UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL
1491-1500
CAPITULO I-XXXIII
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1496 septiembre 29.
Actitud de los nobles y villanos
ligueros guanches respecto al reconocimiento de la soberanía de España.
Alzamiento de los villanos ligueros. Cuarta campaña de Lugo. Concentración de
los habitantes de los tres reinos de la
Liga , formación de poblaciones y su nacimiento a la
civilización. Revolución de los villanos de la Confederación y
reconocimiento de la soberanía de España por su nobleza. Proclamación oficial
de la conquista de Tenerife en 29 de Septiembre. Quinta campaña de Lugo contra
los villanos confederados.
Concentración de los habitantes
de los cuatro reinos de la confederación en los de Icod y Dante. Creación de
poblaciones. Convivencia de un pueblo guanche o bárbaro y de otro
guanche-hispano civilizado. Número de guanches acogidos a la Paz de Los Realejos y de los
que persistieron en la rebeldía.
La rebelión de los villanos
ligueros o alzados, como llamaron en adelante a los que no aceptando la Paz de Los Realejos guerreaban
contra la soberanía de España, sólo se explica por un profundo sentimiento de
independencia exaltado por el fanatismo del clero babilón, como es tradicional;
pues dióse el caso extraño, que mientras la nobleza prefirió echarse en brazos
de los españoles antes que consentir la merma de sus privilegios, sus esclavos,
que no otra era su condición, siguieron combatiendo a los castellanos siendo
los que los redimían. Verdad es que en lo sucesivo confundieron en un odio
común a españoles y guanches convenidos, pero con todo fue rara la orientación
de las dos corrientes en que se desdobló el pueblo indígena, porque parece más
natural las hubieran invertido.
Cuando el 25 de Julio
descubrieron los villanos en el campamento del Realejo lo tramado por la
nobleza, se arremolinaron furiosos denostando a los reyes de traidores y
cobardes e injuriando a los personajes de mayores prestigios; apresurándose a
ganar las alturas de Tigaiga para derramarse por sus respectivos tagoros, con
objeto de apoderarse de los medios de vida y de llevar la alarma a todas
partes, con los desmanes propios de las guerras civiles y sociales.
* *
Los recientes sucesos y el nuevo
giro de cosas obligaron al general Lugo a no permanecer ocioso. Sin pérdida de
tiempo abrió su cuarta campaña organizando tres pequeños ejércitos con fuerzas
castellanas y guanches ligueros mezclados, a cuyo frente puso a los reyes
Benytomo, Acaymo y Beneharo para que marcharan a reducir a los alzados a sus
respectivos reinos; quedándose él en el Real de Taoro con 200 ó 300 españoles
en expectativa de los acontecimientos.
Aunque no se han comentado
detalles de esta guerra de rebeldía, sábese que durante varias semanas sufrieron
los alzados una tenaz persecución, viéndose el general Lugo en la necesidad de
variar su plan estratégico. Efectivamente: al recorrer los reyes sus
respectivos reinos fueron muchos los que se sometieron a sus consejos y
exhortaciones, pero el mayor número continuó recalcitrante batiéndose con furia
aunque sin concierto los primeros días, si bien a poco se inteligenciaron para
unificar su acción y darse mutuo apoyo. Eligieron como centro de operaciones
algunas regiones abruptas en los tres reinos, varias de las cuales han pasado a
la historia con el nombre de Fortalezas, como la Fortaleza hacia las
cumbres entre Los Realejos y La
Guancha , la fortaleza de Temoseque hoy montaña de Tejina, las
fortalezas de Taborno y Diyo o Dico en Anaga, etc., de las que tenemos
testimonios en distintas datas. En estos puntos se concentraban y rehacían para
emprender incursiones repentinas más o menos lejanas, teniendo en constante
movimiento a las columnas o cayendo sobre los pequeños destacamentos cuando se
fraccionaban. Y no era esto lo peor, sino que como el sistema de población
consistía, como hemos dicho, en auchones diseminados donde moraban las familias
de los nobles que formaban parte de las columnas hispano-guanches, caían sobre
ellos los alzados robando cuanto encontraban, maltratando y realizando
venganzas personales contra sus antiguos señores, produciendo la intranquilidad
y perturbación que es de suponer.
