lunes, 29 de diciembre de 2014

LOS PRIMEROS ENSAYOS DE GUERRA BACTERIOLÓGICA EN TENERIFE



F. Pablo Deluca (*) (foto: bacilo de Shiga)

Introducción.

Finalizada la conquista de la isla de Benahuare o La Palma, Alonso Fernández de Lugo acude a la Corte española a partir del mes de mayo de 1493 a realizar las capitulaciones con vistas a acometer la invasión y conquista definitiva de Achinet o Tenerife. A primeros de mayo de 1494, después de reclutar el grueso de las tropas de ocupación en el sur de España y un contingente en Tamarant o Gran Canaria -ya sometida oficialmente desde 1483 trás una heroica resistencia- las fuerzas coloniales desembarcaron en Añazo = "a n-yazu"= el (lugar) que es de lo calvo o pelado", en el dialecto Ait Izdeg del Marruecos Central, en relación a la aridez del terreno, la actual Santa Cruz de Tenerife, que abarcaba desde el barranco de Santos hasta el barranco de Tahodio (A. Cioranescu). Una vez fortificado el campamento en este lugar, los españoles intentan imponer sus condiciones al mencey Benchomo de Taoro que no son aceptadas por este. Los guanches de la confederación de los menceyatos del norte, Taoro, Tacoronte, Tegueste, Anaga, y el achimenceyato de Zebenzui de la Punta del Hidalgo, al mando de Benchomo y Tinguaro, su hermano pequeño de padre = (a)Chimenchi-a Tinguaru (aqcic menzy a ti-n-ahwaru"="el pequeño primero o principal que (es) del padre del que va primero o precede"), en los dialectos kabilio y tahaggart, sorprendieron y derrotaron a los cristianos a finales del mes de mayo en el barranco de Acentejo (azenteh= "el extirpado o arrancado con fuerza") (pers., animal o cosa) en el dialecto del Ahaggar, muy probablemente relativo al enemigo invasor, causándoles numerosas bajas. De un ejército de 1.300 infantes murieron 1.170 hombres (Bethencourt Alfonso III, 1997:88), por lo que se consideró aquella batalla la primera gran debacle del incipiente imperio hispano a finales del siglo XV.

La victoria de Acentejo supuso el máximo prestigio para la figura de Benchomo y al mismo tiempo se exacerbaron los deseos de venganza de los españoles, profundamente tocados en su orgullo. El proyecto de conquista de la isla de Tenerife sufrió un retraso de unos meses en los que el llamado Adelantado fue preparando en el sur de España y en Gran Canaria la segunda entrada militar en aquella. Un ejército formado por 1.100 infantes, 100 jinetes y los 30 güimareros supervivientes de Acentejo zarparon del Puerto de La Luz el 1 de noviembre de 1494 rumbo a Tenerife (ibídem:116). A las 7 horas del día 14 de noviembre tuvo lugar en las laderas de San Roque (La Laguna) una batalla muy reñida e igualada entre guanches y españoles que fue decisiva para el triste devenir histórico de la isla. En ella murió el heroico Benkomo batiéndose con un pica contra 10 soldados, según Marín de Cubas, sucumbiendo finalmente al clavarle Pedro Martin Buendía su lanza en mitad del pecho. En la lucha resultó herido mortalmente Tinguaro, que fallecería dos días después en Taoro. La causa de la derrota isleña habría que encontrarla en la muerte de Benchomo, cuya noticia debilitó la resistencia canaria produciendo en sus filas un profundo desánimo (ibídem: 124-125).

La "modorra" guanche o la guerra bacteriológica.


Fray Alonso de Espinosa y otros cronistas nos refieren una epidemia de modorra sufrida por los guanches que afectó a la población isleña a partir de la batalla de La Laguna y que alcanzó especial virulencia a lo largo de 1495. Según dichos autores, esta epidemia contribuyó en buena medida a la aceleración del proceso de finalización de la conquista iniciado por los españoles y sería producida por "el aire infectado por los cadáveres abandonados posteriormente a la batalla". El escaso sentido analítico de A. de Espinosa -y algunos otros- junto a la tendenciosidad favorable al bando de los conquistadores, influyó a nuestro juicio en una interpretación erróna o mal intencionada en el peor de los casos en relación a este oscuro y poco estudiado tema. Creemos que la cruda realidad fue otra y nos basamos, en parte, en lo que ya apuntó en su día el Dr. C. Bosch Millares (1983) en relación a una introducción vírica por parte de los españoles contra la que no estaban inmunizados los guanches. Sin embargo, desde nuestra perspectiva, la intervención de los europeos fue mucho más allá de la simple aportación de enfermedades desconocidas por los tinerfeños.

