APUNTES PARA SU HISTORIA
CAPITULO
IV-II
Vías de comunicación de La Vega con el centro del
menceyato
Un camino
que usaron nuestros ancestros guanches, y fue igualmente aprovechado por los
invasores, es el conocido como “Camino de las Peñuelas” que saliendo de La Laguna , por el conocido
como “Camino de las Gavias”, subía por la Sierra Guarca (Mesa
Mota) para unir esta población con Tegueste y Tejina y que en su
momento se le conoció también como “Camino de los tejineros”.
Igualmente
es conocido por la zona de El portezuelo un camino real conocido como "Las
Rosetas".
Igualmente
en las Datas encontramos referencias de varios caminos a Tegueste.
Juan
Ruiz de Requena. Un cerro redondo toda la mesa de la otra parte frontero de
Tegueste fasta la montaña, el cual dho. cerro es en medio de los dos caminos q.
van a Tegueste con una fuente pequeña q. en él está. Bartolomé de Varea. 5 f.
en el pago q. viene de Sant Lázaro hasta llegar el camino de atajo para Tegueste
q. es frontero desta villa de Sant Cristóbal.
Otro
camino de La Laguna
a Tegueste, iba del camino de San Francisco, hasta la ermita de Las
Mercedes (Wenhu), atravesando la cumbre por Las Canteras y descender por
la cuesta de San Bernabé hacia Tegueste el Nuevo.
El Camino de San Diego, es un lugar emblemático por
tratarse de uno de los antiguos caminos guanches que comunicaban Aguere
con Teguste.
Al finalizar éste camino nos encontramos con la ermita de San Diego del Monte y su entorno es uno de los lugares más bellos de
Al
final del camino de San Diego, por un lateral de la finca de la histórica
ermita y que lleva hasta la parte alta de Las Gavias (zona de El Mulato), para
desde aquí, ya en el término municipal de Tegueste,
bajar por Las Peñuelas y, a través de La Arañita y La Degollada , llegar al casco del pueblo teguestero.
El Mirador de Jardina
Esta
ubicado en un lugar privilegiado desde donde se puede apreciar un paisaje
espectacular: Por el sur La
Montaña del Socorro en Güímar
y por el noroeste casi el Puerto Mequinez
(Puerto de La Cruz )
y al frente, el majestoso Padre Teide,
y a los pies Las Mercedes y La
Laguna.
Desde
estos riscos bajaba directamente el agua de suministro a la villa colonial de La Laguna , aspecto que
cuidaron los colonizadores desde los inicios del asentamiento europeo tal como
consta en diversos acuerdos del Cabildo colonial del cual reproducimos uno
correspondiente a la sesión del 12 de septiembre de 1511: “Sobre las dulas del Concejo, que se ocupan
por algunas personas para regar güertas, mandaron quel agua que viene de las
laderas de la montaña del Obispo, que viene a alindar con la güerta de Juan
Yanis, clérigo, y las otras que decienden de la otra parte de Tegueste, que alinda con una viña e
güerta de Juan de Castañera, que no las puedan tomar, ni hacer represas, ni se
aprovechar dellas, salvo que se vayan esentas por sus madres.» f. 286 r.
Fué
acordado que se pusiesen en pregón las dos aguas que vienen por la quebrada de
la sierra, yendo cara a la casa del Obispo, de esta villa, a mano izquierda,
todo el remanente de los dornajos que están puestos abajo con toda la tierra
que pudieren aprovechar para quien quisiere que lo tome a renta. Lo cometen al
personero y la persona que la tomare sea obligado de tener de confino los
dornajos llenos.
12
de septiembre de 1511, se pregonaron las ordenanzas del asiento de la agua y
del defendimiento de las aguas. Ts.: Párraga, Juan Nuñes y Juan d'Espino y
otros.” (Acuerdos del Cabildo colonial de Chinech=Tenerife, t.II).
Precisamente
en la base de este mirador de Jardina tiene su nacimiento dos de los más
emblemáticos barrancos de la Isla ,
al frente de unas cuevas de habitación horadadas en la roca se inician los
barrancos de Tahodio y de Araguygo, este último conocido por varios nombres a
lo largo de su recorrido, Barranco de Jardina, tiene su inicio o nacimiento
como queda dicho en la cumbre del lugar de Jardina (las Mercedes o Wenhu) La Laguna , en el vértice que
divide los valles de Tahodio y de Jardina (hardina), en su principio es una simple zanja situada al frente de unas
cuevas habitación que están en el camino en su lado Norte y al final del
mismo. Conforme va descendiendo se va
ensanchando paulatinamente, hasta unos trescientos metros de su nacimiento, a
partir de este punto toma la forma de un pequeño barranquillo, y está bordeado
de una frondosa vegetación predominando en ella las popularmente
denominadas “orejas de burro” (Zantedeschia aethiopica).
