"Después del ángel del aire,
busquen el ángel del agua. Quítense el calzado y las ropas y dejen que el ángel
del agua abrace todos sus cuerpos. Entregúense por entero a sus acogedores
brazos y, así como el aire penetra en la respiración de ustedes, el agua que el
agua penetre también en sus cuerpos. En verdad les digo que el ángel del agua
expulsará de sus cuerpos toda inmundicia que los mancille por fuera y por dentro.
Y toda cosa sucia y maloliente fluirá fuera de ustedes, igual que la suciedad
de las vestiduras, lavadas en el agua, se va y se pierde en la comente del río.
En verdad les digo que sagrado es el ángel del agua que limpia cuanto está
sucio y que confiere a todas las cosas malolientes un olor agradable. Ningún
hombre a quien no deje pasar el ángel del agua podrá acudir ante la faz de
Dios. En verdad que todo debe nacer de nuevo del agua y de la verdad, pues el
cuerpo de ustedes se baña en el río de la vida terrenal y el espíritu de
ustedes se baña en el río de la vida eterna. Pues recibe la sangre de nuestra
Madre Terrenal y la verdad de nuestro Padre Celestial".
"Pero no piensen que es
suficiente que el ángel del agua les abrace sólo externamente. En verdad les
digo que la inmundicia interna es, con mucho, mayor que la externa. Y quien se
limpia por fuera permaneciendo sucio en su interior, es como las tumbas
bellamente pintadas por fuera, pero llenas por dentro de todo tipo de
inmundicias y de abominaciones horribles. Por ello, en verdad les digo, que
dejen que el ángel del agua les bautice también por dentro, para que les libre
de todos los antiguos pecados y para que así mismos internamente sean tan puros
como la espuma del río jugueteando a la luz del sol".
"Busquen, por tanto, una
gran calabaza con el cuello de la longitud de un hombre; extraigan su interior
y llénenla con agua del río caldeada por el sol. Cuélguenla de la rama de un
árbol, arrodíllense en el suelo ante el ángel del agua y hagan que el extremo
del tallo de la calabaza penetre en las partes de ocultas de ustedes, para que
el agua fluya a través de todos sus intestinos. Luego descansen arrodillándose
en el suelo ante el ángel del agua oren a Dios vivo para que les perdonen todos
sus antiguos pecados; y oren también al ángel del agua para que libere los
cuerpos de ustedes de toda inmundicia y enfermedad. Dejen entonces que el agua
salga del cuerpo de ustedes, para que se lleve de su interior todas las cosas
sucias y fétidas de Satán. Y verán con sus ojos y olerán con las narices de
ustedes todas las abominaciones e inmundicias que mancillan el templo de los
cuerpos de ustedes; igual que todos los pecados que residían en el cuerpo,
atormentándolos con todo tipo de dolores. En verdad les digo que el bautismo
con agua les libera de todo esto. Renueven el bautismo con agua todos los días
durante el ayuno hasta el día que vean que el agua que expulsan es tan pura
como la espuma del río, Entreguen entonces el cuerpo a la corriente del río y, una
vez en los brazos del ángel del agua, den gracias al Dios vivo por haberles
librado de los pecados de ustedes. Y este bautismo sagrado por el ángel del
agua es el renacimiento a la nueva vida. Pues los ojos de ustedes verán a
partir de entonces y los oídos oirán. No pequéis más, por tanto, después del
bautismo, para que los ángeles del aire y del agua habiten eternamente en
ustedes y les sirvan para siempre".
"Y si queda después dentro
de ustedes algunos de sus antiguos pecados e inmundicias, busquen al ángel de
la luz del sol. Quítense el calzado y las ropas y dejen que el ángel de la luz
del sol abrace todo el cuerpo de ustedes. Respiren entonces larga y
profundamente para que el ángel de la luz del sol les penetre. Y el ángel de la
luz del sol expulsará del cuerpo de ustedes toda cosa fétida y sucia que lo
mancille por fuera y por dentro. Y así saldrá de ustedes toda cosa sucia y
fétida del mismo modo que la oscuridad de la noche se disipa ante la
luminosidad del sol naciente. Pues en verdad les digo que sagrado es el ángel
de la luz del sol, quien limpia toda inmundicia y confiere a lo maloliente un
olor agradable. Nadie a quien no deje pasar el ángel de la luz del sol podrá
acudir ante la faz de Dios. En verdad que todo debe nacer de nuevo del sol de la Madre Terrenal , y
el espíritu de ustedes se baria en la luz del sol de la Madre Terrenal , y
el espíritu de ustedes se baria en la luz del sol de la verdad del Padre
Celestial.
"Los ángeles del aire, del
agua, y de la luz del sol son hermanos. Les fueron entregados al Hijo del
Hombre para que le sirviesen y para que él pudiera ir siempre de uno a otro.
"Sagrado es así mismo, su
brazo. Son hijos indivisibles de la Madre Terrenal , así que no separen ustedes
aquello a quienes la tierra y el cielo han unido. Dejen que estos tres ángeles
hermanos les envuelva cada día y habiten en ustedes durante todo el ayuno.
