ATRIMONIO
ARQUEOLÓGICO (II)
POBLADO
PREHISPANICO DE TUFIA (GRAN CANARIA)
El Este de la isla de Gran
Canaria, entre el barranco de Silva y el barranquillo de Puerto fíem edio se
introduce en el mar la península de Tutia, dejando al Norte la playa de
Aguadulce (donde existia una fuente de agua potable hasta tiempos recientes) y
al Sur la playa de Tutia. La península asciende suavemente desde las playas
para caer luego a pico, como fortaleza de riscos, sobre el mar. Tiene un eje
mayor y menor de aproximadamente 500 y 300 m. respectivamente, y su punto más
alto está a 47 m. aproximadámente sobre el nivel del mar. Sobre ella, azotado
por el constante alisio del Noreste, se levanta el poblado aborigen de Tufia.
ANTECEDENTES
HISTÓRICOS
Las primeras referencias escritas
sobre la existencia de un yacimiento arqueológico en la península de Tufia
(Gran Canaria) se deben a Sebastián Jiménez Sánchez, quien en 1944 publicó la
noticia de su descubrimiento: "Este yacimiento importante, conocido por
Tufia, Tufía y Taufia, está situado en la misma costa del término municipal de
Telde, a poco más de 3 kilómetros de Taliarte. El yacimiento está sobre el
promontorio del mismo nombre, de costa acantilada y brava.
Todo el promontorio forma una
minúscula península que origina una ensenada y playa llamada con la misma
denominación... la parte alta de este promontorio nos presenta una sorpresa
agradable. En él descubrimos un importante poblado aborigen, hasta el presente
por nadie citado"1.
Efectivamente en la bibliografía
consultada no se encuentra ninguna referencia sobre este importante enclave aborigen.
Historiadores como Marín y Cubas, Chil y Naranjo, Millares Torres, Sabino
Berthelot y otros recogen en sus escritos el nombre de Tufia, Tufía y Taufia,
dándoles en unos casos el tratamiento de topónimo o el de antropónimo. Cuando
se refieren al topónimo dan cuenta de cuevas viviendas existentes en la playa
del mismo nombre. Sin embargo, en ningún caso se menciona la existencia del
poblado con sus túmulos y murallas que se alzan en la parte superior de la
mencionada península. Otro autor, contemporáneo de Jiménez Sánchez y que por
tanto conocía la noticia del descubrimiento, fue Pedro Hernández Benítez quien
en una de sus obras hace una breve referencia sobre Tufia: "Nombre
aborigen de un Guayre llamado Taufia que a su vez dio nombre a un poblado en
parte troglodita y en parte de piedra seca o sin argamasa. Hasta el año 1713 se
le designa en los libros de defunción a tal poblado de Tufia"2.
Lo que resulta sumamente extraño es
que en las Crónicas de la
Conquista de Canarias no se haga ninguna referencia a la
existencia de este estratégico enclave aborigen, aunque bien es verdad que, a
juzgar por el reducido número de estructuras habitacionales, no pudo ser muy
numerosa la población allí asentada.
No obstante, hay que tener en
cuenta un hecho significativo, y éste es que a tan sólo un kilómetro de
distancia se encuentra la bahía de Gando.
Tanto la ensenada de Gando así
como también las playas cercanas constituyeron los fondeaderos preferidos de
aquellos que intentaron en repetidas ocasiones entradas en la isla.
Hay que tener también presente
que toda la línea de costa de la que venimos hablando establ bajo el dominio
político del reino de Telde que por otra parte controlaba prácticamente la
mitad de la isla, estando la otra mitad bajo el dominio del reino de Gáldar.
Fue precisamente en Telde donde
se construyó el primer almogaren o casa de oración cristiana, siendo el primer
obispo de la diócesis el carmelita Fray Bernardo. Según el profesor Ladero
Quesada: "Este obispado misional duró hasta finales del siglo XIV y
encauzó hacia las islas limosnas, víveres y sacerdotes a partir de los centros
de apostolado de la corona de Aragón. Mallorca fue sustituida desde 1362 en el
cometido por Tortosa y Barcelona, debido al interés de sus respectivos
prelados. Siendo el obispo de Telde franciscano Fray Bonanat Tarín se
organizaron las expediciones misionales de 1370 y 1386. En esta última viajaron
unos "pauperes heremite" que se establecieron como tales ermitaños en
Gran Canaria. El fin de la presencia catalana mallorquina en Canarias coincidió
con las primeras empresas de saqueo y conquista protagonizadas por los
andaluces desde 1393, que haría entrar a las islas en un periodo más duro de su
antehistoria"3.
