Capitulo V
Eduardo
Pedro García Rodríguez
LOS ZANATAS O ZENETES
Los Zanatas, Zenetes, Zenetas,
conformaron una de las naciones más importantes dentro de la gran familia
mazigia, hasta la penetración islámica en el noroeste del continente,
precisamente, el nombre de zanatas por los que son conocidos después de la
islamización1 les fue impuestos por los árabes
Este pueblo fue uno de los que arribaron a las
islas, principalmente a las de Chinech y Benahouare, muchos siglos antes de que
fuese islamizado, desde Chinech se expandieron por otras islas aportando un
mayor contingente a la isla de Ecero o Hero, como nos indica el gentilicio de
los antiguos habitantes de ésta isla y, el hecho de que los primeros conquistadores
europeos se valieron de bimbaches para los asaltos a la isla de Benehouare,
ya que éstos y los benahuaritas se
entendían perfectamente puesto que hablaban la misma lengua.
Los zanatas continentales que
fueron influenciados por los conquistadores árabes, asumieron de tal manera la
nueva cultura impuesta que incluso llegaron a renunciar a sus orígenes,
mazigios prefiriendo ser considerados árabes, como una manera de ocupar puestos
relevantes en la nueva sociedad, no
dudando muchas de las familias zanatas influyentes en inventar falsas
genealogías para justificar una supuesta ascendencia islámica. Esta actitud en
sumarse al vencedor, tuvo su paralelismo en las islas, recién terminada la
conquista de la isla de Tamarant, los antiguos canarios pertenecientes a las
clases que habían sido dominantes, no sólo no dudaron en aceptar el nuevo
estatus impuesto por los nuevos amos, sino que además se esforzaban por diferenciarse de los habitantes de las
otras islas presumiendo de ser cristianos <<e hablar castellano como
los propios castellanos>>.
Los nobles de la isla de
Chinech, una vez que fueron sometidos, la mayoría de ellos fueron obligados a
tomar nombres cristianos aunque a algunos se le permitió conservarlos, pero en
el siglo posterior a la conquista muchas familias pertenecientes a la nobleza
guanche, que aún conservaban sus nombres mazighios, con objeto de escapar a la
marginación social a que le tenían sometidos los conquistadores, y para superar
los frecuentes expedientes de limpieza de sangre incoados por la inquisición
española, no dudaron en crear falsas genealogías renunciando a sus orígenes y
nombres de su ascendencia tales como Benchomo, Garachico, (actualmente
afincados en Argentina) Tahoro, Tahodio, Tacoronte, Ibaute, Icod, etc., para sustituirlos
por otros vulgares españoles o portugueses como Albertos, Pérez, Hernández,
Alonso, García, Rodríguez etc. Esta actitud de renuncia estaba justificada en
la consecución de un ascenso social, ya que para poder acceder a determinados
empleos públicos en las milicias, administración o en el clero, e incluso para
poder asistir a las universidades españolas, los aspirantes debían superar los
mencionados expedientes de limpieza de sangre, ya que el acceso a estas
ocupaciones estaba vetadas para judíos, moros y guanches, al margen de la
capacidad económica que éstos tuvieran.
Sería sorprendente, para
muchas familias canarias que presumen de descender de conquistadores o
colonizadores, el comprobar mediante un seguimiento genealógico cuantas de
ellas descienden directamente de guanches y canarii, ostentado en éstos día
apellidos que en un determinado momento fueron usurpados mediante triquiñuelas
y el pago de buenos honorarios a los genealogistas de turno. No fue ajeno a
este deseo de equipararse a los invasores, el hecho de que en determinados
momentos del pasado, desaparecieran abultados legajos de las dependencias de
los juzgados y Ayuntamientos, así como oportunos incendios producidos en
archivos de conventos y parroquias, pero la Tamusni es sabia, y si alguien tiene interés en
conocer los verdaderos orígenes de alguna familia, sólo tiene que indagar en
las zonas rurales de nuestro país, seguro que encontrará a algún Mago que se lo
explicará, y podrá tener la seguridad de que está consultando con el archivo
más fiable sobre el tema.
