RESUMEN
En este artículo intentamos
demostrar que las relaciones de producción que se desarrollaban en el
agro tinerfeño entre
1890 y 1936
no tenían una
naturaleza capitalista sino semifeudal. Esta tesis choca frontalmente
con las interpretaciones oficiales de la historiografía española. Aún así,
defendemos que en la primera mitad del siglo XIX no culminó la transformación
capitalista de la agricultura insular. Las repercusiones de la Reforma Agraria
Liberal, ciertamente, fueron muy importantes. Sin embargo, la semifeudalidad se
mantuvo en Tenerife durante la segunda mitad del siglo XIX y el primer tercio
del XX porque no tuvo lugar una verdadera y completa proletarización del
campesinado pobre de la isla, ni tampoco una verdadera y completa
transformación burguesa de los grandes y medianos propietarios de la tierra. La
aparcería, con todas las connotaciones semiserviles que la caracterizaban,
continuó siendo la forma más extendida de extracción de la renta de la tierra
por parte de la oligarquía agraria semifeudal.
Palabras clave: Semifeudal, aparcería, campesinado,
capitalismo burocrático.
ABSTRACT
In
this article we
try to demonstrate
that the relations
of production that
were developing in the agriculture of Tenerife between 1890 and 1936 did
not have a capitalist but semifeudal nature. This thesis hits directly with the
official interpretations of the Spanish historiography. However, we defend that
in the first half of the 19th century there did not culminate the capitalist
transformation of the insular agriculture. The repercussions of the Agrarian
Liberal Reform, certainly, were very important. Nevertheless, the
semifeudalidad was kept in Tenerife during the second half of the 19th century
and the first third of the XXth because real one did not take place and
complete proletarian transformation of the poor peasantry of the island, not
neither a real and complete bourgeois transformation of the big and medium
owners of the land. The sharecropping, with all the semiservile connotations
that were characterizing her, continued being the most widespread form of
extraction of the revenue of the land on the part of the agrarian semifeudal
oligarchy.
Keywords:
Semifeudal, sharecropping, peasantry, bureaucratic capitalism
1. INTRODUCCIÓN
Hasta los años sesenta en España
no resultaban extrañas las explicaciones sobre el fracaso de la revolución
burguesa o, cuando menos, sobre un proceso histórico inconcluso que explicaría
la pervivencia en el mundo rural de importantes elementos semifeudales,
atrasados, arcaicos. La idea hundía sus raíces en las concepciones perfiladas
en los años del regeneracionismo, entre el ocaso de un siglo y los albores de
otro, pero sería el pensamiento marxista el que, sobre todo a partir de 1932,
elevaría teóricamente lo que con anterioridad no pasaba, casi nunca, de la
simple constatación sensorial de una
evidencia empírica: España
no parecía ser,
en absoluto, un
país capitalista similar a los países más desarrollados de Europa. Con
el desarrollo del marxismo, la evidencia sería explicada, comprendida
intelectualmente, históricamente: el fracaso de la revolución burguesa en el
siglo XIX había permitido a la feudalidad subsistir parapetada en las viejas
estructuras agrarias; la revolución democrático-burguesa era, pues, la primera
etapa a cubrir en el camino de España hacia el socialismo. La derrota popular
en la guerra nacional revolucionaria impidió que este camino pudiera
recorrerse, pero las ideas pervivieron, impregnando, parcialmente, la obra de
los principales historiadores de la década de los sesenta: Vicens Vives, Jover
Zamora, Pierre Vilar, Tuñón de Lara, etc.
La ruptura total con estos
planteamientos no se produciría hasta los años setenta, cuando las tesis sobre
el triunfo de la revolución burguesa arraigan firmemente en las universidades
españolas. Aunque se desarrollarán interpretaciones distintas, todos van a
coincidir en lo fundamental: España culminó entre los años treinta y cuarenta
del siglo XIX su transformación capitalista. Para algunos, esa transformación
se habría producido sin necesidad de que tuviera lugar un recambio en cuanto a
las clases que ocupaban el poder en el Antiguo Régimen (Fontana), mientras que
otros, una década después, defienden que la burguesía habría tomado
efectivamente el poder del estatal de forma revolucionaria, desplazando
parcialmente a la antigua clase dominante de la etapa feudal (Ruiz Torres). En
cualquier caso, todos coincidirán en que, de una u otra forma, las relaciones
de producción capitalistas en el campo habrían ido sustituyendo, desde la
primera mitad del siglo XIX, a las viejas relaciones feudales, dando así lugar
a un agro plenamente capitalista y esencialmente equiparable al de las
principales naciones de Europa, a pesar de algunas limitaciones de diverso
signo –medioambientales, biológicas, geológicas, etc.– que concurrían en el
caso español y que determinaron que la capacidad productiva de la agricultura
fuera sensiblemente menor a la de los países más desarrollados de la Europa occidental (Cobo
Romero, Pujol Andreu, Garrabou y otros).
Desde los años ochenta,
coincidiendo con la incorporación de España a la CEE y a la OTAN , la historiografía académica daría por
definitivamente cerrado el debate sobre la revolución burguesa y el carácter de
la sociedad española en la Edad
contemporánea, cerrando filas en defensa de la tesis de una España capitalista
desde mediados del XIX. A partir de ese momento, aquellos que pretendan
cuestionar la forma en la que se resolvió el asunto serán rechazados por “no
tener en cuenta la importante bibliografía al respecto” y “no estar a la altura
de las discusiones actuales, cuyo significado no habrían asimilado bien”. Con
tan escaso talante, la ciencia queda fosilizada, el debate, proscrito. ¿Por qué
esta cerrazón? ¿Cuál es el temor? Hoy, cuando tantas certezas se están viniendo
abajo por la crisis general de todo el sistema capitalista mundial, cuando se
desvanece día a día el sueño de llegar a la “séptima potencia” mundial y
algunos nos sitúan entre los PIGS1, quizás convendría que se reabrieran algunos
de los debates que fueron cerrados precipitadamente, bajo
la obnubilación creada
por el descontrolado
crecimiento –la burbuja– de los
ochenta, la incorporación a la CEE , etc.
La línea hegemónica en la actual
historiografía española acusa a los que siguen defendiendo la idea del atraso
de la agricultura entre mediados del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX
de contradecirse “ampliamente con las evidencias disponibles, al no tomar en
consideración la intensa mercantilización que experimentó la agricultura
española tras la revolución liberal, ni los cambios técnicos y sociales que se
desarrollaron durante todo el período”2.
En este artículo
pretendemos rebatir esta
idea dominante, arriesgándonos a
las mayores descalificaciones. Nuestra hipótesis de partida es la siguiente: El
dominio social y económico de la oligarquía agraria de Tenerife durante el
primer tercio del siglo XX se caracteriza por el mantenimiento de relaciones de
producción semifeudales. Veamos si las evidencias disponibles contradicen o
confirman esta arriesgada hipótesis.
2. EL PREDOMINIO
DE LA MEDIANERÍA EN LAS
RELACIONES DE PRODUCCIÓN
AGRARIAS
La interpretación dominante en la
actual historiografía canaria sobre la transición del feudalismo al capitalismo
enfatiza –en la línea de los planteamientos hegemónicos a nivel nacional – la
trascendencia de un proceso de proletarización campesina que experimenta una
considerable aceleración desde mediados del siglo XIX, dando lugar a la
generalización de relaciones de producción capitalistas en la agricultura
insular. La definitiva transformación capitalista del campo canario se
produciría, así, a partir de este momento, con la conversión de los antiguos
campesinos en un auténtico proletariado agrario, al tiempo que, paralelamente,
la antigua terratenencia feudal se convertía en una auténtica burguesía
agraria. De este modo, la contradicción principal en el ámbito rural habría
pasado de oponer terratenientes a campesinos a oponer burguesía a proletariado
agrario. El capitalismo llegaba, pues, a Canarias por el camino reformista que
seguirían los grandes propietarios de la Alemania de Bismarck.
Tras una década investigando esta
cuestión creemos que esta interpretación choca frontalmente con la evidencia
empírica. Aún en torno al primer tercio de la siguiente centuria, la medianería
(aparcería) semifeudal –y no las relaciones capitalistas– era la forma más
extendida a través de la cual la oligarquía agraria extraía el plusproducto generado
por la clase trabajadora del agro isleño. Lo generalizado que estaba en
Canarias este tipo de contrato se reflejaba en artículos de prensa como el que
publica en 1913 el Ingeniero Director de la Granja-Modelo ,
Rodolfo Godínez, donde afirma que la medianería,
“… es una especie de contrato algo parecido a la Aparcería y que puede
decirse es casi en absoluto el único seguido en la mayoría de las fincas de la
provincia. La Medianería ,
cuyo origen e implantación se explica en épocas en que la vida era aquí poco
menos que patriarcal, consiste en un contrato verbal sin más garantía que la
buena fé, y por el cual el propietario entrega al colono, para su explotación,
tierras, ganados, algún capital y el 50 por ciento de las utilidades, a cambio
del trabajo manual y algunos elementos como la mitad de las semillas y abonos
aportados por este último”3.
Efectivamente, la medianería fue
la principal forma –junto a la enfiteusis– mediante la cual los grandes
propietarios tinerfeños explotaban sus tierras en la época feudal, durante los
siglos XVI-XVIII, cuando la vida era aquí poco menos que patriarcal. Se trataba
de una evolución de la clásica renta en especie o renta en producto, que, a su
vez, no era más que una evolución histórica –aún precapitalista– de las rentas
en trabajo, de la antigua prestación personal a través de la cual los señores
feudales se apropiaban del trabajo sobrante de los campesinos. Durante los
siglos XIX y XX esta forma precapitalista de obtención de la renta de la tierra
continuaría existiendo, sin demasiadas modificaciones, en muchas fincas de la
isla, tanto en las áreas de medianías como en la franja costera. La naturaleza feudal
de este tipo
de relación de
producción no había
cambiado esencialmente. Prueba de ello son las significativas
connotaciones semiserviles que acompañaban a una forma de explotación de la
tierra que, para ciertos autores contemporáneos, no pasaba de
ser una óptima
estrategia capitalista de
los grandes propietarios4. Para
que estos autores pudieran presentar esta visión “dulcificada” de la aparcería
ha sido necesario, entre otras cosas, analizar los siglos XIX y XX aislados
respecto de la etapa precedente. Si, por el contrario, los ponemos en relación
con los siglos anteriores observamos, sin ningún género de dudas, que la vieja
medianería del XVI-XVIII es la misma vieja medianería que pervivía aún en los
siglos XIX y XX; la vieja aparcería del Antiguo Régimen era la misma vieja
aparcería de la
Edad Contemporánea. La puesta en práctica de la Reforma Agraria
Liberal, con todas las importantes repercusiones que había tenido en cuanto al
sistema de propiedad, no había supuesto una radical transformación de las
viejas relaciones de producción agrarias. Los campesinos pobres de, por
ejemplo, Adeje o Vilaflor, estaban sujetos, en el siglo XVIII, a la opresión
feudal que ejercían los terratenientes de las familias Ponte (Señores de Adeje)
o Chirino (Marqueses de la
Fuente de Las Palmas). La forma en la que estos señores
feudales extraían el plusproducto generado por sus campesinos era la enfiteusis
y la medianería.
¿Cambió la naturaleza de esas
relaciones de producción por el simple hecho de que los Ponte y
los Chirino fueran
vendiendo progresivamente sus
tierras en el siglo XIX –
aprovechando la liberalización generada por la Reforma Agraria – y
fueran sustituidos por una nueva terratenencia?5 En absoluto. La medianería siguió siendo, esencialmente,
lo mismo; el mismo
atraso económico, similar
sojuzgamiento social de los
campesinos semisiervos o, si se quiere, semilibres. Para los campesinos
de Adeje y Vilaflor la
Reforma Agraria liberal fue –recordando a Costa– lo mismo que
la Emancipación
para los de Quito:
«último día del despotismo, y
primer día de... lo mismo». Tanto en los siglos XVI-XVIII como en los siglos
XIX y XX, las tierras de los terratenientes no se cultivaban con los aperos del
terrateniente ni por medio de obreros asalariados, sino con los aperos del
campesino esclavizado por el terrateniente más próximo. Y para el campesino
pobre de la Isla
esta esclavitud es impuesta, porque el terrateniente se apoderó de las mejores
tierras y lo ubicó en los «arenales», arrinconándolo en una mísera parcela. Los
terratenientes se apoderaron de tanta tierra que a los campesinos no les quedó
lugar, no digamos ya para cultivarla como hacienda, sino ni siquiera un sitio
«donde soltar las gallinas»6. El acompañante inevitable de la medianería –igual
en el XVIII que en el XX– sería el atraso y embrutecimiento del agricultor,
oprimido por el carácter
«semilibre», si no servil, de su trabajo7. Una premisa fundamental del sistema
capitalista consiste –es necesario
aclararlo– en que los propietarios explotan sus tierras a través de la
contratación de obreros, a cambio de un salario o jornal, para que trabajen
dichas tierras con los aperos y máquinas del propietario8. El dueño de la
tierra aparece así convertido en un empresario capitalista, que posee dinero,
la tierra y, además, los instrumentos de trabajo. El trabajador aparece, a su vez,
convertido en proletario rural puesto que la parte principal de sus medios de
vida y los de su familia los obtiene de la venta de su fuerza de trabajo en el
mercado libre de trabajo, sin mediar coacción extraeconómica de ningún tipo. En
contra de lo que ahora afirman algunos, no puede existir capitalismo sin
proletarización, como no puede existir burguesía agraria sin proletariado. La
burguesía invierte, arriesga, su capital en el proceso de trabajo. En eso
consiste su naturaleza. A través de la relación salarial extrae de los obreros
la plusvalía (trabajo impago) que transforma en ganancia al vender la mercancía
(producción agrícola) en el mercado. Como explica Marx, la relación entre
capital y trabajo asalariado determina el carácter total del modo de producción
capitalista. Aunque también pueden desarrollarse relaciones semiserviles en la
contratación salarial – como explica Engels respecto de la Prusia de la parte este del
río Elba9– la forma del trabajo como trabajo asalariado es decisiva para que pueda
existir el modo específico de la producción capitalista. “Los principales
agentes de este modo mismo de
producción, el capitalista y el asalariado, sólo son, en cuanto tales,
encarnaciones, personificaciones de capital y trabajo asalariado”10. El empleo
de trabajo asalariado es, por lo tanto, la manifestación principal del
capitalismo agrícola11. En el sistema feudal, por el contrario, los campesinos
no recibían un salario, sino una parcela para el sustento de sus familias. A
cambio de esta parcela, los campesinos –en la época clásica del feudalismo
plenomedieval– debían trabajar varios días en las tierras que se reservaba para
sí el terrateniente. En lugar de pagar al obrero en dinero, como se hace hoy en
todas las ciudades sin excepción, se le pagaba en tierra. La renta en especie
era una forma históricamente más evolucionada de este pago en trabajo. La
esencia era la misma, pero el campesino pagaba por la tierra que el
terrateniente le cedía, no trabajando varios días en las tierras que el terrateniente
se reservaba para sí, sino entregando una parte, normalmente la mitad o más, de
la cosecha. El trabajo necesario y el trabajo sobrante no se desarrollaban ya
físicamente separados, sino combinados en la actividad productiva que realizaba
el campesino en la parcela de medias. Con el pago de la renta en dinero o renta
monetaria el campesino no entregaba ya en especie todo el plusproducto generado
por su trabajo en la parcela cedida por el propietario, sino que lo hacía en
forma de dinero, una vez vendida en el mercado la producción obtenida. Esta
forma –que ya indica la existencia de una economía monetarizada que preludia la
próxima entronización del capitalismo– compartía aún con el pago en trabajo y
con el pago en producto o en especie la misma naturaleza precapitalista. La
medianería o aparcería, en la que el cultivador no sólo pone su trabajo sino
también una parte del capital de explotación,
era una forma de transición entre la forma originaria de la renta y la
renta capitalista12.
En el caso de Canarias, desde los
primeros años de la colonización castellana se trasplantaron a las Islas las
relaciones propias del sistema del pago en trabajo, sobre todo en la forma de
la medianería-aparcería, y la enfiteusis. En contra de lo que se ha afirmado,
estas relaciones subsistían todavía, cuatro siglos más tarde, en una parte muy
importante de las explotaciones agrarias tinerfeñas. Un rotativo del Noroeste
tinerfeño hace, en 1919, una apología tal de la medianería que nos permite
observar, no sólo lo ampliamente extendido que estaba este tipo de contrato,
sino también la semiservidumbre en la que se hallaban los medianeros frente a
los amos:
“En nuestra Provincia, no siendo
las ciudades de Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas, y, quizás, en los pueblos
del valle de la Orotava ,
por la mayor proporción en fincas dedicadas al cultivo de plátanos, son pocas
las poblaciones donde esta reforma social [la jornada de ocho horas] pueda
producir perturbaciones y disgustos, por la escasez de industrias en grande
escala que necesiten alimentarse de crecido número de obreros.
Por lo
que a Icod
respecta, y prescindiendo
de unas cuantas
fincas dedicadas al cultivo de plátanos, el problema del trabajo del
campo está resuelto hace mucho tiempo con la extremada subdivisión de las
tierras, y el contrato de medianería para cultivarlas. Este sistema, en
realidad, se ha adelantado a todas las modernas leyes agrarias y soluciones
para mejorar la vida del obrero del campo.
El contrato de
aparcería no es
otra cosa que
la explotación de la
agricultura por medio del comunismo, pues el propietario, el dueño del terreno,
solo percibe la mitad de los productos de la explotación agrícola, y el diezmo
que se extrae para el amo, para el propietario, del total de la producción,
solo es una compensación por la
contribución territorial que
él solo satisface.
Amo y medianero, en fraternal
asociación, pocas veces alterada, atienden al cultivo de la tierra, adquiriendo
en igual proporción las semillas y abonos y al recogerse los frutos, también en
igual armonía y conservando el aparcero el respeto cariñoso al amo, acuden
ambos al campo, y de la cosecha general se extrae primeramente la comida de los
trabajadores y del propietario y luego se parte sobre el terreno.
¿Podrá haber ley social más
humana, más democrática, más cristiana que ésta?
Pues en esta forma, exceptuando
solamente los terrenos de regadío que necesitan mayores gastos para su
producción, se cultiva la tierra en nuestra provincia, con la especialidad que
hay que anotar que el propietario procura habitación para la familia del
medianero y albergue para el ganado que se cría
por igual sistema”13.
En otro artículo del mismo
periódico se insistía años más tarde en la misma idea:
El amor a las clases obreras también
lo sentimos nosotros, pero aquí en Icod, clases obreras, propiamente dichas, no
existen. Aquí todos son propietarios o medianeros14.
En nuestro caso, la documentación
de archivo a la que hemos tenido acceso durante los diez años que llevamos
investigando esta cuestión –tanto la correspondiente a los archivos públicos
como, sobre todo, la de los archivos familiares– demuestra sin ningún género de
dudas que la medianería era la principal forma a través de la cual los grandes
y medianos propietarios tinerfeños extraían las rentas de sus tierras, tanto en
el sur como en el norte; tanto en las medianías como en la costa; tanto en el
policultivo de secano como en la producción de tomates para la exportación. La
utilizaban masivamente los Alfonso en Granadilla, Arona, Guía de Isora y San
Miguel; los Cullen en La
Orotava ; los Ossuna en La Victoria , Buenavista y Anaga (Santa Cruz); los
Cólogan en Los Silos o en Santa Úrsula; los Peraza en Arico, Fasnia y
Granadilla; los Hernández-Abad –Abanes– en Guamasa; los Domínguez-Rivero en
Tacoronte; la Casa Fuerte
en Adeje; Enrique Richardson en Santa Cruz; José García Torres en Granadilla y
Arico; los hermanos Leal en Tacoronte y La Laguna ; los Ascanio en El Sauzal; los Nava y
Grimón en Santa Úrsula o Valle Guerra; los Colombo en La Laguna ; los Cáceres en
Garachico; los Marrero en Güímar; los Martínez en Los Silos; los Guzmán en El
Tanque; los García Rodríguez –Guillerma– en Güímar; los Machado en Santa Cruz;
los Monje en Arafo; los Batista en Candelaria; los González de Mesa, en Anaga (La Laguna ); los Benítez de
Lugo en La Guancha ,
etc.
Veamos algunos ejemplos concretos
en los que hemos profundizado mediante la documentación de los fondos
familiares a los que hemos podido acceder en nuestra investigación, algunos de
ellos prácticamente desconocidos hasta este momento para la historiografía
canaria15:
1) José García Torres. Gran propietario de la
nueva terratenencia en Granadilla y Arico. Fue Alcalde de Granadilla a
comienzos de la
Restauración y uno de los grandes caciques conservadores del
Sur de Tenerife. En un documento titulado “Guano tomado el 23 de julio de 1882
a 62 Rvn. quintal por los medianeros en Arico de Don José García Torres”
aparece una relación de 20 medianeros, en la que no se incluían, evidentemente,
los medianeros que este propietario tenía en Granadilla, donde estaban la mayor
parte de sus propiedades16.
2) Nicolasa Benítez de Lugo y su esposo Manuel
de Ossuna y Van den-Heede. Grandes propietarios de la vieja aristocracia. Su
hacienda de El Palmar, en el municipio de Buenavista, se trabajaba por entero
con medianeros, en las primeras décadas del siglo XX. En el libro de
contabilidad “Palmar”, en el que se recoge la producción de finales del XIX y
primeros años del XX, en el folio 99 viene la lista de “Medianeros y
dependientes” que vivían en la
Hacienda 17. Además de estos, había también otros que vivían
fuera de ella y que sembraban papas de medias en sus tierras. Aquí no
trabajaban jornaleros ni hay constancia alguna del pago de jornales, pero sí de
la existencia del trabajo gratuito (pago en trabajo) que debían realizar los
medianeros a cambio de la parcela cedida por los propietarios. Toda la
producción de la Hacienda
era obtenida a través del contrato de medianería, pagando, además, los
aparceros el diezmo. En los libros de contabilidad consultados se constata la
pervivencia de estas relaciones de producción, al menos hasta 1922. La
medianería –combinada con el arrendamiento– era también la forma mediante la
cual los Ossuna explotaban su Hacienda del Pino, en La Victoria 18. Igualmente,
la medianería y el arrendamiento eran las relaciones de producción
predominantes en la hacienda (de unas 139 ha.) que los Ossuna tenían en la
montañosa zona de Anaga. En uno de los libros de contabilidad de esta extensa
hacienda se consigna lo siguiente:
“Son pues al presente noviembre
de 1877, diez personas las encargadas del cultivo de la hacienda de las cuales
una es mayordomo y medianero, otra medianero y arrendatario, otras dos
medianeros, otras cinco arrendatarios y la cabrera que es también arrendatario
de pastos”. “Son once incluyendo a Juan Rodríguez Suárez, medianero del
Palmital (una parte)”.
En ninguna parte se registra ningún dato relativo al pago de
jornales19.
Otra hacienda era la de Valle Vinagre (La Laguna ). Pertenecía a la Marquesa viuda de la Florida (Francisca
Delgado-Trinidad), aunque eran los Ossuna, sus parientes, los que llevaban la
administración. Su extensión aproximada era de unas 17 ha. La medianería era la
única relación de producción que se conocía en la hacienda20.
3) Gerardo y Rosario Alfonso Gorrín. Grandes
propietarios sureños procedentes de la nueva terratenencia. Gerardo Alfonso
Gorrín fue Consejero del Cabildo Insular de Tenerife en los años de la Dictadura de Primo de
Rivera. Explotaban sus tierras con una combinación de medianería y jornal,
siendo, precisamente, los medianeros y sus familias una de las fuentes
principales para la obtención de trabajadores a jornal. La extensión de la
medianería se constata en las fincas dedicadas al policultivo de secano, a la
actividad ganadera y a la producción
tomatera. Una de las fincas más importantes que tenían dedicada a este cultivo de exportación, en la
década de los años veinte, era la de
Bebederos (municipio de Arona). En los libros de contabilidad correspondientes
a esta finca se advierte que los tomates se producían, una parte a través de
medianeros y otra parte directamente con trabajadores a jornal, entre los que
solían contarse los propios medianeros de la finca y sus familias21. Otras
fincas de los hermanos Alfonso Gorrín que eran explotadas a través de la
aparcería eran las de Viña Vieja, Silleta, Montaña del Pozo, Gotera, Monte,
Guincho, Era Verde, Asomada, Hoya, Pilón, Cruz Cambada, Atogo, Casa de San
Miguel, Pared Nueva, Laguneta, Aldea, Lomo de la Hoya , Chiñama de Herederos,
Fuentes, Casa Casimira y Marrubial. Entre todas ellas aparecen registrados en
los libros de contabilidad unas 23 familias medianeras22.
4) Juan Cullen Machado.
Propietario de La Orotava
procedente de la vieja aristocracia tinerfeña. Fue Alcalde de ese municipio
entre 1918 y 1920. En las primeras décadas del siglo XX tenía unas 20 fincas en
los municipios de La Orotava ,
La Victoria ,
el Realejo Alto y
Barlovento (La Palma ), que
superaban en total
las 46 hectáreas
de superficie. Los libros de contabilidad que se conservan en el archivo
privado de la familia indican que las fincas se explotaban, unas en
arrendamiento y otras en medianería. En estas últimas, incluidas las que
producían tomates, se combinaba la medianería con el trabajo a jornal. En lo
que respecta al ganado, se explotaba en aparcería por los mismos medianeros que
trabajaban en la actividad agrícola. Sólo en la producción platanera que se
desarrollaba en la finca La
Carrera vemos que todos los trabajos se realizaban únicamente
con trabajo a jornal23. No obstante, en esa finca también se producían tomates
en aparcería24. El número de familias medianeras de Juan Cullen Machado, entre
1934 y 1937 ascendía aproximadamente a 2125. A ellas habría que sumar las tres
familias que, en esos mismos años, tenían en arrendamiento varias fincas en La Victoria 26. Por otra
parte, hay que consignar que Juan Cullen toma en arriendo, desde el 1 de
noviembre de 1910, la finca Zamora, que se dedica a la producción platanera con
mano de obra a jornal. No obstante, también había en ella medianeros27.
5) Ramón
Peraza y Pérez.
Propietario de Arico
que poseyó centenares
de hectáreas de terreno en los municipios de Fasnia, Arico y Granadilla.
Fue Consejero del Cabildo Insular de Tenerife entre 1913-1915 y 1920-1923 y
Alcalde de Arico en 1930. En los libros de contabilidad que hemos consultado,
correspondientes sólo a sus fincas de Granadilla y, especialmente para los años
veinte, se advierte que explotaba sus tierras mediante una combinación de
medianería y trabajo a jornal, trabajo que realizaban sus propios medianeros
con sus familias. La producción que se obtenía era la característica del
policultivo de secano (papas, cereales, viña, judías, etc.), a la que se añadía
la típica producción ganadera (cerdos, vacas) junto a importantes cultivos de
tomates e, incluso, algo de plátanos. Los tomates se producían también con la
clásica combinación de la aparcería y el trabajo a jornal realizado por las
familias medianeras. El número de estas familias que trabajaban en las fincas
tomateras de Ramón Peraza llegó a ser importante, registrándose en los libros
consultados un número aproximado de 41
familias28. Con respecto a la
limitada producción platanera
de este propietario,
los trabajos eran efectuados a jornal por sus propios
medianeros29. También cedía tierras en arrendamiento, no sólo a individuos de
las clases populares sino también a personajes relevantes del propio pueblo de
Granadilla, como Juan Reyes Martín y Ramón Pomar, o de Güímar, como el
exportador frutero Pedro Pérez Delgado. Más adelante volveremos a este
propietario cuando profundicemos en la estrecha relación existente entre
medianería y salario.
