1861 agosto 18.
Graciliano Afonso Naranjo (La Orotava, Tenerife, 1775 - Las Palmas de Gran Canaria, 1861)
Sus primeros años
transcurren en La Orotava,
donde tiene sus primeros contactos con la lengua latina y, seguramente, asiste
a la intensa vida teatral en el entorno de la familia Cólogan (que recordará en
una breve semblanza de Bernardo Cólogan) que le sirve de modelo para su
dedicación, aunque menor, al teatro. Se traslada a La Palmas de Gran Canaria para
estudiar en el Seminario Conciliar, tonsurado el 21 de septiembre de 1793, y
allí desempeña de forma interina la cátedra de Filosofía en 1795. En 1797
marcha a Alcalá de Henares para estudiar jurisprudencia. Dos años después tomó
posesión en Las Palmas de Gran Canaria de las cátedras de Lógica, Metafísica y
Física. Continúa su labor docente en el Seminario durante la primera mitad del
decenio 1980 para en 1806 responsabilizarse de la cátedra de Filosofía y en
1807 licenciarse en Derecho por la Universidad de Osuna. Tras su nombramiento como
Doctoral de la Catedral
de Canarias en 1808 comienza su etapa pública. Acusaciones de apoyar
políticamente las revueltas de Teror (Gran Canaria) o a la Junta Suprema de La Laguna (Tenerife) son los
primeros episodios de su, a partir de ahora, particular cruzada contra un clero
reaccionario y unos políticos opuestos a los ideales de la Revolución Francesa.
Frente a ellos, la visión de Afonso resultará ciertamente revolucionaria para
su momento y para el mundo clerical en el que se mueve: la religión como un
elemento de cohesión social y moral (con otras entidades consagradas como la
cultura, la educación, las leyes, etc.) en el proyecto cívico de la Nación y la acción política
como agenda progresiva de libertades y derechos ciudadanos hacia el mejor
gobierno. Todo ello significó una confrontación con la política entendida como
mera maquinaria burocrática y paliativa (la imagen idílica en el Antiguo
Régimen) y de unas prácticas religiosas oscurantistas, represivas y cómplices
de esa maquinaria. Esta visión debe mucho a sus lecturas, al ambiente abierto
del Seminario Conciliar y a su contacto cotidiano, directo y hostil con estas
fuerzas regresivas. No es de extrañar la trayectoria posterior de Afonso: su
apoyo a la Constitución
de 1812, su “Edicto Pastoral” a favor de los derechos constitucionales en 1820
y su nombramiento en 1821 como Diputado por la provincia de Las Palmas. También
explica sus continuas gestiones contra las división episcopal, la Universidad de La Laguna o los intereses
políticos tinerfeños que creía en manos de la regresión y significaban,
también, una merma en la influencia política y económica sobre las Islas.
En 1823 es declarado “reo
de lesa Majestad” (una segura pena de muerte) por firmar con otros diputados la
incapacidad del rey Fernando VII, e inicia su largo exilio por tierras
americanas, primero en Venezuela (Cumaná, Aricagüa) y, a partir de 1826-1827,
en la Isla de
Trinidad. Allí toma contacto con la joven experiencia de las repúblicas
independientes (criollas en su origen y, paradoja histórica, antiespañolas) y,
alejado del ajetreo público, se dedica a la traducción y a la creación poética
(en una traducción de Anacreonte publicada en Puerto Rico en 1838 incluye El
Beso de Abibina). Añade a la cultura clásica y francesa, en las que se
movía con facilidad, la cultura inglesa (tan importante para entender algunas
novedades en sus planteamientos intelectuales).
En 1833 se declara una
amnistía general pero hasta 1838 no regresa a su puesto, mantenido vacante
durante su ausencia. A su llegada a Tenerife comienza la redacción de su Oda
al Teide en la que, con plenitud, apreciamos que aquella mirada liberal del
presente y el futuro se tiñe con una literatura que interroga el pasado para
dialogar y explicar ese presente y provea de ideales ese futuro, como se
observa en la Advertencia
a El juicio de Dios o la reina Ico (1841).