Similares circunstancias
debieron concurrir muchos siglos antes en los zanatas continentales, tal como
nos lo expone el Catedrático de Estudios árabes e islámicos de la Universidad de La Laguna y Doctor en
filología Semítica, el ya citado don Rafael Muñoz Jiménez: <<Tenemos
varias listas genealógicas de los zanatas. Por parte de los
genealogistas árabes Ibn Jaldun cita las listas suministradas por Ibn
Hazm de Córdoba, Yusuf al-Warraq. En sus largas listas de
antepasados, hay unos elementos comunes: Yana y Madgis. En la de al-Warraq
aparece en nombre propio de Mazig. Ibn Qutayba añade a Magis el
apelativo al-abtar.
El segundo grupo de
genealogías se debe a los mismos zanatas “deseosos de rechazar todo lazo
de unión con los beréberes”, haciéndose pasar por descendientes de los Himyaries.
Su origen es el mismo que el
de los beréberes: son los beréberes primitivos: los tehennu, los cinithi,
los sintae, los castrensi. Los zanata como grupo es un
invento árabe. Cuando los zanata observan que, para los árabes, una
colectividad se define por un antepasado, cuando más lejano mejor, observan su
nombre zanta y acaban explicando que su eponimo es zana, hijo de Yana,
según explica Ibn Jaldum (vide p. 207). Y acaban renegando de su orígen beréber.
Es, ante todo, un grupo cuyo nombre es descriptivo, las gentes de la (letra) t,
como los sanhaya son las gentes de la letra ha y yim los masmuda
son los señores que escriben la m como la d (quienes escribían la U en lugar de C
y viceversa. Es cierto que los beréberes se dividen y subdividen en
multiplicidad de tribus, pero después de la islamización; no antes. >>
LOS ZANATA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
Con cierta frecuencia se nos
hace notar a los mazighios canarios, la similitud de ciertos topónimos
existentes en la península ibérica con otros iguales o con la misma raíz de las
islas Canarias, en un intento de hacernos creer que los conquistadores
impusieron dichos topónimos en nuestras islas, sí bien esto es cierto en cuanto
a la nomenclatura católica de muchos lugares de nuestra Matria Canaria, la
mayoría de los cuales fueron impuestos a lugares cultuales guanches, no es
menos cierto, que, la mayoría de la toponimia considerada en España como de
origen árabe, lo es en realidad mazighio, como ejemplo valgan dos topónimos:
Chamberi, barrio madrileño tiene su epónimo en Chinech, Chamberi es el nombre
guanche del lugar hoy conocido como “Hoya Fría”; Achbona es el antiguo nombre
mazigio de Lisboa, (Portugal) Abona es el nombre de un Menceyato en Chinech
(Tenerife).
La proliferación de topónimos
de origen mazighio (beréber) en la Península Ibérica se debe a que si bien la
denominada conquista de España (ente politico y territorial que en la época no
existía como tal) fue dirigida por los árabes, la inmensa mayoría de las tropas
que penetraron en la península eran mazighias (bereberes). De entre los
numerosos grupos mazighios que acompañaron a los árabes como soldados, y
posteriormente grupos de artesanos, destacó por su importante aporte humano el
zanata, éste indómito y valiente pueblo juzgó un importantísimo papel en el
desarrollo social, cultural y económico de los pueblos que habitaban Iberia,
pueblos que vivían sumidos en la más absoluta barbarie de la edad media, como
hemos visto en otro lugar.
