Tan vieja como la civilización es la historia de las matronas. En todas las
épocas y culturas han existido personas que han ayudado a las mujeres en el parto, mitigando su dolor, asistiendo el parto y ocupándose del recién nacido.
Todos los pueblos, desde la más remota antigüedad, han tenido sus expertas en el arte de partear, sus prácticas han ido evolucionando desde un cúmulo de nociones rudimentarias propias, transmitidas o basadas en la tradición cultural,
en muchas ocasiones bajo la influencia de prácticas místicas o religiosas, hasta llegar al conocimiento científico.
Un oficio que se ha desempeñado en Canarias, desde la época aborigen y que ha pervivido prácticamente hasta nuestros días. Su labor era atender a las parturientas los meses previos al alumbramiento, asistirlas durante el parto, cortar el cordón umbilical y aconsejarlas sobre la dieta necesaria para lograr una rápida recuperación.
Su tarea no se limitaba a prestar sus conocimientos y experiencia durante el parto, sino que, tras el alumbramiento, visitaba diariamente la casa de la madre para lavar al recién nacido y “curarle la vida”, en referencia al cordón umbilical. “Para ello, lo ataba con hilo de coser, lo envolvía en una tela empapada en aceite y, finalmente, lo cubría con un trapito. Posteriormente se fajaba el recién nacido con otra tela llamada ombliguero u ombliguera. Cinco o seis días después se desprendía la vida, que se acostumbraba a guardar durante bastante tiempo en el interior de un recipiente”
Publicado por
Maria Gomes Diaz. Noviembre de 2014.
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