Frente a tales desórdenes y al
aspecto de salvaje ferocidad que iba tomando la rebeldía, propúsose el general
Lugo dominarla a la mayor brevedad como aconsejaba el buen sentido político,
para lo que tuvo que variar su plan de campaña. No siéndole posible proteger
las familias diseminadas, ni estrechar a los alzados en medio de los bosques de
tan amplio territorio, no contando con puestos fijos que sirvieran de punto de
apoyo a las columnas volantes, y queriendo a la vez evitar las naturales
connivencias, así como concluir con el sistema de viviendas aisladas para dar
comienzo a las urbanizaciones, de acuerdo con los reyes ordenó la concentración
de los habitantes en los tres reinos, señalando los lugares siguientes: Güímar,
Santa Cruz, el Valle de Abicore o de San Andrés, Taganana, Punta del Hidalgo,
Tegueste de Gore junto a la fortaleza de Tegmoseque, Agüere o La Laguna , núcleos de las
actuales poblaciones del mismo nombre. En estos sitios, donde estableció
presidios de fuerzas combinadas hispano-guanches, vinieron a parar todos los
hombres, mujeres y niños que no simpatizaban con los rebeldes, llevándose por
delante ganados y cuantos recursos tenían.
A estímulos del Adelantado, en
todos ellos levantaron con febril actividad centenares de sencillas casas
pajizas y terrizas a estilo del país, rozaron terrenos, cultivaban, pastoreaban
y se iniciaron las artes de la paz y del comercio. Dióse el extraño espectáculo
de que en medio de la guerra y en un par de meses, surgieran como por encanto
una docena de caseríos llenos de vida, algunos de cierta importancia como La Laguna que nació con 500 ó
600 almas. Por esto dice el obispo Arce en sus Sinodales: «...se fundó con cien
vecinos y no más, conquistadores e otra gente...», es decir, conquistadores y
guanches, porque la isla no estaba aún para soñar con pobladores. Encontrábase
en este presidio mandando un centenar de hombres, de ellos unos 50 castellanos,
Hernando de Trujillo, que emplazó el caserío en el morro de la Concepción a orillas
del lago Agüere, rodeado de hermosísimo boscaje; reputándose el sitio desde
luego, por su situación y belleza, como el destinado a la capital de la isla.
Sin duda por esto lo llamaron la
Villa desde los primeros días.
En estas nacientes poblaciones no
se daban punto de reposo los diez sacerdotes del ejército, catequizando y
preparando en brevísimo tiempo para su ingreso en el gremio católico miles de
neófitos.
A grandes y pequeños
bautizábanlos puede decirse a granel, dándoles los nombres y apellidos de sus
padrinos los españoles; y como cada conquistador apadrinó a muchos guanches, de
aquí las dificultades a las dos o tres generaciones de averiguar la verdadera
filiación, máxime cuando había interés en ocultarla; únicamente algunos reyes y
proceres conservaron su apelativo guanchinesco. Pero no se limitaba a esto la
labor del clero, porque aparte de un constante trabajo de educación, casaban a
los nobles guanches con la primera de sus esposas, a las guanchas con españoles
y guanches solteros, procurando evitar los amancebamientos que probablemente no
serían pocos.
Mientras tan radical reforma
experimentada la sociedad guanchi-nesca en unas cuantas semanas con la
salvadora medida de la concentración, con el nuevo plan estratégico ya para
mediados de Septiembre había alcanzado Lugo los más brillantes resultados.
Cortadas las correrías de los alzados por los destacamentos fijos, que servían de
combinación a las columnas volantes, viéronse obligados la mayor parte a
Tacáronte, Sauzalejo, Centejo, el Araotava (Orotava), y Taoro, que formaron
correrse a través de los bosques al macizo o sierra central y a los reinos no
invadidos por los españoles; quedando los tres menceyatos de Taoro, Tacáronte y
Anaga por el momento, si no completamente pacificados, con la rebeldía
dominada.
Pero aconteció lo que era de
temer. Como todos los villanos de la isla se hallaban soliviantados y muy
recelosos de la nobleza por lo sucedido con la paz de los Realejos, al ser
aventados los alzados ligueros sobre los cuatro reinos de Icod, Dante, Adeje y
Abona aún no invadidos por los españoles, fueron otras tantas mechas encendidas
aplicadas a un reguero de pólvora que produjo una espantosa confusión,
relajándose la disciplina social, con la agravante de hacer algunos nobles
causa común con los villanos.
Ya no fue posible entenderse en
medio de ese movimiento revolucionario y puestos secretamente de acuerdo con
las noblezas y los reyes Belicar, Remen. Pelinor y Adxoña, después de
convenidos con el general Lugo de aceptar la soberanía de España bajo las
mismas condiciones del tratado de paz de los Realejos, todos juntos se
presentaron en Taoro en la mañana del 29 de Setiembre, a través de las
exclamaciones de júbilo de los españoles y de las injurias de los villanos, que
seguían luchando por su redención y la independencia de la patria.
Con tan extraordinario suceso,
ese mismo día del 29 de Setiembre de 1496 fue proclamada oficialmente la
conquista de la isla y su incorporación a la Corona de Castilla. Después de cantar un Te Deum
el canónigo Samarinas, el Alférez Mayor Andrés Suárez Gallinato levantando en
alto el pendón real gritó tres veces en un altozano del Real de Taoro:
«Tenerife, Tenerife, Tenerife, por los Reyes de Castilla y León»; seguidos de
salvas, toques de clarines y atabales, vivas y ajijides de los guanches,
confundiendo ambos pueblos sus manifestaciones de alegría.
