UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL
1491-1500
CAPITULO I-VIII
Eduardo Pedro García Rodríguez
1492 Septiembre 30. Zaragoza (f. 58). Orden a don Juan
Bermúdez deán de Canaria y capellán real, para que sobre las rentas de Juan
Ortega, obispo de Almería, conccediendole poder cumplido para que las
arriende, mientras dure la
enfermedad del citado prelado. El Rey y la Reina. Alvarez de Toledo. Comendador Mayor. Ulloa. En
forma: Rodericus. (E.Aznar; 1981)
1492 Septiembre (s.d.). Barcelona (f. 33). Incitativa a Francisco
Maldonado, juez de residencia de Gran Canaria, para que determine en la
petición del obispo, deán y cabildo de la Iglesia de dicha isla, sobre las tierras y
heredamientos que algunos vecinos dejaron a la citado iglesia y que fueron
dadas por el gobernador Pedro de Vera a otras personas, debiendo hacer la mismo
con los bienes del hospital de dicha isla. Don Alvaro. Don Juan de Castilla.
Johannes. Antonius. Franciscus licenciatus. Petrus. Badajoz. (E.Aznar; 1981)
1492 Septiembre (s.d.). Zaragoza (f. 97). Incitativa a Francisco
Maldonado, juez pesquisidor de la isla de Gran Canaria, para que ordene a
Fernando de Trujillo ya Juan de Mayorga, alcaldes que fueron de Pedro de Vera,
gobernador de la isla, que comparezcan ante el Consejo Real, por haber sido
culpados en la residencia de dicho gobernador, con licencia para poder
prenderlos y enviarlos, a sus costas, ante el Consejo, en caso de que no
entreguen fianzas suficientes. Don
Alvaro. Decanus hispalensis. Johannes. Antonius. Petrus. Mármol. (E.Aznar;
1981)
1492
Octubre.
1º Residencia por parte de la corona castellana al
capitán de la invasión de Canaria Pedro
de Vera
“Las costumbres observadas en Gran Canaria, son las
que se observaron en Indias, en tiempo de la conquista. La cabalgada a la caza
de botín y esclavos; la expedición de “descubrimiento” o "conquista", se practicaron de la misma
manera, estando obligados los que se dirigían a las “islas” o salían, a proveerse de
las mismas licencias que en Indias. Lo certifica la historia de Antonio Ollero,
"maestro de
hacer azúcar". Avecindado en Gran Canaria e insatisfecho, embarcó
en compañía de un criado, previo pago del pasaje, en el ballenel Santa María de
Gracia. Fletado por vecinos de Lepe en comandita, iba por maestre el vizcaíno
Martín de Asistid, que estaba a punto de zarpar, en viaje de regreso. Enterado
Pedro de Vera de que se hizo a la mar, llevando el artesano a bordo, mandó
barco de armada tras el ballenell, para secuestrar el navío, por haber recibido
pasajeros, sin exigir exhibición de licencia, extendida por el gobernador, para
abandonar la isla. Debía ignorar Aristidi la formalidad, pues entró en
Fuerteventura, con intención de hacer aguaje y completar la carga. Atrapado
por Rodrigo de Vera e interrogado, al probar que actuó de buena voluntad y
por ignorancia, no le devolvieron la carga de miel, cera y azúcar, pero sí el
barco, permitiéndole regresar. Denunció el atropello, en Lepe, Francisco
Pinzón, en nombre de los armadores. Mercaderes del común, en consecuencia sin
derechos, frente a un representante de la administración, los jueces se
inhibieron, considerando que al estar los testigos "muy lejos", no sería posible encontrar
testigos ni hacer las probanzas, lo que nos da idea de la distancia a que se
encontraban las Canarias de Andalucía.
Como en Sudamérica, en Gran Canaria se practicó el
alzamiento. Habitual que los castellanos desheredados, se sumasen a los
aborígenes, enterados los de Villa Real de alzamiento en la sierra de
Llagalter, se levantaron, reduciéndolos Pedro de Vera. No queriendo perder más
pobladores de lo indispensable, pero sí escarmentar por el ejemplo, hizo
ahorcar a Álvaro de Oviedo, el que repicó la campana llamando a rebato, con
Alonso de Santo Domingo, que sacó el pendón de la ciudad. De los "descubrimientos" que partieron de Gran
Canaria, ha quedado constancia de uno de los muchos, organizados por Vera, para
saquear en Tenerife. Terminó en los tribunales, porque habiendo conseguido diez
o doce cautivos, el gobernador los vendió, sin dar cuanta ni parte a sus
socios. Escapó con bien, porque no podía ser de otra manera, alegando que
empleó lo cobrado, en amortizar el gasto de la jornada.
