UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1521-1530
CAPITULO VI-XXXIV
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1530 Julio 30.
1.340-1.-Acta de presentación de
una Cédula Real ante el Ldo. Juan de Santa Cruz, teniente de Gobernador por don
Pedro, y Vallejo, escribano del Cabildo, por Francisco
Ximenes, va, que sigue original. 30-VII-1530. (Datas de Tenerife,
libros I al IV)
1530 Agosto 9. El Ilustrísimo Señor don Luis Cabeza de Vaca, obispo
que a la sazón era de estas islas, dio esta santa casa de Nuestra señora de
Candelaria a los padres de la orden de Señor Santo Domingo, en 9 de agosto,
siendo vicario provincial fray Diego de la Fuente y después, año de 1534, se la confirmó don
Pedro Hernández de Lugo, segundo Adelantado de las islas de Canaria, hijo de
Alonso Hernández de Lugo, estando en cabildo, viernes 14 de diciembre, siendo
vicario provincial fray Alonso de ]a Anunciación y año de 1536 la confirmaron
la reina doña Juana y la emperatriz doña Isabel, gobernadoras que eran de
Castilla por ausencia del emperador nuestro Señor y después, año de 1542 se la
confirmó el Sumo Pontífice Paulo tercero.
Según el lugar que ahora tiene
por los reverendos padres de la orden de Santo Domingo, esta santa imagen trujeron
dos veces de la cueva donde estaba, a esta casa donde al presente está, y
tantas se volvió a su cueva, hasta que por ruegos y plegarias, servicios y
procesiones, ha tenido por bien estarse.
También me pareció poner aquí un
traslado de un original que se tomó en testimonio, de la cera que parecía en
tiempo de gentiles, y después de reducida a la fe católica, en tiempo de
cristianos, y aún en nuestros días parece; y por gloria de Dios y honra de su
sacratísima majestad la
Virgen María Nuestra Señora, quíselo poner como está, que es
del tenor siguiente: In nomine Domini, amen. Sepan cuantos este presente
instrumento de fe vieren, como en la villa de San Cristóbal que es en la isla
de Tenerife, domingo veinte y cinco días del mes de junio, año de 1497, en presencia
del muy virtuoso caballero Alonso de Lugo, gobernador de las islas de Tenerife
y La Palma por
e] Rey y Reina nuestra Señora, en presencia de mi Fernán Dálvarez, canónigo de
la iglesia de Canaria, por la autoridad apostó1ica público notario, e de los
testigos que de yuso serán escriptos sus nombres, pareció presente el honrado y
discreto varón Antonio de Arévalo, contino criado de los Reyes Nuestros
Señores, e dixo que por quanto en esta dicha isla se decía de público y era
notorio un milagro que cada año acontecía de veinte años a esta parte, en un
cierto término desta dicha isla, que por ende pedía y pidió al dicho señor
Gobernador mandase tomar testigos dignos de fee, para certificación del dicho
milagro, para lo mostrar en cualquier e qualesquier partes donde fuese dicho,
para aumentación de la [devoción] de los fieles cristianos donde fuese mostrada
alguna parte de la dicha cera o de ella fuese fecho mención; e que rogaba e
requería a mí el dicho notario que lo que así dijesen los dichos testigos que
por él me fuesen presentados ante el dicho señor Gobernador, que lo diese por
testimonio en manera que hiziese fe donde quiera que fuese mostrado.
Luego encontinenti el dicho
Antonio de Arévalo presentó por testigos a Pedro Fernández e Diego Fernández e
Alonso Sánchez de Morales, naturales de la isla de Fuerteventura e vecinos
desta dicha isla de Tenerife, e Gonzalo Méndez Castellano, e Pedro Maninidra, e
Pedro Mayor, naturales de la isla de Gran Canaria, y Pedro de Herbas e Iboñe de
Armas, vecinos de la dicha isla de Gran Canaria, que ahora están y habitan en
esta isla de Tenerife; los cuales dijeron, y cada uno de ellos dixo como era
verdad que cada año, siendo esta isla de infieles, que venían a ella los fieles
cristianos que moraban en estas islas comarcanas, a estar en navíos, para
saltear e tomar de los canarios que llamaban guanches, que aquí vivían; e como
descendían en aquella parte que se dize de Güímar, que es en esta dicha isla,
que fallaban la dicha cera e la llevaban e tenían e tienen en gran reliquia e
veneración.
