EVANGELIOS APOCRIFOS-XXXI
EL EVANGELIO DE LA MUERTE DE PILATOS
Muerte de Pilatos, el que condenó a Jesús (Mors Pilati)
(apócrifo)
por Edmundo
González Blanco
Misión de Volusiano en
Jerusalén
I 1. Estando
Tiberio César, emperador de los romanos, afectado de una grave dolencia y
oyendo que había en Jerusalén un médico llamado Jesús, que curaba todas las
enfermedades con su palabra, y no sabiendo que Pilatos y los judíos lo habían
hecho perecer, dio esta orden a uno de los empleados de su casa, llamado
Volusiano: Ve al otro lado del mar todo lo más pronto que puedas, y di a
Pilatos, mi servidor y amigo, que me envíe aquí ese médico, para que me
devuelva mi antigua salud.
2. Y Volusiano, oyendo la orden del emperador, partió en seguida, y fue a Pilatos, con arreglo a la orden que había recibido.
2. Y Volusiano, oyendo la orden del emperador, partió en seguida, y fue a Pilatos, con arreglo a la orden que había recibido.
3. Y
expuso a Pilatos la comisión que el César le había conferido, diciéndole:
Tiberio, emperador de los romanos y tu señor, sabiendo que en esta ciudad hay
un médico que sólo con su palabra cura las enfermedades, te pide que se lo
envíes, para librarlo de sus dolencias.
4. Y
Pilatos, al oirlo, quedó amedrentado, porque había hecho morir a Jesús,
conforme al deseo de los judíos, y respondió al emisario, diciéndole: Ese
hombre era un malhechor y un sediciosos que se atraía todo el pueblo a sí, por
lo cual y en vista del consejo de los varones prudentes de la ciudad lo he
hecho crucificar.
5. Y, volviendo el emisario a su casa, halló una mujer llamada Verónica, que había conocido a Jesús, y le dijo: ¡Oh mujer! ¿Y cómo los judíos han hecho morir a un médico que había en esta ciudad, y que curaba las enfermedades con sólo su palabra?
6. Y ella se puso a llorar, diciendo: ¡Ah, señor, era mi Dios y mi maestro aquel a quien Pilatos, por sugestión de los judíos, ha hecho prender, condenar y crucificar!
7. Y Volusiano, muy afligido, le dijo: Tengo un extremado dolor, porque no puedo cumplir las órdenes que mi emperador me ha dado.
5. Y, volviendo el emisario a su casa, halló una mujer llamada Verónica, que había conocido a Jesús, y le dijo: ¡Oh mujer! ¿Y cómo los judíos han hecho morir a un médico que había en esta ciudad, y que curaba las enfermedades con sólo su palabra?
6. Y ella se puso a llorar, diciendo: ¡Ah, señor, era mi Dios y mi maestro aquel a quien Pilatos, por sugestión de los judíos, ha hecho prender, condenar y crucificar!
7. Y Volusiano, muy afligido, le dijo: Tengo un extremado dolor, porque no puedo cumplir las órdenes que mi emperador me ha dado.
8. Y
Verónica le dijo: Como mi Señor iba de un sitio a otro predicando, y yo estaba
desolada, al verme privada de su presencia, quise hacer pintar su imagen, a fin
de que, cuantas veces sintiese el dolor de su ausencia, tuviese al menos el
consuelo de su retrato.
9. Y,
cuando yo llevaba al pintor un lienzo para hacerlo pintar, mi Señor me
encontró, y me preguntó adónde iba. Y, el indicarle mi objeto, me pidió un
paño, y me lo devolvió impreso con la imagen de su venerada figura. Y si tu
emperador la mira con devoción, gozará de salud brevemente.
10. Y
Volusiano le dijo: ¿Puedo adquirir esa imagen a precio de oro o de plata? Y
ella contestó: No, ciertamente. Pero, por un sentimiento de piedad, partiré
contigo, llevando esta imagen al César, para que la vea, y luego volveré.
11. Y Volusiano fue a Roma con Verónica, y dijo al emperador Tiberio: Hace tiempo que Pilatos y los judíos, por envidia, han condenado a Jesús a la muerte afrentosa de la cruz. Pero ha venido conmigo una matrona que trae consigo la imagen del mismo Jesús y, si tú la contemplas devotamente, gozarás el beneficio de la curación.
12. Y el César hizo extender telas de seda, y ordenó que se le llevase la imagen y, en cuanto la hubo mirado, volvió a su primitiva salud.
Castigo de Pilatos
II 1.
