía sospecha de cualesquiera
intentona. (J.
Álvarez Rixo, 1982:70-71)
1805.
Luego que se declaró la guerra y los ánimos estaban más
dispuestos para rechazar los asaltos de tales corsarios, se armó aquí
una balandrita del tráfico, mandada por su
dueño y patrón Manuel Valentín López que también era artillero. Venía
ésta cargada desde Canaria, y cerca de Lan-zarote
se vio acometida por dos botes ingleses procedentes de un bergantín corsario que estaba a mucha distancia a
causa de la bonanza. López empezó a
jugar sus pedreros y arredró a los enemigos. Pero su mala suerte quiso que condujese a su bordo a Dn.
Domingo de la Cueva,
beneficiado de esta isla, con sus hermanas y cuñado Dn. Leandro
Camacho. Este último, joven y militar, era el más resuelto a la defensa, sin atender a los clamores de la mujer
y de Cueva para que desistiese. Subió el beneficiado sobre combés, y
puesto de rodillas, su excesivo temor le sugirió tanta persuasiva
representando, la ineficacia del buque que
montaban, y que por aquella temeridad se exponían a ser pasados a cuchillo sin
remedio que empezaron los mareados pasajeros a asustarse retrayéndose de la
defensa, y el patrón López tuvo que desistir a la fuerza. Todavía
atracaron los ingleses temerosos de alguna
estratagema; pero señoreados de la balandra, la robaron cuanto había y
trasbordaron al corsario al mismo Cueva y familia,
a quienes después desembarcaron en una playa desierta de la propia isla.
En aquella
semana, se apareció otra goleta inglesa, acabó de robar lo que quedaba en la
balandra y la dio fuego. A López se lo llevaron a Inglaterra los del
bergantín, para los cuales fue de notable servicio,
porque los corsarios con el abundante vino que habían robado en Canarias, se
emborrachaban con frecuencia, en cuya situación nada les importaba, se tupían las bombas, y él acudía a tiempo a esta indispensable maniobra. Llegados a Londres,
le soltaron sin más ceremonia en uno
de los wharfs de aquella metrópoli inmensa, donde jamás había estado, sin saber el idioma, y sin un maravedí. Pero
como la necesidad es discursiva, le ocurrió decir, Mr. Cólogan,: Y
alguno que quiso cerciorarse de lo que preguntaba aquel hombre, le llevó a otro que balbuciaba algunas palabras españolas y portuguesas, a quien López significó,
quería ir casa de un comerciante
llamado Mr. Cólogan, que le parecía había en Londres. Por fortuna, éste nombre no era desconocido del
intérprete, y lo condujeron allá. Dn. Juan Cólogan Fallón le
recibió con cariño y le dio unos billetes
de valor de algunas libras esterlinas para que se equipase de ropa y demás
necesario. Jamás había visto López letras de cambio, y se quedaba
estupefacto cuando además de los ingleses darle cuanto él les señalaba, le entregaban puñados de chelines, y que cuando
ya adquiridos éstos iba a pagar con ellos en otra parte, se los devolvían y
preferían el papel dándole además la demasía en dinero. Cólogan también le proporcionó volver a su país en un barco neutral adonde
llegó inesperadamente en septiembre del mismo año 1805. (J.
Álvarez Rixo, 1982:72-73).
1805.
Para los que
gusten hacer comparaciones comerciales del estado de la navegación
de cada una de las islas Canarias para las Américas, apuntaremos a cuales de
ellas pertenecieron estos grandes bajeles. El «Cotardo», a
Tenerife: «La Paloma»
a la Palma:
«Espinosa», «Siete Cabezas» y el «Santiago», al comercio de Tenerife, también. El
año 1805 y, a fin de guarecerse del riesgo de la guerra con Inglaterra se
depositaron en P'°. Naos 7 u 8 buques de la Carrera de América,
figurando ya el Arrecife entre ellos con una fragata propia de
D. José Morales vecino suyo. Otro de dichos barcos pertenecía a Canarias: otro
a La Palma,
otro a Málaga, otro a Santander o Bilbao, y los demás a
Tenerife, y solamente salieron dos o tres de ellos que lograron pasaportes portugueses para embanderarse,
dos resistieron mal tiempo, y tres detrimentados del sol, y cansados de esperar sus dueños por la paz los
desbarataron. (J. Álvartez Rixo, 1982:130)
1805 Mayo.
El clero de la secta católica
dice la primera misa en la parte nueva de la Catedral de Winiwuada
(Las Palmas).
