martes, 14 de julio de 2015

RELIGIÓN:


JUAN BETHENCOURT ALFONSO
Socio correspondiente de la Academia de Historia (1912)

Historia del
PUEBLO GUANCHE

Tomo II
Etnografía
.y
Organización socio-política
Edición anotada por MANUEL A. FARIÑA GONZÁLEZ
FRANCISCO LEMUS, EDITOR La Laguna, 1994





CAPITULO X



Politeísmo guanche y causas de hallarse oscurecido este hecho histórico. Dogmas de la inmortalidad del alma, de la resurrección y del pecado original. Teogonia: del premio y castigo. Sabeísmo y sacrificios. Idolatría y prácticas religiosas: procesiones, rezos, ayunos y rogativas. Aruspicisrao. Clase sacerdotal y monasterios.


Declarar deístas puros a los guanches como pretenden algunos autores es una candida superchería histórica, como lo es también la de aquellos que los despojan casi de toda fe. Para colocarse en estos extremos hay que cerrar los ojos a la evidencia. Los testimonios escritos y las tradiciones; los ídolos y pireos encontrados; la nomenclatura de los lugares recordando las aplicaciones que tuvieron en la liturgia, en lo hierático de una teogonia complicada y de pomposo culto, como los de «Cuevas Santas» y de la «Iglesia», los de «Conventos», el «Infierno», muchos del «Bautisterio», Guadameñes o adivinos, de Samarines, «Drago Santo», sin contar la estatuaria de sus diosas Chaxiraxi, Abona, Tajo, etc., (i) patentizan no ya que fueron creyentes supersticiosos, sino que contaban con una religión positiva politeísta a la manera de un conglomerado de sabeísmo, idolatría, paganismo, aruspicismo y de sacrificios cruentos. ¡No parece sino que los distintos pueblos de la tierra aportaron sus ideas religiosas al acervo común del alma guanche!

Y sin embargo de estos elementos de juicio, dicen los cronistas que sólo creían en un Ser Supremo apellidándolo con diversos nombres según sus atributos, como aparece en el siguiente cuadro; en el que agrupamos bajo llaves aquellas denominaciones que opinamos se refieren a una misma voz alterada:

Acaman «Causa de causas».                                                                Viana
«El Sol».                                                                                               Marín y Cubas
Achaman: «Sustentador de cielo y tierra».                                          Alonso de Espinosa
i— Acoron: «Sinfín».                                                                           Viana
I— Achoron: «Sustentador de cielo y tierra».                                     Alonso de Espinosa
Achuhurahan:     «El Grande».                                                            Alonso de Espinosa

i— Acuhurajan: I— Achuhuyahan: Acucanac: Achahucanac: — Achuhucanac: i— Achguayaxerax: Achguayaxiraxi: Achuguayo:

Guayaxerax: Guayaxiraxi: laguayahiraji:
«Dios Grande».
«El Grande».
«Autor de lo criado».
«El Sublime».
«El Sublime».
«El que todo lo sustenta»
«El conservador del mundo»
«El Ser Supremo» (Es la voz
conservada entre el vulgo).
«Dios».
«El que tiene el mundo».
«Gobernador del mundo y las
cosas sublimes».
Compuesto de Guaya, «espíritu»
y hiraje, «cielo».
Atguay chafanataman:
Guaxiraxi: i— Hucanech: I—Jucancha:
Menceito:

«El que tiene el cielo». «El que habita el universo». «El Todopoderoso». «Dios universal». «Sin principio».
Viana
Alonso de Espinosa Viana
Alonso de Espinosa Abreu Galindo Alonso de Espinosa Viera y Clavijo
Alonso de Espinosa Abreu Galindo
Marín y Cubas
Abreu Galindo Abreu Galindo
Viana Marín y Cubas
Viana

Mas aún admitiendo que estas diferentes desinencias se refieran al Supremo Hacedor ¡que es muy dudoso!, tan elevada concepción sólo podía ser patrimonio de unas cuantas inteligencias privilegiadas. Entre los guanches, como en toda raza primitiva, el nivel intelectual de la muchedumbre no se hallaba a la altura de semejantes ideas abstractas, ni se remontaban más allá del mundo sensible, personificando las divinidades mayores y menores de su Olimpo en los grandes fenómenos de la naturaleza, como en el sol, la luna, las estrellas, el cielo, el mar, etc., o bien en las manifestaciones y fuerzas de la vida universal dando origen a creaciones fantásticas o ya en objetos, ídolos o estatuas materializando en ellas el sentimiento innato de la fe.

Suponer otra cosa es colocarse fuera de la realidad. Pero éste no fue obstáculo para que el espíritu piadoso de los conquistadores, viera en el fervoroso culto que rendían con todas las apariencias del paganismo clásico a algunas de sus estatuas, singularmente a la diosa Chaxiraxi, no a la divinidad gentílica sino a la imagen de María Santísima transportada por los ángeles entre infieles por inescrutables designios  como una sobreviviente de las ofertas votivas mortuorias, hechas por los habitantes íberos de las islas en remotos tiempos... Juzgando por la forma de los caracteres y la simplicidad del lenguaje, la imagen y sus inscripciones debían ser de mucha antigüedad, quizás de un siglo antes de la era cristiana...».

La concluyente demostración de Mr. Campbell, unida a los comprobados hechos históricos de que el Archipiélago fue habitado por íberos y dominado por el imperio romano en época precristiana, no sólo pone fuera de duda el origen pagano de la imagen de la Virgen de Candelaria, sino que autoriza a rechazar de plano la opinión de fray Alonso de Espinosa de que apareció un siglo antes de la conquista, (2) es decir, más o menos cuando Jean de Bethencourt comenzaba la de las islas menores o de señorío, siendo así que su existencia entre los guanches contaba por lo bajo 15 ó 16 siglos o séase mucho antes de la invasión de los bárbaros.

Pero hay más. Como para los que tenemos arraigada la fe cristiana es indiferente que el emblema sea o no de procedencia pagana, hablando con los mayores respetos debemos observar: que ni los guanches tenían idea de lo que era el cristianismo, como lo declara el mismo fray Alonso de Espinosa al repetirnos la contestación del rey Bencomo a las proposiciones de paz del general Alonso de Lugo, ni los españoles, ni el propio Sancho de Herrera que durante seis años mandó el presidio de Añaza, tuvieron conocimiento de semejante imagen; y si algo supieron fue en el sentido de que era una de las tantas diosas gentílicas a que rendían adoración. En el extracto que ofrecemos en una nota del capítulo II del Tomo I, de la información testifical sobre el derecho de la isla de Lanzarote y conquista de las Canarias, hecha en 1477 por Esteban Pérez de Cabitos por mandato de los Reyes Católicos, en la que Diego García de Herrera tenía un supremo interés en justificar ante la Corona sus gastos y constantes esfuerzos en la reducción y adelantamiento de la fe de Cristo en la isla, no hubieran callado extremo de tal importancia los numerosos testigos que presentó. Como verá el lector, hasta un presbítero que figura entre ellos, no dice una palabra sobre tan culminante particular y en cambio declara otros muy secundarios. Por cierto que allí aparece un fray Macedo, no haciendo catecúmenos como dice solapadamente el arcediano historiador Viera y Clavijo, aunque tal vez la intención fuera esa, sino procurando los medios de zafarse de aquella ratonera.

Estas mixtificaciones, que a la par desnaturalizan la verdad sin favorecer ningún fin piadoso, hay que borrarlas de la historia y darles su exacta significación. Preciso es reconocer a la luz del día, sin haber por ello mengua en las creencias católicas, que la efigie representativa de la Virgen de Candelaria, consuelo en las amarguras de la vida y luminosa esperanza en las recompensas de la eternidad, perteneció a la estatuaria pagana guanche figurando en sus altares como la diosa Chaxiraxi. Este criterio debe hacerse extensivo a otras esfinges, como a las primitivas de las vírgenes de Abona, de Tajo, etc., pues como dice Marín y Cubas, entre los guanches «aunque escondidas y maltratadas se hallaron imágenes de santos»', que unas ingresaron en el santoral romano y otras no. El clero católico, con gran sentido práctico, fue por este sistema extirpando las arraigadas supersticiones de los indígenas, así como transformando algunos de sus oratorios en templos cristianos o sustituyendo sus ídolos por imágenes de santos. Eran las clases inferiores tan pertinaces en sus creencias, que un siglo después de la conquista se congregaban para celebrar ocultamente sus rituales ceremonias conforme a su primitiva liturgia, con procesiones, cantos y velas encendidas por las playas de Candelaria, de Abona y otros puntos, como lo atestigua el mismo fray Alonso de Espinosa, aunque reputándolos como sucesos sobrenaturales como verdaderos milagros con intervención de los angeles. Marín y Cubas fue mejor investigador al afirmar: «... hacían procesión y encendían luces a la Virgen, paseando la playa onde fue hallada. Y esto hicieron en secreto aún hasta el tiempo de la conquista».

¿Creían los guanches en la inmortalidad del alma? Los cronistas siguiendo a fray Alonso de Espinosa se pronuncian por la negativa. Sin embargo, Marín y Cubas dice:
«En Tenerife unos afirmaban que no había en los cuerpos alma racional o que en muriendo el cuerpo todo se acababa; otros confesaban haber un Dios universal que llamaban Jucancha».

Pero volviendo a fray Alonso de Espinosa, que ha sido revelándonos por sus mismas contradicciones de que no estudió detenidamente el asunto o no expuso cuanto supo de los guanches.

« Ellos fueron gentiles, observa, sin ley alguna, ritos ni ceremonias, ni dioses como otras naciones. Y aunque conocían haber Dios, al cual nombraban por diversos nombres... no tenían ritos algunos, ni ceremonias, ni palabras con que lo venerasen,...ni conocían inmortalidad de las almas, ni pena, ni gloria que se les debiese. Con todo esto conocían haber infierno, y tenían para sí que estaba en el pico de Teyda, y así llamaban al infierno Echeyde3, al demonio Guayóla».

En sana crítica los conceptos de infierno y demonio guardan estrecha dependencia con las ideas de inmortalidad y de castigo, así como la existencia de un lugar de mortificaciones presupone otro de premios. Estas creencias son complementarias. Por otra parte, el hecho de momificar sus cadáveres como los egipcios y peruanos, (3) nos da un testimonio concluyente de que los guanches consideraban la muerte como una suspensión temporal de la existencia, puesto que perseguían el fin de que las almas volvieran a animar sus respectivos cuerpos el día de la resurrección.
«Estas creencias implican la fe en otra vida», asegura una autoridad tan competente en la materia como Herbert Spencer.

