TOMADO DEL LIBRO: EL MENCEYATO DE TEGUESTE: APUNTES PARA SU HISTORIA
Eduardo Pedro García Rodríguez
Capitulo VIII
ACHIMENCEYATO DE AGUAHUCO:
CASTELLANIZADO COMO PUNTA DEL HIDALGO
POBRE
El
heredamiento de La Punta
del Hidalgo
El Heredamiento de la Punta del Hidalgo tuvo por
base el reparto hecho por el primer Adelantado de Canarias Alonso Fernández de
Lugo, en 1504, al portugués Diego Sardinha, y por otro de 1512 a favor de
Francisco Ximénez, Diego Riquel y Antón de Vallejo, por lo que les fueron dadas
las aguas del barranco de Tedixe y las tierras que con ellas pudieran regar,
bajo condición de hacer las obras necesarias para el buen aprovechamiento de
las primeras y hacer un ingenio azucarero, base como sabemos, de la riqueza
colonial entonces de las islas.
El Heredamiento comprendía las tierras siguientes: La Laja, por debajo de la
ermita; el valle de Acuijar, La Porcuna, Valle Seco, Valle de Arodoque, Valle del Auchón, Valle de Benjía, Risco de Aramuiga, Valle de Chinamada, el barranco de Acuija a Chinamada, La Fajana, junto a los Dos
Hermanos, y el Tanquillo, arriba de la ermita; Roque Agudo, Paso del Fraile,
Cumbre de Juan Perdomo, Paso Roquete, Roque del Carnero, Lomo de Juan García,
tierras de Tane, la cumbrecilla de las Escaleras, hacia abajo a dar
al Bailadero; Roque de Tonejía y Tacorontillo, Mesa de Tesegre y Lajinas, que bajan al barranco de Taborno.
Hay luego un
largo periodo, casi de un siglo, en el que no conocemos por que manos pasase el
Heredamiento, hasta llegar a los comienzos del siglo XVII, en que pertenecía a
un riojano establecido en Tenerife, Mateo Díaz Maroto, comerciante rico, que
logró ocupar importantes cargos en la
Isla; pero al ser condenado un mercader inglés por
contrabando, del que había salido fiador Díaz Maroto e hipotecado el
Heredamiento fue este sacado a subasta por la Justicia y adjudicado a
Jacinto Amado. No obstante, uno u otro debieron pagar la pena impuesta y los
gastos, y el Heredamiento lo volvemos a encontrar en manos de los descendientes
de Maroto, hasta que pasó, a fines del mismo siglo, al presbítero y abogado
Juan Onofre de Castro, en cuya familia continuó hasta que en 1756 lo adquirió
por compra Amaro González de Mesa (Amaro Pargo). Personajes de los que nos
ocuparemos más ampliamente más adelante.
El Heredamiento comprendía en 1701, fecha de
la que hay inventario y avalúo, un total de 1608 fanegadas de tierra, más la
ermita de San Mateo, vivienda, lagares, bodegas, dornajos y demás dependencias,
todo lo cual se valoró en 170.000 reales de plata, sin incluirse las aguas, que
estaban en litigio, porque el Cabildo y los vecinos sostenían que eran
públicas, ya que el Adelantado así se las había concedido el 29 de diciembre de
1506.
La tradición ha señalado siempre a la Punta del Hidalgo como lugar
desde el que se hacía contrabando en la
Isla, y la realidad es que sus condiciones lo hacía el más
adecuado para ello. Así ha conservado viva la figura de un famoso capitán de
mar, don Amaro Rodríguez Felipe, conocido como Amaro Pargo, apellido de una de
sus abuelas, y se han contado sus hazañas en el mar, pero confundiéndolo y
aplicándole hechos y circunstancias de otros, al menos de Mateo Díaz Maroto, y
así cuando hablan de “Amaro Pargo” y de “Mateo Amaroto” han pensado que es una
misma y sola persona, cuando claramente se colige que tras de Mateo Amaroto
hemos de hallar la figura de Mateo Díaz Maroto, y lo curioso es que también la
leyenda hace a don Amaro Rodríguez Felipe dueño del Heredamiento de la Punta del Hidalgo, cuando en
realidad es que según algún autor no tuvo un palmo de tierra en la misma, como
se comprueba por el “libro de la
Hacienda del Capitán don Amaro Rodríguez Phelipe”, que se
conserva en la Casa
de Ossuna, y si su sobrino don Amaro González de Mesa lo adquirió, fue
precisamente nueve años después de la muerte de su tío, ocurrida en 1747.