En 1403 Gadifer de La Salle llevó a cabo una incursión
con las islas de Fuerteventura, Gran Canaria y Gomera. En Gran Canaria
fondearon en uno de los puertos situados entre Telde y Agüirres, seguramente
Gando, donde perrranecieron algunos días, intercambiando productos de la tierra
por "baratijas": "Y allí en el puerto vinieron cerca de
quinientos canarios y hablaron con ellos y venían a la barcaza por grupos de
100 12 todos juntos, sin atreverse, después de haberles dado Gadifer seguridad,
y les traían abundantes higos y sangre de drago que cambiaban por anzuelos de
pesca y por viejas herramientas de hierro y por agujas para coser; y obtuvieron
sangre de drago que valía doscientas doblas y todo cuanto les entregaron no
valía dos francos. Y después mientras volvía y el bote se acercaba a tierra,
ellos lo embistieron y duró la escaramuza un buen rato; después de acabado
aquello, otra vez entraban en la mar y venían a la barcaza como antes y traían
sus cosas. Y esto duró dos días que estuvieron allí... Y el propósito de
Gadifer es, si puede encontrar cien arqueros y otros tantos peones, entrar en
el país y alojarse en Telde, que es buena población abierta y tiene buen río
que corre por en medio y está a media legua de un puerto de mar; y allí se
fortificará y permanecerá hasta que, con la ayuda de Dios, haya puesto todo el
país en su poder y en la fe cristiana"4.
No conseguiría Gadifer de La Salle su propósito de
asentarse en Telde. Así Planta del yacimiento como tampoco lo lograría
posteriormente Diego García de Herrera ni su yerno Diego de Silva a pesar de la
torre que precipitadamente lograría construir en Gando. Entre los años de 1457
y 1459, Diego de Herrera, después de tomar posesión de la Bahía de Gando, construye
una torre desde donde hostigará a las comunidades aborígenes que poblaban la
zona. También se construiría un segundo baluarte" ofensivo-defensivo en
1462 en un lugar no muy bien definido pero ya en el interior de lo que hoy es la
ciudad de Telde. Fueron artífices de esta construcción Diego de Herrera, Diego
de Silva y el obispo Diego López de Illesca.
A este nuevo baluarte se le quiso
imprimir un carácter distinto: Casa de oración. Rumeu de Armas en su obra El
Obispado de Telde, describe el fatal desenlace que tuvo la empresa de los
"tres Diegos": "La pequeña guarnición de Telde encargada de
consolidar la influencia política de los señores de Canarias en el interior de
la isla y garantizar la integridad física de los misioneros se comportó
correctamente, por razones obvias de prudente seguridad, en cambio los soldados
del presidio de Gando se desmandaron más de una vez con asechanzas y correrías
que enturbiaron la atmósfera de paz... Sobre el alcaide de la torre de Gando,
Pedro Chemida, llovieron las reclamaciones de los indígenas, hasta que llegó un
día en que los naturales decidieron tomarse no la justicia sino la venganza por
su mano. La causa que iba a dar pie a la ruptura de las hostilidades fue el
rapto de algunas mujeres nobles, considerado con razón como una grave ofensa
indigna de los aliados y amigos"5.
Tras una hábil maniobra militar
los aborígenes consiguieron vencer la resistencia de la torre, la cual sería
arrasada (opinión ésta de la que no participan algunos autores).
Hasta aquí algunas noticias de
interés etnohistórico que de alguna forma nos vienen a demostrar que la zona
objeto de nuestro estudio fue quizá de las más frecuentadas en los primeros
intentos de conquista de la
Isla.
Centrando nuevamente la atención
sobre el yacimiento que nos ocupa, el profesor Serra Ráfols, después de haber
consultado las crónicas, llega a la siguiente conclusión: "Un poblado
junto a desembarcaderos tan fáciles supone una gran seguridad por ese lado.
Confirma nuestra creencia de que los mares de Canarias permanecieron desiertos
durante larguísimos siglos, probablemente desde un momento en que se pierde en
la noche de los tiempos hasta el siglo XIV. Desde algún momento dentro de este
siglo, el poblado tuvo que ser abandonado, pues era una presa fácil para los
merodeadores que visitaron anualmente estas aguas.