"Pues en verdad les digo que
el poder de los demonios, todos los echados e inmundicias, huirán con presteza
de aquel cuerpo que sea abrazado por estos tres Ángeles. Del mismo modo que los
ladrones huyen de una casa abandonada al llegar el dueño de ésta, uno por la
puerta, otro por la ventana y un tercero por el tejado, cada uno por donde se
encuentra y por donde puede, así mismo huirán del cuerpo de ustedes todos los
demonios del mal, todos los antiguos pecados y toda las inmundicias y
enfermedades que profanan el templo que es el cuerpo de ustedes. Cuando los
ángeles de la Madre
Terrenal entras en los cuerpos de ustedes, de modo que los
señores del templo lo poseen nuevamente, entonces huirán con presteza todos los
malos olores a través de la respiración de ustedes y de la piel de ustedes, y
las aguas corrompidas saldrán por la boca, por la piel y por las partes ocultas
y secretas. Y todas estas cosas las verán con los propios ojos de ustedes, las
olerán con la nariz de ustedes y las tocarán con sus manos. Y cuando todos los
pecados e inmundicias hayan abandonado el cuerpo de ustedes, la sangre se les
volverá tan pura como la sangre de nuestra Madre Terrenal y como la espuma del
río jugueteando a la luz del sol. Y el aliento se les volverá tan puro como el
aliento de las flores perfumadas, y la carne tan pura como la carne de los
frutos que enrojecen sobre las ramas de los árboles; la luz de sus ojos tan clara
y luminosa como el brillo del sol que resplandece en el cielo azul. Y entonces
les servirán todos los ángeles de la Madre Terrenal. Y la respiración, la sangre y la
carne serán una con la respiración, la sangre y la carne de la Madre Terrenal para
que el espíritu de ustedes se haga también uno con el espíritu del Padre
Celestial. Pues en verdad nadie puede llegar al Padre Celestial sino a través
de la Diosa Terrenal.
Del mismo modo que un niño recién nacido no puede entender la enseñanza de su
padre mientras su madre \e haya primero amamantado, bañado, cuidado, dormido y
alimentado. Mientras el niño es pequeño, su lugar está junto a su madre y a
ella debe obedecer. Cuando el niño ya ha crecido, su padre le lleva a trabajar
al campo a su lado, y el niño regresa junto a su madre solamente cuando llega
la hora de la comida y de la cena. Y entonces el padre le enseña, para que se
adiestre en los trabajos de su padre. Y cuando el padre ve que su hijo entiende
su enseñaza y hace bien su trabajo, le da todas las posesiones para que éstas
pertenezcan a su amado hijo y para que éste continúe la obra de su padre, En
verdad les digo que feliz es el hijo que acepta el consejo de su madre y lo
sigue. Cien veces más feliz en el hijo que acepta y sigue también el consejo de
su padre, pues se les dijo, "Honra a tu padre y a tu madre". Pero yo
les digo, Hijos del Hombre: Honren a su Madre Terrenal y guarden todas sus
leyes, para que sean largos los días de ustedes en esta tierra, y honren a su
padre celestial para que sea de ustedes en los cielos la vida eterna. Pues el
Padre Celestial es un centenar de veces más grande que todos los padres por
sangre y descendencia, y mayor es la Madre Terrenal que todas las madres por el
cuerpo. Y más querido es el Hijo del Hombre a los ojos de su Padre Celestial y
de su Madre Terrenal que lo son los niños a los ojos de sus padres por sangre y
por descendencia y de sus padres por el cuerpo. Y más sabias son la palabra y la Ley del Padre Celestial y de la Madre Terrenal que
las palabras y la voluntad de todos los padres por sangre y por descendencia, y
de todas las madres por el cuerpo. Y también de más valor es la herencia del
Padre Celestial y de la
Madre Terrenal , el reino eterno de la vida eterna y
celestial, que todas las herencias de los padres de ustedes por sangre y por
descendencia, y de las madres por el cuerpo".
"Y sus verdaderos hermanos
son todos aquellos que hacen la voluntad del Padre Celestial y de la Madre Terrenal , y
no la de sus hermanos de sangre. En verdad les digo que sus verdaderos hermanos
en la voluntad del Padre Celestial y de la Madre Terrenal se
amarán un millar de veces más que sus hermanos de sangre. Pues desde los días
de Caín y Abel, cuando los hermanos de sangre trasgredieron la voluntad de
Dios, no existe una verdadera fraternidad por la sangre. Y los hermanos actúan
entre sí como extraños. Por ello les digo, amen a sus verdaderos hermanos en la
voluntad de Dios un millar de veces más que a los hermanos de sangre".
Pues el Padre Celestial es amor.
Pues la Madre Terrenal es
amor.
Pues el Hijo del Hombre es amor.
"Por el amor el Padre
Celestial y la Madre
Terrenal y el Hijo del Hombre se hacen uno. Pues el espíritu
del Hijo del Hombre fue creado del espíritu del Padre Celestial, y su cuerpo
del cuerpo de la Madre
Terrenal. Háganse por tanto, perfectos como perfecto son el
espíritu del Padre Celestial y el cuerpo de la Madre Terrenal. Y
amen así al Padre Celestial, igual que Él ama el espíritu de ustedes. Y amen
así a la Madre Terrenal ,
igual que ella ama el cuerpo de ustedes. Y amen así a sus verdaderos hermanos,
igual que el Padre Celestial y la Madre Terrenal les aman. Y entonces les dará el
Padre Celestial su santo espíritu, y la Madre Terrenal les
dará a ustedes su cuerpo santo. Y entonces los Hijos de los Hombres se darán
amor unos a otros como verdaderos hermanos, el amor que recibieron de su Padre
Celestial y de la Madre
Terrenal ; y todos se convertirán en consoladores unos de
otros. Y habrá amor y alegría sobre la tierra. Y será entonces la tierra como
los cielos, y vendrá el reino de Dios. Y entonces vendrá el Hijo del Hombre en
toda su gloria, para heredar el reino de Dios. Pues los Hijos de los Hombres
dividirán su divina herencia, el reino de Dios. Pues los Hijos del Hombre viven
en el Padre Celestial y en la
Madre Terrenal , y el Padre Celestial y la Madre Terrenal
viven en ellos. Y entonces con el reino de Dios llegará el fin de los tiempos.
Pues el amor del Padre Celestial da vida eterna a todo lo que está en el reino
de Dios. Pues el amor es eterno. El amor es más fuerte que la Muerte ".
