EFEMERODES CAMNARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1701-1710
CAPÍTULO XXXII
–IV
Guayre Adarguma
1708 Mayo 24. Hace escala en el
Puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife) Una expedición científica
francesa de la que formaba parte el astrónomo, botánico y viajero francés, De
Feuillée (1660-1732), quien realizó
interesantes observaciones científica en torno al Padre Teide. Veamos
algunos rasgos biográficos de este científico galo:
Pasó
sus primeros años en un convento de religiosos de la secta católica de los
Mínimos, en Provenza, orden en la que hizo votos. Desde muy joven adquirió
prestigio por sus sólidos conocimientos de astronomía y física, así como por
sus observaciones e investigaciones, que le proporcionaron una excelente
reputación. En 1700 fue admitido como miembro de la Academia Real de
Ciencias de París.
Se
convirtió en un experto viajero científico. Entre 1700 y 1701 viajó a Oriente
comisionado por Jacques Cassini para determinar la longitud, latitud y
declinación del imán en los principales puertos de la región oriental del
Mediterráneo; estuvo en las costas griegas y en las islas de Rodas y Candia,
así como en los puertos principales de Asia Menor. En 1703 emprendió un viaje a
las Antillas, arribó a la isla de Martiníca y recorrió varios puntos de la
costa venezolana.
Después
de regresar a Francia, en 1706, fue nombrado Matemático del rey. Un nuevo viaje
le llevó a las costas orientales de la América del Sur y, durante el trayecto,
hizo una escala en el puerto de Santa Cruz de Tenerife el 24 de mayo de 1708.
En América su actividad se centró en las observaciones astronómicas, trazado de
mapas y descripción de la flora y la fauna, formando colecciones de plantas y
de minerales; realizó, asimismo, observaciones de carácter etnográfico.
Reconociendo
la valía de los trabajos realizados, Luís XIV hizo construir en Marsella un
observatorio al frente del cual puso a Feuillée. En 1724 la Academia de
Ciencias le encomendó realizar un viaje a las Islas Canarias, concretamente a
la del Hierro, para hacer la determinación del primer meridiano y fijar la
diferencia en longitud existente entre éste y el Observatorio de París. Durante
su estancia en el archipiélago canario, Feuillée calculó la altitud del volcán
Teide y aprovechó para llevar a cabo observaciones botánicas. Este viaje se
puede considerar el hito que marcó el comienzo de la exploración de la
naturaleza insular.
El
padre Feuillée publicó la relación de sus dos viajes a la América central y del
sur y una historia natural de las plantas medicinales usadas en los reinos de
Perú y Chile.
Las
notas científicas recogidas por Feuillée durante su estancia en Canarias fueron
estudiadas con interés y posteriormente comentadas por sus colegas franceses en
las memorias de la Academia de Ciencias de París. En 1746, Nicolás Louis de La
Caille publicó un extracto del viaje de Feuillée a las Canarias.
Por
la propia relación de su viaje sabemos que Feuillée utilizó en las Canarias por
lo menos los siguientes instrumentos, que fueron transportados desde Marsella:
-
Un semicírculo. Según Feuillée "el semicírculo es un instrumento de los
más cómodos, de los más seguros y de los más fáciles de usar. Este del que yo
me he servido es de más de un pie de diámetro y provisto en el sitio de las
alidadas de dos buenos anteojos, el uno fijo sobre su diámetro, el otro móvil;
el semicírculo está dividido en 180º, tiene una brújula exactamente dividida en
360º, cuya aguja es muy viva. Esta brújula me había servido para observar la
variación del imán en varios sitios".
-
Un cuarto de círculo.
-
Dos termómetros de espíritu de vino, que se rompieron accidentalmente durante
el descenso del Teide.
-
Barómetros construidos por el propio astrónomo con su mercurio y sus tubos de
cristal. Feuillée explicó el procedimiento utilizado para construir el
barómetro, haciendo pasar cuidadosamente el mercurio por un paño con el objeto
de conseguir su mayor limpieza e introduciéndolo en un tubo de cristal de 32 pulgadas de
longitud. Más tarde se consideraría que el barómetro de Feuillée, mal privado
de aire, carecía de la exactitud necesaria y, setenta y cinco años después,
Humboldt recordaba que estaba constantemente demasiado bajo en seis, ocho o más
líneas.
-
Un reloj de péndulo.
