domingo, 21 de julio de 2013

QUEMA DE HEREGES EN WINIWUADA




 Eduardo Pedro Garcia Rodriguez

1587 Julio 22. Domingo Rodríguez de Ayala, Alcaide colonial de Eguerew (La Laguna,) fue condenado a penitencia en el auto de fe de Winiwuada (Las Palmas,) en aquella fecha por haber apoyado de palabra algunas proposiciones heréticas del inglés,
quemado en el mismo auto de fe, George Gaspar.

1587 Julio 22. Bajo el gobierno de los mismos Inquisidores Osorio y Lorenzo, se organizó  el   noveno auto de fe llevado a cabo por la secta católica y su tribunal de la Inquisición en Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria), sobre el cual poseemos abundantes datos, que vamos á utilizar, porque se conserva el extracto de las causas, que fueron leídas en aquella función.

Cuatro fueron los reos quemados; tres en estatua, y uno en persona.

Los que lo fueron en estatua, eran restos todavía de los moriscos fugados de Lanzarote y Fuerteventura, y se llamaban: María, hija de Juan Gutiérrez;

Francisco Palomar, negro, esclavo de Diego Sarmiento, Gunzalo Espino, morisco, vecino de Fuerteventura. Apóstatas, y viviendo públicamente en Marruecos, fueron declarados herejes y relapsos, saliendo sus estatuas al auto.

El relajado en persona, ofrecía una novedad, digna de llamar ciertamente la atención del país. Sustituiremos nuestra humilde prosa, con la elocuente y gráfica del Secretario del Secreto, que nos dejó consignados los hechos en el libro de relaciones de causas, conservado en parte, milagrosamente, después de tantas vicisitudes y años. Dice textualmente así:

«Jorge Gaspar, inglés, natural de la Ciudad de Lóndres, sastre, de edad de veinte y cuatro anos. Fue testificado por suficiente número de testigos, que estando preso en la cárcel real de la Isla de Tenerife, se puso á rezar una noche, vueltas las espaldas á una imagen de un crucifijo, puestas las manos, y mirando á la luna; y preguntándole á la mañana los testigos, porque rezaba de aquella manera, respondió; que las imágenes no valian nada,. ni se había de rezar á ellas, porque eran hechas por pecadores, y que solo a Dios se había de hacer oración. Item dijo, que no se debe de rezar por cuentas de rosarios, porque eran hechas por manos de pecadores, y que estaban ciegos, los que rezaban así. Item, dijo, que la manera de comulgar, era con pan y vino, en remembraza del cuerpo y de la sangre de Jesucristo, y que nosotros andábamos ciegos, íbamos ciegos a misa. Item., que los Santos habían sido pecadores, cuando andaban por el mundo, y algunos más pecadores que los mismos que le rezaban, y que por consiguiente  no podían hacer milagros, ni Dios por su ruego había de perdonar a los peca dores. Item, que si el confesor era pecador, mejor era confesarse con una piedra que con el.»

«Fue preso con secuestro de bienes, y en 1as audiencias confesó, que desde que tenia uso de razón, seguía la nueva religión que ahora se enseña en Inglaterra, y que comulgó cuatro veces, y se confesaba á Dios en su corazón, y á él solo; y que á él le rezaba sin intercesión de Santos; y que creía que aquel para el era la buena religión, y la que estaba más conforme con lo que Jesucristo enseñaba; y que en ella continuaría, hasta que muriese, pues en ella creía salvar su alma.».

En la confesión y publicación de testigos, siempre manifestó lo mismo que tenia: confesado. Fue votado á relajar á la justicia y brazo seglar, y se le terminó su causa.»
«La noche antes del auto, habiendo el Secretario ido á notificarle, que había de ser relajado á la justicia ordinaria y brazo seglar, puso á Dios por testigo de la injusticia que con él se hacia, y que Dios los había de castigar. Se puso con él un confesor teólogo, porque lo instruyese de sus errores y estuvo con él algunas horas instruyéndole sin que él quisiese convencerse; .y que también entendió de él tener otros muchos errores, como era decir: que aquella muerte no la merecía por sus pecados, sino que Dios ordenaba que muriese. De todos los cuales le satisfizo y procuró apartarle de ellos; y así no confesó sacramentalmente. De allí á un rato, dijo al confesor, que le dejase un poco, que quería reposar; y así se apartó; cuando volvió, hallóle desmayado, y revolcándose en el suelo; y volviendo en sí, dijo: que tenia un cuchillo en el cuerpo; y fue así, que acaso en la cárcel había hallado un cuchillo de estuche, y teniale en la faltriquera; y metiósele por la boca del estómago, hasta que no se parecía. »