(Leopoldo de la Rosa
Olivera, 1966).[1]
Mateo Díaz Maroto
Un curioso Intento de
señorío en La Laguna:
la “villa de Acujar” (Punta del Hidalgo
“Un episodio significativo de esta etapa, y que
pensamos inédito. es la fracasada tentativa de crear un señorío en la zona de
Punta del Hidalgo con ocasión de la petición del donativo de 1632, que alcanza
a las islas en 1634. Según otros grandes propietarios pretenden hábitos de
Santiago, o su propio yerno aspira a los oficios de contador y de fiscal de la
isla, el maestre de campo Mateo Díaz Maroto apunta más alto. No se trata tanto
de la importancia cuantitativa en personas y riqueza del señorío, sino en la
cualitativa como señor de vasallos. Pensemos que hasta entonces no había
ningún seglar en las islas de realengo que gozase de dominio jurisdiccional
privativo.
Como otras familias prominentes, Mateo Díaz Maroto y
su esposa doña Violante Fernández de Ocampo hablan diseñado el futuro de su
descendencia: su hijo, del mismo nombre, enlaza con doña Inés de Hemerando y
Cabrera; su hija doña Juana, con el capitán d. Francisco Ruiz Varrio uno de los
más destacados cazadores de cargos de la época; a su hija doña Isabel la
casarán con el licenciado. D. Tomás Vandoval y Aguiar, mientras otras tres
hijas, como ya hemos visto, entran en el monasterio de Santa Catalina,
formalizando ese mismo año 1634 las escrituras dotales
Conviene, además, insertar este asunto en el
contexto general de enajenaciones lugareñas promovidas por Felipe IV, quien se
sirve de este fácil procedimiento como parte de una política que apuradamente
pretendía multiplicar la maltrecha hacienda española. Las diferentes acciones
emprendidas por nuestro aspirante a señor siguen los pasos habituales en este
tipo de operaciones, como la redacción de un primer informe con el número de
pobladores y características generales del territorio pretendido, seguido luego
de otro con una medición precisa del término, censo de vecinos, etc. Hemos de
tener en cuenta que, entre otras razones, era esto importante para fijar el
valor de la merced, pues solía cotizarse el vecino a 15.000-16.000 mrs.,
y la legua cuadrada a 5.600-6.400 ducs.
Así las cosas, cuando en septiembre de 1634 se
presente en La Laguna
el inquisidor Valero, comisionado regio para solicitar el donativo en las
islas, no se tomó mucho tiempo Maroto para proponer su oferta, pues presenta un
completo memorial con las características del territorio, número de vecinos,
etc. además de concretar la cantidad que estaba presto a desembolsar y las
condiciones de pago el 28 de diciembre de ese año. Hay que pensar que debieron
transcurrir al menos varias semanas de conversaciones y tanteos entre el
apoderado real y Maroto, en cuanto una cuestión de naturaleza tan delicada como
la enajenación jurisdiccional de parte de la isla debió ser objeto de más de un
encuentro y tanteo, pues aunque es justo reconocer que no se trataba de un área
particularmente poblada, rica o estratégica. sí se hallaba relativamente
cercana al núcleo capitalino y dentro de su ámbito de influencia.