“La pequeña ermita de San Antón,
situada dentro del recinto que ocupó el campamento o Real de los invasores en
Las Palmas, había servido en los primeros tiempos de la conquista de templo
catedral. En 1496 se adquirió por el cabildo la huerta de Juan Siverio Mujica y
se abrieron en ella los cimientos de la nueva iglesia, que había de ser tan
suntuosa y elegante como lo eran entonces casi todas las catedrales españolas.
Los arquitectos Motaude y Palacios, trazaron y continuaron la obra que, al fin,
fue consagrada en 1570, aunque las capillas laterales se hallasen todavía en
construcción y no se tuviese crucero ni sacristía, por lo cual se levantó una
pared en el sitio que hoy ocupan los púlpitos para separar la porción concluida
de la que aún estaba por terminarse. A espaldas de la catedral, y mirando hacia
la plazuela de los Alamos, se alzaba la parroquia o sagrario llamada iglesia
vieja, a cuyos lados se descubrían muchas callejuelas estrechas, cortas y
torcidas que recordaban al primitivo núcleo de la ciudad.
Llenas en el siglo XVIII las
arcas del cabildo, y deseando sus ilustrados individuos emplear aquellos
caudales en mejoras útiles al país, vacilaron por mucho tiempo en darles una
conveniente aplicación. Opinaban unos que aquellas sumas se dedicaran a
fomentar la población rural en las desiertas costas del sur de Canaria y
Tenerife. Creían
otros que sería más beneficioso a
sus intereses aumentar el número de las parroquias y, de este modo, facilitar
el pasto espiritual de los fieles. No faltaban algunos que opinasen por la
adquisición de objetos piadosos, como ornamentos, retablos e imágenes, que
avivasen la fe y realzaran la majestad del culto. En medio de esta variedad de
parece- res, el deán don Jerónimo Róo, criollo de reconocida ilustración, de
claro juicio y acendrado patriotismo, supo inclinar el ánimo de los capitulares
decidiéndoles a que aceptaran el proyecto de concluir la interrumpida obra del
templo, enlazando la parte concluida con la que luego se levantaría. No era
empresa fácil vencer esta dificultad.
Los primeros planos se habían
perdido y era preciso adivinar el pensamiento del primitivo arquitecto. ¿Dónde
encontrar una persona facultativa que se encargase con acierto de resolver el
problema y llevarlo a ejecución?
Vivía entonces en Las Palmas un
distinguido militar español llamado don Miguel Hermosilla, muy entendido en el
planteo y alzado de murallas y fortalezas y defensor decidido de los intereses
canarios, que veía con dolor olvidados de los que tenían el deber de
fomentarlos. No sabemos si él mismo se ofreció a completar la obra o si alguno
de los individuos del cabildo lo animó a levantar los planos y presentarlos;
pero lo que sí es cierto fue que la corporación se ocupó de este trabajo, lo
examinó con detención fijándose en algunos detalles que a su juicio merecían
modificacíón, de cuyo acuerdo, enterado el ingeniero, se negó a la corrección y
retiró sus estudios (24).
Mientras esto tenía lugar, uno de
los capitulares, hijo de La
Laguna, descendiente de una noble familia de colonos irlandesa llamado don Diego Nicolás Edward,
que al castellanizarse se tradujo por Eduardo, dotado de todas las cualidades
que constituyen
un buen arquitecto, conocedor del
dibujo y de la perspectiva, estudioso admirador de las catedrales de Toledo,
Segovia, Córdoba y Sevilla que había visitado, acaricíaba la idea de concluir
la catedral, combinando en el secreto de su gabinete los medios de armonizar la
parte hecha con la futura del canónigo
arquitecto. Transcurridos diez
años, estaba concluido el frontis
posterior con sus elegantes torreones y galerías laterales que dan ingreso al
templo. También se hallaba la sala capitular, sacristía y panteón; pero al
elevarse el cimborio, que en los planos alcanzaba una elevación proporcional al
alzado de las capillas, el maestro encargado de la ejecución de esta porción
tan importante del edificio, temiendo que los arcos torales no resistiesen el
empuje y peso de la cúpula, se atrevió a mutilarla lastimosamente, dejándola a
la altura en que hoy se encuentra. En mayo de 1805, víspera de Corpus, se dijo
la primera misa en el altar de la capilla mayor, habiéndose antes derribado la
pared que desde 1570 separaba la parte vieja de la nueva. Al año siguiente se
construyó el coro en medio de la nave principal y se abrieron los cimientos de
la torre del norte, bajo los planos del escultor canario don José Luján Pérez.”
