LAS CANARIAS ORIENTALES Y VECINA COSTA AFRICANA EN EL HOLOCENO
Francisco García-Talavera C.
Introducción
De todos es sabido que al finalizar la última gran glaciación del
Pleistoceno sobrevino un intenso cambio climático que afectó sobremanera al hemisferio
Norte. Las tierras que habían estado cubiertas por casquetes glaciares se vieron libres
de ellos paulatinamente y a medida que se iban fundiendo los hielos, el nivel del mar -que
llegó a estar 120 m por debajo del actual- ascendía, quedando sumergidas las costas
bajas. Testigos de estas oscilaciones son las "playas levantadas", "playas
sumergidas" y las plataformas insulares conocidas como "veriles", de gran
extensión en las costas de Fuerteventura y del Norte de Lanzarote. Como es lógico, los
seres vivos acusaron estos cambios y en muchos casos se vieron obligados a emigrar, si las
barreras biogeográficas no se lo impedían, o a extinguirse. Por esa época el hombre
pasó del Paleolítico al Neolítico, iniciando migraciones en busca de nuevos territorios
por colonizar. También por esas fechas llegó al Norte de Africa, procedente de Oriente
Próximo, el tipo humano conocido como mediterráneo robusto, poseedor de la cultura
Capsiense. Fue también el momento del encuentro de estas poblaciones, que pueden llamarse
protobereberes, con los mechtoides (cromañoides) autóctonos de la región, a los cuales
fueron asimilando y desplazando hacia el Oeste y Sur.
Durante los últimos 10.000 años, el Norte de Africa, y en
consecuencia Canarias, acusó varias oscilaciones climáticas en las que la franja
desértica del Sahara se estrechaba en épocas de mayor pluviometría y humedad,
permitiendo asentamientos humanos en torno a lagos y ríos, hoy totalmente secos
(Petit-Maire, 1985). Hubo, por lo tanto, avance de poblaciones negroides hacia el Norte y
blancas hacia el Sur y el Oeste, produciéndose enfrentamientos, desplazamientos y
asimilaciones antropológicas y culturales.
Es en este contexto, según nuestra opinión, donde habría que
analizar una hipotética llegada fortuita de los primeros pobladores a las islas
orientales, debida a diversos motivos: presiones antrópicas y climáticas, el azar o la
simple curiosidad, probablemente desprovistos de cualquier estrategia colonizadora.
La gran isla
"Mahan"
Dentro de una síntesis paleogeográfica de las islas orientales a lo
largo del Holoceno (Cuaternario reciente), cabe resaltar importantes cambios en la
configuración de las mismas. Como botón de muestra diremos que durante el máximo
glacial würmiense, hace 18.000 años, Lanzarote, Fuerteventura y las isletas e islotes,
junto a algunos bancos submarinos como el de Amanay (-25 m), conformaban una sola isla de
más de 200 km de longitud y una superficie superior a los 5.000 km2, orientada
paralelamente a la costa africana y siguiendo las directrices de la geotectónica de esta
región atlántica. A su vez, la distancia que en aquel tiempo separaba esa gran isla, que
llamaremos "Mahan", del vecino continente no era superior a los 60 km. (en la
actualidad son 95). Si, además, tenemos en cuenta que en esa época el Sahara estaba
pasando por una de las etapas de máxima aridez, no resulta descabellado pensar en
poblaciones paleolíticas localizadas en la franja costera, más húmeda y con abundantes
recursos marinos a su alcance. La falta de documentación arqueológica, en este caso, es
debida a que probablemente los yacimientos fueron destruidos por la erosión marina o
están sumergidos en la plataforma continental. Por eso solamente aparecen restos
neolíticos, época en la que el mar ya había alcanzado aproximadamente su nivel actual.
Con toda certeza en muchos días del año en los que la atmósfera estaba limpia, libre de
las tormentas de polvo y de la humedad litoral, las cumbres de nuestra gran isla eran
visibles desde las atalayas más elevadas de la vecina costa de Tarfaya -como incluso
ocurre actualmente- ofreciéndose como tentadora "terra incognita" a nuestros
primitivos vecinos. ¿Intentaron dar el salto ya en esas fechas?.