"Aunque hable con las
lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, mis palabras son
como el sonido del latón o como el tintineo de un platillo. Aunque diga lo que
ha de venir y conozca todos los secretos y toda la sabiduría; y aunque tenga
una fe tan fuerte como la tormenta que mueve las montañas de su sitio, si no
tengo amor no soy nada. Y aunque dé todos mis bienes para alimentar al pobre y
le ofrezca todo el fuego que he recibido de mi Padre, si no tengo amor no
hallaré en ello provecho alguno. El amor es paciente y el amor es amable. El
amor no es envidioso, no hace el mal, no conoce el orgullo; no es rudo ni
egoísta. Es ecuánime, no cree en la malicia; no se regocija en la injusticia,
sino que se deleita en la justicia. El amor lo defiende todo, el amor lo cree
todo, el amor lo espera todo, y el amor lo soporta todo; nunca se agota; pero
en cuanto a las lenguas, cesarán, y en cuanto al conocimiento, se desvanecerá.
Pues poseemos en parte la verdad y en parte el error, más cuando venga la
plenitud de la perfección, lo parcial será aniquilado. Cuando el hombre era
niño hablaba como un niño, entendía como un niño, pensaba como un niño; pero
cuando se hizo hombre abandonó las cosas de los niños. Porque nosotros vemos
ahora a través de un cristal y a través de dichos oscuros. Ahora conocemos
parcialmente, más cuando hayamos acudido ante el rostro de Dios, ya no
conoceremos en parte, pues nosotros mismos seremos enseriados por Él, Y ahora
nos quedan tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de
ellas es el amor. «Y ahora les hablo en la lengua viva del Dios Vivo, por medio
del santo espíritu de nuestro Padre Celestial. No hay aún ninguno entre ustedes
que pueda entender todo cuanto les digo. Quien les comenta las escrituras les
hablan en una lengua muerta de hombres muertos, a través de su cuerpo enfermo y
mortal. Por lo tanto a él le pueden entender todos los hombres, pues todos los
hombres están enfermos y todos están en la muerte. Nadie ve la luz de la vida.
El ciego guía a los ciegos en el oscuro sendero de los pecados, las
enfermedades y los sufrimientos, y al final se precipitan todos en la fosa de
la muerte".
"Yo les he sido enviado por
mi Padre para que haga brillar la luz de la vida entre ustedes. La luz se
ilumina así misma y a la oscuridad, más la oscuridad se conoce sólo así misma y
no conoce la luz. Aún tengo que decirles muchas cosas, más aún no pueden
comprenderlas. Pues los ojos de ustedes están acostumbrados a la oscuridad, y la
plena Luz del Padre Celestial les cegaría. Por eso no pueden entender aún
cuanto les hablo acerca del Padre Celestial quien me envió a ustedes. Sigan
pues primero sólo las leyes de la Madre Terrenal , de quien ya les he contado. Y
cuando sus ángeles hayan lavado y renovado los cuerpos de ustedes y fortalecido
los ojos de ustedes, serán capaces de soportar la luz de nuestro Padre
Celestial. Cuando sean capaces de contemplar el brillo del sol del mediodía con
los ojos fijos, podrán entonces mirar la luz cegadora del Padre Celestial, la
cual es un millar de veces más brillante que el brillo de un millar de soles.
Más ¿cómo podrían ustedes mirar la
Luz cegadora del Padre Celestial, si no pueden soportar
siquiera la luz del sol radiante? Créanme, el sol es como una llama de una vela
comparado con el sol de la verdad del Padre Celestial. No tengan, por tanto,
sino fe y esperanza y amor. En verdad les digo que no desearán la recompensa de
ustedes. Si creen en mis palabras creerán en quien me envió, que es el señor de
todos y para quien todas las cosas son posibles. Pues lo que resulta imposible
con los hombres, es posible con Dios. Si creen en los árboles de la Madre Terrenal y
cumplen sus leyes, la fe de ustedes les sostendrá y nunca conocerán la
enfermedad. Tengan esperanza también en el amor de su padre celestial, pues
quien confía en él no será nunca defraudado ni tampoco conocerá a la muerte.
"Ámense los unos a los
otros, pues Dios es amor, y así sabrán los ángeles que ustedes van por su camino. Y entonces acudirán
todos los ángeles ante el rostro de ustedes y les servirán. Y Satán partirá del
cuerpo de ustedes con todos SUS pecados, enfermedades e inmundicias. Vayan,
renuncien a los pecados de ustedes; arrepiéntanse ustedes mismos; y bautícense
ustedes mismos; para que nazcan de nuevo y no pequen más.
Entonces Jesús se levantó. Pero
todos los demás permanecieron sentados, pues cada hombre sentía el poder de sus
palabras. Y entonces apareció la luna llena entre las nubes desgarradas y
envolvió a Jesús en su resplandor. De sus cabellos ascendían destellos, y
permaneció erguido entre ellos en la luz de la luna, como si flotase en el
aire. Y nadie se movió, ni tampoco se oyó la voz de nadie. Y nadie supo cuánto
tiempo había pasado, pues el tiempo parecía parado.
Entonces Jesús tendió sus manos
hacia ellos y dijo: "la paz con ustedes". Y de este modo, partió como
la brisa que mece las hojas de los árboles.
Y aún durante un buen rato
permaneció la compañía sentada sin moverse, y luego fueron saliendo del
silencio, uno tras otro, como tras un largo sueño. Pero nadie deseaba irse,
como si las palabras de quien les había dejado aún sonasen en sus oídos. Y
permanecieron sentados como si escuchasen alguna música maravillosa.