A la vista de la documentación histórica que describe la sintomatología y profundizando en los aspectos patólogicos de los cuadros infecciosos, es muy probable que estemos en presencia de una verdadera contaminación consciente o guerra bacteriológica destinada a tratar de eliminar por completo -cosa que no consiguieron- la activa resistencia isleña que aún subsistía en la numerosa población insular posterior a la batalla de La Laguna, en la que, como mucho, morirían alrededor de 500 guanches aparte de algunos centenares de heridos (B. Alfonso III, 121). Por otra parte, el mismo autor señala que al celebrarse la paz de Los Realejos, a finales de julio de 1496, existían en Tenerife 20.000 guanches de todas las edades, frente a los alrededor de un millar de conquistadores y pobladores que se avecindaron durante los primeros lustros, de los cuales varias docenas eran portugueses y unos 200 canarios, la mayoría de la isla de Tamarant (B. Alfonso I, 1991:78).

La maldición o "targgimt", muy frecuente entre las poblaciones imazighen continentales cuando se quiere expresar o pronunciar una frase en contra de alguien no querido o causante de algún mal, tuvo su aplicación isleña en Tenerife a raíz de la batalla de La Laguna. Se reflejó indirectamente en las amargas imprecaciones y reproches de una mujer guanche que a voz en grito echó en cara a los invasores su política genocida, dos meses y medio después de aquella batalla. A finales de enero de 1495 y cuando una expedición militar española procedía al reconocimiento de la Vega de Aguere y a la vez con intención de apoderarse del ganado (200.000 cabezas existían en la isla en aquella época, según los guïmareros aliados de los españoles) desde lo alto del risco de La Atalaya (B. Alfonso II, 137), al noreste de la montaña del Púlpito, en el límite actual entre La Laguna y Tegueste, aquella mujer les gritó en lengua guanche lo equivalente a :"¿Qué hacen cristianos?¿Cómo no entran y se apoderan de la tierra? Todos los guanches se van muriendo y no hallarán con quién pelear".

Evidentemente, se refería de forma fatalista a los isleños de esa zona concreta que "iban muriendo" por alguna razón, expresando justamente con esa frase el sentimiento contrario al que tenía realmente, que era de indignación y rabia. Esta es una prueba documental de la muerte gradual por afección vírica cuya sintomatología recogen las citas de los diversos cronistas referidas por el Dr. C. Bosch Millares (1983) en su investigación sobre la modorra:

" porque de improviso aquel propio día que se hizo el Consejo y el siguiente, dio una enfermedad en los guanches repentina y tan aguda y breve que en pie se morían de la dicha enfermedad que era de moquillo" (Crónica La Ovetense).

"..Dixeron que aquel día no vieron cosa alguna en los altos de La Vega, que viniéndose ya al Real, por haber visto cantidad de cuerpos muertos de la gran peste que padecìan los guanches" ( Crónica de Gómez Escudero).

"...Por este tiempo, por el año de mil y cuatrocientos noventa y cuatro, ahora fuese por permisión divina que en castigo a la matanza (Acentejo), que en los años atrás los naturales a los españoles habían hecho, ahora fuese que en los aires por el corrompimiento de los cuerpos muertos en las batallas y encuentros pasados, se hubiesen corrompido e inficionado, vino una tan grande pestilencia.." (Fray Alonso de Espinosa).

"..Súpose de unos espías que trajeron, como había mucha enfermedad de que morían, achaque llamado de los españoles modorra, que duraba tres días..."estaban todos enfermos, en pie, cayéndose muertos de su estado; todo era ver difuntos a la orilla del agua, otros en paredones y cuevas..." (T.Marín de Cubas).

Los historiadores aluden a la curiosa discriminación que la enfermedad hace respecto a la población conquistadora y la isleña de los bandos sureños "de paces" a las cuales no afectó:

"si muchos muertos de la pestilencia que había en la isla por permisión divina..."de que este contagio no tocase a ningún católico ni a los vasallos del reino de Güímar, en donde está la santísima imagen de La Candelaria" (Nuñez de la Peña).

"No se halló jamás ningún soldado/ de los de España del contagio herido/aunque andaban entre ellos de ordinario"( A. de Viana, canto XI).

No se explica científicamente el hecho de que el aire "infectado" no afectara tanto a europeos como a canarios, aparte de la "intervención divina". La parcialidad y el desconocimiento sobre el tema demostrados por J. de Viera y Clavijo, queda reflejada en la siguiente cita: "sospecho si existió una epidemia hasta entonces desconocida para los indígenas, ¿no puede ser el tifus exantemático que traerían los españoles, por su parte ya inmunizados".

Por su parte, el Dr. J. Bethencourt Alfonso (III, 1997:110), licenciado en Medicina, afirmaba a principios del siglo XX en relación a este tema: "En las condiciones de vida de los guanches las epidemias de modorra (peste) necesariamente tenían poco poder difusivo, siendo su radio de acción muy limitado.. "las familias moraban aisladas unas de otras separándolas 3 o 4 km., en chozas ventiladas, y que no conocían los estercoleros, ni las alcantarillas, ni los pozos negros, ni letrinas, ni lavaderos públicos".

De todo lo anterior se infiere que tuvo que existir un agente transmisor eficaz, concreto y puntual que provocase la sintomatologia descrita por los cronistas.

