1998 noviembre 22.
INFANCIA Y PERSONALIDAD
CANARIA
CON
motivo de un curso en el cual me encuentro inmerso en estos momentos, he
redescubierto que no siempre es el profesor el que nos enseña: mucho o buena
parte de lo que es necesario aprender lo absorbemos de las cosas que nos
rodean; y, sobre todo, de las personas con las que compartimos trabajo y
estudio. En este curso aprendo todos los días de mis propios compañeros porque
el método educativo que ha decidido explorar nuestra inestimable profesora y a
la vez compañera, es el de la continua interrelación de ideas. Nuestras
dinámicas de grupo, además, me sirven para ahorrarme el psicólogo; ya que me
permiten desahogarme en un clima de perfecta armonía, respeto y tolerancia.
En este marco es donde me he
encontrado con la exposición, por parte de una compañera, de un trabajo muy
interesante titulado «Infancia y personalidad canaria». El trabajo,
estructurado en tres apartados, comienza con el planteamiento de las bases
teóricas generales sobre el sistema específico de la investigación, para
continuar con los datos más significativos de las diversas investigaciones
empíricas desarrolladas, para acabar con la propuesta de las líneas de
continuidad para la introducción de la perspectiva psicocultural de la escuela.
Partiendo del respeto absoluto
por las ideas, y por lo que los demás puedan opinar sobre la sociedad y sobre
el comportamiento de una población que desarrolla sus propias personalidades
dentro de un determinado contexto socio cultural que les marca y diferencia de
otros colectivos, considero que el estudio al que me refiero en este artículo,
a mi parecer, parte de una premisa equivocada —al menos que yo no haya
comprendido la intención oculta de dicho estudio—, ya que la pregunta: ¿somos
los canarios diferentes a los peninsulares en cuanto a la forma de auto
percibirnos?, me parece errónea Para comenzar, es errónea la pro pía pregunta
al intentar compa rar cosas —en este caso personas— completamente dispares ¿Qué
peninsular? ¿El extremeño ¿El andaluz? ¿El vasco? ¿El murciano?... Pretender
una homogeneidad del peninsular para realizar un estudio de estas
características es no conocer la personalidad ni la realidad de lo diferentes
colectivos humano que conviven en las Comunidad que habitan en la Península. Un
andaluz se parece a un catalán y viceversa como un japonés a un filipino. Por
otra parte, lo que se pretende es
resaltar el hecho de que, en líneas genérale: los niños y niñas canarios posee una
autoestima negativa, un infravaloración personal, agresividad social, unos
comportamientos inadecuados con relación a la escuela; tal vez, influenciado .o
ello por unos estilos educativos paternos y maternos de tipo restrictivos;
podría que fuera cierto sólo en el contexto en que se fuera una valoración
hiperreal lo que nos rodea que, dicho de paso, se encontraría en consonancia
con la auténtica realidad cotidiana; resumiendo: diría ; la sociedad canaria se
ve a sí misma mucho peor de lo que :n realidad; debido, fundamente, a un punto
de vista avocado de nuestras propias perspectivas; y a una infravaloración de
nuestro potencial; todo obligado, en
todo caso, al tender estar todos los días más pendientes de lo que dirán los demás
de nosotros mismos, cuando lo que deberíamos es de ir pendientes de nuestros
propios problemas y, en todo caso, cómo resolverlos. Formamos una sociedad en
calma, tolerante, acogedora. Constituimos una comunidad que se está esforzando
por unir con inteligencia, laboriosidad y esfuerzo, lo que la naturaleza por
una parte y los que pretenden nuestro errar por otro, se empeñan en separar.
Somos lo que somos independientemente de lo que sean o dejen de ser los demás.
Debemos defender nuestra propia identidad sin necesidad de compararla con
ninguna otra; sin buscarles mayores justificaciones que, por otra parte, a nada
conducen; sin contraposiciones, sin necesidad de estar todo el día pensando qué
se ha de hacer blandiendo nuestras ideas desplegadas en un mástil clavado, a
ser posible, en el hígado de algún contrario.
Todo nuestro futuro está aquí,
ahora, en nuestras propias manos. El futuro depende, básicamente, de la
formación y de los caminos que construyamos para nuestros hijos. Lo demás, son
ganas de llorar por algo que fue y que no es, pero que pudo haber sido.
Pablo Paz, en El Día domingo 22 de noviembre de 1998.
(Archivo personal de Eduardo Pedro García Rodríguez)
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