UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1531-1540
CAPITULO VII-XI
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1537.
1.009-s. n.-Orden de sacar traslado de datas de Gonzalya en
el Palmar y en Taco. 1537. (Datas de Tenerife, libros I al IV)
1537. El Rey de la
metrópoli Carlos V expedía una Real Cédula en la que autorizaba al Cabildo
colonial de Benahuare (La Palma) para la construcción de un pósito, después de
que esta corporación informara al Emperador sobre la urgente necesidad de
contar con este tipo de almacenamientos. En estos ruegos al monarca venían
expuestos una serie de motivos que justificaban su fabricación: falta
sistemática de granos, debido a la climatología adversa, plagas, incendios y a
veces hasta volcanes que arrasaban todas las cosechas y causaban la muerte a
los animales.
Los colonos europeos proceden a la
constitución del Pósito institución que contribuiría a la consolidación de la
vida administrativa. Esta institución tenía como finalidad principal el
préstamo de granos a los agricultores y cubrir, en épocas de escasez, las
necesidades del vecindario, creándose luego sucursales en los pueblos. Las
primeras cuentas del Pósito de Mazo que aparecen asentadas datan de 1671. En
agosto de 1680 los vecinos, al tratar de ampliar la parroquia de la secta
católica de San Blas, señalan "que tenían decreto de la Ciudad para aplicar a esta
obra parte del caudal" de la citada institución. De esta manera los
fondos de la misma se aplicaban también a fines comunitarios distintos de los
estrictamente agrícolas, satisfaciendo así aquellas necesidades de la comunidad
vecinal que el Cabildo no atendía.
1537. El Rey de la
metrópoli Carlos V expedía una Real Cédula en la que autorizaba al Cabildo
colonial de Benahuare (La Palma )
para la construcción de un pósito, después de que esta corporación informara al
Emperador sobre la urgente necesidad de contar con este tipo de
almacenamientos. En estos ruegos al monarca venían expuestos una serie de
motivos que justificaban su fabricación: falta sistemática de granos, debido a
la climatología adversa, plagas, incendios y a veces hasta volcanes que
arrasaban todas las cosechas y causaban la muerte a los animales.
1537.
El rey español Felipe II concede
a los hermanos Antonio y Gonzalo Barbudo, como premio a los servicios que le
habían prestado en aguas americanas, armados en corso, para combatir al pirata
francés Jean Bontemps, licencia para “importar” esclavos negros del continente.
1537.
Simón Lorenzo trajo desde América
a Sevilla un valioso tesoro para la hacienda española, procedente de Nombre de
Dios.
Simón Lorenzo, que al servicio de
Portugal habla realizado diversos viajes al Brasil y a las Indias Orientales,
acabó por avecindar en la isla de Gran Canaria en unión de su esposa, Catalina
Núñez, judía lusitana oriunda de Castilla.
Ambos habían nacido en la villa
de Tavi1a, en los Algarbes. Simón Lorenzo era hijo de Antonio Lorenzo y Joanna
Gonzáles, naturales de "Uncarapacho o Moncarapacho" (sic), donde
vivieron dedicados al cultivo de sus tierras. Catalina Núñez lo era de Juan de
Soria (natural de un pueblo de Salamanca y avecindado en Avila, (desde donde se
trasladó a Lisboa como portero de la Alhóndiga real) y de Joanna Núnes, hija de un
mercader genovés.
Un hermano de Catalina Núñez,
Hernando de Soria, se trasladó más tarde a vivir a Las Palmas.
Del matrimonio de Simón Lorenzo
con Catalina Núñez nacieron dos hijos: Juana Gonzá1ez y Antonio Lorenzo Juana
González nació en Tavila y casó en Lisboa con Alvaro Machado, paje del marqués
de Villarreal, con quien apenas convivió unos días, pues desapareció en el
naufragio de uno de los navios de Simón Lorenzo cuando en compañia de éste se
dirigía a la India. En
segundas nupcias contrajo matrimonio con Joao Rodrigues de Acosta, hijo del
corregidor de la villa de Tavila, que falleció también en la India.
