Manuel Hernández González
EL SIGLO XVI.
La conquista y colonización de las Canarias
centrales corre paralela al Descubrimiento de América. El descubrimiento y la
colonización de las Antillas por Colón convirtió a las Canarias en un escenario
privilegiado, en un laboratorio experimental. Plantas asiáticas como la caña de
azúcar y la platanera desde ellas serían llevadas a Indias. Técnicos canarios
trabajarán en el primer ingenio del Nuevo Continente en Santo Domingo. El ñame
africano penetrará desde bien pronto en el ámbito caribeño. Lo mismo ocurrirá
con el cerdo, la cabra, el perro y la oveja, que, conducidos desde las Islas,
se esparcirán por las Antillas. Las Canarias fueron, por tanto, un intermediario
en la difusión de plantas y animales en ambos lados del océano. La papa se
aclimatará rápidamente y se conocen desde bien pronto exportaciones hacia
Europa. En una fecha tan temprana como 1567 ya eran enviadas a Flandes. En
unión del millo transformará la agricultura isleña convirtiéndose en la
alimentación por excelencia de las clases bajas de la sociedad. Por su posición
y la acción de los vientos alisios se convirtió en el paso obligado para las
Indias.
Los canarios participarían en la conquista como
expertos guías. Entre 1492 y 1506 al menos 12 de las mayores expediciones hacen
escala en La Gomera
o Tenerife. Entre ellas las de los mayores nombres de la conquista como Colón,
Ojeda, Vespuccio, Pedrarias, La
Cosa, Yáñez u Ovando. Las Canarias tienen el privilegio de
comerciar con Indias desde los comienzos de la colonización del Nuevo Mundo.
Una Real Orden de 1511 simplemente especifica que los canarios parten solamente
con la autorización del capitán del navío.
De esa forma, canarios o residentes en Canarias
se convierten en parte integrante de las expediciones de conquista y
colonización, como la de Pedro de Mendoza en la fundación de Buenos Aires en
1535 o la de Pedro Fernández de Lugo para la conquista de Santa Marta en
Colombia y otras. Sin embargo no podemos hablar de emigración canaria en
sentido estricto, pero sí como una base para el traslado al Nuevo Mundo
sin los severos controles del monopolio sevillano. En el siglo XVI Santo
Domingo primero y La Habana
después son los principales destinos canarios. De forma lenta se irá
desarrollando un movimiento migratorio de comerciantes y de agricultores.
A
partir de 1670 a emigración presenta un carácter masivo y familiar. Tras
un siglo y medio de crecimiento se dan síntomas de crisis. La falta de salida
del vidueño canario, un vino blanco de mesa, tras la emancipación de Portugal
en 1640, cuyas colonias eran su mercado preferente, arrastra a numerosas
familias isleñas, particularmente de Tenerife hacia tierras venezolanas y
cubanas. Se habla de sobrepoblación, La elite canaria, acusada de basarse
su régimen privilegiado de comercio con América en el contrabando de productos
europeos, comienza a hablar de llevar a familias canarias a los territorios
vacíos del Caribe para evitar la pérdida de tal tráfico mercantil. La ocupación
de Jamaica por los ingleses, la del oeste de Santo Domingo por los franceses y
la de las Guayanas lleva a la
Corona a plantearse esa alternativa para evitar la ocupación
de parte de Venezuela o de las Antillas mayores. Se pacta con la Corona la Real Cédula de
1678 por la que debían ser trasladadas a tales lugares por los navieros
canarios 50 familias por cada mil toneladas de comercio a cambio de no pagar el
impuesto de avería. Sin embargo el objetivo era la obtención de una compañía
privilegiada que nunca llegará. Hasta el Reglamento del comercio
canario-americano de 1718 la
Corona no asume los costes reales de ese traslado y
fundación de nuevos pueblos. Por ello serían generalmente particulares canarios
o peninsulares a cambio de privilegios los promotores de tales iniciativas
pobladoras, aunque el grueso de los emigrantes a Cuba y Venezuela lo hará por
su propia cuenta.
