EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN
CANARIA
UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVII
DECADA 1601-1700
CAPITULO XV-XV
Guayre Adarguma Anez’ Ram n
Yghasen
1605.
“A partir de información reflejada en distintas actas
notariales, sabemos que el Barranco de los Negros se encontraba en el Barranco
de Tirajana en el tramo desde Cueva Grande a la Cuesta de Garrotes, y entre
Los Cuchillos y El Gallego, estos dos últimos, topónimos que todavía existen y
se sitúan a menos de dos kilómetros de la población de Aldea Blanca, por lo que
pensamos que esta “aldea negra” pudiera tener alguna relación con el nombre que
se le dio a “Aldea Blanca”.
Los documentos notariales nos indican la compraventa
de los terrenos donde se situaría la población negra, en 1605, por Antón Pérez
Cabeza, negro libre que compró la propiedad al regidor Marcos de León y en ella
se estableció con sus hijos y nietos. Según los documentos, fue el primer negro
que se estableció en el lugar y anteriormente vivía en una casa terrera lindante
con la ermita de San Antón en Agüimes. Casó en primeras nupcias con Juana
García y, en segundas, con Antonia Mendoza.
Este Antón Pérez Cabeza tuvo que ser descendiente de esclavos pertenecientes a otro Antón Pérez Cabeza, propietario de plantaciones de caña en Sardina, quien en 1527, arrienda a Alonso de Matos el ingenio azucarero de Aguatona en Agüimes (que se situaba en el actual Ingenio), pues se solía poner a esclavos, nombre y apellidos de sus dueños.
Este Antón Pérez Cabeza tuvo que ser descendiente de esclavos pertenecientes a otro Antón Pérez Cabeza, propietario de plantaciones de caña en Sardina, quien en 1527, arrienda a Alonso de Matos el ingenio azucarero de Aguatona en Agüimes (que se situaba en el actual Ingenio), pues se solía poner a esclavos, nombre y apellidos de sus dueños.
Bartolomé Cabrera “el negro santo”, era nieto del
primer negro del Barranco, Antón Pérez, hecho que se refleja en un documento de
compraventa en 1667 cuando dicho Bartolomé vende un día y una noche de agua de
sus posesiones del barranco al capitán Francisco Amoreto, ascendiente de los
futuros condes de la Vega
Grande, (Francisco Tarajano: Memorias de Agüimes ).
Cuando los documentos indican que Antón Pérez fue el
primer negro de esta aldea negra, pensamos que es posible que se refiera al
primer negro de esa zona del barranco, o al primer propietario de color, pues
en el siglo XVI en el curso alto del Barranco, en el ingenio azucarero de Santa
Lucía, y en Sardina, donde había plantaciones de azúcar, con toda seguridad
debió haber mano de obra esclava, de color, como era habitual en la época.
Los ingenios azucareros necesitaban gran cantidad de leña para hacer funcionar sus calderas y mano de obra para traerla. Fueron la causa, en buena parte, de la desaparición del pinar en Amurga.
Los ingenios azucareros necesitaban gran cantidad de leña para hacer funcionar sus calderas y mano de obra para traerla. Fueron la causa, en buena parte, de la desaparición del pinar en Amurga.
Existen además, topónimos por todo el sur,
relacionados con personas de color: Los Moriscos en Santa Lucia, Hoya de la Negra, Cueva de la Negra, Casa del Negro Santo,
Ladera de los Negros, Soco del Negro, lo que nos indica lugares donde vivían
personas de esta raza, con toda seguridad apartados de los blancos.
En 1677 la ciudad hace nombramiento de capitán alférez
y demás oficiales de una compañía de negros y mulatos que no constaban en las
listas por ser esclavos. Se hizo capitán de ellos a un cristiano viejo y negro
libre, de Taidía, (Santa Lucía) llamado Juan Felipe Liria. A él se le encargó
de hacer una lista por toda la isla y halló un número de 648 negros, que con
los mulatos, criollos, esclavos y otros, llegaron a 6.478, con los cuales
acudía a la plaza de armas el día de la ocasión, a ponerse a las ordenes del
capitán a guerra. (Suarez V., Rivero B., Lobo M., González A.: (1995). “La
comarca de Tirajana en el antiguo Régimen”.)