(A. Millares T. 1977)
1805 Mayo 6.
Nace en winiwuada n Tamaránt (Las
Palmas de Gran Canaria) el criollo Agustín del Castillo y Bethencourt, Cuarto conde de la Vega Grande de
Guadalupe. Fue el último alférez mayor de la isla y ejerció una poderosa
influencia en los intereses públicos de su patria, contribuyendo a los
progresos de la agricultura y al desarrollo de todos los elementos sociales que
podían ser útiles a Gran canaria. Falleció en la misma ciudad el
28 de junio de 1870.
1805 Julio 31.
Vecinos de Lanzarote presentan demanda por la actitud despótica del
Coronel de Lanzarote por su pretensión de apropiación de unos terrenos que
habrian de repartirse entre los vecinos. El alcalde, que no siendo fuerista no
tenía porqué disimular las usurpaciones
del gobernador militar, con otros vecinos que ya había de posibilidades, hicieron una
suscripción y comisionaron a D". José del Castillo Roche, natural de la Palma, quien pasó a Canaria
a defender el negocio, donde presentó su primer escrito desde 31 de Julio de
dicho año. Es notable que entre los subscriptores no se ve ningún militar, aunque había algunos entre los vecinos agraviados; lo que comprueba cuanto temían las
venganzas de su jefe.
El fiscal después de hacer oportuna recapitulación de los escandalosos
manejos del coronel Guerra, hizo patente al tribunal: Que dicho gobernador aprovechándose de la prepotencia que conocidamente tenía sobre los peritos, quería hacerse
dueño de la población entera. Y la S.V. Audiencia
satisfecha del derecho que tenían a su
libertad los vecinos del Puerto del Arrecife, como de la codiciosa injusticia
del coronel; en Sv. Provisión fecha a 23 de enero de 1806, resolvió conforme
aquellos la pedían; a saber: Se hiciese el deslinde con citación del síndico
personero y del apoderado del señor
territorial de la isla. De consiguiente, Guerra se quedó in albis, conceptuado
además de despótico usurpador. Al instante se subdi-vidió el predio entre los vecinos, quienes en
agradecimiento señalaron un sitio al
alcalde real que con el tiempo la transfirió a un colono. Y en el punto
principal de la contienda se fabricó dentro de pocos meses una acera de casas
vuelta al poniente que denominaron calle nueva; siendo la única recta
que existía hasta dicho año.
De estos autos consta, que las
playas del Arrecife eran desiertas e infructuosas.
«Para
intentonas tan patrióticas como la precedente», dice la Memoria que seguimos; «gustan aquí tener el mando de las
armas, muy perjudicial si quien lo
ejerce no es persona desinteresada y racional. En prueba de ello me citaron, que este mismo coronel, tenía una
viga de lagar en el almacén de la
Aduana el año 1802; envió por ella, no estaba el almojarife
en el pueblo, sino su sobrino, que no guardaba
la llave o no podía hacer uso de ella sin su orden; y los militares que mandó el gobernador echaron las
puertas abajo. ¿Podría preguntarse a
su señoría, si acaso fue educado en el vecino Mogador?» (J.
Álvarez Rixo, 1982:52-54)
1805 Diciembre 6.
Sin embargo de tan buenas fortalezas que contaba el lugar, algunos
buques de guerra y corsarios ingleses, han
solido causar serias alarmas, puesto que han entrado sus lanchas en el Puerto de Naos (Lanzarote), del cual
extrajeron en la noche seis de diciembre de 1805,
dos bergantines del país cargados de trigo del rey. Se conoce que
tenían buen práctico, porque de lo contrario hubiese sido casi imposible. Los
castillos empezaron a cañonear cuando no
había remedio, y sólo pudieron herir a un marinero de la fragata enemiga. Parlamentó ésta a la mañana siguiente y se
rescataron los barcos por dos mil pesos fuertes.