Parece que la petición formal de la merced por
escrito tuvo lugar el 3 de julio de 1635, y la demarcación objeto de apetencia
señorial se ubicaba en el nordeste de la isla, en el área de la Punta del Hidalgo, en Acuyar
Según la descripción y valoración que manifiesta el propio interesado del
estado de sus posesiones, se tratada de una cierta cantidad de tierras de pan
sembrar, viñas y aguas, pero escasamente pobladas (unos 9 vecinos). Este es un
punto en el que insiste mucho. pues un crecido número de vasallos podía elevar
la valoración por parte de la
Corte e incluso desaconsejar la operación si se preveía alguna
reacción hostil por parte de los poderosos de la isla. Por idéntica razón se
resalta la aspereza y casi nulo interés económico de la mayoría de la zona,
que se presenta exageradamente como todos barrancos y riscas muy Iebantada;
donde no a abido ni ay beçinos, sin que en todo ello se interpolase
hacienda ajena. De los vecinos se dice que eran pobres y menesterosos. Y como
dato probatorio se asevera que entre todos no superaban las 10 fas. de pan
llevar y algunos pedacitos de viña. de poco fruto, y unificado en un cuerpo.
Exceptuando esto. según Maroto, lo demás que comprendían los linderos era
propiedad suya. en su mayor parte riscos sin tierra. inútiles. si no era para
criar ganado cabrío. Como muestra de la fragosidad y lejanía se indicaba
que no existía servicio ni camino más que hasta La
casa de Maroto. pues allí finalizaba por la escabrosidad de los riscos. Desde
el punto de vista eclesiástico, apenas contaba el paraje con una ermita
dedicada a S. Mateo que el maestre de campo había fabricado por su devoción.
donde le decían misas a su costa cuando allí asistía y era anejo a la parroquia
y lugar de Tejina. donde tenían los vecinos su cura que les administraba
sacramentos
En lo que se refiere a la calidad y amplitud de las
atribuciones solicitadas, y en principio aceptadas por Valero. Maroto
afino mucho y no se recató en sus demandas. Pretendía comprar la jurisdicción
de la vecindad, terrazgo y vasallaje, con mero y mixto imperio perpetuamente
por juro de heredad, sin que el corregidor, teniente u otra justicia ordinaria
se pudiesen entrometer en ninguna causa civil ni criminales decir: jurisdicción
civil y criminal, alta y baja, mero y mixto imperio señorío y vasallaje, pues
ello tocaría a Maroto y de sus autos y sentencias se apelaría ante la Real Audiencia de
Canarias. Por lo demás, la compra debía acompañarse de las preeminencias y
exenciones con que SM. había vendido las demás jurisdicciones.
Tras recibir el memorial, Valero consultó a d. Luís
Henríquez visitador de la
R. Audiencia, a quien envió un tanto del mismo. Henríquez se
limitó a exigir la cuantía del ofrecimiento. que Maroto se había cuidado en no
señalar, pero ahora se vio obligado a precisar el precio (40.000 rs.) y la
modalidad de pago. Además, aprovecha la ocasión para añadir otras peticiones
que acompañaran a la futura merced como la facultad de poder vincular el
señorío e intitulado la Villa
de Acuyar, con las mismas exenciones, libertades, fueros y derechos que las
demás villas de Castilla, de modo que él y sucesores se nombrarían señores
de la villa de Acuyar también solicitaba poder nombrar alcaldes ordinarios
gobernador que conociera de todos los casos y causas. y dem6 ministros
necesarios.
Valero, como celoso servidor regio, y tal como actuó
en otras solicitudes de gracias y privilegios, instó al interesado a que
incrementase su contribución, pero Maroto insistió en que le era imposible. El
inquisidor dejaba correr el tiempo como forma de presión. ante la desesperación
del aspirante a señor, que repetidas veces requirió a Valero para que efectuase
el remate o le diese por desistido. Al fin y comprobando que no surtía efecto
su ardid y debía encaminarse a la
Corte, en agosto de 1635 proveyó auto para que Maroto
escriturase en favor del monarca.
Entusiasmado con su triunfo y saboreando
prematuramente la gloria señorial, el maestre de campo quiso redondear su
heredamiento adquiriendo propiedades colindantes. A finales de dicho mes de
agosto invierte 4.061 rs. en la compra a un labrador de unas suertes de tierra
situadas al oeste de sus posesiones mirando al mar.
Una vez obtenida luz verde en las islas. las miras
de Maroto se centran en la
Corte. donde pretende acelerar la concesión del señorío y
conseguir licencia para instituir mayorazgo en un hijo. Con ese designio
nombra apoderado en Madrid a mediados de septiembre para gestionar ambos
asuntos.
Ignoramos por que fracasó el señorío. No parece que
fuera por la oposición municipal. Llama la atención precisamente este aparente
desinterés municipal ante este intento, pues así como en otras ocasiones
similares las enajenaciones constituyeron tema de arduo debate y rechazo
general en el Cabildo, en este caso es un asunto ignorado en las actas
capitulares y en el resto de la documentación de esa institución. Es muy
difícil, aunque no imposible, que la materia fuera llevada en un principio con
tanto sigilo que apenas hubiera unas pocas personas de confianza al tanto de la
cuestión, pero cuesta trabajo creer que. al menos cuajado el acuerdo inicial
entre las partes y formalizada la obligación ante escribano, el asunto no
trascendiera.
Por lo demás, algunos detalles contribuyen a arrojar
alguna luz sobre el desenlace de la solicitud. Al menos a finales de 1637
sabemos que habla fallecido Maroto, ocupándose de los asuntos económicos su
yerno, el licdo. Tomás Vandebal de
Aguiar, juez de registros de Gran Canaria, quien arrienda tierras en Chinamada
y El Dragonal
Según se deduce de documentación posterior, la
operación señorial se frustró por motivos económicos de Maroto, quien junto con
otras importantes personas participó en la que resultó ser una muy desafortunada
fianza, que trastocó todos sus planes. El problema radicó en que la autoridad
entabló proceso contra el mercader Jaques Belduque, ordenando la confiscación
de sus bienes por considerarlos de contrabando. Tales mercancías las habla
adquirido el cap. Esteban de Herrena, a quien fió Maroto. En virtud de real
cédula, el capitán general impulsó la cobranza ejecutiva de las partidas, entre
otras de una de 2.218.179 mm. castellanos, procedidos del remate de las dichas
mercaderías con sus intereses, más lo que corriesen hasta el día de la cobranza
de los capitanes. Esteban de Llarena Calderón, como principal, y de Mateo Díaz
Maroto como fiador, y de los capitanes. Pedro Fernandez. de Ocampo. Alonso de
Llerena Carrasco y Francisco Martín de Llerena. Ya para entonces había
fallecido el maestre de campo. que no alcanza a ver el despedazamiento de su
sueño ‘y el remate de su hacienda. que para hacer frente al pago del dinero
exigido por el general es subastada Y pasa a ser propiedad del lagunero
Jacinto Amado a comienzos de 1640.” (J.M. Rodríguez Yanes, 1997)
Amaro Pargo
“Amaro Rodríguez Felipe, más popularmente
conocido como el corsario Amaro Pargo, nació el 3 de mayo de 1678 en La Laguna y fue bautizado, por
el padre Manuel Hurtado Mendoza, en la iglesia de Los Remedios, siendo su
padrino, Amaro López.
Se mantuvo soltero hasta el día de su muerte, el
4 de octubre de 1747, a la edad de 69 años. No tuvo descendencia según se
constata en su testamento, aunque Antonio Rumeu de Armas da a conocer que,
fruto del amor con la cubana Josefa María del Valdespino y Vitrián tuvo un
hijo, Manuel de la
Trinidad Amaro, quien, según dispuso el vicario de la Diócesis de La Habana, Pedro de Ponte y
Carrasco en auto del 6 de marzo de 1743, fue declarado hijo natural de Amaro
Pargo. Añade Rumeu de Armas que el corsario le enviaba dinero, pero que se
olvidó del joven cuando pidió a su madre que lo enviara a La Laguna, petición que no fue
aceptada. En su testamento, el corsario no lo tuvo en cuenta, lo que motivó que
en 1760 se presentara en La
Laguna, reclamando el quinto de la herencia paterna, a lo que
se opusieron los herederos.
El corsario Amaro Pargo tuvo siete hermanos, de
los cuales tres fueron monjas de clausura del convento lagunero de Santa
Catalina. Muy pronto dejó a sus padres, Juan Rodríguez Felipe y Beatriz Tejera
Machado, y dio rienda suelta a sus afanes de aventura.
En alta mar obtuvo grandes fortunas que ocultó en
Punta del Hidalgo. Lo que está demostrado es que su gran riqueza la obtuvo del
comercio con Europa y América, exportando -entre otros productos- vino de
malvasía de sus cosechas de Geneto, Tegueste, y Valle Colino, y el
aguardiente que obtenía de sus destilerías con calderas que tuvo en sus casas
de la calle de El Agua y de La
Miravala, de los localidades de La Laguna y El Socorro (Tegueste), respectivamente.” (Domingo Barbuzano)
Este notable personaje que pretendió ser Señor de
Punta del Hidalgo.
Creo que todos hemos recitado en alguna ocasión “La Canción del pirata”, del
insigne poeta romántico y republicano español don José de Espronceda. La obra
de este autor en su conjunto forma un canto a la libertad, condensado quizás,
en éstas estrofas correspondientes a su “Canción del pirata”:...”¿Qué es
mi barco mi tesoro, /Que es mi Dios la libertad, /Mi ley la fuerza y el viento,
/Mi única patria la mar...”
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII el contacto de
los piratas con el mundo de las finanzas fueron muy estrechos; formándose
sociedades para financiar expediciones de saqueo. Por otra parte, la manera de
actuar de los piratas se fue modificando conforme avanzaban los adelantos
técnicos, las obsoletas técnicas del abordaje se fueron desechando al armarse
los buques con cañones, culebrinas, falconetes etc.; el negocio de la piratería
requirió de mayores inversiones, creándose todo un entramado económico en torno
a los propietarios y capitanes de los barcos, estableciéndose estrechas
ligazones entre los comerciantes de Ámsterdam, Londres o Sevilla, y con
banqueros italianos o con los mercaderes de Liverpool, e incluso con la Hansa (liga de comerciantes
y banqueros europeos, fundada en 1158 y que perduró con bastante
altibajos, hasta 1938.) Los nuevos tiempos requerían una organización más
compleja, para que los barcos mercantes fueran transformados para el ejercicio
de la piratería. El estamento político no era ajeno al tema, participando en
ocasiones directamente en los suculentos negocios que esta actividad
proporcionaba y en otras tolerando, o encubriendo las actividades de los
piratas amparándolos bajo la patente de corso, simplemente por hostigar al
enemigo si se estaba en guerra. No es de extrañar pues, que algunos
Gobernadores, Capitanes Generales, altos funcionarios e incluso miembros
de la jerarquía eclesiástica, estuviesen involucrados en las actividades
piráticas.
Entre los piratas que Canarias dio al mundo – según
algunos- para castigo y terror tanto de herejes como de cristianos, una
de las figuras que más a fascinado a las generaciones canarias es sin duda
alguna la de Amaro Pargo. Esto es así hasta el punto de que, dos de las muchas
casas que poseyó el pirata, una en Punta del Hidalgo, y la otra en el
barrio de Machado en el municipio de Chacaica
(El Rosario) , en el transcurso de las seis últimas décadas han sido reducidas
a escombros por obra y gracia de los desaprensivos buscadores de tesoros de
exaltada imaginación, así como por la poca sensibilidad, y secular abandono que
las autoridades responsables han mostrado hacía determinados aspectos de
nuestro patrimonio histórico. Con ello hemos perdido un par de casonas
históricas, verdadero tesoro cultural del legado del pirata.
De la primitiva casona de La Punta del Hidalgo, apenas
quedan los vestigios de los cimientos. Otro elemento vinculado a la figura del
pirata es la cueva conocida como de “Amaro Pargo” cueva de unos 88 metros de
longitud, la cual sufrió un derrumbe provocado con unos cartuchos de dinamita,
y que según creencia popular conectaba con la casa de Amaro Pargo, y era
utilizada por éste para almacenar mercancías precedentes de las “empresas” que
los barcos del pirata realizaban en las travesías americanas.
Quizás el retrato más acertado que poseemos del pirata
nos lo proporciona la jovial y siempre joven de espíritu, doña María Rosa
Alonso, en su libro Un rincón tinerfeño, Punta del Hidalgo.
En ésta amena e interesante publicación que debieron costarle a la autora algún
disgusto proporcionado por los apetentes de apellidos ilustres, según se
desprende de una especie de segunda parte del mismo, donde a través
de los diálogos mantenidos entre el “erudito” don Juan y el curioso pero
tímido don Pedro, puntualiza con su natural desparpajo y simpatía,
algunas notas que enriquecen aún más si cabe la primera parte del mencionado
libro.
Amaro Rodríguez Felipe, desde muy joven se destacó por
mantener una actitud poco acorde con las exigencias morales de la sociedad de
su época, actitud que hoy denominaríamos de rebelde o inadaptado.
El espíritu indómito del joven Amaro, proporcionó
innumerables disgustos a sus progenitores, don Amaro Rodríguez Felipe y doña
Beatriz Tejera Machado. La azarosa vida del inquieto Amaro, le llevó a buscar
su destino en el mar, sirviendo en las galeras reales según una versión
(ignoramos si obligado por su padre o por las circunstancias), o embarcando por
propia voluntad como grumete en un barco pirata que estaba anclado en la rada
de Santa Cruz, según otra. En ambos casos, las versiones coinciden en que, al
verse atacado el navío donde prestaba sus servicios el avispado isleño, éste se
permitió dar algunos consejos a su capitán, y que, seguidos por éste, les
proporcionó la victoria sobre su presa, reportándoles un cuantioso botín, a
partir de este hecho el joven Amaro comenzó a gozar de la estima de su capitán,
lo que le permitió ir ascendiendo laboralmente, al tiempo que iba adquiriendo una
sólida formación marinera y financiera.
Con el transcurso del tiempo, el emprendedor isleño,
decidió independizarse y trabajar por su cuenta, para ello se hizo con un buque
(quizás el de su antiguo capitán) y dio inicio a sus empresas con tan buen acierto
que en pocos años, y gracias al auge comercial que España, Portugal,
Inglaterra, Francia y los países bajos mantenía con sus colonias americanas,
Amaro pargo, poco a poco, logró hacerse con una considerable flota de navíos,
dedicándolos a la recuperación en alta mar de los más diversos géneros tanto de
importación como de exportación, incluidos en ellos los esclavos de Guinea, que
después eran vendidos en las Antillas a propietarios de ingenios azucareros.
Dueño de una considerable fortuna, agenciada durante
su dilatada vida de pirata, decide desarrollar su capacidad de traficante
iniciando sus actividades comerciales en tierra, y comienza a comprar
importantes propiedades rústicas y urbanas en la isla, dirigiendo sus negocios
marítimos desde su cede principal de La Laguna, pero siguiendo el movimiento de las
flotas que se dirigían o retornaban de Indias desde su Atalaya de la hacienda Toriño. Necesitando de una base de
operaciones situada en un lugar discreto, compra la hacienda de la Punta del Hidalgo, de la
cual se erige en señor de “orca y cuchillo”, según afirmaban los pocos súbditos
de hecho que no de derecho que habitaban en el pretendido señorío.
En esa época inclusa sufrió un motín protagonizado por un negro gigantesco que
pastoreaba sus ganados por la zona de Guacada,
éste se negó a pagarle tributo al pirata jurando además, matarle allí donde lo
encontrara. Es posible que el pastor fuese bien conocido por don Amaro, (quizás
un ex miembro de algunas de sus tripulaciones) pues éste decidió recoger velas
y dejarle en paz.
Desde su base puntera, don Amaro organiza la
distribución de sus mercancías “importadas”, las que al estar exentas de
impuestos y de costos de producción por decisión unilateral del mismo,
producían pingüe beneficios, parte de los cuales don Amaro invertía en
obras de caridad, especialmente en iglesias y conventos, comenzando así a
asegurarse un saldo favorable para el más allá, al tiempo que se iba ganando el
respeto de sus conciudadanos, y muy especialmente la voluntad del clero, que
recibía las liquidaciones de las primas del “seguro marítimo”. Este seguro
aceptado por corsarios, piratas e incluso armadores consistía en
garantizarse el feliz término de las empresas emprendidas mediante la
protección de determinadas advocaciones y las plegarias de frailes y
religiosas, generalmente los piratas y corsarios se dirigían a un santo de su
particular devoción y les decía: “esto os daré, asegurador verdadero; guárdame
mi navío” así, al término de cada viaje se procedía a la liquidación de la
mencionada prima la que generalmente consistía en donaciones de ornamentos de
plata para el culto y en crecidas sumas de dinero para misas de ánimas.
Si grande debió ser la fortuna atesorada por el
pirata, no menos debía ser las deudas contraídas con el cielo, como
consecuencia de los métodos empleados en conseguirla, así, siguiendo las
creencias y costumbres de la época, don Amaro se esfuerza en rebajar los
números rojos en su cuenta corriente con el más allá y, además de los múltiples
donativos realizados a iglesias y conventos, adquiere el patronazgo de la
capilla de San Vicente Ferrer, en el convento de Santo Domingo, en cuya iglesia
parroquial está ubicada la sepultura familiar y, en cuya lápida figura una
calavera con dos tibias cruzadas, también donó la urna del Santo Entierro,
según figura escrito en la misma “Esta urna la mandó hazer el capitán don
Amaro Rodríguez Felipe por su devoción este año de 1732”. Como es bien
sabido también costeo la urna que guarda el cuerpo incorrupto de sor María de
Jesús como veremos más adelante. Fue así mismo benefactor de la ermita de San
Amaro o del Rosario, aunque a decir verdad, no fue excesivamente generoso con
éste modesto templo lugar de descanso de los peregrinos que desde diferentes
puntos de la isla se desplazaban a Candelaria, y lugar de descanso también de
la imagen en las ocasiones en que ésta era trasladada a la ciudad de La Laguna.
También fue hermano del Santísimo de los Remedios y de
la Virgen del
Rosario.
Como la posesión de grandes riquezas lleva implícito
la búsqueda del reconocimiento social, el pirata decide dar lustre a sus
apellidos y, así, aprovechando una de las frecuentes crisis económicas en que
acostumbraban estar las monarquías españolas, inicia expediente de declaración
de hidalguía, la que consigue en 1725, dos años después, obtiene certificación
de nobleza y escudo de armas, dados en Madrid, (por supuesto a cambio de un
sustancioso donativo para las arcas reales) y crea mayorazgos.
Uno
de los aspectos mas conocidos en el ámbito popular de la vida de Amaro Pargo,
fue su relación con la monja lega del convento de las clarisas María de León
Delgado, Sor María de Jesús, “La sierva de Dios”. La fe popular ha venido
creando en el transcurso de los siglos una serie de leyendas en torno a ambos
personajes, en muchos casos alentadas y sustentadas por el clero católico.