E los dichos Pedro Hernández e
Alonso Sánchez de Morales e Diego Fernández e Gonzalo Méndez e Pedro Maninidra
e Pedro Mayor digeron que de quatro años a esta parte han visto la dicha [cera]
en la dicha isla e han sido presentes, con otros muchos, quando se fallaba la
dicha cera en el dicho lugar de Güímar; y los dichos Pedro de Herbas e Ibone de
Armas digeron que a veinte años, poco más O menos, que saben y vieron traer de
la dicha cera a muchas personas; e todos digeron e cada uno de ellos dixo que a
las veces parecía cantidad de diez a doze libras, e otras vezes quinze e veinte
]ibras; e que saben que este año pareció cantidad de veinte libras e más; e que
los dichos Pedro Hernández e Diego Fernández e Alonso Sánchez de Morales e
Pedro Mananidra e Pedro Mayor fueron en la fallar este dicho presente año,
quatro o cinco días antes de la
Purificación de Nuestra Señora la Virgen María ; e que
han oído dezir a muchas personas que la han fallado, que siempre por este
tiempo se falla e parece; e que esto era y es verdad e muy notorio ansí en esta
isla de Tenerife, como en las otras islas de Canaria comarcanas a ella, porque
muchas personas, como dicho es, la han fallado; e que este presente año fueron
más de veinte personas cuando apareció, que habían ido en busca de esclavos de
vecinos que se habían ausentado; y que así pasa y es verdad.
De lo qual el dicho Antonio de
Arévalo pidió y rogó a mí el dicho notario ge lo diese así por testimonio, en
manera que hiciese fee.
E yo el dicho Fernán Dálvarez
notario suso dicho infrascripto do fee e hago saber a qualquier e qualesquier
personas ante quien este testimonio fuere mostrado, que pasa así en verdad todo
lo suso dicho, e que es así muy notorio en estas dichas islas de Canaria; e que
este presente año, al tiempo que se halló la dicha cera, no había candelas para
decir misa ni para bendecir el día de la Purificación de
Nuestra Señora la Virgen
María , por cuanto en esta isla no hay colmenas para sacar
cera, sino la traen de la
Gran Canaria , por ser esta dicha isla nuevamente ganada de
mano de infieles e puesta debaxo del yugo de Nuestro Salvador Jesúcristo; e
trogeron la dicha cera, e yo el dicho notario, que al presente sirvo para cura,
hobe e receví doze libras de la dicha cera; e así otras tantas fize haber al
mayordomo de la iglesia, para celebrar el Cuerpo divino; de la qual yo di
cierta cantidad al muy reverendo en Cristo padre y señor don Diego de Muros,
obispo destas islas e obispado de Canaria, que aquí vino a visitar esta dicha
isla e iglesia della; el qual envió de la dicha cera a Santa María de Guadalupe
e otras iglesias del dicho su obispado, para que la tuviesen en reliquia.
A lo qual todo que dicho es
fueron presentes por testigos los honrados varones Fernando de Truxillo,
lugarteniente de gobernador en esta dicha isla, e Pedro Mexía e otras muchas
personas; que fué e pasó lo suso dicho en el mes e año suso dicho. E yo Fernán
Dálvarez, clérigo de la di6cesis de Jaén, canónigo en la iglesia de Canaria,
por la
autoridad apostólica público
notario, en uno fuí presente con los dichos testigos e vi e oí todo lo suso
dicho e en nota recebí, de donde este público istrumento con mi propia mano
saqué y escrebí, siendo para ello llamado e requerido e rogado. Fernán
Dálvarez, apostó1ico notario.
Por este instrumento se parece el
cuidado que Nuestra Señora de la
Candelaria tenía de proveer de cera para sus festividades. y
de aquí se da por reliquia todos los años unas candelas pequeñas a los que van
en romería a su santa casa, con las cuales obra Nuestra Señora admirables
obras, apagando fuegos, aplacando tormentas en la mar y tierra, y en partos de
mujeres, truenos y relámpagos, en enfermedades, encendiendo las dichas
candelas. (Fr. J. Abreu Galindo; 1977: 310-13)
1530 Octubre 15.
En este tuvo principio aquella
memorable fundación del real convento de Candelaria, que deseaban imitar los
dominicos de La palma en el santuario de las Nieves. Hemos referido el origen
de esta devota imagen de Candelaria, las circunstancias peregrinas de su
hallazgo, la estimación en que los guanches la tuvieron y el celo con que los
conquistadores y pobladores de Tenerife promovieron sus cultos.