Estrechas las relaciones de Madeira con Gran
Canaria, tenemos noticia de barco con carga de vituallas, procedente de la isla
portuguesa, fue robado en Isletas por dos vecinos de Villa Real. Carabelas de
armada lo recuperaron, cinco leguas mar adentro, siendo ahorcado un de los
ladrones y el otro desterrado. Tratante de Madeira que llevó 7 negros a vender
en Gran Canaria, sorprendido en plena timba, estando prohibido en Castilla
jugar a dinero, fue condenado a recibir 100 azotes. La debilidad del sujeto o
brutalidad del verdugo, hizo que muriese en el castigo. Vendidos dos negros
para "cumplir"
con
su alma, Vera entregó los cinco restantes a mercader portugués, para que los
devolviese al hermano del difunto. (Luisa Álvarez de Toledo)
1492 Octubre 1. Zaragoza (f. 40). Orden a Pedro Martínez de
Córdoba, para que reciba los testigos de Pedro de Vera, gobernador que fue de
Gran Canaria, que apela contra el juicio de residencia que le fue tomado por el
contino Francisco de Maldonado, asignándole para sus costas 155 maravedís
diarios, que le serán pagados por el citado Pedro de Vera. Don Alvaro. Decanus hispalensis. Joannes.
Mármol. (E.Aznar; 1981)
1492 Octubre 4. Zaragoza (f. 47). .Incitativa al alcaide de la
fortaleza de Palos, para que determine en la petición de Fernando Martínez
Daza, vecino de tal villa, que reclama de doña Beatriz de Bobadilla, viuda de
Fernando Peraza, el pago de un barco que le robó en la Gemera hace tres años,
cuando regresaba de las pesquerías de los cazones de Guinea, dándole a cambio
dos muchachas canarias que después le fueron tomadas por el obispo de Canaria,
por mandato real, ya que eran cristianas; pues a pesar de la orden dada a doña
Beatriz para que pague dicho barco, ésta se ha negado a hacerlo. Don Alvaro.
Joanes. Antonius. Franciscus licenciatus. Petrus. Mármol. (E.Aznar; 1981)
1492 Octubre 12. Mientras tenía lugar la conquista de
Benahuare (La Palma ,)
recibía Francisco de Maldonado una nueva real cédula expedida en Zaragoza, en
la que se le autorizaba para deshacer los agravios de que se quejaban los
invasores europeos pobladores en la Isla Tanmaránt (Gran Canaria,) asistido para ello
del escribano de cámara Pedro Muñoz.
1492 Octubre 15. Muerto
Enrique de Guzmán sorpresivamente, el hijo aprendió la lección. Queriendo
hacerse bien quisto en la corte, demandó a Inés de Peraza, como viuda de Diego
de Herrera, no como señora propietaria de las islas y a la Bobadilla , a título de
tutriz de los hijos de Fernán, llamándola Isabel. Reclamaba Gomera, Hierro,
Lanzarote y Fuerteventura "por señorío y otros títulos", con
devolución de las rentas que percibieron, mientras tuvieron las islas. Iniciado
el pleito el 15 de octubre de 1492, al ser desatinado, procurador de la Peraza , personado en último
momento, liquidó la cuestión. El primero de octubre de 1492, Pedro de Vera
estaba en su casa de Jerez, limpio de culpa, porque al obedecer en silencio, no
perdió el real favor. Urgente borrar el recuerdo de su conquista, a 21 del
mismo mes, los reyes mandaron pagar a la tropa.
