1970.
Con unos prolegómenos de
estas características, a finales de los 70 me propuse la redescripción de lo
esbozado en un registro de la escritora y antropóloga Lydia Cabrera en su obra El
Monte, una de cuyas últimas ediciones fue impresa en Miami en 1971.
Tampoco se trataba como es obvio del “documento real” del que partieron obras
como la que dio pie a la redacción de Las Espiritistas de Telde de
León Barreto. Su temática quedó entre manqüenques y ñáñigos concentrada en un
cuento titulado “La Negra
Conga” y que se publicó en un periódico local. No quisiera
detenerme demasiado pero
Las prácticas mágicas canarias
han sido las únicas de origen de esta orilla en poder imponerse en Cuba y en
otras áreas por la sencilla razón de que los emigrantes canarios, a diferencia
de otros, han convivido con los estratos inferiores de la sociedad cubana
(predominantemente negros).
No será esta la primera ocasión ni la última, en
que la lectura de temas antropológicos cautiven la imaginación de un creador.
Trabajos como los Pérez Vidal Álvarez Nazario o José Pérez Carrión tientan en
sus cuadernos de campo, en muchos y singulares casos, la fuerza imaginativa,
pareja en aquellos al trabajo metódico a que somete la razón especulativa.
Hemos escogido para nuestra exposición, más
que la condición antropológica, una condición tropológica del tema. Nos
interesan las figuras, desandar las metáforas, los tropos y las transferencias
a que nos conmueve lo que presentó todos los visajes de un texto mítico, donde
se mezclan a ras semidioses, fuerzas ocultas, o destrezas cósmicas.
Nuestra intervención se interesa en lo
estratégico y singular, y viene reiterándose en lo que puede convertirse en la
figura estilística que es el mestizaje. Conviene descreer que somos nosotros
quienes pudiéramos gobernar, como cita Derridá, la metáfora que habitamos.
Circulamos en ella como en una especie de automóvil. El hablante o el
escritor que decimos que somos o quien crea que se sirve de metáforas (...) va
sobre un vehículo que lo comprende, lo traslada y en el mismo momento en que el
llamado sujeto cree que lo designa, lo gobierno como un piloto en su navío.
Nuestra metáfora tampoco aspira convertirse
en estudio de casos y a pesar de la erosión progresiva que pueda sufrir su
propia marca de identidad, la relectura de un breve episodio, mítico si se
quiere o banal, imprime las huellas de los antiguos canarios en América y
devuelve la frescura que acompañó al sentido primitivo de lo que llamaremos brujería
isleña, y su mestizaje.
Mientras el mesto llaman en
algunos lugares al vegetal producto de dos especies arbóreas, el término mestizo
se aplica a persona nacida de padre y madre de raza diferente. Significación
tremendamente amplia para constituirse en rasgo esencial de la identidad. El
adjetivo criollo propuesto como recambio designó al americano
descendiente de europeos, también al negro nacido en América y, ya en palabras
de la etnografía victoriana, criollo es el hijo de europeos, nacido
fuera de Europa.
El interés por ciertos complejos íntegros
de creencias y significados marcó los intentos primeros y serios de la moderna
antropología, en la medida en que aquellos pudiesen reconstruirse a partir de
la literatura. A fin de cuentas, la oralidad abre una estrategia a la ciencia
social. Pero el pensamiento coherente puede ser tanto simbólico como
científico, y si somos razonables no someteremos el lenguaje de la poesía al
mismo tipo de examen que aplicamos a una hipótesis científica. El simbolismo es
esencialmente expresivo y lo que se simboliza es siempre un objeto de valor. El
simbolismo de la magia, los medios de que se vale el hechicero, sus conjuros,
la arcilla, las hierbas, la escoba o los animales, así como los sentimientos
que se mantienen en la mente en primer plano, desembocan en el trance por el
que el brujo convierte su soledad en arte y su arte en el metafórico modo en
que vive.