La irrupción del cacao como producto de exportación y la pacificación
y el control de Los Llanos favorecen la instalación definitiva de familias
canarias en la región central de Venezuela. En la Caracas y La Guaira de fines del siglo
XVII comienza a establecerse una importante colonia. Se calcula que representan
entonces más de un 90% de los casamientos de inmigrantes blancos y un 16% del
total, número que es mucho mayor si se tiene en cuenta que la gran mayoría se
casaron y tuvieron hijos antes de emigrar. La agricultura de subsistencia y la
ganadería les lleva a fundar pueblos en los altos del Valle de Caracas como Los
Teques, Macarao, San Antonio de los Altos o La Vega. Frutales como
el membrillero o el duraznero y cultivos como el maíz o la yuca los esparcen
por doquier. Extienden el culto de la Candelaria en todos los rincones. Pero no sólo
contribuyen a la agricultura, constituyen la mayor parte de los pulperos o
mercaderes. Su presencia se encuentra desde la cúspide con gobernadores como
Ponte y Hoyo o Bethencourt y Castro hasta artesanos mulatos y esclavos, de
servicio o de plantación. Hasta en las bellas artes se puede hablar de una
auténtica escuela canaria que pone su sello en la escultura, la pintura o la
fundición.
Pueblo enteros de Tenerife como Buenavista,
El Sauzal o Vilaflor se vacían, pero no sólo en el Valle de Caracas, en el
Yaracuy fundan San Felipe e impulsan una agricultura cacaotera realizada
mayoritariamente por hombres libres. En Los Llanos fundan la punta de lanza
para la colonización San Carlos Cojedes, que culminarán más tarde con la de
Calabozo, abriendo el camino a la penetración exterior, que culminará en la
segunda mitad del XVIII. En Aragua se extienden
por La Victoria y Maracay. Desde
San Sebastián de Los Reyes se proyectan hacia Villa de Cura y San Juan de Los
Morros. En Barlovento inician como pequeños cultivadores de cacao la
colonización de Curiepe y Panaquire, que completarán en la segunda mitad del
XVIII con la del Guapo y Río Chico. Otro tanto cabe decir en Barquisimeto y
Guanare. En Maracaibo milicianos y familias son desplazadas para colonizar su
interior. Pero sólo es efectiva cuando un empresario particular emprende con
ellas la de Perijá. En Oriente son llevados a Cumaná y Cumanacoa, pero se
quedan allí porque fracasa su colonización interior. Sólo al del Concepción del
Pao es exitosa. Otro tanto ocurre con Upata, que abandonar tras ser incendiada
por ataques británicos. Sólo en la segunda mitad del XVIII podemos hablar de
una expansión colonizadora más efectiva.
Ese
auge, con el tráfico con México y el contrabando como punta de lanza, choca
bien pronto con la Corona
que crea para contrarrestarlo la Compañía Guipuzcoana.
Los canarios se sienten golpeados por su control que perjudica
esencialmente a los pequeños cultivadores. La rebelión estalla en 1741 en San
Felipe Yaracuy y tiene su expresión más señera en 1749 con la del herreño Juan
Francisco de León. Su derrota es la advertencia más seria a los campesinos que
ven cerrada su conversión en hacendados. La colonización interior es su única
alternativa. Es la época en que predomina la emigración de varones en Los
Llanos o Oriente para roturar nuevas tierras como Chaguaramas, Ospino o San
Jaime en Los Llanos o Nueva Palencia o la Piragua en el Oriente.
El
éxito de la colonización interior lleva de nuevo a fines del siglo XVIII, en
vísperas de la independencia, al renacimiento de la emigración familiar. El
café es su aliciente. La independencia, consecuencia ineludible del vacío
que supuso la invasión napoleónica, fue antes que nada una guerra social en la
que canarios de la élite y del pueblo llano se expresaron como venezolanos,
porque para ellos eran criollos. Si bien al principio todos los espectros
sociales la apoyaron, su carácter oligárquico mostró la desafección de las
clases bajas que simpatizaron con la contrarrevolución. Pero con los llaneros
al mando de Páez volvieron de nuevo a la causa independentista, como el
conjunto de las clases bajas venezolanas.