No fue posible, por haberse alzado con la caja, el
funcionario Luis de Mesa. Al no haber fondos, los impagos continuaron generando
pruebas. (L. Al. Toledo)
1492 Diciembre (s.d.). Barcelona (f. 32). Incitativa a Francisco
Maldonado, juez de residencia de Gran Canaria, para que, vistas las cartas
reales y las ordenanzas para la población de dicha isla, administre justicia en
la reclamación del obispo, deán y cabildo de la misma sobre tierras y
heredamientos legados a su iglesia por fieles y fallecidos, que fueron
repartidos a otras personas por el gobernador Pedro de Vera. Don Alvaro. Don
Juan de Casti/la. Johannes. Antonius. Franciscus licenciatus. Petrus. Badajoz.
(E.Aznar; 1981)
[1492 ?] [Diciembre] (s.d.) (s.I.) (f. 205). Incitativa a las
justicias de Gran Canaria, para que den cumplimiento de justicia a Diego
Colmenero, vecino de Palos, que reclama a Fernando de Porras, vecino de
Canaria, 16.000 maravedís que le pagó por tres esclavas gomeras, ya que éstas
fueron declaradas libres por el obispo de Canaria, por ser cristianas. Dichas
esclavas son: Isabel de 40 años, Isabel de 18 y una hija de ésta llamada Juana.
Don Alvaro. Johannes. Antonius. Gundisalvus. Castillo. (E.Aznar; 1981)
1493. Alonso Fernández de Lugo y sus tropas de mercenarios y
excarcelados, desembarcan en el puerto de Tazacorte, en la isla Benahuare.
Después de emplear las argucias menos heterodoxas que imaginarse pueda, y tras
algunas escaramuzas con los cantones que se habían preparado para la defensa,
consigue con engaños y en un acto de traición, sorprender a Tanausú y sus
guerreros en la entrada de la
Caldera de Taburiente. A partir de este momento, comenzó el
saqueo inmisericorde de la isla capturando y esclavizando a los nativos tanto
de los bandos guerra como de paces, los cuales fueron remitidos a los mercados
esclavistas de España, conjuntamente con las pieles de los ganados depredados,
orchilla y demás despojos. Con el botín enviado a España y formando parte del
mismo, iba el valeroso caudillo palmero Tanausú, quien prefirió dejarse morir
de hambre antes que llevar una vida de esclavo, protagonizando así la primera
huelga de hambre que tubo lugar en Canarias.
Dada por sometida la isla, el esclavista Fernández de Lugo, reparte el dominio de las tierras y aguas despojadas entre los mercenarios que le acompañaron en la aventura y entre los mercaderes que le financiaron la operación. Dejando un presidio de guarnición y un gobernador, regresa a Península Ibérica para dar cuenta a los reyes católicos de los resultados de tan “gloriosa victoria”, y solicitar las capitulaciones para la conquista de la isla de Chinech (Tenerife).
Los continuos desmanes que los conquistadores que quedaron en la isla, cometían en los atribulados hawaras, acabaron por agotar la proverbial paciencia de éstos, quienes decidieron alzarse contra el férreo dominio de los extranjeros. Estando Lugo, enfrascado en la invasión de la isla de Chinech (Tenerife), recibió noticias de la rebelión de los benahoritas o hawaras y no queriendo ausentarse de esta isla, envío como su lugar teniente a la de Benahuare (
1493.
RELACIONES
INTERNACIONALES DE LOS ESTADOS GUANCHES EN VÍSPERA DE LA INVASIÓN ESPAÑOLA ,
AÑOS DE 1492 Y 1493.
Política imperialista del rey
Bencomo de Taoro. Declaración de guerra en 1492 al reino de Güímar y sus
consecuencias. Declaración de guerra en 1493 a los reinos de Taco-ronte y
Anaga. Alianza ofensiva y defensiva de estos dos reinos y Confederación de los
de Abona, Adeje, Daute e Icod. Derrota de los aliados y tratado secreto del rey
de Anaga y Añaterve de Güímar con el general español Alonso de Lugo contra
Bencomo. Propaganda subversiva a favor de la emancipación de los siervos y de
las armas españolas: rápidas medidas de represión. Concertada la paz entre los
reinos de Taoro, Anaga y Tacáronte, constituyen la Liga bajo la jefatura de
Bencomo. Actitud de las naciones guanches al desembarcar el primer ejército
invasor español.
De muy antiguo el pueblo guanche
ventilaba con las armas si la sucesión al trono debía ajustarse a la línea
masculina o femenina, dando origen a numerosas guerras como veremos en otro
lugar; y como en ese litigio, desde la muerte de Tinerfe el Grande, la casa
reinante de Taoro se creía despojada de su derecho al solio universal de la
isla, sus reyes aunque sin renunciar a vindicarlo tampoco lo intentaron por
impotentes.
