miércoles, 6 de noviembre de 2013

ZONA ARQUEOLOGICA "LA RASCA”







La Zona Arqueológica de Rasca ocupa un amplio espacio geográfico en el extremo meridional de la isla de Tenerife. Se trata de un gran campo de lavas escoriáceas de naturaleza rugosa que se extiende hasta la costa, y un conjunto de volcanes y pequeños conos de escorias -entre los que destacan Montaña Gorda, Montaña La Caraba y Montaña Pardela-, todos ellos de composición basáltica y asignables a la Serie III. Destaca el edificio hidromagmático de La Laguneta, de edad cuaternaria, semejante en dimensiones a otros próximos (Montaña Amarilla, Montaña Pelada) se originó como consecuencia de un tipo de erupción altamente explosiva debido a la presencia de vapor de agua procedente del mar. Su morfología en anillo, con un borde de escasa altura en el que destacan las eminencias de Montaña Aguzada, Montaña Rodezno de Arriba, Rodezno de Abajo y Montaña La Caraba, obedece al vaciamiento del lago de lava formado en su interior durante el proceso eruptivo. En épocas posteriores, la acumulación de sedimentos terrígenos en su fondo propició su impermeabilización y la génesis de una laguna que ocupaba el cráter, al ser alimentada por las aguas pluviales.

La cubierta vegetal representa una excelente muestra de hábitat xérico característico de las zonas bajas y dominado por cardones (Euphorbia canariensis) y tabaibas dulces (Euphorbia balsamifera). La Tabaiba amarga (Euphorbia obtusifolia sp. regis jubae), el cardoncillo (Ceropegia fusca), verodes y otras especies endémicas completan el cortejo florístico del lugar

Desde el punto de vista paisajístico, se trata de un entorno caracterizado por una morfología llana, dominada por las coloraciones ocres y marrones oscuras de las lavas escoriáceas basálticas, que contrastan con los tintes verdes proporcionados por el cardonal-tabaibal. La planicie es rota por el gran aparato volcánico de Montaña Gorda, de pendientes acusadas y forma cónica, así como por el cráter de herradura de Montaña La Caraba y el edificio de menores dimensiones de Montaña Pardela. Sobre el malpaís se distinguen pequeños afloramientos y mogotes lávicos, así como túmulos y hornitos.

Entre los vestigios materiales documentados sobresale la presencia de un número considerable de núcleos de cabañas y rediles de diversa entidad repartidos por todo el territorio, si bien son más frecuentes y poseen una mayor concentración y mejor estado de conservación en la franja costera. Conforman un área de asentamiento con más de cincuenta conjuntos de estructuras. La mayoría de ellos responde a un modelo de hábitat de superficie (justificado por la ausencia de cuevas naturales adecuadas para la ocupación humana en la zona), definido como "cabañas" y apareciendo como solución adaptativa a una ocupación estacional del territorio y a la imposibilidad de adoptar otros modelos de asentamiento.

Las características arquitectónicas de estas cabañas son similares a las de otros conjuntos aborígenes de superficie de la isla, con plantas variadas, aunque predominando la tendencia circular-oval, y un único espacio habitacional, si bien hay conjuntos de diseños más complejos con paredes medianeras, recintos lobulares y plantas de tendencia rectangular. Los muros son de piedra seca con alzados irregulares que, en ocasiones, presentan un número escaso de hiladas, mientras que en otras, la mayor altura revela una reutilización histórica que ha mantenido la tipología y diseño primitivos. En algunos casos, los muros han sido desmantelados, apareciendo sobre el entorno inmediato las huellas del derrumbe. El acceso al interior corresponde a la interrupción de la estructura de los muros, sin que pueda observarse el uso de jambas o dinteles, entre otras cosas debido a la pérdida de las cubiertas.

El repertorio ergológico que acompaña a estas construcciones está integrado por abundantes detritus alimenticios, particularmente restos de malacofauna -llegando a configurar depósitos de cierta entidad o "concheros"-, así como restos de ictiofauna y fauna terrestre. Se aprecia, asimismo, abundante material cerámico elaborado a mano y a torno, así como material lítico, de naturaleza basáltica y obsidiánica.

Estas estructuras tendrían una función habitacional, complementada con un uso como redil para el ganado, refugios temporales, paraderos pastoriles o, incluso, con una posible función ritual, todo ello en concordancia con los conocimientos actuales sobre el pasado prehistórico de Tenerife y con el repertorio arqueológico observado en otras zonas de la isla. No obstante, el proceso de reutilización continuado de este espacio geográfico hasta fechas recientes supondría una permanente reconstrucción de algunas de las estructuras citadas, asociadas a usos históricos como el pastoreo, la explotación de recursos marinos, la actividad agrícola o la producción de sal y barrilla.