El
resultado de sus investigaciones fue desigual. En la medición del Teide tuvo un
error de cálculo; su medición trigonométrica adoleció del defecto originado por
una base (la zona de playa próxima a la antigua ermita de La Paz en el Puerto de Mequínez
(Puerto de la Cruz)
que no era completamente llana. Sin embargo, en la fijación de las respectivas
posiciones de Eguerew (La
Laguna) y de La
Orotava estuvo más acertado.
1708 Agosto 31.
El criollo Pedro Agustín del
Castillo pronunció un largo alegato sobre las exenciones y servicios de
Canarias en sesión del Cabildo,
mencionando las glorias militares de nuestras islas, y por lo que se refiere a
la jornada contra Jennings dice: «...retirándose el enemigo, conociendo su
peligro, hallandose siempre prevenidos y pronto los naturales destas Yslas para
estos casos con las armas en la mano y con las municiones posibles, por no
fabricarse en estas Yslas, haciendo el costo de todo lo referido de su pobreza,
quitándose para ello de la comida y pasando malos días y noches en las continuas
velas, rondas y centinelas que hacen en atalayas, puertos y caletas,
municionando, artillando y pertrechando sus castillos por no tener sus
Cabildos, particularmente el de esta Ysla, propios ni aun los que suplen los
salarios de sus ministros precisos que conociendo la mayor parte de los
enemigos en las presentes guerras y la poca de los caudales de los vecinos
desta Ysla para adelantar nuestras defensas, se sacó facultad de S.M. en 22 de
Agosto de 1705 para valerse por 10 años del arrendamiento de las tierras
baldias y realengas etc, que por hallarse incultas y montuosas, ha tenido poco
efecto este arbitrio, y que corra por el mismo tiempo. el de 3 mrs en cada
cuartillo de vino sisado de que se ha de sacar el salario de la plaza de un S.
Ministro de esta R. Audiencia y de su Ejecutor; como a la ciudad consta, sin
que en la mayor parte de lo referido se ocasione costo ni gasto de la R.
Hacienda en que rinden a S.M. estas Yslas mayores tributos que las mas de las
Provincias del Reyno, considerado los muchos presidios que serian necesario
para guarnecerlas...»
Este informe se hizo por haber
dispuesto el Gobierno un nuevo arbitrio sobre los vinos y el Alférez Mayor hizo
ver que las Canarias contribuían ellas casi solas a su defensa contra los
enemigos de la Corona española.
La facultad Real que se cita, fue
otorgada al Cabildo de Gran Canaria el 22 de Agosto de 1705, para que el
importe del expresado arrendamiento durante diez años, de todas las tierras
baldías y realengas de la isla, fuese aplicado a fortificaciones. Dio este
arbitrio escaso resultado y fue necesario recurrir a donativos vecinales.
En un documento del archivo de
Acialcázar (Gran Canaria, legajo II), describiendo la ciudad de Las Palmas a
mediados del siglo XVIII, dice así: «En
el istmo está una ermita dedicada a Nuestra Señora de la Luz, con una gran casa que
sirve de recreo a los que alli van a divertirse. Junto a esta ermita, está un
gran Castillo, que es el principal, titulado de la Luz, bastante fuerte y bien
pertrechado. Otros dos hay en la misma Isleta que no son tan fuertes: uno mira
a la bahia del Confital que llaman CABRÓN, y el otro qe es un reducto qe llaman
SAN FERNANDO está cerca de la punta oriental. No se encuentra ni una fuente:
solo dos algibes, uno del Castillo de la
Luz y otro de la ermita. Los arenales llegan hasta los mismos
muros de la ciudad y muchas veces los han forzado entrándose dentro de ella no
poca porción. Tiene dos murallas y al comienzo de cada una de ellas hay un
castillo, que son el de Santa Ana y el de Salta Isabel, el primero en la
muralla Norte y el segundo en la del Sur, donde no hay mas que otro llamado de
San Cristóbal distante un cuarto de legua. Tiene la muralla del Sur dos
puertas: la de los Reyes y de San José. En la del Norte solo hay una puerta llamada
de Triana, es muy fuerte y está llena de estacadas y defendida, la entrada por
un buen reducto y por el castillo de Santa Ana que está cerca. Desde la puerta
corre la muralla al cerro y al final de ella, está el castillo de Mata, y
prosiguiendo lomo arriba hasta llegar a la parte superior donde está el
Castillo del Rey provisto de cañones donde se guardan todas las municiones y
pertrechos de guerra de la
Isla.» (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996).
