Eduardo García
Rodríguez
1587 Mayo 4.
El momento de mayor peligro en
dicho año para el archipiélago canario se señala alrededor de los días primeros
del mes de mayo de 1587. La expedición de Drake contra Cádiz, organizada por Inglaterra
para perturbar los aprestos de la gran armada que se organizaba para la
invasión, afectó de rechazo, aunque sin riesgo para ella, a la isla de El Hierro. En efecto, después de haber
sorprendido a Cádiz (destrozando los navíos allí surtos y saqueando el puerto)
y, recorrido las costas de Portugal con igual fin, apostó Drake el grueso de la
flota, entre el cabo de San Vicente y las Azores, así para impedir la reunión
de los galeones españoles, diseminados en los distintos puertos de la Península, como en
espera de las flotas de Indias. De este momento data el viaje a las Canarias de
una división de cinco navíos de la escuadra de Drake, que acercándose a la isla
de El Hierro, y merodeando por su contorno, trataron el 4 de mayo de 1587 de
establecer pacíficas relaciones comerciales con sus habitantes, so color de
católicos irlandeses. El conde de La
Gomera, don Diego de Ayala, así lo comunicó a Tenerife, en
carta de 8 de mayo, para que estuviesen prevenidos contra el peligro, porque en
dicha isla aseguraron los corsarios que Francis Drake los seguía con otros 40
galeones.
Pocos días más
tarde tenía confirmación desde España el aviso del conde de La Gomera, pues el 16 de mayo
de 1587 se recibía en Cabildo una carta del duque de Medina Sidonia con la nueva
del incendio de los galeones en Cádiz y el temor de que se dirigiese la
escuadra inglesa sobre el Archipiélago, y siete días después recibíase también
por la misma corporación un mensaje de los almirantes marqués de Santa Cruz y
Francisco Duarte concebido en idénticos términos.
Con este motivo los acuerdos de
guerra llenan las sesiones del Cabildo de Tenerife, que por repetidos
silenciamos, siendo en cambio digno de señalar por el espíritu de hermandad que
revela aquél en que esta isla franqueó a la Gran Canaria la
pólvora que pudo ante las demandas apremiantes de sus regidores, que faltos de
ella la reclamaban por "hallarse muy
ámenazada, así de Morato Arráez como de Francisco Draque".
En esta atmósfera de guerra
ocurrió todavía un nuevo intento pirático en Santa Cruz de Tenerife, en julio
de 1587, que alarmó a toda la isla.
El día 8 de dicho mes un galeón
corsario se acercó a la bahía de Santa Cruz con ánimo de sacar del puerto una
carabela que en él se hallaba cargando vinos. Para ello trató de forzar la
entrada del mismo por medio de una lancha en la que bogaban algunos marineros;
mas cuando ya estaban próximos a la rada, el castillo de San Cristóbal abrió
fuego contra ella y los piratas tuvieron que alejarse sin alcanzar su
propósito. Sin embargo, los disparos de la fortaleza, que se oyeron en La Laguna, alarmaron a sus
vecinos, acudiendo al puerto en formación las milicias con el gobernador Juan
Núñez de la Fuente
a la cabeza.
Todavía en noviembre de 1587 se
tuvieron en el Archipiélago avisos de la partida de Drake de Inglaterra con 40
navíos en dirección a las costas españolas; pero por suerte para las islas,
tanto en lo que resta del año 1587 como en la totalidad del siguiente de'
1588-en que la guerra con Inglaterra; en su máxima intensidad, absorbió a ambos
contendientes en otros escenarios-no ocurrió suceso destacado de índole
militar.
Episodio de otra índole fué el
solemne auto de fe de 22 de julio de 1587, celebrado en Las Palmas de Gran
Canaria con ocasión de la ruptura de hostilidades con Inglaterra.
La Inquisición
acostumbraba celebrarlos cuando había número suficiente de reos que
"justificasen tal ceremonia", y ahora se apiñaban en sus cárceles
buen número de ingleses luteranos y calvinistas. Entre los primeros se contaban
12 de los 17 marineros del Primrose
sin otra baja por muerte que la de John Smith, fallecido en las cárceles
secretas; un marinero del navío El Faco
cautivo en Maspalomas, y Edgard Francis, preso en el desembarco de Adeje.
En cambio no pudieron figurar en
este auto los viajeros de la nave de
Francisco da Rocha Paris, Bwena Fortuna
de Caridad por estarse sustanciando
por aquella fecha sus causas.
Este número extraordinario dé
ingleses en el auto que referimos, así como los procesos y condenas anteriores
y posteriores, hace afirmar a historiador tan documentado como William Thomas
Walsh que las Islas Canarias eran el lugar fijo de malos tratos a los ingleses
luteranos, error que nace, aparte de .la mala información, de no haber sabido
captar la Importancia
que tuvo en el siglo XVI la acción de la piratería contra las islas del
Atlántico.