El hallazgo de un documento, mítico en el sentido
en que pueda fijar las esencias de una estructura de lo real, o una situación
cósmica, opera al modo en que la raíz alimenta toda la compleja urdimbre
germinal del escritor-brujo y el bosque de la escritura. El recurso de una
ambivalencia de principio se extiende entre la distancia y el encuentro, entre
las inusitadas posibilidades que genera al rescribirse entre la voz activa de
la fantasía y el desocultamiento.
Con unos prolegómenos de estas características, a
finales de los 70 me propuse la redescripción de lo esbozado en un registro de
la escritora y antropóloga Lydia Cabrera en su obra El Monte, una de
cuyas últimas ediciones fue impresa en Miami en 1971. Tampoco se trataba como
es obvio del “documento real” del que partieron obras como la que dio pie a la
redacción de Las Espiritistas de Telde de León Barreto. Su temática
quedó entre manqüenques y ñáñigos concentrada en un cuento titulado “La Negra Conga” y que se
publicó en un periódico local. No quisiera detenerme demasiado pero la
trayectoria de Lydia Cabrera lo merece y, como apunta su antólogo y
compatriota, el cubano Fernando Ortiz, comenzaría como narradora -Cuentos
Negros de Cuba, 1936- para luego entregarse de lleno a la investigación de
la cultura afrocubana. El anverso nos lo muestra la experiencia de aquel
profesor de Antropología, Carlos Castaneda, que gracias a mezcalito -espíritu
que habita en los botones de peyote- y a las enseñanzas del brujo yaqui don
Juan, desentierra a su manera el espacio intocado por la cultura invasora en
México, la filosofía y legado ancestral de un universo mágico y las contumaces
leyes de lo psicotrópico. Quién sabe si su actitud no es homóloga a la mostrada
por los conquistadores frente a los indios behíques, quienes absorbían aquel humo
aromático que se eleva a los númenes en holocausto. Para el clero y los
recién llegados, el tabaco era una malicia de Lucifer. Para los
africanos esclavos, un divino ungüento que debidamente preparado con
cenizas de arañas, alacranes, salamandras o víboras, podía emular perfectamente
a los Santos Óleos del hombre blanco, y actuar como un equilibrador mecanismo
de identificación con el agresor. A resultas de nuestra condición campesina se
abre nuestra forma de estar en el Nuevo Mundo. Es curioso que el dificilísimo y
duro arte del tabaco nos haya cobrado un prestigio que aún hoy se conserva. No
sólo hábil sembrador, cultivador paciente; justiciero impulsor de la gran Rebelión
de los Vegueros. Gesto tan fundacional en su campo, como pudo serlo el
texto de Silvestre de Balboa en la Literatura
Cubana
. El tabaco, el aguardiente, el vino seco, la
pólvora y el cirio quedaron unidos en su historia con la cruz, el incienso o el
agua bendita. Un baño de sensualismo le estaba urgiendo a los europeos. Pronto
llegaron el café de Arabia, las grandes hojas de tabaco, el cacao. El té,
cultivo de Asia. Todo por el mismo tiempo.
He aquí el texto ofrecido por aquella oralidad
cuando son las tradiciones, con sus complejos ritos, quienes ordenan los
elementos cosmogónicos: Seco, viejo y negro el palmiche, las ramas se
desprenden y caen, y el brujo dispone de una escoba igualmente dotada de
grandes virtudes. Trabajada con ajo será, en Cuba, la escoba en que las brujas
isleñas cabalgan por los aires. Muy temible es también la brujería de
las isleñas, que vuelan como las brujas de Angola. Se dan tres palmadas en los
muslos diciendo: Sin Dios ni Santa María. A la zanga no má, con ala va, con ala
viene. Vuelan las isleñas, yo se lo puedo jurar. Vuelan montadas en
escobas y vuelan sobre el mar. Mi abuelo era de Canarias, vino a Cuba a
trabajar la tierra y compró dos o tres esclavos y una negra. Y pasó lo de
siempre, que la negra amaneció en el catre del amo y empezó a darle hijos. Esa
negra que era conga, de Loanda, fue mi abuela. El abuelo mío había dejado mujer
legítima en Canarias y no se acordó más de ella. Una mañana mi hermanita que
tenia siete años, se despertó contando que una mujer que no conocía había
entrado en el cuarto y le había dicho que no se olvidara de decirle a su madre
que ella había venido. Dice mi madre que aquel hombre se enfermó de miedo.