La idea no parece tan descabellada si consideramos la presión
climática y/o antrópica que tendrían dichas poblaciones en aquella época, máxime si
tenemos en cuenta antecedentes documentados arqueológicamente, como es el paso -hace
11.000 años- desde Nueva Guinea a Nueva Bretaña, atravesando el brazo de mar de 88 km
que separaba ambas islas (Specht et al., 1983). Más cercano a nosotros y por las mismas
fechas, los primitivos pobladores de Grecia cubrían una distancia de 150 km entre el
continente y la isla de Melos en busca de obsidiana (Cherry, 1981).
A partir de la finalización de la última glaciación cuaternaria
(Würm) el clima holoceno se fue haciendo gradualmente más cálido y húmedo, a medida
que se fundían los hielos y subía el nivel del mar. En unos 9.500 años B.P. han sido
datados los nidos de Anthophora (un tipo de abejas) que aparecen por centenares
bajo las dunas de La Pared (Fuerteventura) los cuales se corresponden, con toda
probabilidad, con los encontrados en La Graciosa, Los Jables y otros puntos de Lanzarote y
Fuerteventura. La presencia masiva de estos nidos petrificados, así como la de los
millares de moluscos terrestres que los acompañan, es indicativa de una rica vegetación
silvestre, que tendría su correspondencia en la costa del vecino Sahara. Precisamente en
las formaciones dunares de La Pared encontramos hace años (1989) -sobre un extraordinario
yacimiento paleontológico, con miles de huesos y algunos huevos de la pardela fósil Puffinus
holei, así como restos de otras aves, moluscos terrestres y nidos de Anthophora-
industria lítica de basalto, de factura tosca y bastante eolitizada. En su momento, les
enseñé a los especialistas numerosas muestras de lo que parecen ser puntas de flecha,
buriles, cuchillos, raederas, etc. pero no le dieron mayor importancia, pues se salian de
la "norma" y no concordaban con la opinión vigente acerca de la fecha del
poblamiento de las islas. Desgraciadamente, y a pesar de nuestras reiteradas advertencias
a las "autoridades competentes", el yacimiento ha sido practicamente destruido
por las palas mecánicas en aras del "desarrollo", y es ahora cuando se habla de
la presencia de artefactos líticos en ese yacimiento (Meco, Fontugne y Onrubia, 1995).
El poblamiento
Una nueva oscilación climática ocurrió hace aproximadamente 4.500
años, volviéndose a la aridez, y es en esa época cuando tendríamos de nuevo una
población enfrente con posibilidades de cruzar el charco y presionada por los rigores
climáticos (Petit-Maire y Dutour, 1987). ¿Lo hicieron esta vez?. En mi opinión, y en la
de tantos otros: Cuscoy, Fusté, Schwidetzky, etc., sí, ya que este pueblo era poseedor
de la cultura normalmente conocida como neolítico de tradición capsiense, con un cierto
grado de conocimiento que le permitiría hacerlo. Además, ya están apareciendo datos que
inducen a pensar en ello (Meco et al., 1995). En cualquier caso, es éste uno de
los puntos que más controversia han suscitado a lo largo del tiempo y que,
presumiblemente, seguirá dando que hablar.
Fue, en el último milenio antes de nuestra Era, cuando un nuevo
período húmedo permitió durante siglos el poblamiento del Sahara Central, así como un
nuevo avance de los pueblos del Africa blanca hacia el Sur y Oeste. Es muy probable que
por esas fechas poblaciones del litoral sahariano ya hubiesen entrado en contacto con
algunas de las grandes culturas mediterráneas (egipcios, fenicios, cartagineses, griegos,
etruscos, romanos, etc.) y que por lo tanto fueran transportados o incentivados
determinados contingentes humanos para su desplazamiento a las "maravillosas
islas" (Hespérides, Afortunadas, etc.), como les sucedió a las poblaciones
bereberes situadas más al Norte (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia). Por lo dicho
anteriormente, existen posibilidades de que los recién llegados se encontraran con la
sorpresa de que las islas, al menos las orientales, ya estaban habitadas. En este caso,
una hipótesis a considerar sería la división étnica, seguramente tras confrontaciones,
en territorios separados como sucedió en Fuerteventura (La Pared). Más tarde sobrevino
el que sería definitivo período de aridez, con la paulatina desertización de la
región, salvo pequeñas oscilaciones como la ocurrida hacia la mitad del primer milenio,
o la llamada "pequeña edad glaciar" (siglos XIII al XIX).
