La Zona Arqueológica se ubica sobre un gran afloramiento rocoso -el Roque de Chijafe- correspondiente a la Serie I o Antigua y conformado por el apilamiento de coladas basálticas horizontales o subhorizontales, con intercalaciones aisladas de mantos piroclásticos, que se prolongan hacia el sur por el Morro Llerena y el Roque de Higara, que sirven de límite suroccidental al Valle de San Lorenzo. La antigüedad de los materiales ha propiciado su desmantelamiento parcial por procesos erosivos, de manera que en la actualidad se configura como "cerro testigo" de un antiguo edificio de mayores dimensiones. La vegetación que lo recubre corresponde a una formación algo degradada y abierta de tabaibal-cardonal, junto a numerosas tuneras, destacando la tabaiba amarga (Euphorbia obtusifolia), el cardón (Euphorbia canariensis), el balo (Ploclama pendula), así como matorrales seriales. La parte baja del roque está ocupado por antiguos bancales de cultivo, abandonados a partir de los años 60.
El conjunto arqueológico está constituido por seis estaciones de grabados rupestres repartidas por la vertiente occidental del mismo. Las dos primeras estaciones se sitúan en el extremo norte de la Zona Arqueológica, sobre dos mogotes basálticos, a 350 m.s.n.m. y 375 m.s.n.m., que ocupan una posición estratégica y de dominio visual de un amplio territorio, respondiendo a uno de los patrones de ubicación más frecuentes de los yacimientos rupestres tinerfeños. Agrupan un total de 15 paneles (8 y 7 respectivamente) de grabados esquemático-geométricos, con preponderancia de los motivos rectilíneos, aislados, agrupados en haces o convergentes, con líneas transversales, escaleriformes, cruciformes y algún signo de tendencia triangular. La técnica de ejecución más frecuente es la incisión, tanto superficial como profunda, y, en menor medida, el rayado o, incluso, el picado discontinuo con indicios de abrasión. Junto a una de las estaciones se registra un pequeño refugio conformado por un murete de tendencia circular realizado en piedra seca, así como una cierta cantidad de material lítico en superficie (basalto y obsidiana) y cerámica de factura popular.
Ambos conjuntos han sufrido algunas alteraciones motivadas por las inscripciones modernas que se superponen, en ocasiones, a los grabados descritos, si bien el grado de deterioro no es tan importante como en otras estaciones del roque o en otros yacimientos del entorno próximo.
Pero el sector más importante por el número de paneles es el situado en la ladera occidental de Roque Chijafe, sobre un espigón rocoso que desciende suavemente sobre el Barranco de las Toscas. Se localizan tres estaciones, situadas a cota 300, 297 y 280 m.s.n.m. respectivamente, que engloban una cifra aproximada de 50 paneles en los que concurren una gran diversidad de motivos figurativo-geométricos y esquemático-geométricos, ejecutados a base de incisiones superficiales y profundas, siendo abundantes los trazos largos y anchos. Asimismo, existen abundantes inscripciones modernas que se superponen a los anteriores, de manera que no resulta sencillo discernir los "grafittis" de los motivos de mayor antigüedad. En el entorno de las estaciones es frecuente encontrar fragmentos cerámicos, restos de material lítico y algún resto óseo aislado. También se localiza una gran construcción de tendencia circular de difícil adscripción cronológica, si bien su apariencia muestra signos de reutilización hasta fechas muy recientes, con muros levantados mediante lajas de la zona.
Por último, hacia el SO del roque aparecen otras dos estaciones situadas en sendos afloramientos basálticos, a unos 290 m.s.n.m., que repiten la temática señalada para las anteriores, así como su técnica de ejecución. Se detecta material lítico en superficie.
Maria Gómez Díaz
Noviembre de 2013.
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