Otros poblados costeros tuvieron
los aborígenes de Gran Canaria, pues lo son también el de La Guancha y el de
Arguineguín, pero acaso ninguno tan visible o tan indefenso como éste, que
jamás pudo ser de mucho vecindario. Partiendo de nuestro supuesto de que los
aborígenes no navegaban ¿qué fin pudieron tener estos poblados costeros? Creo
que el mariscar (no el pescar) debió constituir un medio de vida de una
importancia que hoy no podemos concebir fácilmente..."6.
Las conclusiones a que llega el
profesor Serra Ráfols no son en absoluto descabelladas y en gran medida
coinciden con las nuestras. No obstante habría que plantearse otras cuestiones
referentes sobre todo a la cronología del yacimiento, pues cabría la
posibilidad de que este poblado fuese levantado por grupos aborígenes después
de la isla conquistada. En este sentido hay que tener en cuenta un hecho
significativo y éste es lo inhóspito del lugar, la pobreza del medio que por otra
parte no pudo ser muy distinto quinientos años atrás y un viento constante que
azota el lugar en casi todas las épocas del año.
Partimos de un hecho y éste es
que la hipótesis del genocidio queda descartada, entonces ¿qué ocurrió con las
comunidades aborígenes que quedaron en la isla una vez ésta conquistada?
Seguramente fueron desposeídas de sus tierras, expulsadas de los asentamientos
enclavados como es lógico en lugares más idóneos. Todo parece indicar que
fueron desplazadas hacia territorios pobres uno de los cuales pudo muy bien ser
el de la península de Tufia. No obstante, lo aquí expuesto apenas si tiene
fundamento; sería necesario excavar éste y otros yacimientos similares de los
que pudieran obtenerse datos más precisos, sobre todo de tipo cronológico, que
puedan confirmar o desechar estas hipótesis.
DESCRIPCIÓN
DEL YACIMIENTO
Observando el yacimiento de Tufia
desde el mar, (Este-Oeste), podemos apreciarlo en toda su magnitud. En él
encontramos diversos tipos de construcciones: murallas semidestruidas que lo
rodean, estructuras de enterramientos—túmulos—, estructuras habitacionales
—casas de piedra seca concentradas en dos núcleos separados entre sí, un amplio
recinto amurallado al que no podemos dar función segura, y un grupo de cuevas
que se abre en el acantilado. Todo este poblado se alza en lo alto de la
terraza que se forrra sobre la península de Tufia.
La parte mejor conservada se
enclava en la cresta de la colina. Se trata de un núcleo compuesto por cuatro
recintos habitacionales con forma circular en el exterior y ovoidea o elíptica
en el interior de tres de ellas, y cuadrangular en la cuarta, que además posee
un compartimiento suplementario también cuadrado, así como una especie de
antesala de gran tamaño. Las entradas se realizan por el oeste (de espaldas al
mar) en las tres mayores y por el sur en la menor.
Como ya hemos señalado, esta zona
es la que se encuentra menos deteriorada, alcanzando sus muros en ocasiones
alturas superiores al metro y medio, y manteniéndose casi intactas en las
esquinas y ángulos construidos con gran perfección.
El otro núcleo más al norte y más
bajo contiene tres estructuras habitacionales, también circulares en sus partes
exteriores pero más angulosas por dentro, presentando una de ellas una planta
casi cruciforme. Las tres se encuentran unidas en sus fachadas, conformando un
muro continuo que sólo se interrumpe en los huecos de las entradas, que como
antes se orientan al poniente. Las paredes apenas si sobresalen de la tierra,
bien por enterramiento o por destrucción no consiguen superar el medio metro en
las partes más favorables.
Muy cerca de estas estructuras
está el recinto mayor del yacimiento: se trata de una gran construcción
cuadrangular, con esquinas redondeadas y de una gran perfección en los muros
interiores, que encierran una superficie de aproximadamente 213 metros
cuadrados, y a la que se accede por una puerta orientada al N. O. y en lasque hay tres escalones de unos 15
cm. cada uno.
Junto a la pared izquierda de
esta especie de Tagoror se insinúa un trozo de suelo empedrado que da realce a
esta parte del yacimiento.