Sobre todo cuando recibió carta de Canarias en que la mujer le contaba que tal
noche había estado en casa, que había visto con sus propios ojos lo que pasaba
y que no había querido hacerle daño a su hija, porque era una negrita muy
bonita que no tenía culpa de nada. No volvió más. Por supuesto que mi abuela,
la conga, sabía muy bien lo que tenía que hacer, por su parte, para que la
canaria no siguiera volando.
El camino queda abierto a las conjeturas,
los espacios y los comportamientos. Nos queda la sospecha de que la pérdida de
poderes para volar, por lo que el texto destaca, sobreviene como en otros
avatares místicos, al intento de utilizar el poder para fines personales. El
deseo de forzar a las potencias de la totalidad de la mente para intereses del
ego, es una maniobra desequilibrada. Simplemente se pierde el punto de relación
con la totalidad de la mente... En la experiencia mística el yo se disuelve, si
bien temporalmente en un continuum. En los deseos del ego, el
desequilibrio se inclina hacia el yo, rompiendo la relación con la totalidad y
aprisionando a la persona posteriormente en los resultados fijos del mundo
ordinario. El sueño de Newton. Los antípodas de la alquimia de Blake,
visionarios estados de vigilia donde el sueño es más real que la realidad
misma.
Lydia Cabrera1
formula que estos relatos dejan entrever que en los ambientes más humildes de
la sociedad cubana, y sobre todo en los de origen africano, la brujería canaria
se identifica con los rasgos de ser ejercida exclusivamente por mujeres,
utilizar para ello una escoba, y comenzar el vuelo con una determinada fórmula
y golpes acompasados. Añade que ninguna de estas notas se encuentra
efectivamente en la brujería de origen africano, abundantemente representada en
Cuba, en la que el brujo es tanto hombre como mujer, se utilizan animales para
volar y no escobas y se procede para ello a proferir encantamientos
relacionados con mitos y creencias no cristianas. Por el contrario están
perfectamente de acuerdo con rasgos precisos de la brujería canaria actual y
pretérita.
Germán de Granda1,
en un artículo para la revista de dialectología y tradiciones populares del
Instituto Miguel de Cervantes, llama la atención sobre la escasez de materiales
existentes a disposición del investigador de estas actividades en el
Archipiélago, pero estima que son suficientes para esclarecer y afirmar el
influjo y la pervivencia de pautas de comportamiento en la población actual de
Cuba, Puerto Rico, etc. Rasgos mágicos e influencia canaria en el folklore, la
toponimia, antroponimia, la música y el arte popular. La explicación de cómo
han podido consolidarse en estos ambientes unas pautas de origen isleño,
teniendo que oponerse a esquemas teóricos y prácticos similares tan fuertemente
coherentes y tan ampliamente implantados en la población negra cubana como son
los procedentes de los estructuras mágico religiosas lucumís, ararás,
carabalíes y sobre todo bantús. Las prácticas mágicas canarias (una brujería al
fin periférica donde se entremezclan probablemente los pasados de la brujería
castellana y andaluza con el sustrato autóctono), han sido las únicas de origen
de esta orilla en poder imponerse en Cuba y en otras áreas por la sencilla
razón de que los emigrantes canarios, a diferencia de los procedentes de otras
regiones, han convivido con los estratos inferiores de la sociedad cubana
(predominantemente negros), al desempeñar oficios manuales que los colocaban en
estrecho contacto con los mismos, pudiendo así, constituirse en un factor
fundamental en la transmisión a las capas más populares de la población insular
de estructuras y rasgos que no penetrarían de otro modo. La emigración canaria
a Cuba y Puerto Rico desde el siglo XVII fue integrada fundamentalmente con
braceros y campesinos modestos, lo que se intensificó en el XVIII con la
célebre cédula que obligaba a embarcar cinco familias canarias por cada 100
toneladas de mercancía exportada desde el Archipiélago.
