os mecanismos de medición están encontrando relaciones evidentes entre fenómenos periódicos de tipo climático (equinoccios, solsticios…) y algunos casos de cazoletas. Esto no deja de ser lógico en unas sociedades, las prehistóricas, que no tenían reloj de pulsera, ni de pared, ni de arena, ni calendarios como los que manejamos hoy. Sabían de la periodicidad de los fenómenos en el cielo porque los veían y tenían que marcar pistas para detectarlos. Lo hacían así, primero, porque el cielo era para ellos un misterio infinito (de ahí que inventaran la religión como respuesta explicativa a sus incertidumbres de todo tipo) y luego porque conocían la acción de los fenómenos del cielo y los medios de subsistencia.
Muchas de las tareas de su economía agraria estaban basadas en los ciclos del sol, por lo tanto era preciso conocerlos con exactitud. Eso se hacía a veces buscando lugares donde era más fácil ver la relación entre el cielo y la tierra. Evidentemente esos lugares se convertían en sitios sagrados y como tales, teniendo en cuenta que su uso era durante mucho tiempo, se dejaban marcas unas veces simbólicas y otras destinadas a marcar pistas para la detección de los fenómenos celestes que les interesaran. Algunas de esas marcas eran las cazoletas aludidas y en las que a través de su estudio parece evidente que al menos las de algunos puntos tenían que ver con la observación fenómenos celestes. Pero en otros no, lo cual indica que su cometido no era uno sino variado.
Maria
Gómez Díaz
Agosto
de 2014.
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