La
emigración canaria se difunde desde el último tercio del siglo XVII en la
provincia de La Habana
y en menor medida en la región central de la isla. Gracias al tabaco,
transforman la economía insular y marcan el comienzo de una etapa de
crecimiento económico marcada por las exportaciones. En 1693 con familias
canarias nació Matanzas. Los canarios no se dedicaron exclusivamente al cultivo
del tabaco, explotaron pequeños huertos para abastecer de maloja (alimento para
el ganado) o de vegetales. Un volumen significativo del pequeño comercio estaba
en sus manos. El tráfico con Canarias fue el punto de partida para la formación
de elites mercantiles isleñas que se integraron dentro de los estratos altos de
la sociedad cubana. Sin embargo la mayoría lucha por acceder a la tierra
y por obstaculizar el desarrollo de los privilegios señoriales de los
terratenientes cubanos, como los de Bejucal en 1713 o Nuestra Señora del
Rosario en 1731. Jalón esencial en esa lucha sería Santiago de las Vegas,
constituida en villa señoriales en 1775, tras un dilatado pleito. La Corona quiso monopolizar el
tabaco a través del monopolio estatal. En 1717 se estableció el Estanco, frente
al que se opusieron los vegueros con motines. La represión alcanzó su punto
culminante en 1723. 11 serían fusilados y más de 50 muertos.
La emigración de varones será la predominante
en la segunda mitad del XVIII por las mayores dificultades de acceso a la
tierra y la menor rentabilidad del cultivo del tabaco. La liberalización de la
trata de esclavos en 1789 depara su introducción masiva, favorecida por la
rebelión de los esclavos en Haití. Este cambio cualitativo coincide con una
grave crisis económica en Canarias. Aunque entre 1783 y 1791 creció sin cesar
el número de vegueros, la situación cambió radicalmente. Los que cultivaban las
tierras a censo y por arrendamiento se vieron obligadas a dejarlas y a
dirigirse hacia zonas más alejadas como Pinar del Río, que se convertirá en la
célebre Vuelta Abajo, el centro tabaquero por excelencia. Los hatos se
transformaron en plantaciones. El choque entre hacendados y cultivadores se
hizo evidente en Güines y San Antonio de los Baños. Una parte considerable de
los cultivadores serían expulsados de sus tierras, para ser sustituidos por
mano de obra esclava en las nuevas plantaciones azucareras.
Además
del SE del país, el primer jalón de la política pobladora dominicana fue la
fundación en las afueras de Santo Domingo de San Carlos de Tenerife en 1684.
Aunque al principio tuvieron dificultades, fueron afectados por las epidemias y
tuvieron que cambiar su ubicación, prosperó como centro abastecedor de
productos agrícolas a la capital. Desde 1690 en que 25 familias fueron
agregadas a la población de la segunda ciudad del país, Santiago en el fértil
valle norteño del Cibao, los canarios se dirigirán hacia la región
fronteriza y septentrional del país, auspiciados por la política gubernamental
de servir de freno a la ocupación francesa y estimulados por las ventajas de
las ventas de ganados y tabaco en el Santo Domingo Francés. Eje cardinal de la
expansión en la región fronteriza fue la fundación con familias canarias de la
villa de Hincha en 1704. Años había tenido lugar la de Banica. Vertebró en
torno a sí el dinamismo de una región cuya base de crecimiento era precisamente
ese intercambio. La demanda de ganado se convirtió en el mayor incitador a su
crecimiento. A ella se le uniría en 1733 la de San Juan de la Maguana con hateros
próximos, vecinos de Azua e isleños dispersos. Conjuntamente con el impulso
poblador de Hincha se inicia la del valle del Cibao. En la década de los
treinta fue de tal calibre que su principal ciudad, Santiago, llegó a contar
con una compañía de milicias isleñas. Esa colonización interior favoreció la
formación de un campesinado blanco o mulato claro en áreas de intenso
predominio isleño como La Vega
o Moca, los llamados monteros, símbolos rurales de la nacionalidad dominicana.
A partir de 1730 su
despegue económico se ve por fin estimulado por la Corona que decide invertir
gruesas sumas para la colonización con canarios de áreas vacías Financia buena
parte de los pasajes de las familias, puesto que otra parte corre a cargo de
los navieros, que debían de transportar gratuitamente cincuenta por cada mil
toneladas desde 1678, y la totalidad del costo de su instalación. Ya no se
emigra por urgencia rumbo a lo desconocido emigrantes sin vínculos en Indias,
de áreas e islas sin tales tradiciones. Se divisa mejores posibilidades de
futuro. Familias jóvenes, mujeres desarraigadas con hijos inician esa aventura.