La presencia zanata está
contrastada documentalmente desde el 711 al 1492, durante los cuales los
entonces futuros españoles recibieron un importantísimo aporte cultural del
pueblo mazighio en todos los ámbitos de la vida. El investigador español
Jacinto Bosch Vilá es autor de un muy interesante artículo sobre el tema,
titulado Los bereberes en Al-.Andalus, del cual por su indudable interés
nos permitimos reproducir algunos pasajes: <<...Es, de cualquier forma
que sea, obligado convenir y aceptar, por tanto, sin la menor reserva, que las
poblaciones autóctonas del Norte de África-los pueblos beréberes, de orígenes
proto-líbicos, lo son-, estuvieron presentes físicamente, por una u otra
motivación o estímulo, en el solar hispano desde la antigüedad. La existencia
de elementos beréberes, la realidad de la presencia beréreber en la Península Ibérica ,
es una constante a lo largo de toda la historia peninsular, y no supone ninguna
violencia el admitir que la entrada masiva de beréberes en la Península , inducida por
el corrimiento de pueblos, de tribus beréberes, ocasionado, a su vez, por el
movimientos de tribus árabes hacía el oeste norteafricano y mediterráneo,
estimuladas por el Islán, puede entenderse como la culminación o eclosión de la
expansión de los pueblos nómadas, trashumantes y sedentarios, iniciada a
mediados del siglo VII. Tales tribus tenían su habitat primitivo en el Norte de
África, desde la Cirenaica
y la Tripolitania
hasta la cordillera del Atlas, las llanuras atlánticas y las tierras saháricas,
y un gran número de ellas, a partir del siglo VIII, bien fueran fracciones,
bien fueran sólo familias, estuvieron representadas entre los componentes de
población establecidas en el solar hispano y, más profusamente-es natural- en
las tierras de la antigua Bética y Cartaginense, que cubrían por entero y
excedían las tierras de la
Andalucía actual.
En la llamada edad antigua –sólo apta
esta denominación, a mi juicio, para la periodización de la historia europea y
de la civilización <<occidental>>-, inválida para otros continentes
y para otras civilizaciones y pueblos-, existieron, como en el curso de toda la
historia de los pueblos del área mediterránea, relaciones entre los pueblos de la Península y los del
Norte de África; Pero todo intento de penetración, ciertamente violenta, fue
rechazado al encontrarse con un poder fuertemente centralizado en la orilla
opuesta a aquella de la que procedían, poder que, además contaba con una no
menos sólida organización militar. El aparato estatal romano, proyectado también
a las provincias norteafricanas, constituía, por otra parte, un freno y, a la
vez, una especie de colchón en el que se atenuaban los golpes y todos los
intentos de grupos más o menos controlados y sometidos. Es curioso, pero
también cierto, que los primeros beréberes que la historia documenta como
hombres que pusieron el pié en la
Península , lo hicieron así, muy principalmente, en calidad de
mercenarios, papel éste, triste papel y marchamo con el que los beréberes han
discurrido, hasta tiempos muy próximos a los actuales. A lo largo de casi toda
la historia, salvando épocas muy gloriosas de ese pueblo o conglomerado de
pueblos, en las que llegaron a constituir auténticas dinastías (siglo XI AL
XV)-almoravides (Sanhaya saháricos), zuries y hammadies (Sanhaya del Norte),
almohades (Masmuda), Banu Marin, ziyaníe o Ab al-Wadies y haísies (zanata)-,
y ser señores de su tierra. Pero
antes, mucho antes de esa última eclosión y manifestación de auge de los
beréberes, en la Antigüedad
habían pasado a la Península
grupos más o menos numerosos, principalmente como auxiliares de ejércitos
romanos, sin que su presencia y acción en la misma tuviera como objeto
establecerse y desarrollar alguna actividad implicada en la cultura material o
espiritual de los pueblos hispanos. La romanización, tanto de la Península como de las
áreas norteafricanas más próximas al Mediterráneo, fue un fenómeno tan denso y
profundo que no permitió la personalización de los pueblos beréberes y de las
mismas tribus hasta que apareció el fenómeno histórico del Islam, que los fue
incorporando, en formas distintas, a su causa
Si bien es cierto que
existieron mazighios (beréberes) insumisos a Roma, también lo fue que la
existencia de mazighios insumisos a los árabes, a los turcos, a los franceses y
a los españoles, a lo largo de toda la historia. La sumisión y la insumisión,
efecto de una violencia física o
mental -en lo físico está inmerso el
factor económico, y en lo mental o psíquico, el ideológico-, (situaciones
vigentes en Canarias en la actualidad) sería
otro aspecto digno de ser tratado en relación con el pueblo o los
pueblos mazghios, pero ajeno a nuestro propósito aquí. Tan sólo lo traigo a
colación por cuanto existen también datos concretos de la penetración o de
incursiones con devastaciones, concretamente en la Bética , de beréberes
insumisos a Roma. Según los historiadores de la antigüedad y basándose en
fuentes documentales y epigráficas, referidas, naturalmente, al área
mediterránea occidental, una primera incursión tuvo lugar en el siglo II de
J.C., poco después de la muerte de Vero, ocurrida ésta en el año 169. Una
segunda parece ser que fue hacía el 175. Una y otra incursión procedían de la Mauritania Tingitana ,
donde los Baquetes -¿los Bargawata de los tiempos islámicos?-tenían su habitat.