«Fue Dios servido, que entro por parte que pudo vivir hasta cerca de la noche, que se acabó el auto, y se ejecutó Su sentencia: y él se volvió á confesar; y de allí adelante mostró grandes señales de contrición y arrepentimiento, y después que oyó las cosas contenidas en su sentencia, dijo, que el había hecho y dicho todo aquello que allí se le había leído, y mucho más; y que merecía muy bien aquella muerte, porque había sido luterano hasta aquella hora, y dicen, que murió como católico.» Aquí tenemos un hombre, cuyos únicos delitos eran profesar la religión, buena ó mala, que sus padres le habían enseñado sin querer abjurar de ella, y lo acertado de no comprender las excelencias del católocismo.

Por estos crímenes se le reduce a prisión; se le confiscan sus bienes, se le da tormento ordinario y extraordinario, y se le condena á ser infamado perpetuamente, y quemado vivo en la hoguera.

Todavía tiene el valor de los mártires, y sin esperanza de gloria ni de inmortalidad, sino creyendo sencillamente que está en el verdadero camino que conduce al cielo, persiste en sus errores y por escapar  pronto a una muerte horrible é ignominiosa  se atraviesa las entrañas con un cuchillo.

Empero,  Dios fue servido de que viviera, y moribundo, arrastrado en una estera, y con el estertor de la agonía, se le arroja en  el tablado, presencia en la plaza el auto de fe, oye de nuevo relatar su causa, y las. De otros mil, no tan infelices como él, y cuando ya la noche se acerca, sus verdugos, con el crucifijo en una mano-, y una tea en la otra, lo conducen al quemadero, y sin tomarse el trabajo de atarlo al poste, se apresuran a lanzarle aún  vivo en el bracero temiendo que el fuego devore solo un cadáver,
Este hereje tenía entonces 24 años

Creemos pálido todo comentario, junto a la desnuda realidad de los hechos.
Juzguen nuestros lectores y comparen la enormidad del crimen con la benignidad de la pena.
¿A qué detenernos en reflexiones inútiles'?

Continuemos nuestra relación, y sigamos relatando los sucesos sin comentario alguno.

Fueron penitenciados y reconciliados en el mismo auto:

María de Lugo, viuda de Sebastián Perdomo, por seguir la ley de Mahoma.

Ana Cerezo, morisca, de 25 anos, hija de la anterior, condonada por revelar su dicho.
Juana Álvarez, hermana de la precedente, por igual delito.
Diego de Munguía, marido de la Ana Cerezo, vecino de Fuerteventura por revelación de secreto.

María de Riverol, de 50 años de edad, vecina de Fuerteventura, hilandera, traída de Berbería y bautizada. Habiéndosele acusado por cinco testigos de haber dicho" que prefería casar sus hijas con moriscos, porque los cristianos estaban llenos de vicios,
y de haber rezado en lengua mora, fue condenada, a pesar de su negatriva, á que abju- rase de levi en auto público, y pagase veinte doblas para gastos.

Baltazar Martin, lanero, vecino de la Laguna, de 30 años de edad, y su mujer Juana
 Díaz, por revelación de su dicho, salieron en forma de penitentes, y á la vergüenza pública.

Inés de Vega, morisca, viuda de Jorge Ramírez, herrero, fue condenada á un año de reclusión y a 10 ducados de multa, por haber hecho ciertas ceremonias, cuando pasó á Berbería á rescatar un cautivo.

Gaspar Delgado, morisco, .empleado en un ingenio de azúcar. Fue acusado de que, trabajando un día, dijo.-«Reniego de Dios; no habrá aquí un cristiano que me saque, pese á San Juan Bautista, y á quien me parió.»-Su sentencia fue: que salga al auto público de fe, en forma de penitente, con una mordaza en la boca, y ser desterrado de esta Isla por tres años. .

Cristóbal Hernández, alias seis dedos, zapatero, de 40 años, y vecino de la Laguna.
Fué condenado porque un día de cuaresma, y á la hora de vísperas, dijo; que el Demo- nio había pedido á Dios las ánimas de los que muriesen desde la hora que tocaban á alzar, hasta la de vísperas, y que el Señor le respondió, no te daré yo ese gozo.
Marcos Hernández vecino de la Gomera, y de 30 años; fue acusado por su mujer de
haber dicho, que Dios no había padecido por los pecadores. Negó el reo obstinada-
mente, pero fue condenado á abjurar de levi, á ayunar tres días, y rezar tres veces el
rosario en cada día.