Así las cosas apareció en escena
Bencomo o el Rey Grande, soberano de Taoro, cuyo relieve va destacándose a
medida que pasa el tiempo. Hombre de Estado, sagaz, guerrero y de clara
inteligencia, fue superior a su pueblo e imprimió al cargo de la realeza un
sentimiento de dignidad impropio de bárbaros. Justiciero, pronto en las
resoluciones, de temple, de alma para las grandes empresas y siempre magnánimo,
mostrábase tan piadoso para los vencidos en lucha franca, ¡de que dio repetidos
testimonios con los prisioneros españoles!, como inflexible con los traidores y
pusilánimes. Es proverbial su acometividad cargando al enemigo, su entereza de
carácter, la energía de su espíritu ante las mayores contrariedades; y para que
todo en él fuera extraordinario, era de tal complexión que a los 70 años se
batía al frente de sus guerreros con los arrestos y agilidad de la juventud,
siendo los héroes legendarios formados a su alrededor mero reflejo de su
personalidad. Vivió temido de sus enemigos de dentro y fuera de la isla y
obedecido sin vacilaciones por su pueblo, hasta que en la batalla de la laguna
murió coronado por la inmortalidad defendiendo su raza, su honor y su trono.
Como era el soberano más poderoso
—pues su Estado comprendía los llamados por los cronistas reinos de Taoro, de
Tegueste y seño- río de la Punta
del Hidalgo— y entre sus cualidades excepcionales la ambición corría pareja con
la astucia, propúsose alcanzar el cetro de la isla sin dejar adivinar sus
designios; para lo que fue preparando el terreno con cautela, hasta que
juzgando llegada la sazón de ponerlos por obra, bajo el pretexto de unos robos
de ganado y reyertas de frontera, declaró la guerra al rey Añaterve de Güímar
en 1492; invadiendo el territorio ante la expectación de los demás reinos, que
no dieron de pronto al suceso la importancia que tenía.
De los incidentes de esa campaña
solamente habla la tradición: de un combate en la Negrita , debajo de montaña
Colorada en la cumbre de Arafo, que a poco de comenzado le puso término un
furioso temporal; de otro combate en Chaharte, hacia el Pegonal en Igueste de Candelaria,
de resultado dudoso; de un tercer combate en Chivisaya, perdido por los
güimareros; y por último de la reñida batalla de Güenifan-te, cerca de
Pasacola, en la que fueron completamente derrotados los güimareros muriendo el
infante Cayamo, hermano del rey, y el célebre gigante Emolió que pereció a
manos de los teguesteros y fue sepultado en Guadamoxete; hecho de armas que
obligó a Añaterve a pedir la paz, muy ajeno del oprobio que le esperaba.
Cuando supieron las condiciones
impuestas por el vencedor, fue casi tan grande la temerosa sorpresa de los
demás Estados, como la explosión de indignación de los vencidos, que fueron
acumulando odio día tras día contra el aborrecido enemigo. El pueblo güimarero
sería incorporado en calidad de provincia o achimenceyato al reino de Taoro
perdiendo su nacionalidad, permaneciendo a su frente Añaterve a título de
achimencey, en conformidad con la vigente ley del derecho paterno para la
sucesión del trono que concediéndole por sus días las apariencias de la realeza;
pero el príncipe heredero Gueton' el guadameñe o sumo pontífice y otros
proceres de alto prestigio, quedaban en rehenes junto a Bencomo en caución del
tratado celebrado.
La ira y el enojo que provocó
esta conquista material pero no moral del pueblo güimarero no tuvo límites,
lanzándose a conspirar buscando apoyo por todas partes para recobrar su
nacionalidad y libertar a sus príncipes y magnates. Pero el instinto de
conservación, el egoísmo o la falta de unidad de los reinos les quitó toda
esperanza de redención o de venganza y cuéntase que desesperados comenzaron a
entrar en secreta inteligencia con los españoles de la isla de Canaria, que por
las noches y ocultamente se arrimaban a la costa en pequeños pataches.
