domingo, 1 de junio de 2014

PEDRO HERNANDEZ TORRES





1921 febrero 22.
Nace en  Los Quemados, Fuencaliente Isla de La Palma, Pedro Harnandez Torres.
Veinticinco años después de su despedida de la vida terrenal, el recuerdo del doctor Pedro Hernández Torres late en la memoria fértil con la misma e intensa gratitud que siempre le tuvimos en vida. Forma parte de quienes somos sus parientes, amigos y de sus muchos admiradores. El reconocimiento a su buen y bien hacer impregna un sentimiento emotivo que sigue plenamente vigente y nos hace evocar su preclara capacidad e inteligencia, convertida en hálito de humanismo henchido de consuelo y esperanza. 
Nuestro personaje tiene el privilegio, escrito en letras de honor, de ser el primer médico nacido en Fuencaliente de La Palma. Un sueño de infancia que se hizo realidad en una época muy difícil, llena de penurias y carencias, en la que las aspiraciones de la gente humilde eran casi siempre inalcanzables. Pedro Hernández Torres abandera el esfuerzo de toda una generación de palmeros marcados por la inmediata posguerra, que demostraron pronto su capacidad y temperamento para encontrar el camino elegido. Representa no sólo el sueño de un niño hecho realidad, sino que dignifica el afán de superación y la demostración explícita de inteligencia y capacidad de trabajo y de firme creencia a una vocación hecha virtud. 
Nació el 22 de febrero de 1921 en Los Quemados en el seno de una familia humilde, gente trabajadora y responsable, seria y disciplinada, amante del orden y de la libertad. Primogénito de los hijos de Juan Hernández de Paz, maestro nacional y Josefa Torres Martín, estudió el bachillerato en Santa Cruz de La Palma y tenía 15 años cuando se produjeron los sucesos de 1936, que le privaron de la presencia de su padre en trágicas circunstancias. 
Pese a las significativas dificultades de la época y las duras condiciones en las que quedó su familia, Pedro Hernández Torres, que sentía una especial vocación por la medicina, viajó en 1939 a Cádiz para iniciar allí sus estudios, en una etapa llena de penurias, sinsabores y amarguras, pese a lo cual supo y pudo salir adelante. Ello fue posible gracias a la ayuda económica de su madre y de su familia, que apoyaron dentro de sus posibilidades el empeño del joven estudiante en la búsqueda de un nuevo amanecer. 
Con la intención de finalizar sus estudios en Madrid y atraído por las enseñanzas de la “Fundación Jiménez Díaz”, hizo algunos viajes a la capital de España, pero finalmente se decidió por la Universidad de Valencia, a donde llegó en 1944. En un principio su interés iba encaminado por la ginecología y, de hecho, se presentó a unos exámenes en la cátedra de dicha especialidad y fue nombrado alumno interno de la clínica de partos y enfermedades de la mujer de la Facultad de Medicina de la capital del Turia. Finalmente, el 17 de octubre de 1949 obtuvo el título de licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Valencia. 
Cumplió el servicio militar en las Milicias Universitarias con el empleo de alférez- médico y el número uno de su promoción. Destinado al Hospital Militar de la capital valenciana, allí conoció al doctor José Domingo, prestigioso psiquiatra, catedrático de Neuropsiquiatría y director del hospital psiquiátrico “Padre Jofré”, con el que inició la que pronto llegaría a ser una gran amistad, a raíz de la cual Pedro Hernández Torres se interesó activamente por todo lo relacionado con la neuropsiquiatría. Terminada su etapa militar y declinando un puesto de inspector de sanidad de la región militar de Alicante, se dedicó a estudiar y trabajar al lado del eminente doctor José Domingo, en el citado hospital. 
Después viajó a Marsella y por espacio de un año realizó estudios de psiquiatría y neurología en la Universidad de Salpetriere. Luego regresó a Valencia y continuó con su trabajo en el hospital “Padre Jofré”, etapa en la que conoció a la que sería su futura esposa, Guadalupe García Meliá. A través de la cátedra de Neurología y Psiquiatría de Valencia se le concedió una beca para realizar estudios superiores en el “St. Barbas Hospital”, de Nueva York (EE.UU.), en el que trabajó por espacio de diez meses en la sección de Neuropsiquiatría. Regresó de nuevo a España y por entonces su ilusión era volver a la Ciudad de los Rascacielos. Sin embargo, el destino y el amor anchuroso que sentía por su madre viuda, hicieron que arraigara profunda y definitivamente en su querida isla de La Palma, donde dejó la estela de su buen y bien hacer. 
En 1950 se instaló en la ciudad de Los Llanos de Aridane, en la que ejerció su profesión por espacio de casi cuatro décadas, realizando una muy meritoria y estimable labor en los centros oficiales y en su despacho particular instalado en la avenida del doctor Fleming. Combatió con éxito las epidemias de meningitis y poliomielitis producidas entre los años 1952 y 1953. Figura entre los pioneros de la neuropsiquiatría e introductor en las mismas de la encefalografía en Canarias y, como trabajador infatigable, su consulta era un referente a nivel insular mientras se prodigaba en visitas a sus pacientes a las horas más intempestivas, alternando con otras obligaciones y frecuentes viajes al extranjero. Fue socio fundador y ponente de la Sociedad Iberoamericana de Ciencias Neurológicas. Durante varios años desempeñó el cargo de director del Centro Secundario de Higiene de Los Llanos de Aridane, periodo en el que se distinguió por la excelente organización sanitaria del establecimiento. 