Además, las tradiciones son categóricas en sentido afirmativo, ajustándose a numerosos hechos o marcados indicios como iremos viendo.

Creían los guanches en la dualidad de la persona humana compuesta de dos xaxos, que a la muerte, uno de ellos quedaba en la tierra en espera del otro que se separaba; pero el punto culminante de esta concepción consistía en que ambos xaxos afectaban la misma forma y el que se marchaba seguía teniendo iguales sensaciones de hambre y sed e idénticas necesidades, apetitos y pasiones que en su vida terrestre. De modo que la muerte era un desdoblamiento temporal en que los elementos gemelares ni rompían sus relaciones de solidaridad, ni dejaban de comunicarse, pues al principio el xaxo ausente vagaba por los contornos de la necrópolis y más tarde la visitaba para vigilar la conservación de su otra mitad; por lo que la familia del finado colocaba alimentos en la puerta del panteón para que comiera en sus viajes4. También concurría a los banquetes funerarios de la familia, gustaba de haber servido de faro a los autores, hay que reconocer que sus noticias son incongruenteslos placeres de la mesa, oía las conversaciones y se vengaba de sus enemigos.

Sustentaban que el xaxo en su origen era una emanación del dios Magec o Sol que encarnaba en las criaturas, con diferente destino después de la muerte según la conducta observada en la vida terrena. Los buenos y valerosos moraban en el Lugar de las Delicias todo el tiempo que tardara en incorporarse al xaxo momificado, pero los cobardes y perversos iban a parar a las profundidades de Chineche5 o del infierno.
Pero lo más extraño es que admitían el dogma del pecado original y la doctrina de que las lustraciones o abluciones purificaban a las criaturas, por lo que tenían la institución del bautismo al igual que los egipcios y otros pueblos de la antigüedad.
Dice a este respecto Gómez Escudero:

«A los recién nacidos echaban agua y lavaban las cabecitas a modo de bautismo, y éstas eran mujeres buenas y vírgenes, que eran las Marimaguadas, y decían que tenían parentesco como nuestros padrinos. No daban razón de esta ceremonia, y era en Canaria y Tenerife, mas no supimos de otras islas aunque los usos eran comunes».
Marín y Cubas, observa:
«Cuando nacía la criatura lavaban con agua todo el cuerpo, mujeres a niñas y hombres a niños; y quedaban en nuevo parentesco con los padres».

Según nuestros informes eran los sacerdotes los que administraban el bautismo a los recién nacidos varones y las marimaguadas o sacerdotisas a las hembras, siendo respectivamente a la vez padrinos; adquiriendo entre los padres, padrinos y ahijados tan estrecho grado de parentesco espiritual que los inhabilitaba para el matrimonio. Para llevar a cabo el acto del bautismo, cada reino contaba con cierto número de charcos o fuentes exclusivamente destinadas al efecto y defendidas del acceso de animales6. Concurría a la ceremonia numerosa comitiva de hombres o mujeres según el sexo del recién nacido que uno conducía a la espalda metido en un fole, cayao o zurrón a guisa de mochila, con la cabecita fuera. Después de algunas fórmulas y del lavatorio, retornaba la comitiva lanzando ajijides, cantando y tocando instrumentos.

Respecto a la teogonia guanche únicamente son conocidas unas cuantas líneas generales, reveladoras de esa eterna dualidad con que la naturaleza se manifiesta a las sociedades primitivas. Todos los seres vivientes, particularmente la especie humana y las más importantes de los animales domésticos, recorren el camino de la existencia bajo la protección de sus respectivas divinidades, que a la vez militan sometidas a dos grandes potestades que se disputan la gobernación del mando y el incondicional vasallaje del hombre. Achuguayo, personificación del Bien, lucha por los sanos principios de la moral, mientras Guayota, símbolo del Mal, subvierte lo santo y noble; pero con las circunstancias de que todos estos dioses tienen nuestras necesidades: comen, beben y sienten.

Reina Achuguayo en los cielos impulsando hacia el bien los destinos del mundo con la cooperación de diferentes deidades más o menos poderosas, como el sol, la luna, las estrellas, el mar, el agua, las nubes, el arco iris y el «fuego hijo de Magec»', de las diosas Chaxiraxi, Tajo, Abona y de los penates Chayuga, Saguañic y otros, sin contar varios elementos benéficos. En ocasiones muestra su enojo al hombre por medio del relámpago, el rayo, los truenos o desoyendo la gracia que solicita; pero como dijimos también le reserva el «Lugar de las Delicias», situado no se sabe donde, como premio a la virtud y al valor durante su vida terrestre. En cambio, frente a esta potestad levántase Guayota imprimiendo a los destinos un camino contrario. Soberano absoluto de Chinechi o el infierno en las entrañas de la tierra, con la que comunica a través del Teide, préstanle su concurso de perdición varias divinidades y poderes infernales que le rodean a manera de corte: Guañajé, la deidad protectora del ganado cabrío; Canajá, la del ovejuno; Jucancha, del perro, así como los agentes maléficos personificados en algunos elementos y fenómenos, como el viento, los remolinos (reunión de xaxos desesperados), volcanes, terremotos y temblores de tierra. Van a parar a Chinechi los perversos y cobardes a sufrir eternamente hambre, sed, dolores, angustias, yendo y viniendo sin cesar cargados de azufre por un antro desde el fondo del Teide a determinados lugares de la isla7, para ser lanzados a la tierra de vez en cuando a encarnar en un semejante con el fin de atormentarlo.

Si a esta abrumadora carga de poderes opuestos, se agrega que vivían un mundo imaginario poblado de fenómenos y seres extraños, como eran los encantamientos, los maxios o fantasmas, miedos, xaxos de ultratumba y las apariciones de Guayota en múltiples transformaciones como Proteo, porque según Marín y Cubas «a menudo se les presentaba el demonio en forma de perro grande lanudo y en otras varias apariencias», podemos darnos cuenta del cúmulo de creencias y de prácticas supersticiosas a que estaban entregados.
* *      *
El culto del sabeísmo o de la astrolatría entre los guanches era universal8, figurando el sol o Magec como el más poderoso y benéfico de los dioses, cuyo emblema en la tierra era «el fuego nacido de su seno», tenido por sagrado9. Autor de la vida del hombre, tributábanle los epítetos más cariñosos llamándole «padre», siendo para los moribundos un consuelo supremo exhalar el último suspiro con los ojos fijos en el divino astro. Todas las mañanas y antes de la amanecida los cancos o sacerdotes del Sol adornados con guirnaldas de hojas de vz-ñático, dirigíanse en comunidad tocando chácaras, flautas y tambores a determinados lugares 10, para impetrar del dios su presencia en la tierra y saludarle con himnos y danzas. Cuando aparecía sobre el horizonte, desde el rey al último vasallo postrábanse de rodillas con las manos en alto para venerarlo, otros saltaban, bailaban, silbaban o lanzaban gritos de entusiasmo.

En ciertos días solemnes o con motivo de calamidades, congregábanse para implorarle piedad en las altas montañas, como en Imoque, Jama o la Santidad del reino de Adeje, Cerrogordo en La Guancha de Icod, o en las mas elevadas cumbres, en Cuajara, Bexo, el Sombrerito, donde los sacerdotes en medio de ceremonias le ofrendaban sustancias alimenticias y le hacían aspersiones de leche y miel o chacerquen; otras reuníanse en el fondo de los barrancos para recibir hincados de rodillas los rayos que les enviaba desde el zenit, o bien por las noches le dedicaban luminarias coronando los montes con centenares de simbólicas hogueras.

Pero no siempre lograban desenojar a la divinidad y entonces extremaban las plegarias, las romerías, multiplicando las ofrendas y sacrificando en su holocausto leche, miel, dátiles, cebada, etc. o bien corderos y cabritos arrojados vivos a los píreos n para que gustara de la sustancia de las víctimas arrastrada en las espirales del humo; mientras unas veces los sacerdotes y otras las sacerdotisas, adornadas de guirnaldas, danzaban en derredor al compás de los instrumentos, oscurecidos por el clamoreo de la muchedumbre. En cada función variaba el número de víctimas, porque iban sacrificando hasta que la columna de humo se elevara en derechura al cielo, que era la señal de estar Magec satisfecho o calmado su enojo.

Cuanto al culto rendido a los demás astros sólo se dice que la diosa Luna «como madre de los tiempos» era la encargada de regularlos; siendo sus faces, así como la marcha de la estrella vaquera, motivos de observaciones para guadameñes y samarines, que además de astrólogos barruntaban los cambios meteorológicos o sea las cabañuelas con aplicación a la agricultura y al pastoreo. Arreglado a las revoluciones sinódicas de la diosa Luna dividían el año en doce partes, que apellidaban primera luna, segunda luna, etc. como ya dijimos, empezando por la de Agosto según Marín y Cubas.

Sin embargo que los plenilunios de la diosa los celebraban danzando en los guairas, en algunos casos le atribuían cierta influencia maléfica como veremos oportunamente.

Pero los guanches además de sabeístas eran idólatras, limitando la significación de esta palabra a la adoración de los objetos terrestres, tal cual los presenta la naturaleza como árboles, montañas, fuentes, monolitos o bien artificiales moldeados por el hombre o ídolos propiamente dichos; siendo ambas formas meras gradaciones de un mismo proceso del alma creyente, pero que de ordinario coexisten con la última, como elementos complementarios, el templo o lugar de adoración y el sacerdote o intermediario entre el adorador y la cosa adorada.

De esta doble forma de culto tenemos ejemplos en Tenerife. Respecto a la primera, recuérdase aún el famoso «Drago Santo» 12 en el valle de Chacacharte, al que los fieles rendían verdadera veneración y cuyo crédito estaba cimentado en las maravillosas curas de las postemas con los preparados de su sangre y en los éxitos alcanzados en la expulsión de xaxos arrimados, cuando bajo su divina sombra eran los enfermos sometidos a tratamiento; y cuanto a la segunda forma, son tales las circunstancias diferenciales que ofrecían sus ídolos, que a nuestro juicio representan dos cotizaciones históricas distintas.