Su eje será Puerto Plata y Montecristi en el norte y la Península de Samaná en
el NE. La frontera siguió creciendo con el reforzamiento de Azua, la fundación
de Neiba Las Caobas, Dajabon y San Rafael de la Angostura En 1768
tiene lugar en el sur de la de Baní, un auténtico paréntesis étnico en un
sur de predominio mulato. Su extraordinario impacto se puede apreciar en su
vertiginoso crecimiento entre 1740 y 1760 que llega a doblar su población, que
pasa de los 25-30.000 habitantes a los 52-55.000, con un mayor énfasis en las
áreas de colonización canaria. La media de miembros por familia era de 6´25. Su
alta tasa de natalidad explica que alcanzase los 100.000 habitantes a comienzos
de los 90.
El
primer poblamiento canario de fines del siglo XVII es Río Piedras con 20
familias trasladadas por Juan Fernández Franco de Medina a cambio del Gobierno
de la isla. Entre 1720 y 1730 fueron trasladadas por la Corona financiado en parte
su traslado con el pago de los pasaje por los navieros 176 familias con un
total de 882 personas. Originó un cambio radical en la demografía insular. En
1729 alcanzó 4.570 habitantes y en 1750 14.027.
Se distribuyen en los primeros arribos por el
actual Humacao, pero el establecimiento inicial de 1722 fracasa. Mayor
proyección alcanzan los asentados por Loíza, Bayamón y el Toa. Esa creciente
concentración posibilita la fundación en 1745 de Toa Baja, seguida en 1751 por
el de la Alta. En
ambos es decisiva la participación colonizadora de los canarios hasta el punto
de se le da el culto a la
Candelaria y se realiza, como ha pervivido hasta la
actualidad ,la representación de la aparición de la Virgen a los primitivos
habitantes de las islas. Otra región en que fue notorio su influjo fue la de la
costa oeste desde Aguada a Cabo Rojo. En 1729 por Mayagüez, Añasco y Rincón se
establecieron también. Fundaron una ermita en Mayagüez a la Candelaria y otra en
Rincón en honor a Santa Rosa. En Añasco se dio carácter de parroquia a la vieja
ermita de San Antonio Abad. Aunque no fueron llevados por la acción
gubernamental, nuevos grupos se asentaron. Constituyen el factor de mayor
importancia dentro de su extraordinario desarrollo. Casi se triplica en 1799,
cuando alcanza las 153.232 almas. De las 28 poblaciones nuevas que se fundan en
ella entre 1714 y 1797, no menos de 19 deben su origen al esfuerzo colonizador
de los hijos de Canarias. En la primera mitad del siglo XIX nuevos aportes
canarios, que darán pie a nuevas poblaciones, como Naguabo en la vertiente
occidental de la isla, demostrarán el papel que jugaron en la transición del
trabajo esclavo al asalariado en una isla en la que la trata esclavista nunca
alcanzó los niveles de Cuba. Los canarios se convirtieron desde la tercera
década del XIX en pioneros del trabajo libre en la caña de azúcar, hasta tal
punto que fue prohibida la difusión de tan exitosa experiencia.
En 1740 la Corona decide crear la Compañía de La Habana para impulsar el
comercio entre Cuba y la metrópoli. Se obligaba a transportar 50 familias a la Florida. En 1757
fueron trasladadas 375 personas. En años sucesivos hasta 1761 su número
llegaría a 711. En 1763, como consecuencia de la Guerra con Inglaterra, Florida
pasó a manos británicas. La mayor parte de los canarios, aunque no todos,
decidieron trasladarse a Cuba, donde se establecieron en el occidente de la
isla.
La Corona desde fines del siglo XVII se interesó por la colonización de Texas.
Entre 1724 1733 137 familias salieron con ese destino. Pero, al arribar a
La Habana,
decidieron establecerse en Cuba. Sí próspero, sin embargo, con 64 personas la
fundación de San Antonio en 1731. Éstos se constituyen como su oligarquía,
canalizando en su provecho el regadío, lo que les originó conflictos con las
misiones allí establecidas. Apoyaron tanto la independencia de Méjico como al
República de Texas, muriendo algunos de ellos en la defensa del Álamo frente a
las tropas mejicanas.
La Corona decide poblar Luisiana, ocupada por los españoles desde 1763 Entre
1777 y 1783, años de aguda crisis en las islas, agravada por la paralización
del comercio como consecuencia de la Revolución Norteamericana,
se embarcan con ese objetivo sobre 4.000 canarios, de los cuales arribaran
definitivamente a ese territorio norteamericano en torno a los 2.000,
porque la mitad desertaron en Venezuela y Cuba. Constituyeron cuatro
poblaciones que tuvieron una vida plagada de dificultades. Sólo prosperó San
Bernardo, donde siguieron manteniendo la cultura y el habla canaria hasta
nuestros días y Valenzuela, donde se mezclaron con los franceses. La mayoría se
trasladó hacia la
Florida Occidental y Baton Rouge, la capital de Luisiana,
donde una parte de la localidad continuó con el nombre de “Spanish Town”
durante el siglo XIX.
