1921 febrero 22.
Nace en Los Quemados, Fuencaliente Isla de La Palma, Pedro Harnandez
Torres.
Veinticinco años
después de su despedida de la vida terrenal, el recuerdo del doctor Pedro
Hernández Torres late en la memoria fértil con la misma e intensa gratitud que
siempre le tuvimos en vida. Forma parte de quienes somos sus parientes, amigos
y de sus muchos admiradores. El reconocimiento a su buen y bien hacer impregna
un sentimiento emotivo que sigue plenamente vigente y nos hace evocar su
preclara capacidad e inteligencia, convertida en hálito de humanismo henchido
de consuelo y esperanza.
Nuestro personaje tiene
el privilegio, escrito en letras de honor, de ser el primer médico nacido en
Fuencaliente de La Palma. Un
sueño de infancia que se hizo realidad en una época muy difícil, llena de
penurias y carencias, en la que las aspiraciones de la gente humilde eran casi
siempre inalcanzables. Pedro Hernández Torres abandera el esfuerzo de toda
una generación de palmeros marcados por la inmediata posguerra, que demostraron
pronto su capacidad y temperamento para encontrar el camino elegido. Representa
no sólo el sueño de un niño hecho realidad, sino que dignifica el afán de
superación y la demostración explícita de inteligencia y capacidad de trabajo y
de firme creencia a una vocación hecha virtud.
Nació el 22 de febrero
de 1921 en Los Quemados en el seno de una familia humilde, gente trabajadora y
responsable, seria y disciplinada, amante del orden y de la libertad.
Primogénito de los hijos de Juan Hernández de Paz, maestro nacional y Josefa Torres Martín, estudió el
bachillerato en Santa Cruz de La
Palma y tenía 15 años cuando se produjeron los sucesos de
1936, que le privaron de la presencia de su padre en trágicas
circunstancias.
Pese a las
significativas dificultades de la época y las duras condiciones en las que
quedó su familia, Pedro Hernández Torres, que sentía una especial vocación por
la medicina, viajó en 1939 a Cádiz para iniciar allí sus estudios, en una etapa
llena de penurias, sinsabores y amarguras, pese a lo cual supo y pudo salir
adelante. Ello fue posible gracias a la ayuda económica de su madre y de su
familia, que apoyaron dentro de sus posibilidades el empeño del joven
estudiante en la búsqueda de un nuevo amanecer.
Con la intención de finalizar
sus estudios en Madrid y atraído por las enseñanzas de la “Fundación Jiménez
Díaz”, hizo algunos viajes a la capital de España, pero finalmente se decidió
por la Universidad
de Valencia, a donde llegó en 1944. En un principio su interés iba encaminado
por la ginecología y, de hecho, se presentó a unos exámenes en la cátedra de
dicha especialidad y fue nombrado alumno interno de la clínica de partos y
enfermedades de la mujer de la
Facultad de Medicina de la capital del Turia. Finalmente, el
17 de octubre de 1949 obtuvo el título de licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de
Valencia.
Cumplió el servicio
militar en las Milicias Universitarias con el empleo de alférez- médico y el
número uno de su promoción. Destinado al Hospital Militar de la capital
valenciana, allí conoció al doctor José Domingo, prestigioso psiquiatra,
catedrático de Neuropsiquiatría y director del hospital psiquiátrico “Padre
Jofré”, con el que inició la que pronto llegaría a ser una gran amistad, a raíz
de la cual Pedro Hernández Torres se interesó activamente por todo lo
relacionado con la neuropsiquiatría. Terminada su etapa militar y declinando un
puesto de inspector de sanidad de la región militar de Alicante, se dedicó a
estudiar y trabajar al lado del eminente doctor José Domingo, en el citado
hospital.
Después viajó a
Marsella y por espacio de un año realizó estudios de psiquiatría y neurología
en la Universidad
de Salpetriere. Luego regresó a Valencia y continuó con su trabajo en el
hospital “Padre Jofré”, etapa en la que conoció a la que sería su futura
esposa, Guadalupe García Meliá. A través de la cátedra de Neurología y
Psiquiatría de Valencia se le concedió una beca para realizar estudios
superiores en el “St. Barbas Hospital”, de Nueva York (EE.UU.), en el que trabajó por espacio de diez
meses en la sección de Neuropsiquiatría. Regresó de nuevo a España y por
entonces su ilusión era volver a la
Ciudad de los Rascacielos. Sin embargo, el destino y el amor
anchuroso que sentía por su madre viuda, hicieron que arraigara profunda y
definitivamente en su querida isla de La Palma, donde dejó la estela de su buen y bien
hacer.
En 1950 se instaló en
la ciudad de Los Llanos de Aridane, en la que ejerció su profesión por espacio
de casi cuatro décadas, realizando una muy meritoria y estimable labor en los
centros oficiales y en su despacho particular instalado en la avenida del
doctor Fleming. Combatió con éxito las epidemias de meningitis y poliomielitis
producidas entre los años 1952 y 1953. Figura entre los pioneros de la
neuropsiquiatría e introductor en las mismas de la encefalografía en Canarias
y, como trabajador infatigable, su consulta era un referente a nivel insular
mientras se prodigaba en visitas a sus pacientes a las horas más intempestivas,
alternando con otras obligaciones y frecuentes viajes al extranjero. Fue socio
fundador y ponente de la Sociedad Iberoamericana de Ciencias Neurológicas.