La generalización de la medianería
en la agricultura de las Islas y las negativas repercusiones económicas y
sociales que este sistema conllevaba fueron observadas, entre otros, por
algunos de los viajeros extranjeros que, a mediados del siglo XIX, visitaron
las islas30. Algunas de las crónicas que nos dejaron tienen, para nosotros, un
inestimable valor, sobre todo ahora que la historiografía oficial se esfuerza
por negar la relación existente entre aparcería y atraso. Procedentes de países
de un capitalismo desarrollado, tanto la británica Elisabeth Murray como el
reverendo norteamericano Chas W. Thomas se percataron claramente de que
medianería y atraso económico y social iban de la mano:
“La destrucción de los restos de
feudalismo infundiría una nueva vida a estos campesinos, impróvidos y amantes
de la tranquilidad, y coronaría esas provechosas colinas de continuas
cosechas”31.
Si un concepto sirve para definir el campo tinerfeño a
mediados del siglo XIX y durante el primer tercio del XX no es otro que el del
atraso; atraso y embrutecimiento del agricultor, oprimido por el carácter
«semilibre», si no servil, de su trabajo. La aparcería semifeudal continuaba
siendo la relación de producción predominante en la mayor parte de la isla.
Sólo en los principales enclaves
plataneros del valle de La
Orotava comenzaría a generarse, en las primeras décadas del
siglo XX, una incipiente y pujante clase obrera agrícola, que se hallaba
también sometida, por otra parte, a una opresión y explotación semifeudal y
semicolonial. Esta explotación se reflejaba, en primer lugar, en los
míserossalarios que recibían por un trabajo extenuante. En 1919 los jornaleros
de la casa británica Yeoward Brothers cobraban de 2,50 a 3,50 pesetas los
peones y de 1,25 a 1,75 pesetas los braceros”32. A esto se añadían las coacciones
extraeconómicas que sufrían estos obreros plataneros. Entre ellas se incluían
las presiones de los patronos para impedir el avance de la sindicación de
clase, lo que constituía una prueba más del trato semiservil al que estaban
sometidos33. Tratados como
parias despojados de
todo derecho y subyugados políticamente por los viejos
mecanismos caciquiles, la situación de estos obreros plataneros se parecía más
a la de los jornaleros de las plantaciones centroamericanas que a la del
asalariado “libre” de los países capitalistas más avanzados de Europa:
“No se practica la jornada de
ocho horas. Se trabaja casi de sol a sol, y no se gana sino cuatro pesetas,
contadas veces cuatro cincuenta. Se nos tiene en la
consideración de parias.
Se nos excluye
de todo derecho.
[…] La explotación es tan
dolorosa e irritante, que no sólo nos impide toda defensa y toda lucha
reivindicadora, sino que, además llegado el momento de elecciones, se nos
exigirá, bajo terribles amenazas el contubernio del voto”34.
Fuera de los enclaves plataneros
reinaba casi por completo la aparcería; una aparcería que condenaba al
campesinado pobre de la isla a la miseria más absoluta y que repercutía, a su
vez, en un muy escaso desarrollo de las fuerzas productivas. Esta relación
entre aparcería y atraso económico fue advertida por muchos de los que se
ocupaban del estado de la agricultura isleña. Amado Zurita señalaba en su
Memoria Ligeros apuntes sobre el estado general de la Agricultura en
Canarias y mejoras que pueden introducirse –premiada por la Sociedad Económica
de Amigos del País de Santa Cruz de Tenerife– que “el sistema de medianeros,
que tan equitativamente resuelve el difícil y pavoroso problema social, es la
principal rémora del progreso agrícola
canario”35. Y lo mismo observaba el ingeniero agrícola Rodolfo Godínez en el
artículo anteriormente citado.
Por lo tanto, lo que Lenin
explicaba a principios del siglo XX con respecto a la Rusia zarista se
correspondía plenamente con lo que ocurría por esos mismos años en Canarias, y
eran muchos los que podían percibirlo claramente. “Es indudable (...) que
el pequeño arriendo campesino y
la aparcería figuran entre los factores que más frenan el progreso de la
agricultura”36.
Para reforzar las observaciones anteriores,
añadiremos que la práctica habitual en el contrato de medianería –verbal o
escrito– en Tenerife estipulaba que cualquier mejora realizada por el medianero
en las fincas cedidas por el propietario en ningún caso devengaría derechos de
ningún tipo para el medianero a la hora de abandonar la medianería en
cuestión. Cláusulas de
este tipo no
podían más que
resultar un considerable freno
–uno más– al desarrollo de las fuerzas productivas en la Isla.
La aparcería era, pues, una
relación de producción que estaba directamente relacionada con el atraso
agrario de Tenerife en los años de la Restauración y la segunda República, por mucho
que la historiografía oficial lo niegue de una y mil formas. Y lo mismo se
puede decir del arrendamiento, en el que existían el mismo tipo de cláusulas.
La predilección que los grandes propietarios tenían por la aparcería como forma
principal de explotación de sus tierras se debía a que, efectivamente, les
garantizaba unos claros beneficios –económicos, sociales y políticos– con la
mínima inversión y sin riesgo alguno para sus capitales. Dicho de otro modo, la
medianería era la forma óptima de explotación agraria para unos grandes
propietarios que, en términos generales, no estaban todavía dispuestos a
convertirse en auténticos empresarios capitalistas, con lo que esto conllevaba
en cuanto a
la inversión en capital
constante (instrumentos de
trabajo, máquinas) y variable
(salarios)37. El precio que hubo que pagar fue alto. Para los campesinos, la
medianería significó, por encima de todo, pobreza y sojuzgamiento; para la
economía insular, atraso. A finales del siglo XIX, la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife barajó la posibilidad de impulsar en
la isla el cultivo de la remolacha. Con este motivo acudió a la isla un técnico
belga (Van Volsem) que desaconsejó totalmente la puesta en marcha de tal
iniciativa:
Laméntase ante todo este eminente
agrónomo extranjero, del atraso que ha observado en nuestra agricultura que,
por lo que respecta al laboreo principalmente
puede compararse con
los primeros métodos.
Ni el arado responde a los fines que debieran
perseguirse, en tierras profundas como las de los Rodeos, ni la operación se
hace con inteligencia, ni en época oportuna en la mayoría de los casos. La Tierra produce cuanto se
quiera, porque es fértil y dispone de humedad y número de calorías necesarias;
pero el agricultor no pone nada de su parte para obtener aumento de producción. Precisa, pues, en primer término,
para implantar un cultivo intensivo como es el de la remolacha, que se
tenga verdadero concepto de la
influencia que el
resultado de las cosechas ejercen la preparación del suelo y cuidados
culturales, desechando por absurdas las vulgaridades que se han generalizado
como producto de la experiencia: tales son el barbecho, verdadera herejía
agrícola: los abonos en verde para enterrarlos secos, y otra infinidad de malas
prácticas. Sería más que aventurado en el estado primitivo en que actualmente
se encuentra nuestra agricultura, ensayar ese ni otro cualquier cultivo
destinado a transformación industrial, pues los resultados serían ruinosos; sin
que de ello tuviesen culpa la tierra ni las condiciones climatológicas, y sí
solamente la indolencia o la rutinaria obstinación del cultivador38.
El atraso de la agricultura
tinerfeña es algo del todo punto incuestionable y la responsabilidad principal
recaía, sin duda, en una terratenencia que no se había transformado en una
verdadera burguesía agraria. De hecho, la aparición y desarrollo de un
proletariado agrario en la isla no fue tanto el resultado de la transformación
de estos grandes propietarios semifeudales, como de la penetración del capital
extranjero en la producción agrícola. Cuando en las últimas décadas del siglo
XIX, las compañías imperialistas –en estos años, principalmente británicas–
comiencen a adquirir fincas en propiedad
y arrendamiento para
el desarrollo de
sus explotaciones plataneras,
será cuando algunas zonas costeras –principalmente en el Valle de La Orotava – verán el
surgimiento de una clase de obreros agrícolas. Las primeras huelgas agrícolas
del Valle – en 1920– nos
indican claramente una
existencia objetiva como
clase social ya relativamente consolidada. Hasta ese
momento, las únicas huelgas habían sido protagonizadas por la clase obrera
capitalina, especialmente la portuaria, que desde los años finales del siglo
XIX encabezaba la lucha de los trabajadores urbanos. A partir de ese momento,
los obreros agrícolas de las zonas plataneras se van a erigir en vanguardia de
la lucha contra los terratenientes semifeudales, el caciquismo y la opresión
imperialista en el campo.
No obstante, y a
pesar de lo dicho, la medianería continuaría siendo durante décadas
la relación de producción más extendida en la mayor parte de la isla, como se
observa en la documentación de los grandes propietarios a la que hemos podido
acceder y como nos confirman también las fuentes orales consultadas.
3. LA MEDIANERÍA COMO RELACIÓN DE PRODUCCIÓN SEMISERVIL
En el epígrafe anterior hemos
podido observar como la medianería era la forma más extendida a través de la
cual los grandes y medianos propietarios explotaban sus tierras en gran parte
de la isla, si bien, en muchas ocasiones esta forma de contratación aparecía
vinculada al trabajo a jornal. No es cierto, por lo tanto, que desde mediados
del siglo XIX o desde su último cuarto se produjera una generalizada y masiva
proletarización del campesinado pobre tinerfeño, como tampoco es cierto que los
antiguos propietarios feudales se convirtieran en empresarios agrarios
capitalistas, en una verdadera burguesía agraria. Por el contrario, siguieron
explotando sus tierras de forma muy parecida a como lo hacían sus antepasados
siglos atrás, a través de similares relaciones precapitalistas de producción;
unas relaciones que, por otra parte, “podían alcanzar notables niveles de
eficiencia” desde la perspectiva clasista de la terratenencia semifeudal, pero
que tenían mucho que ver en el atraso económico de la economía insular. Ahora
nos corresponde profundizar un poco más en el carácter semiservil de la
aparcería en nuestro ámbito espacial y cronológico, para demostrar el elevado
sojuzgamiento al que los campesinos tinerfeños se vieron sometidos mediante
esta relación laboral. Porque tampoco es cierto que la aparcería constituyera,
en Tenerife, “una forma específica de desarrollo del capitalismo” (GARRABOU, PLANAS, SAGUER).
Como es sabido, el contrato de
medianería era, en la mayoría de los casos, “un contrato verbal, sin más garantía
que la buena fe” (GODÍNEZ). No obstante,
hemos tenido la suerte de poder consultar algunos contratos escritos que se
conservan en los archivos y fondos
familiares a los
que hemos tenido
acceso. Algunos de
estos contratos han resultado
de un valor
inestimable. Las entrevistas
realizadas a antiguos campesinos pobres de
Tenerife también han
jugado un papel
relevante, permitiéndonos
verificar algunos aspectos importantes que se recogían en esos contratos.
Los antiguos historiadores
procedentes de la clase terrateniente semifeudal tendieron siempre
a defender, a
embellecer, de una
u otra forma,
los contratos de aparcería. Unos, porque en esta relación
laboral se mantenía “una afectuosa e íntima amistad entre el medianero y el
propietario, entre los pobres y los ricos, que hacía de los unos y los otros
una sola familia, formando esta unión uno de los más característicos rasgos de
nuestra antigua cultura isleña”39. Otros, porque estos contratos no eran –según
ellos– más que simples “pactos civiles”, desprovistos de naturaleza feudal, en
los que “predomina el carácter de asociación del propietario con el cultivador”40. Los autores actuales, en
su objetivo de
combatir la idea
de las pervivencias
semifeudales, han acabado,
curiosamente, por coincidir con algunos de estos antiguos planteamientos. Así,
en los análisis realizados por los neoinstitucionalistas desde los años setenta
–análisis importados a España por autores como Garrabou, Saguer, etc.– la
aparcería sería una particular “forma de asociación que implica una
coordinación compleja entre individuos que poseen recursos productivos
diferentes. Un aparcero aporta trabajo, conocimientos, experiencia y la mayor
parte de los medios de producción. Además, para el aparcero, puede ser una vía
para utilizar el trabajo femenino e infantil del grupo familiar o el de los
animales de labor, ambos con escasas posibilidades de ocupación alternativa
(...). El propietario contribuye con tierra y, teóricamente, información y
recursos”41. Todas estas formas de embellecimiento de la
medianería esconden su
principal característica: la
medianería supuso en el Tenerife de la Restauración y la República el
sometimiento de los campesinos pobres –la inmensa mayoría de la población rural
de la isla– a una explotación y una opresión de carácter semiservil que los
privaba de verdaderos derechos civiles y los condenaba al abuso continuo y
permanente de los terratenientes semifeudales, de los amos. En pleno siglo XX,
en 1905, el Ayuntamiento del pueblo de Arico concede al gran terrateniente y
cacique conservador Martín Rodríguez y Díaz-Llanos –dueño de casi 3.000
hectáreas de tierra en ese municipio y amo de gran cantidad de medianeros– el
siguiente diploma:
Por el presente nombramos, sin
limitación ni fin, ni término a don Martín Rodríguez y Díaz Llanos el
presidente absoluto con atributos y fueros a quien todos los chasneros han de
rendirle tributo.
Por tanto y previa toma de razón
correspondiente, al electo presidente se le expide este diploma para que haga
respetar su autoridad y fueros y que todos los chasneros le guarden y hagan
guardar la sumisión y el respeto que a todos es recomendado.
Villa de Arico, 25 de Julio de 1905 42.