Apenas se sometió la isla,
celebraron los cristianos la fiesta de la Purificación , sacando
la imagen de su cueva y llevándola en procesión sobre los hombros de los
reyezuelos vencidos, y como en esta ocasión había arrojado el mar a aquellas
playas diez torales de cera, reputándola todos por milagrosa, hicieron de ella
las candelas que sirvieron para alumbrar en la función; cuya circunstancia,
unida al fenómeno de ciertas luces fosfóricas que se solían ver por las noches
en los arenales vecinos y se juzgaban procesiones angélicas, encendieron la
devoción de modo que, después de haberse consagrado la cueva de Achbinicó para
iglesia de aquel territorio con cura y pila bautismal, el segundo adelantado,
don Pedro Fernández de Lugo edificó en 1526 una ermita mucho más decente,
adonde fue trasladada la santa imagen, no sin repugnan-
cia suya, pues se huyó y se
volvió a su cueva dos veces, como escriben con admirable candor nuestros
autores de milagros.
Pero para que la devoción ala
Virgen fuese en aumento y aquel santuario, a que acudían en romería fieles
cargados de limosnas, estuviese más bien servido, el obispo don Luis Cabeza de
Vaca, que lo visitó, acordó encomendar el cuidado y administración de la imagen
a los religiosos dominicos, para lo cual, de convenio con fray Diego de la Fuente , vicario provincial
de la orden, despachó su licencia, en 9 de agosto de 1530, a fin de que pudiesen
fundar allí un convento con número competente de religiosos, quienes, con
efecto, cuatro meses después tomaron posesión de la ermita.
Mas habiendo sobrevenido en el
mismo año sede vacante, por la promoción de aquel prelado a Salamanca, se
suscitó por parte del clero secular una contradicción tan fuerte, que los
dominicos hubieran cedido enteramente el puesto envidiado, si al cabo de cuatro
años no hubiese salido a su defensa el ayuntamiento de la isla, haciéndoles
plena donación de aquel territorio, casa, cueva de San Blas y santuario de
Nuestra Señora, desde los riscos hasta el mar y desde el pozo viejo hasta la
ermita de la Magdalena ,
que fabricó el Adelantado. Esta data fue en 4 de diciembre de 1534. [...]
El rey pidió informes al
gobernador de Tenerife; Antón Joven, teniente suyo, los dio muy favorables; y,
en vista de ellos, se expidió en Madrid la real cédula de 24 de diciembre de
1535, confirmando la donación del Ayuntamiento hecha a la orden de predicadores
ya sus frailes. Pero el clero secular de la diócesis, que creía contraria al
derecho parroquial esta absoluta donación de un santuario donde había pila
bautismal y que era cada día más importante por las liberalidades del pueblo,
se ofendió tanto de ella, que el canónigo Pedro Samarinas, en 1539, puesto a la
cabeza de algunos que había acaudillado, se entró de repente en el convento y a
mano armada desalojó a los religiosos, que en la resistencia recibieron algunos
golpes.
Fácil es concebir las quejas
amargas con que los heridos y despojados recurrieron, no sólo al pie del Trono,
sino a también a Roma. El emperador Carlos V, en 27 de agosto del mismo año,
les despachó su real cédula de restitución, que el papa Paulo III corroboró por
su bula de 26 de mayo de 1542, el octavo de su pontificado, concebida en los
términos más claros y honoríficos. Sin embargo, al año siguiente, hallándose el
obispo don fray Alonso de Virués en la visita general de la diócesis, se volvió
todavía a despertar la controversia con los frailes y, para cortarla de raíz, se
creyó preciso plantificar entreellos y el ordinario un convenio perpetuo, por
el cual el convento cedía la cueva de San Blas al cura de aquel territorio de
Güímar, y el ayuntamiento daba en equivalente a los frailes la ermita del
Rosario, que ellos renunciaron algún tiempo después.
Parecía que, habiendo triunfado
los religiosos de tan obstinada contradicción y estando ya tranquilos
poseedores de aquellos santos lugares, se aplicarían a procurarse un
establecimiento más cómodo en iglesia y convento; pero vemos que en el espacio
de más de un siglo vivieron como peregrinos, no siendo ya los clérigos sino los
mismos frailes o, por mejor decir, los moros, los que les obligaban a pensar en
irse con el arca a mejor tierra de promisión.
