martes, 27 de agosto de 2013

CAPITULO XV-XV




EFEMÉRIDES DE  LA NACIÓN CANARIA


UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVII


DECADA 1601-1700


CAPITULO XV-XV




Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen

1605.
“A partir de información reflejada en distintas actas notariales, sabemos que el Barranco de los Negros se encontraba en el Barranco de Tirajana en el tramo desde Cueva Grande a la Cuesta de Garrotes, y entre Los Cuchillos y El Gallego, estos dos últimos, topónimos que todavía existen y se sitúan a menos de dos kilómetros de la población de Aldea Blanca, por lo que pensamos que esta “aldea negra” pudiera tener alguna relación con el nombre que se le dio a “Aldea Blanca”.
Los documentos notariales nos indican la compraventa de los terrenos donde se situaría la población negra, en 1605, por Antón Pérez Cabeza, negro libre que compró la propiedad al regidor Marcos de León y en ella se estableció con sus hijos y nietos. Según los documentos, fue el primer negro que se estableció en el lugar y anteriormente vivía en una casa terrera lindante con la ermita de San Antón en Agüimes. Casó en primeras nupcias con Juana García y, en segundas, con Antonia Mendoza.

Este Antón Pérez Cabeza tuvo que ser descendiente de esclavos pertenecientes a otro Antón Pérez Cabeza, propietario de plantaciones de caña en Sardina, quien en 1527, arrienda a Alonso de Matos el ingenio azucarero de Aguatona en Agüimes (que se situaba en el actual Ingenio), pues se solía poner a esclavos, nombre y apellidos de sus dueños.
Bartolomé Cabrera “el negro santo”, era nieto del primer negro del Barranco, Antón Pérez, hecho que se refleja en un documento de compraventa en 1667 cuando dicho Bartolomé vende un día y una noche de agua de sus posesiones del barranco al capitán Francisco Amoreto, ascendiente de los futuros condes de la Vega Grande, (Francisco Tarajano: Memorias de Agüimes ).
Cuando los documentos indican que Antón Pérez fue el primer negro de esta aldea negra, pensamos que es posible que se refiera al primer negro de esa zona del barranco, o al primer propietario de color, pues en el siglo XVI en el curso alto del Barranco, en el ingenio azucarero de Santa Lucía, y en Sardina, donde había plantaciones de azúcar, con toda seguridad debió haber mano de obra esclava, de color, como era habitual en la época.

Los ingenios azucareros necesitaban gran cantidad de leña para hacer funcionar sus calderas y mano de obra para traerla. Fueron la causa, en buena parte, de la desaparición del pinar en Amurga.
Existen además, topónimos por todo el sur, relacionados con personas de color: Los Moriscos en Santa Lucia, Hoya de la Negra, Cueva de la Negra, Casa del Negro Santo, Ladera de los Negros, Soco del Negro, lo que nos indica lugares donde vivían personas de esta raza, con toda seguridad apartados de los blancos.
En 1677 la ciudad hace nombramiento de capitán alférez y demás oficiales de una compañía de negros y mulatos que no constaban en las listas por ser esclavos. Se hizo capitán de ellos a un cristiano viejo y negro libre, de Taidía, (Santa Lucía) llamado Juan Felipe Liria. A él se le encargó de hacer una lista por toda la isla y halló un número de 648 negros, que con los mulatos, criollos, esclavos y otros, llegaron a 6.478, con los cuales acudía a la plaza de armas el día de la ocasión, a ponerse a las ordenes del capitán a guerra. (Suarez V., Rivero B., Lobo M., González A.: (1995). “La comarca de Tirajana en el antiguo Régimen”.)
También en la fortaleza y salinas de Santa Cruz del Romeral había esclavos. En el acto del Pleito homenaje que realiza el teniente general de artillería Luis Romero de Xaraquemada en 1704 se dice:
“...Y en dicha Casa- Fuerte hallé cuatro ayudantes artilleros que reconosco eran capaces para el manejo de dicha artillería, y asimismo hallé cuatro soldados de centinelas, sin los salineros y esclavos del dicho Don José que tiene para el servicio de su casa...”
Entre las posesiones de Antonio Lorenzo Bethencourt, fundador de la casa fuerte de Santa Cruz, a finales del siglo XVII: tenemos que:
“... Se le contaban ocho esclavos negros y una mulata que le trabajaban la finca y le atendían la casa….; en los Montes de Amurga, ganado salvaje, donde todos los años se hacían las apañadas.” (Santiago Cazorla León, Los Tirajanas de Gran Canaria, 1995)