También en la fortaleza y salinas de Santa Cruz del
Romeral había esclavos. En el acto del Pleito homenaje que realiza el teniente
general de artillería Luis Romero de Xaraquemada en 1704 se dice:
“...Y en dicha Casa- Fuerte hallé cuatro ayudantes
artilleros que reconosco eran capaces para el manejo de dicha artillería, y
asimismo hallé cuatro soldados de centinelas, sin los salineros y esclavos del
dicho Don José que tiene para el servicio de su casa...”
Entre las posesiones de Antonio Lorenzo Bethencourt,
fundador de la casa fuerte de Santa Cruz, a finales del siglo XVII: tenemos
que:
“... Se le contaban ocho esclavos negros y una mulata
que le trabajaban la finca y le atendían la casa….; en los Montes de Amurga,
ganado salvaje, donde todos los años se hacían las apañadas.” (Santiago Cazorla León, Los Tirajanas de Gran
Canaria, 1995)
Pedro Agustin del Castillo describe refiriéndose a Tirajana: "...su vecindad, de cuatrocientos dieciséis vecinos, muchos de ellos negros, que se mantiene su color tan atezado como si vinieran ahora de Guinea...". (Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria. 1737).
Pedro Agustin del Castillo describe refiriéndose a Tirajana: "...su vecindad, de cuatrocientos dieciséis vecinos, muchos de ellos negros, que se mantiene su color tan atezado como si vinieran ahora de Guinea...". (Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria. 1737).
El fraile mercedario Medinilla escribe acerca del
Barranco de los Negros (1750-1761): “Hay en Tirajana muchos negros y mulatos
avecindados y muy antiguos. Vi a un negro y lo traté llamado Francisco Liria de
108 de edad cumplidos, cabal en su juicio y buena razón, está casado y no ha
tenido más matrimonio que el presente, su mujer no tiene tanta edad... El
suegro de este negro murió en esta parroquia de 115 años, llamábase Pedro de la Cruz, era negro también.”
(Santiago Cazorla León, Los Tirajanas de Gran Canaria, 1995)
Las negras y mulatas eran grandes artesanas en los trabajos de la palma y en los hilados, pero sobre todo eran tenidas como brujas y hechiceras. En el siglo XVIII son procesadas como tales la mulata María Morales y la negra Maria Mostaza, quienes hacían oraciones con el fín de hacer sortilegio. En el mismo caso se hallaban Ana de Santiago, denunciada en 1698, Francisca Pérez, Lucía Alemán y Margarita de Cabrera. De ellas fueron encauzadas la mulata María del Pino, que se ocupaba en hacer escobas y esteras, que fue desterrada cuatro años de la isla, además de aplicársele otras penas, y María de Morales, también mulata; la negra e hilandera María Mostaza fue condenada a 200 azotes y desterrada a Lanzarote y la negra y esterera Margarita de la Cruz a 200 azotes y tres años de cárcel. Entre los hombres de color sólo se cita como dedicado a estas prácticas al mulato Sebastián García de León, molinero y pastor, que fue condenado a 200 azotes, vergüenza pública y a tres años de galeras. (Fajardo Spínola, F: “Hechicería y brujería en Canarias en la Edad Moderna”. 1992)
Las negras y mulatas eran grandes artesanas en los trabajos de la palma y en los hilados, pero sobre todo eran tenidas como brujas y hechiceras. En el siglo XVIII son procesadas como tales la mulata María Morales y la negra Maria Mostaza, quienes hacían oraciones con el fín de hacer sortilegio. En el mismo caso se hallaban Ana de Santiago, denunciada en 1698, Francisca Pérez, Lucía Alemán y Margarita de Cabrera. De ellas fueron encauzadas la mulata María del Pino, que se ocupaba en hacer escobas y esteras, que fue desterrada cuatro años de la isla, además de aplicársele otras penas, y María de Morales, también mulata; la negra e hilandera María Mostaza fue condenada a 200 azotes y desterrada a Lanzarote y la negra y esterera Margarita de la Cruz a 200 azotes y tres años de cárcel. Entre los hombres de color sólo se cita como dedicado a estas prácticas al mulato Sebastián García de León, molinero y pastor, que fue condenado a 200 azotes, vergüenza pública y a tres años de galeras. (Fajardo Spínola, F: “Hechicería y brujería en Canarias en la Edad Moderna”. 1992)
En 1817 tenemos constancia del poblado de los negros
por el problema que tuvieron con el cura de Tunte porque este no les dejó sacar
en procesión la imagen de San Sebastián como lo venían haciendo
tradicionalmente cada año por esas fechas y menospreciando a las gentes de
color. (Santiago Cazorla León, Los Tirajanas de Gran Canaria, 1995)
Hasta 1880, existió la esclavitud en España. En ese
año Alfonso XII sanciona la ley de abolición, que se extingue definitivamente
en 1886.
