Eduardo Pedro García Rodríguez
1583 Abril 16.
Escribió
Alvaro de Bazan desde Lisboa al conde
de Lanzarote, quien a la sasón se encontraba en la isla de la Madera, dando aviso en que
le comunicaba cómo se habían recibido noticias en la capital lusitana de que en
Argel se aprestaban seis galeras con designio de saquear las Islas Canarias.
Don Alvaro de Bazán le anunciaba su propósito de salir "con mucha brevedad", recomendándole de paso la
conveniencia de prevenir por su medio a las distintas islas del Archipiélago
canario para que estuviesen sobre aviso.
Enterado
el monarca español de este peligro para la colonia y de las circunstancias
particulares por las que atravesaba la de Lanzarote, falta de 1a presencia y
dirección de su señor don Agustín de Herrera y Rojas, dispuso reforzarla en sus
medios defensivos, y con este fin dió orden, el 24 de abril de 1583, a su capitán general
de Andalucía, duque de Medina Sidonia, para que dispusiese el urgente envío a
la misma de veinticinco hombres de guarnición, al mando de un cabo práctico en
las cosas de la guerra.
Pero
ni en ese año de 1583 ni en el de 1585, que también se significó por los avisos
de posibles incursiones berberiscas, ocurrió nada de particular por mano de los
mismos en las distintas islas del Archipiélago.
En
cambio el siguiente de 1586 sería testigo de una de las más feroces incursiones
del siglo XVI: la del famoso corsario argelino Morato Arráez, que devastó la
isla de Lanzarote con singular encono y saña.
La
personalidad de Morato Arráez (también llamado Morath o Amurad) es tan
relevante dentro de la historia general de la piratería, y en particular de la
mediterránea, que merece los honores de un breve oomentario biográfico. Tres
fueron los piratas del siglo XVI que usaron igual denominación: Morato Arráez,
"Maltrapillo", renegado español; Morato Arráez, "el
Pequeño", renegado griego, y Morato Arráez, "el Grande" (como le
llama el padre Haedo en su Topografía e Historia de Argel), renegado albanés,
que fué quien atacó Lanzarote en 1586. La fama de las hazañas de este último le
dieron tal celebridad en la Península Ibérica que Lope de Vega, Cervantes,
Vicente Espinel, Jerónimo de Alcalá, Castillo Solórzano y Quevedo hicieron
mención de ellas en sus comedias y novelas.
Había
nacido Morato Arráez en Albania en el seno de una familia de cristianos, a la
que abandonó a los doce años, impulsado por su espíritu aventurero y su afición
por el mar.
Aprendió
el manejo de las armas, siendo niño, a las órdenes de un famoso corsario argelino,
Kara.-Ali (El Caraxali del padre Haedo), y se formó en la famosa escuela de
Kheyr-ed-din (Barbarroja) y de su teniente Ochiali.
Combatió
con la escuadra otomana en el sitio de Malta en 1565; pero después de aquel
desastre se cansó de la monotonía del servicio, decidiendo desertar para buscar
fortuna por su cuenta en uno de los navíos de su jefe. Sus primeras andanzas no
fueron coronadas por la fortuna, regresando a Argel destrozado para oír
entonces las imprecaciones de su amo, Kara-Ali, indignado por su proceder.
Morato
Arráez supo vencer el primer desaliento, lanzándose a la mar como pudo para no
separarse ya de la fortuna, su fiel compañera. Golpe tras golpe fueron cayendo
en sus garras desde entonces los navíos cristianos, repletos de cautivos, siendo
una de sus más notables hazañas la que llevó a cabo en 1578 apresando la galera
Salntangel en la que regresaba a
España el capitán general de Sicilia, duque de Terranova.
Pero
todavía coronaría su carrera en 1580, llevando a cabo una empresa que le dió
una celebridad pareja a la de Drake, en la cúspide de su fama después de la
circunnavegación del mundo. En ese año se hallaban apostadas en Januti, puerto
de la Toscana, dos magníficas galeras del Papa, cuando divisándolas el pirata
se vió invadido por el impetuoso deseo de asaltarlas no obstante la pobreza de
sus medios, pues apenas contaba con dos humildes galeotas. Para ello se
confabuló con otros piratas argelinos, y poniendo más osadía y astucia en la
empresa que verdadera fuerza, logró penetrar en el puerto con tanto sigilo que
apenas tuvieron tiempo de echarse al agua sus más despiertos tripulantes. De
esta manera pudo el pirata hacer su entrada triunfal en Argel llevando a
remolque tan maravillosa presa, y más aún despertar el asombro de sus moradores
con el reparto entre Sus hombres del cuantioso tesoro que conducían las galeras
pontificias.
Al
año siguiente, 1581, Morato Arráez no se conformó con saquear las costas
mediterráneas, sino que repasando el estrecho de Gibraltar logró apoderarse
frente a Lagos, en Portugal, de varios navíos en ruta. Es probable también que
el aviso de don Alvaro de Bazán a las Canarias en 1583 este relacionado con
alguna otra incursión de Morato por aguas portuguesas en dicho año. (En: A.
Rumeu de Armas, 1991)
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