Pedro Agustin del Castillo describe refiriéndose a Tirajana: "...su vecindad, de cuatrocientos dieciséis vecinos, muchos de ellos negros, que se mantiene su color tan atezado como si vinieran ahora de Guinea...". (Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria. 1737).
El fraile mercedario Medinilla escribe acerca del Barranco de los Negros (1750-1761): “Hay en Tirajana muchos negros y mulatos avecindados y muy antiguos. Vi a un negro y lo traté llamado Francisco Liria de 108 de edad cumplidos, cabal en su juicio y buena razón, está casado y no ha tenido más matrimonio que el presente, su mujer no tiene tanta edad... El suegro de este negro murió en esta parroquia de 115 años, llamábase Pedro de la Cruz, era negro también.” (Santiago Cazorla León, Los Tirajanas de Gran Canaria, 1995)

Las negras y mulatas eran grandes artesanas en los trabajos de la palma y en los hilados, pero sobre todo eran tenidas como brujas y hechiceras. En el siglo XVIII son procesadas como tales la mulata María Morales y la negra Maria Mostaza, quienes hacían oraciones con el fín de hacer sortilegio. En el mismo caso se hallaban Ana de Santiago, denunciada en 1698, Francisca Pérez, Lucía Alemán y Margarita de Cabrera. De ellas fueron encauzadas la mulata María del Pino, que se ocupaba en hacer escobas y esteras, que fue desterrada cuatro años de la isla, además de aplicársele otras penas, y María de Morales, también mulata; la negra e hilandera María Mostaza fue condenada a 200 azotes y desterrada a Lanzarote y la negra y esterera Margarita de la Cruz a 200 azotes y tres años de cárcel. Entre los hombres de color sólo se cita como dedicado a estas prácticas al mulato Sebastián García de León, molinero y pastor, que fue condenado a 200 azotes, vergüenza pública y a tres años de galeras. (Fajardo Spínola, F: “Hechicería y brujería en Canarias en la Edad Moderna”. 1992)
En 1817 tenemos constancia del poblado de los negros por el problema que tuvieron con el cura de Tunte porque este no les dejó sacar en procesión la imagen de San Sebastián como lo venían haciendo tradicionalmente cada año por esas fechas y menospreciando a las gentes de color. (Santiago Cazorla León, Los Tirajanas de Gran Canaria, 1995)
Hasta 1880, existió la esclavitud en España. En ese año Alfonso XII sanciona la ley de abolición, que se extingue definitivamente en 1886.
Entre 1884-1888 Verneau visita las Islas Canarias y describe todavía la existencia de la aldea negra como hemos relatado al principio del artículo.
Volviendo a la hipótesis del poblado de negros que vivían apartados en contraposición al de blancos de Aldea Blanca, tenemos que comentar las discriminaciones que sufrían las personas de color en las islas. Si la vida de los blancos, pertenecientes a las clases bajas, se podría considerar miserable, la de los negros, lo debió de ser en mucha mayor medida.
De hecho y según revela Ana Viña Brito y colaboradores, la instalación de los esclavos en las islas preocupó en gran medida a las autoridades locales y por ello se dictan una serie de disposiciones tendentes a su control, como fueron la prohibición de andar por los caminos después de “campana tañida”, llevar marcas visibles en el hombro para ser fácilmente reconocibles, algunos fueron herrados en la cara e incluso se autorizó “cortarles las orejas si sus culpas lo merecían”.(La organización social del trabajo en los ingenios azucareros canarios (siglos XV-XVI)
El poblado que después se llamó Aldea Blanca, ya existía en el tiempo de los  canarii pues según Suarez Grimón y Andrés Quintana: "El 27 de mayo de 1616 presentó escrito en el Cabildo el regidor Pedro Espino Castellano pidiendo se le hiciese merced de 300 fanegadas de tierra en el Llano de Aldea Blanca, unos solares de “casas de canarios”que estaban en las cabezadas de dicho Llano y la mitad del agua que salía del Barranco de Tirajana. Esta solicitud fue contradecida por Juan Alonso Romero y Lope Franco, alegando eran suyas dichas tierras y aguas. Por ello el Cabildo acordó darle al regidor Espino solo las casas canarias." (Historia de la Villa de Agüimes).