La estela del doctor Pedro Hernández Torres, en su condición de primer médico nacido en su pueblo natal, marcó el camino de otros jóvenes paisanos y entre ellos varios parientes suyos, caso de Facundo Hernández Cabrera, Martín de Francisco Lorenzo, María Nieves Lorenzo Hernández y Pedro Camacho Hernández, así como su primogénita, Beatriz Hernández García, que es cónyuge del doctor Francisco Javier Robaina Padrón. Otros tres médicos nativos de Fuencaliente de La Palma, Filiberto Cabrera Díaz, Eustaquio Díaz Alonso y Ángel Luis Pérez de Paz, refrendan su especial vocación y atracción por la ciencia médica, de la que han sido notables exponentes. 
Con sus aciertos y sus errores, como todo ser humano, lo cierto es que Pedro Hernández Torres poseía una singular inteligencia y una cultura general fuera de lo común. Estudioso permanente y dotado de una elevada dosis de humor anglosajón, gozaba de una extraordinaria popularidad, reflejo de su humanidad enriquecida constantemente con unos sentimientos basados en su nobleza extraordinaria. De su unión matrimonial con Guadalupe García Meliá nacieron cuatro hijos: Beatriz, Pedro, Jesua (fallecido prematuramente) e Isabel Hernández García. 
El doctor Hernández Torres figura entre los paisanos fuencalenteros más destacados de la segunda mitad del siglo XX, entre los que también hemos de citar, entre otros, al profesor Eudoxio Hernández Ortega, catedrático de Latín y de Griego; los hermanos Arturo y Jaime Hernández de Paz, docentes y el segundo capitán de la Marina Mercante, oficial de la Armada y práctico del puerto de Los Cristianos (Tenerife) y Antonio Hernández Hernández, destacado empresario afincado en Venezuela, propietario durante años de Arrocera Santa Ana C.A. y miembro de la junta directiva nacional de la poderosa patronal Fedecámaras. 
Atraído por su afán de servicio a la sociedad donde desarrollaba su actividad médica, participó también, de forma intensa, a su estilo, en los incipientes pasos de la democracia española tras la etapa constituyente. En 1978 se presentó como candidato al Senado por la Isla de La Palma en representación de Alianza Popular. El momento, pese a su enorme popularidad, no le resultó propicio en las urnas, pues en una España con ansias de cambio y renovación, el escrutinio final dio la victoria al representante de la UCD, Acenk Galván González. 
Su obra periodística abarca más de treinta años y está compuesta por un número importante de artículos publicados en distintas revistas especializadas y en periódicos, en los que, a modo de ensayo, abarcó diferentes temas de sus especialidades médicas, actualidad y profundidad intelectual. El último de ellos apareció publicado en el rotativo tinerfeño El Día el mismo día de su fallecimiento. Pedro Hernández Torres también se distinguió por sus intervenciones en actos culturales y conferencias en congresos de neurología, tanto nacionales como internacionales, dejando constancia de su personalidad médica en Argentina, Perú, Chile, Panamá, Venezuela, EE.UU., Canadá, Francia, Italia, Japón, China y México, país éste que visitó en más de una veintena de ocasiones. 
Su interés periodístico le llevó a protagonizar curiosas controversias, en las que unas veces firmaba con su nombre y otras con pseudónimo y en las que, de modo constante, el primero discrepaba con el segundo y viceversa, siendo ambos la misma persona. En los últimos años de su vida, Pedro Hernández Torres propició un intenso acercamiento con sus firmes creencias religiosas, como lo demuestra en el contenido y la profundidad de algunos de los artículos publicados. 
Con los doctores Manuel Morales Pérez, Amílcar Morera Bravo, Sarbelio Pérez Pulido y Rafael Hernández Álvarez en el recuerdo, cuatro personalidades insignes de la Medicina en La Palma, la desaparición hace ahora 25 años de Pedro Hernández Torres privó a la isla de una figura excepcional, entregada al juramento de su profesión, con la decisión siempre firme de hacer el bien, comprendiendo así la esencia de la vida misma por la que tanto luchó y a la que tanto amó. 
El 28 de noviembre de 1988 cesó el latido de su corazón de hombre noble en su casa de Los Llanos de Aridane. Sus restos reposan, por deseo expreso, en el cementerio de Fuencaliente de La Palma, en las raíces del pueblo donde nació y próximos a los de su querida madre. Su pueblo natal y Los Llanos de Aridane, en expresión de gratitud, le otorgaron el primero su nombre a una calle en el barrio de Las Indias –en tiempos del alcalde Pedro Nolasco Pérez y Pérez– y el segundo el título de Hijo Adoptivo a título póstumo –siendo alcalde Juan Ramón Hernández Gómez–, sentimientos que honran manifiestamente a los pueblos agradecidos con sus hijos destacados. 
(Bibliografía:Díaz Lorenzo, Juan Carlos. “Fuencaliente. Historia y tradición”. Madrid, 1994.Fotos: Familia Hernández García. Nuestro agradecimiento.)

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