En su margen del poniente
existen una serie de hermosos dragos junto a unas cuevas labradas que, hasta no
hace mucho tiempo estuvieron habitadas. A partir de este punto toma el nombre
de barranco de Jardina, el cual
mantiene hasta la zona denominada “Cruz del Camino”. A partir de este punto
gira ligeramente hacia el naciente y bordeando la sierra de Sejeita
(Bronco, o brunku lomo Largo y San Roque), se continúa hasta el
salto de la carnicería y ostenta el nombre de barranco de Gonzalíanez,
sirviendo de desagüe natural a La
Laguna (Eguerew).
A partir de este tramo y hasta la
Verdellada se le conoce por los nombres de Barranco de la Carnicería ; del Drago,
de Aragúygo, y del Rey.
En este tramo del barranco
tuvo lugar la Batalla
de Aguere.
Siguiendo el curso
descendente a partir de la
Verdellada , hasta su unión con el de Valle Colinos o Araguigo,
en este lugar se le denomina barranco de La Jardina ,
continúa su curso para recibir un poco más abajo al de Tabares, en este punto
se produce un salto por el lado sur de la montaña Guerra, y toma el nombre
actual de barranco de Santos, sigue su recorrido bordeando los barrios de la Cuesta de Arguijon, (Arguihun), Becerril y Cuesta de Piedra, pasa por el de Perú (Pirú), Barrio Nuevo,
Barrio de la Salud ,
siguiendo su avance para caer en “el salto”, a la altura de la trasera del
Barrio Duggi. Donde existe un gran
acueducto y un molino de agua.
Wenhu-Las
Mercedes
Desde
los inicios de la colonización europea del Valle Sagrado de Aguere, la
población ha dependido la Sierra Guarca , (Mesa Mota)
del Monte Wenhu (Monte de Las
Mercedes) y la Sierra de Sejeita (Jardina, Bronco, Lomo Largo, San Roque), para el suministro de agua
a la villa, tanto para el consumo humano como los animales y terrenos de
cultivo, ya que como sabemos las aguas estancadas de La Laguna , solamente era
disponibles con las lluvias de invierno.
De
esta dependencia nos han dejado testimonio algunos de los viajeros europeos que
visitaron la Isla
en el transcurso del tiempo, especialmente franceses, británicos y algún
español.
Louis Feuillée
Astrónomo y
naturalista en 1724, describe: “La Laguna se extiende sobre una llanura, rodeada de altas montañas; al este se encuentra Gran
Canaria; a diez leguas al oeste una pequeña llanura de alrededor de una
legua y media de longitud y media de anchura; es muy fértil en granos, en toda clase de legumbres y frutos. El lago
del que la ciudad toma su nombre está
al este, llegando las aguas hasta sus murallas.
En una de las
extremidades de este lago, a un cuarto de
legua de la ciudad, hay un convento de la orden de San Francisco llamado El Recogimiento. El lago tiene
alrededor de dos leguas de contorno. Se llena en el invierno, que es la
época de lluvias, con las aguas de las grandes montañas que le rodean. Estas
aguas se utilizan para mover dos o tres molinos situados en el canal por el que desaguan. En verano este
lago se seca por completo, las hierbas que crecen allí sirven de pasto a
todo el ganado de la ciudad. (Louis
Feuillée, 1997).
Se trata del convento de San Diego del Monte, al cual en invierno se
accedía mediante embarcaciones, y disponía de un embarcadero en las
inmediaciones del final del Camino Largo. Los molinos estaban situados en el
Barranco del Drago o La
Carnicería a la altura de La Verdellada , aun existe
las ruinas de uno de ellos.
George Glass
En 1764, George Glass,
escocés, marino y mercader, gran conocedor de la colonia, escribe una Descripción
de Las Islas Canarias. En ella dedica un espacio considerable
a La Laguna , y
como otros viajeros posteriores deja fe la dependencia de la ciudad del agua
del Monte Wenhu (Las Mercedes): “La
Ciudad y su abierta exposición a los vientos. Le llama la
atención el aspecto solitario de sus calles “... en
la mayor parte de las cuales se puede ver cómo crece la hierba”. Tiene la
impresión de una ciudad deshabitada y destaca la conducción de aguas para el
abastecimiento que ”... es traída
desde las montañas al sur de la llanura, con canalones o caños”. (George Glass, 1996)
El nnaturalista francés Ledru se ve obligado a recalar en Tenerife y permanece en la isla
ciento ochenta días (ledru, A., 1982). Al margen de otros trabajos
relacionados con la botánica, su especialidad,
Ledru escribe un librito de viaje donde se esfuerza en relatar un amplio abanico de aspectos de la naturaleza,
sociedad, economía, usos y costumbres de la Isla que recorre pacientemente. Ledru es,
evidentemente, un hombre de su época, informado e interesado, de
espíritu curioso y talante didáctico lo que
le obliga, casi constantemente, a considerar bajo la óptica del crítico lo que observa y a proponer cambios
que, según su opinión, mejorarían las cosas.