Durante varios años desempeñó el cargo de director del Centro Secundario de
Higiene de Los Llanos de Aridane, periodo en el que se distinguió por la
excelente organización sanitaria del establecimiento.
La estela del doctor
Pedro Hernández Torres, en su condición de primer médico nacido en su pueblo
natal, marcó el camino de otros jóvenes paisanos y entre ellos varios parientes
suyos, caso de Facundo Hernández Cabrera, Martín de Francisco Lorenzo, María
Nieves Lorenzo Hernández y Pedro Camacho Hernández, así como su primogénita,
Beatriz Hernández García, que es cónyuge del doctor Francisco Javier Robaina
Padrón. Otros tres médicos nativos de Fuencaliente de La Palma, Filiberto Cabrera
Díaz, Eustaquio Díaz Alonso y Ángel Luis Pérez de Paz, refrendan su especial
vocación y atracción por la ciencia médica, de la que han sido notables
exponentes.
Con sus aciertos y sus
errores, como todo ser humano, lo cierto es que Pedro Hernández Torres poseía
una singular inteligencia y una cultura general fuera de lo común. Estudioso
permanente y dotado de una elevada dosis de humor anglosajón, gozaba de una
extraordinaria popularidad, reflejo de su humanidad enriquecida constantemente
con unos sentimientos basados en su nobleza extraordinaria. De su unión
matrimonial con Guadalupe García Meliá nacieron cuatro hijos: Beatriz,
Pedro, Jesua (fallecido
prematuramente) e Isabel Hernández
García.
El doctor Hernández
Torres figura entre los paisanos fuencalenteros más destacados de la segunda
mitad del siglo XX, entre los que también hemos de citar, entre otros, al
profesor Eudoxio Hernández Ortega, catedrático de Latín y de Griego; los
hermanos Arturo y Jaime Hernández de Paz, docentes y el segundo capitán de la Marina Mercante,
oficial de la Armada
y práctico del puerto de Los Cristianos (Tenerife) y Antonio Hernández
Hernández, destacado empresario afincado en Venezuela, propietario durante años
de Arrocera Santa Ana C.A. y miembro de la junta directiva nacional de la
poderosa patronal Fedecámaras.
Atraído por su afán de
servicio a la sociedad donde desarrollaba su actividad médica, participó
también, de forma intensa, a su estilo, en los incipientes pasos de la
democracia española tras la etapa constituyente. En 1978 se presentó como
candidato al Senado por la Isla
de La Palma en
representación de Alianza Popular. El momento, pese a su enorme popularidad, no
le resultó propicio en las urnas, pues en una España con ansias de cambio y
renovación, el escrutinio final dio la victoria al representante de la UCD, Acenk Galván
González.
Su obra periodística
abarca más de treinta años y está compuesta por un número importante de
artículos publicados en distintas revistas especializadas y en periódicos, en
los que, a modo de ensayo, abarcó diferentes temas de sus especialidades
médicas, actualidad y profundidad intelectual. El último de ellos apareció
publicado en el rotativo tinerfeño El Día el mismo día de su
fallecimiento. Pedro Hernández Torres también se distinguió por sus
intervenciones en actos culturales y conferencias en congresos de neurología,
tanto nacionales como internacionales, dejando constancia de su personalidad
médica en Argentina, Perú, Chile, Panamá, Venezuela, EE.UU., Canadá, Francia, Italia, Japón, China y
México, país éste que visitó en más de una veintena de ocasiones.
Su interés periodístico
le llevó a protagonizar curiosas controversias, en las que unas veces firmaba
con su nombre y otras con pseudónimo y en las que, de modo constante, el
primero discrepaba con el segundo y viceversa, siendo ambos la misma persona.
En los últimos años de su vida, Pedro Hernández Torres propició un intenso
acercamiento con sus firmes creencias religiosas, como lo demuestra en el
contenido y la profundidad de algunos de los artículos publicados.
Con los doctores Manuel
Morales Pérez, Amílcar Morera Bravo, Sarbelio Pérez Pulido y Rafael Hernández
Álvarez en el recuerdo, cuatro personalidades insignes de la Medicina en La Palma, la desaparición hace
ahora 25 años de Pedro Hernández Torres privó a la isla de una figura
excepcional, entregada al juramento de su profesión, con la decisión siempre
firme de hacer el bien, comprendiendo así la esencia de la vida misma por la
que tanto luchó y a la que tanto amó.
El 28 de noviembre de
1988 cesó el latido de su corazón de hombre noble en su casa de Los Llanos de
Aridane. Sus restos reposan, por deseo expreso, en el cementerio de
Fuencaliente de La Palma,
en las raíces del pueblo donde nació y próximos a los de su querida madre. Su
pueblo natal y Los Llanos de Aridane, en expresión de gratitud, le otorgaron el
primero su nombre a una calle en el barrio de Las Indias –en tiempos del
alcalde Pedro Nolasco Pérez y Pérez– y el segundo el título de Hijo Adoptivo a
título póstumo –siendo alcalde Juan Ramón Hernández Gómez–, sentimientos que honran
manifiestamente a los pueblos agradecidos con sus hijos destacados.
(Bibliografía:Díaz Lorenzo, Juan Carlos.
“Fuencaliente. Historia y tradición”. Madrid, 1994.Fotos: Familia Hernández García.
Nuestro agradecimiento.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario