"Atendiendo a las circunstancias
de los hallazgos, los idolillos canarios deben corresponder a la etapa final de
las culturas prehispánicas, pues aparecieron algunos en la Cueva Pintada de
Gáldar, acompañados de cerámicas tardías, y en la cueva de Los ídolos de
Fuerteventura, junto con una placa decorada con un motivo de evidente tradición
islámica" (Pellicer).
No coincidimos en absoluto con el
señor Pellicer, ya que no se puede hacer un juicio cronológico en base tan sólo
a los ejemplos de la
Cueva Pintada y al de la cueva de Los ídolos, ya que omite,
no sabemos por qué razón, las circunstancias de otros hallazgos asociados a otros
contextos arqueológicos.
Sin embargo, y en contraposición
a esta idea, también las crónicas nos dejan entrever de forma clara una cierta
organización del mundo religioso. En este sentido en la crónica de Antonio
Sedeño leemos: "Estos eran hombres que vivían en comunidad como
religiosos. Tenían también de doncellas que guardaban castidad, vivían en
cuebas i casas de tierra. Los años de poco fructos no tomaban diezmos para
guardar, antes para repartir en los pobres, i ellos comían de lo guardado de
los años antes, i siempre socorrían con limosnas aunque esto tocaba más al señor
de la tierra... quando avía falta de agua i esterilidad estas personas
religiosas hacían lamentos y súplicas a el saber:;Cuevas naturales de
habitación, silos fortificados, casas o cuevas artificiales también de
viviendas, sin destacar por supuesto el desconocimiento de más de un 70% de
otras figurillas catalogadas en el Museo Canario y otras colecciones.
La cronología y los problemas de
origen siguen, como se ve, las mismas pautas que toda la arqueología canaria, a
la espera de resultados esclarecedores.
CONCLUSIONES
Si bien es importante plantearnos
cuestiones que nos lleven a clarificar los problemas concernientes al origen y
cronologías de estas figurillas de barro y piedra presentes en nuestra
arqueología insular, no deja también de ser importante el que nos planteemos la
siguiente pregunta: ¿Qué funcionalidad desempeñaban estos objetos; tenían un
carácter religioso o eran simplemente juguetes?. Todavía la arqueología no ha
podido comprobar la veracidad de los datos de cronistas V viajeros quienes
relataban los hallazgos de adóratenos con imágenes supuestamente adoradas. Tan
sólo poseemos un buen número de estas figurillas, extrañas representaciones
animalísticas y esquematizaciones antropomórficas que por lo general aparecen
asociadas al habitat del primitivo habitante canario antes que a cualquier tipo
de centro ceremonial.
Mucho se ha discutido sobre el
estado técnico cultural del primitivo habitante de Canarias; para unos se
tendría que hablar de un neolítico evolucionado, otros consideran que se trata
de culturas del bronce pero sin metales y no faltan quienes opinan que en
realidad son pueblos protohistóricos que al llegar a estas islas sufrieron un
proceso de estancamiento cultural como consecuencia de factores tales como el
aislamiento tanto geográfico como humano.
De cualquier forma, sin medios
técnicos, el habitante de estas islas se encuentra a merced de las fuerzas de
la naturaleza. La procreación y el alimento han sido siempre las primeras
necesidades de la especie humana, igual que ocurre, por otra parte, con los
demás seres vivos, y en torno a estas necesidades esenciales se desarrolló un
culto mágico-religioso encaminado a aumentar y controlar la fecundidad bajo
todas sus formas.
Las crónicas son copiosas en
información de este tipo. El interés por las prácticas religiosas está
documentado desde los más viejos relatos de viajeros que arribaron a las
Canarias. Así en el relató»de Ciadamosto leemos: "Su única práctica de
devoción consistía en adorar al sol naciente, sin conocer ninguna doctrina
religiosa".
cielo con visajes i ademanes de
manos, ponían los brazos altos i a un solo Dios omnipotente le pedían el
socorro; ellas hacían lo mismo; i los demás cojían el ganado de los tales
diezmos i lo encerraban en un corral o cercado de pared de piedra i allí lo
dejaban sin comer aunque fuese tres días, i lo dejaban dar muchos validos i
toda la gente balaba como ellos, hasta que llovía, i si tardaba el agua,
davales muí poco de comer, i volvían a encerrarlos..."
Por su parte también Gómez Escudero
señalaba: "A Dios llamaban Alcorán, reverenciábanle por solo y eterno y
omnipotente señor de cielo y tierra, criador y hacedor de todo. Los Faycanes
enseñaban esto y ellos eran hombres honestos y de buenas costumbres y exemplo,
y eran respetados a modo de los sacerdotes, y era el que en tiempo de necesidad
llamaba la gente del pueblo y llevando a todos en procesión varas en las manos
iban a la orilla dé el mar y también llevaban ramas de árboles, y por el campo
iban mirando al cielo y dando altas voces levantando ambos brazos puestas las
manos y pedían el agua para sus sementeras, y decían ALMENE CORAN, Válgame Dios, daban golpes en el agua con las
varas y los ramos y así con esta súplica les proveía el sumo Dios y así tenían
gran fe en hacer esto".