En efecto, sin esfuerzo se impone la clasificación de la estatuaria religiosa guanche en dos géneros bien caracterizados, no ya desde el punto de vista escultural o artístico sino por su procedencia y valor ponderal en materia de fe. Hállase constituido el uno por anáglifos de barro de indiscutible manufactura indígena, representando siempre al

sexo masculino o séase al hombre, y el otro por figuras de bulto talladas en madera con el sello del paganismo clásico, sin excepción del sexo femenino y de origen exótico, de no admitir o sospechar en el Archipiélago con Mr. Campbell una civilización precristiana. Añádese a estos particulares, según la tradición, que los ídolos de culto general «eran todos hembras», diosas, y los de culto local, varones.

Aunque es legendario tenían también petroglifos o fetiches de piedra, como los hubo en las islas del Hierro y de Canaria, concretándonos a los anáglifos consistían «en tabletas de barro cocido de un jeme a una cuarta de largas, una mano de anchas y como de un dedo de gruesas, presentando en una de sus caras el relieve de una grosera figura humana siempre de varón». En esta descripción están contestes todos los que han visto los referidos anáglifos en los distintos lugares de la isla y que son conocidos por el vulgo con el nombre de «Santitos de los guanches» 13.

Eran venerados en sus respectivos templos o cuevas santuarias, en cuyo fondo los colocaban sobre una majano metidos en groseras hornacinas o nichos de piedra tosca, adornando el altar con flores y ramaje. La tradición conserva los nombres de algunos: Chayuga o séase el santito del templo de Chinguaro, que ocupó cierto tiempo la diosa Chaxiraxi según fray Alonso de Espinosa, que enramaban con laurel y retama florida; Saguañic, idolillo del oratorio de Igueste de Candelaria, y Sagate, de otro de Arafo, ambos ataviados con hojas de haya y de palmera.

Ofrecían estas cuevas templos 14 un atrio más o menos grande dispuesto en semicírculo, formado por una pared de piedra seca de un metro de alta con un portillo a cada extremo. Metidos los fieles en este medio corral, añade la tradición, saltaban, bailaban y gritaban derramando como ofrendas al santito gánigos de leche y de manteca. Otras veces los sacerdotes llevando en conchas sal marina, sometida durante ciertas noches a la influencia de la diosa Luna, a medida que la iban arrojando a puñados a una hoguera encendida en mitad del atrio, en medio del chisporroteo de la sal invocaban la divinidad, tomaban extrañas actitudes y prorrumpían en terribles imprecaciones llenando de pavor supersticioso a los asistentes.

Estas escenas terroríficas anejas a las prácticas de la hechicería, el carácter propiciatorio local de los santitos y la semejanza que éstos guardaban con el guatimac usado por una clase sacerdotal, sugiere la idea de que los tales idolillos tenían su origen en la apoteosis de sus hombres célebres después de muertos, como reyes, héroes o famosos hechiceros, para colocarse los tagoros bajo la protección de sus xaxos a título de manes tutelares. Aparte de que esto suele acontecer en los pueblos primitivos, nos explica la costumbre de los soberanos de jurar por sus antepasados más prestigiosos, como Bencomo por Tinerfe el Grande, que si no figuraba en los altares probablemente iba camino de ello.

Ahora bien, cuando se considera la tosca fabricación de los referidos santitos, su limitada área de acción como fuente de fe, su conocido origen de abolengo humano, la rusticidad de su liturgia y lo comparamos con las obras de arte de las diosas, su veneración universal, sus maravillosas apariciones sobrenaturales y la pompa de sus ritos de paganismo clásico, aunque ambos cultos en el fondo caen de lleno en la idolatría, sus elementos constitutivos ofrecen tales diferencias que los reputamos de distinta progenie, es decir, manifestaciones de dos religiones entremezcladas en el curso de los tiempos al fundirse varias razas.

Dentro de la teogonia guanchinesca y limitándonos a la diosa Chaxiraxi, pues lo que de ella decimos con ligeras variantes es aplicable a las demás diosas, como las de Abona, Tajo y otras, entre las que figuraba una muy venerada en Masca, su aparición en remotos siglos por las playas de Chimisay del reino de Güímar fue acompañada de portentosos milagros, según tradición recogida por fray Alonso de Espinosa 1S. Rendíanle culto en su santuario de Achbinico, más tarde «Cueva de San Blas» en la playa de Candelaria.

Es tradicional que en dicho templo la tenían colocada sobre un majano entapizado con hermosas pieles de ganado cabrío y tanto este altar como las paredes del oratorio adornadas con ramaje de palmera, follado, viñático, ramos de siempreviva de risco, flores silvestres y alfombrado el pavimento con incienso, tomillo y otras plantas aromáticas; aprovechando los resaltes de las paredes de la gruta para pegar velitas de cera encendidas. Con frecuencia los sacerdotes celebraban funciones religiosas con numerosa asistencia de fieles, que hacían ofrendas de leche, manteca, frutos, bailaban, cantaban himnos y silbaban en medio de un ceremonial del que ya no hay memoria.

Ciertas noches y días congregábanse para hacer solemnes procesiones conduciendo la deidad precedida de la danza sagrada, ejecutada por los sacerdotes cancos en la forma en que aún la bailan en la festividad de la Virgen de Candelaria, de Abona, del Socorro, etc., marchando a lo largo de la playa al sonido de las chácaras, flautas y tambores, entre dos hileras a manera de cofradías con velitas de cera encendidas y a la luz de hachones de orijama y de leñablanca; yendo detrás las marimaguadas, o sacerdotisas de Arafo en comunidad, entonando de ve/ en cuando melodiosos cantos. Así recorrían la playa y retornaban al santuario, en medio de silbidos y ajijides, estruendosos de la muchedumbre, (4).

Cuéntase que en las grandes festividades de la diosa, como el 15 de Agosto, por la noche iluminaban con centenares de hogueras los montes circundantes del Valle y que acudían los ranchos de romeros llevando en los guapiletes, hojas de viñático, cantando, tocando y lanzando ajijies, como aún se acostumbra.
Ignórase si los guanches empleaban alguna fórmula o plegaria pública para invocar la protección de sus deidades, aunque los indicios parecen confirmarlo, pues aparte como dijimos de que las sacerdotisas entonaban himnos melodiosos en las procesiones, de los que nos da un testimonio irrecusable el mismo fray Alonso de Espinosa, primer panegirista de la Virgen de Candelaria, es de suponer usaran de breves oraciones o rezos puesto que tenían rosarios sin cruz, que recuerdan el tsbir de los moros fronterizos, y de ordinario llevaban colgados al cuello16.

Entre sus prácticas piadosas para conmover la misericordia de los dioses, cuéntase los ayunos públicos colectivos no ya de las personas sino de los animales domésticos, unas veces confundidos y otros separados. Por esto dice fray Alonso de Espinosa, aunque a medias como todo lo que escribió:

«Mas cuando los temporales no acudían y por falta de agua no había yerba para los ganados, juntaban las ovejas en ciertos lugares que para esto estaban dedicados, que llamaban «El Bailadero de las ovejas»,y hincando una vara o lanza en el suelo apartaban las crías de las ovejas, y hacían estar las madres alrededor de la lanza dando balidos; y con esta ceremonia entendían los naturales que Dios se aplacaba y oía el balido de las ovejas y les proveía de temporales».

Esta práctica era lógica dentro de los principios teogónicos de los guanches. Como la vida tanto del hombre como de los animales dependía de la protección que les dispensaban sus divinidades respectivas y sabían por otra parte que las necesidades orgánicas les eran comunes, al traducir las calamidades como una manifestación de enojo de los dioses, todos estaban interesados en aplacarlos con súplicas y sacrificios, los hombres a sus deidades y los animales a las suyas. Por esto sometían a la abstinencia no sólo al ganado lanar, como dice fray Alonso de Espinosa, sino también al cabrío, cerdos y probablemente a los perros. En resolución, era el concierto de los seres vivientes en una acción común suplicatoria a todas las divinidades.

Pero como éstas estaban dotadas de los mismos cinco sentidos que el hombre, los ruegos eran tanto más eficaces cuanto más clamorosos por oirse mejor, y de aquí el separar las crías de las madres o el morderles las orejas para que los balidos fueran más intensos, mientras la gente lanzaban gritos desaforados y silbidos portentosos. Por igual razón organizaban rogativas a las montañas más elevadas, como a Cuajara, Chasogo, etc., para estar más próximos a los poderes celestes. Sin embargo, en otras ocasiones dirijíanse en peregrinación a orillas del mar como a Las Galletas, Cabezo de los Cristianos, Caleta de Adeje u otro lugar que ofreciera bajas más o menos cercanas a la ribera, sobre las que encendían hogueras sagradas', junto a las cuales se destacaban solitarios los guadameñes, con las manos al cielo, a la vez que en la playa la muchedumbre sacudían con ramas las aguas en medio de silbidos y de una estruendosa gritería. ¡Tal vez fuera una ceremonia simbólica, por estar en el secreto de los cambios íntimos entre las deidades el mar, las nubes y las lluvias!

Estas rogativas o romerías las celebraban con frecuencia y era costumbre tan arraigada que después de la conquista costó no poco trabajo al clero católico para concluir con ellas l7.

Pero el alma guanche hallábase hundida no sólo en las referidas supersticiones sino en las del aruspicismo; bajo cuyo epígrafe comprendemos los augurios, la magia, nigromancia y demás artes de la teurgia o del ocultismo, que con tanto éxito cultivaron los conocidos indistintamente por los nombres de guañameñes, samarines, hechiceros, adivinos, profetas o agoreros.

La influencia social de estos hombres era tan poderosa como vasta su ciencia. Ignóranse a la verdad los principios y la mayor parte de los procedimientos que empleaban en sus artes misteriosas, pero se sabe que hacían agüeros interpretando las direcciones del humo en hogueras preparadas al efecto, por la forma y combinación de las nubes y por las estrellas errantes; deducían auspicios por el vuelo y canto de las aves 18, y evocaban no ya el espíritu de los difuntos sino el de los vivos, obligándolos a comparecer mediante ceremonias y frases mágicas; que es lo que significa, por otra parte, las siguientes frases de Marín y Cubas refiriéndose a dichos hechiceros: «Otros ponían el cuerpo tendido boca abajo hablando algunas palabras dentro de un hoyo y así llamaban al ausente aunque fuese de muy larga distancia». Pues a pesar de estas facultades extraordinarias, del carácter sacerdotal y de sus curaciones de ojeados y otras muchas enfermedades, pues eran famosos médicos, todo quedaba oscurecido ante el poder sobrenatural de que daban muestras expulsando xaxos arrimados.

Para apreciar la importancia de tan singular virtud, recordemos que Guayóla a los condenados los lanzaba a encarnar en las personas para atormentarlas, eligiendo de ordinario a las mejores y más sensibles al bien. Señalada la víctima y estando despierta o dormida, aprovechaba el xaxo como puerta de entrada «alguna herida o rozadura de la piel o bien se introducía por uno de los dedos gordos (pulgar) de los pies y en los casos menos favorables se le echaba encima envolviéndola y pegándosele como la lapa a laja». Desde ese momento la persona invadida sufre, grita, se agita, se enfurece, entra en convulsiones, enloquece. Estos desgraciados así como los extraños, oían a veces las voces del xaxo que tenían dentro.

Tal es el cuadro sintomático de los invadidos por xaxo arrimado, del que sólo pueden verse libre sometiéndose al tratamiento específico del conjuro, llevado a cabo por los que nacen con dicha potestad. Para esta operación contaban los reinos con lugares reputadísimos, como el «Drago Santo», y la « Cueva de Sámara» en la cumbre de los caseríos de Arguayo y Chío de Guía, en Adeje; la célebre «Cueva de Sámara» en el de Icod, y en las aún hoy conocidas por «Cuevas del Hospital de Chacorche», Igueste de Candelaria, del reino de Güímar, etc.

A los referidos lugares conducían por la noche a los xaxados. Allí, después de un complicado ceremonial entre ruidos extraños, fórmulas terroríficas, imprecaciones y conjuros, iban arrojando a una hoguera sal, resina, y otras sustancias, para concluir por aventar los tizones en un abismo pronunciando terribles anatemas. El resultado dependía del grado de malignidad del xaxo arrimado y del coeficiente del poder expulsivo del hechicero; como también solían ocurrir situaciones alarmantes, cuando expulsado el xaxo la fuerza de proyección del conjurador no alcanzaba a reintegrarlo a Chinechi a través del Teide y quedaba suelto entre los vivientes; «viéndolo vagar por las cuevas de los muertos echando chispas, bramando y pidiendo a gritos que lo lleven las aves 18, y evocaban no ya el espíritu de los difuntos sino el de los vivos, obligándolos a comparecer mediante ceremonias y frases mágicas; que es lo que significa, por otra parte, las siguientes frases de Marín y Cubas refiriéndose a dichos hechiceros: «Otros ponían el cuerpo tendido boca abajo hablando algunas palabras dentro de un hoyo y así llamaban al ausente aunque fuese de muy larga distancia». Pues a pesar de estas facultades extraordinarias, del carácter sacerdotal y de sus curaciones de ojeados y otras muchas enfermedades, pues eran famosos médicos, todo quedaba oscurecido ante el poder sobrenatural de que daban muestras expulsando xaxos arrimados.

Para apreciar la importancia de tan singular virtud, recordemos que Guayóla a los condenados los lanzaba a encarnar en las personas para atormentarlas, eligiendo de ordinario a las mejores y más sensibles al bien. Señalada la víctima y estando despierta o dormida, aprovechaba el xaxo como puerta de entrada «alguna herida o rozadura de la piel o bien se introducía por uno de los dedos gordos (pulgar) de los pies y en los casos menos favorables se le echaba encima envolviéndola y pegándosele como la lapa a laja». Desde ese momento la persona invadida sufre, grita, se agita, se enfurece, entra en convulsiones, enloquece. Estos desgraciados así como los extraños, oían a veces las voces del xaxo que tenían dentro.

Tal es el cuadro sintomático de los invadidos por xaxo arrimado, del que sólo pueden verse libre sometiéndose al tratamiento específico del conjuro, llevado a cabo por los que nacen con dicha potestad. Para esta operación contaban los reinos con lugares reputadísimos, como el «Drago Santo», y la « Cueva de Sámara» en la cumbre de los caseríos de Arguayo y Chío de Guía, en Adeje; la célebre «Cueva de Sámara» en el de Icod, y en las aún hoy conocidas por «Cuevas del Hospital de Chacorche», Igueste de Candelaria, del reino de Güímar, etc.

A los referidos lugares conducían por la noche a los xaxados. Allí, después de un complicado ceremonial entre ruidos extraños, fórmulas terroríficas, imprecaciones y conjuros, iban arrojando a una hoguera sal, resina, y otras sustancias, para concluir por aventar los tizones en un abismo pronunciando terribles anatemas. El resultado dependía del grado de malignidad del xaxo arrimado y del coeficiente del poder expulsivo del hechicero; como también solían ocurrir situaciones alarmantes, cuando expulsado el xaxo la fuerza de proyección del conjurador no alcanzaba a reintegrarlo a Chinechi a través del Teide y quedaba suelto entre los vivientes; «viéndolo vagar por las cuevas de los muertos echando chispas, bramando y pidiendo a gritos que lo lleven a Sámara o al pico de Teide» 19. Era creencia general de que se arrimaba el xaxo de toda persona muerta por accidente, como derriscado o ahogado; ¡ tal vez porque no dejaba en la tierra su duplo o sosias!
* *      *

La complicada teogonia de los guanches, sus diversas creencias con un culto externo tan variado, exigía necesariamente un nutrido cuerpo sacerdotal y así acontecía en efecto. Sin embargo del silencio de los cronistas, que apenas hablan por incidencia de los guañameñes, adivinos o agoreros, y algunos como fray Abreu Galindo ocupándose de la Virgen de Candelaria en época de infieles, declara que éstos le nombraron para su limpieza y culto santeros y santeras, son demasiadas categóricas las tradiciones, demasiados los indicios y testimonios, para no juzgar de intencional el silencio de los autores. Sábese que tenían por lo menos tres órdenes de religiosos o sacerdotes conocidos por samarines, cancos y babilones, que se educaban en especies de colegios o seminarios y hasta hay quien sospecha si algunos vivían en comunidad; como también tenían monasterios de marimaguadas o sacerdotisas, que aparte de intervenir en los actos religiosos, servían de centro de cultura a las jóvenes de la nobleza.

La orden de los samarines20, que como ya dijimos eran también conocidos por agoreros, adivinos, hechiceros y profetas así como por guañameñes por llevar éste último nombre el sumo pontífice o el summus aruspex, vestían completamente de negro con el guatimac o idolillo de barro colgado al cuello. El hábito talar del Gran Sacerdote o Guañameñe consistía en un tamarco sin ceñir y largo hasta media pierna, con guaicas que llegaban a la mitad de antebrazo, güirmas, xercos y guapilete en forma de píleo con barboquejo y un distintivo cuya particularidad se ha perdido. Ignórase si usaba el lituo de los augures, pero sí el guatimac. Después del soberano era el personaje de mayor importancia y tal vez el de más influencia, por lo que recaía siempre el cargo en individuos de la familia real.

Los cancos o sacerdotes del sol vestían de blanco, con adornos y guirnaldas que variaban en armonía con la liturgia o de los actos oficiales. Ellos eran los encargados de alimentar el fuego sagrado y los que en las solemnidades civiles y religiosas bailaban las danzas sagradas, como diremos en su lugar.

Y por último los sacerdotes babilones, de papel poco conocido en sus ceremonias y ritos, pero que nos inclinamos a que eran los principales en los que hemos llamado paganismo clásico o séase en el culto rendido a las diosas Chaxiraxi, Abona, etc. Usaban como los anteriores hábito talar suelto «pero de color encarnado y guapilete semejante a la mitra de obispo». Su recuerdo sobrevive entre los fieles de Icod, Fasnia y otros pueblos de la isla, donde el vulgo al salir el cura a oficiar la misa reza invariablemente la siguiente oración:

«Bien venido seas
babilón colorado
a decir la misa
a este pueblo honrado»21

Así como no existía el celibato entre los sacerdotes, hallábase establecido para las sacerdotisas, también llamadas marimaguadas, ta-monantes, las recogidas, las vírgenes, las doncellas y las damas. Vivían en comunidad en monasterios o conventos22; tomaban parte activa en los oficios y ceremonias religiosas tocando y cantando con gran afinación y armonía; servían sus casas de colegios a las jóvenes de la nobleza y a veces salían en comunidad con las educandas llevando todas el cabello tendido y guirnaldas de flores. No se sabe otra cosa.
* *      *

NOTAS
1  El erudito Beneficiado D. José Rodríguez Moure, del que solicitamos su opinión, nos manifiesta que Mr. Campbell está en abierta oposición con lo que arrojan los estudios iconográficos, por ser la imagen desaparecida en el aluvión de la noche del 7 de noviembre de 1.826, un ejemplar indubitable de la estatuaria cristiana, cuando más tarde de los siglos xil y xm; fundándose en consideraciones del arte pagano de Grecia y Roma, que no exhibían sus diosas con formas tan veladas, ni revelaba la indumentaria el ambiente de honestidad, etc.

2  Entre éstos se encontraba el naturalista tinerfeño Bello y Espinosa, que declara en su obrita el «Jardín Canario» de que era la diosa Minerva que sirvió de mascarón en la proa de algún buque; opinión antigua de un fraile dominico, fundada en que la imagen ofrecía en la espalda señales de una abrazadera.

(Considerando el interés de los datos históricos y etnográficos de las notas n.°: 3, 5, 6,7,11,12,13,14, 20) que aparecían tachadas en el original del Tomo II, hemos decidido incorporarlas en esta edición.)

3  No llamaban así al infierno. Echeyde o Cheyde o Chéyda, lleva aún este nombre una montaftita al pie del Teide, mirando al N., al poniente de otra denominada Chisere. El infierno lo apellidaban chimichi, apelativo que llevó la isla equivalente a «Isla del Infierno», o séase «Isla de Chimeche».

4  Tan arraigada era esta creencia, que en los primeros tiempos iban con frecuencia a dejar la comida en la puerta de la cueva y más tarde ciertos días del año; costumbre que sobrevivió en la conservada en los pueblos del Sur hasta principios del siglo pasado, como aún pueden atestiguarlo entre otros ancianos Dña. Jerónima Frías, de Arona. Nos referimos a que el día de finados colocaban sobre los sepulcros familiares de las iglesias, más aún no había cementerios, tantas libras de pan y botellas de vino como individuos de la familia estuvieran sepultados; y en las fosas comunes, también cada familia depositaba igual ofrenda en relación con el número de sus muertos, (5).

Marín y Cubas al hablar de las ideas religiosas de los indígenas de la isla de Canaria, escribe «... a el alma tenían por inmortal, hija de Magec, que padece afanes, congojas, angustias, sed y hambre, y llévanles de comer a las sepulturas los maridos a las mujeres y ellas a ellos...».

Y añade refiriéndose a los de Tenerife o guanches: «... hacían largas romerías a visitar los huesos de sus sepulcros, en todo semejante a los canarios... Hacíanles ofrendas de comidas del modo que hemos dicho».

Los bimbapes o aborígenes del Hierro, además de consagrar a sus divinidades en holocausto, corderos y cabritos en píreos especiales; tenían otros para celebrar a su alrededor banquetes funerarios, a los que acudían a participar del festín los espíritus de los individuos de la familia muertos. Al hablar de las exequias veremos que algo parecido sucedía en Tenerife.

5  Aún en algunos pueblos del Sur, como Arico, Arona, etc., cuando muere una persona de mala reputación se oyen estas frases: «Éste va a Chineche»; «¡Anda a lo más hondo de Chineche!».

6  Algunas de estas fuentes o charcos nos recuerdan por sus actuales nombres el uso a que fueron destinados: el Charco del Bautisterio en el barranco de Chinguaro, antes Barranco Santo, en Güímar; Charco del Bautisterio a orillas del mar en La Guancha; Lavatorio de los guanches o Fuentita de Cerrogordo, sobre el caserío de La Guancha, y Charco del Bautisterio, en el barranco del Boxo, en Arico. Por cierto que en este charco se encontraron en el año 40 (1840) del siglo pasado, cinco tallas de barro conteniendo otros tantos esqueletos de niños, como me lo refirieron los mismos descubridores; y no falta quien asegure que bautizaban metiendo a la criatura en una talla y hundiéndola en el agua.

También es tradicional que bautizaban en la Fuente de Jénica o de Los Juncos, en El Rosario; en la Fuente de Jénica, en Granadilla, y otros puntos; afirmando varios que todas las fuentes apellidadas de Jénica estaban reservadas al bautismo.

7  Cada reino tenía estos subterráneos imaginarios de llamas, por lo que existen varios lugares en Tenerife, donde la teología figuraba remataba el extremo opuesto de los antros que aún llevan los nombres del infierno: El Infiernillo o Barranquillo del Infierno, en la cumbre de Taganana; Barranco y Salto del Infierno, en el Borgoñón, Tegueste; Hoyo del Infierno, debajo del Clavel, en El Sauzal; Salto del Infierno, en los Riscos de Las Canales, cumbre de La Victoria; Cueva y Salto del Infierno, en Barranco Hondo; Barranco del Infierno, entre La Victoria y Santa Úrsula; Barranco del Infierno, más tarde de Llarena, en La Orotava; Barranco y Salto del Infierno, en el Puer to de La Cruz; Barranco del Infierno, entre Barranco de Ruiz y de La Furnia, entre Realejo Bajo y San Juan de La Rambla ; El infierno o Purgatorio, en Los Toscales de Guaja, Igueste de Candelaria; y el Barranco del Infierno en Adeje. Es tradicional que en el reino de Abona se extendía desde el Teide a la montaña de Roja, a orillas del mar. Barranco del Infierno o de Mazas (¿Masca?), Teño.

¡Tal vez esta boca externa del mito la fundamentarían eligiendo lugares que ofrecieran recientes fenómenos de vulcanismo!

8  Según Viera y Clavijo, en la bula de Urbano v del 2 de Setiembre de 1369 a los obispos de Barcelona y Tortosa, para que autorizaran a unos misioneros hacer catecúmenos en el Archipiélago, declara hallarse enterado de que tanto en la isla de Canaria como en las demás «había gente de uno y otro sexo, que no teniendo más ley ni secta que la adoración del Sol y de la Luna, sería muy fácil de convertir a la ley de Cristo».

Cadamosto hablando de Tenerife dice, «... que no contaba menos de nueve especies de idolatría, pues unos adoraban al Sol, otros a la Luna, otros a las estrellas, etc.».

Ocupándose Marín y Cubas de los naturales de la isla de Canaria, observa: «... que hacían muchas lumbres y hogueras y parece que adoraban al fuego, al sol, y algunas estrellas». Y al establecer un parangón con las costumbres de otros pueblos, añade que los canarios como los persas «su adoración principal era el Sol», (Cap. xxm).
Ya dijimos en el Tomo I que el nombre genérico de magos que damos a los campesinos, es porque rendían culto a Magec.

9  Era sagrado el fuego que procedía de Magec, como el rayo, relámpago, el obtenido por frotamiento de dos maderos, el doméstico y en una palabra el que no tuviera su origen en Chinechi o infierno. Y hoy como antes, sigue siendo sagrado. No hay campesino que se atreva a injuriarlo, ni escupirlo. Aunque hacen hogueras en San Juan, San Pedro y otros días del año, para muchos la fecha y el santo es el pretexto, como en las famosas hogueras de Chirche y Atipe de Guía, porque en el fondo van dedicadas a Magec.

10  En todos los reinos tenían señalados estos diferentes lugares para las diferentes épocas del año, que nos hace pensar si estarían en relación con los cambios del Sol.
En el reino de Güímar, uno de los puntos era la montaña de Archaco, y para el clero de Arafo unas veces el Roque de Chiguergue, otras al de Jóquina, ya al de Iserse o a montaña de «Arguama o Montaña Santa» en Igueste.

En el reino de Abona, hacia Fasnia; a la «Montaña Santa» o de Fasnia, ya a la «Montaña de la Gloria» en Icor, o al «Llano Santo» al E. de Chajaña de Arico; y por las partes de Granadilla, a la «Montaña Santa».

Por el reino de Adeje, al «Roque de Jama», etc.

Aún en los pueblos del Sur se oyen las frases, aunque ya en sentido irónico: «¡Vete a buscar el Sol!»; «Éste es de los que van a buscar el Sol»; y todavía es bastante conocida la broma que gastan con los de Arafo llamándolos «cancos» y diciéndoles que vayan a buscar el sol.

1' En ciertos sitios tenían emplazados estos píreos, como tres que descubrimos en 1875 en Franchoja, sobre el caserío de Adeje, uno de ellos intacto. Es o era de piedra seca en forma de cono truncado, de un metro de altura por otro de diámetro en la superficie libre, con un hoyo o brasero en el centro de 1/2 metro de hondo. Encerraba ceniza, brasas, fragmentos de leña y de huesos calcinados al parecer de cabrito, cubierto el todo con una gruesa piedra.

En otro de los píreos, medio derruido como el tercero, hallamos dos tahonas de obsidiana mezcladas con las cenizas y trozos de hueso calcinados, que también nos pareció de cabrito, así como caída una laja que reputamos sirvió de piedra ara y de tapadera. Estas particularidades, no encontradas en el anterior, parece confirmar la tradición de que unas veces degollaban las víctimas antes de quemarlas y otras las arrojaban a la pira, vivas con las patas atadas «para que los balidos fueran oídos por la divinidad».

La montaña de Cerrogordo, sobre el caserío de La Guancha, era igualmente lugar elegido para estos sacrificios. Por el Poniente y al pie de dicha montaña tenían los guanches un oratorio, que aún es conocido por la Iglesia de los guanches, de donde es legendario salían como en procesión hacia la cima para sacrificar las víctimas en el sitio que denominan el Chamurraco, por chamusquina; como también es legendario que en el gran monolito de los altos de Fasnia, conocido por la «Piedra de Imoque», sacrificaban reses a los dioses.

Estos sacrificios eran generales en todo el Archipiélago.

Ocupándose Marín y Cubas del Almogaren de Humiaga de la isla de Canaria dice: « ... aún allí hay tres braseros donde quemaban de todo fruto, menos carne, y por el humo si iba derecho o ladeado hacían su agüero sobre un paredón a modo de altar de grandes piedras y enlosado lo alto del monte».

Y refiriéndose a las islas de Lanzarote y Fuerteventura, observa: «Son rudísimos pertinaces en su secta. Tienen templos, donde hacen sacrificios con humo de cosas que queman, como no sea carne sino cebada, dátiles...

En los sacrificios ofrecían leche, manteca, menos carne. Estas fiestas o sacrificios llamaban efequenes.
De todos los frutos a modo de limosnas recogen cierta porción, mas no en forma de diezmos; quemaban cebada en el sacrificio y por el humo derecho o ladeado juzgaban la forma de mal o bien».

Aparte de este efequen llamaban, no a los sacrificios sino al templo u oratorio y del visible interés de Marín y Cubas en puntualizar que quemaban de todo menos carne, creemos sufrió un error o no investigó bastante, según nuestros informes. Además, sería una excepción inexplicable dentro del Archipiélago.

En 1874 descubrimos en la Fortaleza, en Chipudes de la isla de La Gomera, los referidos píreos, como más tarde publicamos en la Revista de Canarias. Contenían asimismo cenizas, brasas y numerosos huesos calcinados de cabritos y corderos.

Por lo que hace a la isla de El Hierro existen los píreos a docenas por el Júlan, la Dehesa, etc., conocidos en el país por los significativos nombres de altares, altarítos, hornitos, o goros de las víctimas, conteniendo cenizas, brasas y huesos calcinados de corderos y cabritos; siendo en la isla tradición universal de que en dichos altares sacrificaban los bimbapes en holocausto de sus divinidades corderos y cabritos. En la isla de La Palma no hemos hecho investigaciones personales, (sobre pircos) pero presumimos no sea tampoco una excepción.

Atendiendo a la edad probable de las víctimas por el estudio de los huesos, a las épocas de desarrollo del yerbaje y de cubrición de los ganados, calculamos que la mayoría de estos sacrificios los celebraban entre Diciembre y Marzo.

12 Este célebre árbol hallábase situado donde llaman la Fuente, en el Valle de San Lorenzo de Arona; valle que ha sido también conocido por el Ahijadero y de Cha-cacharte.