Se asombra de las imponentes laderas que lo bordean por el noreste
y «el barranco que se extiende desde La Laguna hasta el mar (...) surcado por un torrente continuo que forma en muchos sitios
agradables saltos de agua»; también menciona una cascada hacia el centro del
cauce a la que califica,
impropiamente, como «una de las más bellas del mundo». Cuando habla del
lago o laguna manifiesta la posibilidad de desecarla construyendo acequias para convertirla en fértiles campos.
Ledru
posiblemente con el termino cascada se refiere al salto existente a la altura
de Gracia. Por otra parte, quizás fue el primero en proponer la desecación de La Laguna , dejo recogido en su
libro: “la apertura de acequias para drenarlo y
aprovechar la superficie como campos
de cultivo”. (Carmen Gloria Calero Martín, 2001)
Bory de
Saint-Vincent
En 1804, otro naturalista francés, Bory de Saint-Vincent recala en el puerto de Santa
Cruz como miembro de una expedición con rumbo a Nueva Holanda (Australia).
En un corto período de tiempo, solamente permanece once días, este
científico despliega una gran actividad y reúne publicaciones, opiniones, datos y observaciones personales que le van a permitir escribir una
obra sobre Canarias. A pesar de que esta obra mezcla la
descripción geográfica, la historia, los aspectos
etnográficos y naturales, el capítulo IV se presenta como una auténtica
crónica de viajes centrada en Santa Cruz y La Laguna (saint
vicent, B., 1988: 115-152).
Sabin Berthelot
Tan sólo
destaca una gran plaza, posiblemente la Plaza de Abajo, con una fuente en uno de sus vértices y el canal de agua que
atraviesa el llano desde los montes próximos para abastecer a la ciudad.
La reiteración que muchos historiadores o simplemente viajeros hacen de los
canales de agua de la ciudad, Curiosamente
el autor habla de la inexistencia del lago o laguna, si bien reconoce que por la
calidad del terreno «... sucede que a veces el agua se desborda y forma charcas estancadas», lo que indica que esta zona era más bien un
extenso humedal, ocasionalmente anegado. Sabino Berthelot (Marsella 1794-S.C. Tenerife 1880):
Durante su juventud se enroló
en navíos de la marina francesa y en mercantes que hacían la ruta de las
Antillas. A principios de la tercera década del siglo XIX llegó a Tenerife, en
donde residió durante unos diez años. En La Orotava fundó un Liceo, en colaboración con su
amigo Alexandre Auber, y allí trabajó como docente. De esos años son ya varias
publicaciones suyas sobre aspectos de la historia natural de las islas. Así,
cuando el botánico inglés P.B.Webb llegó a la colopnia ya en la mente de
Berthelot se divisaba el proyecto de elaborar una historia natural de las
Canarias. Durante un tiempo Webb y Berthelot exploraron las islas, verificando
observaciones y tomando infinidad de datos para esta magna empresa. Después se
trasladaron a París en donde trabajaron durante años en la elaboración de un la Histoire Naturelle
del Iles Canaries, con la colaboración de un grupo importante de
naturalistas franceses. Esta es la obra más importante del género que se ha
publicado sobre el Archipiélago Canario. Webb y Berthelot, que mantuvieron una
estrecha cooperación, terminaron distanciados y las relaciones entre ellos se
agriaron hasta la ruptura total. La aportación de Sabino Berthelot la Historia Natural
de las Islas Canarias -su trabajo más importante- y por las Misceláneas
Canarias, conjunto de descripciones, noticias, episodios y observaciones sobre
las islas.
Jules Leclercq
En 1879 llega a Tenerife Jules
Leclercq, un incansable viajero belga con abundante producción
literaria. Su libro dedicado a las Islas Canarias, aparte
de Tenerife recorre Gran Canaria y Lanzarote, está escrito con un lenguaje sencillo y vivo (leclercq,
J., 1990). Leclercq se manifiesta como
un turista curioso a pesar de su sólida cultura y de su experiencia viajera. Mezcla sus impresiones paisajísticas con una serie de
detalles cotidianos y vivencias personales que nos acercan no
sólo a la imagen percibida sino también a su contenido, a las
personas y las costumbres que la conforman.