Estas “casas de canarios” se situaban en lo que hoy es el pueblo de Aldea Blanca, y el topónimo lo conocemos como tal, por vez primera, el 8 de noviembre de 1511, cuando se da en Burgos merced a Lope Conchillos, de seis caballerías de tierra con el agua necesaria para su riego: “…agua que ha de tomar de la que aprovechan los canarios en Varvega, debajo de Aldea Blanca, y luego fue adjudicada a Luis de Armas, por estar desaprovechada,…” ( Carta Arqueológica de SBT).
Se podría considerar que si se le asigna ese nombre al poblado, en razón de que hay otro poblado donde viven los negros, este podría existir en esas fechas.
Abundando en la hipótesis vemos que los terrenos de Sardina comienzan a cultivarse a principios del siglo XVI. En 1523, Antón Pérez Cabeza (del que posteriormente toma nombre el primer negro del barranco) ya tenía plantaciones de caña de azúcar en Sardina, que molía en su ingenio de Agüimes (Aguatona- Ingenio), que era también de Alonso de Matos (el Viejo), aunque debieron de molerse también en el ingenio de Santa Lucía . (Azúcar. Los ingenios en la colonización canaria. Ana Viña Brito y colaboradores).

Desconocemos la fecha de construcción del ingenio de Santa Lucía, aunque debió ser a principios de siglo. Su fundador fue Tomás Rodríguez de Palenzuela, hecho que conocemos porque su hijo, Lorenzo Palenzuela, que poseía tierras en Sardina donde tenía la plantación de caña de azúcar, pretendió trasladar el ingenio desde Santa Lucía a Sardina, hecho que creemos finalmente no sucedió, pues no tenemos noticias de que se instalara y llegase a funcionar.
Así, el 29 de octubre de 1554, se le concede una data a Lorenzo Palenzuela por el Cabildo secular: "Se concede licencia a Lorenzo de Palenzuela para hacer una acequia desde el barranco de Tirajana a las tierras que el Cabildo le había dado en Sardina para hacer un ingenio":

“Petición de Lorenzo de Palenzuela, vecino de la isla, le hagan merced de dar licencia para hacer una acequia por donde pueda llevar sus aguas del barranco de Tirajana a las tierras que le hicieron merced en el lomo que dicen de Sardina, la cual acequia ha de comenzar desde la cueva de Juan Adobar, por donde pueda hacerla, hasta sus tierras" Es edificio que ha de hacer por riscos y gastar mucho dinero y soltar su agua y deshacer su hacienda de Tirajana y pasarla abajo", y por ello suplica que ya que le dieron las tierras y sitio de ingenio, le den titulo del salto por donde ha de ir la acequia, que sea suya como lo son las tierras y aguas, y de sus descendientes, y lo manden asentar. Se le da el asiento y sitio de ingenio, y el sitio de acequia.”

Por ello, debieron de haber en la zona personas de color, desde esas fechas, que podrían vivir separadas y de ahí el nombre de Aldea Blanca, para indicar la población blanca en la zona. Según Manuel Lobo, los cálculos para Gran Canaria establecen una media de 30 ó 35 esclavos entre hombres y mujeres por ingenio y plantación que representarían entre un 10% y un 12%, de la mano de obra, lo que nos indica la probable población de la zona. (Azúcar. Los ingenios en la colonización canaria. Ana Viña Brito y colaboradores)

Por último, según Santiago Cazorla León (Los Tirajanas de Gran Canaria, 1995), existe una tradición oral que afirma que los negros llegaron al Barranco de Tirajana procedentes del naufragio de algún barco hundido por aquellos mares y nos explica en su obra los pleitos de los curas de Tirajana y Agüimes (1690-1694) por la jurisdicción de estos negros del barranco que nos aportan bastante información.

Según Manuel Guedes (Coplas de Laito. 2002. Proyecto Vivencias. IES Santa Lucía) pastor, hijo y nieto de pastores, que fue vecino de Casa Pastores, y descendiente de los Guedes de Castillo del Romeral, la historia de los Guedes en Gran Canaria se inició con una embarcación portuguesa que llevaba esclavos negros para América, en el barco venían Guedes y Torres. El mal tiempo hizo que la embarcación zozobrará en la costa sureste de Gran Canaria, donde desembarcaron por la costa de Las Salinas. (Castillo del Romeral).

En este artículo hemos pretendido aportar información sobre la extraña aldea negra que existía en la comarca, en la que con toda probabilidad debieron vivir ascendientes de muchos vecinos de Castillo del Romeral, en los que todavía hoy podemos observar rasgos de sus ascendientes de color, así como de otros vecinos en los que no se observan estos rasgos que tienden a desaparecer a raíz del mestizaje, tras el paso de varias generaciones.

Por nuestras venas corre sangre de estos negros, descendientes de esclavos, que estaban en nuestra comarca desde el siglo XVI, signo inequívoco de nuestro mestizaje así como del de la población canaria en general.” (Pablo Guedes, 2011).