1708 Septiembre 17.
El corsario inglés Woodes Rogers, capturó una embarcación
canaria de unas 25 toneladas, ésta de matricula del puerto de la Orotava, se dirigía a
Fuerteventura conduciendo 45 pasajeros entre ellos cuatro frailes y algunas
mercancías. Tratado el rescate en el puerto de la Orotava, Woodes exigió y
obtuvo en la mañana del 21 como rescate por el pequeño barco, algunas pipas de vino, uvas, cerdos y
diversas clases de víveres.
1708 Septiembre 18. El capitán ingles Rodgers pasa por aguas de Canarias.
Rodgers, al frente de dos buques de Guerra protagonizo un largo viaje de
circunnavegación que duraría 3 largos años.
El 18
de ese mes captura una Barca de 25 toneladas que iba de Chinet (Tenerife) a
Erbania (Fuerteventura) con 45 pasajeros a bordo. Rodgers trato bien a los
prisioneros, que incluso se alegraron de que fuera marino ingles, habían temido
en un primer momento que se tratara de piratas mazigios.
Rodgers intento pedir rescate y se acerco a negociar al Puerto de Meqiínez (Purto de la Cruz), al norte de la isla de Chinet (Tenerife). Los comerciantes ingleses de la localidad le disuadieron de ello, temían las represalias de las autoridades coloniales españolas y también que aquel acto de verdadera piratería diera al traste con el comercio encubierto, en realidad contrabando, de vinos entre Canarias e Inglaterra, al estar España en Guerra con los ingleses. Rodgers atendió a razones y libero a sus prisioneros, quedándose con parte de la carga de vino y aguardiente.
En realidad la expedición de Rodgers no era de piratas, era militar y autorizada por las leyes de su país para tiempos de guerra.
1709.
Diego Delgado Bencomo,
Nació en Güímar en 1709. Decidido a seguir la
carrera eclesiástica sus padres lo pusieron a estudiar en el convento dominico
de su pueblo natal, opositando a la Capellanía que había fundado su tía doña
María Ramos, por testamento otorgado en Güímar en el año 1700, a favor de los
descendientes de doña Catalina y de doña Anastasia Díaz, sus hermanas; al
reunir los requisitos exigidos y ser el único candidato presentado, don
Cristóbal recibió la colación y canónica institución de la misma. Pero como aún
no tenía suficiente congrua para alcanzar las órdenes mayores, en 1730 sus
padres instituyeron y fundaron para él un patronato vitalicio, que se agregó a
la mencionada capellanía, y del que tomó posesión dos años más tarde. De este
modo, ya pudo seguir la carrera eclesiástica, que culminó en 1733, al ser
ordenado de presbítero en la Villa de La Orotavá, por el obispo Dávila y
Cárdenas. Tras celebrar su primera Misa en la iglesia de su pueblo natal, don
Cristóbal comenzó a colaborar con el beneficiado de Güímar, actividad que se
intensificó a partir de 1737. En 1740 ya figuraba como teniente de beneficiado
de don Domingo de Páez y Galdona; como tal fue nombrado cura servidor de la
ayuda de parroquia de Santa Ana de Candelaria, de la que dependía también el
pueblo de Arafo, donde desarrolló una intensa labor pastoral durante tres años
y medio (1740-1743). En los dos años que siguieron continuó como teniente, pero
esta vez auxiliando al beneficiado en la propia iglesia matriz de San Pedro.
Luego, transcurrió un quinquenio en que su labor se reduciría alas que
meramente le correspondían como capellán. En 1750, tras una brillante
oposición, se le expidió el título de beneficiado propio de San Pedro Apóstol
de Güímar y Santa Ana de Candelaria, responsabilidad en la que permaneció
durante 15 años, hasta su muerte. La labor parroquial del beneficiado Alonso
Núñez estuvo marcada por obras de reedificación y construcción de edificios religiosos,
dándole un notable impulso al patrimonio arquitectónico local, como veremos a
continuación. A mediados del siglo XVIII la iglesia de San Pedro ya era de tres
naves, pero sus tres capillas principales amenazaban ruina; ante ello don
Cristóbal Alonso decidió reedificarlas, con la colaboración del vecindario,
como así se hizo.
