Los antiguos pobladores de Canarias eran, por lo general, hombres ágiles y valientes, atributos que tenían en alta estima y consideraban como fruto de la educación guerrera que recibían, pues desde pequeños los enseñaban a saltar, correr, trepar, luchar, tirar piedras y levantar pesos. Si a ello añadimos que la alimentación que recibían, además de ser sana y sencilla, era rica en vitaminas, y que la benignidad del clima ayudaba a la templanza del ambiente, se explica y no llama la atención el echo de leer en documentos antiguos que los canarios llegaron a alcanzar edades que oscilaban entre los ciento y ciento veinte años.
Con estos antecedentes no es de extrañar el que no tuvieran las más ligeras noticias del arte de curar, y el que las personas que a él se dedicaban hicieran raramente fortuna, aun cuando fueran respetadas por todas las demás. Los recursos terapéuticos de que hacían uso eran los que les proporcionaba la tierra en que habitaban. De ahí el que se valieran de aquellas plantas, productos animales y utensilios de piedra que, a la par servíanles de alimentación, aplicaba como remedio a sus males.
Cardón: De todas sus partes, la que más
interesaba al isleño, por sus propiedades medicinales, era el jugo. El polvo de
este jugo, obtenido por desecación, lo empleaban, aplicado al exterior, para
tratar los huesos afectos de caries y las heridas producidas por los malos
sangradores.
Tabaiba: La leche de tabaiba salvaje la empleaban
para cauterizar empeines. Su corteza, aplicada sobre las articulaciones enfermas,
actuaba en calidad de enérgico revulsivo. Se trataban igualmente las artritis
crónicas, las antiguas y anquilosadas luxaciones y las fracturas en las que,
después de levantado el apósito de reducción, la respectiva articulación no
funcionaba.
Drago: La sangre de drago legítima tiene virtud
incrativa y desecativa, por lo que solían aplicarla interiormente en las
disenterías y hemorragias del tubo digestivo, bebiéndola con leche desnatada y
fría en las colitis. Exteriormente la aplicaban para secar úlceras y
cicatrizarlas y para fortalecer las encías y dientes.
Mocán: Con el fruto del mocán, que llamaban yoya
hacían una bebida que fermentada, que llamaban chacerquen, que usaban para
quitar los dolores y las náuseas y como astringente mezclado con la corteza del
mocán. Si querían obtener efectos laxantes lo mezclaban con el zumo de otras
hierbas medicinales y con el suero de la leche.
Grama o greña: De esta planta usaban la raíz cómo diurética, preparándola en
forma de tisana, y menos veces como aperitiva y refrigerante. Productos medicinales del reino animal.
Manteca:Cuando un enfermo aquejaba dolores en
cualquier parte de su cuerpo, procedían a practicar escarificaciones sobre la
piel con cuchillos de pedernal. Cómo tenían la idea de que la causa del dolor
radicaba en el frío, lo sometían a continuación a un sudor que provocaban
abrigándole con pieles de carnero, después de haber sido untado con manteca y
de haberle hecho beber una infusión de borraja que estuviese bien caliente.
Cuando los isleños se disponían para la lucha, untaban todo su cuerpo con manteca fresca de cabra a fin de resistir mejor los golpes. Si recibían heridas, las trataban con estopas de juncos majados y empapados en manteca hervida.
Productos medicinales del reino mineral.
Aguas minerales: Las aguas de los manantiales de
Salinetas y Playa de Gando tenían efectos laxantes. Las de Firgas, Teror y
Azuaje las tomaban para las dolencias y fatigas del estómago.
Terapéuticas quirúrgicas.
Sangrías: La aplicaban en la vena del brazo y con
menos frecuencia en las de la frente. Se usaba en los dolores de costado,
disneas y sofocaciones de origen cardiaco o respiratorio, y en general en las
enfermedades de larga duración.
Trepanación: Consiste en el desprendimiento de
una o varias porciones, generalmente circulares, de la bóveda craneana. La
usaron probablemente en casos de cefalalgias muy fuertes.
Fuente: Conocimientos científico técnicos de los
guanches.
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