Era, pues, el caso que las
frecuentes correrías de los berberiscos por nuestras costas y sus incursiones
en los pueblos hacían temer con razón a los religiosos de Candelaria algún
desastre de parte de un enemigo feroz que amenazaba de continuo unas playas
solitarias y sin defensa y que era atraído del incentivo de un santuario
famoso, reputado por rico. Así, deseosos aquellos padres de ponerse al abrigo
de este riesgo y quizá de salir de aquella Tebaida marítima, pensaron en
trasladar la casa a paraje menos áspero y más seguro, a cuyo fin obtuvieron
facultad de Felipe II, en Aranjuez a 9 de marzo de 1569, para poder mudarla al
puerto de Santa Cruz. [...]
Como por fortuna los enemigos no
se dejaron ver entonces, se quedó dormido el proyecto, bien que no pudo dormir
mucho, porque los mismos moros tuvieron cuidado de despertarlo. Por agosto de
1626 se recibieron varios avisos de que intentaban pasar a saquear el convento
y llevarse cautivos todos los guanches. A esta voz el padre Herrera, que era
prior, no tardó en volver a reconvenir a la ciudad con el riesgo inminente y
con la cédula de Felipe II, para que se ejecutase la deseada traslación.
Dividiéronse los regidores en varios pareceres.
Unos querían que se estableciese
el convento en la ermita de San Juan, Llano de Los Molinos, extramuros de La Laguna ; otros que en la
ermita de La Esperanza
o en el Llano del Moro y que, mientras se consultase al rey, se mantuviese la
santa imagen en el convento de Santo Domingo de la ciudad, adonde se había
llevado con motivo de aquel rebato.
El rebato pasó y la imagen se
restituyó a su antiguo solar de Candelaria, asistida de su comunidad de
capellanes, aunque siempre con la dura pensión de tener que andar casi
continuamente fugitiva. Verificóse así en septiembre del año siguiente, con
motivo de haber entrado los argelinos en las costas de Canaria fronterizas de
Tenerife, y se verificó igualmente en octubre de 1635, cuando estando sobre
ambas islas una armada que se creyó de moros, mandó el ayuntamiento que la
imagen fuese llevada prontamente al lugar de Güímar.
En esta suerte de incertidumbre
se mantuvo el destino del convento de Candelaria, hasta que en el año de 1668
se pudieron fijar las ideas, con motivo de las siguientes circunstancias. Por
la falta de lluvias se había llevado a la ciudad en rogativa la santa imagen;
seguíanse allí los novenarios de costumbre, cuando, en el cabildo del día
6 de abril, se presentó al
ayuntamiento el padre maestro fray Alonso Talarico Cabeza de Vaca, provincial
de Santo Domingo, reconviniéndole nuevamente con la antigua real
cédula para trasladar a Santa
Cruz el santuario de Candelaria, con los acuerdos que en diversos tiempos se
habían hecho sobre este punto y con varias observaciones contenidas en una
larga petición.
Convocóse a cabildo general el 20
de aquel mes; y, aunque discordaron mucho los regidores en sus votos, pues unos
decían que nada se innovase y que se reedificase el templo en donde estuvo al
principio; otros, que se estableciese sobre el cerro de la ermita de la Magdalena , divertiendo
el barranco; otros, que en la de La Esperanza ; otros cuatro, que en la de Nuestra
Señora de la Paz ,
entre la villa de La Orotava
y su Puerto; y otros, en fin, que en el lugar de Santa Cruz; el corregidor don
Martín de Mirabal, reflexionando que la mayor parte de votos estaba a favor de
la traslación del convento, por los peligros a que estaba expuesto en aquel
arenal, donde eran casi imposibles las fortificaciones para defenderlo, a causa
de lo que costarían, proveyó auto mandando que
se trasladase al sitio que llaman
de La Paz en el
valle de La Orotava ,
con tal que el provincial y capítulo de los padres dominicos reconociesen
siempre el patronato,
en cuya posesión estaba el
ayuntamiento a nombre del rey.