Y Pilatos, por orden de Tiberio, fue preso y conducido a Roma. Y, sabiendo el
César que había llegado a la ciudad, se llenó de furor contra él, y ordenó que
se lo presentasen.
2. Y Pilatos había traído consigo la túnica de Jesús, y la llevaba sobre sí, cuando compareció ante el emperador.
2. Y Pilatos había traído consigo la túnica de Jesús, y la llevaba sobre sí, cuando compareció ante el emperador.
3. Y apenas
el emperador lo vio, se apaciguó toda su cólera, y se levantó al verlo, y no le
dirigió ninguna palabra dura, y, si en su ausencia se había mostrado terrible y
lleno de ira, en su presencia sólo mostró dulzura.
4. Y,
cuando se lo hubieron llevado, de nuevo se enfureció contra él de un modo
espantoso, diciendo que era muy desgraciado por no haber podido mostrarle la
cólera que llenaba su corazón. Y lo hizo otra vez llamar, jurando que era
merecedor de la muerte, e indigno de vivir sobre la tierra.
5. Y,
cuando volvió a verlo, lo saludó, y desapareció toda su cólera. Y todos los
presentes se asombraban, y también el emperador, de estar tan irritado contra
Pilatos, cuando salía, y de no poder decirle nada amenazador, cuando estaba
ante él.
6. Y, al fin, cediendo a un impulso divino, o acaso por consejo de algún cristiano, le hizo quitar su túnica, y al momento se sintió lleno de cólera contra él. Y, sorprendiéndole mucho al emperador todas estas cosas, se le dijo que aquella túnica había sido del Señor Jesús.
6. Y, al fin, cediendo a un impulso divino, o acaso por consejo de algún cristiano, le hizo quitar su túnica, y al momento se sintió lleno de cólera contra él. Y, sorprendiéndole mucho al emperador todas estas cosas, se le dijo que aquella túnica había sido del Señor Jesús.
7. Y
el emperador ordenó tener preso a Pilatos hasta resolver, con consejo de los
prudentes, lo que convenía hacer con él.
8. Y,
pocos días más tarde, se dictó una sentencia, que condenaba a Pilatos a una
muerte muy ignominiosa. Y Pilatos, sabiéndolo, se mató con su propio cuchillo,
y puso de este modo fin a su vida.
9. Y,
sabedor el César de la muerte de Pilatos, dijo: En verdad que ha muerto de
muerte bien ignominiosa, pues ni su propio cuchillo lo ha perdonado. Y el
cuerpo de Pilatos, sujeto a una gran rueda de molino, fue lanzado al Tíber.
10. Y
los espíritus malos e impuros, gozándose en aquel cuerpo impuro y malo, se
agitaban en el agua, y producían tempestades, y truenos, y grandes trastornos
en los aires, con lo que todo el pueblo era presa de pavor. Y los romanos
retiraron del Tíber el cuerpo de Pilatos, y lo llevaron a Vienne y lo arrojaron
al Ródano, porque Vienne significa camino de la gehhena, y era un sitio de
exportación.
11. Y los espíritus malignos, reunidos en caterva, continuaron haciendo lo que en Roma. Y, no pudiendo los habitantes soportar el ser así atormentados por los demonios, alejaron de sí aquel motivo de maldición, y lo hicieron enterrar en el territorio y ciudad de Lausana.
12.
Y, como los demonios no dejaban de inquietar a los habitantes, se lo alejó más
y se lo arrojó en un estanque rodeado de montañas, donde, según los relatos,
las maquinaciones de los diablos se manifiestan aún por el burbujear de las
aguas.
TRADICIÓN DE PILATO
(Paradosis) (apócrifo)
por Aurelio
De Santos Otero
I. Llegó
a Roma la carta y fue leída al César en presencia de no pocas personas. Y todas
quedaron atónitas al oír que, a causa del delito de Pilato, las tinieblas y el
terremoto habían afectado a toda la tierra. Y, montando el César en cólera, envió
soldados y ordenó que llevaran preso a Pilato.
II.
Conducido que fue a Roma y enterado el César de que había llegado, se sentó
éste en el templo de los dioses a la cabeza del senado, acompañado de todo el
elemento militar y de la multitud que integraba sus fuerzas. Entonces dio
órdenes de que avanzara delante de Pilato y quedara de pie. Y a continuación le
dijo: «¿Por qué has tenido la osadía de hacer tales cosas, monstruo de
impiedad, después de haber visto prodigios como los que hacía aquel hombre? Por
atreverte a cometer tal villanía, has acarreado la ruina a todo el universo».