En el curso de estos sucesos y ya
entrado el verano de 1493, los acontecimientos se precipitaron con motivo de
una enfermedad mental que sufría a la sazón el rey Beneharo de Anaga. Como en
estas interinidades ocupaba la representación del trono el príncipe heredero y
en su defecto el hermano más viejo del rey, y por ambas líneas no había
varones, la nobleza anaguera abrigó el proyecto de que la regencia fuera a
parar al primogénito del rey de Tacoronte, casándolo con la princesa Guacimara,
único descendiente de Beneharo, con el fin oculto de fundir los dos Estados en
una sola nacionalidad por temor a Bencomo.
Pero no lograron engañar a éste.
Y como le ofrecían para su plan una favorable coyuntura porque le amparaba el
derecho, pues reversaba a su casa toda representación circunstancial de cualquiera
de los Estados en las interinidades, aparentando Bencomo verse obligado a tomar
las armas, se apresuró a declarar la guerra a los reinos de Tacoronte y Anaga,
sin lograr tampoco engañar a los demás. La alarma fue general. Los tacoronteros
y anagueses celebraron una alianza ofensiva y defensiva para hacer frente al
enemigo común, y los reinos de Abona, Adeje, Daute e Icod se constituyeron en
Confederación con el mismo objeto, pues ya eran bien claras las aspiraciones
imperialistas del rey de Taoro.
Una verdadera conflagración
amenazaba a Tenerife a semejanza de otras épocas; pero si en las edades pasadas
la paz al fin se restablecía sin intervención de elementos extraños a la raza,
no aconteció lo mismo en la postrimería del siglo XV. En la época en que se
desarrollaban estos sucesos, los españoles no sólo se preparaban para rematar
la conquista del Archipiélago apoderándose de Tenerife sino que avizoraban y
avivaban sus discordias para mejor vencerla; con especialidad el alcaide del
fortín de Agaete en Canaria, D. Alonso Fernández de Lugo, con quien capitularon
los Reyes Católicos la reducción de la isla. Desde su acantonamiento
fronterizo, unas veces personalmente y otras valiéndose de mediadores, sostuvo
frecuentes relaciones con los enemigos de Bencomo para cimentar en sus odios
intestinos, que supo alimentar con habilidad una base de operaciones al
ejército invasor.
No nos ha sido posible rellenar
las lagunas que existen en la tradición, respecto a los acontecimientos
ocurridos en Tenerife en esta interesante época histórica. En la campaña
sostenida entre el rey de Taoro y los tacoronteros y anagueses, hablase con
vaguedad de varios encuentros sin resultados decisivos, hasta que empeñaron una
reñida batalla en El Sauzal, en las proximidades del barranco de las Mejías y
cerca de la ermita de Los Angeles por debajo de la actual carretera, donde
fueron derrotados los aliados; derrota que debió re vestir importancia, porque trajo como
consecuencia que el rey Bene-haro de Anaga (que ya había recobrado la razón),
Añaterve de Güímar y el capitán Alonso de Lugo concertaran un tratado secreto
para combatir a Bencomo. Nada dice la tradición de la actitud del rey de
Tacoronte respecto a este tratado, aunque nos inclinamos a que ni intervino ni
estuvo de acuerdo si lo conoció porque tampoco hace referencia a él un
documento que luego veremos y que confirma el convenio de Beneharo.
Pero Alonso de Lugo no se limitó
a esta labor diplomática sino que en vísperas de invadir la isla le arrimó una
tea incendiaria, una cuestión social que prendió en la clase de los siervos
como el fuego en la yesca conmoviendo las instituciones. Séase que existiera el
rescoldo de una agitación antigua o la sembraran y fomentaran los españoles
para enconar las divisiones, fue lo cierto de que los siervos empezaron a
soliviantarse con la propaganda subversiva de su derecho a mejorar de
condición, de no ser esclavos, y que esa promesa redentora la traerían las
armas españolas, que no podría contrarrestar Bencomo con palos y piedras a
pesar del valor de la raza. Tales doctrinas filtradas de un modo artero entre
hombres rudos, movedizos, de carácter fiero y por otra parte víctimas de
intolerables privilegios, provocaron una excitación amenazadora.