Pero al fin uno dijo, como si
estuviera algo atemorizado: "¡Que bien se está aquí!" Otro dijo:
"¡Ojalá esta noche no acabara nunca!" Y otros: "¡Ojalá pudiera
estar entre nosotros para siempre!" "De verdad que es el mensajero de
Dios, pues puso la esperanza en nuestros corazones". Y nadie deseba irse a
su casa diciendo: "Yo no voy a casa, donde todo es oscuro y triste.
¿Porqué hemos de ir a casa donde nadie nos quiere?" :
Y de este modo hablaron, pues
casi todos ellos eran pobres, cojos, ciegos, lisiados, vagabundos, gente sin
hogar despreciadas en su desdicha, que sólo habían nacido para ser motivo de
lástima en las casas donde durante apenas vinos días encontrasen refugio.
Incluso que tenían tanto casa como familia dijeron: 'También nosotros nos
quedamos con ustedes'. Pues todos sentían que las palabras de Quien se había
ido unían a la pequeña compañía con hilos invisibles. Y todos sentían que
habían nacido de nuevo. Veían ante sí un nujndo luminoso, incluso cuando la
luna se ocultó en las nubes. Y en los corazones de todos se abrieron flores
maravillosas, de una belleza maravillosa: las flores de la alegría".
Y cuando los brillantes rayos del
sol aparecieron sobre el horizonte, todos sintieron que aquel era el sol del
reino de Dios que venía. Y con semblantes alegres se adelantaron a los ángeles
de Dios. Y muchos sucios y enfermos siguieron las palabras de Jesús y buscaron
las orillas de las corrientes murmurantes. Se descalzaron y desvistieron,
ayunaron y entregaron sus cuerpos a los ángeles del aire, del agua y de la luz
del sol. Y los ángeles de la
Madre Terrenal les abrazaron y poseyeron sus cuerpos por
dentro y por fuera. Y todos ellos vieron cómo todos los males, pecados e
inmundicias les abandonaban rápidamente.
Y el aliento de algunos se volvió
tan fétido como el olor que sueltan los intestinos, y a algunos les fluían
babas y de sus partes intimas surgió un vómito maloliente y sucio. Todas estas
inmundicias salieron por sus bocas. En algunos por la nariz, y en otros por los
ojos y los oídos. Y a muchos les vino por todo su cuerpo un sudor apestoso y
abominable por toda su piel. Y en muchos de sus miembros se abrieron forúnculos
grandes y calientes, de los que salían inmundicias malolientes, y de sus
cuerpos fluía orina en abundancia y en muchos su orina no estaba sino seca y se
volvía tan espesa como la miel de las abejas; la de los otros era casi roja y
dura casi como la arena de los ríos. Muchos lanzaban fétidos pedos de sus
intestinos, semejantes al aliento de los demonios. Y su hedor se hizo tan
grande que nadie podía soportarlo.
Y cuando se bautizaron a sí
mismos, el ángel del agua penetró en sus cuerpos, y de ellos salieron todas las
abominaciones e inmundicias de sus antiguos pecados, y semejante a un río que
descendiese de una montaña, salieron a borbotones de sus cuerpos gran cantidad
de abominaciones duras y blandas. Y la tierra donde cayeron sus aguas quedó
contaminada, y tan grande era el hedor que nadie podía permanecer en aquel
lugar. Y los demonios abandonaron sus intestinos en forma de numerosos gusanos
que se retorcían en el lodo de sus inmundicias internas. Y después que el ángel
del agua les hubo expulsado de los intestinos de los Hijos del Hombre, se
retorcieron en el suelo con ira impotente. Y entonces descendió sobre ellos el
poder del ángel de la luz del sol, y allí perecieron en sus desesperadas
convulsiones, pisoteados bajo los pies del ángel de la luz del sol. Y todos se
estremecieron aterrorizados al mirar aquellas abominaciones de Satán, de
quienes les habían salvado los ángeles. Y dieron gracias a Dios por haberles
enviado sus ángeles para liberarles.
Y había algunos atormentados por
grandes dolores que no parecían querer abandonarles; y no sabiendo qué hacer,
decidieron enviar alguno de ellos a Jesús, pues deseaban mucho tenerle entre ellos.
Y cuando dos hubieron ido en su
busca, vieron al mismo Jesús acercándose por la orilla del río. Y sus corazones
se llenaron de esperanza y de alegría cuando oyeron su saludo: "La paz sea
con ustedes". Y muchas eran las preguntas que deseaban hacerle, más en su
sorpresa no podían empezar, pues nada acudía a sus mentes. Les dijo entonces
Jesús: "He venido porque me necesitan". Y uno gritó1. "Maestro,
verdaderamente te necesitamos. Ven y líbranos de nuestros sufrimientos".
-Y Jesús les habló en parábolas-: 'Sois el hijo pródigo, quien durante muchos
años comió y bebió, y pasó sus días con sus amigos en el desenfreno y la
lascivia. Y cada semana, sin que su padre lo supiese, contraía nuevas deudas,
malgastando cuanto tenía en pocos días. Y los prestamistas siempre les
prestaban, pues su padre poseía grandes riquezas y siempre pagaba pacientemente
las deudas de su hijo. Y ¿n vano amonestaba a su hijo con buenas palabras,
porque nunca escuchaba las advertencias de su padre, quien le suplicaba en vano
que renunciase a sus vicios sin fin, y que fuera a sus campos a vigilar el
trabajo de sus sirvientes. Y el hijo le prometía siempre todo si pagaba sus
antiguas deudas, más al día siguiente empezaba de nuevo. Y durante más de siete
años el hijo continuó en su vida licenciosa. Pero, al fin, su padre perdió la
paciencia y no pagó más a los prestamistas las deudas de su hijo. 'Si sigo
pagándolas siempre-dijo- no acabarán los pecados de mi hijo'. Entonces, los
prestamistas, que se vieron engañados, en su cólera se llevaron al hijo como
esclavo, para que con su trabajo diario pagase el dinero que había tomado
prestado. Y entonces se acabó el comer, el beber y todos los excesos diarios.
