Una humilde pieza de museo
Lo que protagonizó una puesta de largo principesca, al menos por lo que a la
atención mediática se refiere, hoy yace entre los muros de un museo, sin que
nadie quiera hablar de ella. Y es que la Piedra Zanata, y las
conclusiones un tanto precipitadas que algunos sacaron de ella, debió herir
muchas susceptibilidades que hoy no quieren despertarse.
Ahí está, una piedra de museo.
La Piedra Zanata se encuentra en el Museo de la Naturaleza y el Hombre ubicado
en la capital tinerfeña, justo en la primera planta, cuando se inicia la
sección Arqueología de Tenerife. Es tan pequeña (veinte o treinta centímetros)
que se diría que no puede tener cabida en ella tanto despropósito como ha dado
lugar. Se encuentra en una gran urna acristalada, ella sola, sostenida sobre un
fino pie metálico. Piedra Zanata. Inscripciones alfabetiformes. El Tanque. Así
de sencillo resulta también el texto que la acompaña, pese a los ríos de tinta
que sobre el objeto llegaron a correr.
Reducida a la humildad digna de toda pieza de
museo, su inocencia rodeada (ahora) de silencio llega a parecer redundante. Al
espectador avezado que de algún modo vivió el despropósito de su presentación
en sociedad como la piedra angular que demostraba que los primeros moradores de
Tenerife procedían del norte de África, le entran ganas de hacerla hablar; de
preguntarle dónde la encontraron realmente, quiénes, cuándo y cómo. Con qué
intención le lavaron el barro; si comparte lo que de ella dicen algunos libros
o si le humilla lo que otros callan. Pero las piedras no hablan a menos que el
Carbono14 les desate la lengua. Al turista que nada sabe del revuelo que armó la Piedra Zanata en el
verano de 1992, poco le dice el objeto, pues en la sala de al lado le aguardan
algunos elementos con aspecto más atractivo y que parecen más locuaces respecto
a la Prehistoria
tinerfeña.
Alrededor de la vitrina que guarda y protege a la Piedra Zanata hay
explicaciones escritas sobre la situación en la plataforma atlántica de la isla
de Tenerife, sus barreras naturales y potencialidades. Asimismo, se enumera lo
que este Archipiélago ha significado en el colectivo imaginario cuando era más
imaginario y menos colectivo. Es decir, que las islas eran el Jardín de las
Hespérides; que no se sabe muy bien cómo entroncaban con la estirpe de Adán (no
de Adán Martín, a la sazón presidente del Cabildo Insular cuando se presentó la Piedra Zanata como
la pieza cumbre de la arqueología tinerfeña); el mito de la Atlántida que le sirvió
a Viera y Clavijo para emparentarnos con los griegos (por inventárselo); la Isla como laboratorio
raciológico en el siglo XIX y cómo la bioarqueología es la actualidad de la
disciplina arqueológica. Un gran cartel en este mismo Museo indica que las
islas integran un conjunto arqueológico por descubrir. Y es verdad. Sólo que la
arqueología debe servir para hacernos saber quiénes fuimos y cómo nos
adaptábamos al medio, no para fabricar símbolos que perpetuen ningún poder
político.
Pocos desean hablar en la actualidad de lo que, sin
embargo, dio tanto que hablar. El arqueólogo Antonio Tejera Gaspar señala con
cierto sentido del humor que efectuó "la solemne promesa de no volver a
tratar sobre ese asunto y nunca la he roto".
Son más bien jóvenes a los que el ruido de aquel
descubrimiento no afecto quienes se muestran capaces de dar su opinión respecto
a la Piedra Zanata.
Tal es el caso de José Farrujia, autor del libro Arqueología y Franquismo.
Desde su punto de vista "lo único que hizo ese artefacto fue radicalizar
el enfrentamiento entre los arqueólogos canarios entre una mayoría que lo
considera un fraude y una minoría que lo cree válido". En realidad, el
objeto "le vino muy bien a la parte más insularista del nacionalismo
canario en Tenerife en un contexto, además, autonomista". Y es que con la Piedra Zanata,
Tenerife venía a tener su talismán arqueológico, "sólo que no se puede
desarrollar toda una teoría del primer poblamiento de la isla a partir de un
único elemento -argumenta Farrujia-, ni hacer un puzzle en el que el resto de
las piezas no encajan bien". Para colmo, la teoría de que africanos
romanizados habían sido los primeros pobladores de las Islas, "ni tan
siquiera era nueva, pues con más o menos argumentos arqueológicos, se sostenía
esa teoría desde el siglo XVI". La Piedra Zanata
"es un anacronismo que pretende, mediante un objeto nuevo, sustentar un
discurso viejo", afirma José Farrujia, quien defiende la necesidad de un
Plan General de Excavaciones que abarque todas las Islas, así como el
establecimiento de relaciones con universidades del norte de África dado que
los guanches provienen de allí y se pueden intercambiar datos.(Saro Diaz)
Pie de foto José Luís González.
Publicado por María Gómez Díaz. Febrero
de 2015.
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