Dentro de su fecunda labor como párroco, don
Cristóbal fue destacado impulsor de la construcción de una ermita en el pago de
El Escobonal, fundada y dotada por el capitán don José Delgado Trinidad y otros
vecinos de Agache; fue bendecida y abierta al culto en 1755, bajo la advocación
de San José. En este mismo año acumuló también en su persona el cargo de
colector de la parroquia, por fallecimiento de don Juan Alonso Jiménez, haciéndose
responsable también de la celebración de entierros que tenía asignada el
mencionado presbítero. En 1755, en presencia del Lcdo. don EstanisIao de Lugo,
visitador general que se encontraba en Güímar, el beneficiado don Cristóbal
Alonso Núñez solicitó la fundación de un Patronato en la iglesia que regía,
argumentan-do que en memoria de haber sido bautizado en dicha iglesia de San
Pedro y hallarse actual Párroco de ella, quiere se le permita licencia de
colocar en un retablo que está haciendo hecho hasta el presente de costo
seiscientos y cinco reales, y finalizado valdrá otro tanto) sólo en madera,
tres efigies de talla, la una del Sr: San José, otra del Sr: San Antonio Abad y
la otra del Sr: San Amaro, que le han costado mil treinta y ocho reales y seis
quartos"; dicho visitador, cooperando con su devoción y para dar fomento a
la de los fieles, le concedió la licencia que pedía para poner el retablo en
sitio que no sirviese de embarazo, y colocar en él las tres enunciadas efigies;
y, una vez hecha la dotación correspondiente para el adorno y aseo de dicho
altar, le dio el Patronato de él, con derecho de dos sepulcros delante de la
tarima que se habría de poner en el expresado altar, para sí y aquellos a
quienes llamase en sucesión de dicho Patronato. También en su época se
construyó el Altar Mayor de dicha iglesia, que era portátil. A partir de 1759,
don Cristóbal tuvo por teniente suyo al presbítero dominico Fray Andrés Gómez,
conventual en Güímar. Al contar con esta ayuda, se permitió el beneficiado encargarse
directamente de la ayuda de parroquia de Candelaria, a cuyo frente permaneció
desde 1760 a 1761, aunque algunos
meses dejó en ella como teniente servidor al dominico Fray Salvador Henríquez,
morador en el convento de dicho lugar. En 1765 procedió a la bendición de una
ermita rural y pública en Chacaica, que había fundado y dotado el capitán don
José Delgado Trinidad; había sido construida a costa de éste en terrenos de su
propiedad, contiguos a las casas de su habitación, y dedicada a Ntra. Sra. de Belén.
En 1765 don Cristóbal se ausentó a Las Palmas de
Gran Canaria para atender unos pleitos. En esta ciudad le sorprendió la muerte
en 1765, de un "accidente repentino", cuando contaba 56 años de edad.
Según se puede leer en los Apuntes curiosos del Diario de don José Antonio de
Anchieta y Alarcón, el viernes 20 de ese mes de diciem- bre estaban
"doblando con el esquilón en la Concepción (de La Laguna), por haber
muerto en Canaria Cristóbal Alonso, Beneficiado de Güímar; que había pasado a
Canaria llamado del Sr: Obispo por denunciaciones que contra él hicieron los
santos benditos de Güímar; frailes, vecinos y mujeres, que daban causa que unos
y otros querían; murió de repente ".
1709. Las sucesivas
mejoras en el muelle de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife) motivaron la
prosperidad de los empleados de la metrópoli, los criollos y parte de la
población autóctona. El capitán general de la colonia de Canarias. Agustín de
Robles y Lorenzana atendiendo a sus intereses impulsó mejores conducciones y
obras de distribución dotó de agua a Añazu (Santa Cruz) posibilitando un
suministro a los navíos más eficaz. El interés de los comandantes generales por
adecuar un muelle en condiciones fue acometido con la ayuda de los ingenieros
militares españoles, nuevos técnicos necesarios para desarrollar lo que en
siglos anteriores había sido una sucesión de fracasos. La primera gran
dificultad que había que afrontar era replantear el lugar idóneo para el
muelle.
Durante todo el siglo XVII las
transacciones portuarias se vieron realizadas en la Caleta, ahora llamada de la
Aduana, por encontrarse allí dicho edificio de la hacienda española. La Caleta
no era el lugar propicio para la instalación de un muelle con el suficiente
calado. El primero de los ingenieros militares en sugerir un cambio de
emplazamiento fue Miguel Benito Herrán que en 1729, propuso la construcción de
un dique que partiera desde la laja de San Cristóbal. Este proyecto, por
carencia de fondos y de iniciativa, no se llegó a realizar.