El Río de la Plata había sido un territorio escasamente
colonizado por España. La obsesión española por evitar el contrabando y la
evasión de metales preciosos había conducido a su precario poblamiento. Pero el
avance portugués sobre Uruguay con la fundación de la colonia de
Sacramento en 1680 llevó a la
Corona española a potenciar la emigración de canarios como
forma de cumplir el papel de frontera viva frente a la expansión portuguesa.
Fruto de esa política sería el envío de dos expediciones de
25 y 30 familias canarias que, en unión de unas pocas procedentes de Buenos
Aires, darían pie a la fundación de Montevideo. Una vez más se trataba de
compaginar los intereses de las élites canarias, con la consecución de la
posibilidad de comerciar libremente con el Río de la Plata, con la política
poblacionista de la
Corona. Pobladores a cambio de comercio. Mas los recelos y
las presiones llevaron a la inmediata paralización de ese intercambio en 1729.
Pudo más en la balanza el miedo al contrabando que ese tráfico ocasionaría y
los intereses monopolistas de la burguesía gaditana que la necesidad de
impulsar la colonización de un territorio vacío y amenazado como era el uruguayo,
por lo que desde ese año cesaron terminantemente las expediciones y con ellas
el poblamiento español se vio seriamente afectado.
Los pobladores canarios formaron en Montevideo un
ayuntamiento Pero no fueron beneficiados de forma proporcional a su número en
el reparto de la propiedad de la tierra. Peninsulares o bonaerenses acaparaban
grandes latifundios ganaderos y obstaculizaban la difusión de la pequeña
propiedad agrícola.
Desde
los primeros años del siglo XIX, un comerciante santacrucero establecido en
Arrecife, Francisco Aguilar, fletó una expedición de 200 lanzaroteños rumbo a
Montevideo. Con ella comenzó un período de intensa emigración desde Lanzarote y
Fuerteventura hacia ese destino, no interrumpida por los avatares bélicos por
los que atravesó la naciente República. Una expatriación que fue denunciada por
las pésimas condiciones de la travesía y la explotación de los pasajeros que
tuvo algunas trágicas consecuencias, como sucedió con la realizada por los
hermanos Morales en 1836. Cegados por la codicia y la ignorancia contrataron
más plazas que las que podían caber en la nave, por lo que faltaron los víveres
y se llegó por el hambre hasta comer carne humana.
Esta emigración se convirtió, pues, en un lucrativo negocio
tanto para amplios sectores de las clases dominantes canarias como para ciertos
empresarios uruguayos. Tales expediciones fueron monopolizadas por dos
poderosos empresarios de Montevideo: Juan María Pérez y Samuel Fisher, que no
se limitaban sólo a negociar el transporte de colonos sino que poseían tierras
propias a las que ataban a los pasajeros por las deudas del pasaje o las
adquirían en ventajosas concesiones al Estado para destinarlas a proyectos de
colonización. Una estadística de la época cifra la inmigración canaria al Uruguay
entre 1835 y 1845 en torno a las 8.200 personas, lo que constituía un 17% de
todos los inmigrantes y el 65% de los españoles. Fue una inmigración que
transformó intensamente el interior del país, con un destino preferentemente
agrícola. Con el estallido de la Guerra Grande en Uruguay, la situación de los
canarios se agravó. Se suprimió la exención del servicio militar y se les
obligó a alistarse en la
Guardia Nacional a los comprendidos entre los 14 y los 45
años. Se dieron casos de niños de 12 años de edad que figuraron en primera
línea de combate.
Entre 1877 y 1900 la emigración hacia el Uruguay continuó,
pero no tuvo ya el relieve de la etapa anterior. Se calcula en 5.749 el número
de inmigrantes que permanecieron de forma definitiva en la República Oriental.
Por otro lado, entre las nuevas arribadas destaca el año crítico de 1878 en el
que llegaron 2.951. Los saldos fueron negativos a partir de ese año con la
crisis que afectó al Río de la
Plata y la quiebra de la Banca Baring Brothers
con fuertes inversiones en la región.