III.
Mas Pilato replicó: «¡Oh emperador!, yo no soy culpable de esto; los
incitadores y responsables son la turba de los judíos». César dijo: «¿Y quiénes
son éstos?» Respondió Pilato: «Herodes, Arquelao, Filipo, Anás, Caifás y toda
la turba de los judíos». Repuso César: «¿Y por qué secundaste tú el propósito
de aquéllos?» Dijo Pilato: «Su nación es levantisca e insumisa; no se somete a
tu imperio». A lo que replicó César: «Nada más entregártelo debiste ponerlo a
buen seguro y enviármelo a mí y no dejarte persuadir por ellos a crucificar a
un personaje como éste, que era justo y que hacía prodigios tan buenos como
hacías constar en tu relación. Pues señales como éstas bien daban a conocer que
Jesús era el Cristo, el rey de los judíos».
IV. Y
nada más decir esto César, cuando mencionóel nombre de Cristo, toda la caterva
de dioses se desplomó y quedó reducida a una especie de polvareda que ocupó el
recinto en que estaba sentado el César acompañado del senado. Y todo el pueblo
que estaba en presencia del César, quedó todo amedrentado al oír pronunciar el
nombre y ante la caída de aquellos dioses, y, sobrecogidos de temor, se fue
cada cual a su casa, llenos de admiración por lo ocurrido. Entonces mandó el
César que Pilato fuera sometido a una segura vigilancia, de manera que él
pudiera conocer la verdad de lo que concernía a Jesús.
V. Al
día siguiente se sentó César en el Capitolio juntamente con el senado en pleno
y se propuso de nuevo interrogar a Pilato. Dijo, pues, el César: «Di la verdad,
monstruo de impiedad, pues, por la acción impía que llevaste a cabo contra
Jesús, tu mala conducta ha venido a ponerse aquí de manifiesto por el hecho de
que los dioses se hayan desplomado. Dime, pues, ¿quién es aquel crucificado, ya
que su nombre ha traído la perdición incluso de todos los dioses?» Pilato
respondió: «Efectivamente, lo que de Él se menciona es verdadero; yo mismo, al
ver sus obras, llegué a persudirme de que aquel personaje era de mayor
categoría que todos los dioses que nosotros veneramos». Preguntó entonces el
César: «¿Cómo, pues, tuviste la osadía de hacer aquello contra Él, conociéndole
como le conocías? ¿O es que maquinabas algún mal contra mi imperio?» Mas Pilato
respondió: «Hice esto por la iniquidad y la sublevación de estos judíos si ley
y sin Dios».
VI.
Encolerizado entonces el César, se puso a deliberar con todo el senado y su
ejército. Y mandó escribir un edicto contra los judíos concebido en estos
términos: «A Liciano, gobernador de la provincia oriental, salud. He venido en
conocimiento del hecho atrevido e ilegal que ha tenido lugar en nuestros
tiempos por parte de los judíos que habitan en Jerusalén y las ciudades
circunscritas, hasta el punto de que han obligado a Pilato a crucificar a
cierto Dios llamado Jesús, crimen tan horrendo, que por él el universo,
entenebrecido, iba a ser arrastrado a la ruina. Haz, pues, ánimo de presentarte
a ellos con todoa tu premura, bien pertrechado de fuerzas, y declara la
esclavitud por el presente edicto. Sé obediente a la consigna de atacarles y
desparramarles por el mundo; redúcelos a servidumbre en todas las naciones y,
después de expulsar de toda la
Judea hasta la reliquia más insignificante de su raza, haz
que no aparezca ni esto siquiera, llenos como están de maldad».
VII.
Llegando este edicto al Oriente, Liciano obedeció al tenor terrible de la orden
y dio al exterminio a la nación entera de los judíos; y a los que quedaron en
Judea les echó a la diáspora de las naciones para ser esclavos, de manera que
llegó a conocimiento del César lo que había hecho Liciano contra los judíos en
Oriente, y le agradó.
VIII. Y
el César se dispuso de nuevo a juzgar a Pilato. Luego mandó a un jefe llamado
Albio que le cortara la cabeza, diciendo: «De la misma manera que éste levantó
su mano contra aquel hombre justo llamado Cristo, de manera semejante caerá
éste también sin remisión».
IX.