1709 Enero 20.
La corona de la metrópoli vende a
Fernando Chacón Medina y Salazar, la capitanía y virreinato de en la colonia de
Canarias. Este nuevo jefe había comprado su cargo por la suma de 4.000
doblones, entregados en forma de donativo, habiéndosele expedido en su consecuencia
su real título.
Tal era entonces el
envilecimiento del gobierno de la metrópoli. Hallábase todavía su antecesor
Robles en Tenerife cuando llegó, y tanta
fue su fortuna que su rival, prendado de la hermosura de su hija doña Agustina,
se la pidió en matrimonio y se casó con ella, no sin que luego tuviese que
responder, en nombre de su suegro, de la suma de 32.477 pesos que, bajo el
título de regalías, había tomado sobre las pipas de malvasía y géneros
embargados a los ingleses establecidos en la colonia.
1709 Agosto 22.
El regimiento, era una unidad
militar sin arraigo en la colonia de
Canarias hasta que toma carta de naturaleza en el siglo XVIII en la
organización castrense del país.
Como un artículo de exportación
penetró en la metrópoli con los Borbones, de mano de los estrategas franceses
que lucharon en la guerra de sucesión, y posteriormente exportado a
Canarias. El tratadista militar D. José
Almirante, asegura que el regimiento como agrupación “de dos o tres o más
batallones, perpetua y eternamente atraillados en teoría, continua y
constantemente separados o divorciados en la práctica, es invención
indiscutible de Francia. <<Al empezar las grandezas o las enormidades
de Luis XIV, se perdió por completo el sentido práctico. De allí arrancan (por
confesión de los mismos franceses) los errores y extravagancias de organización
que entraron con Felipe V, con todas las erratas de una presurosa traducción.
El regimiento, pues, el verdadero regimiento antiorgánico y francés nació en
España con la ordenanza de 28 de Septiembre de 1704 y se confirmó con la de 28
de Febrero de 1707, que les da nombre, quitando el de los maestres o el del
color del vestuario por el que los viejos tercios se distinguían>>.
En las islas Canarias la reforma se limitó en sus orígenes a un simple
cambio de denominación: los tercios se llamaron regimientos y los maestres de
campo, coroneles.
Estos cambios afectaron más a los nombres que a las propias unidades,
salvo algunas modificaciones posteriores que iremos viendo. Estas
modificaciones más ruidosas que efectivas fueron la acometida en 1707 por el
capitán general-virey- D. Agustín de Robles y Lorenzana, - quien gobernó el archipiélago de 1705 hasta
1709 – miembro del consejo supremo de guerra y caballero de la orden Santiago,
se significa de manera muy particular en la agrupación de las compañías de
caballos corazas de los tercios laguneros que con anterioridad a la reforma se
regían por normas propias. La
oficialidad de estas compañías estaba compuesta por individuos de la nobleza
local.
Antes de entrar en vigor la
reforma, la isla de Tenerife contaba con diez tercios de infantería (tres en La Laguna, incluso el de forasteros, más los de
Tacoronte, La Orotava,
Los Realejos, Icod, Garachico, Abona y Güímar.) Las demás compañías de
caballería esparcidas por la isla, quedaron también en relación de dependencia
del maestre de campo, jefe del tercio lagunero.
Desde que tomó posesión de su mando el Capitán
General Robles de Lorenzana el 30 de Noviembre de 1705, comenzó a elaborar los
planes de guerra y militares para asegurar el archipiélago de posibles enemigos
exteriores (e interiores), en especial de Inglaterra, y para alterar la
constitución interna de las Milicias Canarias. Como resultado de estas
gestiones, elaboró un plan que elevó a la consideración de Felipe V, en el año
1706 y que, básicamente consistía en los puntos siguientes: 1º. Que todos los
tercios se redujesen al píe de Regimientos y en su consecuencia los maestres se
titulasen coroneles;
2º. Que la plana mayor de los regimientos se
viese aumentada con dos nuevos empleos: el teniente coronel y el de teniente
capitán; 3º. Que se revalidasen a las milicias las preeminencias concedidas por
Felipe IV en 1663; 4º. Que fuesen agraciadas con todas las exenciones que en el
día gozaban los demás militares; 5º. Que se extendiese el goce de fuero militar
a los capitanes, alféreces, sargentos y ayudantes, y 6º. Que se le remitiesen
para beneficiar entre los soldados 2000 cédulas de fuero.