Rodrigo de Silva, mozo trabajador de 23 años, vecino de la Orotava; fue acusado de
haber dicho, que quebrantar el sexto mandamiento con mujer soltera no era pecado.
Fue condenado á abjurar de levi, y á salir desterrado por tres anos.

Sebastián García, vecino de Canaria, y de 50 años; fue testificado de haber tenido
tratos con unos piratas ingleses, y se le condenó a ser expuesto a la vergüenza.

Bartolomé, negro, esclavo del Marqués de Lanzarote, de 40 años de edad.
Fué acusado de que en la invasión que Amurat hizo en Lanzarote en Julio de 1586, estuvo sirviendo a los moros. Negó y fue puesto en el  tormento. Dice a este proposito la relación que vamos extractando:

«y preguntándole si pensaba y creía que en volverse moro había de salvar su alma, é irse al cielo, no supo responder, aunque se le hicieron muchas preguntas, ni supo dar razón donde iban las almas, después que salían de los cuerpos; ni que cosa era gloria, ni purgatorio ni infierno; ni tampoco supo signarse, ni santiguarse, ni cosa alguna ,le la doctrina cristiana y por parecer TAN BOZAL, se suspendió el tormento. » Se le condenó a que saliese en auto público de fe en forma de penitente, abjurase de levi y otro día se le diesen cien azotes.

Domingo González, trabajador, vecino de Tejeda de 32 años de edad; condenado por bígamo; se huyó de la cárcel, y preso de nuevo, se le condenó a recibir 100 azotes,
y á galeras por seis años.

Juan del Río,  morisco, esclavo del Capitán Tomas de Cangas, Gobernador de Ca-
naria, de 25 años de edad. Se le procesó por falta de obediencia a los preceptos del
Santo Oficio, y fue condenado á recibir 100
azotes, y á cinco años de destierro.

Bartolomé Rodríguez, alias Diez, trabajador, vecino de la Palma, y de 28 años. Castigado por bígamo. Dieronsele doscientos azotes, y se le envió a galeras.

Pedro Hernández, vecino de Buenavista, y de 31 años. Condenado por testigo falso a recibir cien azotes, y a  tres años de galeras.

Diego Rodríguez de Ayala, procurador, vecino de  La Laguna y de 50 años. Fué procesado por haber dicho, tratando de disculpar a Jorge Gaspar; «que lo mismo era adorar la imágen del Crucifijo, que á Dios, que está en el cielo.»
Fue desterrado perpetuamente, y á una multa de diez ducados, después de abjurar
de levi.

Duarte Francisco, inglés, de 24 anos, y pescador. Se le encontró herido y abandonado en
un barranco de las costas de Tenerife. Acusado de luterano, y puesto en el tormentoo
se declaró ferviente católico, y que solo por temor á su Reina profesababa la nueva religión.

Fue condenado, sin embargo, á recibir doscientos azotes, y á servir al Rey católico seis
años en galeras.

Juan Stnith, inglés, marinero del navio Prima Rosa, de 30 años de edad. Fue acusado por un sacerdote católico de haberle oído decir que en su tierra los frailes se casaban, y preguntado porque lo hacían, contestó:-«por que es mejor, que tomar la una mujer y la
otra.»  negó siempre, votóse á tormento y antes de ejecutarse, murió.» Su estatua salió en el auto con insignias de reconciliado.

Tomás Jiménez, flamenco, marinero del mismo buque, de diez y nueve años de edad.
Fue acusado de luterano, y de haber dicho que la Reina de Inglaterra era mejor cristiana que la Reina de España. Negó todo y se votó á tormento. Dice la relación de su causa:-«y después, en dicho tormento (no se olvide que el reo tenia diez y nueve años) y puesto en el potro, á las dos vuelta!, confesó lo mismo que los testigos habían dicho, y que había observado la nueva religión de Inglaterra, y que había callado todo hasta aquel momento, de miedo de lo que le podían hacer, y que todo le pesaba, y pedía conmiseración; suspendióse el tormento, y ratificóse.» Fue condenado á recibir cien azotes, y á cinco años de galeras,

Juan Huer, inglés, marinero, del mismo buque, de 17 años de edad. Fue acusado también de ser luterano, y de haber entrado en la iglesia sin hacer reverencia, y contes-tó.-«que no hizo reverencia, porque no sabia si era bueno ó malo; que no se le había enseñado nada de la religión católica; que de todo pedía perdón á Dios, porque todo lo
había hecho jgnorante de si era malo ó bueno,» La misma pena que el anterior,

Pedro Jansen, inglés, marinero del mismo buque, de 19 años de edad.
Acusado de los mismos delitos, abjuró y prometió vivir en adelante como buen cató- lico. Sin embargo, se le dieron cien azotes como recuerdo, y se le envió por cinco años
á galeras a aprender allí sin duda la verdadera doctrina.