De esta manera en la fecha
indicada, 22 de julio de 1587, celebróse en la plaza de Santa Ana con
extraordinaria solemnidad y pompa el primer auto de fe en que aparecían
súbditos de la reina Isabel junto con moriscos y naturales, formando los
ingleses, adornados con sambenitos y corozas, en la larga comitiva que acompañó
a la hoguera a su compatriota George Gaspar (sic), que como el más contumaz en
sus errores estaba condenado a morir.
La ceremonia se celebró presidida
por el inquisidor don Francisco Madaleno, hallándose presentes en la misma el
obispo con el Cabildo catedral en pleno, la Real Audiencia y el
gobernador de Gran Canaria Álvaro de Acosta.
La plaza de Santa Ana aparecía
totalmente repleta de público, no sólo de la capital, sino de toda la isla, ya
la vista del mismo los reos, auxiliados por las Ordenes religiosas y familiares
del Santo Oficio, fueron verificando su reconciliación. Aparte de los
españoles, e isleños, condenados por
diversas causas atentatorias a la fe o buenas costumbres a no menos diversas
penas, aparecían alineados moriscos e ingleses, hasta completar con aquéllos el
número de. 43 reos. Fueron reconciliados primeramente los ingleses Thomas Simes
[Thomas Simms], Juan Buer [John Wáre], Pedro Jamson [Peter Johnson], Eduarte
Estreid [Edward Stride], Juan Gold [John Gold], Guillermo Vaquer [IWilliam,
Baker] , Guillermo Huer [William Ware] , Miguel Chemes [Michael James] Rioharte
Sánchez, Marcos Colman y Cristóbal Tristán (sic), todos tripulantes del Primrose; Juan Reman [John Reman],
marinero de El Faco, cautivo en
Maspalomas, y Eduarte Francisco [Edward Francis] prisionero en el desembarco de
Adeje. Después, sin un orden riguroso, fueron reconciliados los esclavos moriscos
Pedro de Berrera, Bartolomé y Juan, a quienes en seguida veremos participar,
como adalides, en la incursión de Morato Arráez de 1586, y el renegado Miguel
Carneros, expulsado por este pirata; de las galeras en la is1a de Lanzarote.
De los reconciliados españoles
son dignos de mención: Sebastián García, pescador de Agüimes, como cómplice de
las operaciones de El Faco, y Diego Rodríguez de Ayala, alcaide de la cárcel
real de La Laguna,
por haber apoyado de palabra algunas de las proposiciones heréticas del
condenado a la hoguera, George Gaspar. Otro de los reconciliados fue Juan del
Río, esclavo morisco del anterior gobernador Tomás de Cangas, por haber
obstaculizado en cuestiones de competencia enttre la Justicia real y el Santo
Oficio sobre la prisión del inglés John Reman, la acción de éste en favor de su
amo, el gobernador .
Tras esta primera parte del auto,
procedióse con no menor aparato, a la reconciliación en estatua del reo
Jhoan smit [John Smith] fallecido en
prisión, y la relajación, en estatua, también, de cuatro moriscos de Lanzarote
y Fuerterventura: Malgarida de Cubas, mujer de Juan Felipe, trasladada a
Berberia por su esposo con engaños en 1552, pero que acabó por abjurar
convirtiéndose al mahometismo; Francisco Palomar (esclavo del alguacil del
Santo Oficio Diego Sarmiento de Ayala) y Maria Gutiérrez, cautivos de Calafat
en la incursión de 1569 y también perjuros, y Gonzalo Espino, fugitivo en una
de las últimas "entradas"
en Berbería.
Por último, la ceremonia adquirió
su máximo patetismo en el momento de ver subir exánime al cadalso, donde se
apiñaban los leños de la hoguera, al reo George Gaspar, agotado y sin fuerzas
después de un frustrado intento de suicidio. George Gaspar fué relajado por su
osadía y contumacia, pues seguramente por su vida era el más infeliz de todos
sus compatriotas, ya que, con apenas veinticuatro años, y siendo aprendiz de
sastre en Londres, no tenía otras hazañas en su hoja de servicios que haberse
enrolado por primera vez en una embarcación inglesa en viaje al Brasil, para
caer prisionero en la isla de La
Gomera, su primera escala, en una desgraciada incursión para
proveerse de agua. Trasladado a la cárcel real de La Laguna, aquí fue donde
George con sus burlas, blasfemias, irreverente actitud, inoportunos dichos e
ingenua contumacia, labró día a día su sentencia, pues abandonó la cárcel real
para ingresar en la del Santo Oficio de Las Palmas, donde, siempre rebelde y
contumaz, pasó los últimos días de su vida. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)
Julio de 2013.
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