Estos puntos sometidos por el general
Robles, a la consideración del consejo de guerra de la metrópoli fueron
considerados y resueltos independientemente. En el aspecto orgánico aceptó el
consejo la reforma propuesta y consultó a Felipe V, favorablemente en el
sentido de debía ser aprobada la cual efectivamente, se aprobó por real orden de 2 de Abril de 1708
refrendada por el secretario Juan de Elizondo y sirvió para dar estado legal a
la misma. Felipe V dispuso que los tercios de infantería que habían en las
islas Canarias se redujesen al pie de regimientos; que sus cabos principales
los maestres de campo, fuesen llamados en lo sucesivo coroneles, y que se
agregasen en cada unidad los empleos propuestos de teniente coronel y teniente
capitán, “como se practica en las tropas
de mis ejércitos”. El general Robles, por esas fechas también había
remitido al consejo de guerra una instrucción
“para que la infantería se arregle y sea útil a la defensa de la isla”.
Felipe V por la orden anteriormente citada se dignaba aprobarla, al tiempo que
extendía a las islas “los reglamentos
mandados practicar en las tropas de España, sin diferencia alguna, como
también las insignias que han de traer los oficiales...”
de estas disposiciones el párrafo más importante era el último; decía así: En
lo referente a asensos “ se me han de proponer por el capitán
general y sus sucesores, por haber abrogado en mí todas las provisiones
militares”.
Con estas medidas tomadas por la metrópoli,
se inicia el desmantelamiento de las estructuras de autogobierno de las milicias
Canarias que, hasta el momento, había sido orgullo en lo militar de la
oligarquía Canaria, pasando en lo
sucesivo a depender cada, ves más, del
centralismo español personificado en las figuras de los capitanes generales,
quienes en la practica del gobierno de las islas actuaban como auténticos
virreyes, quedando no solo las milicias, sino el resto de las actividades de la
sociedad isleña, sujetas al capricho y prepotencia de estos dictadores enviados por el poder central, como fieles
cancerberos de los intereses de la metrópoli.
Con las reformas introducidas por la corona
en el estamento militar de las islas, en detrimento de las facultades que,
hasta el momento habían venido usando los cabildos, sirvió como excusa para limitar, y paulatinamente, ir
desposeyendo a los mismos de las atribuciones que estos tenían en materia de
defensa de las islas, y con ello, a su ves, minar el poder que la nobleza de
las islas ejercía sobre las milicias Canarias.
La oligarquía local viendo que estas providencias
iban en menoscabo de sus ancestrales privilegios de clase, no dudó en
enfrentarse abiertamente al capitán general, principal promotor de la nueva situación, utilizando para ello
al cabildo y sus fondos económicos para mandar emisarios a la corte de España
para que defendiese sus derechos. El historiador canario Don Antonio Romeu de Armas, en su tan mentada
obra Canarias y el Atlántico, nos proporciona una visión ampliamente
documentada – como en él es habitual de
este periodo en la historia de nuestra isla, <<Las reformas del
capitán general don Agustín de Robles y Lorenzana propuestas en 1706 y
sancionadas en 1708, fueron seguidas de un reajuste de los viejos tercios para
formar nueve regimientos de infantería y uno de caballería. Fueron estos regimientos,
los de La Laguna,
Tacoronte, La Orotava,
Los Realejos, Icod, Garachico, Abona, Güímar y Forasteros, éste último con residencia en La Laguna. Los coroneles
designados jefes de estos regimientos
fueron: don Cristóbal Salazar de Frías y Abreu, conde del Valle de Salazar (La Laguna); don Francisco de
San Martín Llarena (Tacoronte); don Francisco de Valcárcel y Mesa (La Orotava); don Francisco de
Molina Quesada y Azoca (Los Realejos); don Marcos Bethencourt y Castro (Icod);
don Gaspar de Ponte Ximénes (Garachico);
don Nicoloso de Ponte Ximénes (Abona); don Juan Tomás Baulen de Ponte (Güímar);
y don Juan de Leiva (Forasteros)>>.
Del regimiento de caballería fue designado
coronel don Francisco Tomás de Alfaro. Cada uno de estor regimientos formaba un
solo batallón, dividido en compañías, en número variable, oscilante entre cinco
y ocho.