De la mañana a la noche mojaba los campos con el sudor de su frente, y con el
trabajo desacostumbrado todos sus miembros le dolían. Y vivía de pan seco, no
teniendo más que sus propias lágrimas para humedecerlo. Al tercer día había
sufrido tanto por el calor y el cansancio, que le dijo a su dueño: 'No puedo
trabajar más porque me duelen todos mis miembros. ¿Por cuánto tiempo más me
atormentarás?' 'Hasta el día en que por el trabajo de tus manos me hayas pagado
tus deudas, y cuando hayan pasado siete años serás libre'. Y el hijo
desesperado respondió llorando'. 'Pero si no puedo soportarlo ni siquiera
durante siete días Apiádate de mí, pues todos mis miembros me duelen y me
abrazan'. Y el malvado acreedor le gritó: ¡Sigue con tu trabajo! Si pudiste
dedicar tus días y tus noches al desenfreno durante siete años, tendrás que
trabajar ahora durante siete años. No te perdonaré hasta que me hayas pagado
todas tus deudas hasta el último dracma'. Y el hijo regresó desesperado a los
campos, con sus miembros atormentados por el dolor, para seguir con su trabajo.
Ya difícilmente podía tenerse en pie debido al cansancio y a los dolores,
cuando llegó el séptimo día, el día del Sabat, en el cual nadie trabaja en el
campo. Reunió el hijo entonces el resto de sus fuerzas y se arrastró hasta la
casa de su padre. Y echándose a los pies de su padre le dijo: 'Padre, créeme
por última vez y perdóname todas mis ofensas contra tí. Te juro que nunca más
volveré a vivir desenfrenadamente y te obedeceré en todo. Libérame de las manos
de mi opresor. Padre, mírame y contempla mis miembros enfermos y no endurezcas
tu corazón'. Entonces brotaron lágrimas de los ojos del padre, que tomando a su
hijo en brazos dijo: Alegrémonos, porque hoy se me ha dado una gran alegría,
pues he recuperado a mi amado hijo que estaba perdido'. Le vistió con sus
mejores ropas, y durante todo el día hicieron fiesta y a la mañana siguiente
dio a su hijo una bolsa de plata para que pagase a sus acreedores cuanto les
debía. Y cuando su hijo regresó, le dijo: 'Ya ves, hijo mío, lo fácil que es
con una vida desenfrenada contraer deudas por siete años, pero es difícil
pagarlas con el trabajo de siete años'. 'Padre, es verdaderamente duro pagarlas
incluso durante sólo siete días'. Y el padre le advirtió, diciéndole: 'Sólo por
esta vez se te a permitido pagar tus deudas en siete días en lugar de siete años,
el resto se está perdonado. Pero cuida de no contraer más deudas en el tiempo
venidero. Pues en verdad te digo que nadie más que tu padre perdona tus deudas
por ser su hijo. Porque de haber sido con cualquier otro, habrías tenido que
trabajar duramente durante siete años, como está ordenado en nuestras leyes'.
Padre, a partir de ahora seré tu hijo amante y obediente, y nunca más contraeré
deudas, pues sé que pagarlas es duro.
Y fue al campo de su padre y
todos los días vigilaba el trabajo de los labradores de su padre. Y nunca les
hizo trabajar demasiado duro, pues recordaba su propio trabajo pesado. Y
pasaron los años y las posesiones de su padre aumentaron más y más bajo su
mano, pues su tarea contaba con la bendición de su padre. Y lentamente devolvió
a su padre diez veces más de cuanto había derrochado durante aquellos siete
años. Y cuando el padre vio que el hijo trataba bien a sus sirvientes y a todas
sus posesiones, le dijo: Hijo mío, veo que mis posesiones están en buenas
manos. Te doy todo mi ganado, mi casa, mis tierras y mis tesoros. Que todo esto
sea tu herencia; continúa aumentándola para que goce en ti'. Y cuando el hijo
hubo recibido la herencia de su padre, perdonó las deudas a todos sus deudores
que no podían pagarle; pues no olvidó que su deuda había sido también perdonada
cuando no podía pagarla. Y Dios le bendijo con una vida larga, con muchos hijos
y con muchas riquezas, pues era amable con todos sus sirvientes y con todo su
ganado'.
Jesús se volvió entonces al
pueblo enfermo y dijo: "Les hablo en parábolas para que entiendan mejor la
palabra de Dios. Los siete años de comer y beber y de vida desenfrenada son los
pecados del pasado. El malvado acreedor es Satán. Las deudas son las
enfermedades. El trabajo son los dolores. El hijo pródigo son ustedes mismos.
El pago de las deudas es la expulsión de ustedes de los demonios y de las
enfermedades y la curación de los cuerpos de ustedes. La bolas de plata
recibida del padre es el poder liberador de los ángeles. El padre es Dios. Los
sirvientes del padre son los ángeles. El campo del padre es el mundo, que se
convierte en el reino de los cielos si los Hijos del Hombre trabajan en él
junto a los ángeles del Padre Celestial. Pues yo les digo que es mejor que el
hijo obedezca a su padre y vigile a los sirvientes de su padre en el campo, a
que se convierta en deudor del malvado acreedor, y fatigarse y sudar en la
servidumbre para restituir todas sus deudas. De igual modo, es mejor que los
Hijos del Hombre obedezcan también las leyes de su Padre Celestial y que
trabajen con sus ángeles en su reino, a convertirse en deudores de Satán, el
señor de la muerte, de todos los pecados y de todas las enfermedades, a sufrir
con dolores y sudor hasta haber reparado todos sus pecados. En verdad les digo,
que grandes y muchos son los pecados de ustedes. Durante muchos años han cedido
a las tentaciones de Satán. Han sido glotones, intestinos, semejantes al
aliento de los demonios. Y su hedor se hizo tan graarie que nadie podía
soportarlo.