También
se percibe el paisaje imponente de las montañas de Anaga que Leclercq
promete visitar y el notable cambio climático que se aprecia llegando a la ciudad, lo que hace reflexionar al autor sobre las
ventajas de “... los habitantes de Santa Cruz que
tienen una casa de campo en La
Lagu na a donde, cuando les parece,
pueden huir de los enervantes calores de la capital”. La impresión primera es de una ciudad triste, de calles desiertas casas de fachadas frías.
El viajero no duda en compararla y dice que La Laguna “... es una ciudad decaída, como Toledo”, todas
sus percepciones van en ese sentido: ruina de las construcciones,
abandono... menciona si pasado esplendor y
el hecho de haber sido la capital de Tenerife. (Carmen Gloria Calero Martín, 2001).
Coquet
En 1882,
por primera vez, y en 1889 por segunda, llega a Tenerife Coquet un arquitecto francés,
la descripción de La Laguna
es corta aunque detenida.
El entorno natural de La Laguna vuelve a impresionar
al viajero: tanto el noreste, el llano
hacia las montañas de Anaga, como el noroeste, el llano de los Rodeos, son
descritos con admiración por la fertilidad de sus tierras y la abundancia de cultivos variados.
René Verneau
Finalizando el
siglo, concretamente en 1891, se publica en París Cinco años de estancia en las Islas Canarias, escrita por Verneau, un científico francés que entre 1876 y 1887 pasó dos
largas estancias en el Archipiélago por
encargo del Ministerio de Instrucción Pública de su país. Es evidente que esta
obra (vernau, R., 1959) no es
estrictamente un libro de viajes, aunque tiene
muchos puntos en común con este género literario, sobre todo en la forma de
abordar la descripción de los paisajes en la que se emplea el método de los
itinerarios, salpicados con todo tipo de apreciaciones sobre usos y costumbres.
El paisaje
árido de la subida se repite y se contrasta con la transformación que sufre en «los
llanos», donde las tuneras dejan paso a los campos de trigo y millo de
enorme fertilidad. Parece interesar más el entorno natural que la propia
ciudad, aunque el autor señala su carácter
de centro religioso y de veraneo, ya que La Laguna «... por su clima fresco, atrae todos los veranos una gran cantidad
de gente de Santa Cruz».
De La
Guerra-Diario
Por ellas sabemos que una de las preocupaciones más recurrentes del poder municipal era el abastecimiento de agua de la ciudad que suponía
no sólo el arreglo o sustitución de la vieja conducción desde los nacientes
sino también la distribución interna mediante fuentes públicas. En 1767, el
criollo Guerra habla del comienzo de la construcción de una
cañería de piedra para traer las aguas a la ciudad, una vieja aspiración de La Laguna que desde su
fundación se había abastecido mediante agua conducida
por caños de madera, y en 1776 comenta la labor de
limpieza de dos de las fuentes principales: la del camino
de Cañizales próxima a San Diego y la de la Madre del Agua, en el Llano.
José de Olivera,
Justo de la mitad del siglo, entre 1858 y 1862, tenemos otro interesante
documento, otra crónica lagunera que nos acerca a la ciudad vivida. Se trata de
un diario escrito por el criollo José
de Olivera, un personaje estrechamente vinculado al poder municipal
en el que participa activamente desde la posición
liberal (olivera, J., 1969). Estos
dos aspectos, su actividad política
y su clara decantación por las ideas progresistas le confieren un interés especial.
La ciudad aparece en este diario bastante dibujada, pero es, sobre
todo, la vida ciudadana, la actividad social la que
refleja el cronista. Olivera,
De
nuevo, el intento de reordenar la alameda en la salida de la ciudad por el noreste, hacia el pago de Las Mercedes. Este proyecto, iniciado
a finales del siglo xviii, abandonado y retomado varias
veces, aparece como una de las preocupaciones de
Olivera que incluso intenta aparecer como artífice del mismo. En 1858, se
vuelve a hacer el plantío de lo que entonces se llama el Paseo del Tanque
Grande y Olivera se encarga de ejecutarlo. Todo queda en un intento, ya que la alameda nunca prosperó «... y por más que
en ello trabajé, parte se perdió y parte lo
destrozaron los malintencionados», dice el
cronista aludiendo claramente a su fracaso. (Carmen Gloria Calero Martín, 2001)
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