Su misma fama hizo que sirviera a veces de término de referencia en el reparto de tierras, como en las donadas a Pedro Cornado y Juan de Junquera, de unos trozos «de tierra de sequero que son en el reino de Adeje al Ahijadero en Arana al drago santo...» (Datas. Libro 5." y 3.°, por. testimonio).

Esta forma de culto idolátrico era general en el Archipiélago.

Escudero, Cedeño y otros autores dicen que los indígenas de la isla de Canaria adoraban y juraban por los riscos de Tirma y de Umiaga, añadiendo además Marín y Cubas que adoraban cuevas, bosques, etc.

Los bimbapes de la isla del Hierro, aparte de su veneración por el célebre Garoe o «Árbol Santo», adoraban dos peñascos en Bentáyca, aún conocidos por los Cantillos: uno el Eraoranhan, ídolo del sexo masculino, y el otro, Moreyba, el ídolo de las mujeres.

Los naturales de la isla de la Palma adoraban un elevado monolito, situado en La Caldera, que apellidaban Idafe, al que sacrificaban las asaduras de las reses.
13 Uno que hemos examinado del farmacéutico del Puerto de la Cruz Dn. Ramón Gómez, encontrado en 1885 en una cueva del barranco de Erques de Fasnia, (6) envuelto en pieles como todos los hallados, es un poco más pequeño, pero aunque es de la familia se trata de un guatimac o séase como dice el vulgo, «del muñeco de barro» que a guisa de pectoral llevaban colgado al cuello los sacerdotes guañameñes y samarines.

No hace quince años que un pastor de Arona, iconoclasta como todos nuestros paisanos, destruyó un ídolo que descubrió en el Roque de Igara; y la descripción que nos hizo coincide con la referida. Esto mismo nos lo han confirmado muchos que los han tenido en sus manos o hallados, corno el venerable anciano cura de San Pedro Daute, Dn. Juan Alonso; Dn. Pedro Carlos Ledesma, de Güímar; Dña. Estebana García, de Igueste de Candelaria; Dn. José González y Dn. Agustín Trujillo, de Arona, como pueden atestiguarlos los tres últimos que aún viven; y que citamos porque todos ellos son de abolengo guanche por ambas líneas y muy versados en las tradiciones de la raza.

Por otra parte, abrigamos la convicción de que todas las islas eran idólatras en el sentido restrictivo que damos a la palabra y por lo tanto que tenían ídolos, pero que no se hizo este estudio a su debido tiempo. Varias personas dignas de fe de la isla del Hierro, nos aseguran haberlos encontrado de piedra, cerca de la iglesia de los bimbapes, una cueva en Valverde, así como de la de Afotasa o de la Pólvora, que también fue templo de los indígenas. Aún lleva el nombre de Iglesia de Minguama una cueva en San Sebastián de La Gomera, templo de los indígenas donde adoraban un ídolo.

Por lo que respecta a la isla de Canaria los testimonios son antiguos y modernos.
Bocaccio, refiriéndose al viaje que hizo a dicha isla en 1.341 Angiolino del Tegghia, dice:

«Encontré igualmente un oratorio o templo, en el cual no había absolutamente ninguna pintura ni adorno, tan sólo una estatua de piedra, representando la imagen de un hombre con una bola en la mano y desnudo, con un delantal de hojas de palma, que cubría las partes naturales según la costumbre de los habitantes; la que quitaren de allí; y habiéndola embarcado, la transportaron a Lisboa.

Andrés Bernáldez (El cura de Los Palacios), en su Historia de los Reyes Católicos, refiere:

«En la Gran Canaria tenían una casa de oración llamada Toriña, e tenían allí una imagen de palo, tan luenga como media lanza, entallada, con todos sus niervos, de mujer desnuda con sus miembros defuera y delante de ella una cabra de un madero entallada, con su figura de hembra que quería concebir, y tras de ella un cabrón entallado de otro madero, puesto como que quería sabir a engendrar sobre la cabra. Allí derramaban leche y manteca parece que en ofrenda o diezmo o primicias e olía aquello allí mal a leche o manteca».

El historiador Dn. Gregorio Chil envió a la Exposición de París un idolillo también encontrado en dicha isla de Canaria, «representando un cuerpo que descansa sobre las alas, teniendo otras dos por brazos, y cabeza humana» a otro idolillo, que remitió a la indicada Exposición Mr. Verneau. ¡Es decir, en el Archipiélago no han faltado los ejemplares de ídolos, sólo que asusta la palabra!
14  Las cuevas santuarios de la isla dedicadas a estas divinidades tutelares y a las diosas eran numerosas, varias de las cuales por sus actuales nombres nos recuerdan la aplicación que le dieron los guanches: la Cueva Santa próxima a la Hoya del Drago entre el mar y la cumbre de San Andrés, y la Cueva Santa del Valle Vega, en la parte alta del Valle de Tahodio, ambas en Sta. Cruz; la Cueva del Santo, en Valle de Guerra; la Cueva Santa junto al barranco de Sieteojos en El Realejo; la Iglesia de los guanches, en Chuagrí, encima del poblado de La Guancha; la Cueva de Los Santos en Bujamé (Vid. obrita de Díaz Dorta) y el Oratorio del Rey, en Masca, ambas en Bueña-vista; la Cueva Santa en Barqueto cumbre de Chirche entre Guía y Valle Santiago; la Cueva de La Virgen, una en barranco de Tejina, otra en el de Tedera y una tercera en el barranco del Infierno, todas en Adeje; la Cueva de la Iglesia, en el Roque de Jama, en el Valle de San Lorenzo de Arona; la Iglesia de los guanches en el Picacho y Cueva de La Virgen en el barranco de este nombre, hacia las cumbres de Arico; la «Cueva de La Virgen», una en Pinogordo y otra en Arapo, ambas en Fasnia; la Cueva de la Iglesia, en el pico Añeja o de tió Marcial, cumbre de Güímar; la Iglesia de los guanches o Cueva del templo, en Ajeja de Igueste, al pie de montaña de Arguama (que según tradición enlucían con ceniza y agua y los ídolos o santitos eran de barro), y la Cueva Santa, más tarde de San Blas, ambas en Candelaria.

Asimismo es legendario que sirvieron de templo:

La Cueva del Pajonal, en el barranco de Chajarche de Candelaria, en donde también se dice eran de piedra los santitos con un gran medio corral de atrio; la «Cueva del Tiro del Guanche», la Cueva de Sámara, en la Santidad, en los más elevado de la Cumbre; así como la Cueva de Chinguaro. También hemos oído que el Barranco de los Santos, en Sta. Cruz, le vino el apelativo no de un apellido como creen algunos sin fundamento, sino de una cueva que encerraba dos de estos santitos.

15  Dice este fraile dominico, cuya Religión (Orden) se hizo cargo de la imagen algunos lustros después de la conquista:

«Yendo dos naturales por aquellas costas repastando el ganado, habiendo de pasar por aquella playa, llegando el ganado que por la playa iba derramado a la boca del barranco, se espantó, y no queriendo pasar se remolinaba.

El uno de los dos pastores creyendo que su ganado se espantaba porque sentía gente y pensando que fuesen algunos naturales que le querían robar y saltear su ganado como lo tenían por costumbre de hurtarse unos a otros, para certificarse pasó adelante y mirando hacia aquella parte del barranco vido la Santa Imagen que estaba en pie sobre una peña; y como persona que de semejantes visiones estaba deshusada, no sin pavor se le puso a considerar y parecióle (porque tenía un niño en brazos) ser mujer, aunque extrañó el traje y el color».

«.Y porque entre ellos era costumbre que si topaban alguna mujer a solas y en lugar solitario no la hablaban porque incurrían en pena de muerte, le hizo señas para que se apartase, porque su ganado que remolinaba tuviese lugar de pasar. Pero como la Imagen no hiciese movimiento alguno, ni respondiese palabra, amohinóse el pastor y acudió a sus acostumbradas armas, que eran piedras, y asiendo de una levantó el brazo, fuese para amenazarla o para tirarle con ella, y así como levantó el brazo yendo a desembrazar para hacer un tiro, se le quedó yerto y extendido sin poderlo rodear. El otro compañero habiendo visto lo que pasaba y no quedando escarmentado, cobrando atrevimiento de que no había mudamiento ni voz y de que aunque hablaba al bulto o Imagen no respondía, quiso hacer una experiencia, aunque a costa suya, y ver si era cosa viva; y llegando cerca con más miedo que vergüenza tomó una tabana, que es una piedra prieta y lisa como azabache, que herida una con otra se hacen rajas y quedan con filo como navajas con que sangran y sajan; tomando, pues, esta piedra se llegó a la Santa Imagen para quererle cortar un dedo de la mano por satisfacer su ignorancia y ver si sentía, y poniendo el dedo de la Imagen sobre el suyo y comenzando a cortar en él, hallóse el necio burlado porque la herida se daba a sí propio en sus dedos, sin hacer daño a la mano de la Santa Imagen; y siendo aún porfiado y pertinaz (porque era necio), probó otra vez, más oíale a cuentas, porque sus dedos estaban corriendo sangre de ¡as heridas que el propio sin querer se daba y los de la Santa Imagen quedaron libres y sanos sin señal alguna.

Conocedor del suceso el rey de Güímar y personado en el lugar en que estaba la Imagen, admirado «de ver el resplandor que de su rostro y vestidos salían y la majestad que representaba», dispuso fuera trasportada a su corte en Chinguaro; pero todos desconfiados por lo acontecido, «ninguno osó echarle mano ni llegarse a ella para abrazarla recelándose no le aconteciese lo que a los pastores; y así mandó el rey que pues ellos habían hecho la primera experiencia acometiesen a hacer la segunda y echasen mano para llevarla. ¡Rodeábalo Dios así para que la gloria de su madre se manifestase y en opinión y estima el pueblo gentil se confirmase! Llegan los dos pastores, el uno manco de los dedos de la mano y el otro del brazo, y en poniendo sus manos v tocando la Santa Reliquia para haberla de alzar (¡cosa milagrosa!) queda el uno y el otro de sus lesiones sanos y buenos con grande admiración de los presentes, que con voces y silbos aplaudían el hecho y gratificaban y agradecían el beneficio recibido».
Ante este prodigio ordenó el rey no se acercaran a la imagen ningún siervo, para él con los proceres conducirla en hombros. Pero habiendo andado espacio de un tiro de escopeta, poco más, con ser la Imagen liviana y ellos hombres de muchas fuerzas «fue tanto el peso y carga que los que la llevaban sintieron, que les fue forzoso parar y pedir ayuda y socorro; y por aquesta razón en este propio lugar, después de que la isla fue de cristianos habiendo sabido este caso, fundaron una pequeña ermita que llamaron del ¡Socorro!... Pues siendo socorridos y ayudados, tornaron a proseguir su camino hasta llegar a la morada del rey... donde en un canto de la morada, sobre unas pieles de cabras y ovejas (que otras alfombras ni doceles tenían) la pusieron».