Aunque por muchos años siguió la
brega con los alzados, tal fue la conquista de Tenerife, calificada
inexactamente por fuerza de armas en el concepto de que los españoles
aniquilaron la raza indígena a sangre y fuego. No sólo se ha faltado a la
verdad histórica despojando al general Lugo y a sus huestes castellanas del
mérito humanitaria dentro de las empresas guerreras, sirve de señuelo de la
crueldad española.
Pero si el reconocimiento de la
soberanía de España por la nobleza de los cuatro reinos de la Confederación del
Sudoeste, era la conquista moral de Tenerife, no fue la material. Aún había
algunos millares de hombres furiosos, capaces de los mayores desmanes que era
necesario reducir, así como poner a cubierto de sus iras a las familias de los
comprometidos por la causa de España. El general Lugo como hizo por el Norte,
abrió su quinta campaña formando cuatro pequeños ejércitos hispano-guanches,
uno para cada reino de la
Confederación , poniendo al frente a sus respectivos
soberanos; mientras él continuó en Taoro dirigiendo desde allí las operaciones
del Sur sin perder de vista el Norte.
Repitióse, el caso de los reinos
de la Liga , que
bastantes de los alzados cedieron a los consejos de sus reyes, pero la mayor
parte de los villanos y algunos nobles los rechazaron. Mejor que por el Norte
se concertaron desde luego para la lucha, eligiendo también aquellas regiones
más riscosas como bases de sus correrías y donde se hacían fuertes mientras
convenía a sus designios. Igualmente varios de esos sitios han pasado a la
historia con el nombre de Fortalezas, tales como la aún llamada Fortaleza de
Masca en Teño; la Fortaleza
de Ahiyo, hoy roque del Conde entre Adeje y Arona; la Fortaleza de Ivocan o
Los Mogotes, en la actualidad la
Fortaleza junto a las Vegas en Granadilla, etc. de lo que
tenemos testimonios documentales.
Los encuentros librados no
revistieron importancia como hechos de armas, ni podían revestirla por la nueva
táctica adoptada por los alzados de cansar las columnas disolviéndose delante
de ellas, para concentrarse rápidamente y atacar con feroz exaltación cuando se
dividían, siendo temibles por su encarnizamiento y porque ya tenían muchos
armas europeas. Otras veces los esperaban a pie firme en las referidas
fortalezas, sin otros sitios análogos de tan agria y extensa región, para
abandonarlos y deslizarse a través del boscaje conseguido el fin que se
proponían1.
Así, pues, refiérese que ya
corrido el mes de Octubre, como el general Lugo no disponía de fuerzas
bastantes para dominar estratégicamente tan extensa región y proteger las
familias adictas, dispuso que todas estas familias de los reinos de Abona,
Adeje, Dante e Icod, se concentraran en los siguientes puntos de las dos
últimas naciones: Mazca, Palmar, Esparragal, Buenavista, Silos, Culata,
Garachico, Daute, Icod, la
Rambla , Santa Catalina e Icod del Alto; donde a lasde
identificarse o fundirse con los conquistados, sino que para mayor ironía
su pocas semanas surgieron, al igual de
lo sucedido en los menceyatos del Norte, otras tantas poblaciones entregadas
con actividad a las faenas de la nueva vida. De esta suerte replegados los
cuatro ejércitos a los reinos de Icod y Daute, después de fijar presidios
hispanos-guan-ches en los nacientes caseríos, dedicáronse las columnas a
limpiarlos de alzados empujándolos sobre la sierra central y los reinos de
Adeje y de Abona, que les abandonaron por entonces.
Por manera que a mediados del año
1497 ofrecía Tenerife el extraño espectáculo de que convivieran siquiera en
lucha, dos pueblos de una misma raza pero de aspecto diferente.
Por la banda del Norte,
extendiendo un brazo al Naciente hasta Santa Cruz y Güímar y otro brazo al
Poniente a rematar por Icod en Mazca, destacábase un cordón de un par de
docenas de nacientes poblaciones más o menos costeñas de indígenas en su gran
mayoría, ya cristianos, que se lanzaron con entusiasmo por la vía de la
civilización adoptando las costumbres, indumentaria y adelantos de los
españoles, que por vivir urbanizados constituyeron la clase de los vecinos; y
por la banda del Sur desde Mazca al Escobonal, comprendiendo las actuales
jurisdicciones del Valle de Santiago, Guía, Adeje, Arona, Chasna, San Miguel,
Granadilla, Arico y Fasnia, más el macizo de la serranía central, otros cuantos
millares de personas perdidas entre los bosques, exaltadas por las ideas de independencia,
viviendo conforme a sus antiguas costumbres
bárbaras; que por de pronto fueron entregadas con gran perspicacia por
el general Lugo a la acción desvastadora del tiempo y de la civilización, que a
través de los años los fue suavizando poco a poco; que son los conocidos en la
historia por el nombre de alzados.