Y cuando se bautizaron a sí
mismos, el ángel del agua penetró en sus cuerpos, y de ellos salieron todas las
abominaciones e inmundicias de sus antiguos pecados, y semejante a un río que
descendiese de una montaña, salieron a borbotones de sus cuerpos gran cantidad
de abominaciones duras y blandas. Y la tierra donde cayeron sus aguas quedó
contaminada, y tan grande era el hedor que nadie podía permanecer en aquel
lugar. Y los demonios abandonaron sus intestinos en forma de numerosos gusanos
que se retorcían en el lodo de sus inmundicias internas. Y después que el ángel
del agua les hubo expulsado de los intestinos de los Hijos del Hombre, se
retorcieron en el suelo con ira impotente. Y entonces descendió sobre ellos el
poder del ángel de la luz del so\, y allí perecieron en sus desesperadas
convulsiones, pisoteados bajo los pies del ángel de la luz del sol. Y todos se
estremecieron aterrorizados al mirar aquellas abominaciones de Satán, de
quienes les habían salvado los ángeles. Y dieron gracias a Dios por haberles
enviado sus ángeles para liberarles.
Y había algunos atormentados por
grandes dolores que no parecían querer abandonarles; y no sabiendo qué hacer,
decidieron enviar alguno de ellos a Jesús, pues deseaban mucho tenerle entre
ellos.
Y cuando dos hubieron ido en su
busca, vieron al mismo Jesús acercándose por la orilla del río. Y sus corazones
se llenaron de esperanza y de alegría cuando oyeron su saludo: "La paz sea
con ustedes", Y muchas eran las preguntas que deseaban hacerle, más en su
sorpresa no podían empezar, pues nada acudía a sus mentes. Les dijo entonces
Jesús: "He venido porque me necesitan". Y uno gritó: "Maestro,
verdaderamente te necesitamos. Ven y líbranos de nuestros sufrimientos". -Y
Jesús les habló en parábolas-: 'Sois el hijo-pródigo, quien durante muchos años
comió y bebió, y pasó sus días con sus amigos en el désenfreno y la lascivia. Y
cada semana, sin que su padre lo supiese, contraía nuevas deudas, malgastando
cuanto tenía en pocos días. Y los prestamistas siempre les prestaban, pues su
padre poseía grandes riquezas y siempre pagaba pacientemente las deudas de su
hijo. Y 'en vano amonestaba a su hijo con buenas palabras, porque nunca
escuchaba las advertencias de su padre, quien le suplicaba en vano que
renunciase a sus vicios sin fin, y que fuera a sus campos a vigilar el trabajo
de sus sirvientes. Y el hijo le prometía siempre todo si pagaba sus antiguas
deudas, más al día siguiente empezaba de nuevo. Y durante más de siete años el
hijo continuó en su vida licenciosa. Pero, al fin, su padre perdió la paciencia
y no pagó más a los prestamistas las deudas de su hijo. 'Si sigo pagándolas
siempre-dijo- no acabarán los pecados de mi hijo'. Entonces, los prestamistas,
que se vieron engañados, en su cólera se llevaron al hijo como esclavo, para
que con su trabajo diario pagase el dinero que había tomado prestado. Y
entonces se acabó el comer, el beber y todos los excesos diarios. De la mañana
a la noche mojaba los campos con el sudor de su frente, y con el trabajo
desacostumbrado todos sus miembros le dolían. Y vivía de pan seco, no teniendo
más que sus propias lágrimas para humedecerlo. Al tercer día había sufrido
tanto por el calor y el cansancio, que le dijo a su dueño: 'No puedo trabajar
más porque me duelen todos mis miembros. ¿Por cuánto tiempo más me
atormentarás?' 'Hasta el día en que por el trabajo de tus manos me hayas pagado
tus deudas, y cuando hayan pasado siete años serás libre'. Y el hijo
desesperado respondió llorando: ' ¡Pero si no puedo soportarlo ni siquiera
durante siete días Apiádate de mí, pues todos mis miembros me duelen y me
abrazan'. Y el malvado acreedor le gritó: ¡Sigue con tu trabajo! Si pudiste
dedicar tus días y tus noches al desenfreno durante siete años, tendrás que
trabajar ahora durante siete años. No te perdonaré hasta que me hayas pagado
todas tus deudas hasta el último dracma'. Y el hijo regresó desesperado a los
campos, con sus miembros atormentados por el dolor, para seguir con su trabajo.
Ya difícilmente podía tenerse en pie debido al cansancio y a los dolores,
cuando llegó el séptimo día, el día del Sabat, en el cual nadie trabaja en el
campo. Reunió el hijo entonces el resto de sus fuerzas y se arrastró hasta la
casa de su padre. Y echándose a los pies de su padre le dijo: 'Padre, créeme
por última vez y perdóname todas mis ofensas contra ti. Te juro que nunca más
volveré a vivir desenfrenadamente y te obedeceré en todo. Libérame de las manos
de mi opresor. Padre, mírame y contempla mis miembros enfermos y no endurezcas
tu corazón'. Entonces brotaron lágrimas de los ojos del padre, que tomando a su
hijo en brazos dijo: Alegrémonos, porque hoy se me ha dado una gran alegría,
pues he recuperado a mi amado hijo que estaba perdido'. Le vistió con sus mejores
ropas, y durante todo el día hicieron fiesta y a la mañana siguiente dio a su
hijo una bolsa de plata para que pagase a sus acreedores cuanto les debía. Y
cuando su hijo regresó, le dijo: 'Ya ves, hijo mío, lo fácil que es con una
vida desenfrenada contraer deudas por siete años, pero es difícil pagarlas con
el trabajo de siete años'. 'Padre, es verdaderamente duro pagarlas incluso
durante sólo siete días'. Y el padre le advirtió, diciéndole: 'Sólo por esta
vez se te a permitido pagar tus deudas en siete días en lugar de siete años, el
resto se está perdonado. Pero cuida de no contraer más deudas en el tiempo
venidero. Pues en verdad te digo que nadie más que tu padre perdona tus deudas
por ser su hijo. Porque de haber sido con cualquier otro, habrías tenido que
trabajar duramente durante siete años, como está ordenado en nuestras leyes'.