Mas Pilato, cuando hubo llegado al lugar señalado, se puso a orar en silencio
de esta manera: «Señor, no me pierdas en compañía de los perversos hebreos,
pues yo no hubiera levantado mi mano contra ti si no hubiera sido por el pueblo
de los inicuos judíos, pues se rebelaron contra mí; pero tú sabes que obré sin
saber. Así, pues, no me pierdas por este pecado, sino sé benigno conmigo, ¡oh
Señor!, y con tu sierva Procla, que está a mi lado en esta hora de mi muerte, a
quien te dignaste designar como profetisa de tu futura crucifixión. No condenes
también a ésta por mi pecado, sino perdónanos y cuéntanos entre la porción de
tus escogidos».
X. Y
he aquí que, depués de terminar Pilato su oración, vino una voz del cielo que
decía: «Bienaventurado te llamarán las generaciones y patrias de las gentes,
porque en tu tiempo se cumplieron todas estas cosas que habían sido dichas por los
profetas acerca de mí; y tú has de aparecer como testigo en mi segunda venida,
cuando vaya a juzgar a las doce tribus de Israel y a los que no han confesado
mi nombre». Y sacudió el prefecto la cabeza de Pilato, y he aquí que un ángel
del Señor la recibió. Y al ver Procla, su mujer, al ángel que venía para
recibir la cabeza de él, rebosante de alegría, entregó también su espíritu al
instante y fue sepultada juntamente con su marido.
SENTENCIA DE PILATO
Sentencia
dada de Poncio Pilato contra Nuestro Señor Jesu-Christo
(apócrifo)
(apócrifo)
por Aurelio
De Santos Otero
«Copia hallada en la Ciudad de Aqüila, del Reyno
de Nápoles, de la sentencia dada por Poncio Pilato, Presidente de la Judea en el año 18 [sic] de
Tiberio César, Emperador de Roma, contra Jesu-Cristo, Hijo de Dios, y de María
Virgen, sentenciándolo á muerte de Cruz en medio de dos Ladrones el día 25 de
Marzo; hallada milagrosamente dentro de una hermosísima piedra, en la qual
estaban dos cajitas, una de hierro, y dentro de ella otra de finísimo marfil, donde
estaba inclusa la infrascripta sentencia en letra Hebrayca en carta pecora del
modo siguiente:
El año XVIIIo. [sic] de Tiberio César, emperador Romano, y de todo el Mundo, Monarca invencible, en
YO Poncio Pilatos, aqui Presidente Romano dentro del Palacio de
Mandamos asi mismo, que ninguno de cualquier estado, ó calidad se atreva temerariamente á impedir la tal Justicia por mi mandada, administrada, y executada con todo rigor según los decretos, y Leyes Romanas, y Hebreas so pena de rebelion al Imperio Romano = Testigos de la nra. Sentencia: por los 12. Tribus de Israel Rabain Daniel, Rabain seg.12, Joannin Bonicar, Barbasu. Sabi Potuculam. Por los Fariseos Bulio, Simeon, Ronol, Rabani, Mondagul, Boncurfosu. Por el Sumo Sacerdocio Rabban, Nidos, Boncasado. Notarios de esta publicacion: por los Hebreos Nitanbarta; por el Juzgado, y Presidente de Roma Lucio Sextilio, Amasio Chlio.
(Copias sacadas del ms. titulado Libro de varias noticias y apuntaciones, que dejó escritas en Latín, Español, Francés e Italiano D. N. Guerra, Obispo de Segovia. Copiadas de su original en M. DCC. LXXXVI)».
La razón de este
Blog
No seriamos lo que somos si no fuera por ellos,
nuestros antepasados.Milenios nos separan de aquellos a los que hoy llamamos
“humanos primitivos”.
Un largo camino hemos recorrido, sin duda. Solos, o con alguna ayuda?.Hemos realizado hazañas asombrosas y protagonizados hechos vergonzosos.
En estas páginas,escritas por los antiguos y por nuestros contemporáneos,nos muestra la esencia del Ser Humano que busca su origen y su destino.
Nosotros en algún momento nos convertiremos en antepasados, y formaremos un eslabón más a la cadena de seres, de aquí y de “allá”, que escriban esta historia que siempre estará inconclusa. (Sergio)
Un largo camino hemos recorrido, sin duda. Solos, o con alguna ayuda?.Hemos realizado hazañas asombrosas y protagonizados hechos vergonzosos.
En estas páginas,escritas por los antiguos y por nuestros contemporáneos,nos muestra la esencia del Ser Humano que busca su origen y su destino.
Nosotros en algún momento nos convertiremos en antepasados, y formaremos un eslabón más a la cadena de seres, de aquí y de “allá”, que escriban esta historia que siempre estará inconclusa. (Sergio)
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