El siglo XVIII supuso para el puerto el momento de su asentamiento y mejora. Hasta entonces, Santa Cruz era considerada como el puerto de
- Las mejoras en las comunicaciones interiores: salvaban en parte las dificultades de traslado de los productos de exportación desde el norte de la isla.
- La instalación permanente de los capitanes generales en Santa Cruz: fue una de las razones del constante impulso que durante todo el siglo XVIII se destinó a la infraestructura para la mejora del puerto.
- el nacimiento de una pequeña clase burguesa-comercial. a la sombra del tráfico marítimo.
A la hora de entender este progreso, observamos
de forma evidente que las sucesivas mejoras en el muelle motivaron la
prosperidad de toda la población. El capitán general de Canarias Agustín de
Robles y Lorenzana (1705-09) con mejores conducciones y obras de distribución
dotó de agua a Santa Cruz posibilitando un suministro a los navios más eficaz.
El interés de los comandantes generales por adecuar un muelle en condiciones
fue acometido con la ayuda de los ingenieros militares, nuevos técnicos
necesarios para desarrollar lo que en siglos anteriores había sido una sucesión
de fracasos. La primera gran dificultad que había que afrontar era replantear
el lugar idóneo para el muelle. Recordemos que durante todo el siglo XVII las
transacciones portuarias se vieron realizadas en la Caleta , ahora llamada de la Aduana , por encontrarse
allí dicho edificio. La Caleta
no primero de los ingenieros militares en sugerir un cambio de emplazamiento
fue Miguel Benito Herrán que en 1729, propuso la construcción de un dique que
partiera desde la laja de San Cristóbal. Este proyecto, por carencia de fondos
y de iniciativa, no se llegó a realizar. En 1741 el comandante general Bonito y
Pignatelli ordenó su ingeniero Antonio La Riviere el estudio y proyecto de un muelle en el
lugar indicado doce años atrás por Benito Herrán. Al año siguiente La Riviere entregó su
proyecto que fue aprobado en Madrid en mayo de 1742. No obstante el proyecto se
quedó en papel.
El ingeniero militar La Rivière : El episodio
de era el lugar propicio para la instalación de un muelle con el suficiente
calado. El la oreja de Jenkins, capitán y pirata inglés que acudió al
Parlamento británico mostrando en su mano una de sus orejas, alegando que se la
había cortado el jefe de un guardacostas español, marca el inicio de un
conflicto buscado de excusas para romper
las paces con España (1739). Su intención era abusar de las concesiones
españolas tras la paz de Ultrech y no limitarse a las bases pactadas
arrebatando territorios hispanos en América. La presencia de piratas y
corsarios se recrudece en las islas. El ingeniero militar francés Antonio La Rivière llegó tras ser solicitado por el
Comandante General Emparán (1740) para estudiar y disponer técnicamente las
fortificaciones y otros puntos básicos para la defensa de las islas. El
proyecto de un muelle recogió la idea de su compañero Benito de Herrán, en
1729, cuando situó también el arranque para un sólido espigón portuario, desde
la laja del castillo de San Cristóbal.
En 1749 un nuevo comandante, Juan de Urbina, intentó
llevar adelante la construcción del muelle. Para ello recomendó a los
comerciantes más acaudalados de la población la participación económica en los
gastos de las obras. Se acordó un impuesto a todas las embarcaciones que
utilizaron la Caleta ,
además de los donativos realizados por el propio comandante general y los
comerciantes de la ciudad. Esta vez redactan estudio y proyecto los ingenieros
Francisco La Pierre
y Manuel Hernández quedando éstos finalizados en septiembre de 1749, mejorando
en mucho el realizado por La
Riviere siete años antes. Las obras se iniciaron al año
siguiente, construyéndose un espigón que arrancaba desde la laja de San
Cristóbal a manera de sólido rompeolas perpendicular a la costa y rematado por
un martillo en forma de media luna que daba abrigo a las escaleras de acceso.
Con las obras recientemente acabadas, en 1755, un temporal se llevó parte del
malecón dejando el muelle en un estado lamentable. Los comerciantes que habían
invertido su dinero dudaron si ese era el mejor lugar para instalarlo y
empezaban a pedir que se volviera de nuevo a la Caleta de la Aduana. No fue hasta
1784 cuando un nuevo técnico de gran categoría, Andrés Amat de Tortosa, ayudado
por otro ingeniero, Francisco Jacot, iniciaron las obras de reparación. Estas
consistieron en una mayor cimentación del martillo, cambio de distribución de
las escaleras que ahora se entrelazaban entre sí, conducción subterránea de
agua hasta las mismas escaleras para el abasto de los buques, fábrica de una
casa para los oficiales del muelle y, por último, pavimentación para facilitar
el tráfico rodado. Estas por los británicos. Formó parte de un catálogo obras
concluyeron en 1787 quedando Santa Cruz con un muelle con el que había soñado
desde su nacimiento como puerto. Los viajeros que recalaban en él nos hablan de
un desembarcadero cómodo o de un hermoso muelle de cantería.