Fueron los activos propaladores
de estas novedades los irreconciliables enemigos de los taorinos, los
güimareros, pero con especialidad unos cuantos conocidos por la tradición por
«gomeros»2 o «guanches mansos», que precediendo como vanguardia al ejército
invasor se derramaron por la isla produciendo una honda perturbación moral. De
ellos, unos decididos partidarios de los castellanos, ponderaban los beneficios
de la civilización, de la libertad, de la propiedad de las fuerzas de sus
armas, etc.; parangonando estas ventajas con la miseria y esclavitud en que
vivían, con los irritantes abusos de la nobleza, etc.; pero otros, que se
habían fingido amigos de los españoles, fueron ardientes defensores de su
patria desacreditando a los extranjeros desde todos puntos de vista; más séase
por la cultura que adquirieron, o porque se trataba de una reforma de antemano
sentida, o que se vieran obligados a no dejar como bandera a los españolizados
la redención de los siervos, el hecho fue que también se pronuncian por la
reforma; ¡lo que trajo a la larga el desconcierto social y la pérdida
anticipada de la independencia!
Tan inquietante como peligrosa
situación únicamente pudo salvarla la figura excelsa de Bencomo. Con sus
rápidas medidas cesó como por encanto la propaganda de apocamiento y las
pretensiones ostensibles de los siervos, y decimos ostensibles, porque ya la
idea de emancipación quedó arraigada para siempre. Descubiertos los hilos de la
trama, sin contemplaciones ni pérdida de tiempo la hizo abortar con ejecuciones
que no respetaron las más altas jerarquías, como fue la de un guadameñe o sumo
pontífice3.
Viana que adornó algunos hechos
históricos con ficciones poéticas, simboliza la propaganda subversiva y la
sangrienta represión de que nos hemos ocupado en el guadameña o guañameñe, o
séase en el personaje más culminante descubierto de los que intervinieron en la
conjura.
Por esto Viana pone en boca de
este notable agorero por su jerarquía, el summus aruspex, la profecía que hizo
a la infanta Dácil en la vega de la laguna, (pág. 88):
«Díjole Guañameñe el agorero, que
un personaje de nación extraña que por la mar vendría al puerto y sitio
marítimo, llamado Añago entonces, de ser había al fin de mil desastres,
guerras, batallas, cautiverio, y muertes, su amado esposo, en dulce paz
tranquila
Este mismo adivino fue el que en
el curso de los Juegos Beñesmares que celebraba el reino de Taoro, tuvo la
osadía de intentar soliviantar a los siervos con su propaganda, pero que el
autor por mayor gala poética nos lo presenta pidiendo una audiencia al rey
Bencomo, para anunciarle en medio de los proceres y cortesanos su triste
porvenir, (pág. 77):
«Poderoso Bencomo, sin segundo
como en servirte mis deseos fundo saber el fin dudoso he procurado de tu valor,
que no en su bien dudara, si al mérito fortuna se igualara.
Por el cerúleo mar vendrán
nadando pájaros negros de muy blancas alas, truenos, rayos, relámpagos echando,
señales propias de tormenta y malas; dellos saldrán a tierra peleando, fuertes
varones con diversas galas de otra nación extraña y belicosa para quitarte el
Reino poderosa. Conquistaran por armas esta tierra, sin que puedan hacerle
resistencia,
cuanto Nivaria y un distrito
encierra ha de dar a sus reyes la obediencia; esto por mis agüeros es creíble;
perdona, y pon remedio, si es posible».
En medio del temor que se apoderó
del auditorio por la profecía del guañameñe:
«Sólo Bencomo, que cual otro
César
que al prodigioso aviso de
Spurina,
con menosprecio y burla estuvo
incrédulo,
de Guadameña se mostró injuriado,
y así lo dice con soberbia ira:
«Por la cima del Téida levantado,
¿No sabes que desciende mi linaje
del gran Tinerfe, bisabuelo mío, y que no hizo la fortuna ultraje jamás en su
valor y señorío? Hago a sus huesos voto y homenaje, que has de pagar tu loco
desvarío;
muera, muera el traidor
descomedido colgádmelo de un árbol al momento;
El castigo impuesto al
conspirador que hacía la causa de los siervos aunque no fuera ese su propósito,
provocó una sorda excitación como deja traslucir el poeta en distintos pasajes:
«Cesó con esto, y no en la vulgar
gente, el murmurar con mil sentencias varias, la lastimosa muerte, y los
agüeros» (Pag. 81)........................