La presencia de lugares sagrados
queda también constatada en las fuentes etnohistóricas, en la crónica
matritense, testificamos este hecho: "Llamaban los canarios a su Dios
Acoran. Tenían por su santuario o santidad a Trima i a Mago, que son dos serros
altos, de dos leguas cada uno en rredondo, y el malhechor que a estos serros se
acogía era seguro. Guardábanlos como a yglesias, y como acá juramos por la casa
sancta de Hierusalen o de Roma, desían ellos "asitistrima" o
"astismago", y como acá decimos "balgame Dios", desían
ellos "admenena comorante".". López de Gomara, al hablar de la
religión de los aborígenes insiste en el tema de la idolatría aunque de forma
"extraviada" y trata también un aspecto ciertamente conflictivo como
lo es el de la muerte voluntaria por motivaciones religiosas: "Adoraban
ídolos, cada uno al que quería, aparecíaseles mucho el diablo, padre de la
idolatría. Algunos se despeñaban en vida a la elección del señor con gran pompa
y atención del pueblo, por ganar fama y hacienda para los suyos, de un gran
peñasco que llaman Ayatirma".
Por último, quisiéramos citar a
\Abreu Galindo, para extractar de su obra "Historia de la Conquista.. ." un
párrafo de nuestro interés a propósito de las casas de oración: "Eran muy
mirados con las mujeres y niños en tiempo de guerra y de sus disensiones.
Tenían por caso de bajeza y menos valer toca ríes, ni hacerles mal, ni a las
casas de oración, que llamaban Almogaren".
Queda claro, pues, a juzgar por
el manejo de las escasas fuentes etnohistóricas que poseemos, el hecho de la
existencia de alguna forma de creencias religiosas entre los aborígenes de Gran
Canaria; creencias religiosas que se desarrollan en torno a un problema básico:
la supervivencia humana. Todos los temores y esperanzas han surgido en base a
la preparación de la especie y la nutrición, dos puntos de interés vital para
los pueblos de todas las épocas. Frazer, en su magistral obra "La Rama Dorada ", ya
apuntaba: "Vivir y hacer vivir, comer y engendrar, han sido las
necesidades elementales del hombre en el pasado, y seguirán siendo las
necesidades elementales del hombre mientras dure el mundo".
El mito rousseauniano del
"buen salvaje" que tiene como escenario de su placentera vida un
paisaje idílico, debe ser borrado definitivamente de nuestra historiografía
canaria.
Tanto las crónicas como también
las pruebas arqueológicas nos demuestran que, por regla general, el aborigen
canario tuvo que soportar a lo largo de su "historia" condi ídolo de
Jinámar, encontrado en UR contexto de
casas de piedra seca, condiciones durísimas de supervivencia.
Las épocas de hambre hubieron de
ser frecuentes como consecuencia de la ruptura de la débil infraestructura
económica que poseían. Asimismo los índices de mortalidad tuvieron que ser
altos, sobre todo la mortalidad infantil (a juzgar por los datos
arqueológicos).
En consecuencia y resumiendo por
no salimos del tema que nos ocupa, quisiéramos insistir en un hecho que no
podemos pasar por alto, este es, en definitiva, que la transmisión y
conservación de la vida han sido en todo tiempo una exigencia fundamental. Por
tanto, el conseguir y mantener estas dos condiciones básicas ha constituido la
principal preocupación de la raza humana desde el Paleolítico hasta nuestros
días.
Pero dadas las precarias
condiciones en que este hombre primitivo tuvo que desenvolverse para
sobrevivir, los misterios imperativos de la multiplicación y de la alimentación
adquieren un significado sagrado, no siendo descabellado suponer, como ya
señalábamos, que sea en torno a estos dos principios básicos donde se
desarrolle todo un ritual especial a fin de someterlas a una cierta acción
mágica y religiosa.
Si aceptamos como válida esta
hipótesis de trabajo habremos obtenido lo que en arqueología se denomina un
armazón interpretativo, el cual nos será útil a la hora de analizar los
aspectos funcionales del objeto arqueológico que estudiamos, en este caso las
figurillas o idolillos de nuestra prehistoria insular. Es un hecho aceptado,
entre los estudiosos de la prehistoria, que los artefactos y otros vestigios
arqueológicos se juzgan representativos de las ideas de sus fabricantes,
reflejando también las ideas compartidas que abarca la cultura extinguida
objeto de estudio. Guando el arqueólogo es capaz de "abstraer" la
idea o patrón que se oculta tras el artefacto debemos considerar que ha
determinado un aspecto o bloque conceptual estructurado en la cultura en
cuestión.
