Eduardo Pedro García Rodríguez
Estimado Antonio Mariscal
Trujillo: Acuso recibo de su atento correo en que el tiene la amabilidad de
hacer algunos comentarios en torno a un modesto trabajo mío relacionado con el
judío converso Pedro de Vera, mercenario al servicio de la reina Isabel I de
Castilla.
Permítame decirle que los datos
reflejados en dicho artículo son ciertamente un pálido reflejo de la realidad
de los hechos llevados a cabo por dicho sujeto en estas islas, hechos que están
debidamente documentados, así como otros que por respeto a la sensibilidad de los lectores hemos dejado
en el tintero.
En cuanto a tener en cuenta la
época en que se desarrollaron las masacres llevadas a cabo contra el pueblo
canario por este sujeto y Dña. Beatriz de Bobadilla y auspiciados por las
coronas de Castilla y Aragón, permítame decirle que existen acciones que por su propia naturaleza atentan
contra el derecho natural de la sociedades y son considerados crímenes contra
la humanidad, al margen de la época histórica en que estos atropellos hayan
tenido lugar. ¿Acaso debemos justificar el holocausto judío cometido por los
nazis durante la segunda guerra mundial
achacándolo al “signo de los tiempos? ¿Es justificable las invasiones
bombardeos y destrucciones de pueblos
como Vietnam, Afganistán o Irak por cuestiones geoestrágicas o por el control
de la producción petrolífera llevada acabo por Norteamérica? ¿Es justificable
la invasión y colonización de otros pueblos aduciendo razones económicas o necesidades de materias primas?
Puedo asegurarle que en mis
trabajos suelo ser lo más objetivo posible, y no analizo los hechos desde una
perspectiva actual, lo que sucede es que no valoro los mismos de una óptica
romántica o enmascaradora a la que tan habituado nos tiene la historiografía
oficial, la cual nos suele presentar a los actores de determinados pasajes
históricos enmascarados bajo sutiles aspectos de caballeros de rutilantes
armaduras guiados por nobles intereses en bien de la humanidad, nada más lejos
de la realidad histórica que estas leyendas sostenidas y propagadas por el
sistema dominante.
En cuanto a su discurso en torno
a la “romanización del Mediterráneo” “fenisación” o “cartagenisación” por ser un
tema demasiado conocido y reiterativo permítame no entrar en detalles,
solamente decirle que si bien la ocupación de parte de la península ibérica por
el Islán estuvo dirigida por árabes, las tropas y colonos eran Imazighen
(Bereberes) de lo cual da fe la amplia toponimia existente en la región y aún
hoy en día siguen confundiendo como de origen árabe, ¿Sabe usted que el
primitivo nombre de la actual Lisboa era Achbuna? Pues en la isla de Chinech
(Tenerife) existe un Menceyato cuyo topónimo es Achbuna, castellanizado como
Abona.
Se equivoca, efectivamente, soy
canario de nacimiento y genéticamente, es decir, guanche, y la modesta cultura
que tengo la he adquirido debido a mis inquietudes y curiosidad, pues el
sistema o las circunstancias no me permitieron (afortunadamente en mi caso) el
acceder a esa gigantesca máquina de lavar cerebros que es la Universidad de España
en Canarias, naturalmente que me entiendo con mis vecinos y también con usted
mediante el uso de la lengua castellana, más exactamente con el castellano
hablado en Canarias, pues como usted bien sabe, el español no existe como
lengua pues en el reino de España
existen varias lenguas cultas (además de algunos dialectos), entre ellas la
castellana la cual es la Lengua Oficial
del Estado Español.
El aporte de población europea en
las islas Canarias en las primeras décadas de la invasión y conquista de la Nación Canaria por
pueblos procedentes de la
Península Ibérica algunos de los cuales conforman hoy el
Estado español, fue ciertamente poco importante.
Dicho aporte poblacional fue
reabsorbido por la población autóctona tal como recoge a finales del siglo XX,
para la isla de Chinet (Tenerife) el prestigioso científico Doctor D. Juan
Bethencourt Alfonso:
“Al celebrase la paz de Tahoro de los Realejos y hablando en cifras redondas,
existían en Tenerife 20.000 guanches de todas edades y sexos aunque
predominando mujeres y niños, de los cuales unos 5.000 continuaron si someterse
a los invasores europeos en medio de los montes sin querer darse a partido, y
los otros 15.000 se mezclaron con un millar entre conquistadores y pobladores
europeos formando los núcleos de las veinte y tantas poblaciones actuales.
Cuanto a mujeres europeas, como aconteció en las demás islas, eran contadas.
De los 1.000 europeos entre conquistadores y pobladores que se
avecindaron durante los primeros lustros, salvo unos cuantos extranjeros no
españoles que por su escaso número nada significan, unas pocas docenas eran
portugueses, como 200 indígenas isleños en su mayoría de Canaria y el resto de
españoles, que siendo casi en la totalidad solteros se casaron con las
guanchas. Aparte de que esto era natural, sábese por tradición, por lo que
arrojan los archivos y sobre todo por el testimonio nada sospechoso de un
comisionado inquisidor de aquella época, que hizo un padrón secreto de todas
las islas, y sacó a la luz el erudito Sr. Millares.
En lo esencial los hechos expuestos son exactos y sólo falta aplicarles
las conocidas leyes de la herencia y de cruzamiento; con las circunstancia en
esta ocasión de hallarse favorecido el coeficiente o grado de afinidad sexual,
por estar comprendido en el grupo llamado por Mr. Broca de homogenesia eugenésica o absoluta,
puesto que tanto los naturales de las otras islas, portugueses españoles como
guanches de Tenerife, proceden del mismo manantial íbero-libio.
Siguiendo con el ejemplo de los 1.000 conquistadores y pobladores
casados con otras tantas guanchas, pues los pocos que ya lo estaban para el
caso es lo mismo porque se amancebaron, resultó:
1.º hijos mestizos de primera sangre.
2.º Simplificando el ejemplo para más fácil comprensión, mestizos de
segunda sangre (que es el primer grado
de retorno), que comprende a los vástagos del cruzamiento de los
mestizos anteriores con guanchas, que eran las que abundaban.
3.º Mestizos de tercera sangre (segundo
grado de retorno) o sea los nacidos de la segunda sangre casados con
guanchas de pura raza y así sucesivamente hasta que en el quinto o sexto
cruzamiento de retorno, como la población no era alimentada con elementos de fuera
sino de la tierra, desapareció por lo general todo vestigio de mesticismo
(mestizaje) y reapareció el tipo de raza de la madre o séase del guanche con todos sus
caracteres>>.
Por otra parte, es evidente que la parte de la población guanche que no
se mezcló con los invasores fue la mayoritaria, especialmente los alzados, y la
mayoría de los Menceyatos pertenecientes a la banda del Sur de la isla, los
cuales por razones orográficas y como consecuencia de los tratados de paces, estuvieron prácticamente vedados para los
conquistadores y colonos europeos
durante muchos decenios después de la conquista. Cuenta un viajero inglés del
siglo XVIII, refiriéndose a los guanches de Güímar que: <<aun el más pobre de ellos, tiene en menos precio el casar con
mujer española.>>
Por si puede ser de su interés en
correo aparte le enviaré un artículo del prestigioso investigador canario don
Francisco García Talavera-Cazañas, el cual trata de la composición genética de
la población canaria actual, la cual naturalmente ha sufrido un alto nivel de
criollismo a partir de los años setenta del pasado siglo debido a la masiva
arribada de contingentes humanos europeos promovido por el Estado Español
amparándose para ello en el denominado Boon turístico.
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