A tan fausta novedad acudieron todos los reyes de la isla y convinieron «... que aquello debía ser alguna cosa del cielo y como tal fuese reverenciada»... y que se le diera «aposento por sí, porque con el humo de las teas que encendían en la casa del rey no se percudiese, ni con la frecuencia de tratarla se le perdiese el respeto».

Propuso el rey de Güímar al de Taoro «que partiesen el año y que la mitad del estuviese aquella mujer en su reino de Taoro y la otra mitad en el suyo de Güímar donde había aparecido»... pero Betzenuhya declinando tanto honor contestó: «Será más razón que yo y mis vasallos vengamos de nuestras casas a servirla, que no ella vaya a visitarnos a nosotros».

Según fray Alonso de Espinosa, 40 ó más años estuvo en Chinguaro la imagen rodeada de un ambiente maravilloso de aires perfumados, iluminaciones nocturnas y músicas angelicales, hasta que un muchacho de 14 años llamado Antón, del que nos ocupamos en el capítulo II del Tomo I, logró escaparse del Sr. de Lanzarote, Hernán Peraza, después de siete años de cautiverio y enteró a los guanches de que aquella era «la madre del Sustentador del cielo y tierra», y es en «la que los cristianos tienen puestas sus esperanzas»; trasladándola por su consejo al santuario de Achbinico en Candelaria, donde fue conducida por la isla entera con el mayor entusiasmo.

Y añade fray Abreu Galindo: «Cuentan los guanches naturales de esta isla que nuestra señora obraba grandes y muchos milagros... por lo cual los naturales y sus reyes de la isla dieron un hombre y una mujer como santeros que tuviesen cuenta de limpiar y servir a esta imagen»', lo que equivale a decir que tenían sacerdotes y sacerdotisas dedicados a un culto.

Afirma fray Alonso de Espinosa de que en la plaza de Candelaria, como en las demás lugares en que estuvo la imagen, siguieron los guanches oyendo «muchas veces armonías del cielo y músicas celestiales y visto muchas lumbres encendidas a modo de procesión»... «Eran las procesiones que los ángeles hacían así por la playa donde la Santa Imagen estaba como por la del Socorro donde apareció, muy ordinarias, así de noche como de día, con mucha solemnidad, gran armonía y música de voces suavísimas; con muchedumbre de compañía que, con velas encendidas, puestas en orden y concierto hacían su procesión... y esto era tan ordinario que ya no lo extrañaban los naturales».

¿Y cómo lo habían de extrañar si eran los mismos guanches los que hacían las procesiones? Aún las celebraban ocultamente un siglo después de la conquista, en tiempos del propio fray Alonso de Espinosa, no ya por Candelaria y El Socorro sino por Arona y otros puntos. La diosa Abona, por ejemplo, fue descubierta por los conquistadores en 1514, es decir, 17 años después de la conquista, según se deduce del testamento otorgado en 25 de Junio del referido año por Pedro Hernández de la Vera, vecino de La Laguna, ante el escribano público Alonso de Llerena, en el que declara:

«... que por cuanto acababa de llegar de las playas de los Abrigos de Abona, en Daute, a donde fue a velar la imagen de Nuestra Señora que allí apareció, manda se dé para la obra de la iglesia que allí, se hiciese, un potro ruano que tiene en sus yeguas y dos peones» y nada tiene de particular ignoraran la existencia de esta otra diosa, conocida oficialmente después por «Nuestra Señora de La Luz», aunque los fieles siguieran denominándola de Abona, porque el territorio donde apareció estaba en su mayor parte en poder de los alzados, como dijimos en el Tomo I, con tal cual núcleo fortificado como Tijoco, Tamadaya, etc., y era por lo tanto mucho menos frecuente.

Por esto en la formación de los Beneficios curados de la Diócesis, según consta en las Constituciones Sinodales del obispo D. Fernando de Arce, años de 1514 y 1515, mejor dicho en los 74 mandatos de un manuscrito conservado en el archivo secreto de la catedral de Canaria, que conoció Viera y Clavijo, refiriéndose a las Bandas de Chas-na dice:

«Otrosí en los términos de Adeje y Abona, donde ahora no hay población recogida, e los vecinos de los dichos términos están muy desparramados, porque el noveno de los diezmos de los dichos términos no bastarían para dar mantenimiento a cura clérigo; estatuimos e ordenamos que de todos los diezmos de los dichos términos e de toda la masa de ellos, se saque ante todas cosas diez mil maravedíes de la moneda de esta Isla e quince hanegas de trigo, para el mantenimiento de un clérigo cura que diga Misas y ministre los Stos. Sacramentos a los moradores de los dichos términos de Adeje y Abona...». Debemos advertir que por dicho tiempo tan extenso territorio pertenecía nominalmente al Beneficio de Daute, « ... desde la Cuesta de Cristóbal de Ponte, donde están las Cuevas, adelante... hasta la Marca de Abona», es decir, desde Daute hasta barranco de Erques en Fasnia.

Nada tiene pues de extraño que los conquistadores pasaran tanto tiempo sin tener conocimiento de la diosa Abona, como tampoco que los guanches siguieran a escondidas rindiéndole culto según su liturgia, como nos da testimonio de ello el mismo fray Alonso de Espinosa, que declara:

«En la playa que dicen de Abona, que será de cuatro leguas desta de Candelaria, hacia la montaña Roja, se vían también ordinariamente estas procesiones, principalmente por la fiesta de la Asunción de nuestra señora; y esto es tanta verdad que agora en estos tiempos personas que las han visto se van a la dicha playa y hallan velas de cera acabadas de apagar, y algunos las han hallado encendidas y pegadas a los riscos, y me enseñaron el lugar e yo lo vide. Y así en esta playa como en la de Candelaria se halla por la orilla del mar gran cantidad de gotas de cera, que de las procesiones que los ángeles hacen en honra de la Candelaria gotean; y yo doy fe que las he hallado y visto y las tengo en mi poder y oído a otras muchos lo propio...

Las candelas o velas que en esta playa se hallan no son muy blancas, mas el pábilo no se deja entender de que sea, porque ni es estopa ni algodón, antes en alguna manera parece de seda blanca torcida...».

Estas procesiones con iluminarias, música, cantos y demás ceremonias religiosas de que estaban enterados los conquistadores y que celebraban los guanches no ya con el mayor sigilo sino negándolo, unido a los panes, velas y gotas de cera con otras huellas que encontraban por las playas, dada la época de exaltación piadosa compréndese lo reputaran a milagro, máxime no existiendo en la isla colmenas, aunque sí abejares salvajes; y tan inexplicable y sobrenatural les pareció el fenómeno, que levantaron acta testimonial para que constara a todo tiempo, como lo prueba el siguiente instrumento público:

«In nomine Domini. Amen, Sepan cuantos este público instrumento de Fe vieren. Como en la Villa de San Cristóbal que es en la Isla de Tenerife, Domingo, veinticinco días del mes de Junio, Año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y cuatrocientos y noventa y siete años, en presencia del muy virtuoso caballero Alonso de Lugo, Gobernador de las Islas de Tenerife y La Palma, por el Rey y Reina nuestros señores.

En presencia de mi, Fernando Alvarez, canónigo de la Iglesia de Canaria, por la autoridad Apostólica público notario y de los testigos que de yuso serán escritos sus nombres. Pareció presente el honrado y discreto varón Antonio de Arévalo, continuo criado de los Reyes nuestros Señores, E dijo que por cuanto en esta dicha Isla se decía de público y era notorio un milagro que de cada un año acontecía, de aparecer cierta cantidad de cera fecha en panes de veinte años a esta parte, en un cierto término desta dicha Isla, que por ende pedía y pidió al dicho señor gobernador mandase tomar testigos dignos de fe para certificación del dicho milagro... E luego en continente el dicho Antonio de Arévalo presentó por testigo a Pedro Fernández, y a Diego Fernández e Alonso Sánchez, de Morales, naturales de la isla de Fuerteventura, e vecinos desta isla de Tenerife, e Gonzalo Méndez, castellano, e Pedro Maninidra e Pedro Mayor naturales de la isla de Gran Canaria, e Pedro Ervás, e Ibone de Armas vecinos de la dicha isla de la Gran Canaria, que agora están y habitan en ésta de Tenerife.

Los cuales dijeron, e cada uno de ellos dijo, cómo era verdad que cada año se-yendo esta isla de infieles, que venían a ella los fieles cristianos que moraban en estas islas comarcanas, a ésta en navios para saltear, e tomar de los canarios llamados guanches que aquí vivían. Y que como descendían en aquella parte que se dice Goymar, que es en esta dicha isla, que fallaban la dicha cera y la llevaban, y la tenían y tienen en gran reliquia y veneración. E los dichos Pedro Fernández... dijeron que de cudijo, que a las veces parecía de diez o doce libras, y otras veces quince y veinte libras.