De este decreto apelaron a la
audiencia de Canaria los regidores de la parte de acá del Barranco Hondo. Pero
la más eficaz apelación fue la que se interpuso para con el pueblo, pues apenas
se divulgó la noticia por la ciudad, cuando, alborotándose toda de un cabo al
otro, corrieron de tropel los vecinos a la media noche y, rodeando el
monasterio de Santa Catalina, donde estaba la imagen en novenario, intentaban
arrebatarla y conducirla a la parroquia, para que los frailes no fuesen dueños
de ella. Sin embargo, se pudo serenar el tumulto; pero al día siguiente don
Luis de Mesa y Castilla, regidor y procurador mayor, pidió al ayuntamiento que
se nombrase apoderado para seguir la instancia en la Real Audiencia
contra la traslación a La
Paz. Don Cristóbal de Salazar y Frías pidió que se eligiese
un personero general para que se hiciese igual contradicción. Los curas
beneficiados de La Laguna
pidieron que no se permitiese llevar por entonces a Candelaria la imagen, hasta
no asegurarse de que la traslación se suspendería. El mismo provincial Talarico
declaró que desistía de todo pensamiento de mudanza. Finalmente, el licenciado
don Francisco Espinosa, como asesor del corregidor, revocó el antecedente
decreto, y se mandó que la imagen fuese restituida a su antigua casa y que no
se tratase nunca jamás de traslación.
Desde entonces pudieron aplicarse
los religiosos con más tranquilidad a promover la devoción y reedificar el
convento, que de día en día se fue aumentando con las ofrendas y romerías.
Fabricóse con estas limosnas un nuevo templo de tres naves, respetable y
suntuoso, a que principalmente contribuyó con largas cantidades el obispo don
Bartolomé Ximénez, su inmortal bienhechor; y, concluido en 1672, se colocó en
él la santa imagen con regocijo universal de los pueblos. Ésta fue la época en
que empezó a ser más admirable el aseo de aquel santuario, su capilla mayor,
sus lámparas, sus pinturas, sus votos, su sacristía y sobre todo el camarín y
guardajoyas.
Consagróle en 28 de diciembre de
1739 don Domingo Pantaleón Alvarez de Abréu, arzobispo de Santo Domingo y
devotísimo, como buen canario, de esta patrona general de las Islas. [...]
Han escrito de intento sobre esta
imagen, su aparición y sus milagros el padre fray Alonso de Espinosa, natural
de Alcalá de Henares, que, habiendo tomado el hábito de Santo Domingo en
Guatemala, se vino a Tenerife, movido de las maravillas que en aquellas
regiones oía de este simulacro, y, siendo predicador en Candelaria, solicitó,
año de 1590, licencia del ordinario de la diócesis para hacer las
averiguaciones precisas sobre el asunto. [...] Imprimió las dichas noticias,
con otras relativas a la descripción e historia antigua de Tenerife, en
Sevilla, año de 1594. [...]
La comunidad de Candelaria ha sido como de 24 a 30 religiosos, en cuyo
número se han contado sujetos de distinguidos méritos, por lo cual el padre
maestro Leal, ya citado, ponía entre las glorias de este convento la
circunstancia de que de veintisiete provinciales que hasta su tiempo había
tenido la provincia, los nueve habían sido priores de aquella casa. [ ...]
(Viera y Clavijo, 1991)
1528 Noviembre 18.
Real Cédula de Carlos V, protocolizado en el oficio de Antonio Ruiz de
Porras, Sevilla, hallada por el catedrático canario D. Enrique Marco Dorta,
trae curiosas noticias sobre la fortaleza de Las Isletas.
Gran Canaria alcanzó del Cardenal
Jiménez de Cisneros, gobernador de España, que el Cabildo tuviese como propio
dicho Castillo, que se había acabado de construir, pero siendo Gobernador de
Gran Canaria Hernán Pérez de Guzmán, tomo para sí la fortaleza, como también
Lope de Sosa, de lo que hubo queja e hizo información por mandato real el Juez
de residencia Doctor Anaya. Recayó luego Real resolución para que acabado el
gobierno de ese Gobernador, se restituyera la fortaleza al Cabildo, el cual
venía poniendo en ella Alcaide con señalamiento de salario; todo ello consta en
Real Cédula expedida en Burgos el 7 de Marzo de 1521 y dirigida al Gobernador
de Canaria Pero Xuárez de Castilla; pero como otros Gobernadores de Gran
Canaria insistieron en tomar para sí el fuerte del Puerto de la Luz , el Concejo de la Isla acudió de nuevo al
Monarca, por medio del Regidor Juan de Escobedo, y se dio nuevo mandamiento en
Real Cédula expedida en Toledo el 8 de Noviembre de 1528 y dirigida a Martín
Fernández Cerón, ordenándole la inmediata devolución del Castillo ala ciudad
(Archivo-Biblioteca de Darias Padrón).
No hay comentarios:
Publicar un comentario