En estos decenios las
imprentas insulares comienzan una actividad editorial y periodística continuada
en la que jóvenes poetas e intelectuales (esos “alumnos del Parnaso”) van a
recoger y difundir dicho mensaje. Afonso se convertirá en referencia ineludible
de la Escuela
Regionalista, impregnándola de esa mirada compleja en la que
se mezclan en distinta medida los ambientes culturalistas clásicos, las apetencias
ilustradas del hombre nuevo en la nueva comunidad política y del hombre
natural, cierto mesianismo literario con misión histórica y una tensa relación
entre singularidad insular y presencia castellana (el fenómeno del criollismo).
Pero esta importante relación con las inquietudes contemporáneas que se refleja
en tertulias en casa de su amigo Bartolomé Martínez Escobar, publicaciones y un
círculo docente al que incita en la labor traductora y poética, se ve
enturbiada por nuevos enfrentamientos con la clerecía reaccionaria, la división
provincial, y la penuria económica que le obliga a permanecer en su cargo
después de su jubilación. En alguna ocasión pedirá incluso volver a América
para escapar de una hostilidad que le obliga a escribir incontables quejas.
Muere en 1861
de un ataque cerebral. El Boletín Oficial Eclesiástico de las Diócesis de
Canarias destacará su actitud valerosa ante la epidemia del cólera morbo del
año 1851 y su exilio será considerado un traslado a América por “las vicisitudes
políticas por las que pasó la nación española en el año 1823…”. En su
testamento quedará reflejada esa confianza humanista pero, a su vez, política
en la educación cuando lega parte de los ejemplares de su traducción, si se
imprime, “a los jóvenes pobres que se dediquen al estudio”.
Significación
y alcance de la obra de Graciliano Afonso
En la
trayectoria de Graciliano Afonso dos impulsos aparentemente antitéticos parecen
coexistir: por un lado el pragmatismo liberal que alimenta su actitud, sea ante
un problema de calado importante, sea un simple enfrentamiento pueblerino. Por
otro, esa irrenunciable fe humanista (de fondo utópico) como aspiración
estética, pero también ética (no podemos olvidar su vocación pedagógica y la
controversia como método). De ahí que para intentar describir esas dos líneas
sea lugar común hablar de Afonso como “prerromántico” e “ilustrado”. Mientras
con el primer calificativo se alude a la recuperación que hace del pasado
isleño en la antesala de la Escuela Regionalista, el segundo describe su vida
pública como educador, como religioso, como político y como filántropo; sus
declarados intereses a favor de una nación de ciudadanos (guiados por virtudes
morales y jurídicas) e incluso su visión centralista de las islas Canarias.
Esta
riquísima base intelectual, que se apoyará en sucesivas lecturas y en
experiencias límites como la del exilio, iluminará gran parte de su obra
literaria. Sus odas de inspiraciones anacreónticas y continuadoras de Meléndez
Valdés aluden tanto a la exaltación erótica de los cuerpos como a una propuesta
sensualista del mundo. La geografía de las Islas es vista tanto en su
materialidad real, en imágenes casi científicas, como paisajes de un designio
trascendental (el mar, el Teide). Este dinamismo conceptual, dialéctico entre
lo existente y lo sugerido, entre lo sensorial y lo afectivo encontrará en la
conciencia histórica su mejor argamasa.
Esta conciencia histórica
se mueve entre el detalle erudito (siguiendo las grandes obras literarias del
romanticismo historicista inglés o los estudios de Viera y Clavijo), la
recreación libre de la poesía y la necesidad ética de reinterpretar un pasado
que arroja su sombra sobre el presente. Incluso su poesía más circunstancial
(como puede ser la de corte satírico) se construye a partir de esta
contextualización de lo particular. A diferencia de otros poetas coetáneos o
posteriores, la literatura de Afonso (incluso parte de sus traducciones) no es
una dedicación secundaria al calor de las modas de los círculos juveniles y
burgueses. Su obra literaria responde a una agenda filosóficamente cimentada
entre los abstractos ideales ilustrados y su articulación novedosa con la
historia recuperada de los pueblos, literariamente cimentada en la
revalorización de la literatura clásica, no como repertorio sino como
aspiración, en la reivindicación del papel de guía de la Humanidad pero también
de profecía de la poesía (ese aire profético del poeta tan querido por Afonso),
en la recuperación del paisaje como cartografía real y espiritual. En fin,
agenda públicamente defendida en su compromiso político y cotidiano. Es una
lástima que no podamos valorar la hondura, complejidad y matices de este gran
intelectual (en el sentido más moderno del término) a falta de una edición de
toda su obra. (Tomado de: www. Isla de Tenerife Vivela)
Obras de Graciliano Afonso:
Oda al Teide; El juicio de Dios o la reina
Ico, Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2004; Las bragas de San Grifón: novela del
abate Giambattista Casti traducida por el Doctoral de Canarias/Graciliano
Afonso, edición, prólogo y notas de Antonio Becerra Bolaños, Las Palmas de Gran
Canaria, Cabildo Insular, 2003. Pueden consultarse algunas de las ediciones
decimonónicas de su obra en distintas bibliotecas insulares como la Biblioteca Municipal
de Santa Cruz de Tenerife y en distintas antologías de la poesía canaria.