Entre 1884-1888 Verneau visita las Islas Canarias y
describe todavía la existencia de la aldea negra como hemos relatado al
principio del artículo.
Volviendo a la hipótesis del poblado de negros que
vivían apartados en contraposición al de blancos de Aldea Blanca, tenemos que
comentar las discriminaciones que sufrían las personas de color en las islas.
Si la vida de los blancos, pertenecientes a las clases bajas, se podría
considerar miserable, la de los negros, lo debió de ser en mucha mayor medida.
De hecho y según revela Ana Viña Brito y
colaboradores, la instalación de los esclavos en las islas preocupó en gran
medida a las autoridades locales y por ello se dictan una serie de
disposiciones tendentes a su control, como fueron la prohibición de andar por los
caminos después de “campana tañida”, llevar marcas visibles en el hombro para
ser fácilmente reconocibles, algunos fueron herrados en la cara e incluso se
autorizó “cortarles las orejas si sus culpas lo merecían”.(La organización
social del trabajo en los ingenios azucareros canarios (siglos XV-XVI)
El poblado que después se llamó Aldea Blanca, ya
existía en el tiempo de los canarii pues
según Suarez Grimón y Andrés Quintana: "El 27 de mayo de 1616 presentó
escrito en el Cabildo el regidor Pedro Espino Castellano pidiendo se le hiciese
merced de 300 fanegadas de tierra en el Llano de Aldea Blanca, unos solares de
“casas de canarios”que estaban en las cabezadas de dicho Llano y la mitad del
agua que salía del Barranco de Tirajana. Esta solicitud fue contradecida por
Juan Alonso Romero y Lope Franco, alegando eran suyas dichas tierras y aguas.
Por ello el Cabildo acordó darle al regidor Espino solo las casas
canarias." (Historia de la
Villa de Agüimes).
Estas “casas de canarios” se situaban en lo que hoy es el pueblo de Aldea Blanca, y el topónimo lo conocemos como tal, por vez primera, el 8 de noviembre de 1511, cuando se da en Burgos merced a Lope Conchillos, de seis caballerías de tierra con el agua necesaria para su riego: “…agua que ha de tomar de la que aprovechan los canarios en Varvega, debajo de Aldea Blanca, y luego fue adjudicada a Luis de Armas, por estar desaprovechada,…” ( Carta Arqueológica de SBT).
Estas “casas de canarios” se situaban en lo que hoy es el pueblo de Aldea Blanca, y el topónimo lo conocemos como tal, por vez primera, el 8 de noviembre de 1511, cuando se da en Burgos merced a Lope Conchillos, de seis caballerías de tierra con el agua necesaria para su riego: “…agua que ha de tomar de la que aprovechan los canarios en Varvega, debajo de Aldea Blanca, y luego fue adjudicada a Luis de Armas, por estar desaprovechada,…” ( Carta Arqueológica de SBT).
Se podría considerar que si se le asigna ese nombre al
poblado, en razón de que hay otro poblado donde viven los negros, este podría
existir en esas fechas.
Abundando en la hipótesis vemos que los terrenos de
Sardina comienzan a cultivarse a principios del siglo XVI. En 1523, Antón Pérez
Cabeza (del que posteriormente toma nombre el primer negro del barranco) ya
tenía plantaciones de caña de azúcar en Sardina, que molía en su ingenio de
Agüimes (Aguatona- Ingenio), que era también de Alonso de Matos (el Viejo),
aunque debieron de molerse también en el ingenio de Santa Lucía . (Azúcar. Los
ingenios en la colonización canaria. Ana Viña Brito y colaboradores).
Desconocemos la fecha de construcción del ingenio de Santa Lucía, aunque debió ser a principios de siglo. Su fundador fue Tomás Rodríguez de Palenzuela, hecho que conocemos porque su hijo, Lorenzo Palenzuela, que poseía tierras en Sardina donde tenía la plantación de caña de azúcar, pretendió trasladar el ingenio desde Santa Lucía a Sardina, hecho que creemos finalmente no sucedió, pues no tenemos noticias de que se instalara y llegase a funcionar.