Este bloque estructurado o
acercamiento a una parte de la cultura, es muy conveniente para los
especialistas que intentan medir la "semejanza entre culturas, porque
tabulando simplemente el total de tipos de artefactos compartidos por dos
sitios cualquiera cabe determinar, en principio cuántas ideas o normas tienen
las dos culturas en común, entendiéndose también que por este procedimiento
podemos valorar las diferencias culturales dentro de una misma región
arqueológica. A modo de ejemplo citemos aquí la tan controvertida polémica en
torno a la supuesta diferencia cultural y antropológica entre costa montaña
para la isla de Gran Canaria.
Dejando a un lado estas
cuestiones y centrándonos ya en la valoración de estos elementos culturales,
que tratamos en el presente estudio, debemos añadir que para nosotros se trata
de verdaderas imágenes sagradas o cuando menos con un significado mágico
religioso. Estas estatuillas podrían encarnar divinidades del hogar que se
colocarían en un nicho de una pared en el interior de casi todas las casas, a
modo de celadoras del hogar y, porqué no, del poblado, como ocurre hoy en día
en amplios sectores de nuestra población sobre todo rural, en cuyas viviendas
podemos encontrar imágenes y grabados de vírgenes, santas y demás
"fetiches" protectores (era muy corriente entre las antiguas mujeres
canarias, llevar como dote en el momento del casamiento, toda una serie de
cuadros de determinadas vírgenes las cuales cumplían una determinada función
específica: parto feliz, prosperidad en el hogar y salvaguarda de enfermedades;
dichas imágenes o grabados eran tenidos en gran estima y se transmitían por vía
matrilineal).
En fin, el tema puede ser motivo
de todo un tratado, y ya nuestro artículo sobrepasa los límites tanto en
extensión como en contenido, que desde un principio nos habíamos impuesto. No
obstante, quisiéramos terminar aportando algunos ejemplos que la arqueología
nos proporciona acerca de estas manifestaciones culturales, en otros contextos
geográficos, generalmente apartados de nuestras islas, pero que sin duda por su
semejanza y características pueden sernos de gran provecho.
En los niveles más bajos de Tepe
Gaura, en los depósitos de la civilización de Halaf, las figurillas femeninas
son bastante comunes. Figuras muy simplificadas del tipo de "violín"
no representan masque un torso de unos senos prominentes, y la parte baja del
cuerpo muy acentuada, pero sin brazos ni piernas. La cabeza no es más que un
saliente del cuerpo y la espalda es plana, si la estilización de este caso
aislado era intencional es posible, como supone Tobler, que se trate de un
amuleto hecho para facilitar el parto.
En el yacimiento de El Obeid, en
el nivel que se encuentra bajo el limo de la inundación, se han encontrado las
más antiguas figurillas femeninas de Ur. Algunas tienen un tinte verdoso, otras
tienen un tono más pálido, pero ambas variantes son del tipo estilizado pintado
en rojo y negro, con el cráneo cubierto de betún para figurar los cabellos. Las
cabezas son exageradamente alargadas y grotescas, pero los cuerpos están bien
modelados, con los pies juntos y las manos en el talle, también las hay con un
niño al pecho o con las manos apoyadas en las caderas. Sobre el cuerpo desnudo
tienen pintadas bandas o rayas que simulan ornatos o tatuajes y una línea
incisa marca el pubis y la separación entre las piernas...
Los ejemplos son numerosos y tal
vez puedan ser objeto de otro estudio, no obstante no hemos pretendido agotar
el tema, ni siquiera lo hemos tratado en toda su extensión, hemos omitido
voluntariamente el apartado de las tibisenas así como también el estudio del
mundo religioso en las otras islas del archipiélago.
El estudio de los orígenes y
cronologías apenas si fue mencionado, tan sólo hicimos hincapié en África, pero
sólo superficialmente, en este sentido y cuando ya casi concluíamos este
trabajo, nuestro entrañable colega, el doctor Martín de Guzmán, nos informaba
de los reciente hallazgos en Sierra Leona de un buen número de figurillas de
barro cocido, que presentaban la particularidad de tener grandes semejanzas con
nuestras tibisenas o figuras zoomórficas.
El tema no ha pretendido otra
cosa que presentar al lector un panorama lo más explícito posible de este
apartado concreto de nuestra cultura prehistórica. Dejamos, pues, para otros
estudiosos la preciosa y difícil tarea de encajar en el espacio y en el tiempo
este "puñado" de figurillas de barro y piedra, conocidas por ¡dolidos
de los antiguos habitantes de Gran Canaria.
Julio Cuenca Sanabría en: Revista Aguayro
Año XII nº 137, octubre de 1981.
(Archivo Personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)
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