A la vista de esto, un hecho está claro: la íntima relación entre
las migraciones humanas y los cambios climáticos, que se ha venido repitiendo a lo largo
de la Historia. Extremo éste a tener en cuenta a la hora de barajar fechas y
posibilidades para el primer poblamiento de nuestras islas.
Por la misma razón, no se pueden obviar la fauna y flora terrestre,
compuesta de pequeños mamíferos y reptiles, aves, moluscos terrestres e insectos
fundamentalmente, plantas suculentas, y escasa vegetación arbórea (palmeras y
tarajales), aunque, en cierto modo, no muy diferentes a las de su lugar de origen, si
exceptuamos los grandes vertebrados terrestres. Lo mismo sucedió con las escasas
disponibilidades hídricas, fundamentalmente en Lanzarote, con que se encontraron los
primeros pobladores, factores que pudieron frustar algún que otro intento de
colonización, máxime si se trataba de un reducido grupo de viajeros de
"fortuna" que llegaron a bordo de embarcaciones rudimentarias (foles, balsas,
etc.) y sin apenas recursos animales y vegetales.
Incidencia del volcanismo
Otro aspecto a considerar cuando se abordan estudios paleoambientales y
de poblamiento en islas como Lanzarote y Fuerteventura es el volcanismo. Este fenómeno
geológico, con toda probabilidad, ha marcado la prehistoria de las islas. Desde el
momento de su llegada, el primer grupo humano que se asentó en ellas se encontró con un
medio diferente al de procedencia, siendo la orografía y el suelo volcánico un hándicap
para sus actividades. La cultura material se vió afectada, asimismo, y hubo que buscar en
las rocas ígneas sustitutos a los utensilios y armas, mayoritariamente silíceos, que
poseían en el continente.
Es posible que las propias erupciones volcánicas tuviesen una notable
influencia cultural, especialmente en las manifestaciones cultuales mágico-religiosas.
Aunque no hay noticias directas de actividad volcánica prehistórica en las islas
orientales, es muy probable que los primeros pobladores, o las generaciones descendientes,
asistieran en directo a uno de los espectáculos más impresionantes que nos puede deparar
la madre Naturaleza. Erupciones como la del Corona, en el N. de Lanzarote, muy bien
pudieron sorprender a los primeros mahos, si se consigue demostrar que su arribada a
"Mahan" no fue tan próxima a nuestra era como hasta ahora se piensa. En
cualquier caso, es indudable que la vida del lanzaroteño siempre ha estado marcada de una
u otra manera por el volcán, llegándose incluso a tener que evacuar la isla bajo la
amenaza de la interminable erupción de 1730-36, que cambió la fisonomía de un quinto de
la superficie insular. En definitiva, observamos que las erupciones volcánicas, como
tantas veces ha sucedido en la Polinesia, pueden afectar drásticamente a la población de
pequeñas islas como Lanzarote y tengan que buscar refugio fuera de su ámbito. En
Fuerteventura, al tener bastante más superficie, menos actividad volcánica reciente, y
más recursos hídricos (al menos en la época prehistórica), el problema no debió de
ser tan dramático.
No obstante, y para concluir, diremos que cualquiera que sea la fecha
de arribada de los primeros habitantes a las islas orientales, el poblamiento se llevaría
a cabo, con seguridad, de manera casi simultánea en Lanzarote y Fuerteventura, dada la
realidad geográfica a que antes aludíamos. El parentesco cultural y antropológico
encontrado entre los pobladores de ambas islas (mahos) por los conquistadores normandos
sugiere que, a pesar de que llevaban cientos de años "desconectadas", poseían
un sustrato africano común, independientemente de las más que probables posteriores
colonizaciones, también con gentes procedentes del vecino continente por sus propios
medios o transportados por otros pueblos mediterráneos.
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* Publicado en 1997
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