Desconocemos la fecha de construcción del ingenio de Santa Lucía, aunque debió ser a principios de siglo. Su fundador fue Tomás Rodríguez de Palenzuela, hecho que conocemos porque su hijo, Lorenzo Palenzuela, que poseía tierras en Sardina donde tenía la plantación de caña de azúcar, pretendió trasladar el ingenio desde Santa Lucía a Sardina, hecho que creemos finalmente no sucedió, pues no tenemos noticias de que se instalara y llegase a funcionar.
Así,
el 29 de octubre de 1554, se le concede una data a Lorenzo Palenzuela por el
Cabildo secular: "Se concede licencia a Lorenzo de Palenzuela para
hacer una acequia desde el barranco de Tirajana a las tierras que el Cabildo le
había dado en Sardina para hacer un ingenio":
“Petición de Lorenzo de Palenzuela, vecino de la isla, le hagan merced de dar licencia para hacer una acequia por donde pueda llevar sus aguas del barranco de Tirajana a las tierras que le hicieron merced en el lomo que dicen de Sardina, la cual acequia ha de comenzar desde la cueva de Juan Adobar, por donde pueda hacerla, hasta sus tierras" Es edificio que ha de hacer por riscos y gastar mucho dinero y soltar su agua y deshacer su hacienda de Tirajana y pasarla abajo", y por ello suplica que ya que le dieron las tierras y sitio de ingenio, le den titulo del salto por donde ha de ir la acequia, que sea suya como lo son las tierras y aguas, y de sus descendientes, y lo manden asentar. Se le da el asiento y sitio de ingenio, y el sitio de acequia.”
Por ello, debieron de haber en la zona personas de color, desde esas fechas, que podrían vivir separadas y de ahí el nombre de Aldea Blanca, para indicar la población blanca en la zona. Según Manuel Lobo, los cálculos para Gran Canaria establecen una media de 30 ó 35 esclavos entre hombres y mujeres por ingenio y plantación que representarían entre un 10% y un 12%, de la mano de obra, lo que nos indica la probable población de la zona. (Azúcar. Los ingenios en la colonización canaria. Ana Viña Brito y colaboradores)
Por último, según Santiago Cazorla León (Los Tirajanas de Gran Canaria, 1995), existe una tradición oral que afirma que los negros llegaron al Barranco de Tirajana procedentes del naufragio de algún barco hundido por aquellos mares y nos explica en su obra los pleitos de los curas de Tirajana y Agüimes (1690-1694) por la jurisdicción de estos negros del barranco que nos aportan bastante información.
Según Manuel Guedes (Coplas de Laito. 2002. Proyecto Vivencias. IES Santa Lucía) pastor, hijo y nieto de pastores, que fue vecino de Casa Pastores, y descendiente de los Guedes de Castillo del Romeral, la historia de los Guedes en Gran Canaria se inició con una embarcación portuguesa que llevaba esclavos negros para América, en el barco venían Guedes y Torres. El mal tiempo hizo que la embarcación zozobrará en la costa sureste de Gran Canaria, donde desembarcaron por la costa de Las Salinas. (Castillo del Romeral).
En
este artículo hemos pretendido aportar información sobre la extraña aldea negra
que existía en la comarca, en la que con toda probabilidad debieron vivir
ascendientes de muchos vecinos de Castillo del Romeral, en los que todavía hoy
podemos observar rasgos de sus ascendientes de color, así como de otros vecinos
en los que no se observan estos rasgos que tienden a desaparecer a raíz del
mestizaje, tras el paso de varias generaciones.
Por
nuestras venas corre sangre de estos negros, descendientes de esclavos, que
estaban en nuestra comarca desde el siglo XVI, signo inequívoco de nuestro
mestizaje así como del de la población canaria en general.” (Pablo Guedes,
2011).
1605.
Fiestas y costumbres populares en Garachico,
municipio de la Isla Chinech (Tenerife.)
San
Roque
Entre las celebraciones anuales que ofrece la Villa y Puerto a propios
y extraños ha de citarse como conmemoración
principalísima la fiesta que se organiza en honor de San
Roque. Es una fiesta con cerca de cuatro siglos de
antigüedad porque parecen estar en lo cierto quienes opinan que su origen hay que buscarlo en 1605, fecha en que terminó la epidemia
de peste que sufrió Garachico desde cuatro años atrás y cuya extensión dio
lugar a que fuera exaltada la figura de San Roque, santo al que se consideró, por parte del vecindario, como intercesor de la petición vecinal
para que la tragedia finalizase. A partir de entonces se
iniciaron fiestas que se han seguido celebrando cada año hasta llegar a
nuestros días.