Peor resultado tuvo la segunda reforma
propuesta por el capitán general Robles y Lorenzana relativa a la ampliación de
fuero militar a todos los oficiales
de milicias y a la expedición de 2.000 cédulas de fuero para beneficiar entre los soldados de la misma, con vistas a
obtener fondos para los gastos del Estado. El dictamen del consejo de guerra
fue favorable a ambos extremos de la petición, y en consulta de 9 de Abril de
1707 propuso a Felipe V la ampliación solicitada y la remisión de 2.000 cédulas
en blanco para que fuesen beneficiadas. El Rey,
por cédula de 25 de Abril, aprobó la consulta y en consecuencia se
remitieron a la veeduría las 2.000 cédulas en cuestión.
El lector, que de sobra conoce ya la
resistencia a ultranza de la
Real Audiencia cuantas veces se había intentado mermar la
jurisdicción civil, podrá suponer que en este caso los oidores no anduvieron
remisos en iniciar la protesta. Viera y Clavijo resume en estos términos los altercados: <<Despáchanse dos mil cédulas en blanco. Empiezan a ponerse
en ejecución. Opónese la Audiencia. Representa el ejemplar idéntico que
tenía en sus archivos. Alega la sentencia del visitador Santos de San Pedro
contra dos generales que lo habían intentado; los graves perjuicios que se
seguirían del aumento de oficiales y de fuero; la concordia que en 1671 (sic)
se había mandado guardar sobre jurisdicciones. Remite, en fin, una relación de
los excesos de don Agustín de Robles; sus usurpaciones de jurisdicción; la
opresión de todos los ministros de justicia, pues se entrometía hasta en el
secreto de los Ayuntamientos...; sobre todo la afectación de hacer del
soberano, concediendo indultos a los reos, según todo constaba de
testimonios>>.
El escrito de la Real Audiencia se
reducía a pedir que fuesen recogidas las cédulas mencionadas y que el capitán
general no ejerciese jurisdicción civil sino presidiendo la Audiencia, ya que se
entrometía en los litigios contra todo derecho. Hacía consideraciones a la Audiencia sobre la
circunstancia de todos los vecinos de las islas se hallaban encuadrados en las
milicias, por lo que cualquier privilegio en su beneficio aminoraría la
jurisdicción ordinaria: <<por cuyas consideraciones no había tenido
efecto las cédulas del año 1609, en que, a imitación de las milicias de España,
se había concedido a las islas el fuero en ciertos casos, como lo manifestaban
los autos del año 1694; y que se seguían graves inconvenientes de que todos los
cabos gozasen del fuero militar con el aumento de tenientes coroneles y
tenientes capitanes, siendo así que sólo los maestres de campo y sargentos
mayores observaban esta preeminencia de
fuero, y discurría seria por la cédula y
concordia de 1571>>.
Don Agustín de Robles tampoco se conformó con
esperar la resolución definitiva de la corte, y el 11 de Febrero de 1708
representaba al consejo de guerra los riesgos de una determinación en
contrario. La extensión del privilegio era a su juicio <<tan
importante a la mejor defensa de las islas como al lustre de su primera
nobleza, que se mostraba adicta a los empleos militares por el honor del fuero,
no siendo razón que estos puestos quedasen en sujetos menos dignos como hasta
allí>>, por el capricho de la Audiencia de <<hacerse árbitro del
destino de unas milicias apreciables que siempre habían servido sin
sueldo>>.
El consejo de guerra fue del
mismo parecer que el capitán general; estimó como un atentado la oposición de la Audiencia a la extensión
de fuero, y creyó oportuno recordar
al Rey que los milicianos isleños servían en el ejército regional sin sueldo y
que era necesario ofrecerles alicientes en sus carreras. El consejo de guerra
estimó además depresivas para la justicia militar las consideraciones de la Real Audiencia
sobre ella, y pedía al Rey que fuese severamente reprendida por el desacato. El
dictamen es de 28 de Junio de 1708.
Felipe V, en su afán por
contentar a sus servidores y de que la paz reinase entre autoridades y
organismos en la colonia, se separó del dictamen del Consejo de guerra y resolvió por cédula de 22 de Agosto de 1709
que fuesen recogidas todas las cédulas de preeminencia despachadas, y que en
cuanto al fuero << no pudiendo haber razón para que
en Canarias sea mayor que el que tengo concedido a los cabos de milicias de
España, he dado orden para que sólo lo gocen: el capitán, teniente, alférez y
un sargento de cada compañía, en lo respectivo a lo criminal, y en las causas y
que en las causas criminales de estos cabos o de otros militares se acompañe el
capitán general de un oidor de la
Audiencia, como propone el consejo, pues siendo lego necesita
asesor, y que vengan siempre las apelaciones al consejo de guerra>>.
