Eduardo Pedro García Rodríguez
Desde los inicios del capitalismo
denominado moderno, determinados pueblos se han dedicado a la explotación
cruenta o aparentemente pacífica de otros menos predispuestos a abandonar sus
fronteras naturales para aumentar sus recursos a costa de la depredación a
terceros.
Esta actividad depredadora basada
en la apropiación territorial y el saqueo de los recursos naturales, de la esclavitud
y venta de seres humanos, ganados y cualquiera otros elementos factibles de ser
comercializados, suelen estar amparados por normas dictadas unilateralmente
desde la prepotencia del invasor y
disfrazadas bajo los silogismos de “Descubrimiento” “Comercio” o “Expansión de
la fe”, actividades que generalmente va
precedidas en unos casos y simultáneamente en otros de una penetración
ideológica mediante la cual el invasor intenta ganar para su causa a los miembros más
débiles o más corruptibles de la sociedad dominada, halagando su vanidad, o
ofreciéndoles perspectivas de colmar sus ansias personales de poder económico,
político o social, a cambio de lo cual renuncian a sus raíces nacionales y se
convierten en fieles cancerberos del invasor.
Los tiempos cambian y, con ellos
las formas de explotación, pero no el fondo, así tenemos que el desmedido
acaparamiento de plusvalías por parte de un reducido grupo dominante va creando
una serie de gigantescos monstruos económicos que crecen más y más alimentados
en su voracidad sin límites por las miserias del resto de la humanidad.
Y, a este insaciable monstruo hay
que dotarlo de un aspecto amable para que no produzca en los explotados un
sentimiento de rechazo, y para ello se recurre de nuevo al silogismo y se
enmascara bajo el término Globalización,
bajo el cual se amparan las multinacionales cuyo fin último es convertirse
en una única multinacional universal.
Pero las multinacionales no son
solamente las de índole netamente económico, también están englobadas las
multinacionales del espíritu, es decir, las autodenominadas religiones
mayoritarias, las cuales comercian precisamente con lo más íntimo y profundo
del ser humano, con su espiritualidad, con sus sentimientos, con sus
inquietudes morales, sus congojas, sus expectaciones y dudas vitales. La
explotación material de los seguidores voluntarios o por imposición de estas
denominadas grandes religiones mediante el chantaje espiritual es de tal
magnitud que, en aquellos países donde predominan estas confesiones, sus
ciudadanos son los más atrasados económica, cultural y socialmente del planeta,
de ello tenemos sobrados ejemplos en los países del Sur y Centro América,
África, Oceanía etc.
En este materializado sistema
capitalista no sólo se comercia con materias, primas, manufacturas, o servicios
improductivos, también se comercia con la política, las ideologías, la cultura,
la enseñanza, la salud e incluso con las almas.
Pero como hemos dicho, los
tiempos cambian y con ellos los métodos de explotación, así tenemos que en el
caso de esta colonia de España en el Noroeste de África, llamada Canarias, la
metrópoli ha decido cambiar la imagen de una explotación salvaje y directa de
esta nación ocupada, por otra más amable y, ¡como no! Se recurre una vez más al
silogismo y se crea una supuesta autonomía, ahora bien, una autonomía por modesta
que esta sea si no es debidamente controlada, puede llegar a ser incómoda para
el sistema opresor, y por ello la metrópoli recurre a las nuevas técnicas de
mercado para perpetuar la explotación de este país.
Así tenemos que la metrópoli
introduce en esta colonia el sistema conocido como franquicia, extendido a la
política y decide franquiciar a un grupo de criollos canarios cediéndoles el
usufructo de las patentes del Partido Popular (PP) y la del Partido Socialista
Obrero Español (PSOE), a pesar de que éste último hace décadas que perdió la O de obrero en los pasillos de
los grandes bancos y en las salas de espera de las multinacionales.
Anteriormente la metrópoli también
había concedido la patente de un ente denominado CDS, que despertó cierta expectación
en el criollismo local, pero sus malos resultados en España acabaron con las perpectivas
de éstos criollos de servicio.
Paralelamente también concede
franquicias en el ámbito laboral y abre sucursales en Canarias los sindicatos metropolitanos Comisiones
Obreras, Unión General de Trabajadores, Unión Sindical Obrera, Sindicato
Unificado de Policías y otros, con la misión de apoyar y secundar a los
franquiciados políticos, y para hacer posible la explotación empresarial con
los menores sobresaltos posibles, además tratar de eliminar del panorama
laboral a los sindicatos netamente canarios.
Para los lectores que no estén muy impuesto en
esto de las franquicias- término que aparentemente no proviene de franquista-
les indico que: “La franquicia
es un tipo de contrato utilizado en comercio (y en política) por el que una
parte llamada franquiciador –en este caso el Estado español- cede a otra
llamada franquiciado –criollos de servicio- la licencia de una marca así como
métodos de hacer negocios a cambio de una tarifa periódica o royalty.
La franquicia consiste en aprovechar la
experiencia de un empresario – en este caso el Estado español- que ha
conseguido una ventaja competitiva destacable en el mercado.
Dicha ventaja puede consistir en una marca impuesta,
productos o métodos patentados o, simplemente, un profundo conocimiento del
negocio que le hace conocedor de la fórmula de obtener beneficios.
Mediante el contrato de franquicia, el
franquiciador se compromete a transmitir parte de esos valores al franquiciado
y éste consigue una sensible reducción de los requisitos de inversión así como
el riesgo. En todo caso la propiedad exclusiva de la marca y sistema de
explotación es del franquiciador.”
Cuando el volumen de negocios es sumamente
importante, al objeto de mantener las expectativas de mercado y garantizar los
astronómicos beneficios, el franquiciador suele conceder de manera indirecta
parte de su experiencia explotadora a otro u otros operadores, con ánimo además,
de mantener cierta competitividad productiva en el sector, así tenemos que en
el caso de Canarias el franquiciador concede parte de su bagaje y experiencia a
un determinado grupo de criollos de servicio desencantados su experiencia con
el CDS para que monten un negocete el
cual denominan ATI (Asamblea Tinerfeña de Inmobiliarias) y que posteriormente
una vez alcanzadas ciertas cuotas de mercado se transforman en la Coca o lo que es lo mismo
Coalición Canaria.
A su vez y debido al enorme incremento del
volumen de negocios y para acaparar el mayor campo posible dentro de los
límites que el fraquiciador les permite, la Coca opta por ceder pequeñas parcelas de poder
económico y político a otros grupos de criollos los cuales dominan siglas como
PNC. PIL y otros subcontratados que sólo aspiran a recibir algunas migajas
caídas de la mesa de la Coca
a cambio de afianzarle sus patas.
Todo este tinglado someramente expuesto estimado
lector, se sustenta en algo tan simple y la vez tan importante como es tu voto,
por ello medita antes de votar y pregúntate, ¿quiero continuar manteniendo con
mi voto a una panda de franquiciados especuladores o por el contrario prefiero
votar por una marca de desarrollo propio y autóctono? Tú decides.
Ciudad colonial de Eguerew Febrero de 2008.
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