Se trata, sin duda, de un
documento de carácter simbólico, sin valor legal. Pero lo que nos interesa es,
precisamente, lo que simboliza, el dominio absoluto que los grandes
propietarios ejercieron sobre sus trabajadores, sobre sus medianeros, y sobre
el común de los pueblos. Los campesinos tinerfeños saben muy bien qué significó
para ellos el régimen semifeudal, lo recuerdan demasiado bien: “era una
esclavitud, y ya está”. Aunque las connotaciones semiserviles que acompañaban
a la
medianería en Tenerife no solían recogerse por escrito, algunos de los
contratos que hemos podido
consultar reflejan perfectamente que no nos hallamos ante una simple
forma de asociación de carácter laboral. Los documentos han hablado por sí
mismos. Y lo que nos han contado, con todo lujo de detalles, es que la semiservidumbre
era real; no es, pues, el invento de una historiografía anclada en el pasado.
Las que estaban ancladas en el pasado eran, por el contrario, las relaciones
sociales de producción que se desarrollaban en el agro insular. En primer
lugar, pervivía en muchos lugares la obligación que tenían los campesinos de
pagar el diezmo. Hasta el siglo XIX este tributo feudal se pagaba a la Iglesia ; tras ser
suprimido por la legislación liberal, el diezmo pasó a ser exigido por los
propietarios semifeudales, justificado como una compensación por la
contribución territorial que estos últimos tenían, en teoría, que
satisfacer. Por lo tanto,
en pleno siglo
XX los campesinos tinerfeños continuaban pagando el
diezmo, como siglos atrás habían hecho sus antepasados. En segundo lugar,
los medianeros estaban
obligados a realizar,
en muchas ocasiones, trabajos no retribuidos en la
parte de las haciendas y fincas que los propietarios se reservaban para sí, o
sea, que no cedían a los medianeros:
El medianero labrará con las
vacas la parte de la hacienda que yo cultive por mi cuenta, lo mismo que las
tierras del trozo de La Laguna
cuando yo lo disponga43.
El palomar que el amo tiene por
su cuenta como otras aves que pudiera tener sin ser de medias será obligación
del medianero cuidarlas44.
Por las ventajas que en el
presente contrato se conceden al medianero Afonso y Martín, se obliga éste a
correr con el cultivo de la viña que está por cuenta del amo, siempre que no
exceda de dos pipas la cosecha, encargándose de la cava, poda y demás
operaciones”45.
Estos trabajos obligatorios no
retribuidos constituyen claras pervivencias de formas antiguas, plenamente
feudales, del pago de la renta, que se combinaban de este modo con la
aparcería, impregnando este tipo de contrato de elementos mucho más arcaicos46.
La existencia de rentas en trabajo durante los siglos del Antiguo Régimen ha
sido constatada por diversos historiadores de las Islas. En pleno siglo XX,
Reforma Agraria Liberal de por medio, muchos campesinos de Tenerife continuaban
pagando la renta de la tierra, parcialmente, en trabajo, al igual que sucedía
en otras partes de España47. Otra de las connotaciones claramente semiserviles
que acompañaban casi siempre a los contratos de medianería era la obligación
que tenían los campesinos de llevar gratuitamente a la casa del propietario
–que podía encontrarse a bastantes kilómetros de las fincas cedidas a medias, e
incluso en otro municipio– la parte de la producción que a ellos correspondía,
lo que afectaba no sólo a las cosechas sino incluso a la leche, los huevos, la
fruta, y a “lo que el amo disponga”. Por eso casi todas las familias medianeras
debían poseer al menos un burro, mula, caballo o camello, además de una familia
lo suficientemente extensa que les permitiera hacer frente a todas las
obligaciones contraídas en estos contratos:
La leche
de este ganado
será la de
un día para mi y
otro para el medianero y su familia, enviándome a ésta
ciudad cada tercer día la que me corresponde. Estando yo en la hacienda, será,
si lo exigiere, toda para mi, y también si lo dispusiere, de cuando en cuando,
me la enviará dos días seguidos a ésta ciudad48
El medianero hará seis u ocho
viajes a la Laguna
durante el año con los frutos o con lo que el amo disponga, trayendo la bestia
que el amo le facilite o sin ella
según los casos.
Los viajes aumentarán
si aumentan los
terrenos de medias49.
Que será obligación del
medianero, una vez cuando menos por semana, el ir alguno de su familia a la
casa donde habiten sus amos, llevándole verdura, leche y fruta de la hacienda,
según la época, para lo cual será obligación del propio medianero tener en la
hacienda un burro para el servicio de la misma hacienda, cuya obligación dará
principio en el mes de junio entrante50.
Los productos de la manada,
especialmente los quesos obtenidos, han de ser llevados por el aparcero a la
casa que en Fasnia posee el dueño, en donde habrán de ser vendidos dichos
productos, repartiéndose la mitad de lo obtenido entre el dueño y el aparcero,
y sin que haya que satisfacer nada al aparcero por traslado de los productos a
la referida casa central del dueño, toda vez que esta es obligación principal
que adquiere en este co88 Resulta significativo que a finales del siglo XIX
hubiese problemas en Santa Cruz por la falta de trabajadores disponibles para
llevar a cabo el gran número de obras que estaban realizándose: “...no puede
extrañar –aunque sea lamentable- que haya tanta escasez de brazos, sobre todo
en paralelo del movimiento obrero y, con el tiempo, en la aparición de las
primeras organizaciones políticas que expresarán el proceso histórico de toma
de conciencia de esta clase obrera. Sin embargo, todo este crecimiento
–semicolonial– del capitalismo burocrático no supondrá la eliminación de las
viejas relaciones semiserviles en el agro canario que, todo lo más, se
entrelazarán de las formas más variadas con las nuevas relaciones salariales.
esta época en que los jornaleros,
que en su mayoría son del campo, están dedicados a los trabajos agrícolas y a
la recolección de sus cosechas” (Diario de Tenerife, 8 de agosto de 1894).
ntrato de aparcería51.
Además de los aspectos
anteriores, existían toda una serie de cláusulas –escritas o no– que indicaban,
en general, la total falta de libertad en que se encontraba la familia
medianera y su situación de dependencia servil con respecto a los propietarios,
lo que quedaba perfectamente reflejado en el uso habitual de la palabra amo
para referirse a ellos. En ocasiones, los medianeros y sus familias no tenían
total libertad para trabajar a jornal fuera de la hacienda o incluso para
cambiar de propietario52. Tampoco gozaban de…
Con todo lo visto, no resulta del
todo extraño que, en 1938, una Memoria del Gobierno Civil –franquista– de Santa
Cruz de Tenerife reconociera que
...en la aparcería existen
algunos abusos, por parte de los propietarios, abusos que se hacen imposibles
de corregir con la actual legislación que es de aplicación a este particular.
Pero estimamos, que podrían desaparecer fácilmente con una intervención del
Estado, la cual sería conveniente ya que así se evitaría la generalización de
ellos, consiguiendo que no queden desvirtuadas las ventajas económicas y
sociales que tiene esta forma de contratación. Para ello, se hace preciso
obligar que en todo caso, el convenio o contrato de aparcería se celebrara por
escrito y declarar nulas las cláusulas abusivas que figuran en ellos, por ser
contrarias a las costumbres del lugar o de la localidad, e imponiendo sanciones
a todos aquellos que no hicieran sus contratos por escrito61.
Efectivamente, la medianería era
una forma de contratación que estaba plagada de abusos, incluso desde la
perspectiva de la época. Si se mantenía era por la situación de semiservidumbre
–o semilibertad– en la que se hallaban
los campesinos pobres con respecto a los grandes propietarios, situación
derivada, a su vez, de la dependencia económica que nacía del elevado control
que estos últimos tenían de los principales recursos productivos de los
pueblos, especialmente, la tierra y el agua62. En una economía así, el
campesino no tenía más remedio que convertirse en una especie de semisiervo.
“La prestación personal – como diría Lenin– no se mantiene por la fuerza de la
ley –¡de acuerdo con la ley el campesino es «libre» de morirse de hambre!–,
sino por la fuerza de la dependencia económica de los campesinos”63.
4. LA RELACIÓN
ENTRE LA APARCERÍA Y EL TRABAJO
A JORNAL
Hemos defendido, en la primera
parte de este artículo, que la medianería era la forma más generalizada
mediante la cual los grandes y medianos propietarios de Tenerife extraían la
renta de sus tierras, una renta de naturaleza inequívocamente precapitalista.
¿Significa esto que el trabajo a jornal no existía en la isla o era del todo
punto insignificante? En absoluto. El trabajo a jornal existía y estaba
relativamente extendido, del mismo modo que lo había estado también, por otra
parte, en el Antiguo Régimen. No pretendemos, por lo tanto, minusvalorar en
modo alguno la importancia económica del trabajo a jornal que se realizaba en
el agro insular. Lo que pretendemos en este apartado es, por el contrario,
comprender la naturaleza histórica de tal actividad. Para ello es necesario
estudiar la estrecha vinculación existente entre el trabajo a jornal y la
aparcería. Ambos iban de la mano, coexistían, muchas veces, en las mismas
fincas y era realizado, en gran medida, por las mismas familias de campesinos
pobres. Veremos a continuación que no se trataba de una relación laboral en
torno a la cual se generara un auténtico y amplio proletariado agrario de signo
capitalista. Las dimensiones del mercado “libre” de trabajo, en el que se
comprara y vendiera “libremente” la fuerza de trabajo agraria, eran muy
reducidas, a diferencia de lo
que sucedía en los espacios
urbanos, especialmente en la capital provincial. El obrero asalariado, en el
sistema capitalista, es un trabajador que “ha roto por completo con la tierra y
vive exclusivamente de la venta de la fuerza de trabajo”64. Y aunque conserve
aún –o se le entregue– una pequeña parcela de tierra, el obrero asalariado
rural es básicamente un proletario, no es un semisiervo ni vive sujeto a
múltiples formas de coacción extraeconómica.
Es “libre”, por tanto, de vender su fuerza de trabajo, al mejor postor,
en el mercado capitalista de trabajo. “En comparación con el trabajo del
campesino dependiente o sometido a explotación usuraria, el trabajo del obrero
asalariado es un fenómeno progresivo en todos los terrenos de la economía
nacional”65. Pero no era, mayoritariamente, ese tipo de obrero asalariado el
que efectuaba el trabajo a jornal que demandaban los grandes y medianos
propietarios de Tenerife en los años de la Restauración y la
segunda República. No era, normalmente, un obrero “libre” que vendía su fuerza
de trabajo en un mercado libre, sino un campesino semisiervo que se veía
obligado a trabajar a jornal con su familia en las partes de las haciendas o de
las fincas que se reservaba el amo para su explotación directa, realizando
también peonadas para otros propietarios en ciertas épocas, cuando
no había trabajo
en estas haciendas.
Las familias campesinas,
como decimos, se veían obligadas, compelidas o coaccionadas para
realizar estos trabajos a jornal para sus amos, aunque lo cierto es que también
estaban necesitadas del complemento económico que para sus depauperadas
economías significaban estos bajísimos jornales semifeudales; unos jornales
que, por otra parte, les proporcionaban algún ingreso monetario con el que
hacer frente a contribuciones y adquirir unos pocos productos en el reducido
mercado local.
La combinación de la aparcería
con el trabajo a jornal no es una característica particular de la explotación
agraria tinerfeña de los siglos XIX y XX. Algunos autores se han referido a la
existencia durante el Antiguo Régimen de una “compleja, contigua y yuxtapuesta
red de relaciones sociales en el campo isleño” en la que se combinaban la
enfiteusis, la aparcería, la explotación familiar de parcelas propias y el
trabajo a jornal, que aumentaba sobre todo en las épocas de auge de algún
cultivo exportador, como el azúcar o el vino66. También sabemos que los
medianeros y arrendatarios pobres de las grandes haciendas eran “compelidos”
por los propietarios para realizar trabajos a jornal –o incluso gratuito, como
pago en trabajo– en las épocas en las que se demandaba mano de obra en las
partes reservadas para la administración directa de los propietarios67. Por lo
tanto, la combinación de la medianería y el trabajo a jornal –además del pago
en trabajo, cuando lo había– durante los años que abarca esta investigación no
puede ser entendida más que como una prolongación de las relaciones agrarias
que se daban en los siglos precedentes. Estas relaciones no se vieron
sustancialmente modificadas por la Reforma Agraria Liberal, pese a todas las
transformaciones que tuvieron lugar a partir de la desvinculación, de las
desamortizaciones y de la supresión de los señoríos. La explotación de las
tierras de los grandes y medianos propietarios
mediante una combinación de medianería, arrendamientos y trabajo a jornal
sería una constante durante todo el siglo XIX. Por otra parte, se ha planteado
con insistencia que la proletarización del campesinado pobre de las Islas
habría adquirido un carácter decisivo en la segunda mitad del siglo XIX gracias
al auge de la
cochinilla como principal
producto canario de
exportación. Sin poner
en cuestión que dicho auge haya dado lugar a un aumento considerable del
trabajo a jornal, es necesario precisar que también fue común la producción de
cochinilla a través del contrato de medianería.
En alguna ocasión,
incluso, los grandes
propietarios se introdujeron en
este lucrativo negocio, sin pagar jornales, mediante la particular forma que
escogió el propietario de Garachico José Matías Brier y Salazar en 1846:
Antonio Delgado Reyes, vecino de
Guía de Isora tiene una cerca de nopales y no tiene semilla de cochinilla, por
ello hace compañía con don José Matías Brier, ajustándose en que don José
Matías pone la citada semilla, a sus propias expensas, en todo el cercado de
nopales. Deberán partir de por mitad el fruto que se coseche de la nominada
especie de cochinilla, por espacio de nueve años, contados desde la fecha. El
plazo puede ser prorrogable por acuerdo de ambos68.