Padre, a partir de ahora seré tu hijo amante y obediente, y nunca más contraeré
deudas, pues sé que pagarlas es duro.
Y fue al campo de su padre y
todos los días vigilaba el trabajo de los labradores de su padre. Y nunca les
hizo trabajar demasiado duro, pues recordaba su propio trabajo pesado. Y
pasaron los años y las posesiones de su padre aumentaron más y más bajo su
mano, pues su tarea contaba con la bendición de su padre. Y lentamente devolvió
a su padre diez veces! más de cuanto había derrochado durante aquellos siete
años. Y cuando el padre vio que el hijo trataba bien a sus sirvientes y a todas
sus posesiones, le dijo: Hijo mío, veo que mis posesiones están en buenas
manos. Te doy todo mi ganado, mi casa, mis tierras y mis tesoros. Que todo esto
sea tu herencia; continúa aumentándola para que goce en ti'. Y cuando el hijo
hubo recibido la herencia de su padre, perdonó las deudas a todos sus deudores
que no podían pagarle; pues no olvidó que su deuda había sido también perdonada
cuando no podía pagarla. Y Dios le bendijo con una vida larga, con muchos hijos
y con muchas riquezas, pues era amable con todos sus sirvientes y con todo su
ganado'.
Jesús se volvió entonces al
pueblo enfermo y dijo: "Les hablo en parábolas para que entiendan mejor la
palabra de Dios. Los siete años de comer y beber y de vida desenfrenada son los
pecados del pasado. El malvado acreedor es Satán. Las deudas son las
enfermedades. El trabajo son los dolores. El hijo pródigo son ustedes mismos.
El pago de las deudas es la expulsión de ustedes de los demonios y de las
enfermedades y la curación de los cuerpos de ustedes. La bolas de plata
recibida del padre es el poder liberador de los ángeles. El padre es Dios. Los
sirvientes del padre son los ángeles. El campo del padre es el mundo, que se
convierte en el reino de los cielos si los Hijos del Hombre trabajan en él
junto a los ángeles del Padre Celestial. Pues yo les digo que es mejor que el
hijo obedezca a su padre y vigile a los sirvientes de su padre en el campo, a
que se convierta en deudor del malvado acreedor, y fatigarse y sudar en la
servidumbre para restituir todas sus deudas. De igual modo, es mejor que los
Hijos del Hombre obedezcan también las leyes de su Padre Celestial y que
trabajen con sus ángeles en su reino, a convertirse en deudores de Satán, el
señor de la muerte, de todos los pecados y de todas las enfermedades, a sufrir
con dolores y sudor hasta haber reparado todos sus pecados. En verdad les digo,
que grandes y muchos son los pecados de ustedes. Durante muchos años han cedido
a las tentaciones de Satán. Han sido glotones, bebedores y putañeros, y sus
antiguas deudas se han multiplicado. Y ahora deben repararlas, y el pago es duro
y difícil. No se impacienten por tanto al tercer día, como el hijo pródigo,
sino esperen pacientemente al séptimo día, que está santificado por Dios, y
entonces acudan con corazón humilde y obediente ante el rostro de nuestro Padre
Celestial, para que les perdonen sus pecados y todas sus antiguas deudas. En
verdad les digo que su Padre Celestial les ama infinitamente, pues también él
les permite pagar en siete días las deudas de siete años. Quienes le deban los
pecados y enfermedades de siete años, pero le paguen honestamente y perseveren
hasta el séptimo día, a ellos perdonará nuestro Padre Celestial las deudas de
los siete años completos".
"¿Y si hemos pecado durante
siete veces siete años?", Preguntó un hombre enfermo que sufría
horriblemente. "Incluso en ese caso el Padre Celestial les perdonará todas
las deudas de ustedes en siete veces siete días.
"Felices son aquellos que
perseveran hasta el fin, pues los demonios de Satán escriben todas sus malas
acciones en un libro, el libro del cuerpo de ustedes y del espíritu de ustedes.
En verdad les digo que no hay una sola acción pecaminosa, hasta desde el
principio del mundo, que no sea escrita ante nuestro Padre Celestial. Pues
ustedes pueden escapar a las leyes hechas por los reyes, pero a las leyes del
Padre Celestial, a esas no puede escapar ninguno de los Hijos del Hombre. Y
cuando acudan ante el rostro de Dios, los demonios de Satán hacen de testigos
en contra de ustedes por medio de los actos de ustedes, y Dios ve los pecados
de ustedes escritos el libro del cuerpo de ustedes y en el espíritu de ustedes,
y su corazón está triste. Mas si se arrepienten de los pecados de ustedes y
buscan los ángeles de Dios por medio del ayuno y de la oración, entonces, por
cada día que sigan ajamando y orando, los ángeles de Dios borran un año de las
malas acciones de ustedes del libro del cuerpo y del espíritu de ustedes. Y
cuando la última página ha sido también borrada y limpiada de todos los pecados
de ustedes, se encontrarán ante la faz de Dios, y Dios se alegra en su corazón
y les perdona a ustedes todos los pecados. Y les libera de las garras de Satán
y del sufrimiento; los hace entrar en su casa y ordena a todos sus sirvientes,
y a todos sus ángeles, que les sirvan a ustedes. Les da larga vida, y nunca más
conocerán la enfermedad. Y si en adelante, en lugar de pecar, pasan sus días
haciendo buenas acciones, entonces escribirán ios ángeles de Dios todas sus
buenas acciones en el libro del cuerpo y del espíritu de ustedes. En verdad les
digo que ninguna acción buena queda sin ser escrita ante Dios, y así ocurre
desde el principio del mundo. Pues de los reyes de ustedes y de los
gobernadores pueden esperar en vano la recompensa de ustedes, más nunca se hará
de esperar las acciones buenas de ustedes su premio de Dios.