La explotación de recursos marinos se pone de manifiesto por la existencia de cuatro grandes acumulaciones de caparazones de moluscos marinos y restos malacológicos -conocidos como "concheros"-, que aparecen asociados a otras estructuras y construcciones. Se localizan en Punta de la Rasca, Punta de El Caballo, Faro de Rasca y al pie de Montaña La Caraba, si bien los restos malacológicos aparecen dispersos por amplias zonas del malpaís, especialmente en la franja litoral.

Por último, en la cara interna del antiguo cráter de Montaña La Caraba, orientada hacia el oeste, aparece un yacimiento sepulcral conformado por varias oquedades naturales con restos de huesos humanos dispersos, algunos extendidos por la ladera de la montaña, así como material cerámico, lítico y malacológico.

En relación con los usos tradicionales de la Zona de Rasca, aparecen construcciones que revelan la explotación continuada de este territorio. Así, relacionados con el pastoreo se han localizado más de una decena de rediles en la zona del malpaís, así como una treintena de goros y otros tantos corrales. La alta concentración de estos últimos en el hito geográfico da el nombre a Montaña Corrales. En la base de la Montaña La Caraba se ha documentado un encerradero, cueva excavada de grandes dimensiones en cuyo exterior se abre un amplio patio delimitado por un muro de piedra seca levantado a considerable altura. La parte inferior de la pared tobácea se pintó de blanco, con el objeto de que no se "descascarillara" el postrato pumítico por el roce de los animales contra las paredes

Existen además otro tipo de estructuras constructivas relacionadas con la captación de agua: un pozo, pocetas, maretas; una charca de grandes dimensiones localizada en la base de Montaña Gorda. Se trata de un recinto rectangular, de considerable profundidad, encalado. Relacionado con éste y con la captación y distribución del agua se conservan varios elementos como por ejemplo, atarjeas, piletas, etc. El agua se utilizaba para el riego de los bancales dedicados al cultivo del tomate, hoy abandonados. Se han localizado dos aljibes, uno localizado en la base de Montaña Gorda, etc.

Asociados a la explotación de la barrilla para la industria química se han catalogado siete hornos en la zona del malpaís. Éstos presentan planta circular de medianas dimensiones y escaso alzado. Las piedras que delimitan el perímetro muestran evidencias de alteración térmica que otorga una coloración blanquecina a la cara interior de las mismas.

Se han localizado cuatro hornos de cal. Las evidencias materiales localizadas se limitan, en ocasiones, a un pequeño montículo en el que se insinúa una hilera de piedras que delimita un espacio circular aproximadamente de 2 metros de diámetro. Las piedras que delimitan la estructura presentan evidencias en la cara interna de una fuerte rubefacción. En las inmediaciones se localizan restos de cal dispersas.

La producción de la sal fue otra de las actividades que se llevaron a cabo en época estival en el Malpaís de Rasca. De su explotación nos quedan en la línea de costa abundantes pocetas naturales o artificiales excavadas sobre pumitas y arenas cementadas cuya finalidad era la de facilitar la evaporación del agua marina y así conseguir la precipitación de la sal. Fueron realizadas mediante el rebaje del sustrato más blando para conformar espacios de diseño rectangular o circular que, en ocasiones, van asociados a canales que las interconectan o de desagüe. Su función ha sido atribuida a la explotación de recursos marinos, extracción de sal y elaboración de barrilla o gofio de vidrio. No obstante, no debe descartarse para ellas una posible filiación anterior. Se documentan cuatro grupos de pocetas, localizados en Punta de la Rasca, norte de Punta de El Caballo, al pie del Faro de Rasca y en la playa del Faro.

Estos usos afectaron también a las formaciones naturales de las zonas de bajíos y charcos supralitorales, charcos primarios empleados como calentadores en la producción de sal, con lo que esta zona de costa cobra un valor patrimonial natural añadido.

La actividad agrícola ha propiciado la pervivencia de numerosas estructuras asociadas, entre las que destacan, además de los antiguos bancales, la red de atarjeas, en cuya construcción se empleó materia prima del entorno; así como las diversas maretas naturales, algunas de las cuales cuentan con muros que facilitan la contención del agua.

Con la denominación de cuarterías se conoce a las construcciones que se levantaron con el fin de acoger a los peones contratados para la zafra de tomates. Se trata de viviendas dispuestas en hilera en una sola planta, los cuartos están construidos con bloques de cantería de teja inglesa o árabe o uralita. En este caso se construyeron dos edificios paralelos, muy similares entre sí. La unidad de explotación constituida por la finca de la familia Calzadilla contaba con numerosos elementos d…
Maria Gómez.
Noviembre de 2013.

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