Los canarios contribuyeron al desarrollo agrario del país
entre 1830 y 1880. Se dedicaron al cultivo de la tierra en los departamentos de
Montevideo, San José, Maldonado y Colonia. Pese a ello se ocuparon también en
empleos urbanos, como el comercio, o la artesanía, aunque el campo fue su
actividad fundamental. En un país en el que la fiebre ganadera lo ocupaba todo,
los isleños expandieron la agricultura. Tal influencia alcanzó en las áreas
agrarias tales como Canalones, Colonia, San José y Soria, que hoy en día a los
habitantes del primero de los distritos se les sigue llamando canarios y por
extensión se les denomina a los de la zona agrícola del sur del país y a toda
la población rural. Los cereales fueron su cultivo mayoritario, actividad en la
que estaban adiestrados los lanzaroteños y majoreros por ser su actividad
esencial. Tal especialización convirtió en voz común la expresión de que los
uruguayos no sabían plantar sino comer carne y fueron los isleños los que les
arrendaron las tierras y comenzaron a cultivar trigo y maíz. Al realizarse la
trilla mediante el trabajo colectivo entre los vecinos, nació una costumbre la
compañía, nacida de la solidaridad colectiva entre los paisanos. Esa endogamia
de grupo no sólo jugó un papel importante en la producción, sino en los
casamientos. Las relaciones de convivencia y parentesco entre los canarios
permiten su supervivencia como tales, manteniendo vivos los lazos culturales y
familiares a través del tiempo en las zonas rurales del país.
En
1831 el Presidente Páez llama a los canarios en exclusiva a poblar los fértiles
campos venezolanos como sustitutos de los esclavos. Una corriente migratoria de
familias canarias se estableció especialmente en los años 40. Su
influencia fue tan decisiva que jugaron un papel crucial en la Guerra Federal.
Tras la paz vivió su época dorada en el Gobierno de Guzmán Blanco. El auge
cafetalero y la crisis bélica cubana la favorecieron en una etapa de grave
depresión en Canarias tras el crac de la cochinilla. La trascendencia de ese
contingente fue tal que entre 1874 y 1888 de los 20.827 inmigrantes registrados
14.403 eran isleños. En el último decenio del siglo, a pesar de la crisis
cafetalera desde 1893, siguieron acudiendo para huir del servicio militar por la Guerra en Cuba. Serán los
años en que Secundino Delgado publique El Guanche.
Tras
la crisis del viñedo en 1814 la migración se centró únicamente en Cuba y
Puerto Rico, dado el conflicto bélico reinante en Venezuela. Son años de
intensa migración en la que los canarios se dedican en la provincia de La Habana al abastecimiento
interno o como mayorales de las plantaciones azucareras. Se extienden por el
occidente y el centro de la isla y en menor medida por el oriente, dedicado
esencialmente al cultivo del tabaco. Desde los cuarenta del XIX se asiste
a un proceso de paulatina sustitución de la mano de obra esclava por
asalariados agrícolas La política gubernamental rechazaba la colonización
blanca. Veía en el predominio numérico de la esclavitud un freno a las
tendencias independentistas. En el marco de la Guerra de los Diez Años
(1868-1878), la emigración canaria era considerada por los autonomistas y
separatistas cubanos como diferenciada de la peninsular, lo que llevó a
contraponerla y potenciarla La fórmula habitual de la emigración era la
contrata. La complicidad y el fraude presiden la actuación de las clases
dominantes canarias. La extinción definitiva de la esclavitud fue en 1886. Se
calcula entre 50 y 60.000 el total de los emigrantes isleños en la segunda
mitad del XIX. La zafra de 1887 fue la primera que se hizo totalmente con
asalariados. Los conflictos bélicos hicieron que no fluyera el número de
canarios deseados a pesar del crac de la cochinilla desde 1875.
La
emigración canaria a Cuba tras la independencia y la reactivación económica que
le siguió con la inversión de capitales norteamericanos, brindaba a la isla
campesinos experimentados en compaginar todo tipo de labores agrícolas. Será
una migración con un alto porcentaje de varones y de retornados, que invertían
sus ahorros en Canarias, favoreciendo la división de la gran propiedad
especialmente en los altos de los pueblos. Las diferencias salariales entre un
lado y otro y la llevada cotización del peso cubano estimularon ese retorno en
una época de bonanza en las islas con la reactivación económica gracias a los
nuevos cultivos de exportación (plátanos, tomates y papas). Se intensificó a
partir de 1910, y especialmente entre 1915-20 por las graves consecuencias de la Primera Guerra
Mundial. El bienestar económico cubano llega a su cenit por esos años. Pero en
1921 se originó un impresionante derrumbe. Hubo una cierta recuperación
económica entre 1923-24, pero el crac del 29 trajo consigo el hundimiento
definitivo de la migración.