"Y cuando acudan ante el
rostro de Dios, sus ángeles atestiguan a favor de ustedes por medio de las
buenas acciones. Y Dios ve las buenas acciones de ustedes escritas en los
cuerpos y en los espíritus de ustedes, y se alegra en su corazón. Bendice el
cuerpo y el espíritu de ustedes, y todas las acciones de ustedes, y les da en
herencia su reino terrenal y celestial, para que en él tengan la vida eterna.
Feliz es aquel que puede entrar en el reino de Dios, pues nunca conocerá la
muerte.
Y un gran silencio se hizo tras
sus palabras. Y quines se sentían desanimados obtuvieron nueva fuerza de sus
palabras, y continuaron ayunando y orando. Y quien había hablado primero
exclamó: "Perseveraré hasta el séptimo día". Y el segundo igualmente
dijo: "Yo también perseveraré durante siete veces el séptimo día".
Jesús les respondió:
"Felices son aquellos que perseveran hasta el fin, pues heredarán la
tierra.
Y había entre ellos muchos
enfermos atormentados por fuertes dolores, y se arrastraron con dificultad
hasta los pies de Jesús. Pues no podían ya caminar sobre sus pies. Dijeron:
"Maestro, el dolor nos atormenta intensamente; dinos que haremos". Y
mostraron a Jesús sus pies, cuyos huesos estaban retorcidos y nudosos y
dijeron:
"Ni el ángel del aire ni el
del agua, ni el de la luz del sol han disminuido nuestros dolores, a pesar de
habernos bautizado nosotros mismos y de haber ayunado y orado y seguido tus
palabras en todo".
"En verdad les digo que los
huesos de ustedes sanarán. No desesperen, pero no busquen la curación sino en
el sanador de los huesos, el ángel de la tierra. Pues de ella salieron los
huesos de ustedes, y a ella retomarán".
Y señaló con su mano donde la
corriente de agua y el calor del sol habían ablandado la tierra dando un barro
arcilloso, en el borde del agua. "Hundan sus pies en el fango, para que el
abrazo del ángel de la tierra extraiga de los huesos de ustedes toda inmundicia
y toda enfermedad Y verán como Satán y los dolores de ustedes huyen del abrazo
del ángel de la tierra. Así desaparecerán las nudosidades de los huesos de
ustedes, y se enderezarán, y todos sus dolores desaparecerán".
Los enfermos siguieron sus
palabras, pues sabían que se curarían.
Y había también otros enfermos
que sufrían mucho con sus dolores, a pesar de lo cual persistían en su ayuno. Y
sus fuerzas se agotaban, y un calor extremo les atormentaba. Y cuando se
levantaban de su lecho para ir donde Jesús, les empezaba a dar vueltas la
cabeza, como si un viento radicado les azotase, y tantas veces como trataban de
ponerse en pie cayendo nuevamente al suelo. Entonces, Jesús acudió a ellos y
les dijo: "Sufren porque Satán y sus enfermedades atormentan los cuerpos
de ustedes. Más no teman, pues su poder sobre ustedes terminará pronto. Porque
Sabíán es como un vecino colérico que penetró en la casa de su vecino mientras
éste estaba ausente, pretendiendo llevarse sus bienes a su propia casa, y
regresó a ésta corriendo. Pero alguien avisó al otro que su enemigo estaba
saqueando su casa, y regresó a ésta corriendo. Y cuando el malvado vecino, tras
haber reunido cuanto le había apetecido, vio de lejos al dueño de la casa que
regresaba a toda prisa, se encolerizó por no poder llevarse todo y se puso a
romper y estropear cuanto allí había, para destruirlo todo. Así aunque aquellas
cosas no pudieran ser suyas, tampoco las tendría el otro. Pero el dueño de la
casa llegó inmediatamente y, antes de que el malvado vecino consiguiese su
propósito, le asió y le echó de la casa: En verdad les digo que de igual modo
penetró Satán en los cuerpos de ustedes, que son la morada de Dios. Y tomó en
su poder cuanto deseó robar: la respiración, la sangre, los huesos, la carne,
los intestinos, los ojos y los oídos de ustedes. Más por medio del ayuno y de
la oración de ustedes, han llamado al nuevo señor del cuerpo del cuerpo de
ustedes y a sus ángeles. Y ahora Satán ve que el verdadero señor del cuerpo de
ustedes vuelve y que es el fin de su poder. Por ello, en su cólera, reúne una
vez más sus fuerzas para destruir el cuerpo de ustedes antes de la llegada del
señor. Por eso Satán les atormenta con tanto dolor, pues siente que su fin ha
llegado. Más no dejen que sus corazones se estremezcan, pues pronto aparecerán
los ángeles de Dios para ocupar nuevamente sus lugares y volver a consagrarlos
como templos de Dios. Y asirán a Satán y le expulsarán de los cuerpos de
ustedes, junto con todas sus enfermedades y todas sus inmundicias. Felices
serán ustedes pues, pues recibirán la recompensa de su constancia nunca más
conocerán enfermedad".
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