La combinación entre aparcería y
trabajo a jornal en la segunda mitad del siglo XIX en Tenerife ha sido
constatada, hace ya algún tiempo, por otros autores. En la contabilidad agraria
de la finca La Resbala ,
en el Valle de La Orotava ,
dedicada a la producción de cochinilla, papas, cereales, viña, etc., el
historiador tinerfeño Francisco Galván detecta que, entre 1859-1885, “… las
relaciones de producción se caracterizan por su flexibilidad y polivalencia: el
medianero de esta explotación ejerce también de capataz de otras y disfruta de
otro terreno en arrendamiento. Al mismo tiempo sus hijos varones trabajan como
jornaleros en tierras del propietario y las hembras como sirvientas. La forma
de pago es en especie a todos69.
Por tanto, las fincas se explotaban,
como hemos dicho, con una combinación de aparcería y trabajo a jornal, por lo
que éste último se encontraba relativamente extendido. Sin embargo, en la
mayoría de las zonas lo que predominaba en esta relación era la medianería. El
trabajo a jornal solía escasear y se circunscribía a ciertas épocas y tareas.
En algunas haciendas, incluso los jornales eran casi desconocidos, mientras que
en otras se usaban de modo limitado. Pero lo que ahora más nos interesa es
comprender la relación existente entre una y otra forma de contratación
laboral, entre la aparcería y el trabajo a jornal. Éste ha sido uno de los
frutos más interesantes de nuestra investigación, en lo que a las relaciones de
producción se refiere. La documentación consultada en archivos y fondos familiares
ha resultado, en este sentido, enormemente clarificadora. La medianería era en
Tenerife una de las principales fuentes que permitían a los grandes y medianos
propietarios obtener mano de obra barata para la realización de los trabajos a
jornal, tanto en las propias fincas como en los almacenes de empaquetado y en
otras muchas actividades. No se trata únicamente, por tanto, de constatar en
qué grado estaba extendido el trabajo a jornal, sino de comprender que eran los
propios medianeros y sus familias –junto a los pequeños propietarios– los que,
en muchas ocasiones, se veían obligados, de una u otra forma, a realizar este
tipo de trabajos70. Las contabilidades agrarias a las que hemos tenido acceso
suelen reflejar perfectamente este aspecto. En los libros se le abría una
cuenta a cada medianero. En ella se iba anotando, en el debe, la parte de la
producción que entregaba el medianero, y en el haber, las peonadas a jornal que
iba realizando. Se trataba de una cuenta familiar, no personal, de tal forma
que los trabajos a jornal que realizaban los miembros de la familia del
medianero –mujer e hijos– se le iban anotando en el haber del cabeza de
familia. El trabajo a jornal que realizaban los hijos, dentro o fuera de las
fincas explotadas en aparcería por sus familias, no era más que un complemento,
–importante, eso sí– de la economía familiar. Los libros de contabilidad del
terrateniente sureño Ramón Peraza Pérez, correspondientes, sobre todo, a la
década de los veinte, reflejan perfectamente lo estrecha que era la relación
entre el trabajo a la parte y el trabajo a jornal. En ellos se advierte
claramente como los peones que aparecen realizando los trabajos a jornal en las
tierras que Ramón Peraza explota directamente, en administración directa
(recogiendo, plantando, podando, segando, trillando, transportando, etc.), no
son otros que sus mismos medianeros. No se trataba, por tanto, de obreros
asalariados fijos que trabajaran en las fincas del propietario, sino que lo
hacían sólo eventualmente, cuando hacía falta, cuando había algún trabajo. Las
peonadas solían ser “con gofio” aunque también aparecen algunas “a seco”, sin
manutención. Los trabajos eran diversos. En la cuenta de la medianera María
Quintero figuran, en 1925:
“... por 5 peones en la Costa.. .17,50 ptas.”, “por
bajar carbón del Cerradero.... 3 ptas.”, “llenando papas 2 días... 3,50 ptas.”;
“por ocho peones en Toledo y uno en el Barranco... 31,50 ptas.”; “partiendo
papas un día...1,75 ptas.”; “dio 4 jornales
escogiendo papas a 1,75..................7 ptas.71.
En las peonadas que se anotaban
en las cuentas abiertas con los medianeros figuraba, no sólo el trabajo de
estos sino también el de sus mujeres e hijos, por lo que se trataba, en verdad,
de cuentas de carácter familiar.
Esta combinación de aparcería y
trabajo a jornal como forma de explotación agraria se utilizaba también en las
fincas y haciendas de otros grandes propietarios. Era común que estos
se reservasen la mejor
parte de las
haciendas y grandes fincas para
su explotación directa –mediante trabajo a jornal o, incluso, a través
de los pagos en trabajo de los medianeros y arrendatarios–, cediendo el resto
en aparcería. De esta forma, no sólo obtenían las cuantiosas rentas en especie
que les llevaban a sus casas los medianeros, sino que se garantizaban una mano
de obra semiservil, muy barata, para trabajar en las partes de
las haciendas que
se reservaban para
su administración directa.
Este mecanismo estaba muy extendido, no sólo en las fincas dedicadas al
policultivo de secano para el autoconsumo y el abastecimiento del mercado
interno, sino también en los cultivos tomateros para la exportación. No debe
pensarse, por tanto, que en las plantaciones de tomates se desarrollaron
ampliamente las relaciones de producción capitalistas, por mucho que en
ellas se fueran
introduciendo algunas novedades
tecnológicas, como los fertilizantes químicos72. La aparcería,
combinada con el trabajo a jornal, fue también la forma más generalizada en la
producción tomatera y así se constata en las contabilidades agrarias que hemos
consultado. La explotación económica a la que se vieron sometidos los
medianeros en la producción de tomates fue muy grande. Todos los entrevistados
coincidieron en que eran frecuentemente engañados por los propietarios y
sometidos a todo tipo de abusos, hasta el punto de que no era infrecuente que
al finalizar la zafra el medianero, no sólo no obtuviera beneficio económico
alguno, sino que incluso quedara endeudado con el propietario. Una carta
dirigida al Alcalde de Güímar que publica un periódico tinerfeño en 1936,
insiste sobre este punto:
Uno de los factores más importantes de la agricultura son
las aguas de regadío.
Este Valle tiene la suficiente y,
por tanto, no hay una causa justa y razonable para que
se eleve a precios fabulosos. Si los terrenos son de medias, los arrendatarios
no pueden menos de quedar endrogados al final de la zafra.
Un pobre agricultor pidió
terrenos de medias a un propietario hacendado, el cual se los concedió con la
condición de sacar de su casa las semillas, abonos, aguas, etc. Vino la
terminación de la zafra; el arrendador se descontó el valor de lo desembolsado,
y el pobre agricultor no había sacado ni para pagarle. ¡Todo un año trabajando
para quedar endrogado!73.
Con el paso del tiempo, ya en los
años de la dictadura franquista, el trabajo a jornal en las fincas de tomates,
y en otros sectores, se iría ampliando, aunque continuó frecuentemente
asociado, de una u otra forma, a la aparcería, que se mantuvo con relativa
fuerza. En esos
años era frecuente que
el marido trabajara por
las mañanas como jornalero (en
fincas, galerías de agua, construcción de carreteras, etc.) y por las tardes y
noches se ocupara, junto al resto de la familia, de atender las fincas que
llevaban en aparcería74. Los jornales en el campo continuaban siendo tan
reducidos que no permitían al marido mantener a su familia con la sola
contribución de su salario. Seguía tratándose, por tanto, de un salario
semifeudal. En la economía capitalista, el salario del obrero debe permitir al
trabajador mantenerse él y su familia, debe permitir, por tanto, la
reproducción de la fuerza de trabajo, aunque sea en unas condiciones de
pobreza. Si los salarios se mantienen muy por debajo de este mínimo vital es
porque una parte de la subsistencia familiar se cubre con los productos
obtenidos por la familia trabajadora en las fincas explotadas en
aparcería o incluso,
en sus pequeñas
parcelas en propiedad.
Es la aparcería –junto al
arrendamiento y a la pequeña propiedad campesina– la que mantiene el nivel de
los salarios por debajo del límite de la subsistencia. Esa es una de las
razones por las que hablamos de salarios o jornales semifeudales. La otra razón
es que los trabajos a jornal no eran realizados, muchas veces, por un obrero
que se contrataba “libremente” en el
mercado “libre” de
trabajo, sino por
un semisiervo directa
o indirectamente coaccionado por el amo.
Vemos, por
tanto, que no
se configura, en torno
a los trabajos
a jornal que implementaban los medianos y grandes
propietarios de la isla, un auténtico proletariado agrario, propio de una
economía capitalista, siendo estos trabajos realizados a menudo por las propias
familias de medianeros, arrendatarios pobres y pequeñísimos propietarios.
¿Sucedió lo mismo en las fincas
explotadas, desde finales del siglo XIX, por el capital extranjero?
Una de las teorías explicativas
de la transición al capitalismo en Canarias es la que considera que tal proceso
habría tenido lugar desde finales del siglo XIX, cuando la penetración del
capital extranjero en
la producción agraria
–mediante la compra
y arrendamiento de tierras para
la producción de tomates y
plátanos– da lugar a una generalizada proletarización del
campesinado pobre de las islas. Creemos que esta tesis encierra, qué duda cabe,
una parte de verdad, pero necesita ser matizada. Por un lado, todas las pruebas
documentales que hemos presentado en este mismo capítulo son un claro
testimonio de que la semiservidumbre se mantuvo en Tenerife –pese a la
penetración imperialista– durante todo el período cronológico que abarca esta
investigación (1890- 1936). Sobre eso no cabe ya ninguna duda. Por lo tanto, es
evidente que se ha tendido a sobredimensionar el grado de efectiva
proletarización generado por el capital extranjero en la esfera de la
producción agraria. Además, algunos datos apuntan a que también las compañías
extranjeras recurrieron en no pocas ocasiones a las relaciones de producción
precapitalistas, sobre todo en el cultivo de tomates, viñas, cereales, etc.
Con respecto al cultivo del plátano, existe unanimidad al
considerar que, al menos en Tenerife, los trabajos se realizaban casi siempre
mediante obreros asalariados, tanto en las fincas de las empresas extranjeras
como en las de los propietarios tinerfeños75. No obstante, hay que señalar que
también se cultivaron plátanos por medio de aparceros, sobre todo en pequeñas
fincas de propietarios locales76. Además, hemos podido constatar documentalmente
que los grandes propietarios de la isla recurrieron también, en sus cultivos
plataneros, al trabajo a jornal realizado por sus propios medianeros, igual que
hemos visto en el cultivo de tomates y en el policultivo de secano. En uno de
los libros de contabilidad agraria de
Ramón Peraza Pérez
vemos, en la
cuenta abierta con su
medianero Germán Díaz, en 1924:
por 6 ½ días en la platanera a 3 ½ ptas............22,75
ptas”; “trabajo en la platanera el 28 de septiembre...........14 ptas.77.
En lo que se refiere a las
grandes explotaciones plataneras del capital extranjero, especialmente de las
empresas británicas Fyffes y Yeoward, todo parece indicar que, efectivamente,
fueron estrictas relaciones salariales las que se utilizaron de la forma más generalizada. Esto
aceleró considerablemente, sin
lugar a dudas,
el lento proceso
de proletarización campesina que se había desarrollado en la isla a lo
largo del siglo XIX. La aparición y el desarrollo, durante el primer tercio del
siglo XX, de una clase de obreros agrícolas en algunas zonas del agro isleño es
un hecho cierto, que se constata en el movimiento huelguístico desarrollado a
partir de 1920, principalmente en el valle de La Orotava , impulsado por los
obreros plataneros de las casas imperialistas
y de algunos propietarios locales.
Varias décadas después de las primeras huelgas de los obreros portuarios en
Santa Cruz de Tenerife, los obreros agrícolas de la isla daban ruidosa señal de
su existencia como clase. Sin embargo, creemos que no se debe magnificar su
número y extensión. En primer lugar, es necesario establecer una diferencia
entre los trabajadores ocupados permanentemente en las fincas de plátanos y los
trabajadores que temporalmente acudían a los trabajos de sorribas, preparando
los terrenos para la implantación del cultivo. Los primeros no fueron
demasiados, si atendemos al cálculo realizado por Nuez Yanez, según el cual los
trabajadores fijos por hectárea de platanera eran, de media, hasta 1960,
únicamente dos78. Teniendo en cuenta que en torno a 1941 el número estas
hectáreas era en Tenerife de 1.88179, los obreros fijos que trabajaban en este
cultivo podían rondar aproximadamente los 4.000 individuos. Los segundos –los
trabajadores que acudían a las sorribas– eran necesarios en mayor número. Sin
embargo, debido a su carácter no permanente, esta actividad se prestaba a convertirse en recurso complementario para las
familias campesinas de las
medianías, compuestas por aparceros, arrendatarios pobres y pequeños
propietarios, o sea, por trabajadores no proletarizados o sólo parcialmente
proletarizados. La relación que existía entre el trabajo de los aparceros en
las áreas de medianías de la isla y el trabajo de los jornaleros en las áreas
costeras ha sido planteada ya por algunos autores, sobre todo en el campo de la
antropología. El tinerfeño Fernando Estévez, refiriéndose al Valle de La Orotava , planteaba que,
aún en los años setenta del siglo XX, “los medianeros de las tierras altas del
valle son en una proporción de cierta entidad –aún no se tienen datos exactos–
asalariados agrícolas en las
explotaciones plataneras”80. La
también antropóloga Ana María
Torres explicaba, igualmente, con referencia al municipio tinerfeño de
El Tanque que
“... el espacio rural se caracteriza
hasta finales de los años sesenta por la existencia de relaciones semifeudales,
que se constataban en el mantenimiento de la coexistencia dentro de la unidad
productiva familiar de trabajo asalariado – en los cultivos intensivos de
exportación en la costa– y de trabajo de medianería” [realizado principalmente
por las mujeres].
Los ingresos generados por la
actividad agrícola de las campesinas resultaban clave para el sostenimiento del
sector exportador, ya que garantiza la existencia y reproducción de la fuerza
productiva que trabaja en los cultivos de exportación, contribuyendo a
mantener bajos salarios
en las grandes explotaciones agrícolas costeras81.