Edificación de Proyectada por
Edificación de la Real Aduana :
En la explanada que daba al desembarcadero de la
caleta de Blas Díaz, pasado el boquete y a la derecha, se instalaría un pequeño
reducto, de nombre "La
Concepción ", para proteger la zona del fondeadero frente
al mejor acceso de pasajeros y mercancías. Pegado a dicho fortín, hacia el sur,
estaba la "Plataforma", vestigio de una de las fortalezas de mediados
del s.XVI y el primer cuarto del XVIII, cuartel para la caballería. Bonito
Pignatelli consideró levantar en la "plataforma" un buen edificio
para la Real Aduana ,
no sin agrias controversias con los técnicos, dada la peligrosa vecindad de la
citada batería, que para el Comandante General significaba todo lo contrario:
los cañones al par de custodiar al desembarcadero, defendían el resguardo de
los caudales del rey, sus funcionarios y mercancías en depósito. Se salió con
la suya. Resultó un amplio edificio cuadrado, altura de dos pisos, de argamasa
y madera, con amplio portalón de entrada al que decoró con mármol traído
expresamente de Lanzarote, las Armas Reales de España y esta lápida:
"Reynando Phelipe V el Animoso y siendo Comandante General de estas Islas
D. Andrés Bonito y Pignatelli se construyó esta Real Aduana" y en la parte
superior: "Anno de MDCCXXXXII".
Esta puerta principal daba a la que se llamaría calle de la Caleta , de la Aduana , de la Tesorería y General
Gutiérrez, pues tal edificio público casi llegó a los dos siglos en pie y sería
destruido para la posterior de ese tramo costanero y edificar el actual Centro
de Correos y Telégrafos. Menos tiempo duró la Capilla de la Real Aduana , que se
dedicó a Nuestra Señora del Buen Aire, derruida en 1822, de singular devoción
entre capitanes, maestres y dueños de navíos.
Embarcaciones francesas con el nombre Santa Cruz de Tenerife:Desaparecen de la escena insular el ingeniero
El año de la liberalización del comercio con
América no fue óptimo para el puerto de Santa Cruz, único puerto de las islas
habilitado para llevar productos exclusivamente de las islas a los mercados
indianos. El puerto que más cargó fue el de Cádiz, con 63 buques despachados;
con un valor de las mercancías españolas de más de trece millones de reales; de
las extranjeras, cerca de treinta y siete millones y los derechos abonados,
algo más de dos millones y medio de reales. El último de la lista (La Coruña , Barcelona, Málaga y
Santander), es el de Santa Cruz de Tenerife: sólo nueve buques, un poco más del
millón doscientos mil reales por el valor de los productos isleños y cerca de
setenta mil reales, los derechos abonados. En el tráfico atlántico en el
s.XVIII, Santa Cruz es puerto dador y receptor de migraciones externas e
internas: hacia América, la primera, y desde las islas de Lanzarote,
Fuerteventura y El Hierro, la segunda, por el hambre acuciante impuesta por
prolongadas sequías. Muchos de esos isleños retornarán a sus lugares de
procedencia, si bien la mayoría o busca el escape de la milicia-colono en
Puerto Rico, Santo Domingo, Tejas, y La Luisiana , o aumenta la población, siguiendo el
mismo procedimiento de otras familias de aquellas islas.
Aumenta la población:
En la primera mitad del s.XVIII se produce un
establecimiento progresivo de habitantes, grupos familiares para establecerse
definitivamente o esperar la oportunidad de enrolarse en el cupo obligatorio de
isleños que, vía La Habana
y Veracruz, llegarán hasta el límite septentrional de la América hispana, en la
frontera de los norteamericanos indios soshones y fundan, como en centurias
anteriores los religiosos con sus misiones, nuevos pueblos, como la actual
ciudad y condado de San Antonio de Tejas, en 1731, por un grupo de isleños que
partieron de la rada santacrucera. En los primeros años de la segunda mitad del
s.XVIII, se registran documentalmente más
de seis mil almas, por lo que Santa Cruz de Tenerife se acerca a las dos o tres
ciudades del archipiélago no muy alejadas de aquel guarismo. Una muestra de esa
importancia es la Junta
de cosecheros, dueños de navíos y comerciantes que, de real orden, se celebró
en el Lugar y Puerto con la presencia del general de Urbina el primero de julio
de 1753, y en la que el benemérito tinerfeño y regidor Baltasar Gabriel Peraza
de Ayala, en nombre de Tenerife y La
Palma , propuso la creación y presentó el plan de "una
Compañía que entendiese de los intereses y frutos del país". La nueva
reglamentación postal dictada en 1720 en la metrópoli por Felipe V, pero
sobretodo la que con tan buena intención realizó años después Carlos III, vino
a encauzar debidamente el traslado de la correspondencia, desde puertos
peninsulares. A este monarca se debe la disposición firmada en el Buen Retiro,
junio de 1762, para establecer en "Santa Cruz de Tenerife, capital de esas
islas", la primera Administración de Correos en Canarias. Nombró a Pedro
María Martín, primer jefe de este Oficio dependiente de la Corona , pero subordinado al
Capitán General, superior jerárquico en todas las Reales Rentas. El jabneque Nuestra
Señora del Rosario, en calidad de correo oficial, dio fondo en la bahía
santacrucera el diez de agosto de aquel año, inaugurando, al tiempo que lo
clausuraba, tal servicio, pues la novedad no prosperó por culpa de lo elevado
de los portes a pagar por los receptores de cartas, ya que entonces se estima
de mal gusto abonar el franqueo quienes las escribían. (Tomado de Mg.net)ar
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