También en este rescate que redundaba en pro de S. M. y la marina, hubo su Pedro Recio. El uno de los barcos
nombrado «.V.
Miguel», pertenecía a Miguel
Soco de Canaria; el otro, «Cupido», a H. Barradas del Puerto de la Orotava. Los ingleses dieron media hora de término
para aprontar el dinero, e Ínterin se estaba en esta dificultad por los pobres
patrones, dijo un oficial de Milicias: que era vergonzoso, que habiendo militares acaudalados sirviendo al rey, no se dignasen
facilitarlo entretanto para salvar el trigo de S. M... Oyólo Dn. Ginés de Castro por quien se virtió la especie, y
presentó los dos mil duros. Pero así que llegaron los bergantines a
tierra, se pretendió hacer dueño de ellos,
aunque se le devolvía la cantidad ya reunida por los patrones, auxiliados de sus amigos compadecidos.
Al ver tal felonía, Soco fletó un bote acto continuo, se transportó a Sta. Cruz de Tenerife a pesar de lo
riguroso de la estación, y se quejó al comte.
general marqués de Casa-Cajigal. Este lleno de cólera viéndose privado del pan para la tropa que le
precisaba, mandó prender a Castro sin comunicación, si en el momento
no restituía los buques a sus dueños y el
grano al rey, recibiendo de Dn. Manuel José Alvarez el dinero, a quien el E. ocupó en este
lance, y todavía su hijo guarda el recibo sin saber quién se lo habrá de
pagar. Obedeció Castro viendo se le remitía preso. Y estas diligencias
costaron al pobre Soco cosa de 300 ps.
crrte. además del riesgo de la travesía en tan frágil leño, dilató el envío del pan de la guarnición
y expuso los barcos a ser nuevamente
apresados por otros corsarios enemigos, que debían salir de Gibraltar
algunos días después de la fragata, pero quiso Dios que llegasen a salvo. (J.
Álvarez Rixo, 1982:69-70)
1805 Febrero 21. Nuevas disposiciones regias de la metrópoli de 24 de septiembre de 1804 sobre nombramientos
de alcaldes mayores letrados en lugar de los ordinarios en todos los pueblos de
señorío del reino y de 21 de febrero de 1805 comisionando a la Audiencia de Canarias
para que arregle y mejore el sistema de gobierno político de su territorio y de
la administración de Justicia, vuelven a poner en discusión el derecho de
propuesta de alcaldes ordinarios por parte de las islas de señorío feudal. Si
nos atenemos a lo expuesto por el Ayuntamiento de Erbania (Fuerteventura) sobre
tal pretensión, hemos de considerar que la respuesta que se dio por el resto de
las islas señoriales fue negativo a la presencia de alcaldes letrados y a favor
de la propuesta de alcaldes ordinarios.
¿Por qué rechaza el Ayuntamiento
de Erbania (Fuerteventura) los alcaldes de letras?
Entre las razones, consideradas
injuriosas por la propia Audiencia, pueden señalarse el excesivo costo frente a
la asesoría que acompañaba a los alcaldes ordinarios, porque de los alcaldes
mayores “forasteros” no cabría esperar la misma compasión de un paisano que en
los momentos de miseria sufre las mismas indigencias que los naturales y, por
tanto, no buscaría arbitrios como quien no lo es, y, finalmente, porque
renunciar a la propuesta anual de personas dobles para los oficios de república
significa volver a experimentar la presencia de alcaldes ordinarios “extraños”
que tanto daño habían hecho a la isla.
Finalmente, el establecimiento de
los alcaldes letrados no prospera por los acontecimientos políticos de en la
metrópoli en 1808 y la abolición de los señoríos en 1811, por lo que los
cabildos de las islas de señorío feudal, después de los períodos
constitucionales de 1812-14 y 1820-23, debieron ajustarse a la reforma general,
que modificó la antigua legislación, conforme a la A. C. de 17 de octubre de
1824. Esta disposición confirió a la Audiencia de la colonia la facultad de hacer los
nombramientos de los oficios concejales, a nombre del rey español, previa terna
de los mismos ayuntamientos. Tras las alternancias constitucionalistas y
absolutistas, en 1835 se inicia la andadura de los ayuntamientos en su
configuración actual. (Vicente J. Suárez Grimón y Adolfo Arbelo García; 1991).
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