Una de las entrevistas que
realizamos en ese mismo municipio de El Tanque nos confirmó una vez más la
relación que solía existir entre la medianería y el trabajo a jornal en las
fincas plataneras82. Sin
duda, se trata
de un aspecto
en el que
habrá que profundizar más en
investigaciones futuras,
aunque la dificultad
de cuantificación es evidente:
¿cuántos de los que trabajaron a jornal en las plataneras –tanto atendiendo a
los cultivos como en las labores de sorriba– eran miembros de familias de
campesinos pobres que trabajaban las tierras de los grandes y medianos propietarios
en condiciones de semiservidumbre? De
momento nos conformamos con plantear
que tal circunstancia existió y fue relativamente
frecuente en ciertas zonas. Por lo tanto, creemos que es importante, cuando
menos, matizar la afirmación, algo unilateral, de que el auge del cultivo
platanero, desde finales del siglo XIX, produciría una rápida e indiscutible
proletarización del campesinado isleño, si bien parece claro que contribuyó a
acelerar tal proceso histórico en algunos espacios. Por otra parte, hemos
podido observar ya multitud de evidencias que tampoco ofrecen duda alguna: la
opresión semifeudal sobre medianeros y jornaleros se mantuvo en Tenerife
durante el primer tercio del siglo XX, a pesar de la existencia de tendencias
capitalistas que nos hablan de una sociedad no estática sino en proceso de
transformación.
5. LA
SEMIFEUDALIDAD Y LA
TESIS DEL CAPITALISMO
BUROCRÁTICO: CONCLUSIÓN
Hemos presentado en este artículo
las evidencias y razonamientos que avalan nuestra tesis sobre el carácter
semifeudal de la economía y la sociedad tinerfeña en el período investigado.
Hemos visto como la aparcería –y no el trabajo asalariado– era la principal
forma mediante la cual los grandes y medianos propietarios se apropiaban del
plusproducto generado por los campesinos de la isla. También hemos podido
observar detenidamente que esta relación de producción no era una forma más de
las que puede adoptar el capitalismo agrario en su desarrollo. Todo lo
contrario, la medianería se nos ha revelado nítidamente, a través de los
propios contratos suscritos por propietarios y medianeros, como una relación
verdaderamente semiservil, mediante la cual el campesino pobre de las islas era
sometido a un total sojuzgamiento con respecto al dueño de la tierra, con respecto
al amo; una relación de producción que además era responsable, en parte, del
atraso secular e indiscutible de la economía insular. Además, hemos analizado
la estrecha ligazón existente entre la medianería y el trabajo a jornal que
implementaban los grandes y medianos propietarios en sus fincas y haciendas. De
este análisis ha resultado que los propios medianeros y sus familias eran la
principal fuente proveedora de trabajo a jornal, un trabajo que distaba mucho
de verificarse en el marco de un auténtico mercado libre de trabajo de índole
capitalista.
Hemos demostrado, de este modo,
nuestra hipótesis de partida: el dominio económico y social de los grandes y
medianos propietarios de la tierra y el agua se caracteriza por el
mantenimiento de relaciones de producción semifeudales. Indudablemente, esta
constatación choca de inmediato con la interpretación oficial que proporciona
–impone– la historiografía española dominante y, dentro de ella, la
historiografía canaria. Sin embargo, podemos afirmar que, al menos en el ámbito
geográfico y cronológico de nuestra investigación, no es cierto que en la
primera mitad del siglo XIX culminara la transformación capitalista del agro
hispano, ni por la vía reformista ni, mucho menos, por la vía revolucionaria.
Las repercusiones de la
Reforma Agraria Liberal fueron, sin duda, muy importantes.
Los señoríos feudales fueron abolidos (en Tenerife hubo dos, uno en Adeje y
otro en la villa de Santiago); las tierras inmovilizadas en vinculaciones y
mayorazgos fueron devueltas al mercado; inmensas extensiones de tierras
comunales y de propios fueron subastadas y vendidas al mejor postor; multitud
de conventos religiosos fueron suprimidos y las tierras y censos que les habían
pertenecido fueron incautados por el
Estado para luego ser subastados o
parcialmente redimidos. Sin embargo, a pesar de la relevancia y alcance
de todas estas medidas en el ámbito de la propiedad de la tierra, la
semifeudalidad se mantuvo en Tenerife a lo largo del primer tercio del siglo
XX. No queremos decir, en absoluto, que la isla se quedara estancada en el
feudalismo del Antiguo Régimen. La Reforma Agraria Liberal desmontó en buena medida
–aunque no totalmente, pues
pervivió la enfiteusis83– el sistema de propiedad feudal. El auge de la
cochinilla y la liberalización del comercio generaron un incuestionable
crecimiento económico que luego se vería multiplicado con la penetración masiva
del capital extranjero en la economía
isleña desde el último cuarto del siglo
XIX, en el marco de la expansión imperialista
que tendría lugar, a escala mundial, desde esos años. Lo que queremos decir es
que la semifeudalidad, pese a lo dicho, subsistió en las relaciones de
producción agrarias, porque todo ese crecimiento económico no supuso una
verdadera y completa proletarización del campesinado pobre de la isla, ni
supuso, tampoco, una verdadera y completa transformación burguesa –económica e
ideológica– de los grandes y medianos propietarios de la tierra; porque todo
ese crecimiento económico no dio lugar a un verdadero y completo desarrollo
capitalista de la economía insular, una economía que siguió debatiéndose entre
el atraso y la modernización. La penetración imperialista a finales del siglo
XIX aceleró considerablemente, que duda cabe, un proceso de proletarización
campesina que había avanzado muy lentamente de manos de la gran propiedad
local. De este modo, una pujante clase obrera agrícola comienza a hacerse notar
en las primeras décadas de la centuria siguiente en algunas zonas de la isla.
Pero cualquier sobrevaloración de los efectos de tal penetración imperialista,
en cuanto a la proletarización campesina, incurriría en el defecto de la
unilateralidad. Haciendo hincapié
en un solo
aspecto de la
contradicción y negando o infravalorando la generalizada pervivencia
de las relaciones de producción semifeudales en el siglo XX, tales análisis se
verían abocados al fracaso, por más que encerraran una parte de verdad. La
impronta de la semiservidumbre es tan marcada que no puede ser explicada como
un simple vestigio secundario, como un simple anacronismo. Por el contrario, se
erige en un elemento constitutivo fundamental de la formación social canaria,
llegando a entrelazarse con las propias relaciones salariales que el
imperialismo impulsa en las áreas plataneras.
Vemos, pues, que las
interpretaciones que nos ofrece la actual historiografía académica no pueden
resultarnos válidas. Se afirma que la transformación capitalista del campo
tiene lugar en el primer tercio o en la primera mitad del siglo XIX, y la investigación
nos muestra –siempre desde nuestro ámbito geográfico– la pervivencia
generalizada de la semifeudalidad un
siglo después de tal
cronología. Necesitamos, por
tanto, una nueva explicación, una
explicación que permita
comprender teóricamente lo
que la evidencia empírica nos indica. Creemos que
tal explicación nos la proporciona la tesis maoísta del Capitalismo
Burocrático.
La tesis del capitalismo
burocrático fue una de las aportaciones que realizó Mao Tse- tung a la teoría
marxista clásica, pese a que fue escasamente conocida en Occidente hasta hace
relativamente pocos años. En 1939, el dirigente comunista chino explicaba como
la penetración del imperialismo extranjero, por un lado, había acelerado
significativamente la transformación capitalista de la sociedad feudal china.
Hasta aquí coincide con las interpretaciones actuales de la
historia contemporánea de
Canarias. Sin embargo, Mao
continúa explicando como, al mismo tiempo, los imperialistas habían hecho
“… de la clase terrateniente
feudal de China, al igual que de la burguesía compradora, el pilar de su
dominación en China. El imperialismo se alía en primer término con las capas
dominantes del régimen social precedente –los señores feudales y la burguesía
comercial-usurera-, contra la mayoría del pueblo. En todas partes, el
imperialismo intenta preservar y perpetuar todas aquellas formas de explotación
precapitalista (particularmente en el campo), que son la base de la existencia
de sus aliados reaccionarios (...) el imperialismo, con todo el poderío
financiero y militar que tiene en China, es la fuerza que apoya, alienta,
cultiva y conserva las supervivencias feudales, con toda su superestructura
burocrático- militarista84.
Siguiendo el análisis de Mao,
podemos definir el capitalismo burocrático como el capitalismo que el
imperialismo generaba en los países feudales o semifeudales que iba sometiendo
económicamente; un capitalismo que se desarrollaba de manera limitada, parcial
y siempre en beneficio de los intereses de la burguesía extranjera; un
capitalismo que –a diferencia del capitalismo clásico– podía coaligarse y
combinarse perfectamente, y de hecho lo hacía, con las relaciones sociales de
carácter feudal o semifeudal que desarrollaba la clase terrateniente de esos
territorios, que pasaba a ser la más fiel aliada del capital extranjero. Se
trata, por lo tanto, del capitalismo que el imperialismo desarrolla en los
países oprimidos, países en los que no había culminado –por una u otra vía– la
revolución burguesa. En ese momento, dichos países –feudales o semifeudales– se
irán convirtiendo progresivamente en colonias
o semicolonias de
los países imperialistas, que
procederán a la
generalizada explotación de sus recursos naturales y mano de obra. De
esta forma, el desarrollo de un capitalismo autóctono, nacional, en estos
países se verá completamente bloqueado. Esta explotación la realizarán los
imperialistas en evidente connivencia con unas clases dominantes locales que
experimentarán una transformación parcial de su antigua naturaleza,
introduciéndose paulatinamente en
los nuevos negocios
que la penetración
imperialista generará. En un
momento dado de
su evolución, el
capitalismo burocrático tenderá a
combinarse con el poder del Estado, utilizando sus recursos como palanca de
desarrollo económico.
La tesis del capitalismo
burocrático no fue conocida en el ámbito occidental hasta hace pocas décadas,
cuando sonados hechos políticos acaecidos en el Perú concitaron la atención
hacia el pensamiento que los guiaba. En los años 60, en el fragor de la gran
polémica chino-soviética, en la
Universidad de Huamanga (Ayacucho), un prestigioso profesor
puso en marcha aquel proceso. A la luz de la revolución que en aquel momento
estremecía China y del pensamiento que la guiaba, en el Perú comprendieron que
los análisis del gran marxista latinoamericano (Mariátegui) en los años 20
entroncaban con la tesis del capitalismo burocrático del gran marxista chino85.
Retomaron esos análisis de Mariátegui y bajo la nueva luz llegaron a la
conclusión que el capitalismo burocrático no es un proceso particular de China
o del Perú, sino que obedece a las condiciones tardías en que los imperialismos
sojuzgan a las naciones oprimidas de Asia, África y América Latina y cuando
éstas aún no han destruido la feudalidad subsistente y menos desarrollado
capitalismo.
En el ámbito académico español,
la tesis del Capitalismo Burocrático ha sido introducida, por primera vez, en la Tesis Doctoral del
geógrafo de la Universidad
de La Laguna Víctor
Martín86, que la ha desarrollado posteriormente en otros trabajos. Este
profesor dirige actualmente un Grupo de Investigación en esa Universidad para
impulsar trabajos a partir de esta tesis en los campos de la Geografía , la Historia y, en general,
en el de las ciencias sociales en su conjunto87.
Creemos que
la tesis del
capitalismo burocrático encierra
una gran potencialidad explicativa para analizar el
proceso histórico contemporáneo de las islas. Nos permite comprender la otra
cara de la moneda de la penetración imperialista en las colonias y
semicolonias, el aspecto esencial que hasta ahora no ha sido comprendido por la
historiografía canaria y que explica teóricamente la realidad histórica que la
investigación nos ha ido revelando a lo largo de estos años. Es indudable que
la penetración imperialista a finales del siglo XIX –Fyffes Ltd., Yeoward
Bros., Jacob Ahlers, Dan Wuille, etc.– supone un impulso al limitado proceso de
proletarización de la mano de obra que había tenido lugar hasta ese momento.
Pero también es verdad que, por otra parte, dicho proceso se verá frenado por
la fuerte pervivencia de las relaciones semiserviles que seguían oprimiendo al
campesinado pobre y a los jornaleros de las Islas. Ese cierto capitalismo,
generado por el
imperialismo y atado
a la semifeudalidad, es lo
que denominamos Capitalismo
Burocrático. Creemos que, tanto en el Archipiélago como en el resto del Estado,
el proceso revolucionario burgués del siglo XIX (1808-1874) no concluyó sus
tareas históricas; se quedó a mitad de camino. Ciertamente, la Reforma Agraria
Liberal desmanteló, parcialmente, el viejo sistema de propiedad feudal,
abriendo la puerta a la consolidación, en muchos lugares de las Islas, de una
nueva terratenencia –mal llamada “burguesía agraria”– que reemplazará a la
vieja aristocracia del Antiguo Régimen. Pero la investigación muestra que,
tanto en los lugares en los que la hegemonía de esta vieja aristocracia, pese a
todo, se mantuvo (La Orotava ,
Garachico, Santiago del Teide, etc.), como en aquellos otros en los que se
produjo la sustitución a la que nos hemos referido (Arona, Adeje, Vilaflor, San
Miguel, etc.), la explotación semiservil del campesinado pobre y de los
jornaleros continuaría desarrollándose durante la segunda mitad del XIX y
primer tercio del XX. No es cierto que las desamortizaciones o el cultivo de la
cochinilla dieran un impulso decisivo a un supuesto proceso de proletarización
campesina. Cualquiera que investigue con un mínimo de profundidad la cuestión
de las relaciones de producción en el campo canario durante el siglo XIX no
puede más que constatar que de ninguna manera nos encontramos ante un agro
capitalista o en acelerado proceso de desarrollo capitalista. Es verdad que la Reforma Agraria
Liberal, al desmantelar parcialmente el viejo sistema de propiedad feudal,
abriría la puerta a una lenta transformación prusiana –desde arriba– de la
antigua formación social. Y tampoco dudamos de que tanto las franquicias
comerciales – instauradas a partir del Real Decreto de Puertos Francos de 11 de
julio de 1852– como el auge del cultivo y exportación de la grana o cochinilla
en la segunda mitad del siglo XIX hayan jugado un cierto papel como impulsores
de dicha transformación. Pero es, a todas luces, evidente que, hasta la
irrupción masiva del capital extranjero en el último cuarto del XIX, las antiguas relaciones de producción
agrarias no habían experimentado ningún proceso de transformación drástica en
sentido capitalista, siendo, por lo tanto, prácticamente inexistente el
proletariado agrícola, en el auténtico significado del término.