Cuanto al número de guanches que
aceptaron la paz de Los Realejos y de los irreductibles que continuaron en la
rebeldía, sólo podemos ofrecer un cálculo de probabilidades basados en las tradiciones
y en antecedentes muy atendibles (3). Partiendo del supuesto más verosímil,
fundado en diversas consideraciones muy largas de exponer, de que a la arribada
del general Lugo contaba Tenerife con una densidad de población de 27 mil
almas, y que más o menos la proporcionalidad entre nobles y siervos era igual
tenida en cuenta sus instituciones, necesidades del cultivo, del pastoreo,
etc.; y si admitimos por otra parte que durante los tres años murieron por el
hierro y la epidemia la cifra un tanto exagerada de 5 a 8 mil personas, creemos
razonable la conclusión que de los 20.000 guanches supervivientes 15.000
reconocieron la soberanía de Castilla y 5.000 se mantuvieron en la rebeldía
casi en su totalidad villanos.
NOTAS
Como ejemplo de estos encuentros,
y descontadas las exageraciones de esta clase de documentos, en la información
de nobleza en 1506 del conquistador Jorge Grimón, ante el Alcalde Mayor de
Tenerife Sancho de Vargas Machuca, en que dice «...que se halló en todas las
peleas que tuvieron con los isleños, así de la parte de esta isla como de la
otra «(es decir, lo mismo en el Norte que en el Sur), uno de los testigos
declara: « ... y se fue a la vuelta de Taoro y llevó consigo a Jorge Grimón y a
su hijo Juan Grimón y a Alemán con tres espigardas; y a la subida de Icode fue
en la delantera Jorge Grimón con todos los espingarderos y mataron muchos
guanches y destaparon el camino por donde pasaron los caballos... Si no es por
dicho Grimón no se acabara de conquistar la isla tan pronto». Otro testigo,
Alonso de las Hijas, depone: «...que estando en las partes de Abona peleando
con los isleños, acudió allí Jorge Grimón con siete espingarderos, y con su
venida se dieron los de Abona, que estaban fuertes en Los Mogotes»', y añade: «
... si no van los espingarderos no vuelve ninguno vivo».
Pero según la declaración de
otros de los testigos, no hubiera llegado ninguno vivo, pero de hambre.
ANOTACIONES
(1) «Allí fue donde depositó una
notable imagen del Santo Cristo, que trajo de Castilla, en fecha no
determinada: es la única de esas contribuciones piadosas y artísticas de Alonso
de Lugo que afortunadamente se conserva, y goza desde entonces de una especial
devoción de los laguneros». [Elias Serra Rafols. Alonso Fernández de Lugo.
Primer colonizador español. Santa Cruz de Tenerife: Aula de Cultura de
Tenerife, 1972; pág. 25].
(2) Esta es una de las pocas
firmas de Guanches o Naturales que se ha conservado (Archivo Histórico
Provincial de Santa Cruz de Tenerife).
(3) Frente al interés poblador de Alonso Fdez. de
Lugo, debemos mencionar la actitud de gran parte de los guanches que vivían
cerca de los núcleos poblados. Estos mostraban un lógico rechazo a vivir en
casas «al estilo andaluz o castellano»:
«Así mismo sabrá V.A., que en
esta su dicha isla abrá seiscientas personas o más guanches actuales della
entre más o menos e la vivienda destos no es ni a seido servicio de Dios ni de
V.A. ni del bien común de la isla que estén en ella salvo antes muy
perjudiciales a todo por que su propio natural es holgar e no aplicados a
ninguna manera de industria n servicio salvo vivir en los campos e montañas
algunos dellos guardando cabras e obejas e no se a podido con ellos acabar ni
puede vivan en poblado aunque muchas veses les ha seido requerido e mandado por
la justicia y así como gente vuelta y apartados hurtan e roban los ganados de
los vecinos...».
«Capítulo de la escribanía del
crimen del Cabildo de Tenerife, dedicado a valorar la actitud de los guanches
que habían sobrevivido a la conquista de la isla».
[Concejo del 22 de Julio de 15f5.
Cabildo de Tenerife. La
Laguna. Acuerdos'del Cabildo de Tenerife. (Ed. y est. de
Elias Serra Rafols, Leopoldo de la
Rosa ). La
Laguna : Instituto de Estudios Canarios, 1965. (Vol. III,
1514-1518); pág. 102].
(En: Juan Bethencourt Alfonso,
Historia del Pueblo Guanche, tomo III)
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