Juana González, viuda y sin
hijos, se trasladó a vivir a Las Pa1mas para compartir
el hogar de sus padres. Allí
moraba en 1575.
Antonio Lorenzo, el segundo hijo
del almirante Simón, seria con el tiempo escribano público de la ciudad de Las
Palmas, capitán de sus milicias y regidor de Gran Canaria.
En el desempeño del segundo de
estos cargos tuvo ocasión de emular las hazañas de su padre, como veremos en el
momento oportuno. Era hombre díscolo, inmoral y pendenciero, por lo que su
persona aparece complicada en múltiples procesos de la época. Casó tres veces:
la primera, con Maria de Villalobos, hija de Luís de Villalobos; la segunda,
con María de Pineda, hija de Hernando de Pineda y de Marina Díaz de la Mota , y la tercera, con
Isabel Trujillo, hija del licenciado Luís Melián de Bethencourt y de Beatriz de
Umpierrez. De este último matrimonio descienden directamente los alcaides
perpetuos de la casa-fuerte de El Romeral, en Gran Canaria.
Todos estos datos los conocemos
por distintos documentos de la Inquisición de Canarias, pues la mujer e hijos
de Simón Lorenzo estuvieron procesados por el Santo Oficio casi simultáneamente
(1572-1575): Catalina Núñez (una de cuyas hermanas había sido condenada a morir
en la hoguera en Portugal), por reiteradas sospechas de
seguir practicando la religión
mosaica; Antonio Lorenzo, por proposiciones heréticas,
y Juana González, por haber sido
instada por su hermano a presentar al visitador Bra-
vo de Zaya.s un memorial contra
la limpieza de sangre -oficialmente probada-del fis-
cal del Santo Oficio, licenciado
José de Armas, en el que daba como seguro que el
abuelo de este último, el
lusitano Pedro Días Coutinho, marido de Leonor de Armas,
era converso.
A los numerosos procesos
inquisitoriales de esta familia hay que añadir también el de Hernando de Soria,
en el que aparece probada la condición judaica de su padre, Juan de Soria,
así la contumacia de éste y de su hijo
Hernando en seguir ocultamente practicando ritos y costumbres mosaicas.
Reconocido además Hernando de Soria por "médicos y cirujanos", a
petición del Santo Oficio comprobaron,
sin lugar a dudas, que estaba circunciso. En vista de su edad setenta años fue
dispensado del tormento y resultó condenado a formar como penitente en el auto
de fe que se celebró en Las Palmas el 12 de marzo de 1581, donde abjuró
públicamente de sus errores.
En este mismo auto de fe desfiló
por las calles de Las Palma.s Catalina Núñez, la viuda: de Simón Lorenzo, a los
noventa años de su edad, condenada a idéntica pena que su hermano.
A.H. N.: Inquisición, legs. 1.817, 1.829, 1.831 y 1.832.
(En: A. Rumeu de Armas, 1991, nota a pié de página)
1537.
Una Escuadra francesa al mando de Monsieur Bnabo, ataca a la Flota de Indias cerca de
Titoreygatra (Lanzarote), saqueando algunas naves y dispersando a la Flota castellana. Enterado
el Almirante francés que muchos de los barcos de la Flota se habían refugiado en
Tedote n Benahuare (Santa Cruz de la
Palma ), se presenta ante este Puerto, siendo rechazado por
los navíos castellanos al mando del Capitán Simón Lorenzo.
Vuelven a Titoreygatra (Lanzarote) los franceses y a la altura del Puerto de Arrecife saquean otros dos barcos dela Flota de Indias. Enterado el Capitán General de la Flota , Don Miguel de Perea
de estos hechos en el Puerto de las Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran
Canaria), se dirige hacía la
Gomera con la idea de encontrar a los Corsarios franceses. No
lo consigue y continua hacia Benahuare (La Palma ) donde une sus fuerzas a las del Capitán
Lorenzo.