De esta forma, cuando en las
últimas décadas de esa centuria el imperialismo penetre abiertamente en el
Archipiélago, encontrará una economía semifeudal que podrá someter a sus
dictados e intereses. Se generará, a partir de entonces, un importante
crecimiento económico en las Islas, desarrollándose considerablemente las
ciudades capitalinas de Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, al
calor de la frenética actividad portuaria impulsada por la expansión
imperialista. Recibirá, también, un fuerte impulso la agricultura de
exportación, realizándose nuevas roturaciones, y se pondrán en marcha infinidad
de proyectos para la captación de nuevas aguas subterráneas, ampliándose, paralelamente,
en gran medida, las infraestructuras hídricas de todo tipo, etc. Relacionado
con todo
esto estará el desarrollo de
los transportes y de los modernos medios de comunicación. Serán,
estos, los años en los que se iniciará la gestación del proletariado moderno en
el Archipiélago, gestación que no se produce de la noche a la mañana sino a
través de un proceso88. El desarrollo de este proceso se irá reflejando en el
desarrollo.
(José Manuel Rodríguez Acevedo, Doctor en Historia Grupo de
Investigación El Capitalismo Burocrático en la Explicación del
Subdesarrollo y el Atraso Social, Universidad de La Laguna ,
jomaroac@hotmail.com)
Notas:
1 En un polémico artículo
publicado por el británico Financial Times en el verano de 2008 se dice que "hace ocho años, los cerdos
[PIGS: Portugal, Italia, Grecia, España] llegaron realmente a volar. Sus economías
se dispararon después
de unirse a
la eurozona. (...)
Ahora los cerdos
están cayendo de nuevo a tierra".. El periódico reconoce que 'pigs'
"es un apodo peyorativo, aunque
refleja en gran medida la realidad" de las economías de estos países
[http://www.elmundo.es/mundodinero/2008/09/01/economia/1220282598.html].
2 Josep PUJOL ANDREU, “La historiografía del atraso o el atraso de la
historiografía”, Josep PUJOL et al., El
pozo de todos los males. Sobre el atraso en la agricultura española
contemporánea, Barcelona, Crítica, 2001, p. 15.
3
“La medianería en Canarias”, Diario de Tenerife, 29 de octubre de 1913.
El artículo se integró posteriormente en el trabajo más amplio de Rodolfo GODÍNEZ y Francisco MENÉNDEZ “Un plan de colonización para la región sur de la Isla de Tenerife (Islas
Canarias)”, Colonización y Repoblación Interior, nº. 12, Madrid, 4º trimestre
de 1921, pp. 32-71.
4 Ramón GARRABOU, Jordi PLANAS y
Enric SAGUER: “Aparcería y gestión de la
gran propiedad rural en la Cataluña Contemporánea ”, Barcelona, 2001,
http://www.recercat.net/bitstream/2072/1219/1/UHE2-2001.pdf, fecha de acceso: 23/05/2004.
5
Uno de los argumentos que se utilizaron para desechar los planteamientos
marxistas sobre la pervivencia de la feudalidad en el campo español durante los
siglos XIX y XX era el que, partiendo de los planteamientos de Malefakis, ponía
de manifiesto el peso reducido de la aristocracia entre los grandes propietarios
de la tierra
a partir de
la revolución liberal
(José Manuel NAREDO, La evolución de la agricultura en España
(1940-1990), Granada, Universidad de Granada, 1996, p.
286; Josep PUJOL ANDREU, “La historiografía del atraso...”,
op. cit., pp. 23-24).
6
Vladimir Ilich LENIN: “Proyecto de
discurso sobre el problema agrario en la segunda Duma del
Estado”, Vladimir Ilich LENIN, Obras completas, Madrid, Akal, 1976, T.
XII, p. 258.
7
Vladimir Ilich LENIN, El
desarrollo del capitalismo en Rusia. El proceso de la formación del mercado
interior para la gran industria. Moscú, Progreso, 1974, p. 321.
8 Ibídem, p. 190.
9 Fiedrich
ENGELS, “El
problema campesino en
Francia y Alemania”,
Karl MARX y
Fiedrich ENGELS, Obras Escogidas
de Marx y Engels, Moscú, Progreso, 1976, T. II, pp. 439-440. El salario es
condición necesaria, pero no suficiente para generar por sí solo una sociedad
plenamente capitalista. Para que el jornal pueda desarrollarse hasta hacerse
capitalista, se necesita el empleo de máquinas, el desarrollo técnico de la
agricultura, pues son esas máquinas las que piden, al propietario o al
arrendatario, que eleve los salarios y cambie el trato que le da a los
trabajadores.
10 Karl MARX, El Capital. Madrid, Siglo XXI, 1981, libro tercero, pp.
1.113-1.121.
11 Vladimir Ilich LENIN, El desarrollo... op. cit., 236.
12 Karl MARX, El
Capital, op. cit., p. 1.021.
13 “La jornada de ocho horas”, La Comarca , (Icod) nº 29, 12
de octubre de 1919.
14 La Comarca., nº 164, 28 de
mayo de 1922.
15 Los principales fondos familiares consultados
en el desarrollo de esta investigación son los siguientes: Fondo Peraza y Ayala
(cuando lo consultamos se hallaba conservado en una dependencia de la casa
solariega en que habita su actual propietario, Ramón Peraza y Ayala Cabrera, en
el municipio sureño de Arico. Posteriormente fue cedido, mediante contrato de
comodato, al Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife); Fondos
Cullen y Betancourt- Castro (se conservan en el Archivo Cullen, localizado en
el municipio de La Orotava ,
en la vivienda del abogado Juan Cullen y Salazar); Fondo Ossuna (desde los años
90 se conserva en el Archivo Municipal de La Laguna ); Fondo Cáceres (forma parte de los fondos
del Archivo Municipal de Garachico, en el noroeste de la Isla ); Fondo Zárate-Cólogan
(se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife);
Fondo Conde de Sietefuentes (en el Archivo Histórico Diocesano de Tenerife,
municipio de La Laguna );
Fondo Gerardo Alfonso Gorrín (en el Archivo Municipal de Guía de Isora).
16 Fondo Peraza y Ayala, Arico.
17 Ayuntamiento de La Laguna , Fondo Ossuna, sig:
70.
18 “Victoria, Quinta de los
Pinos, Lib. III”, Archivo Municipal de La Laguna , Fondo Ossuna.
19 Libro 1º de la Hacienda de Taganana,
folios 21 y 69, Fondo Ossuna, sig: 172/24.
20 Libro “Hacienda del Valle de Vinagre,
1905-1906”. Archivo Municipal de La
Laguna , Fondo
Ossuna, sig: 54.
21 Libros de
contabilidad de la finca Bebederos, 1925-1929. Archivo Municipal de Guía de
Isora, Fondo Gerardo Alfonso Gorrín, Caja VIII.
22 Libro
“Medianeros”, 1926-1928, Archivo Municipal de Guía de Isora, Fondo Gerardo
Alfonso Gorrín.
23 Libro Diario, 1924, apartado “Plantío Plátanos”, Archivo
Cullen.
24 Libro Diario, 1934-1937, Archivo Cullen, p. 185.
25 Libro Diario, 1934-1937, Archivo Cullen, pp. 161-167.
26 Libro Diario, 1934-1937, Archivo Cullen, p. 144.
27 Libro Diario, 1924, apartado “Arrendamiento Zamora”,
Archivo Cullen.
28 Cuadernillo titulado “Medianeros de Tomates
en Chimiche, 1922-23”, Fondo Peraza y Ayala, Arico. Téngase en cuenta que no
nos referimos a todos los medianeros de Ramón Peraza sino únicamente a los
medianeros de las fincas tomateras de Granadilla, por lo que el número total de
medianeros de este propietario debió ser muchísimo mayor, sobre todo si
recordamos que el volumen total de sus tierras en Arico superaba con mucho a
las de Granadilla.
29 Libro Diario, 1922-1955, folio
36. Fondo Peraza y Ayala.
30 Elizabeth MURRAY,
Recuerdos de Gran Canaria y Tenerife. Tenerife, Gráficas Tenerife, 1988, pp.
121-122 (primera edición, en Inglés, de 1859); Chas W. THOMAS, Aventuras y
observaciones en las costa occidental de África y sus islas, Tenerife,
J.A.D.L., 1981, pp. 122-123.
31 Chas W. THOMAS, Aventuras y observaciones..., op. cit., p. 122-123.
32 La Prensa , 1 de febrero de
1919. Como referencia se puede anotar aquí que el salario medio de un obrero
industrial español en torno a 1924 era de 10 ptas. por 8 horas de trabajo,
según la estadística realizada por el Consejo Superior de Cámaras Oficiales de
Comercio, Industria y Navegación de España (Margarita VILAR RODRÍGUEZ, “La ruptura posbélica a través del
comportamiento de los salarios industriales: nueva evidencia cuantitativa
(1908-1963)”, Revista de Historia Industrial, nº 25 [2004], p. 96).
33 La Prensa , 3 de febrero de
1919.
34 “De Los Silos. Explotación
Obrera”, Decimos, nº 19, 14 de diciembre de 1930.
35 Amado ZURITA, Ligeros apuntes sobre el estado general de la Agricultura en
Canarias y mejoras que pueden introducirse. Santa Cruz de Tenerife, Imp. Isleña
de Hijos de Fco. Hern., 1893, p. 19.
36 Vladimir Ilich LENIN, “El problema agrario en Rusia ...”, op.
cit., pp. 85-86.
37 Martínez Alier y Naredo han
defendido el argumento –convertido ahora en hegemónico– según el cual “la cesión
de ciertos cultivos a pequeños arrendatarios o aparceros encontraba su
explicación en motivos de estricta rentabilidad al permitir a los propietarios
un uso más intensivo, disciplinado y barato de la mano de obra que el que
ofrecía el trabajo asalariado” (José Manuel NAREDO,
La evolución..., op. cit., p. 287-289). Ciertamente, para la mentalidad de un
propietario semifeudal, son más rentables las formas semiserviles de extracción
del plustrabajo campesino, pero, desde luego, no son las más productivas para
la mentalidad de un empresario capitalista, por eso no fueron las que se
impusieron en Gran Bretaña y en los Estados Unidos de América. Buscar el máximo
beneficio con el menor riesgo y la menor inversión posible no es –en contra de
lo que piensan Naredo o Garrabou–
una manifestación de
la mentalidad empresarial.
Es interesante a este
respecto lo que plantea Mariátegui, que interpreta como un signo evidente de la
semifeudalidad el hecho de que el latifundista peruano “no se preocupa de la productividad
sino de la rentabilidad de la tierra” (José Carlos MARIÁTEGUI,
“El problema de la tierra”, José Carlos MARIÁTEGUI,
Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, Lima, Amauta, 1987, p.
103).
38 Diario de Tenerife, 30 de marzo de 1900.
39 Manuel
OSSUNA
VANDEN-HEEDE, El
Regionalismo en las
Islas Canarias. Santa Cruz
de Tenerife, Imprenta de A. J. Benítez, 1904, Tomo I, pp. 157-160.
40 José PERAZA DE
AYALA, El contrato agrario y los censos en Canarias. Madrid, Ediciones
especiales del Anuario de Historia del Derecho Español, 1955, Tomo XXV, nº 82,
p. 17.
41 Ramón GARRABOU, Jordi PLANAS y
Enric SAGUER, “Aparcería y gestión...”,
op. cit., p. 11.
42 Documento del archivo familiar de Francisco
Rodríguez de Azero y Salazar, hijo de Martín Rodríguez y Díaz-Llanos.
Consultado por el geógrafo canario Pedro David DÍAZ
RODRÍGUEZ e incluido en su interesante trabajo Usos y aprovechamientos
tradicionales del territorio en el Arico anterior al desarrollo turístico. La
propiedad y el laboreo de las tierras, las formas de vida y las desigualdades
sociales en el sistema de producción, 1996 (inédit43 Contrato celebrado entre la propietaria
Manuela de Nava-Grimón y Llarena y el medianero Antonio Hernández para la
explotación de una hacienda en Valle Guerra (La Laguna ), Laguna a 23 de
Octubre de 1887, Fondo Montemayor y Ascanio, Archivo de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife.
44 Contrato celebrado entre el
propietario Manuel de Ossuna y el medianero Juan Pérez y Sosa para la explotación
de terrenos pertenecientes a la
Hacienda del Pino, situada en el término municipal de La Victoria , La Victoria , 2 de julio de
1886, Fondo Ossuna, Caja 16 [el contrato estaba dentro de un libro titulado
“Hacienda de la Victoria ,
Libro II, 1899 y siguientes”], Archivo Municipal de La Laguna.
45 Contrato celebrado entre
Manuel de Ossuna y el medianero José Afonso y Martín, La Laguna , 23 de diciembre de
1901, Fondo Ossuna, sig: 16 [el contrato estaba en unas hojas sueltas dentro
del libro “Hacienda del Pino, Victoria, Libro 1º”], Archivo Municipal de La Laguna.
46 Una entrevista realizada a una antigua
campesina de Ruigómez, municipio de El Tanque, nos confirmó que los medianeros
de la familia Guzmán –grandes propietarios de ese municipio- estaban obligados
a trabajar gratuitamente una huerta, cuya producción total correspondía a los
dueños de la tierra.