En cuanto a los túmulos hoy se
pueden ver claramente dos de los tres que existen, ligeramente apartados hacia
el norte del complejo cerrado. Estos son distintos entre sí, uno más grande
tiene un centro a flor de tierra, rodeado circularmente por dos filas de piedra
de mayor a menor altura según se separan del centro. El otro, más pequeño, se
forma por una sola hilera de piedras que circunda un espacio relleno de tierra.
Un último túmulo se esconde bajo la superficie de la colina, y solamente es
delatado por alguna que otra piedra que contornean una débil figura. Este se
compone por tres gradas concéntricas de diferentes alturas.
Además de los distintos tipos de
construcciones ya citados existen una serie de murallas que lo delimitan y
dividen interiormente. Dos de ellas de gran longitud (hoy prácticamente
destruidas) lo protegen por los lados este y oeste, y otra, ya más abajo, lo
aisla de la playa de Aguadulce; así mismo, hay pequeños muros que separan los
distintos núcleos del yacimiento (posibles lindes de propiedad).
En la parte rocosa del
promontorio, al sur de la península, hay una serie de cuevas naturales, algunas
de ellas retocadas que sirvieron de viviendas, probablemente formando parte del
conjunto arqueológico.
MATERIAL
ARQUEOLÓGICO
El yacimiento de Tufia nunca se
ha excavado sistemáticamente, probablemente por esto el material arqueológico
encontrado sea escaso.
Cuando en 1944 S. Jiménez Sánchez
explora el lugar, realiza labores de limpieza de superficie "consistente
en quitar del interior de las viviendas las piedras caídas y la tierra
acumulada por efectos de la lluvia y del viento". En estos trabajos se
recogen en el núcleo sur "la mitad de un recipiente de piedra de forma
ovóidal, dos cuchillos hachas de regulares dimensiones, seis tabonas corrientes,
una piedra plana y redonda como de 20 cms. de diámetro y fragmentos varios de
cerámica color bermellón, así como caparazones de moluscos. En el núcleo del
norte encontramos tiestos varios de cerámica; destacando dos trozos de color
canelo claro con decoración en franjas delgadas de color ocre".
También da cuenta de la
existencia en la pared norte del recinto mayor de "antiguos surcos o
canalones paralelos, labrados intencionadamente, en forma de líneas rectas
inclinadas con tendencia a arcos de circunferencia, semejándose a la forma de
una hoja acicular". En las repetidas visitas que hicimos al yacimiento no
hemos visto el grabado señalado por Jiménez Sánchez, solamente encontramos
pequeños fragmentos de cerámica sin ningún tipo de decoración, algunos cantos
trabajados, así como diversas conchas de moluscos, todo ello en superficie.
SERVICIO
DE PROTECCIÓN DEL PATRIMONIO ARQUEOLÓGICO* MUSEO CANARIO
Este servicio está integrado por
Antonio Bonny Miranda, Julio Cuenca Sanabria, Ángel Juan Casañas, José Luís
Marcos Caballos, Guillermo Rivera López, Luís Sosa Martínez y Jorge Miranda
Valerón. En: Revista Aguayro. Año XII nº 143, octubre de 1982.
(Archivo Personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)
BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA:
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y CARRACEDO: de las Islas Cananas". III Editorial Rueda. 1980.
"Los Volcanes Gran Canaria.
SERRA
RAFOLS: "La arqueología en Cananas en 1944." Revista de
Historia Canaria N.° 70, 1945. pp. 94-196.
MORALES
PADRÓN F. "Canarias: Crónicas de su conquista". Ayuntamiento
de Las Palmas. El Museo Canario. 1978.
Le Cananen. Crónicas francesas de
la Conquista
de Cananas: Texto de Gadifer de La Salle. Instituto de Estudios Canarios. El Museo
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JIMÉNEZ
SÁNCHEZ S. "Excavaciones Arqueológicas en Gran Canana, del Plan
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CHIL
y NARANJO, G. "Estudios Históricos, Climatológicos y Patológicos de
las Islas Canarias" Imp. La
Atlántida. 3 volúmenes. Las Palmas.
HERNÁNDEZ
BENITEZ, P. "Te/de Isus valores arqueológicos, históricos,
artísticos y religiosos). Telde.
VERNEAU, R. "Rapport sur une rr.ission scientifique dans L'Archipel Cañarien.
Imp. Nationale. Paris. 1887.
VERNEAU, R. "Habitations, sepultures et lieux sacres des anciens cananens. fíev.
d'Ethnographie. Paris. 1889.
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