Vuelven a Titoreygatra (Lanzarote) los franceses y a la altura del Puerto de Arrecife saquean otros dos barcos de
Ya reunida de nuevo
Este episodio no acaba aqui. Uno de los tripulantes, Martin Marcel, sobrino de Juan Marcel, natural de Rouen, comerciante francés colono en Tamaránt (Gran Canaria), se fuga de la cárcel con otros 13 compañeros que se encontraban prisioneros en Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria). Roban un navío surto en el Puerto y arrumban a Erbania (Fuerteventura), donde son nuevamente capturados y ahorcados.
1537 febrero
14.
El Cabildo colonial obtuvo autorización del emperador de la metropoli Carlos I por una real carta y
provisión, expedida en Valladolid, para que en la villa principal de La Palma
repartiera doscientos solares y en las aldeas y lugares hasta cincuenta, a
personas pobres que no tuvieran casas..
“La Palma había conocido a
lo largo del siglo XV varios intentos de ocupación sin éxito. Los genoveses la
habían explorado a partir de 1341, cuando la expedición de Niccoloso da Recco
llegó a las costas de la isla. Los cazadores portugueses de esclavos,
vinculados con La Gomera desde 1424 y apoyados por las relaciones de éstos con
algunos jefes gomeros, participaron con frecuencia en las escaramuzas en las
costas de La Palma en busca de carga humana y ganado. Así lo relata el
historiador portugués Azurara[1], que se refiere a la agilidad
de los movimientos de los palmeros entre los peñascos y a su destreza y
puntería en el lanzamiento de piedras, lo que tuvo en algunas ocasiones
resultados trágicos, de los cuales el más notable fue la muerte de Guillén
Peraza, hijo de Hernán Peraza el Viejo.
Alonso Fernández de Lugo, que había participado en la conquista de
Gran Canaria, obtuvo de Pedro de Vera un repartimiento de tierras en
Agaete, en las que cultivó caña de azúcar. En 1491 se trasladó a Granada para
reafirmar la propiedad ante el gobernador Maldonado y al año siguiente obtuvo
los derechos de conquista sobre las islas de La Palma y Tenerife, así como
capitulaciones y otras promesas en metálico y en especie condicionadas al éxito
de la operación en el plazo de un año.
La expedición, en la que participó gente reclutada en Sevilla, así
como grupos de canarios y gomeros, estaba formada por una fuerza de unos 900
hombres y financiada por el mercader florentino Juanotto Berardi y el genovés
Francisco de Riberol. El 29 de septiembre de 1492 desembarcó en la playa de
Tazacorte y el 3 de mayo de 1493, después de una campaña militar de seis meses,
que finalizó con la captura del mítico Tanausú, el adelantado Alonso Fernández
de Lugo fundó la villa del Apurón en el antiguo cantón de Tedote, que en 1514
se convirtió en la villa de Santa Cruz y en 1542 ya se titulaba Muy Noble y
Leal Ciudad.
El asentamiento en la costa oriental no fue casual. El enclave
está abrigado de los vientos del Norte, predominantes en el Archipiélago y el
barranco de El Río suministraba agua abundante. Los veleros del siglo XV
recalaban en las islas empujados por las corrientes y los alisios desde el
continente europeo y seguían una ruta lo más próxima a la costa africana, tras
lo cual llegaban a La Palma desde el Noroeste, quedando al socaire del Risco de
la Concepción, que ofrecía una protección eficaz.
La vida ciudadana de la incipiente capital insular tiene su origen
en el promontorio de La Encarnación. En la cueva de Carías se celebró el
primer cabildo en el que se dictaron y discutieron las primeras leyes y ordenanzas
para el régimen de gobierno de la Isla y muy cerca se construyó una modesta
ermita que años después sería el primer templo de la ciudad bajo la advocación
de Nuestra Señora de la Encarnación[2].
El 15 de noviembre de 1496, Fernández de Lugo obtuvo permiso real
para repartir tierras y poblar el nuevo asentamiento. Los indígenas, poco
numerosos y combativos, fueron reducidos a la esclavitud y su cultura
rudimentaria desapareció unos años después. La Isla tenía, según la pluma del
médico Méndez Nieto, que la visitó en 1561, el aspecto de un establecimiento
insular sin población autóctona.