47 Zoilo ESPEJO, Costumbres de derecho y economía rural consignadas en
los contratos agrícolas usuales en las provincias de la Península española, agrupadas
según los antiguos reinos, Madrid, Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado
Corazón de Jesús, 1900, p. 232.
48 Contrato celebrado entre la propietaria
Manuela de Nava-Grimón y Llarena y el medianero Antonio Hernández para la
explotación de una hacienda en Valle Guerra, La Laguna , 23 de octubre de
1887, Fondo Montemayor y Ascanio, Archivo de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife.
49 Contrato celebrado entre el
propietario Manuel de Ossuna y el medianero Juan Pérez y Sosa para la
explotación de terrenos pertenecientes a la Hacienda del Pino, situada en el término
municipal de La Victoria ,
La Victoria ,
2 de julio de 1886, Fondo Ossuna, Caja 16 [el contrato estaba dentro de un
libro titulado “Hacienda de la
Victoria , Libro II, 1899 y siguientes”], Archivo Municipal de
La Laguna.
50 Contrato de aparcería o medias
entre los Sres. D. José y D. Rafael Feo Benítez de Lugo, vecinos de Sta. Cruz
de Tenerife y Ramón González Pérez, que lo es de Tacoronte, Santa Cruz de
Tenerife, 4 de Marzo de 1894, Fondo Ossuna, sig: 58/2.11, Archivo Municipal de La Laguna.
51 Contrato de aparcería entre el
propietario Martín Rodríguez y Díaz-Llanos y el medianero Manuel Rodríguez
González, Fasnia, 20 de julio de 1941, Fondo del Juzgado Municipal y del Juzgado
de Paz, Archivo Municipal de Fasnia.
52 “No se podía cambiar de
patrón. Se veían obligados a quedarse con el mismo. Si te ibas tenías que dejar
por escrito el porqué y el dueño igual. Esto estuvo antes y después de la
guerra civil”. “Si un propietario echaba a algún campesino se corría la voz
entre ellos y no te daban trabajo en libertad de residencia, obligándolos, en
ocasiones, los propietarios a vivir en las casas para medianeros existentes en
las propia fincas. A cambio de la parcela para alimentar a la familia, los
campesinos pobres de las islas entregaban mucho más que la mitad de su cosecha;
entregaban también su condición de hombres libres:
No cultivará
otras fincas que la mía
y ha de
invertir en ella
todo el estiércol que hiciere,
sin poder extraer parte alguna sin mi licencia, ni tendrá animales que no sean
propios míos53.
Será también obligación del
medianero y su familia servirme personalmente cuando yo lo mande, quedando a mi
prudencia retribuirle o no54.
En todo lo demás que en este
contrato no está expresamente estipulado, el medianero se sujetará a las
órdenes que por escrito o de palabra le diere pª. el cumplimiento de sus
obligaciones55.
Que el medianero y toda su
familia que habiten la hacienda ha de obedecer, respetar y atender tanto a sus
expresados amos Don José, Don Rafael y Doña Leonor Feo de Lugo, cuanto a
cualquiera otra persona que en su representación manden a que haga sus veces56.
Que solo cuando no haya que hacer
ninguna labor en la hacienda, podrá el medianero salir con las yuntas a
trabajar por fuera para proporcionar alimento a las mismas yuntas, ya sea paja,
chochos u otra case de legumbres, si tuviese necesidad de ello, pero para esto
ha de pedir siempre permiso a los amos, manifestándoles con quien va a ganarlo
y lo que gana por cada yunta, sin cuyo requisito no podrá hacerlo57.
Que ni el medianero ni ningún
individuo de su familia, mientras habiere labores que hacer en la hacienda,
podrá salir a trabajar fuera de ella, interín aquellos no terminen58.
Será de obligación del medianero
tener cercados los terrenos que tiene de medias y vivir una de las casas de la Hacienda 59.
Los servicios personales que
preste en la casa no serán retribuidos, sino cuando los haga como de peón o
jornal60.
ningún lado. Si veían que no
valías para trabajar te decían «no vengas mañana» y te morías de hambre en una
cueva” (entrevistas realizadas a varios campesinos, Güímar, 2001).
53 Contrato celebrado entre la propietaria
Manuela de Nava-Grimón y Llarena y el medianero Antonio Hernández para la
explotación de una hacienda en Valle Guerra, La Laguna , 23 de octubre de
1887, Fondo Montemayor y Ascanio, Archivo de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife.
54 Ibídem.
55 Ibídem.
56 Contrato de aparcería o medias
entre los Sres. D. José y D. Rafael Feo Benítez de Lugo, vecinos de Sta. Cruz
de Tenerife y Ramón González Pérez, op. cit.
57 Ibídem.
58 Ibídem.
59 Contrato celebrado entre
Manuel de Ossuna y el medianero José Afonso y Martín, op. cit.
60 Contrato entre la propietaria Tomasa
Montemayor de Nava y el medianero Francisco Ramallo Viera, La Laguna , 17 de
agosto de 1899,
Fondo Montemayor y
Ascanio, Archivo de la Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife.
61 GOBIERNO CIVIL
DE S/C DE TFE, “Memoria del estado y situación social de la Provincia de Santa Cruz
de Tenerife”, Provincia de Santa Cruz de Tenerife. Memoria del estado y
situación de la
Provincia. Anexo nº 12, Situación Social, p. 3, Sección
Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Memoria de Gobiernos Civiles, AGA, sig:
2.792/1.
62 Entre estos abusos destacaban, sin duda, los
de índole sexual. Era frecuente que los grandes propietarios, que muchas veces
se comportaban como auténticos señores feudales, abusaran de las hijas de sus
medianeros y peones. Según las fuentes orales consultadas por la Dra. Carmen Rosa Pérez
Barrios, el latifundista Arístides Guimerá llegó a tener alrededor de una
treintena de hijos naturales (Carmen Rosa PÉREZ
BARRIOS, La propiedad de la tierra en la comarca de Abona en el Sur de
Tenerife durante los años 1850-1940. Tesis Doctoral, Tenerife, Universidad de La Laguna , 2003, pp. 782-783).
Cuando visitamos el pequeño caserío de Las Vegas, en el municipio de
Granadilla, pudimos hablar con uno de sus biznietos que nos confirmó totalmente
este punto: casi todos los que hoy habitan en ese pago son descendientes
biológicos de Guimerá.
63 Vladimir Ilich LENIN,
“Proyecto de discurso sobre el problema agrario en la segunda Duma del Estado”,
LENIN, Obras Completas, op. cit., T. XII, pp. 257-263.
64 Vladimir Ilich LENIN,
El desarrollo..., op. cit., p. 596.
65 Ibídem, pp. 613-614.
66 Antonio
M.
MACÍAS HERNÁNDEZ, Economía
y sociedad en
Canarias durante el
Antiguo
Régimen (circa 1500-1850), Tesis
Doctoral inédita, Madrid, UNED, Facultad
de Geografía e Historia,
1984, p. 2.544.
67 Ibídem, p. 2.568.
68 Recogido de un protocolo
notarial conservado en el Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de
Tenerife por José Velázquez Méndez (José VELÁZQUEZ
MÉNDEZ, La Caleta
de Interián, una aproximación a su historia, Tenerife, Ayuntamiento de Los
Silos, 2001, p. 65).
69 Francisco GALVÁN FERNÁNDEZ y Luis MARTÍNEZ-AZAGRA, La transformación del campo de La Orotava ante la primera
gran crisis capitalista y algunos precios canarios. Tenerife, Benchomo,
1985, p. 73.
70 Mariátegui
planteaba en referencia al Perú como “el yanaconazgo [aparcería] y sus
variedades sirven para mantener en los valles una base demográfica que
garantice a las negociaciones el mínimo de brazos necesarios para las labores
permanentes. El jornalero inmigrante no ofrece las mismas seguridades de
continuidad en el trabajo que el colono nativo o el yanacón regnícola. Este
último representa, además,
el arraigo de
una familia campesina,
cuyos hijos mayores
se encontrarán más o menos forzados a alquilar sus brazos al hacendado”
(José Carlos MARIÁTEGUI, Siete
ensayos..., op. cit., p. 92).
71 Libro de contabilidad de
1922-1955, folio 28, Fondo Peraza y Ayala, Archivo Histórico Provincial de
Santa Cruz de Tenerife.
72 La introducción de
fertilizantes minerales y químicos ha sido considerada como una manifestación
de la transformación de la agricultura española en una agricultura capitalista
(Josep PUJOL ANDREU, “La
historiografía...”, op. cit., p. 35).
73 Gaceta de Tenerife, 5 de enero
de 1936.
74 Entrevistas realizadas a Doña
Matilde (94 años) y a Doña Blasina (95 años) en el barrio de San Juan, Güímar,
en abril de 2001.
75 No sucedía igual en todas las
Islas. En La Gomera ,
por ejemplo, la relación de producción más generalizada en el cultivo platanero
era también la aparcería (Antonio REYES AGUILAR,
Estructura agraria, grupos de parentesco y política local en Hermigua [Gomera].
Un estudio antropológico local [1900-1980], La Gomera , Cabildo Insular de La Gomera , 2003, pp. 134-151).
76 Alguno de los campesinos
entrevistados nos ha confirmado que existían fincas plataneras en las que se
utilizaba la aparcería: “Habían también fincas de plátanos más pequeñas que se
atendían por gentes con el sistema de «a la parte». Una familia se encargaba de
la finca y tenían la casa gratis allí. Criaban animales a medias y otros
productos de la tierra también a medias. En El Tránsito [casco del municipio de
Icod] era así” (entrevista a Doña Amparo, Residencia de Mayores de Ofra, Santa
Cruz de Tenerife, invierno de 2001).
77 Libro Diario de 1922 a 1955,
folio 36, Fondo Peraza y Ayala, Archivo Histórico Provincial de Santa
Cruz de Tenerife.
78 Juan Sebastián NUEZ
YÁNEZ, El mercado mundial de plátanos y las empresas productoras en Canarias,
1870-2000. Tesis doctoral, Tenerife, Universidad de La Laguna , 2002, p. 18.
79 Wladimiro RODRÍGUEZ BRITO, La agricultura de exportación
en Canarias (1940-1980). Tenerife, Consejería de Agricultura y Pesca del
Gobierno de Canarias, 1986, p. 165.
80 Fernando ESTÉVEZ
GONZÁLEZ, “Notas para un estudio del desarrollo y transformación de las
relaciones sociales campesinas en la
Orotava [Tenerife]”, I Congreso Español de Antropología,
Barcelona, Universidad de Barcelona, 1980, p. 592.
81 Ana María TORRES
MEJÍAS, “El trabajo femenino ante los cambios en los espacios rurales de
Canarias: el ejemplo del municipio de El Tanque”, Actas del VIII Coloquio de Geografía Rural, Zaragoza,
Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la Universidad de Zaragoza/Grupo
de Trabajo de Geografía Rural de la Asociación de Geógrafos Españoles, 1996, p.
414.
82 El entrevistado, de 91 años,
era hijo de un antiguo medianero y fue también él mismo medianero. En su
juventud, antes de casarse y viviendo aún con sus padres, fue a trabajar como
jornalero a las plataneras de Los Silos, mientras su familia continuaba
explotando la finca de medias. El reducido jornal que ganaba lo entregaba a sus
padres, lo que suponía un complemento para la economía campesina familiar (Entrevista
a Domingo Meneses, El Tanque, 2002).
83 Para la pervivencia de la enfiteusis, puede
verse nuestro trabajo “La pervivencia parcial del sistema de propiedad feudal
en la España
contemporánea: La enfiteusis en Tenerife”, Hispania Nova, nº 8 (2008)
[http://hispanianova.rediris.es/8/articulos.htm#otros_articulos]
84 MAO TSE-Tung, “La
revolución china y el Partido Comunista de China”, MAO TSE-Tung, Obras
Escogidas, Buenos Aires, La Rosa Blindada , 1973,
T. II, pp. 320-323.
85 “La clase terrateniente no ha logrado
transformarse en una burguesía capitalista, patrona de la economía nacional. La
minería, el comercio, los transportes, se encuentran en manos del capital
extranjero. Los latifundistas se han contentado con servir de intermediarios a
éste, en la producción de algodón y azúcar. Este sistema económico, ha
mantenido en la agricultura, una organización semifeudal que constituye el más
pesado lastre del desarrollo del país” (José Carlos MARIÁTEGUI, Siete ensayos..., op. cit., pp. 29-30.
86 Víctor O. MARTÍN
MARTÍN, El turismo en el sur de Tenerife: de la renta agraria a la renta
del ocio, Santa Cruz de Tenerife, Cabildo de Gran Canaria/Cabildo de Tenerife,
2000.
87 Grupo de Investigación El
Capitalismo Burocrático en la
Explicación del Subdesarrollo y el Atraso
Social, GISAS [http://webpages.ull.es/users/capburoc/index.htm].
88 Resulta significativo que a
finales del siglo XIX hubiese problemas en Santa Cruz por la falta de
trabajadores disponibles para llevar a cabo el gran número de obras que estaban
realizándose: “...no puede extrañar –aunque sea lamentable- que haya tanta
escasez de brazos, sobre todo en paralelo del movimiento obrero y, con el
tiempo, en la aparición de las primeras organizaciones políticas que expresarán
el proceso histórico de toma de conciencia de esta clase obrera. Sin embargo,
todo este crecimiento –semicolonial– del capitalismo burocrático no supondrá la
eliminación de las viejas relaciones semiserviles en el agro canario que, todo
lo más, se entrelazarán de las formas más variadas con las nuevas relaciones
salariales.
esta época en que los jornaleros,
que en su mayoría son del campo, están dedicados a los trabajos agrícolas y a
la recolección de sus cosechas” (Diario de Tenerife, 8 de agosto de 1894).
No hay comentarios:
Publicar un comentario