(Eduardo Pedro García Rodríguez)
Su
Testamento:
Su
fortuna quinientos mil pesos fuertes, cifra fabulosa cuando la isla, bucólica y
pastoril aun conservaba su encanto natural y prerromántico. Amaro Pargo hizo su
primer testamento en 1734 y el definitivo el 19 de junio de 1746, con un
codicio posterior el 1 de octubre de 1747, realizando numerosas disposiciones,
cambios y escrituras de fundación. Todo ello anotado en cientos de páginas
cosidas en valiosos tomos con tapas de piel. Amaro Pargo puso por condición que
todos los que sucedieran en el vínculo y mayorazgo fueran hijos legítimos,
nacidos y procreados de un confortable matrimonio o por subsiguiente
legitimados, debiendo casarse con personas nobles y de limpia sangre.
El
ánimo que le movió a hacer el vínculo y mayorazgo, fue el de conservar la
memoria de su linaje y que los sucesores que lo representaran tuvieran caudal
para vivir decentemente –“absteniéndose- preciso -de propcederes indecorosos
que le desluzcan”.
Ermitas
San Mateo
En la Punta del Hidalgo. En la
visita de 1678 dice era patrono de la misma el Sargento Mayor D. Mateo Díaz
Maroto. Encontrándose en estado ruinoso, a instancias del Notario D. Miguel Cullen,
con sus donativos, los del marqués de la Fuente de las Palmas, de D. Amaro González de
Mesa (Amaro Pargo) y limosnas y trabajo
personal de los vecinos fué reedificada, bendiciéndola en 25 de julio de 1885
el Gobernador eclesiástico de este Obispado D. Pascual José Gozar, que dio para
su adorno, dice D. José Rodríguez Moure, la mayor parte de las imágenes y
enseres. El Iltmo. Sr. Obispo actual de esta diócesis la ha erigido en
parroquia, no teniendo aun párroco propio.
La
construcción es de regulares dimensiones, de severo aspecto exterior, con
espadaña, planta rectangular. El interior de escaso gusto. El techo de madera,
pobre. La Imagen
de San Mateo, en pintura al óleo, al parecer del XVIII, en roair- recubierto de plata repujada de
elegantes líneas barrocas. Cuenta con una iglesia, parroquia de Nuestra Señora
de la Consolación
que destaca por su color rojo, cuyas piedras fueron extraídas de la cantera de
Patricio en Jardina y Bajamar.
San José
En la Punta del Hidalgo. Se erigió
en 1700, hecha en su hacienda del valle de Flandes, por el capitán D. Tomás
Pacheco Solís. La bendijo e1 31 de mayo de dicho año el párroco D. Manuel de
Coronado. No consta cuando se derruyera.
San Juanito
Las fiestas que se celebran en está localidad,
comienzan en junio con el Paseo Romero de San Juan el día 23, que parte desde
la parroquia de la Consolación hasta la
ermita costera que está en El Güigo.
El 24, se celebra una ceremonia en honor al santo, celebrando su día.
El día de San Juan por la mañana temprano la
gente va a vaciar los charcos en la costa para pescar y coger alimento para
pasar todo el día en la playa y por supuesto la anoche anterior en la víspera
se hace hogueras como en el resto de la isla.
Julio de 2013.
[1] La leyenda y la tradición ha señalado siempre a la Punta del Hidalgo, como
lugar desde el que se hacia contrabando, en realidad es que sus condiciones lo
hacían mas adecuado, (hoy en día para mí sigue siendo sospechosa, sobre 2009 se
encontró en la playa de Troche una
caja llena de balas de fusil). El 5 de
junio de 2012 desembarcó en la
Playa de San Juanito una narco patera
la embarcación fue descubierta a primeras horas de la mañana e inmediatamente
se dio el aviso a las Fuerzas del Orden que dieron una batida en busca de los
posibles narcotraficantes que viajaban a bordo, sin que las pesquisas diesen
resultado positivo. En el mes de marzo del mismo año había arribado otra narcopatera que transportaba más de 1.300
kilos de hachís y tres de sus ocupantes fueron detenidos en las siguientes
horas ocultos en unos invernaderos.
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