Y que saben que este presente año pareció cantidad de veinte libras y más. Y que los dichos Pedro Fernández, y de cuatro años a esta parte han visto la dicha cera en la dicha isla... E los dichos Pedro de Ervás e Ibone de Armas dijeron: que hay veinte años, poco más o menos, que saben e vieron traer la dicha cera a muchas personas. Y todos dijeron y cada uno de ellos dijo que a las veces Diego Fernández y Alonso Sánchez de Morales, y Pedro Maninidra y Pedro Mayor fueron en fallar este presente año, cuatro o cinco días antes de la purificación de Nuestra Señora La Virgen María. Y que han oído decir a muchas personas que las han fallado, que siempre por este tiempo se falla y parece... E que este presente año fueron más de veinte personas presentes cuando pareció , que habían ido en busca de esclavos de vecinos que se habían ausentado, e que así pasa en verdad... E yo el dicho Fernando Alvarez, notario susodicho, e infraescripto, doy fe... Y que este presente año al tiempo que se fallo la dicha cera, no había candelas para decir misa, ni para bendecir el día de la purificación de Nuestra Señora La Virgen María. Por cuanto en esta isla no hay colmenas para sacar cera, sino la traen de la gran Canaria, por ser esta dicha isla nuevamente ganada de manos de infieles... E yo el dicho notario, que al presente sirvo por cura en esta dicha isla hube y recibí doce libras de la dicha cera; y así otras tantas fice haber al Mayordomo de la iglesia para celebrar el culto divino, de la cual yo di cierta cantidad al muy reverendo en Cristo, padre y señor, Dn. Diego de Muros, obispo destas dichas islas e obispo de Canarias, que aquí vino a visitar esta dicha isla e iglesia della. El cual envió de la dicha cera a Santa María de Guadalupe y a otras iglesias del dicho su obispado para que la tuviesen en reliquia. A lo cual todo lo dicho es, fueron pre sentes por testigos los honrados varones Fernando de. Trujillo, lugarteniente de gobernador en esta dicha isla, y Pedro Metías, y otras muchas personas... Ferd. Alvari, Apostolicum notarías».

Es verdad de que en la isla no habían colmenas pero sí millares de abejares salvajes, al extremo de que a raíz de la conquista fuera un arbitrio municipal, como dijimos en el Tomo I. También Marín y Cubas dice que «no tuvieron colmenas sino miel silvestre de abejeras enriscadas»', y nos cita un asalto de Alonso de Lugo en Tenerife, por Icod, como se refiere en el cap. II del Tomo I, en el que se apoderó de velas de cera, cirios, etc. de fabricación guanche. Además al tratar de las industrias indígenas veremos que sabían labrar la cera, aunque de un modo rudimentario.

Y para concluir con este particular observaremos, que las velitas de cera que aún se distribuyen a los romeros en la festividad de la Virgen de Candelaria, son de igual tamaño si bien más blancas, que las que usaban los guanches en las procesiones y festividades de su diosa Chaxiraxi; y que el pábilo de las referidas velitas, que según fray Alonso de Espinosa « ... no se deja entender de que sea, porque ni es estopa ni algodón, antes en alguna manera parece de seda blanca torcida», es muy sabido que lo confeccionaban de la película de la planta vulgarmente llamada chajora, como lo hemos ensayado con éxito.

¡Tal vez si en el instrumento público citado hubieran tomado testigos guanches y no extranjeros, descubren la verdad!

16  Hacían estos rosarios con cuentas de arcilla cocida de forma de pequeños cilindros, de uno a dos y medio centímetros de largos, adornados a veces con rayitas, otras de forma de diminutos discos y hasta del tamaño de aljófar, enhiladas en cuerdas de tripas; de las que existen numerosos ejemplares en el Museo Municipal.

Hay que desechar las hipótesis de que los tales rosarios fueran un sistema de enumeración, ni una representación gráfica a manera de escritura como el quipu de los peruanos o el nepohualtzitzin de los mejicanos ni objetos de adorno, como collares o gargantillas, pulseras, etc., pues los guanches eran muy celosos en la observancia de sus leyes suntuarias, y el hecho de usarlos lo mismo nobles que siervos, como lo hemos comprobado en centenares de necrópolis, nos revela que esa igualdad sólo podían tolerarla estando consagrada por un fin religioso.

La tradición vulgar llamándolos rosarios porque les servían para sus rezos, le han dado su verdadero nombre.

17  El obispo D. Francisco Martínez Cisneros, entre otros mandatos para el lugar de Adeje en 1.605, conminaba con multas... y prohibía «las reuniones de varones y hembras a velar a los moribundos, así como de hacer procesiones (léase rogativas) fuera del lugar en mucha distancia, de lo cual se siguen... muchas deshonestidades entre hombres y mujeres quedándose a dormir por los campos o quedándose atrás en las dichas procesiones en los barrancos y lugares escondidos...».

18  «Los quejidos de la coruja, la tristeza del alcairón y un murciélago en las casas, barruntan desgracias».

El canto del peroluis augura muerte. Por esto en los pueblos del Sur al oírlo, dicen: «¿A quien se irá a llevar?». «Cuando el papagayo (ave del país) canta en las cercanías de un enfermo, anuncia muerte; como también una bandada de cuervos que se pose en las inmediaciones», los perros aullando, etc.

Si por la noche se ve un tajos (ave) en puntos próximos a la casa en que haya un cadáver de cuerpo presente, «es señal segura de que elxaxo va camino de Chineche».

19  Hemos tratado a uno de estos visionarios de Chirche, Guía, que él con otros vieron muchas veces un xaxo «salir echando chispas de una cueva del barranco de los Ovejeros en dirección a la de Sámara», hasta que el célebre animero tío Roque, de la Vega de Icod, logró con un conjuro meterlo por la boca del Teide.
La civilización ha transformado el xaxo arrimado de los guanches en ánima arrimada y al hechicero o samarín en animero, con ligeras variantes en los procedimientos; pero lo que no ha variado, ni siquiera en los nombres, son las Cuevas de Sámara ni el Infierno.
20  Derívase este nombre de las cuevas denominadas Sámaras donde parece tenían algo así como seminarios.

Aún es célebre la Cueva de Sámara, en las cumbres de los caseríos de Arguayo y Chío, en Guía; y sobre todo la Cueva de Sámara que se extiende algunos kilómetros, según se cree, desde la Montaña de Las Negras junto al Teide a 2 ó 3 kilómetros, hasta el puerto de San Marcos en Icod. Se dice que comunica con dicho subterráneo el convento Agustino de Icod.

Existen varios lugares en la isla que llevan el apelativo de Samarines porque éstos vivieron en ellos:

Playa y Cueva de Samarines, entre Candelaria y El Socorro de Güímar, y Barranco y Salto del Samarín, cerca de la Cueva de San Blas, en Candelaria; Salto y Fuente del Samarín en el monte de La Esperanza, El Cosario; El Samarín, próximo a Chinguaro, Güímar (Doct0.); El Salto del Samarín, en el Lomo de Valeria, en Fasnia; Casa del Samarín, junto al Morro del Tagoro, casco de Granadilla; y Salto del Samarín, sobre Los Frontones también en Granadilla; Cueva del Samar o Samarín, en Aldea de San Miguel; Salto de Samarines, al naciente de Cruz Cambada, en Chasna; Cueva del Samarín ya más conocida de Los Machines, en Valle San Lorenzo, Arona; Samarines, frente a Hoya Grande y Cuevas del Samarín en las Cuevas del Miedo en Tejina, la primera en Adeje y la segunda en Guía.

21  Hasta fines del primer tercio del siglo pasado, en los pueblos del Sur eran conocidos los curas con el nombre genérico de babilones y particularmente los frailes mendicantes, de los que se conservan aún refranes alusivos a su costumbre de pedir, como por ejemplo.

«¡Ahí vienen los babilones, apretar bien los zurrones!», es decir, llenarlos bien.
22  (Vid. Tomo I, pp. 112, 131, 294).

ANOTACIONES

(1) En este punto Bethencourt Alfonso, al ser coherente con su teoría del origen ibérico de la población guanche, comete un error histórico al considerar esculturas guanches las imágenes religiosas de la Virgen de Candelaria, la de Abona, etc. En cualquier caso fue una opción teórica que él eligió consciente y plenamente informado; para confirmar esto basta leer el anexo documental del Tomo I, donde se incorporó la respuesta dada por D. José Rodríguez Moure ante el informe emitido por Campbell sobre el origen de la antigua escultura de la Virgen de Candelaria. En la conocida obra del presbítero Rodríguez Moure, podemos encontrar la traducción que él hace de la información dada por el Padre Andrade y el Obispo D. Bartolomé García Jiménez acerca de las inscripciones que bordeaban la túnica de la primera escultura de La Candelaria. (Vid. «Historia de la devoción del pueblo canario a Ntra. Sra, de Candelaria». Santa Cruz de Tenerife, 1913; pág. 62).

(2)  Repetimos lo dicho en la nota anterior y recordamos que las investigaciones histórico-artísticas hechas en torno a la primitiva imagen de La Virgen (morena-negra) de La Candelaria, demuestran lo erróneo de la afirmación hecha por Bethencourt Alfonso. La aparición de la Virgen de Candelaria a los guanches en las playas de Chi-misay se vincula a los primeros momentos de conquista y evangelización de las Canarias. Para algunos autores esa aparición de la imagen se pudo haber realizado en torno al período 1390-1392; sin embargo otros autores retrasan la fecha hasta 1400-1450. Pero de lo que no cabe duda es que la citada escultura tenía características góticas y procedía del continente europeo. Para el profesor Hdez. Perera, esta imagen de La Candelaria, no la podemos seguir vinculando desde el punto de vista artístico con la imaginería mariana mallorquína del siglo xiv; sin embargo debemos contemplar un posible origen en el sentido de: «... momento decisivo para Castilla fue la llegada de las corrientes flamencas propagadas por Haneuin de Bruselas, Egas Cuentan y Juan Alemán en el primer tercio del siglo xv». (Jesús Hernández Perera. «Precisiones sobre la escultura de La Candelaria venerada por los guanches de Tenerife» en Anuario de Estudios Atlánticos. Madrid-Las Palmas: C.S.I.C.-Casa de Colón, 1975; pág. 62).
(3)  Ya hemos comentado que el profesor Alcina Franch ha dedicado muchos años a desarrollar su tesis trasatlantista, donde se consideran las similitudes culturales existentes entre el ámbito mediterráneo-africano, el archipiélago canario y el mundo americano. Dentro de esas similitudes destacan la presencia del asa-vertedero, la figurillas femeninas perniabiertas, las pintaderas, los cuencos trípodes; así como la realización de prácticas de momificación.

(4)  En esta descripción, nuestro autor, llevado de su interés por la cultura guan-che realiza una transposición en el tiempo, cargando las tintas en la idea idílica de este ritual propiciatorio.

(5)  Esta costumbre del día de finados tiene, a nuestro parecer, más relación con el sistema de previsión, para la vida en el más allá, utilizado por los creyentes católicos a lo largo de todo el Antiguo Régimen en Canarias que con una posible supervivencia guanche.
(6)  Este idolillo fue publicado en el Tomo I, de la Historia del Pueblo Guanche.


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