«Estaba en esto el pueblo
alborotado
así por el castigo que se hizo
a Guañameñe el agorero mágico»
(Pag. 82)........................
«... muchos se acuerdan del
castigo injusto del difunto agorero, y del pronóstico cuyos principios ven en
breve término, y recelan al fin, el fin futuro. Sólo Bencomo no se sobresalta.
(Pag. 117).......................................>>.
Sofocada por Bencomo la rebelión
iniciada y noticioso de que en Canaria se hallaba dispuesto un ejército español
para combatirlo, en inteligencia con sus enemigos interiores, suspendió en el
acto las hostilidades; y no sólo gestionó y consiguió celebrar la paz con los
reinos de Tacoronte y Anaga, sino que los atrajo al concierto de una Liga de
los tres Estados bajo su jefatura para hacer frente a los extranjeros; lo que
le proporcionó la doble ventaja de unificar las fuerzas de la mitad más
importante de la isla, y lo que era para él de supremo interés, separar a
Beneharo de la alianza castellana.
Por manera que al desembarcar en
Tenerife con su ejército Alonso de Lugo, la actitud de las fuerzas vivas del
país era la siguiente: la Liga
del Norte, que abarcaba el territorio comprendido desde Añaza o Santa Cruz por
el Norte de la isla hasta San Juan de la Rambla , bajo el mando supremo de Bencomo,
teniendo por único objetivo los ligueros batir a los españoles; la Confederación del
Sudoeste, que se extendía desde el barranco de Erques de Fasnia por el Sur
hasta San Juan de la Rambla ,
comprendiendo los reinos de Abona, Adeje, Dante e Icod, más temerosa de Bencomo
que de los españoles y resuelta a rechazar lo mismo al uno que a los otros; y
el reino de Güímar, cuyo límite por el Este era Santa Cruz (el barranco del
Hierro) y por el Oeste el barranco de Erques, en convenida alianza con los
españoles, pero aún alimentando la esperanza de que Bencomo reconociera su
nacionalidad probablemente para hacer causa común con los de sus raza, como
parecen demostrar los hechos ulteriores.
NOTAS
1 Viana refiere que Gueton estaba
desterrado por su padre (a causa de un delito) en la corte de Bencomo, pero es
una inexactitud que en cierto modo rectifica más adelante. En éste y otros
sucesos que iremos tocando equivocó las causas que los determinaron, en
ocasiones simboliza los acontecimientos en personajes, ya copia errores de fray
Alonso de Espinosa, o bien oscurece hechos históricos con las galas de la
poesía; pero así y todo lo reputamos por el más completo y exacto de nuestros
cronistas.
El poeta Viana, a nuestro juicio
mal comprendido, ofrece la particularidad de que todos los historiadores lo
combaten y todos lo siguen.
2
En el primer libro de Acuerdos del Cabildo de La Laguna se encuentran
rastros de estos gomeros. Dieron tal nombre a los naturales de Tenerife ya
civilizados antes de la conquista en las demás islas, sobre todo en La Gomera , donde se hallaban
en mayor número y de ahí el nombre genérico de gomeros con que todos fueron
conocidos. De éstos, unos habían sido hechos cautivos y otros se marcharon
voluntariamente en las fustas que arribaban a la isla, huyendo de la justicia
por algún crimen o por diversas causas.
3
El cargo de guañameñe que por su gran influencia sobre el pueblo era el
más importante después de la realeza, recaía siempre en individuos de la
familia real. Esta circunstancia y la conocida actitud de hostilidad más o
menos franca de los güimareros contra Bencomo, robustece la tradición de que el
guañameñe ahorcado fue el de Güímar que se hallaba en Taoro entre los rehenes.
Parece que en el mismo sentido se
expresaba D. Cristóbal Bencomo, hijo del rey Benytomo, en la historia que
escribió del pueblo guanche a su vuelta de España donde siguió la carrera de
vocero o abogado. Cuéntase que de dicha obra sólo existieron tres ejemplares
manuscritos, uno de los cuales vino a parar a una familia Oliva de Chasna, de
difícil lectura y muy deteriorado, regalado a un carabinero peninsular allá por
el año 20 del siglo pasado. (Juan Bethencourt Alfonso)
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