Parecen coincidir un gran número de
investigadores, que frente a la caracterización sociológica de los emigrantes
catalanes, gallegos, vizcaínos y asturianos (esencialmente comerciantes), o
castellanos y andaluces (básicamente funcionarios), los canarios establecidos
en Puerto Rico constituyeron la base de la población campesina y jornalera de
allí, fundiéndose abundantemente con mulatos y negros insulares, dando lugar
así a los núcleos humanos dominantes en la población actual.
La historiografía americana conoció la
existencia de dos canarios ladinos de pelo de pasa llamados Joan Canario y
Núñez Carrasco. Negro el primero y mulato el otro -manco por cierto-, afirmando
los cronistas que se trata de colonos de origen isleño. Nuestros personajes
parecen demandarnos. ¿Cuál es en definitiva nuestro mestizaje?(Roberto Cabrera.
2012. Publicado en el número 441 de
BienMesabe)
Nota
1. El padre de los estudiosos del folklore
cubano, Samuel Feijoó, en su Mitología cubana (1985) cita un total de
nueve mitos que hacen referencia a las Islas. Por su parte, Lydia Cabrera en su
libro magistral El monte (1954) narra, como hemos visto,
acontecimientos acerca de un matrimonio de una mujer africana con un isleño,
que demuestra el sobrecruzamiento étnico entre canarios y africanos. También,
como hemos mencionado, Germán de Granda, hace más de veinte años, consideró la
brujería isleña como un componente etnocultural de los sectores más humildes de
la sociedad cubana. En tanto que María del Carmen Victori ha planteado que el
cuento de exageraciones es una vertiente narrativa que puede considerarse como
un aporte isleño a la cultura oral popular. (Este texto leído por el autor en el I Congreso de Escritores Canarios. La Gomera.)
1970.Santa Cruz de La Palma, tendrá lugar la presentación del libro ABARIM —biografía novelada de Antonio Pino Pérez, palmero de El Paso, que durante su vida (1904-1970) fue poeta, político y dentista— del que es autora Rosario Pino Capote, hija del biografiado profesora (jubilada) de Filosofía.
El libro narra la vida de Pino desde la infancia,
adolescencia y primera juventud, transcurridas entre El Paso y La Laguna (Tenerife), hasta
los últimos casi cuarenta años de su vida con residencia estable en La Palma.
Entre ambos periodos, dibuja lo esencial de lo
vivido por el personaje durante seis años como estudiante universitario en
Madrid y Santiago de Compostela, y tres intensos años en Cuba donde publicó numerosos
artículos relacionados con la identidad canaria, que el libro recoge en un
anexo.
Relata la intensa vida del poeta —Abarim es su
pseudónimo— con la inclusión de algunos poemas suyos, insertados al hilo de la
historia, y, en un anexo, la transcripción de uno de los seis poemas alegóricos
de su autoría que se representaron en El Paso entre los años 1947 y 1968.
Da cuenta, la biografía, de la dedicación de Pino
a la actividad política, tanto en Santa Cruz de La Palma, como en El Paso.
La narración intercala la vida familiar,
profesional, poética y política, incluyendo muestras de crónicas —era
corresponsal de Diario de Avisos, y Cronista Oficial de El Paso— y artículos,
relatando, con abundante apoyo documental, la larga lucha sostenida en defensa
de la propiedad pública de La
Caldera de Taburiente, en un pleito, asumido a título
personal, que duró 24 años.
La presentación del libro estvo a cargo del
Doctor en Veterinaria y Académico de la Real Academia de
Medicina Juan Francisco Capote Álvarez, y tuvo lugar en la Casa de La Cultura Braulio
Martín, de El Paso, el miércoles, día 25, a las 20 horas y, en Santa Cruz de La Palma, en la Casa Salazar a las
19.30 horas del jueves, día 26.
(Diario El Apuron)
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