Como se desprende de los expuesto
anteriormente, las luchas por el poder entre la oligarquía canarias y los
empleados enviados por la metrópoli, se han mantenido durante siglos sin que
hasta el presente hayan variado sustancialmente las condiciones, pues si bien
se han producido algunos cambios en las formas, la verdad es que en el fondo se
mantienen las mismas circunstancias que en siglos pretéritos. (Eduardo Pedro
García Rodríguez)
1710. La producción de trigo de algunas áreas significativas de la
colonia demuestran que a partir de 1710 se venía dando una alza generalizada de
la producción cerealística que se mantiene al menos hasta la década de 1730-40,
si bien con la presencia de cosechas muy escasas como las que se producen a
comienzos de la década de 1720. La recolección de diezmos en Titireygatra
(Lanzarote) a comienzos del siglo XVIII indican que el crecimiento de la
producción cerealera resulta aún más importante en el caso de los cereales
pobres como la cebada blanca, cuya producción crece más que la del cereal noble
(el trigo). En términos generales, esta
tendencia al aumento de la producción para el consumo interno ha sido explicada
como consecuencia de la expansión de los cultivos de subsistencia a costa de
los terrenos de viñedo menos apropiados para la producción de caldos, dentro de
una fase de caída de los precios del vino. Junto a este factor hay que
considerar además el impulso a la producción de subsistencias como la lógica
reacción económica provocada por el ciclo de malas cosechas de fines del XVII y
comienzos del XVIII.
A pesar de las condiciones del mercado
de cereales, que presenta precios muy bajos durante el periodo que va desde 1724 a 1740 (capaces de
desalentar la extensión del cultivo cerealístico), las carestías que sufrieron
las islas a comienzos de siglo fueron un motivo impulsor de la producción de
subsistencias, en un intento, tanto de la terratenencia como del campesinado,
por asegurarse cierta cuota de autoabastecimiento que los pusiese a salvo de
las coyunturas adversas.
1710. Las dificultades para la comercialización exterior de los
vinos producidos en la colonia que se apreciaban ya en las últimas décadas del
siglo XVII van a agravarse durante el Setecientos. Tras el tratado de Methuen
(1703), el comercio inglés pasó a abastecerse preferiblemente de caldos
portugueses, provocando una reducción progresiva de las exportaciones canarias
de vinos hacia el tradicional mercado del norte de Europa. En tal sentido, los
datos aduaneros británicos precisaban que las exportaciones de vinos canarios a
Inglaterra se situaban aún en unas 15.000 pipas/año para el periodo 1700-1710,
cifra que comienza a decaer gravemente en la década 1720-1730 hasta llegar a
un promedio de 1.200 pipas/año durante
la segunda mitad de siglo. Tales cifras no concuerdan con las que ofrecen los
documentos locales que estimaban las exportaciones hacia Inglaterra en unas
6.000- 7.000 pipas/año hacia mediados de siglo, para descender a unas 4.000
pipas/año hacia 1779. Sin embargo, aun contando con estas divergencias en las
cifras, la caída de las exportaciones vitivinícolas es evidente en el siglo
XVIII, llegando a darse largos periodos de cese en los envíos de caldos hacia
el mercado inglés durante las coyunturas bélicas que enfrentaron a Inglaterra y
España.
Ante la caída de las
exportaciones hacia Inglaterra la alternativa del sector vitivinícola canario
durante el siglo XVIII se centraba en la exportación hacia los mercados de las
colonias americanas. No obstante, la competencia de los vinos andaluces y de
los aguardientes catalanes en el mercado colonial planteó serias dificultades a
la comercialización de los caldos canarios en las otras colonias, situación
agravada con la liberalización del comercio americano decretada a partir de
1778, cuando las producciones vitivinícolas españolas, liberadas de las
limitaciones que había impuesto hasta entonces un comercio indirecto a través
del puerto gaditano, acabaron por desplazar a los vinos canarios del mercado
colonial. Hacia finales de siglo los problemas de comercialización de los
caldos canarios en América se incrementaron debido al desarrollo de la
producción de ron en el área caribeña, que desplazó el aguardiente canario en
los mercados de las coloniasa americanas. (Juan Ramón Núñez Pestano; 1991).
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