En 1508, por disposición de la reina Juana, se fundó el convento
de San Francisco en un sitio que se dio a los frailes “que se hallaban
albergados en unas cuevas y chozas” y en 1530 lo fue el convento de Santo
Domingo, con cátedra de Filosofía y Teología, lo mismo que el anterior. En 1514
se fundó el hospital de Nuestra Señora de los Dolores, en virtud de una bula
del Papa León X, “establecimiento que creció con las limosnas, mandas y legados
de los vecinos”[3].
El Cabildo obtuvo autorización del emperador Carlos I por una real
carta y provisión de 14 de febrero de 1537, expedida en Valladolid, para que en
la villa principal de La Palma repartiera doscientos solares y en las aldeas y
lugares hasta cincuenta, a personas pobres que no tuvieran casas[4].
La calidad de las tierras y la abundancia de agua hizo que los
centros de producción de La Palma se establecieran en las comarcas de San
Andrés y Sauces, en el Norte y Argual y Tazacorte, en el sur, favorecieron el
desarrollo agrícola, en especial la caña de azúcar y en menor medida la vid,
que abastecía la demanda azucarera de Francia, Inglaterra y los Países Bajos y
Santa Cruz de La Palma ostentara desde el principio el carácter de centro
insular.
La construcción del puerto fue una de las primeras obras públicas
que se acometieron en la Isla y su diseño está vinculado a la figura histórica
de Leonardo Torriani, que llegó a la Isla en agosto de 1584 y a quien la
capital palmera le recordaba la riviera genovesa. Además del proyecto del
muelle, para el que el rey Felipe II otorgó merced por un tiempo limitado de
500 licencias de esclavos, el ingeniero italiano diseñó una torre defensiva en
La Caldereta, que no llegó a construirse.
El puerto, que era entonces un simple desembarcadero que la mar
destrozaba con frecuencia, suponía una infraestructura necesaria para la
exportación de los productos agrícolas, además de un punto de concentración del
tráfico marítimo y, al mismo tiempo, una avanzadilla militar destinada al
dominio y la defensa de la Isla. A finales del siglo XVI (1587) habitaban La
Palma 5.850 personas, momento en que se produjo la decadencia de la caña de
azúcar.
“Fue creciendo la tierra y con la noticia de su fertilidad
-escribe Gaspar Frutuoso- acudieron flamencos y españoles, catalanes,
aragoneses, levantinos, portugueses, franceses e ingleses con sus negocios, de
lo que vino tanto aumento, que vino a ser la mayor escala de Indias y de todas
las islas…”[5].
La Palma, dice Viera y Clavijo, estaba “poblada de familias
españolas nobles, heredadas y todavía activas, condecorada de una ciudad
marítima que se iba hermoseando con iglesias, conventos, ermitas, hospitales,
casas concejales y otros edificios públicos, defendida contra los piratas
europeos, aunque entonces sólo por algunas fortificaciones muy débiles, y dada
enteramente al cultivo de las cañas de azúcar, viñas y pomares, al desmonte, a
la pesca y a la navegación”[6].” (Juan Carlos Díaz Lorenzo)
[1] Gomes Eanes da Zurara. Crónica
del Descubrimiento y Conquista de Guinea (1448). Estudio crítico de Manuel
Hernández González y traducción de José A. Delgado Luis. La Orotava,
1998.
[2] Pérez García, Jaime. Casas
y familias de una ciudad histórica: la calle Real de Santa Cruz de La Palma.
Cabildo Insular de La Palma. Colegio de Arquitectos de Canarias. Madrid,
1995.
[3] Lorenzo, Juan B. Noticias
para la Historia de La Palma. La Laguna, 1975.
[5] Saudades da Terra.
Colección Fontes Rerum Canariarum. Edición del Instituto de Estudios Canarios.
La Laguna 1964.
[6] Viera y Clavijo. Noticias
de la historia general de las Islas Canarias. Goya Ediciones. Santa Cruz de
Tenerife 1971.
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