A nuestro juicio es constatable por tanto una guerra bacteriológica en toda regla por el más que probable vertido de vísceras cadavéricas de animales o personas en las aguas de las antiguas atarjeas o acequias -cuya existencia se documenta, y de las que los guanches se proveían para su consumo en los poblados o núcleos habitados-, así como en las lagunas, charcos, fuentes o nacientes de los menceyatos de los bandos de guerra (Tegueste, Tacoronte, Anaga, Taoro..). Esta teoría cobra crédito suficiente si se analizan los síntomas y circunstancias que caracterizaron el contagio.

Por nuestra parte apuntamos que dentro de la patología digestiva destaca el bacilo de "Shiga" ("Shigella dysenteriae") que provoca la disentería bacilar, una de las afecciones infecciosas más graves del tracto recto-intestinal (Dr. Stanley Robbins, 1974:391:392).

La sintomatología, las causas y los efectos asociados a este padecimiento que describe dicho autor norteamericano, en los casos más graves, son los siguientes:

.- postración y muerte por la fiebre y la deshidratación ("estaban todos enfermos, en pie, cayéndose muertos de su estado.."); ("Así es de presumir que la referida epidemia de que murieron tantos guanches, consistía en fiebres malignas..") ( J.de Viera I, 1991:240).

.- ulceraciones de la mucosa del colon (hipersecreción de moco) (".. dio una enfermedad en los guanches repentina y tan aguda y breve que en pie se morían de la dicha enfermedad que era de moquillo" ).

.- los bacilos disentéricos sólo habitan en el intestino del hombre y los animales y quizás sea el hombre el reservorio o hábitat natural de dichos bacilos. Hay que recordar que a mediados de noviembre de 1494 se produjo la batalla de San Roque, La Laguna, escenario sobre el cual quedaron esparcidos cientos de cadáveres de ambos bandos, muchos de ellos descuartizados por los pequeños perros "zatos" o "canchas", según los diversos cronistas.

.- el aparato gastro-intestinal es la única vía de entrada y se transmiten por la leche, los alimentos y el agua; en los climas templados aparece esporádicamente y se contrae por agentes activos en el agua de fuentes, charcos, etcétera..

.- se desencadena en cualquier momento por portadores insospechados que transmiten los gérmenes a huéspedes susceptibles e indefensos inmunológicamente ("..dio una enfermedad repentina y tan aguda..") y afecta mayormente en forma de epidemia a lugares con una relativamente alta densidad de población (en la época precolonial, en la zona norte de Tenerife superior al 19%, frente al 7% del sur; C. Rodriguez, 1998), con atmósferas insanas en las que pueden existir microorganismos virulentos ayudados por el clima isleño.

.- la infección es fulminante y alcanza una mortalidad de hasta el 50 %, siendo el período de incubación muy breve (de sólo un día) ("..morían en tres días" ).

.- las infecciones comienzan con los siguientes síntomas: a) aparición de calambres; b) distensión, aflojamiento, dormidera, relajación ("...achaque llamado de los españoles modorra, que duraba tres días.."); c) diarrea (ocultada por los cronistas) ("..los nuestros no nos dicen ni aún cuales eran los síntomas de la "modorra") (Viera y Clavijo I, 240); d) náuseas, vómitos y cefalalgia (postración), dolores abdominales con evacuaciones diarreicas, inicialmente materia fecal acuosa y después sólo líquido mucoso escaso teñido de sangre y pus (".. tan aguda y breve que en pie se morían de la dicha enfermedad que era de moquillo"), con 50 o más evacuaciones diarias; total deshidratación y postración y desequilibrio de líquido y electrólitos en el organismo; en algunos casos irritación meníngea y toxemia general.

Conclusiones

Hasta aquí uno de los capítulos más violentos y menos conocidos de la conquista española de la isla de Tenerife, ocurrido entre finales de 1494 y 1495. Una enfermedad que sospechosamente no atacó a los españoles, ni a los isleños de los bandos de paces del sur, ni afectó a otras islas -como Gran Canaria- cuya conquista fue más dilatada en el tiempo y hubo prolongados contactos entre canarios y españoles- en las que también se documentan enfrentamientos armados.

No se trató por tanto de viriasis "importadas" por los europeos. Sólo y exclusivamente incidió en los territorios de los menceyatos participantes en la victoria guanche de Acentejo en defensa de la libertad y la independencia de la isla. No habrían discurrido los acontecimientos históricos de la misma forma para los colonialistas en caso de no haberse producido la epidemia.

Para el recién inaugurado Imperio español urgía acabar la conquista definitiva de Tenerife cuanto antes y por el método que fuera Un retraso en el proceso y una prolongación de los esfuerzos militares y por tanto de los costes económicos y humanos quizás hubiera hecho desistir del intento a la Corona española, interesada ya en la gran "aventura" americana.



* Asociación socio-cultural TAMUSNI. (artículo publicado en la revista AWAÑAC nº 1, 2004 y en diario EL DIA el 7-06-2008)

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