El Tributo de Sangre
fue otra estrategia más que favoreció a la Corona, a las oligarquías y a las burguesías
isleñas a base de exportar hacia América mano de obra campesina pobre de
Canarias, y así de paso evitar peligrosas tensiones sociales en nuestro
archipiélago.
Tras una larga época de prosperidad, de
crecimiento económico y demográfico, la época dorada de las exportaciones de
vino malvasía, en la segunda mitad del S. XVII la economía isleña mostraba
signos manifiestos de crisis. El detonante lo encontramos en la independencia
de Portugal de la corona castellana en 1648, cayendo dicho país en el área de
influencia inglesa, lo que hace que decaiga el comercio de vino con Europa y
las colonias inglesas, pues las actas de navegación británicas restringen el
comercio sólo a Madeira y Azores (Islas atlánticas portuguesas).
La crisis se tradujo en un endurecimiento
de las condiciones de vida de los viñateros y del conjunto de la población
isleña. La isla más afectada, dada la estrecha dependencia de la cotización de
sus caldos, va a ser Tenerife, que se va a convertir desde entonces en la más
azotada por las corrientes migratorias, hasta el punto de asumir ella sola el
70% de las emigraciones canarias a América de la época.
La crisis se agravó por la presión ejercida
sobre la tierra y la propiedad del agua por parte de los grandes propietarios,
encareciéndose los productos de primera necesidad. Todo ello va a propiciar que
asistamos a una época de muchas tensiones y estallidos sociales que
favorecieron la emigración hacia América. Si a todo ello le unimos la
existencia de malas cosechas y sequías, se puede entender el cambio de actitud
que se apreciaba en las clases pudientes canarias para reconducir su
depauperada población hacia la emigración como válvula de escape de las
tensiones sociales.
Las clases dominantes canarias eran conscientes
de lo fundamental que era para sus intereses la continuidad del tráfico
mercantil con América. Este traía consigo la importación de plata originada en
parte por el trabajo de nuestros emigrantes y en parte por la venta de nuestros
vinos y aguardientes y de la introducción ilegal de tejidos y manufacturas
europeas. Era fundamental para equilibrar nuestra balanza de pagos y muy
especialmente para servir de aliciente y rentabilidad la exportación de
nuestros vinos a Inglaterra y otros países para llenar los barcos a su regreso.
La demanda canaria era netamente insuficiente para la reducida capacidad de
compra de nuestras islas.
El comercio canario americano era, pues,
vital por el flujo de dinero que proporcionaba a las islas. Era un motor de
enriquecimiento para las elites insulares que invertían en él por los elevados
dividendos que proporcionaba. Una rentabilidad que se reavivaba por el lento
pero paulatino crecimiento económico experimentado por los territorios
americanos con los que Canarias tenía permitido comerciar (Venezuela, Cuba,
Santo Domingo).
Se va a dar un hecho que va a significar un
verdadero cambio cualitativo en el fenómeno migratorio canario a América,
consistiendo en la ocupación de la isla de Jamaica por los ingleses en 1.655,
así como la expansión francesa en la isla de Santo Domingo. Castilla
(referencia a la corona Castellana) hasta ese momento había acabado con los
frágiles enclaves que existieran en el Caribe para evitar el contrabando, pero
estas ocupaciones hacían alterar los planes y pasar a potenciar el poblamiento
y colonización de las Antillas, pues de lo contrario peligraba su dominio en la
zona y, por ende, el comercio con los puertos de Méjico y el Perú.
Por otra parte, la oligarquía canaria vio una estupenda oportunidad
para sacar ventajas de dicho acontecimiento, y acabar de una vez con la fama de
tráfico o comercio ilegal que se realizaba con América. Así la estrategia
consistió en el poblamiento con isleños de las Antillas y territorios de
cuestionada soberanía como el Río de la Plata (Argentina).En 1672, mediante una Real Cédula se prorrogaba por cuatro años la permisión canaria de comercio con las Indias, reduciendo su volumen a 600 toneladas y eximía el pago del impuesto de la avería a los navieros que trasladasen a 5 familias, de 5 miembros, por cada 100 tn. Exportadas, compaginando y ligando desde entonces los intereses mercantiles de las clases dominantes insulares a la política poblacionista de la Corona Castellana.
La Real Cédula de 1.678 fue punto de partida de lo
que se ha dado en llamar el "Tributo de sangre", la obligación de
poblar los territorios deshabitados de América por parte de los canarios a
cambio de mantener su comercio privilegiado, 50 familias por cada 100
toneladas. Las mil toneladas quedaron consagradas hasta el libre comercio con
América en 1675, rigiendo el comercio canario americano.
La Corona limitó el comercio canario a las zonas más
pobres de América (Antillas españolas, Yucatán y Venezuela) que se encontraban
alejadas de los grandes centros mineros (Perú y Méjico), no siendo muy
rentables para el paso de navíos peninsulares. Pero también es cierto que con
el paso del tiempo, de manera lenta pero progresiva, irán experimentando cierto
crecimiento económico, mayor en Cuba y Venezuela que en el resto de los
territorios. Su cada vez mayor rentabilidad mercantil a medida que avanza el
Siglo XVII beneficiaría al comercio canario, dado la presencia en sus puertos,
haciendo que la Corona
y la burguesía comercial peninsular tomen conciencia de la rentabilidad que
Venezuela y Cuba ofrecían. A partir de entonces trataron de controlar el
comercio a través de instrumentos como el Estanco de Tabaco (donde el Estado se
reservaba su monopolio) o de Compañías Privilegiadas como La Habana o la Guipuzcoana de
Caracas.
A niveles legales el tributo de sangre no
se puede considerar como obligatorio, por cuanto los comerciantes canarios se
eximían de la obligación de llevar familias pagando un impuesto. Estas
emigraban voluntariamente, aunque en ocasiones se denunció que se empleaban
medios coactivos por parte de los Capitanes Generales (máxima autoridad en las
islas en esos momentos). Los emigrantes eran personas pobres, sin recursos
económicos y en muchos casos sin contactos familiares en América, tenían la
posibilidad de embarcar sin pagar el pasaje, siendo gratificados por la Corona con 400 o 500 reales
para hacer frente a los gastos de salida y manutención en los primeros meses;
asimismo también se le concedían tierras, semillas y aperos de labranza para su
puesta en explotación.
La población dejaba de emigrar cuando no
encontraba alicientes. La emigración a América promovida por la Corona, el llamado tributo
de sangre, no puede ser considerado únicamente desde la perspectiva de un
impuesto cobrado a los comerciantes canarios por gozar de un régimen
privilegiado. Todo ello responde a causas más complejas. El transporte de
familias fue un negocio para los comerciantes canarios en la medida que no sólo
se embarcaban las familias sometidas al impuesto, sino otras muchas, cuyo
pasaje era pagado por la
Corona. Además los comerciantes obtenían privilegios para
realizar travesías o aumentar el tonelaje de sus buques.
(Tomado de: file:///C:/Documents%20and%20Settings/Edu/Escritorio/La%20Emigraci%C3%B3n%20Canaria%20A%20Am%C3%A9rica%20%20%C2%BFQu%C3%A9%20Era%20El%20Tributo%20De%20Sangre.htm)
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