Se han dado los nombres de las tribus beréberes insumisas de los Macize y
Masaesyles, en la
Mauritania Cesariana , éstos últimos ocupantes del Rif en la
época romana, y de los Bavares, también de la Mauritania Cesariana ,
y de los Baquates ya nombrados, asistidos por los Masaesyles, que contaban con
barcos para cruzar el mar.
ESTABLECIMIENTO DE GRUPOS IMAZIGHEN
(BEREBERES) EN AL-ANDALUS
Los mazighios-lo hemos dicho-
ciertamente se establecieron en al Andalus, la parte de la península que recibió
tal nombre tras la llegada a ella de beréberes y árabes, gracias al estímulo
del Islam. El movimiento de los pueblos y de tribus a qué dio lugar el fenómeno
humano del Islam, no resultó baldío. El ímpetu vital –se ha escrito- no es
ajeno a la herencia temperamental, y uno y otro dan lugar a contactos que, a
veces llevan a choques y éstos a entrecruzamientos de grupos humanos de muy
distintos orígenes y culturas. Son fusiones de estilos de vida y de esencias
culturales, procesos de interpretación y de asimilación, de integración también
y de desintegración que no obedecen a otra ley que a la pendular y espirílea de
la historia, y, a la de la gravedad especifica de la especie humana a cada uno
de sus componentes.
Los contactos aludidos son el
producto de una de las direcciones en que se despliega o proyecta la dinámica
geopolítica de los pueblos del Norte de África y de la península, a través
sobre todo, de este centro especial de gravedad de la Historia del Occidente
mediterráneo que es el estrecho de Gibraltar, centro de gravedad, también, del
Islán en la llamada Edad Media europea.
Hasta julio del año 710
ramadán del año 91 de la hégira, no se tiene noticia documental fidedigna, que
sepamos, de incursiones beréberes en la península de la época romana. En
aquella fecha, un beréber zanatí, dicen las fuentes árabes, Tarif b.
Malluk con cuatrocientos o quinientos hombres, sin duda beréberes también, se
arriesgó a realizar un desembarco en la otra orilla del Estrecho, con el fin de
realizar una simple excursión exploratoria que dio por resultado la obtención
de botín. A fines de abril de 711/rayab del 92, Tariq b. Ziyad, probablemente
otro zanatí, con unos miles de hombres, 7000 a los que se le
agregaron otros 5000 poco después, según las crónicas, en su casi totalidad del
tronco étnico Zanata, entre los
cuales había mestizos de negros. Tales habían sido y eran los contactos con las
tribus de color del África subsahárica occidental. Abrían de par en par las
puertas del arco penibético-rifeño, partido hacía siglos, y sentaban las bases
para la entrada masiva de beréberes y para el establecimiento de grupos humanos
de distintas tribus y procedencia en el solar hispano, al derrotar –ciertamente
fue una acción violenta inducida- al rey visigodo Rodrigo, el 19 de julio de
aquél mismo año de 711/28 de ramadán del 92; y al hundirse con ello, poco
después, la monarquía visigoda. La entrada de aquellos beréberes cambió el
curso latino, cristiano e hispano visigodo de la historia peninsular para
lentamente, tomar el curso arabo-islámico en el que el elemento humano beréber,
mayormente el hispano islamizado, puso de manifiesto un dinamismo tal,
enfrentado o no al elemento árabe predominante, político y socialmente, en las
ciudades que incidió enormemente en el devenir de la historia, y contribuyó, no
menos, a la identidad y especificidad de una cultura.