Son actos de exaltación folklórica que comienzan con la celebración de la denominada Fiesta de las Tradiciones, que tiene lugar el domingo
inmediatamente anterior al 16 de agosto, aunque
alguna vez ha sufrido traslado de fechas por
conveniencias de programación. En tal acto intervienen
varios grupos folklóricos, leen sus versos los poetas, pronuncia su discurso el mantenedor de la velada y se elige a la Romera
Mayor, quien habrá de presidir la romería unos días después. La elección
se realiza entre las señoritas que
representan a los distintos barrios de la
población y naturalmente a la zona urbana. El espectáculo,
que se desarrolla en la Glorieta de San Francisco,
cuenta siempre con decoración a base de productos
típicos e instrumentos de labranza, lo que da un aliciente más al espectáculo, todo ello en medio del tipismo mejor cuidado.
El día 16 de agosto, a media mañana, se celebra en la ermita
del santo la Misa de los Peregrinos, quienes acompañan luego a la imagen hasta
la parroquia, donde se oficia la misa mayor. Finalizada
ésta comienza la romería en la Plaza de Ramón Arocha, con inclusión de
carretas, animales enjaezados, rondallas, danzas típicas, rebaños de ovejas
y una gran cantidad de magos que cantan y bailan junto a las carretas, mientras saborean la carne, el vino y las papas que con tanta prodigalidad se reparten
entre los
asistentes.
En alguna ocasión se ha calculado que había en la romería 25.000 personas. Y aunque nadie hace ya cálculos anuales, hay igual o parecido número de asistentes en cada celebración a pesar .de que la romería no
se celebra en domingo, salvo en el caso de que sea domingo el día 16, fecha que
se respeta siempre para este desfile de San Roque, justamente porque es el día de la festividad.
La romería se forma espontáneamente. Las carretas, adornadas exclusivamente
con productos de la tierra, rememoran las antiguas caravanas que antiguamente
llegaban a Garachico por los polvorientos caminos de la comarca para traernos la alegría y el característico aspecto de los
hombres de esta tierra. En la romería se pretende que
no haya artificio, innovación, ni elementos de nueva factura; surge la comitiva del propio ser de las
gentes que acompañan a San Roque, ataviadas con el traje típico de nuestros
antepasados.
Cuando el santo y los romeros avanzan, cantando éstos hasta la ermita,
son acompañados por los que prefirieron ir en barca por el mar cercano. Casi
cuatro horas dura el multicolor desfile. Luego, en la plaza de la ermita, como
sí no hubiera fatiga a pesar del largo recorrido, comienza el baile de magos, que parece no tener fin, a pesar de que otro baile multitudinario, celebrado días antes en ¡a
Glorieta de San Francisco, parecía, haber dejado exhaustos a los asistentes por haberse prolongado hasta las primeras horas de la mañana, momento en que todos los
asistentes, con cañas y cintas de colores en las manos, se dirigen
hasta la ermita para rendir al santo su homenaje
mañanero, antes de ir a reparar el sueño perdido. A pesar
de todo, se olvidan las incomodidades pasadas y la imagen llega a su santuario entre el entusiasmo desbordante de quienes han hecho de
la promesa una diversión.
La entrada del santo en su pequeña iglesia tiene una pincelada de originalidad. Entra de espaldas, dando la cara al pueblo, del que parece
no querer despedirse, mientras los romeros, en colosal
algarabía, lanzan al aire los «ajijides», en los que
se advierte una mezcla de júbilo y de pena porque
va a terminar el jolgorio.
En esta romería están presentes los pastores de Teño y Los Carrizales.
Los hombres de El Palmar y Tierra del Trigo con
sombreros de fieltro, en mangas de camisa, el chaleco
tradicional y la mirada atenta sobre el ganado; la gente del Tanque y sus
barrios de Ruigomez, Erjos y San José de los Llanos;
la gente de La Vega,
Genovés y La Culata;
hombres y mujeres de b emigración venezolana; los marineros de la Caleta de Interián; los
empleados, comerciantes, funcionarios y trabajadores de la
platanera de Icod de los Vinos, Los Silos y
Buenavista del Norte. Mientras los vecinos de Garachi-co —casco— desde la calle, ventanas y azoteas cantan, observan,
reciben y lanzan frutos de la tierra... Alcalde, funcionarios
públicos, concejales... participan estrechamente de la fiesta, vestidos de
magos.