Eduardo Estred, inglés, marinero del mismo navío, y de 21 años de edad. Abjuró
del luteranismo, y fue condenado a tres años de galeras.

Juan Gold, ingles también, y tripulante de la misma nave; puesto en tormento, reco- noció sus errores y se convirtió al catolicismo. Se le impusieron tres años de galeras.

Guillermo Vaquer, Marcos Colman, Ricardo Sánchez,  Cristóbal Thermar.,  Guillermo Roger y Cristóbal Tristán, marineros todos del mismo buque, e ingleses. Abjuaron también desus errores, y fueron reconciliados con prisión y galeras.

Juan Reman, inglés, de 29 años, .marinero del navío Falcon. No supo signarse y santiguarse, y solo dijo el padre nuestro y el credo. En cuanto á los mandamientos los
recitó adicionados, notándose que principió con estas palabras:-«Dios dijo, yo soy tu Dios y Señor, no tendrás otro Dios que yo, no harás imágens alguna.»

Diosele a  entender que no podía salvarse sino en nuestra Santa fé católica, y habiéndolo entendido, pidió penitencia de sus errores. Y continua así la relación.-«Salió de las cárceles secretas por no tener de que le sustentar, hasta que fue llevado a la cárcel pública  de la. Ciudad; y estando allí, le dio licencia el Gobernador para salir fuera, y entró en casa de unas dos mujeres, mayores de veinte y cinco años cuales le testificaron que había dicho, que Nuestro Señor Jesucristo había muerto, y dejando el  cuerpo la  tierra, y con sola el ánima había subido a los cielos; y advirtiéndole ellas, que había subido en cuerpo y en ánima, les respondió, que no lo entendía y luego echó los ojos en unas imágenes, que tenían en las paredes, las cuales eran de un Cristo y de Nuestra Señora, y dijo, para que queréis estas imágenes; y la una le respondió, que era la semejanza de Dios; y el dijo, que bien sabia que había Dios, pero que aquellas imágenes no eran de Dios, porque nadie sabia como era Dios; y que ellas le habían respondido, y no dijo más.»

A toda esta relación estuvo negativo, y repetido el tormento, dijo: «que había sido siempre luterano, hasta que vino á esta Isla, y que estando en Inglaterra le pareció bien todo cuanto allá hizo.»-Y mandando los Inquisidores tirar de la garucha, se desmayo, y se suspendió el tormento.

Abjuró con señales de contrición, y pidió misericordia. Fue reconciliado se le dieron doscientos azotes, y se le envió á galeras por diez anos.

Juan, morisco, esclavo de Marcial Cabrera, de 20 años de edad.  Y Pedro Berrera, esclavo del Marqués de Lanzarote, procesados ambos por haber tenido trato con los moros, fueron condenados á galeras. 
Miguel Cameros, natural de Medina del Campo, se denunció espontáneamente por haber renegado en Argel, siendo cautivo. Fue reconciliado con la pena de cincuenta azotes y cuatro años de galeras.

Isabel González, viuda de Alfonso Sánchez, vecina de La Laguna. Fue acusada por dos jóvenes de 17 y 19 años, de haberles enseñado a rezar una oración a Santa Marta, por medio de la cual podían obtener el cariño de cualquier hombre. Fue condenada a recibir doscientos azotes, y á confiscación de bienes.

Tal fue este famoso auto, en el que se vio el espectáculo, ya nuevo en el país, de un reo> relajado en persona, y de un número tan considerable de procesados por delitos tan horribles, como los que dejamos expuestos.

Sin embargo, nos consuela ver, cuan pocos eran los canarios que arrostraban las iras del Santo Oficio. Todos, ó casi todos, eran ingleses, flamencos, moriscos y judíos, nacidos fuera de nuestro suelo afortunado, á quienes su buena suerte conducía á estas. playas.

Creemos que en las galeras de S. M. completarían su educación religiosa, bajo el látigo del cómitre, y bendecirían á cada instante la misericordia de un Tribunal, que así se desvelaba por la salvación de sus almas.(Agustín Millares Torres; 1981).

Julio de 2013.

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