1605.
Fiestas y costumbres populares en Garachico, municipio de la Isla  Chinech (Tenerife.)

San Roque
Entre las celebraciones anuales que ofrece la Villa y Puerto a propios y extraños ha de citarse como conmemoración principalísima la fiesta que se organiza en honor de San Roque. Es una fiesta con cerca de cuatro si­glos de antigüedad porque parecen estar en lo cierto quienes opinan que su origen hay que buscarlo en 1605, fecha en que terminó la epidemia de peste que sufrió Garachico desde cuatro años atrás y cuya extensión dio lugar a que fuera exaltada la figura de San Roque, santo al que se consi­deró, por parte del vecindario, como intercesor de la petición vecinal para que la tragedia finalizase. A partir de entonces se iniciaron fiestas que se han seguido celebrando cada año hasta llegar a nuestros días.
Son actos de exaltación folklórica que comienzan con la celebración de la denominada Fiesta de las Tradiciones, que tiene lugar el domingo inmediatamente anterior al 16 de agosto, aunque alguna vez ha sufrido traslado de fechas por conveniencias de programación. En tal acto inter­vienen varios grupos folklóricos, leen sus versos los poetas, pronuncia su discurso el mantenedor de la velada y se elige a la Romera Mayor, quien habrá de presidir la romería unos días después. La elección se realiza en­tre las señoritas que representan a los distintos barrios de la población y naturalmente a la zona urbana. El espectáculo, que se desarrolla en la Glorieta de San Francisco, cuenta siempre con decoración a base de pro­ductos típicos e instrumentos de labranza, lo que da un aliciente más al espectáculo, todo ello en medio del tipismo mejor cuidado.

El día 16 de agosto, a media mañana, se celebra en la ermita del santo la Misa de los Peregrinos, quienes acompañan luego a la imagen hasta la parroquia, donde se oficia la misa mayor. Finalizada ésta comienza la ro­mería en la Plaza de Ramón Arocha, con inclusión de carretas, animales enjaezados, rondallas, danzas típicas, rebaños de ovejas y una gran canti­dad de magos que cantan y bailan junto a las carretas, mientras saborean la carne, el vino y las papas que con tanta prodigalidad se reparten entre los asistentes.

En alguna ocasión se ha calculado que había en la romería 25.000 per­sonas. Y aunque nadie hace ya cálculos anuales, hay igual o parecido número de asistentes en cada celebración a pesar .de que la romería no se celebra en domingo, salvo en el caso de que sea domingo el día 16, fecha que se respeta siempre para este desfile de San Roque, justamente porque es el día de la festividad.

La romería se forma espontáneamente. Las carretas, adornadas exclusi­vamente con productos de la tierra, rememoran las antiguas caravanas que antiguamente llegaban a Garachico por los polvorientos caminos de la co­marca para traernos la alegría y el característico aspecto de los hombres de esta tierra. En la romería se pretende que no haya artificio, innovación, ni elementos de nueva factura; surge la comitiva del propio ser de las gen­tes que acompañan a San Roque, ataviadas con el traje típico de nuestros antepasados.

Cuando el santo y los romeros avanzan, cantando éstos hasta la ermi­ta, son acompañados por los que prefirieron ir en barca por el mar cerca­no. Casi cuatro horas dura el multicolor desfile. Luego, en la plaza de la ermita, como sí no hubiera fatiga a pesar del largo recorrido, comienza el baile de magos, que parece no tener fin, a pesar de que otro baile multitu­dinario, celebrado días antes en ¡a Glorieta de San Francisco, parecía, ha­ber dejado exhaustos a los asistentes por haberse prolongado hasta las primeras horas de la mañana, momento en que todos los asistentes, con cañas y cintas de colores en las manos, se dirigen hasta la ermita para ren­dir al santo su homenaje mañanero, antes de ir a reparar el sueño perdido. A pesar de todo, se olvidan las incomodidades pasadas y la imagen llega a su santuario entre el entusiasmo desbordante de quienes han hecho de la promesa una diversión.

La entrada del santo en su pequeña iglesia tiene una pincelada de ori­ginalidad. Entra de espaldas, dando la cara al pueblo, del que parece no querer despedirse, mientras los romeros, en colosal algarabía, lanzan al aire los «ajijides», en los que se advierte una mezcla de júbilo y de pena porque va a terminar el jolgorio.