Se dice que el matiz diferenciador de la romería de San Roque está en
el aspecto participativo de todos los presentes, que no son simples espectadores, sino elementos de la fiesta, en la que quedan incrustados por
el imparable río de la romería, que ya ha perdido, sin
embargo, ese matiz de celebración religiosa para
convertirse simplemente en manifestación folklórica profana, muy cerca de la
Fiesta de la Rama, de Agaete, aunque haya con
ella una serie de elementos diferenciadores.
El resto del programa festero, amplio y variado, no se diferencia mucho de los que se ofrecen en otras localidades tinerfeñas. Sólo la
fiesta de las Tradiciones y la romería mantienen un sabor especial, en el que
se trata de mantener viva la tradición heredada.
Como todo ha de decirse, conviene aclarar que el modo actual que se observa en la celebración comenzó en la edición de 1960. Antes había
una celebración religiosa con acompañamiento de fieles y
romeros y, al finalizar la procesión, la flauta y el
tambor amenizaban, en la Plaza de Abajo, un
modesto baile, de tipismo puro y sin mixtificaciones. Y sin multitudes. Siempre
trajeron los romeros sus cañas con cintas de colores. La costumbre ha prevalecido. La flauta y el tambor se fueron por los recodos de
los caminos porque a las nuevas generaciones les interesan más las guitarras eléctricas y otros modos diferentes de entender la fiesta.
Pero,
con o sin tambor, con flauta o sin ella, a pie o en carreta. San Roque, San
Roquito, «el francés», seguirá, porque sí, canalizando devociones, escuchando súplicas y aceptando promesas. (Carlos Acosta García, 1994:452 y ss.)
1605. La Gomera
contaba con 1.035 habitantes, es decir, unos 230 menos que en 1585.
La
densidad, por lo tanto, había descendido por debajo de 3 habitantes por
kilómetro cuadrado. La mayoría de los gomeros residían en San Sebastián (86,
por ciento) y un porcentaje ínfimo residía en Vallehermoso. Como puede verse,
la decadencia de la Go
mera parece incuestionable. Abandonada por los señores feudales de la isla y
por los poderes centrales en la metrópoli no sale de la postración. En 1607 los
señores feudales suscriben pactos con 16 vecinos de Chinech (Tenerife) a los
que se les dan tierras a renta anual en Etime, Lomo del Merlo, Agulo y
Tamargada. Pero esta repoblación-colonización no consigue reanimar la economía
isleña basada en la agricultura y fracasa estrepitosamente puesto que en 1620
no quedaba más que un solo vecino tinerfeño cultivando 1700 fanegadas por una
renta de 24 fanegas de trigo anual. La severidad del dominio feudal señorial,
la escasez de tierras para labrantío por la peculiar orografía, la ausencia de
artesanía unido al carácter periférico y marginal de la Gomera respecto a las
grandes rutas comerciales, conducirán a una situación de crisis permanente con
una economía siempre en la frontera de la precariedad.
Al
finalizar el XVII parece haberse producido un cambio de rumbo por cuanto en
1676 “la Isla Colombina”
disponía de 4.231 almas, distribuidas en 6 poblaciones del interior y en la
villa capital Ipalam. En 1688 se apreciaba un nuevo incremento elevándose esta
vez a 4.661 habitantes. Las localidades de Vallehermoso y Hermigua llegaban ya
hasta superar a Ipalam (San Sebastián). Vallehermoso, situada en el noroeste de
la Gomera, da muestras de despegar económica y demográficamente. Es por lo que
en 1635 construye una iglesia parroquial de la secta católica para el creciente
vecindario. Al consumarse la centuria, la Gomera parece desperezarse mejorando
sus bases económicas y alcanzando una densidad de 10 habitantes por kilómetro
cuadrado. Eso supone que también mejora su porcentaje -4,43 por ciento-
respecto a la población de la colonia canaria de estos años. Hasta entonces
nunca esta isla había llegado a alcanzar semejantes magnitudes. (Ramón Díaz
Hernández; 1991).
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