Bibliografía:
Antonio Becerra Bolaños, “La poesía americana
de Graciliano Afonso”, Anuario de Estudios Atlánticos, nº 51, Madrid-Las
Palmas: Patronato de la “Casa Colón”, 2005, págs. 45-60; Ilustración y
prerromanticismos canarios: una revisión de la obra del Doctoral Graciliano
Afonso (1775-1861), Eugenio Padorno y Germán Santana Henríquez (eds.), Las
Palmas de Gran Canaria, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria, 2003; Francisco Salas Salgado, “Reflexiones sobre la
traducción del humanista canario Graciliano Afonso (La Orotava de Tenerife
1775-Las Palmas de Gran Canaria 1861)”, Cuadernos de Ilustración y
Romanticismo, nº 11, 2003, págs. 49-65; Francisco Salas Salgado, “Notas sobre la
pervivencia clásica: el poema A D. Bartolomé Martínez de Escobar de Graciliano
Afonso”, Anuario de Estudios Canarios, XLVI, La Laguna, Instituto de
Estudios Canarios, 2002, págs 419-432; Francisco Salas Salgado, “La huella de
Catulo en El beso de Abibina de Graciliano Afonso: a proposito de la Oda 11”, Fortunatae, nº 12, La Laguna, 2001, págs.
227-238; Francisco Salas Salgado, “Las noticias sobre P. Virgilio Marón de
Graciliano Afonso”, Anuario de Estudios Atlánticos, nº 47, Madrid-Las Palmas:
Patronato de la “Casa Colón”, 2001, págs. 87-114; Antonio de Béthencourt
Massieu, “ D. Alfonso y su Graciliano Afonso”, Homenaje a Alfonso Armas Ayala,
vol. I, 2000, págs. 49-56; Francisco Javier Castillo, “ Un apartado de la labor
traductora de Graciliano Afonso: Enero y Mayo, Anuario de Estudios Atlánticos,
nº 39, Madrid-Las Palmas: Patronato de la “Casa Colón”, 1993, págs. 65-78;
Francisco Javier
Castillo, “Un prerromántico
canario traductor de Dryden”, Homenaje a José Pérez Vidal (ULL), La Laguna, 1993, págs. 265-284;
Alfonso Armas Ayala, Graciliano Afonso: Prerromántico e Ilustrado, La Palmas de Gran Canaria,
Cabildo Insular, 1993; Francisco Salas Salgado, “Acercamiento formal a un poema
latino del XIX en Canarias: el In Promptu de Graciliano Afonso”, Fortunatae, nº
2, La Laguna,
1991, págs. 297-314; Francisco Salas Salgado, “Tragedia clásica y preceptiva
romántica: a proposito de las Noticias históricas del drama griego de
Graciliano Afonso”, Fortunatae, nº 1, La Laguna, 1991, págs. 209-219; Francisco Salas
Salgado, “Sobre la traducción de la
Envida de Graciliano Afonso, Revista de Filología (ULL), nº
8-9, La Laguna,
1989, págs. 319-338; Alfonso Armas Ayala, “Un diputado Canario de las Cortes de
1821 desterrado en América”, Anuario de Estudios Atlánticos, nº 3, Madrid-Las
Palmas: Patronato de la “Casa Colón”, 1957, págs. 387-451.
No hay comentarios:
Publicar un comentario