En esta romería están presentes los pastores de Teño y Los Carrizales. Los hombres de El Palmar y Tierra del Trigo con sombreros de fieltro, en mangas de camisa, el chaleco tradicional y la mirada atenta sobre el gana­do; la gente del Tanque y sus barrios de Ruigomez, Erjos y San José de los Llanos; la gente de La Vega, Genovés y La Culata; hombres y mujeres de b emigración venezolana; los marineros de la Caleta de Interián; los emplea­dos, comerciantes, funcionarios y trabajadores de la platanera de Icod de los Vinos, Los Silos y Buenavista del Norte. Mientras los vecinos de Garachi-co —casco— desde la calle, ventanas y azoteas cantan, observan, reciben y lanzan frutos de la tierra... Alcalde, funcionarios públicos, concejales... parti­cipan estrechamente de la fiesta, vestidos de magos.
Se dice que el matiz diferenciador de la romería de San Roque está en el aspecto participativo de todos los presentes, que no son simples espec­tadores, sino elementos de la fiesta, en la que quedan incrustados por el imparable río de la romería, que ya ha perdido, sin embargo, ese matiz de celebración religiosa para convertirse simplemente en manifestación folk­lórica profana, muy cerca de la Fiesta de la Rama, de Agaete, aunque haya con ella una serie de elementos diferenciadores.

El resto del programa festero, amplio y variado, no se diferencia mu­cho de los que se ofrecen en otras localidades tinerfeñas. Sólo la fiesta de las Tradiciones y la romería mantienen un sabor especial, en el que se tra­ta de mantener viva la tradición heredada.

Como todo ha de decirse, conviene aclarar que el modo actual que se observa en la celebración comenzó en la edición de 1960. Antes había una celebración religiosa con acompañamiento de fieles y romeros y, al finali­zar la procesión, la flauta y el tambor amenizaban, en la Plaza de Abajo, un modesto baile, de tipismo puro y sin mixtificaciones. Y sin multitudes. Siempre trajeron los romeros sus cañas con cintas de colores. La costum­bre ha prevalecido. La flauta y el tambor se fueron por los recodos de los caminos porque a las nuevas generaciones les interesan más las guitarras eléctricas y otros modos diferentes de entender la fiesta.

Pero, con o sin tambor, con flauta o sin ella, a pie o en carreta. San Roque, San Roquito, «el francés», seguirá, porque sí, canalizando devocio­nes, escuchando súplicas y aceptando promesas. (Carlos Acosta García, 1994:452  y ss.)

1605. La Gomera contaba con 1.035 habitantes, es decir, unos 230 menos que en 1585.
La densidad, por lo tanto, había descendido por debajo de 3 habitantes por kilómetro cuadrado. La mayoría de los gomeros residían en San Sebastián (86, por ciento) y un porcentaje ínfimo residía en Vallehermoso. Como puede verse, la decadencia de la Go mera parece incuestionable. Abandonada por los señores feudales de la isla y por los poderes centrales en la metrópoli no sale de la postración. En 1607 los señores feudales suscriben pactos con 16 vecinos de Chinech (Tenerife) a los que se les dan tierras a renta anual en Etime, Lomo del Merlo, Agulo y Tamargada. Pero esta repoblación-colonización no consigue reanimar la economía isleña basada en la agricultura y fracasa estrepitosamente puesto que en 1620 no quedaba más que un solo vecino tinerfeño cultivando 1700 fanegadas por una renta de 24 fanegas de trigo anual. La severidad del dominio feudal señorial, la escasez de tierras para labrantío por la peculiar orografía, la ausencia de artesanía unido al carácter periférico y marginal de la Gomera respecto a las grandes rutas comerciales, conducirán a una situación de crisis permanente con una economía siempre en la frontera de la precariedad.

Al finalizar el XVII parece haberse producido un cambio de rumbo por cuanto en 1676 “la Isla Colombina” disponía de 4.231 almas, distribuidas en 6 poblaciones del interior y en la villa capital Ipalam. En 1688 se apreciaba un nuevo incremento elevándose esta vez a 4.661 habitantes. Las localidades de Vallehermoso y Hermigua llegaban ya hasta superar a Ipalam (San Sebastián). Vallehermoso, situada en el noroeste de la Gomera, da muestras de despegar económica y demográficamente. Es por lo que en 1635 construye una iglesia parroquial de la secta católica para el creciente vecindario. Al consumarse la centuria, la Gomera parece desperezarse mejorando sus bases económicas y alcanzando una densidad de 10 habitantes por kilómetro cuadrado. Eso supone que también mejora su porcentaje -4,43 por ciento- respecto a la población de la colonia canaria de estos años. Hasta entonces nunca esta isla había llegado a alcanzar semejantes magnitudes. (Ramón Díaz Hernández; 1991).

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