Una
parte de la emigración se canalizó hacia el tabaco en Pinar del Río y la región
central de la isla y otra hacia la caña de azúcar en Oriente. Un 30% se quedó
definitivamente en la isla, mientras que el resto retornó. Eran éstos últimos
fundamentalmente varones jóvenes empleados en las labores de las zafras
tabaqueras o cañeras, en el cultivo de frutales o en la venta ambulante. Los
que se quedaban en su mayoría eran cultivadores de tabaco o colonos cañeros que
traían a sus familias o se casaban con hijas de canarios. En las vegas se
iniciaban como trabajadores a la parte de los beneficios. Con sus ahorros
en épocas de bonanza compraban luego propiedades, asentándose definitivamente
en ellas, como era característico de la zona de Sancti Spiritus donde los bajos
precios de los terrenos hasta entonces montuosos favoreció el asentamiento de
la población en esa región, donde la presencia canaria era muy numerosa.
La deserción del servicio militar, sobre todo en los momentos álgidos de la Guerra de Marruecos, fue
también otro de sus alicientes. Uno de sus rasgos característicos fue el
asociacionismo canario creando delegaciones de la Asociación canaria por
toda la isla. Dieron pie a centros sanitarios y a un importante movimiento
periodístico. Una parte minoritaria de éstos dio lugar en los 20 a la creación
del Partido Nacionalista Canario y s u órgano de expresión “El Guanche”.
La
emigración a Venezuela volvió a reactivarse a raíz del crac del 29, que cerró
las puertas a la migración de Cuba. Con la Guerra Civil Española
un grave período de crisis y autarquía se abrió sobre las islas, del que no se
saldría hasta los años sesenta. Pero entre 1936 y 1946 la migración estuvo
prácticamente interrumpida. Se limitó a algunos prófugos políticos. Pero desde
el año 1948, ante las serias dificultades que impuso la España franquista a la
migración con trámites penosos y costosísimos, nació la llamada época de los
barcos fantasmas. En ella la flota pesquera canaria se destino al traslado de
inmigrantes clandestinos en tales barcos de vela . Entre ese año y 1952
se calcula que la efectuarían unos 8.000. Fue sin duda uno de los episodios más
dramáticos y épicos del afán de los canarios por llevar a la Nueva Arcadia
Prometida, en las que navíos con una disponibilidad máxima de 50 personas
llegaron a transportar 286. Fue tal el escándalo y la repercusión que tuvo en
Venezuela que Pérez Jiménez presionó a Franco para reducir el 19 de agosto de
1950 los trámites migratorios. Nació así la época de las puertas abiertas . Se
calcula que entre 1951 y 1958 entraron en el país más de 60.000. Con la caída
de Pérez Jiménez se abre la de de la reconstrucción familiar. Las mujeres pasan
a ser el 60% de los emigrantes. La última etapa dorada de esta migración serán
los años 70. La crisis del 73 en Canarias y la última época dorada del petróleo
con su subida constante que permitió triplicar el presupuesto y nacionalizarlo,
llevó a numerosos inmigrantes, generalmente jóvenes, parientes de los ya
establecidos, a arraigar allí.
La
contribución de los canarios a la modernización venezolana fue decisiva en el
ámbito de la agricultura. Sectores como el tomate, el plátano, la cebolla o la
papa le deben a ellos en buena medida su activo protagonismo. Regiones como las
de Barquisimeto, Valle de Pascua, Orituco o Coro vieron reformadas sus
estructuras agrarias con la apertura de pozos y la generalización del regadío.
Pero no fueron sólo agricultores, también jugaron un papel en la industria, el
comercio y el sector financiero. En la distribución al por mayor de productos
agrícolas su hegemonía en mercados como el de Coche fue nítida.
(Manuel
Hernández González,
Profesor Titular de Historia de América Universidad de La Laguna)
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Profesor Titular de Historia de América Universidad de La Laguna)
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