Desde aquél mismo momento que
hemos apuntado, no dejaron de pasar y traspasar beréberes de una a otra orilla
y de establecerse hombres y familias de las más variadas procedencias –Botr y
Baranis- en distintos lugares de al-Andalus. Las tribus que aportaron mayores
contingentes a la hora de entrar en la Península , seguramente con el ánimo de
establecerse en ella, dado los estímulos que la bondad de sus tierras, riquezas
naturales y ansias de botín. Les despertaba las noticias que sin duda de ellas
tenían, a parte otras razones, eran, siguiendo la clasificación y las
denominaciones que de las tribus beréberes da Ibn Jaldun para aquellos siglos,
tribus en su mayoría del tronco Zanata, que llevó en una gran parte el
peso de la <<conquista>>. Varias fracciones o subtribus de los Matgara,
la más importante por su origen y su número del grupo o confederación de los
Banu Fatím, que en sus lugares de origen habitaban con carácter permanente en
cabañas hechas de ramas –dice Ibn Jaldun- Un gran número de Madyunay de
Miknasa, Grupos Hawwara, Narza, Gumara y Masmuda, Formaban el
grupo de beréberes que pasaron a la Península con Tariq. Ello no fue más que el
comienzo pues, <<atraídos por las
conquistas en al-Andalus y por el incentivo del botín, las gentes del Norte de
África pasaron al-Andalus de todas partes y cruzaron el mar con lo que
pudieron>> dice Maqari.
Curiosamente, Luis del Marmol Carvajal, contemporáneo de aquel, escribía a fines del siglo XVI con referencia a las
victorias conseguidas por los beréberes y árabes sobre los visigodos
<<Sabidas estas victorias en África fue tanto el número de Africanos que
creció en España que todas las ciudades y villas se hincharon dellos, porque ya
no pasavan como guerreros sino como pobladores con sus mujeres e hijos, en
tanta manera que la religión, costumbres, y lenguas corrompieron, y los
nombres de los pueblos, de los montes, de los ríos, y de los campos se
mudaron>>. Tales palabras
tanto las del norteafricano Maqqari como las del español Luis del Marmol,
aunque sean testimonios tardíos, son dignos de crédito y expresivos para la
apreciar aunque no cuantificar el volumen de gentes imazighen que se estableció
en al-Andalus y la significación que su
presencia tuvo en ella, arabizados o no. Entre tales gentes, ya desde la
primera hora, es decir, desde el siglo VIII, y entre otras muchas no
documentadas todavía, tenemos testimonio de que figuraban: Banu Ifran, Banu
Llan o Aylan, Banu Qazar, Banu Awsaya, Banu Zaarwal, Banu Razin y Banu Zennun
–estas dos últimas de la tribu Hawwara, Banu llyas, Banu Samlal y Banu Yahya b.
Katir. Hubo pues, asentamientos de tribus subtribus y familia Zanata y
Masmuda, en al-Andalus, desde la primera hora. Un grupo de los Nafza o Magila,
pasó con el instaurador de la dinastía Omeya (Umeya) en al-Andalus, Add
al-Rahman al-Dajil b. Mu awiya, y se
acogió, como tantos otros a la wala de los Bany Umayya, engrosando así el
número de mawali integrados a la gran
familia árabe. Grandes migraciones de beréberes, enrolados como mercenarios en
los ejércitos de Córdoba, sobre todo en la segunda mitad del siglo X incorporaron a al-Andalus a gran número de
nuevos individuos y familias de los troncos Zanata, Masmuda y –esta vez-
también Sanhaya procedentes de Yfriqiya, algunos de cuyos nombres nos son
conocidos. Familias o fracciones de las tribus Malzuza, Azdaya, Saldina,
Ulhasa, Awaraba y Zuwawa, de la confederación Kutama, se hallaban ya
establecidos en la Península
en los últimos años del califato. Los tres grandes troncos étnicos beréberes
estaban, pues, ampliamente representados en las distintas colonias y núcleos de
población de al-Andalus a mediados del siglo XI, cuando Ibn Hazm nos da cuenta
de ellos y de su ubicación o habitat. Es natural que el número de beréberes
aumentara considerablemente en al-Andalus durante los siglos XII y XIII,
especialmente sahárico del grupo Sanhaya y Masmuda, con la intervención de
almorávides y almohades en
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